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Obra en Prosa
Serie Literaria
OBRAS COMPLETAS
DE
PABLO ANTONIO CUADRA
OBRAS EN PROSA
I- Torres de Dios
II-Aventura Literaria del Mestizaje
Nicargüens I-El
-OtroRapdeVEu I
Libro de Viajes
IX - 15 El Indio y el Violín
PABLO ANTONIO CUADRA
OBRA EN PROSA
Nica- El
ragüense
V.
Contenido: v. 3. El Nicaragüense
ISBN 9977-901-61-9
1. Prosa nicaragüense.
I. Título
Pág.
I. El Nicaragüense
Los hijos de Septiembre 13
Rubén y la dualidad 17
Imaginación y sobriedad 25
La casa del nicaragüense 29
El traje, los aperos y la carreta 33
Nuestro arte aborigen 37
El habla, la risa y la burla del nicaragüense 42
Cuando los dioses ordenaron partir 46
El barco del santo 51
El extra-vertido 54
El Robinsón 57
El primer personaje de la literatura Nicaragüense:
El Güegüence 64
Un nicaragüense llamado Rubén Darío 70
El desarrollo de nuestra conciencia de nacionalidad 78
P.A.C.
I.
El Nicaragüense
Los hijos de Septiembre
Hace ya algunos años —cuando nuestro grupo de
"Vanguardia" lanzaba manifiestos nacionalistas y se sumergía
en las fuentes populares buscando las raíces de nuestra cultu-
ra mestiza para alimentar y producir una literatura nicara-
güense—, escribí un poema en que quise resumir —con una
lengua poética todavía insegura— la ironía y el drama de ser
nicaragüense. El poema se titula EL HIJO DE SEPTIEMBRE
y dice:
RUBEN DARIO
("En las Constelaciones")
"y de la flor
que el ruiseñor
canta en su griego antiguo, de la rosa
vuelas, ¡oh mariposa!
a posarte en un clavo de Nuestro Señor!"
Ha pasado un transeúnte . . .
"Lo primero que hay que anotar sobre el vestido del ni-
caragüense, —dice Pablo Lévy— es que no hay traje nacio-
nal". Copio esta frase escrita en el siglo pasado porque des-
de hace algún tiempo algunos de nuestros folkloristas han
querido "inventar" un traje típico, cosa tan peregrina como
inventar una planta nativa.
Pero Lévy no vio nuestro traje nacional por la misma
razón por la cual nuestros folkloristas quieren inventar otro:
por su simplicidad.
Como el nicaragüense ha rechazado siempre lo pinto-
resco y como se malentiende por típico un traje pintoresco,
ni Lévy ni nuestros folkloristas se dieron cuenta de que el tra-
je típico de la mujer nicaragüense es una saya y un güipil
blanco —dos prendas de absoluta sobriedad— (la nota de co-
lor violento queda reducida a la bandera del rebozo). Y que
el traje nacional del hombre nicaragüense es: un pantalón
azul, una cotona blanca y un sombrero de palma. Ese es el
traje del campesino, ese es el sobrio y simple traje típico de
nuestro país agrario. Y fijémonos en este énfasis que el pue-
blo pone en su simplicidad: cuando se disfraza, es decir,
cuando no quiere ser típico sino al contrario, "otro tipo", en
sus trajes de bailes populares en que el pueblo usa máscaras:
en los Toros-venados, Güegüences, Diablitos y demás "carte-
les" —el traje es superadornado, el sombrero está lleno de
chécheres, flores y adornos—, se usan cintas de todos los co-
lores: ¡todo un barroquismo exuberante de ornamentación
sartorial! Pero ese no es el traje típico, al contrario, es el dis-
34 El Nicaragüense
El puente geográfico
—Usted, tatita.
América prepotente
". .
Verbo ecuménico.
León y Managua
Bruselas
Nueva Jaén
Nueva Segovia
El Refugio
Nuevos y Viejos
Granada
Oriente y Occidente
los futurismos que hacen "tábula rasa" del pasado para termi-
nar haciendo "tábula rasa" del hombre.
Pero la tercera posición no es tampoco un lecho de ro-
sas. Se han desencadenado fuerzas tan absolutamente impre-
vistas que, en la misma medida que pueden ser eficaces, pue-
den ser también devastadoras y ante ellas es decisiva la de-
fensa de lo humano.
Aceptar lo nuevo no es todo el programa. Hay que
afrontarlo con señorío. Asimilarlo con toda la ciencia y la
técnica que demanda, pero sin ceder en la defensa del HOM-
BRE y de su dignidad esencial. Crear nuevas formas sociales
orgánicas, comunitarias, pero salvar la libertad personal.
Afrontar la cuantidad, pero nutrir la cualidad. Adoptar la
máquina, pero someterla a la vida. Fomentar la solidaridad
de la masa, pero sin ahogar al individuo.
La Patria sólo subsiste si subsiste lo humano del Horn-
bre.
Y esta es la tercera etapa, la tercera prueba del patrio-
tismo nicaragüense.
La leche y la lengua
¿Y el calor?
Carta a un arquitecto 139
fluyen todas las cosas: "Tú heredarás los otoños, que están
en los recuerdos de los poetas, guardados como vestidos sun-
tuosos y todos los inviernos como países huérfanos acudirán
a Tí...
Es la ciencia, la filosofía en su desarrollo hasta esta
época crítica: mito del Ulises de Homero. El hombre que sa-
le y conquista pero que vuelve al Hombre.
Sin embargo, hay otro Ulises. Es el Ulises que nos
ofrece Dante Alighieri en su Divina Comedia.
Dante —quien desconocía la "Odisea" de Homero— re-
coge tradiciones muy antiguas que circulaban, desde antes de
Homero sobre el urdemales y aventurero Ulises y nos pinta a
este héroe, no como al navegante que cierra armoniosamente
su ciclo con el retorno, sino al osado y trágico náufrago que
se anticipa a Colón entrándose por el Mar Atlántico y que, al
querer forzar las puertas de "un mundo desconocido", es cas-
tigado y muere sumergido por un huracán frente a las lejanas
costas de esta tierra incógnita. En otro trabajo he sostenido
que ese mundo nuevo y desconocido —frente a cuyas costas
muere Ulises— es América. Aquí lo que nos interesa es el
otro símbolo que surge: el del hombre que viola los términos,
los límites humanos, el osado que fuerza las puertas de lo
nuevo y que, con tal de abrirlas, ya no le importa volver; el
Ulises rebelde que sustituye —como dice De Barros— el ideal
antiguo de SAPIENTIA (de Sabiduría) por la suprema meta
del porvenir: EXPERIENTIA (la Experiencia) y por eso ya
no retorna más.
¿Este otro Ulises —que nos ofrece Dante— será el sím-
bolo de la nueva, de la actual mentalidad del Hombre de
Occidente? El Ulises inventor de escapatorias y de pecados
que Dante coloca en el Infierno y que hoy ya no navega mar
adentro sino espacio afuera ni fabrica engaños o estratagemas
sino industrias, técnicas y máquinas?
No propiamente ése, porque en la aventura de la técni-
ca y de la máquina el peligro puede ser controlado o conjura-
do si el Hombre no renuncia a lo humano. Es algo más hon-
do. El mito se refiere más bien al "espíritu" con que el horn-
146 El Nicaragüense
(navegación no la apruebo
ni place a mi espíritu porque es incómoda.
Difícilmente evitarás el peligro; pero los hombres
imprudentemente obran y el dinero
es el alma de los míseros mortales".