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Humanidades E. M. Cioran Adios ala filosofia y otros textos Prélogo, traduccién y selecci6n de Fernando Savater Ellibro de bolsillo Filosofia Alianza Editorial TeruLoowmarvat: Extracos de Pris de décompostion, Latenttion dexter yLemauous déminrge TrapucrOR: Fernando Savater Primera icin en «El Horo de boallon: 1980 Guar reimpreson ep «El bro de bolsllow: 1995 Primera edieionen «Area de conocimientor Humonidades»: 1998, Disco decubierta: Alianza Editorial esevaos todos los derecho. coteido de ea obs est proteido por a Tey qe ensblee pena de prin yo mula, adem dels coresponots ‘odemnisnconcs po doe y persis pata quire eprodjere plan ‘Gsriberen ocoomunieaen palatine en pre une ors ee tinaritcynticn,ostransormacsn, interpreta erin artis Ejadnencolquer tips de soporte communica rave de eulgier meio. sinlaprecepe stoic (© Preis de décomposition: Editions Gallimard, Pats, 1949, © Litenttion dexister Editions Gallimard, Pats, 1956 (© Le manos deminrge: Editions Gallimard, Pai, 1969 (OFA. cast: Alianza Eatoral,. A., Madrid, 1980, 1982, 1988, 1994, 1995, 1998 CalleJuan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid telefono 393 8888 ISBN: 84.206.3907:3 epesitolepal:S. 257-1998 Innpresoen Graticas VARONA, Poligona “El Montalvo", parcela49 37008Salamance Printed in Spin EM, Cioran: Elalmaalerta Enuninstate pasaremos por el umbrl del mundo ‘una region. llamada come querds: nepacién del Tenguaje, desert, muerte, oguizd mde siplse i= Tenciodelamor Viadimie Nabokov “«Despierte cl alma dormida..» Pero no es tareafécil hacerla despertar. Acurrucada entre acolchados cobertores de dog- ‘mas, de consignas, de explicaciones, drogada de noticias y de ese otro beleno, la esperanza, amodorrada de ciencia, tay confesa, pobrecita mi... con qué escalofrio saca la punta del pie de su embozo para calibrar la temperatura glacial que reina all donde a coherencia acaba y los razona- ‘mientos mas razonables comienzan a enarbolar una sont lla demente! Vuelve a tu sopor, pobre alma mia: tirita y sue- fa, bien arropada, hasta que lo irremediable venga a buscarte.Suemia que tienes un inconquistable alcdzar de cer- tezas, un plano digno de confianza de las selvas y pantanos que te rodean, guardianes fieles que rechazarin los asaltos dela duda, capitanes de ojos fieros y proyectos laros, aba- des capaces de encontrar la huella estoica de la Ley hasta en twentrafia més brumosa, alegres companeros de banquete y ‘una dama de impudico pudor que alegraré la soledad de tu cama... no eres ilusa, nadie deberiaserlo ya, sino ilustea conoces los decretos dela necesidad y los acatascon aparen- te fastidio ysecreta complacencia; estés segura de tus limites ylejos de los arrebatos adolescentes, has aprendido a esti- ‘mar las sosegadas aventuras del orden, el medro moderado, 7 8 remusoo swan, Ja progresién tranquila hacia una armonia social més autén- tica...Con pélizas de resignaci6n y cordura te veo estampi: Nada, alma fa. ¥ bien pudiera ser que tuvieras nebulosa y Dlanda suerte hasta el final: quiza mueras antes de despertar. (Ojalé no te acometa la vigilia, mi apocado fantasma. Que el destino te guarde del vendaval dela lucide2, del vértigo dela ausencia de locura, del desfondamiento, de las imponentes olas del mar de acfbar.. Aunque s6lo te llegases a despertar ‘un instante, jamas olvidarias la visiGn de fuego queiba a za- randear fulminantemente tu discreto reposo; la recafda siempre estaria ya cerca de ti y tu voz nunca recobraria el tono de firmeza con que sueles decir: «Yo creo...» Pero hay también almas,raras terribles, que tienen pro- pensién ala lucidez. Algin hada irénica o adversa dejé ese don negro en su cuna, yellasdespiertan al menor choque de la vida, al mas pequeno indicio de fisura en la solidez esta- tuida... Se convertiran asf en centinelas insomnes de fraca- sos que todo pretende hacer olvidar, en sarcésticos pregone- 108 de bancarrotas fundamentales. Tal es el caso de E. M. Cioran, visionario a fuerza de desengafio al quela pasién de ver despejadamente ha quemado los ojos: un alma alerta, fascinada por la desfascinacién. La voz con que susurra, in- sinda y alla la inacabable modulacidn de su mensaje esté cenriquecida por todos ls registros que presta a maestrfali- teraria, del sollozo aa risotada, Cioran es un exiladd obse- sionado por el Exilio, un escéptico poseido por el Escepticis- ‘mo, un frenético del Desapego; mezcla en su sangre perturbada la nostalgia pagana por los Dioses Muertos y la repulsiGn gnéstica por el Aciago Demiurgo que ha caido en la tentacién de crear; la ilusién de poder pasarse de todas las, mnes leatormenta, el vicio de negarse a toda complici- dad con el revestimiento afirmativo del mundo, con a acu- ‘mulacién de fanatismos mintisculos merced a la cual pode- _mos arrastrarnos de un dia a otro... Pero también advierte [LHL CORANERL ALMA ALERDA ° ‘que no deja de ser un obseso, un frenético, un alucinado de tun género particular: quiza la droga ala que se entregaesin- , ‘Me basta escuchar a alguien hablar sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofia, escucharle decir «noso- tros» con una inflexién de seguridad, invocar a los ‘> Y asi es como el «destino», que no puede querer nada, ‘es quien ha querido lo que nos sucede... Prendados de lo Irracional como tinico modo de explicacién, le vemos ‘cargar la balanza de nuestra suerte, en la cual no pesan sino los elementos negativos, de la misma naturaleza. {De dénde sacar el orgullo