Está en la página 1de 1

-Necesito que confíes en mí, carajo.

-Confío en vos.
-Bueno, no se nota. Y no, no me vengas con que tenés la necesidad constante de que te lo
demuestre, porque no hay forma en la que ya no te lo haya demostrado. Y no sé si no lo ves o no te
alcanza, pero si no te alcanza, dejame decirte que no puedo más. Llegué al límite.
-¿Qué querés decir con eso?
-Que estoy cansada. Cansada de no serte suficiente. De que si no hago algo, me caes con todo
porque te hago falta. Pero si estoy, si me abro, si confío en vos como me pedís, y créeme que lo
hago, siento que te importa un carajo. Y de todo tu discurso, también, si te interesa. De que digas
una cosa y hagas otra. No por lo que hagas en sí. Hace lo que quieras. El problema es que a la
misma vez que lo hacés, te quejás y despotricas sobre eso. Sé que todos tenemos incoherencias. Y
juro que intento entenderte. Que incluso te entiendo. Pero no puedo más. Eso. Me cansé.
-Me doy cuenta.
-Al fin te das cuenta de algo.

También podría gustarte