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Elemento común a las diversas instituciones del derecho privado es la voluntad del hombre.
Así, en la celebración de un contrato de compraventa, comprador y vendedor manifiestan su
voluntad con un propósito determinado: el primero, adquirir un bien determinado; y el segundo,
procurarse de un precio. Cuando se contrae matrimonio los contrayentes manifiestan su voluntad
con el propósito de vivir juntos, procrear y auxiliarse mutuamente. En el testamento el testador
manifiesta su voluntad con el propósito de disponer de todo o parte de sus bienes para que sus
disposiciones tengan pleno efecto después de sus días, conservando la facultad de revocar las
disposiciones testamentarias contenidas en él mientras viva.
A esta voluntad del hombre, realizada con un propósito determinado, debemos agregar otro
elemento común que encontramos en las diversas instituciones del derecho privado, el cual es la
producción de efectos jurídicos, pues dichos actos crean, modifican o extinguen una relación
jurídica.
A estos actos voluntarios que el hombre realiza con un propósito determinado y que producen
efectos jurídicos, se les denomina actos jurídicos.
Sobre esta base, los juristas han tratado de establecer una serie de principios generales o
reglas aplicables a todos los actos jurídicos, surgiendo así la denominada “Teoría General del Acto
Jurídico”, teoría que encuentra su fundamento en el principio de la autonomía de la voluntad,
principio que básicamente postula que cuando el hombre se relaciona con otros y contrae
obligaciones lo hace porque esa es su voluntad. El hombre, en definitiva, tiene plena libertad para
realizar todos aquellos actos jurídicos que estime conveniente para la satisfacción de sus
necesidades y determinar el contenido de los mismos. De este principio nacen importantes
consecuencias:
a) El hombre es libre para obligarse o no; y si lo hace, es por su propia voluntad. Así se
desprende de numerosas disposiciones del Código Civil (Ejemplo: artículos 1836, 1437, 1438, 1445,
1560, 1563).
b) El hombre es libre para renunciar por su sola voluntad a un derecho establecido en su
beneficio, con tal que mire al interés individual del renunciante, y que no esté prohibida su renuncia
(artículo 12);
c) El hombre es libre para determinar el contenido de los actos jurídicos que celebra (artículo
1545);
d) En caso de dudas en torno al significado o a las consecuencia de una declaración de
voluntad, prima la voluntad real por sobre la declarada (artículo 1560).
Si bien el hombre es libre para celebrar los actos jurídicos que estime convenientes para la
satisfacción de sus necesidades y determinar el contenido de los mismos, se encuentra sujeto a
algunas limitaciones. Es así, que solo puede disponer de sus propios intereses y no de los ajenos;
debe celebrar los actos jurídicos ajustándose a los requisitos o condiciones establecidas por la ley
para su valor; en aquellas materias en que esté comprometido el interés público debe ceñirse
estrictamente al tipo establecido por el legislador (ejemplos: modos de adquirir el dominio, derecho
de familia); aquellos actos jurídicos que cree y que no se encuentren reglamentados en la ley
(innominados), solo serán merecedores de tutela jurídica en cuanto no sean arbitrarios; finalmente
la autonomía privada también se encuentra limitada por el orden público y por las buenas
costumbres.
Nuestro Código Civil no contempla un Título que diga “Teoría General del Acto Jurídico” y que
dicte las normas que regulan los actos jurídicos. Sin embargo, el Libro IV del Código Civil, que se
denomina “De las Obligaciones en General y de los Contratos”, contiene normas que, por su
carácter general, pueden aplicarse no sólo a los contratos, sino también a los actos jurídicos que no
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participen de esa calidad, a menos que, al tenor de la disposición o de la naturaleza de las cosas,
aparezca que solo han de aplicarse a los contratos.
Dentro de la ordenación jerárquica de las normas jurídicas, los actos jurídicos ocupan el sexto o
último escalón, junto con las sentencias judiciales, no por ser los menos importantes en dicha
escala de graduación, sino porque afectan a un número reducido de personas: los ejecutantes o
contratantes y los litigantes (arts. 1545 y 3 del CC).
Hecho, en sentido amplio, es todo tipo de acontecimiento, actuación, suceso o situación; y puede
clasificarse en hecho natural y hecho del hombre.
a. Naturales, son los que provienen de la naturaleza. Ejemplo: la lluvia, un terremoto.
b. Del hombre, son aquellos que realiza el hombre ordinariamente. Ejemplo: comer, dormir,
vestirse, etc.
De esta forma, los hechos pueden tener su origen en la naturaleza o en el hombre, y en uno y otro
caso, pueden o no producir efectos jurídicos. Si los producen, estamos ante hechos jurídicos, y en
caso contrario, estamos ante hechos materiales.