para provocar a las fuerzas ‘que lo han decretado asi y que, ¢s més, son irresponsa- bles detal decreto? ;Contra quién llevar la lucha y a dén- de dirigir el asalto cuando a injusticia hostiga el aire de nuestros pulmones, el espacio de nuestros pensamien- tos, elsilencio yel estupor de losastros? Nuestra rebelién esta tan mal concebida como el mundo que la suscita. Como empeharse en reparar los entuertos cuando, ‘como Don Quijote en su lecho de muerte, hemos per do en el extremo de a locura, extenuados- vigor e ilu-| sidn para afrontarlos caminos, los combates y las derro Tess cémo encontrar de nuevo la frescura del arcéngel 0, aquel que, todavia al comienzo del tiempo, ig- noraba esta sabiduria pestilente en la que nuestros im- ppulsos se ahogan? Dénde beberiamos suficente verbo y desparpajo para infamar al rebao de los otros angeles, ‘mientras que aqui abajo seguir asu colegaes precipitarse [es ajo todavia (mientras que la injusticia de los hom- bres imita la de Dioy toda rebelién opone el alma al in- “finito yla rompe contra él? A los angeles andnimos ~acu- rrucados bajo sus alas sin edad, eternamente vencedores y vencidos en Dios, insensibles alas nefastas curiosida- des, sontadores paralelos alos lutos terrestres, squién se atreveria a tirarles la primera piedra y, por desafio, a di- Vidirsu suefto? La rebelién, orgullo de la caida, no extrae su nobleza mas que de su inutilidad: los sufrimientos la despiertan y luego la abandonan; el frenesila exalta ya sdecepcién la niega... No podrfa tener sentido en un uni- i KEE (En este mundo nada esté en su sitio, empezando por el | mundo mismo. No hay que asombrarse entonces del es- pectéculo de la injusticia humana. Fs igualmente vano rechazar 0 aceptar el orden social: noses forzoso sufrit ‘sus cambios mejor 0 a peor con un conformismo deses- perado, como sufrimos el nacimiento, elamor el lima, y la muerte. La descomposicién preside las leyes dela vida: | \mas cercanos.a nuestro polvo que lo estan al suyo los ob- | jetos nanimados, sucumbimos ante ellos y corremos ha- { | ca nuestro destino bajo la mirada de las estrellas aparen- | tementeindstrctibles, Pero incluso eis esallrén en ‘un universo que sélo nuestro corazén toma en serio para | Lexpiar después con desgarramientossufaltadeironi amos tanuosora vores races B Nadie puede corregir la injusticia de Dios y de los! T hombres: todo acto no es més que un caso especial, apa- rentemente organizado, del Caos original. Somos arras- trados porun torbellino quese remontaala aurora delos tiempos: y si ese torbellino ha tomado el aspecto del or- den slo es para arrastrarnos mejor.)> - {BP} Sobre una civilizacin exhausta aye Nirrusos ni americanos estaban lo bastante maduros, ni intelectualmente lo bastante corrompidos para «salvar» Europa o rehabilitar su decadencia, Losalemanes, con- taminados de otro modo, hubieran podido prestarle un simulacro de duracién, un tinte de porvenir. Pero, impe- rialistas en nombre de un suefio obtuso y de una ideolo- sf hostil a todos los valores surgidos en el Renacimien- to, debian cumplir su misién al revés y echarlo a perder todo para siempre. Llamados a regirel continente, a dar- Te una apariencia de impetu, aunque no fuera més que por unas cuantas generaciones (el siglo xx hubiera debi- do ser alemédn, en el sentido en que el xvii fue francés), lo arreglaron tan torpemente que apresuraron su desas- tre, No contentos de haberle zarandeado y puesto patas arriba, se lo regalaron, ademas, a Rusia y América, pues ¢s para éstas para quien supieron tan bien guerrear y hundirse. De este modo, héroes por cuenta de otros, au- tores de un tragico 2afarrancho, han fracasado en su ta- tea, en su verdadero papel. Después de haber meditado y claborado los temas del mundo moderno, y producidoa Hegel y Marx, hubiera sido su deber ponerse al servicio % Bacon dde una idea universal, no de una vision de tribu. ¥, sin ‘embargo, esta misma visién, por grotesca que fuese,tes- timoniaba a su favor; jacaso no revelaba que s6lo ellos, «en Occidente, conservaban algunos restos de barbaric, «que eran todavia capaces de un gran designio 0 de una vvigorosa insania? Pero ahora sabemos que no cl deseo ni la capacidad de precipitarse hacia nuevas aventuras, que su orgullo, al haber perdido su lozania, se debilita como ellos, y que, ganados a su vez porel encan- to del abandono, aportaran su modesta contribucién al fracaso general ‘Tal cuales, Occidente no subsistira indefinidamente: se prepara para su fin, no sin conocer un perfodo de sorpresas... Pensemos en lo que ocurrié entre los siglos vx. Una crisis mucho més grave le espera; otro estilo se dibujar4, se formarin pueblos nuevos. Por el mo- ‘mento, afrontemos el caos. La mayoria yase esignaa él. Invocando la historia con la dea de sucumbir alla, ab- dicando en nombre del futuro, suenian, por necesidad de esperar contra si mismos, con verse remozados, pisotea- dos, «salvados»... Un sentimiento semejante habia lle- vado alla Antigiiedad a ese suicidio que era la promesa cristiana. ‘CEL intelectual fatigado resume las deformidides y los vicios de un mundo a la deriva. No acta: padece; si se ‘vuelve hacia la idea de tolerancia, no encuentra en ella el [tinct Shera pops |na, lo mismo que las doctrinas de las que es desenlace. |:Queélesla primera vitima? Nose quejaré, Sélole suce- [dela fuerza que le tritura. Querer ser libre es querer ser {uno mismo; pero él ya esta harto de ser él mismo, de ca- rminar en lo incierto, de errar a través de las