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¡No se suicidó, la asesinaron!

Por Omar Hernández


No mentiré, para mí ha sido muy difícil darle comienzo a esta columna. Me cuesta escribir
sobre el asesinato de una persona y más cuando, en algún momento de la vida, la conocí. Es
difícil sacar las palabras cuando hay mucho qué decir, hay mucho rencor contra las
autoridades, hay mucho dolor cuando las declaraciones de una Fiscalía incompetente
denigran a la persona.
El miércoles pasado, una mujer fue asesinada con un cable de una caseta de teléfono
frente a las inmediaciones de la Facultad de Ingeniería en Ciudad Universitaria. Según las
averiguaciones previas, la muchacha de 22 años fue dejada ahí entre las cinco y las seis de
la mañana; la policía mencionó que no tenía ninguna identificación y lo único que se
encontró junto a ella era una correa de perro en la mano. Las autoridades policiales
comenzaron las averiguaciones sobre el asesinato y en ese mismo día la Fiscalía aseguró
que podía ser catalogado como Feminicidio.
Después de esto ¿cuál fue nuestra sorpresa? El viernes (5 de mayo de 2017) la Fiscalía
dijo que, posiblemente, Lesby Berlín se había suicidado. La argumentación de las
autoridades legales de la Ciudad de México fueron que Lesby era alcohólica, drogadicta y
que vivía en concubinato con su novio… En fin, una sarta de estupideces. Esta serie de
premisas son más ilógicas que nada, puesto que parece que seguimos con una mentalidad
del siglo XIX, donde la mujer debía de tener una conducta impecable, debía de seguir los
modelos de la buena mujer: estar casada, con hijos, no tomar, comportarse en sociedad. La
Fiscalía se volvió una autoridad moral, antes que judicial.
Además, esto se refuerza con las declaraciones que el novio hizo, donde dijo que estaban
tomando en las inmediaciones de las islas de C.U. a las cuatro de la mañana,
aproximadamente; después, salieron de ahí y tuvieron una discusión muy fuerte, según él,
cada quien se fue por su lado. Además, declaró que su novia trabajaba paseando perros, y
esa fue la última vez que la vio. Gustavo, como se dice llamar, declaró que él no fue quien
atento contra su vida, La Fiscalía lo tiene como principal sospechoso, pero aún no descartan
la idea de que se trate de un suicidio.
Lesby Berlín no era una alcohólica, ni mucho menos drogadicta, era una universitaria
con sueños de hacer su examen de ingreso a la máxima casa de estudios; además, daba
cursos dentro de las inmediaciones de la STUNAM. Su mamá declaró que todo lo que dijo
la Fiscalía sobre ella no era cierto, que no era posible que se hubiera suicidado. Exige que
la UNAM y las autoridades de la Ciudad de México se pongan a trabajar y dejen de
conjeturar cosas que no son parte de la realidad.
¿Estás actitudes nos deben de sorprender? Por supuesto que no. Las autoridades
mexicanas se han vuelto más intransigentes con la vida de las miles de mujeres que son
asesinadas día con día, mujeres que son olvidadas por el mismo gobierno, mujeres que no
tienen voz en una sociedad tan machista como la nuestra. Donde se prefiere que la mujer se
vista adecuadamente, donde no consuma bebidas alcohólicas o sustancias nocivas para la
salud, donde debe de casarse, dedicarse a las actividades de la casa y de cuidar a los hijos,
donde no tenga voz ni voto.
Debemos de exigir a las autoridades la aclaración de los hechos sobre la joven Lesby. Sin
embargo, no sólo exigiendo vamos a cambiar las cosas, debemos de cambiar como
sociedad en cuanto a nuestras acciones cuando tratamos con una mujer. Tratemos de dejar a
un lado el morbo con las mujeres que traen vestido o cualquier ropa considerada por los
hombres como provocativa; dejemos de catalogar a las mujeres dentro de los parámetros de
mojigata, puta, prostituta o diversos estereotipos que se centran en ellas. Ellas son libres,
pero, lamentablemente, buscan la libertad en un mundo machista.

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