Hecho jurídico, por tanto, se define como todo suceso de la naturaleza o del hombre que origina
efectos jurídicos. Estos efectos pueden ser: la creación, modificación, transferencia, transmisión o
extinción de un derecho.
Hecho material es todo suceso de la naturaleza o del hombre que no produce efectos jurídicos.
Carlos Ducci formula una clasificación con ciertas variantes. Señala que los hechos jurídicos
humanos se dividen en involuntarios y voluntarios.
Los hechos jurídicos del hombre involuntarios son fruto de una actividad realizada sin voluntad
consciente. Tal acontece con los actos de los dementes y los infantes (arts. 723 y 2319 del CC).
Los hechos jurídicos del hombre voluntarios se clasifican a su vez en hechos jurídicos y actos
jurídicos.
Los hechos jurídicos corresponden a los hechos del hombre, voluntarios, a los que la ley atribuye
un efecto jurídico no querido o distinto del perseguido por su autor. Se dividen en lícitos (por
ejemplo, artículo 2290) e ilícitos (artículo 2314).
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Los actos jurídicos son los actos del hombre voluntarios y conscientes destinados a producir un
efecto jurídico predeterminado y querido por el autor1.
ACTO JURIDICO
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Existen muchas otras clasificaciones de los hechos jurídicos. Por ejemplo, Hechos jurídicos positivos y negativos. Los primeros,
son aquellos que se producen como consecuencia de la ocurrencia de un acontecimiento de la naturaleza o de un acto humano, por
ejemplo, la muerte, el pago de una obligación; los segundos, son aquellos que se producen como consecuencia de la no ocurrencia de
un hecho de la naturaleza o de un acto humano. Por ejemplo, la prescripción extintiva. Veremos que ésta es un modo de extinguir las
acciones y derechos ajenos por no haber ejercido esas acciones y derechos durante un cierto lapso de tiempo concurriendo los demás
requisitos legales. De este modo, la inactividad del titular de la acción, produce como consecuencia jurídica la prescripción de la
misma. En doctrina se señala que frente a un hecho jurídico negativo, siempre encontraremos un hecho jurídico positivo, por ejemplo,
el incumplimiento de una obligación (hecho jurídico negativo), supone la existencia de una obligación que sea exigible (hecho jurídico
positivo). Hechos jurídicos constitutivos, extintivos e impeditivos. Los primeros, son aquellos que producen como consecuencia
la adquisición de un derecho subjetivo; por ejemplo, el derecho que tiene el comprador para que el vendedor le haga entrega y
tradición de la cosa vendida; los segundos, son aquellos que ponen fin a una relación jurídica; por ejemplo, el pago; y, los terceros,
aquellos que obstan a la eficacia de los hechos jurídicos constitutivos; por ejemplo, un vicio de nulidad.
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Otra definición de acto jurídico es la que dan Alessandri, Somarriva y Vodanovic: “la declaración o declaraciones de voluntad de
uno o más sujetos que, dentro de los límites señalados a la autonomía privada, regulan por sí mismos, en forma vinculante y
preceptiva, sus propios intereses jurídicos”. (Alessandri, Arturo, Somarriva, Manuel, Vodanovic, Antonio, “Derecho Civil. Parte
Preliminar y Parte General. Explicaciones basadas en las versiones de clases de los profesores de la Universidad de Chile Arturo
Alessandri R. y Manuel Somarriva U., redactadas, ampliadas y actualizadas por Antonio Vodanovic H.”, Tomo Segundo, Ediar-Conosur
Ltda.., Santiago, año, 1991, Quinta Edición, p. 159.
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"Artículo 1444. Se distinguen en cada contrato las cosas que son de su esencia, las que
son de su naturaleza, y las puramente accidentales. Son de la esencia de un contrato aquellas
cosas sin las cuales o no produce efecto alguno, o degenera en otro contrato diferente; son de la
naturaleza de un contrato las que no siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle, sin
necesidad de una cláusula especial; y son accidentales a un contrato aquellas que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales."
b) Especiales o específicos: Son aquellos que se requieren para cada acto en particular.
Por ejemplo: el precio en la compraventa.
Clasificaciones legales.
En verdad, el Código Civil no clasificó los “actos jurídicos”, sino que los contratos. No es de
extrañar, si consideramos que la Teoría del Acto Jurídico se formuló mucho después de entrar en
vigencia nuestro Código Civil. Por ende, en los párrafos que siguen, lo que hacemos es aplicar a
los primeros, las mismas categorías que la ley contempla para los segundos. De ahí que
hablemos de clasificaciones “legales”.
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a) Unilaterales y bilaterales.