verdades. |[«Ponedme las cadenas de la [lusién», suspira, mientras AOS ALARLOSOHEA YoPRDS TEATOS 2 dice adiésa las peregrinaciones del Conocimiento. Asi se} lanzaré decabezaen cualquier mitologia quele asegure lal proteccién ya pazdel yugo. Declinandol honor de asu-| mir us propias ansiedades, se comprometerd en empre- sas de las que obtendra sensaciones que no sabriaconse- guir de si mismo, de suerte que los excesos de su, cansancio reforzaran las tiranias Iglesias, ideologis, po- licfs, buscad su origen en el horror que alimenta por su propia lucidez mejor que en la estupide de las masas. Este aborto se transforma, en nombre de una utopia de pacotilla en enterrador delintelecto,y,persuadido de ha- cer un trabajo tl, prostituye el xestupidizaos»', divisa trigica de un soitari’) 4 Teonoclasta despechado, de vuelta de la paradoja y de Ja provocacién, en buscade a impersonalidad y dela ru- tina, semiprosternado, maduro para el t6pico,abdica de su singularidad y se une de nuevo ala turba. Ya no tiene nada que derribar, més quea simismo: ultimo idolo para combatir..Sus propios rstosleatraen. Mientrasloscon- templa, modela la figura de nuevos dioses 0 yergue de nuevo los antiguos, bautiz4ndolos con un nuevo nombre. Afalta de poder mantener todaviaa dignidad de ser difi- cil, cada ver menos inclinado a sopesar las verdades, se contenta con las que see ofrecen. Subproducto desu yo, va, demoledor reblandecido, a reptar ante los altares oo que ocupesulugar. Enel empl oen el mitin,susiti esté donde se canta, donde se tapa la vox, ya no se oye. ;Paro- dia de creencia? Poco le importa, yaque dl tampoco aspi- raanada mas que a desist de sf mismo. (Su filosofia de- semboca en un estribillo, su orgullo se hunde en un Hosannal 1. «ABstissez-vous, rae de Blas Pascal. (N. del) 28 a.cronas Seamos justos: en el punto en que estén as cosas, qué [tra cosa podria hacer2El encanto y la originalidad de Europa residen en la acuidad de su espiritu eritico, en su / escepticismo militante, agresivos este escepticismo ha § concluido su época. De este modo el intelectual, frustra- do de sus dudas, se busca las compensaciones del dogma. Llegado a los confines del andliss, aterrado de la nada {que alli descubre, vuelve sobre sus pasos e intenta aga- rrafseala primera certidumbre que pasa; perole falta in- ‘genuidad para adherirsea ella plenamente;a partir de en- tonces, fandtico sin convicciones, ya no es mas que un Jde6togo, un pensador hibrido, como se encuentran en dos ls periodos de transici6ip Participando de doses los diferentes es, por la forma de su inteligencia, tribu- tario de lo que desaparece, y, por las ideas que defiende, deo que se perfila. A fin de comprenderle mejor, imagi- némonos un San Agustin convertido a medias, flotando y zigeagueando, y que no hubiera tomado del cristianis- [mo ms que el odio al mundo antiguo{;Acaso no estamos en una época simétrica de la que vio nacer La Ciudad de | Dios? Dificilmente puede concebirse libro més actual. | Hoy como entonces, los espiritus necesitan una verdad sencilla, una respuesta que los libre de sus interrogantes, (Lum evangelio, una tumba.> . ‘Los momentos de refinamiento recelan un principio de muerte: nada més fragil que la sutileza. El abuso de ella lleva a los catecismos, conclusién de los juegos dia- lkcticos, debilitamiento de un intelecto al que el instinto yano asist. La filosofia antigua, enmaratiada en sus es- cripulos, habia, pese a ella misma, abierto el camino a Jos simplismos barriobajeros; las sectas religiosas proli- feraban;a las escuelas sucedieron los cultos. Una derrota andloga nos amenaza: ya hacen estragos las ideologias, poV0nAtAMLOSOFA x onNOSTEXTOS » mitologias degradadas que van a reducirnos, a anular- nos. Elfasto de nuestras contradicciones no nos seré po- sible mantenerlo ya largo tiempo. Son numerosos los que isponen a venerar cualquier idolo y a servir a cual- Y lo mismo que los “ precolombinos, preparados y resignados a sufrirla inva- sin de los conquistadores lejanos, debian resquebrajar- se cuando éstos llegaron, igualmente los occidentales, demasiado instruidos, demasiado penetrados de su ser- vvidumbre futura, no emprenderén, sin duda, nada para conjurarla, No tendrian, por otra parte, ni los medios ni el deseo ni la audacia, Los cruzados, convertidos en jar- dineros, se han desvanecido de esa posteridad casera en Ja que ya no queda ninguna huella de nomadismo. Pero la historia es nostalgica del espacio y horror del hogar, sueito vagabundo y necesidad de morir lejos. pero la historia es precisamente lo que ya no vemos en torno nuestro. Existe una saciedad que instiga al descubrimiento, ala invenci6n de mitos, mentias instigadoras de acciones: es ardor insaisfecho, entusiasmo mérbido que se transfor- ‘ma en sano en cuanto se fija en un objetivo. Existe otra que, disociando al espiritu de sus poderes y a la vida de sus resortes, empobrece y reseca. HipSstasis caricatures- cadel hastio, deshace los mitos o falsea su empleo. Una AviosaLarosorta voros textos a ‘enfermedad en resumen. Quien quiera conocer sus sinto- mas y su gravedad se equivocaria en ira buscatlos le que se observe asi mismo, que descubra hasta qué punto deOestele ha marcado... hak Sila fuerza es contagiosa, la debilidad no lo es menos: tiene sus atractivos, no es facil resistirsele. Cuando los débiles son legién, os encantan, 0s aplastan: ;cémo lu- char contra un continente de abiilicos? Dado que el mal de la voluntad es ademas agradable, uno se entrega a él gustoso. Nada més dulce que arrastrarse al margen de los acontecimientos; y nada més razonable@ero sin una) fuerte dosis de demencia, no hay iniciativa alguna, ni «empresa, ni gesto. La raz6n: herrumbre de nuestra vita- lidad.