Atendiendo al número de voluntades que se requieren para que se perfeccione el acto jurídico, los
actos jurídicos se clasifican en unilaterales y bilaterales.
Son actos jurídicos unilaterales aquellos que para formarse requieren de la declaración o
manifestación de voluntad de una sola parte. Cabe señalar que se habla de “partes” y no de
“personas”, atendiendo a que una parte puede estar integrada por una o más personas (art. 1438
del CC).
De esta forma, los actos jurídicos unilaterales pueden ser unipersonales o
pluripersonales. El acto jurídico unilateral unipersonal es aquél que requiere de la declaración de
voluntad de una sola persona, como ocurre por ejemplo en el testamento. El acto jurídico
unilateral pluripersonal, en cambio, es aquel en que, si bien, estamos ante una voluntad, ésta se
forma por la manifestación de voluntad de diversos individuos. Entre los actos jurídicos
unilaterales pluripersonales, esto es, aquellos otorgados por varias personas que integran una
sola parte o centro de interés, la doctrina distingue entre actos jurídicos unilaterales
pluripersonales colectivos y complejos.
Son actos jurídicos unilaterales pluripersonales colectivos, los constituidos por dos o más
declaraciones de voluntad que, teniendo un mismo contenido, se suman sin fundirse, para formar
la expresión de la voluntad colectiva. Mirando el acto jurídico desde afuera, la manifestación de
voluntad es una sola; mirado desde el interior, la manifestación de voluntad es el resultado de la
suma de diversos actos, que no se confunden, que mantienen su individualidad. Por ejemplo:
acuerdos adoptados por el Directorio de una sociedad anónima, en los que distinguimos votos de
mayoría y de minoría. Aquellos Directores que deseen salvaguardar su responsabilidad, deben
dejar constancia en actas de su oposición a la decisión de la mayoría.
Son actos jurídicos unilaterales pluripersonales complejos, aquellos constituidos por dos o
más declaraciones de voluntad que, teniendo un mismo contenido y fin, se funden en una sola
manifestación de voluntad. Por ejemplo: el acuerdo adoptado por los comuneros, de enajenar el
bien de que son dueños pro-indiviso.
Los actos complejos se subclasifican a su vez en actos de complejidad igual o desigual,
atendiendo a si la voluntad de un declarante tiene una importancia equivalente a la de otro
declarante.
Ejemplo de acto de complejidad igual: las decisiones que deben adoptar los guardadores
conjuntos, quienes deben autorizar de consuno los actos del pupilo, sin que prevalezca la voluntad
de uno o algunos. En caso de discrepancia, decidirá el juez (art. 413 del CC).
Ejemplo de acto de complejidad desigual: caso del art. 1721, en relación a las
capitulaciones matrimoniales celebradas por un menor, con autorización de las personas que
deben prestar su asenso para el matrimonio. En este caso, la voluntad del menor es más
importante.
En cuanto a la importancia de la distinción entre los actos jurídicos colectivos o complejos,
cabe indicar que tratándose de los últimos, si una de las declaraciones de voluntad estuviere
viciada, la declaración unitaria quedará también viciada. Así, por ejemplo, si uno de los comuneros
aprueba la enajenación, constreñido por la fuerza o inducido por dolo, el acto mismo de la
enajenación podrá declararse nulo. En cambio, en los actos colectivos, el vicio de una declaración
no se propaga a las demás, salvo que afecte el quórum requerido para el acuerdo.
Son actos jurídicos bilaterales o convenciones aquellos que para perfeccionarse necesitan del
acuerdo de las voluntades de dos o más partes.
Generalmente, se habla de “autor”, en referencia a la parte de la que emana un acto jurídico
unilateral, y de “partes”, aludiendo a quienes intervienen en un acto jurídico bilateral.
Ejemplos de acto jurídico unilateral: el testamento; la oferta y la aceptación; la revocación
del mandato, el desahucio, el reconocimiento de un hijo, la confirmación de un acto jurídico
(cuando adolecía de un vicio de nulidad relativa), etc.
Ejemplos de acto jurídico bilateral: compraventa, arrendamiento, transacción, mutuo, etc.
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Convención y Contrato
En ambas disposiciones Andrés Bello hace sinónimos los términos contrato o convención.
Sin embargo, no son sinónimos. Existe entre ellos una relación de género a especie, pues,
mientras el contrato crea derechos y obligaciones, la convención crea, modifica, transfiere o
extingue derechos y obligaciones.
En razón de lo anterior, es que la doctrina define el contrato como una convención generadora de
derechos y obligaciones: todos los contratos son convenciones, pero no todas las convenciones
son contratos.
Así, por ejemplo, son convenciones pero no contratos el pago, la resciliación, la tradición. Todas
estas figuras provienen de un acuerdo de voluntades, pero en sí no son un contrato, porque no
crean derechos, sino que los extinguen, modifican o transfieren.
Los contratos a su vez, también pueden clasificarse en unilaterales y bilaterales (art. 1439 del
CC).
El contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga para con otra que no contrae
obligación alguna. El contrato es bilateral cuando las partes contratantes se obligan
recíprocamente.
Como vemos, esta clasificación no atiende al número de voluntades necesarias para que
se perfeccione o nazca el acto jurídico, sino que al número de obligados, partiendo de la base que
ya hay acuerdo de voluntades, o sea, ya existe una convención o acto jurídico bilateral.
Ejemplos de contratos unilaterales: donación, comodato, depósito, mutuo, hipoteca, prenda,
fianza, etc.
Ejemplos de contratos bilaterales: compraventa, arrendamiento, sociedad, mandato, transacción,
etc.
No es lo mismo entonces un acto jurídico bilateral y un contrato bilateral, pero siempre el
contrato, como acto jurídico, será bilateral, aun cuando como contrato pueda ser unilateral o
bilateral.
2° El problema de los riesgos, se presenta en los contratos bilaterales, no así en los contratos
unilaterales (artículo 1550);
3° El principio “la mora purga la mora”, sólo opera en los contratos bilaterales (artículo 1552).
Ciertamente, las partes no pueden privar a un acto jurídico de su carácter solemne cuando
la ley exige la solemnidad, pero en el caso del último inciso del art. 1701, una escritura defectuosa
valdrá como instrumento privado.
El contrato es consensual cuando se perfecciona por el solo consentimiento. Ejemplos:
compraventa de bienes muebles; arrendamiento; mandato, por regla general, etc.
Clasificaciones doctrinarias.
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Son especies de caución la fianza, la hipoteca y la prenda. Cabe señalar que aun cuando las expresiones “garantía” y “caución”
suelen utilizarse como sinónimos, hay entre ellas una relación de género a especie. En efecto, toda caución es una garantía, pero no
toda garantía es caución, pues el derecho legal de retención es una garantía, pero no es caución, pues no se trata de una obligación
“contraída” (artículo 46) para asegurar otra obligación. No hay de por medio un contrato, sino que es la ley, en este caso, la fuente de la
garantía. Lo mismo acontece con las medidas precautorias que pueda decretar el juez, en el transcurso de un litigio.
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Cabe advertir que el CC. utiliza solamente la expresión “tradición” en el art. 1443. Esta, conforme al art. 670, es un modo de adquirir
el dominio, lo que sólo acontece en uno de los contratos reales: el mutuo (y excepcionalmente, en el depósito, cuando éste consiste en
una suma de dinero, caso en el cual se habla de un depósito irregular). En los demás, sólo se traspasa la mera tenencia de la cosa.
Por ello, más correcto es aludir a la “entrega o tradición”, de manera de cubrir así todas las situaciones que puedan presentarse en los
contratos reales.
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Los actos patrimoniales son aquellos destinados a crear, modificar, transferir, transmitir o
extinguir un derecho patrimonial o con valoración pecuniaria.
Los actos jurídicos de ejecución diferida, son aquellos cuyos efectos se van cumpliendo
progresivamente, en el plazo estipulado por las partes o el que corresponda a la naturaleza de la
obligación (plazo tácito). Tienen este carácter, por ejemplo, un contrato de compraventa en el que
se pacta que el precio se pagará en cierto plazo; o un contrato de mutuo, en el que el mutuario se
obliga al servicio de la deuda en determinado número de cuotas, etc.
Los actos jurídicos de tracto sucesivo son aquellos que en el período de tiempo establecido
por la ley o acordado por las partes, van renovando sus efectos. El contrato se cumple
íntegramente, pero acto seguido se renuevan sus efectos. Ejemplos: contratos de arrendamiento o
de sociedad. Estos contratos suelen llevar una cláusula en cuya virtud sus efectos se van
renovando por períodos similares, salvo voluntad contraria de las partes. Cuando se verifica la
renovación, se habla de “tácita reconducción”.
Los actos jurídicos de duración indefinida, suponen que el contrato se celebra sin pactar un
plazo extintivo, y con la intención de que la relación jurídica permanezca en el tiempo. Asumen
esta forma, en ocasiones, el contrato de sociedad, el contrato de arrendamiento o el contrato de
trabajo (en este último caso, por el ministerio de la ley, después de operar la segunda renovación).
De existencia y validez.