€s el loco que hay en nosotros el que nos obliga 7) Ja aventura; si nos abandona, estamos perdidos: todo | depende de élincluso nuestra vida vegetativa; ¢s él quien nos invita a respirar, quien nos fuerza a ello, y es” también él quien empuja a la sangre a pasearse por ruestras venas.jSi se retira, nos quedamos solos! No se puede ser normaly vivoala vez. Sime mantengo en po- sicién vertical y me dispongo a ocupar el instante veni- dero, si, en suma, concibo un futuro, es @ causa de un afortunado desarreglo de mi espiritu. Subsisto y actio en la meclida en que desvario, en quelllevo a bien mis d vagacione3¥En cuanto me vuelvo sensato, todo me inti] ‘ida: me deslizo hacia la ausencia, hacia manantiales| || que no se dignan afluir, hacia esa postracién que la vida debié conocer antes de concebir el movimiento; accedo | 4 fuerza de cobardia al fondo de las cosas, completa~ ‘mente arrinconado hacia un abismo en el que nada pue- | do hacer, ya que me aisia del futurd)Un individuo, tal | 2 a.ciona como un pueblo o un continente, se extingue cuando le | repugnan los designios y los actos irreflexivos, cuando, | en lugar de arriesgarse y precipitarse hacia el ser, se re- fugia en él, retrocede a él imetafisica dela regresién del | mds acé, retroceso hacia lo primordial! En su terrible | ponderacién, Europa se rechaza a si misma, el recuerdo de sus impertinencias y sus bravatas, y hasta esa pasion de o inevitable, sltimo honor dela derrotaRefractaria 4 toda forma de exceso, a toda forma de vida, delibera siempre, incluso después de haber dejado de existr: Jacaso no hace ya el efecto de un concilidbulo de espec- trost ‘ terioro del que nada la distr, nos ofrece la imagen de | nuestros peligros yla mueca de nuestro futuro:esnuestro | vaclo, es nosotros; y encontramos en ella nuestras insufi- | ciencias y nuestros vicios, nuestra voluntad insegura y _| ‘nuestros instintos pulverizados GEI miedo que nos inspi-T] | aes miedo de nosotros mismos | yacemos postrados, deshechos, sin aliento, es porque he- ‘mos conocido y sufrido, nosotros también, el vampiris- | modelespiritu., a YR, dimbre interior, agravada por el orgullo, por una vo- luntad de afirmar sus taras, de imponérselas a otros, del ddescargarse sobre ellos de un exceso sospechoso. Laaspi- | racidn de «salvar» el mundo es el fenémeno morboso de! Jajuventud deun pueblo \ ZEspafiaseinclina sobre si misma por razones opuestas: ‘Tavo también comienzos fulgurantes, pero estén muyle- janos. Llegada demasiado pronto, trastorn6 el mundo y se de caetbesta cafda se me revel6 un dia. Fue en Valla- dolid, en la Casa de Cervantes. Una vieja de apariencia ‘vulgar contemplaba el retrato de Felipe Ill; «Un loco», le dije Ella se volvi6 hacia mi «Con él comenzé nuestra de- cadencia.» Yoestaba en el corazén del problema. «{Nues- tra decadencial» As{ que, pensé, la decadencia es, en Es- afta, un concepto corriente, nacional, un cliché, una divisa oficial. La nacién que en el siglo xv1 ofrecia al ‘mundo un especticulo de magnificencia yde locura, hela ahi reducida a codificar su abotargamiento. Si hubieran tenido tiempo, sin duda los tltimos romanos no hubie- ran actuado de otra forma; no pudieron remachar su fin los barbaros se cernian ya sobre ellos Alas afortunadosy los espaniolestuvieron plazo suficiente (tres siglos!) para pensar en sus miseriasy empaparse de llasyCharlatan por desesperacién, improvisadores de lusiones, viven en tuna especie de acritud cantante, de trdgica falta de serie- H | | «@ ranconn ‘dad, que le salva dela vulgaridad de a felicidad y del éxi- to. Aunque cambiasen un dia sus antiguas manias por otras mas modernas, seguirian, empero, marcados por funa ausencia tan largadncapaces de acoplarseal ritmo de a «civilizaciény, clericoidales o anarquistas, no podrian | renunciar asu inactualidad>;Cémo van a alcanzar alas “otras naciones, eémo se van poneral dia, sihan agotado lo mejor de si mismos en rumiar sobre la muerte, en em- badurnarse con ella, en convertila en experiencia visce- ral Retrocediendo sin cesar hacia lo esencial, se han per- dido por exceso de profundidad, La idea de decadencia no les preocuparia tanto sino tradujese en términos de historia su gran debilidad por la nada, su obsesin por el ceaqueleto. No es nada asombroso que, para cada uno de cllos, el pais sea su problema. Leyendo a Ganivet, Un: muno u Ortega, uno advierte que, para ellos, Espaia es ‘una paradoja que les atafe intimamente y que no logran reducir a una formula racional. Vuelven siempre sobre {| ella,fascinados porla atraccién delo insoluble que repre- senta, No pudiendo resolverla por el analisis, meditan so- | bre Don Quijote, en el que la paradoja es todavia més in- {_ soluble, porque es simbolo..5Uno no se imagina a un Valéry 0 un Proust meditando sobre Francia para des- ccubrirse a s{ mismos: pais realizado, sin rupturas graves (en inquietud, pais no-tragico, noes un caso: al haber triunfado, al haber cumplido su suerte, jcdmo po- dria ser atin «interesante»? El mérito de Espafia es proponer un tipo de evolucién insélita, un destino genial e inacabado. (Se dirfa que se trata de un Rimbaud encarnado en una colectividad.) Pensad en el frenesi que desplegs en su bisqueda del oro, en su desplome en el anonimato, pensad después en los conquistadores, en su