Requisitos de existencia son aquellos indispensables para que el acto jurídico nazca a la
vida del derecho, exista como tal y produzca sus efectos. La omisión de estos requisitos produce
como sanción la inexistencia. Son la voluntad, el objeto, la causa, las solemnidades requeridas
para la existencia del acto jurídico.
Requisitos de validez son aquellos necesarios para que el acto jurídico tenga una vida
sana y produzca sus efectos en forma estable; su omisión no impide que el acto nazca a la vida
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del derecho pero si hace que el acto nazca enfermo, viciado a la vida del derecho y es susceptible
de ser anulado. Son la voluntad exenta de vicios, el objeto lícito, la causa lícita y la capacidad.
La voluntad es la potencia del alma que mueve al hombre a hacer o no hacer algo, según
la definición de Santo Tomas de Aquino.
En los actos jurídicos unilaterales, se habla propiamente de “voluntad”, mientras que en los
actos jurídicos bilaterales ésta toma el nombre de “consentimiento”, que es el acuerdo de las
voluntades de dos o más personas dirigido a producir efectos jurídicos.
Requisitos de la voluntad.
a) Debe ser seria: es decir, hecha con la intención de producir efectos jurídicos 5. La voluntad
es seria, cuando se emite por persona capaz y con el propósito de crear un vínculo jurídico. No
sería seria la voluntad que se manifiesta por mera cortesía o en una obra de teatro, o, en general,
toda vez que pueda concluirse que no se ha manifestado con la intención de producir efectos
jurídicos; cuestión de hecho que será apreciada por los jueces del fondo.
b) Debe manifestarse: Esto significa que debe haber una exteriorización de la voluntad, la que
puede ser expresa o tácita.
i) Expresa: La voluntad se manifiesta en forma expresa cuando se declara en términos
explícitos, mediante una declaración contenida en palabras o, incluso, con gestos e indicaciones.
Esto es así porque la declaración de voluntad está destinada a ser conocida por alguien de
inmediato o en el futuro. Pesa sobre el declarante la obligación de manifestar claramente su
voluntad, principio que tiene acogida en nuestro Código Civil. En efecto, el artículo 1566 perjudica
al declarante que es ambiguo en su expresar6.
ii) Tácita: La voluntad se manifiesta tácitamente cuando se desprende inequívocamente de
ciertos actos7. Ejemplo, subirse a una micro y pagar el boleto, implica, tácitamente, aceptar la
celebración de un contrato de transporte.
La manifestación de voluntad, tanto expresa como tácita, tienen el mismo valor, lo que se
desprende de numerosas disposiciones tanto del Código Civil como del Código de Comercio.
Ejemplo: artículos 1241, 2124 incisos 1 y 2, 1230 y 1449.
Por su parte, el artículo 103 del Código de Comercio señala que la aceptación tácita
produce los mismos efectos y queda sujeta a las mismas reglas que la aceptación expresa8.
Hay casos en que la manifestación de la voluntad, debe necesariamente ser expresa, como
en los actos jurídicos solemnes. Así ocurre, por ejemplo, la solidaridad y con el testamento
(artículos 1060 y 1023 inciso 1)9.
Las partes pueden convenir también que para ciertos actos, se requiera una declaración
explícita de voluntad. Ejemplo, arrendamiento10.
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La voluntad es seria cuando se emite por persona capaz y con el propósito de crear un vínculo jurídico; es decir, en el sentido de
perseguir efectivamente un fin reconocido o tutelado por el derecho.
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"Artículo 1566. No pudiendo aplicarse ninguna de las reglas precedentes de interpretación, se interpretarán las cláusulas ambiguas a
favor del deudor.
Pero las cláusulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán
contra ella, siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya debido darse por ella."
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En este caso, deben concurrir tres requisitos: 1º El hecho que supone la manifestación de la voluntad debe ser concluyente. 2º El
hecho debe ser inequívoco: es decir, que no pueda ser interpretado de manera diferente. 3º Que sea incompatible con una voluntad
contraria. Teoría del Acto Jurídico. Juan Andrés Orrego, pág.21.
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Artículo 103 C. Comercio. “La aceptación tácita produce los mismos efectos y está sujeta a las mismas reglas que la expresa."
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Otros casos: Art. 1023, relativo al testamento cerrado: se exige una declaración de viva voz del testador, para que todos oigan, vean y
entiendan que en la escritura presentada por el testador, se contiene su testamento”; Artículo 1635, para que opere novación por
cambio de deudor, debe mediar voluntad expresa del acreedor; Artículo 1642, para que opere la reserva de las cauciones, se requiere
que así lo convengan expresamente acreedor y deudor; Artículo 2347, la constitución de la fianza supone una voluntad expresa;
Artículo 1733, el ánimo de subrogar un inmueble por otro inmueble o un inmueble por valores, ha de ser expreso; y, artículo 1547, para
que el deudor tome a su cargo el caso fortuito o la fuerza mayor.
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El profesor Juan Andrés Orrego se refiere también a la Voluntad presunta: ésta sería la que la ley deduce o presume de ciertos
hechos; una determinada conducta del sujeto se considera en ciertos casos por la ley como una declaración de voluntad en
determinado sentido. No se manifiesta la voluntad pero la ley la da por manifestada. La ley, la convención o el juez, establecen ciertas
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El silencio en el derecho
Valor que se atribuye al silencio como manifestación de voluntad
2. Casos en que las partes atribuyen valor al silencio como manifestación de voluntad:
Ocurre frecuentemente en el arrendamiento, que es un contrato de tracto sucesivo, y en la
sociedad, que es un contrato de efectos permanente; las partes estipulan que si nada dicen
dentro de cierto plazo y en determinada forma, el contrato se entiende automáticamente renovado
por otro período.
de propiedad; Nº26, que prohíbe conculcar las garantías constitucionales en su esencia; pero, por
sobre todo, en el artículo 19 Nº21 que reserva a los particulares las actividades empresariales y
autoriza al Estado sólo por excepción a realizarlas cuando una ley de quórum calificado así se lo
permita.
Esta disposición del artículo 19 Nº21 de la Constitución tiene dos roles fundamentales en
nuestro Derecho: consagrar la autonomía privada fijándole su amplitud con entera precisión y
clarificar el concepto mismo de Derecho Público, puesto que resulta claro que el Estado puede
actuar tanto del Derecho Público como del Derecho Privado que rige a los particulares.
Digamos por último que la libertad contractual consagra en el artículo 1545 del Código Civil
-todo contrato legalmente celebrado en una ley para los contratantes-, es un elemento fundamental
para el ejercicio de la autonomía privada; es el efecto del reconocimiento del Estado a la autonomía
de los particulares y, por último, ni más ni menos, el reconocimiento a la prioridad ontológica y de
finalidad que tiene el hombre sobre la sociedad. Esta prioridad ontológica del hombre se expresa en
el hecho de ser un ente sustancial, mientras la sociedad es un ente accidental o de la relación, que
existe en los hombres. Por su parte, la prioridad de finalidad se expresa en que el hombre tiene un
destino sobrenatural, en cambio la sociedad agota su fin en este mundo.
legales. Luego agrega la misma norma que, para conocer la voluntad del testador se estará más
a la sustancia de las disposiciones que a las palabras de que se haya servido.
b) Las buenas costumbres: son los principios morales predominantes en una determinada
época, por lo que toca al juez del fondo apreciarlas.
c) Los actos que prohíbe la ley: dice el artículo 10 “Los actos que prohíbe la ley son nulos y
de ningún valor; salvo en cuanto designe expresamente otro efecto que el de la nulidad para el
caso de contravención.
Los actos prohibidos por la ley adolecen de objeto ilícito, al tenor del artículo 1466: “Hay
asimismo objeto ilícito… en todo contrato prohibido por las leyes”.
costumbres o al orden público. La segunda norma es la del artículo 1467 inciso 2º que en relación
a la causa señala que se entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato; y por causa
ilícita la prohibida por ley, o contraria a las buenas costumbres o al orden público.
d) La teoría del abuso de derecho: surge como una reacción al excesivo liberalismo y
tiene su fundamento en el hecho del que derecho de una persona limita con el derecho de las
demás. El Derecho cumple una función social y el Estado tiene como función primordial promover
el bien común.
Una manifestación de que esta teoría es recogida por nuestra legislación, es la
consagración de la lesión enorme como sanción objetiva a ciertos actos.
LA OFERTA
Es un acto jurídico unilateral en virtud del cual una persona propone a otra la celebración
de una determinada convención, bastando, para que ésta quede perfecta, la sola aquiescencia de
la persona a quien fue dirigida.
Como acto jurídico unilateral debe cumplir con todos los requisitos de existencia y de
validez de cualquier acto jurídico, pero además, la oferta debe ser completa, es decir, debe estar
concebida en términos tales que para que la convención quede perfecta, baste con la
aquiescencia expresa o tácita de la persona a quien se ha dirigido.
Del mismo modo, si el contrato que se pretende celebrar es nominado, la oferta, para ser
completa, deberá a lo menos contener todos los elementos esenciales del mismo. Por ejemplo, si
Pedro le dice a Juan: "Te vendo este Código", la oferta estará incompleta, ya que falta el precio,
elemento esencial del contrato de compraventa, lo que implica una oferta incompleta que nos va a
llevar a una contraoferta, que es la respuesta del destinatario a la oferta primitiva.