bandidismo y en su piedad, en la forma en la que asociaron el evangelio al crimen, el cru- cifijo al punal. En sus buenos momentos, el catolicismo fue sanguinario, como corresponde a toda religién ver- - Sea cual fuere su orientacién politica, el espaol o el Fuso que se interroga sobre su pais aborda la nica cues- tidn que cuenta ante sus ojos.e entiende por que ni Ru- sia ni Espafia han producido ningtin filésofo de enverga- dura. Es que el filésofo debe atarearse en las ideas como 2 conan ‘espectador; antes de asimilarlas, de hacerlas suyas, nece- sita considerarlas desde fuera, disociarse de ellas, pesar- las y, si es preciso, jugar con ellas; después, ayudado por a madurez, elabora un sistema con el que nunca se con- funde del todo. Es esa superioridad respecto a su propia filosofialo que admiramos en los griegoy-Lo mismo ocu- re con todos los que se centran en el problema del cono- cimiento y hacen de él el problema esencial desu medita- ci6n. Tal problema no perturba ni a los rusos ni a los espafoles, Ineptos para la contemplacién intelectual, mantienen relaciones bastantes chocantes con la idea. {Que combaten con ella? Siempre llevan la peor parte; se apodera de ellos, les subyuga, les oprime; mértires volun- tarios, no piden més que suftir por ella. Con ellos esta~ ‘mos lejos del dominio en que el espiritu juega consigo y conlas cosas, lejos de toda perplejidad metédica. ‘dL evolucidn anormal de Rusia y de Espatia les ha Ile- vado, pues, a interrogarse sobre su propio destino. Pero son dos grandes naciones, pese a sus lagunas y sus acci- | dentes de crecimiento. ;Cuinto més trégico es el proble- 1a nacional para los pueblos pequenos! No hay irrup- ign sibita en ellos, ni decadencia lenta, Sin apoyo en el porvenir nien el pasado, se apoyan gravosamente sobre simismos: de ello resulta una larga meditacién esteril. Su evolucién no puede ser anormal, porque no evolucionan. {Qué les queda? Resignarse a sf mismos, ya que, fuera de ellos, estd toda la Historia de la que precisamente estan excluidosy ‘Su nacionalismo, que suele ser tomado a broma, es ids bien una mascara, gracias ala cual intentan ocultar su propio drama y olvidar en un furor de reivindicacio- nes, su ineptitud para insertarse en los acontecimientos: ‘mentiras dolorosas, reaccin exasperada frente al despre- novos Ata IOSONA YOrROSTENTOS 2 sesion secreta por sfralsmos(En términos ms Sencillo tun pueblo que es un tormento para si mismo es un pue- Dioenermofeero mientras que Espana ste por haber salido de la Historia y Rusia por querer a toda costa esta- blecerse en ella, los pueblos pequeiios se debaten por no tener ninguna de esas razones para desesperar o impa- cientarsdyfectados por una tara original, no pueden re- mediarla por la decepci6n ni por el suefio. De este modo no tienen otro recurso que estar obsesionados consigo rmismos. Obsesién que no esté desprovista de belleza, ya ‘queno lesllevaanada y no interesaanadig> ‘iiay patses que gozan de una especie de bendicién, sy cio que creen merecer, una manera de’ ct ¢gracia: todo les sale bien, incluso sus desdichas, incluso sus catéstrofes; hay otros que nunca logran tener éxito y| | cuyos triunfos equivalen a fracasos. Cuando quieren} | afirmarse y dan un salto hacia adelante, una fatalidad ex-| | terior interviene para romper su empuje y para retro- traerlesa su punto de partida, Carecen de todas las opor- tunidades, incluso adel ridiculo>> : Ser francés es una evidencia: no se sufre ni se alegra” uuno por ello; se dispone de una certeza que justifica el viejo interrogante: «Como se puede ser persa?» La paradoja de ser persa (en este caso rumano) es un tormento que hay que saber explotar, un defecto del que hay que sacar provecho. Confieso haber mirado en otz0 tiempo como una vergiienza el pertenecer a una nacién vulgar, una colectividad de vencidos, sobre cuyo origen ‘me cabian pocas esperanzas. Creia, y quizé no me enga- fhaba, que habfamos surgido de la hez de los barbaros, del desecho de las grandes invasiones, de esas hordas que, in- capaces de seguir su marcha hacia el Oeste, se desploma- ronalo argo delos Carpatos y del Danubio, para acurru- “4 carse ahi, para dormitar, masa de desertores en los conti nes del Imperio, chusma maquillada con una pizca de la- tinidad. De tal pasado, tal presente. ¥ tal porvenir. ;Dura prueba para mi joven arrogancia! «{Cémo puede serse Fumano?y era una pregunta a la que yo no podia respon- der mas que por una mortificacién de cada instante. ‘Como odiaba alos mios, a mi pais, a sus campesinos in- temporales, encantados con su torpor y se diria que des- Tumbrantes de embrutecimiento, yo me avergonzaba de ser su descendiente, renegaba de ellos, me rehusaba a su infra-eternidad, a sus certidumbres de larvas petrifica- das, asu sofiarrera geol6gica, Era initil que buscase bajo ‘sus rasgos el azogamiento, las muecas de la rebelién: el ‘mono, ay, se moria en ellos. A decir verdad, ;acaso no propendian més bien alo mineral? Nosabiendo cémoza- randearlos, c6mo animarlos, comencéa sofarcon su ex- terminacién. Pero no se puede hacer una matanza de piedras. Elespectaculo que me ofrecian justificaba y des- viaba, alimentaba y desanimaba mi histeria. Y no dejaba de maldecirel accidente queme hizo nacerentre ellos. ‘Una gran idea les poseia la de destino; yo la repudiaba con todas mis fuerzas, no vefaen ella més que un subter- fugio de poltrones, una excusa para todas las abdicacio- nes, una expresién del sentido comin y su filosofiafine- bre. Mi pais, cuya