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Clasificaciones de la oferta.
a) Oferta expresa: aquella que se hace en términos explícitos y que puede ser verbal o
escrita.
b) Oferta tácita: aquella que se desprende de un comportamiento que hace inequívoca la
proposición de celebrar un contrato. Por ejemplo, un auto que no diga "se vende" y tiene el
precio en el parabrisas o lo que está en las vitrinas de las tiendas.
c) Oferta hecha a persona determinada: aquella que se dirige a un destinatario
debidamente individualizado.
d) Oferta hecha a persona indeterminada: aquella que se dirige al público en general.
De este tipo de oferta trata el artículo 105 del Código de Comercio, según el cual las
ofertas indeterminadas contenidas en circulares, catálogos, notas de precios corrientes,
prospectos, o en cualquier otra clase de anuncios impresos, no son obligatorias para el que las
hace (inciso 1º). Por el contrario, si los anuncios son dirigidos a personas determinadas, llevan
siempre la condición implícita de que al tiempo de la demanda no hayan sido enajenados los
efectos ofrecidos, de que no hayan sufrido alteración en su precio, y de que existan en el domicilio
del oferente (inciso 2º). Un ejemplo de esta última situación sería el caso de la oferta enviada
impresa por carta al domicilio, a nombre de su morador.
LA ACEPTACIÓN
Clasificaciones de la aceptación.
Cuando la oferta comprende varias cosas (por ejemplo, una mesa de comedor y diez sillas)
es necesario determinar si la oferta era divisible o indivisible, para establecer el momento preciso
en que se forma el consentimiento.
a) Ser pura y simple: es decir, la oferta debe aceptarse en los términos en que fue
formulada.
El artículo 101 del Código de Comercio establece que dada la contestación, si en ella se
aprobare pura y simplemente la propuesta, el contrato queda en el acto perfeccionado y produce
todos sus efectos legales, a no ser que antes de darse la respuesta ocurra la retractación, muerte
o incapacidad del proponente. Por su parte, el artículo 102 del mismo Código señala que “La
aceptación condicional será considerada como una propuesta”
b) Darse en tiempo oportuno: o sea, dentro del plazo fijado por el oferente, y si éste no
hubiere fijado plazo alguno, dentro del plazo fijado por la ley en subsidio.
Para fijar el plazo subsidiario, el Código de Comercio distingue si la oferta ha sido verbal o
escrita.
i) Oferta verbal: según el artículo 97 del Código de Comercio para que la propuesta
verbal de un negocio imponga al proponente la respectiva obligación, se requiere que sea
aceptada en el acto de ser conocida por las personas a quien se dirigiere; y no mediando tal
aceptación, queda el proponente libre de todo compromiso.
ii) Si la oferta es escrita. Hay que distinguir:
- Si el destinatario y el oferente residen en el mismo lugar: La aceptación debe
darse dentro del plazo de 24 horas.
- Si el destinatario y el oferente residen en distintos lugares: La aceptación debe
darse a vuelta de correo.
La determinación de qué es residir en el mismo lugar o a vuelta de correo es una
cuestión de hecho que corresponde determinar al juez del fondo.
Vencidos los plazos legales la oferta se tendrá por no hecha, aún cuando hubiese sido
aceptada.
En todo caso, el oferente debe comunicar que la aceptación ha sido extemporánea, pues
de conformidad al artículo 98 inciso 3º, en caso de aceptación extemporánea, el proponente será
obligado, bajo responsabilidad de daños y perjuicios, a dar pronto aviso de su retractación.
Por último, cabe señalar que la aceptación no se presume; luego, debe probarla quien
quiera hacerla valer, según la regla que del onus probandi o peso de la prueba da el artículo 1698
inciso 1º: incumbe probar las obligaciones o su extinción al que alega aquéllas o ésta.
c) Ser hecha mientras la oferta está vigente: La aceptación debe darse mientras la oferta
está vigente, por lo que la aceptación que se da con posterioridad a la ocurrencia de alguno de
ellos no es idónea para que se forme el consentimiento. La oferta deja de estar vigente por
retractación, muerte, o incapacidad legal sobreviniente del proponente.
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Artículo 99.- El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la aceptación, salvo que al
hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto del contrato, sino después de desechada o de
transcurrido un determinado plazo. El arrepentimiento no se presume.
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ii) La oferta también deja de estar vigente por la muerte o incapacidad legal sobreviniente
del oferente que en su oferta había manifestado su voluntad de contratar.
En ambos casos la oferta se extingue porque el oferente no puede perseverar en su
voluntad. Así lo entiende don Luis Claro Solar, quien estima que no puede considerarse que el
causante se obligue más allá de su muerte, aunque sus herederos sean los continuadores
jurídicos de su personalidad.