existencia, visiblemente, no venta a ccuento, se me aparecia como un resumen dela nadao una ‘materializacién de lo inconcebible, como una especie de Espafia sin Siglo de Oro, sin conquistas ni locuras, y sin uun Don Quijote de nuestras amarguras. Formar parte de 4, jqué leccién de humillacién y de sarcasmo, qué cala- midad, qué lepra! Yo era demasiado impertinente, demasiado fatuo, para percibirel origen dela gran idea que reinaba en él, su pro- a fundidad o las experiencias, el sistema de desastres que suponia. No debia comprenderla hasta mucho més tarde. Cémo se insinué en mies algo que ignoro. Cuando llegué a experimentarla hicidamente me reconcilié con mi pais, ‘que, de inmediato, deé de obsesionarme. ara dispensarse de actuar, los pueblos oprimidos se entregan al «destino», salvacién negativa, al mismo tiem- po que medio de interpretarlos acontecimientos: sufilo- sofia dela historia de uso casero, vision determinista con base afectiva, metafisica de circunstancias.. Si bien los alemanes son también sensibles al destino, no ven en él, empero, un principio que intervenga desde clexterior, sino un poder que, emanado de su voluntad, acaba por escapar a ésta y por volverse contra ellos para destrozarles. Unido a su apetito de demiurgia, el Schick- sal supone no tanto un juego de fatalidades en el exterior del mundo como en el interior del yo. Tanto da decir que, hasta un cierto punto, depende de ellos. Para concebir lo exterior a nosotros, omnipotentey so- berano, se requiere un muy amplio ciclo de quiebras. Condicién que mi pais cumple plenamente. Seria inde- cente que creyese en el esfuerz0, en a utilidad del acto, De este modo, no cree en ellos y, por correccidn, se resigna a lo inevitable fe estoy agradecido por haberme legado. junto con el cddigo de la desesperacién, ese saber vivir,| sa soltura frente ala Necesidad, asi como numerosos a- llejones sin salida y el arte de plegarme a ellosySiempre listo para apoyar mis decepciones y revelar am indolen~ cial secreto deconservarlas, meha prescrito ademas, en su celo por hacer de mi un bribén preocupado por las apariencias, los medios para degradarme sin comprome- terme demasiado. No s6lo le debo mis més hermosos y seguros fracasos, sino también esa aptitud para maqui ro lar mis cobardias y atesorar mis remordimientos. ;De ‘cudntas otras ventajas no le seré deuor! Sus titulos para migratitud son, en verdad, tan miiltiples, que seria fasti- dioso enumerarios. Por mucha buena voluntad que hubiera puesto en llo, jacaso habria podido, sin él, echar a perder mis dias de tuna manera tan eemplar? £i me ha ayudado, empujado, iT “animado (fracasar en la vida, esto se olvida a veces dema- i | iado pronto, no es tan facil: se precisa una larga tradi- cién, un largo entrenamiento, el trabajo. varias genera- | ciones. Una vez realizado ese trabajo, todo va de | maravilla. La certidumbre de a Inutilidad os correspon- | deentonces en herencia: es un bien que tus mayores han ' adquirido para ti con el sudor de su frente y al precio de innumerables humillaciones. Te aprovechas dello, suer- tudo, ylo exhibes. Enlo tocante a tus propias humillacio- nes, siempre te seré posible embellecerlas 0 escamotear- las, afectar un aire de aborto elegante, ser, honrosamente, | eliltimo delos hombres. La cortesfa, uso de la desdicha, || privilegio de los que, habiendo nacido perdidos, han co- ‘menzado por su fin. Saberse de una laya que nunca ha | sidoes una amarguraenla que interviene cierta dulzura e | [nctuso algin placer ++" La exasperacién que me embargaba antafid cuando ‘faa alguien decir, a cualquier propésito: «destino», aho- rae parece pueril. Ignoraba entonces que llegaria a ha- cer otfo tanto, que, amparandome yo también tras ese ‘vocablo, refeririaa él la buena y mala suerte y todos los detalles dea dicha yla desdicha, que, ademas, me agarra- ria ala Fatalidad con el éxtasis de un néufrago y le drigi- ria mis primeros pensamientos antes de precipitarme el horror de cada d{a. «Desaparecerds en el espacio, oh Rusia mia», exclamé Tiutchev en el pasado siglo. Apliqué ” su exclamacin con mayor propiedad a mi pals, consti- tuido de modo diverso para desaparecer, maravillosa- mente organizado para ser devorado, provsto de todas fas cuslidades de una victima ideal y anénima. La cos- tumbre del sutimientoinacabable y sin razones la pleni- tud del desastre:;qué aprendizaje en la escuela de las ti- bus aplastadasiGEl mis antiguo historiador ramand} comienza as{ sus crOnieas: «No es el hombre quien go- bierna los tiempos, sino los tiempos los que gobiernan al hombre }Férmula desgastada, programa yepitafiode un rinc6n de Europa. Para captar el tono de la sensibilidad~ popular en los paises del Sudeste, basta con recordar las Fementaciones del coro enlatragedia griega.Por una tra- dicion inconsciente, todo un espacio étnico fue marcado por ela ;Rutina del suspro y del infortunio, eremiadas fe pueblos menores ante la bestialidad de los grandes! Guardémosnos, empero, de quejarnos excesivamente: jacaso noes reconfortantepoder oponer alos desérdenes del mundo la coherencia de nuesttas miserias y nuestra derrotas? ¥ sacaso no tenemos, frente al diletantismo universal, la consolacign de poseer, en materia de dolo- res,una competenciade despllejados yeruditos? {TE} Carta sobre algunas aporias Siempre habia crefdo, querido amigo, que, enamoradode ‘su provincia, ejercitaba allel desapego, el desprecio y el silencio, Cudl no serfa mi sorpresa al ofrle decir que pre- paraba un libro! Instantineamente, vidibujarse en usted un futuro monstruoso: el autor en que se va a convertit. ® «Otro que se pierde», pensé. Por pudor, se ha abstenido usted de preguntarme las razones de mi decepcién; del mismo modo, yo hubiera sido incapaz de decirselas de viiva vor, «Otro quese pierde, otro echado a perder por su talento», me repetia yo incesantemente, Alpenetrar en el infierno literario, va usted a conocer sus artficios y su veneno; sustraido a lo inmediato, cari- catura de usted mismo, ya no tendré mas que experien- cias formales, indirectas; se desvaneceré usted ena Pala- bra. Los libros serén el nico tema de sus charlas. En ‘cuantoalosliteratos,ningtin provecho sacaré de ellos. De «esto sélo se daré cuenta usted demasiado tarde, tras h ber perdido sus mejores afios en un medio sin espesor ni sustancia. jEllterato? Un indiscreto que desvaloriza sus iiserias, as divulga, las reitera: el impudor ~desfile de reticencias- es su regla; se ofrece. Toda forma de talento vaacompafiada de una cierta desvergtienza, Noes distin- 1o més que el estéril, el que se borra con su secreto, porque desde exponerlo: los sentimientos expresados son un sufrimiento parallaironia, una bofetada al humor. Nada es mas fructuoso que conservar su secreto. OS trabaja, 0s roe, 0s amenaza. Incluso cuando se dirige a Dios, la confesién es un atentado contra nosotros mis- ‘mos, contratlos resortes de nuestro ser. Los disturbios, las vergiienzas, los espantos, de los que las terapéuticas reli- ‘giosas 0 profanas quieren liberarnos, constituyen un pa- trimonio del que a ningiin precio deberfamos dejarnos despojar. Debemos defendernos contra quienes nos cu- ran, y, aunque pereciésemos por ellos, deberiamos pre~ servar nuestros males y nuestros pecados. La confesi6n: vviolacién de las conciencias perpetradas en nombre del Cielo. jY esa otra violacién que es el anélisis psicolégico! Laicificada, prostituida, la confesién se instalaré pronto ~ en todas las esquinas, exceptuando unos pocos crimin: Jes, todo el mundo aspira a tener un alma piblica, un alma-anuncio, Vaciado por su fecundidad, fantasma que ha gastado su sombra, el hombre de letras disminuye con cada pala- bra que escribe. Slo su vanidad es inagotable: si fuera psicoldgica, tendria limites, los del yo. Pero es césmica o demoniaca y le sumerge. Su «obra» le obsesiona: alude a ella sin cesar, como si sobre nuestro planeta no hubiese, fuera de él, nada que mereciese atencidn o curiosidad. Pobre de quien tenga la impudicia o el mal gusto de char- Tarcon dle otra cosa que de sus producciones! Asf pues, concebiré usted que un dia, ala salida de un almuerzo li terario,vislumbré la urgencia de una noche de San Barto- lomé' de gentes deletras. Goltaire fue el primer literato que erigié su incomp tencia en procedimiento, en método. Antes de él el esi tor, bastante dichoso de estar apartado de los aconteci- mientos, era mas modesto: ejerciendo su oficio en un sector imitado, segufa su camino y se atenfa a él. Nada periodistico, seinteresaba, a lo sumo, en el aspecto anec- dético de ciertas soledades: su indiscrecién era ineficaz. ‘Con nuestro fanfarrén, las cosas cambian. Ninguno de los temas que intrigaban a su tiempo escapé a su sarcas- mo, a su semi-ciencia, a su necesidad de tremolina, a su universal vulgaridad. Todo era impuro en él, salvo su es- tilo..Profundamente superf ninguna sensibili- dad para lo intrinseco, para el interés que una realidad presenta en s{ misma, inauguré en las letras el cotilleo ideolégico. Su mania de parlotear, de adoctrinar, su sabi-_ 1. Matanza de 20.000 hugonotes en Francia, la noche del 24 de agosto e1572.(N.delT) 50 { duria de portera, debfan hacer de el prototipo, el mode- lo deliterato. Como lo ha dicho todo sobre si mismo y ha explotado hasta el limite los recursos de su naturaleza, ya no nos turba: le leemos y pasamos de largo. Porel contra~ rio, sentimos que un Pascal no lo ha dicho todo sobre st mismo: incluso cuando nos rita, nunca es para nosotros un simple autor) ~ Escribir libros no deja de tener alguna relacién con el pecailo original. Pues ;que es un libro, sino una pérdida de inocencia, un acto de agresién, una repeticién de ‘nuestra caida? ;Publicar sus taras para divertir o exaspe- tar! Una barbiridad para con nuestra intimidad, una profanacién, una mancilla. Yuna tentacién. Le hablo con conocimiento de causa, Porlo menos, tengo la excusa de ‘odiar mis actos, de ejecutarlos sin creer en ellos. Usted es ‘més honrado: usted escribira libros y creeré en ellos, creeré en la realidad de las palabras, en esas ficciones pueriles e indecentes. Desde las profundidades del asco se me aparece como tn castigo todo lo que es literatura; intentaré olvidar mi vida por miedo de referirme a ella; bien, a falta de alcanzar el absoluto del desengaiio, me ‘condenaré a una frivolidad morosa. Briznas de instinto, Empero, me obligan a agarrarme a las palabras-Elsilen- ‘io es insoportable: que fuerza hace falta para esiablecer- se ena concisién de lo Indecible! Mas facil es renunciar al pan que a las palabras. Desdichadamente, la palabra resbala hacia la palabrerfa, hacia la literatura. Incluso el pensamiento tiende a ello, siempre listo a expandirse, a inflarse; detenerle por medio de la agudeza, reducirlo a aforismo 0 a donaire, es oponerse a su expansién, a su ‘movimiento natural, a su impetu hacia la disolucién, ha- cia la inflacién, De aqui los sistemas, de aqui afilosofia La obsesidn del laconismo paraliza la marcha del espiri- st tu,el cual exige palabras em masa, a falta de reiterar, de desacreditar lo esencial, es que el espiritu es profesor. Y enemigo de los vivo... de espiritu, de esos obsesos dela paradboja, de a definicién arbitraria. Por horror dea ba- halidad, delo suniversalmente vilido», se atarean en el lado accidental de las cosas, en las evidencias que no se imponen a nadie. Prefiriendo una formulacién aproxi- mada, pero picante a un razonamiento sélido, pero soso, no aspiran a tener raz6n en nada y se divierten a expen- sas delas «verdades. Lo real no se sostiene: spor qué de- berian tomar en serio las teorias que quieren demostrar su solidez? Estén paralizados completamente por el te- ‘mor de aburrir o de aburrirse. Este temor, silo padecéi comprometera todas vuestras empresas{intentaréis es-1 cribir; de inmediato se erguiré ante vosotrOslaimagen de ‘vuestro lector... Y dejaréis la pluma. La idea que queréis desarrollar os fatigaré: spara qué examinarla y profundi- zarla? {No podria expresarla una sola formula? ;Cémo, ademés, exponer lo que uno ya sabe? Sila economia ver- bal os obsesiona, no podréis ler ni releer ningén libro sin descubrir en él los artficios y las redundancias. Tal autor que no ceséis de frecuentar acabdis por verle hin- char sus frases, acumular paginas y algo asi como desplo- ‘arse sobre una idea para aplanarla, para estirarla. Poe- ‘ma, novela, ensayo, dramia, todo os parecerd demasiado largo. Elescritor, tales su funci6n, dice siempre més delo {que tiene que decir: dilata su pensamiento ylorecubre de palabras. De una obra slo subsisten dos 0 tres momen- tos: relampagos en un farrago. zLe diré el fondo de mi ‘pensamiento? Toda palabraes una palabra de mas, Setra ta, sin embargo, de escribir: pues escribamos... engané- mosnos los unosalos otros: - El hastio degrada el espiritu, o torna superficial de 2 hilvanado, lo mina desde el interior y lo disloca. Una vez ‘que se haya apoderado de usted, os acompafiaré en toda ‘casién, como me ha acompafiado a mi desde lo més re- ‘moto que puedo recordar. No conozco momento en que no estuviese allf,a mi lado, en el aire,en mis palabras yen las de los otros, en mi rostro y en todos los rostros. En mascara y sustancia, fachada y realidad. No puedo ima- ‘ginarme ni vivo ni muerto sin él, Ha hecho de mi un dis- ‘curseador que se avergiienza de articular, un te6rico para chochos y adolescentes, para afeminados, para meno- pausias metafisicas, un resto de criatura, un fantoche alu- cinado, Se atarea en roer la pizca de ser que me tocé en suerte, ysime deja algunas briznas es porquelle hace falta alguna materia donde actuar.(Activa nada, saquea los | cerebros ylos reducea un amasijo de conceptos fractura- ¢ dos. No hay idea ala que no impida unirse aotra, ala que | noaisley triture, de tal suerte que la actividad del espiritu _ 8e degrada en una serie de momentos discontinuos. No- ciones, sentimientos y sensaciones hechas jrones:ta es el _sfecto de su pasd>Haria de un santo un aficionado y de un Hercules un guinapo. Fs un mal que se extiende mds alld del espacio; deberia usted huirle; i no sélo formaré pro- yyectos insensatos, como los que formo yo cuando él me ‘empujaa fondo. Suefio entonces con un pensamiento dci- do que se insinuase en las cosas para desorganizarlas, perforarlas, atravesarlas, un libro cuyas silabas, atacando l papel, suprimiesen la literatura y los lectores, un libro, carnaval y Apocalipsis de las Letras, ultimatum a la pes- tilencia del Verbo. Concibo mal su ambicién de hacerse un nombre en tuna época en que el epiggno esté ala orden del dia, Seim- Fone una comparacién QVapoledn tuvo, en el plano flo- s6fico y literario,rivales que le igualaron: Hegel por la Pa desmesura de su sistema, Byron por su desarreglo, Goe hhe por una mediocridad sin precedentes. En nuestros fas, buscarfamos instilmente la contrapartida literaria delosaventureros ytiranos de ese siglo. Si, politicamen- te, hemos dado pruebas de una demencia desconocida hasta nosotros, en el dominio del espiritu pululan los destinos mintisculos; ningiin conquistador de la pluma: slo abortos, histéricos, casos y nada mas. No tenemos, y sme temo que nunca tengamos, la obra de nuestra deca- dencia, un Don Quijote infernal. Cuanto més se dilatan Jos tiempos, mas seadelgaza literatura. Y seremos pig- ‘meos cuando nos abismemos en lo inaudito.y . ‘Segiin toda evidencia, no serd preciso, para revigorizar -nuestrasilusiones estéticas, una ascesis de varios siglos, una prueba de mutismo, una era de no-literatura, Por el ‘momento, slo nos queda corromper todos los géneros, ‘empujarlos hacia extremosidades que los niegan, desha- cerloqueestuvo maravillosamente hecho. Sien esta em- presa, ponemos cierto cuidado de perfeccién, quizé lo- sgrdsemos crear un nuevo tipo de vandalismo. tuados fuera delestilo, incapaces de armoni tos desvarios, ya no nos definimos por relacién a Grecia, ha dejado de ser nuestro punto de referencia, nuestra nostalgia o nuestro remordimiento; se ha apagado en no- sotros, como también le ocurrié al Renacimiento. De Holderlin y Keats a Walter Pater, el sigho xtx sabia, luchar contra sus opacidades y oponerles la imagen de una antigtiedad mirifica, cura de luz, paraiso. Un paraiso forjado, nique deci tiene. Lo que importa es que aspira- ban a él, aunque no fuera més que para combatir la mo- dernidad y sus muecas. Uno podia, entonces, entregarse otra época y aferrarse alla con la violencia del pesar. El pasado atin funcionaba,

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