Otro tanto ocurre con el aceptante que fallece antes de pronunciarse aceptando. Claro
Solar señala que si el aceptante fallece o se incapacita antes de aceptar, no ha prestado su
voluntad y, por tanto, nada puede transmitir a sus herederos.
Existen diversas teorías para fijar el momento preciso en que se forma el consentimiento17:
18
Artículo 1944.- El pago del precio o renta se hará en los períodos estipulados, o a falta de estipulación, conforme a la costumbre del
país, y no habiendo estipulación ni costumbre fija, según las reglas que siguen.
La renta de predios urbanos se pagará por meses, la de predios rústicos por años.
Si una cosa mueble o semoviente se arrienda por cierto número de años, meses, días, cada una de las pensiones periódicas se deberá
inmediatamente después de la expiración del respectivo año, mes o día.
Si se arrienda por una sola suma, se deberá ésta luego que termine el arrendamiento.
20
VICIOS DE LA VOLUNTAD
Hemos visto que la voluntad es el primer requisito de existencia de los actos jurídicos y que
la voluntad apta y eficaz para desplegar consecuencias jurídicas es aquella que está exenta de
vicios.
No es lo mismo falta de voluntad que voluntad viciada. El acto en que falta la voluntad no
existe. En cambio, el acto en que incide un vicio de la voluntad existe, pero está expuesto a ser
invalidado.
Los vicios del consentimiento son el error, la fuerza y el dolo.
"Artículo 1451.- Los vicios de que puede adolecer el consentimiento, son error, fuerza y
dolo."
EL ERROR
Clases de error
Hay dos clases de error: error de derecho y error de hecho.
El error de derecho
Es la falsa representación de la realidad jurídica por la ignorancia de una norma, o bien, por
la equivocada interpretación o inexacta aplicación de la misma al caso concreto.
21
La ignorancia de la ley y el error iuris constituían en Roma una misma cosa. La profunda
mentalidad jurídica romana no toleraba el incumplimiento de los preceptos jurídicos, aún
debiéndose a ignorancia o desconocimiento de los mismos. Consecuencia de ella, existió una total
separación entre el error iuris (inexcusable) y el error facti (excusable).
La tendencia de la jurisprudencia clásica a considerar inexcusable el error iuris encuentra su
razón primaria en el deseo de proteger el ordenamiento estatal, afirmando que un error de
derecho es un error culposo, que por principio únicamente puede acarrear desventajas al que
incurrió en él.
El Código de Napoleón, acoge el sistema romano.
De lo expuesto fluye que el error de derecho no vicia el consentimiento, lo que significa que
no puede alegarse para impedir las consecuencias jurídicas de los actos lícitos ni para exonerarse
de responsabilidad por los actos ilícitos, salvo en los casos expresamente exceptuados por la ley.
El error de hecho
Es la falsa representación que se tiene, por ignorancia o equivocación, de una cosa, de un
hecho o de una persona.
Los romanos concibieron determinadas hipótesis en las cuales el error influía sobre la
validez de los actos o contratos, a las cuales agruparon bajo la denominación común de error de
facti, para contraponerlo al error iuris.
La doctrina moderna, clasifica al error de hecho en error obstáculo y error vicio. El primero
obsta a la formación del consentimiento, por lo que el acto en que incide no logra adquirir
existencia jurídica. El segundo constituye, propiamente un vicio de la voluntad. El acto en que el
error incide tiene existencia jurídica; hay acuerdo de voluntades. Pero dicho acuerdo no es sano,
pues se produce una discrepancia entre lo querido y lo declarado, como consecuencia del error.
Existe una falsa representación de la realidad atribuible a ignorancia o equivocación.
El Código Civil se ocupa del error en diversas disposiciones. Por ejemplo, en los artículos
1451 a 1455 se reglamenta el error como vicio del consentimiento; en el artículo 1057 se señalan
los efectos que produce el error en el nombre o calidad del asignatario testamentario; en el
artículo 677 se determinan los efectos del error en la tradición; en el artículo 2455 se reglamenta
el error en la transacción.
Al reglamentar el error que vicia el consentimiento distingue entre el error de derecho y el
error de hecho.
EL ERROR DE DERECHO
Según el artículo 8 nadie podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado
en vigencia, y si bien los conceptos ignorancia y error son distintos, para el Derecho es lo mismo
ignorar una cosa que tener un concepto errado de ella.
El Código Civil siguió el modelo francés y éste, la doctrina romana, la que no aceptaba el
error de derecho como vicio del consentimiento. Así, el artículo 1452 dispone expresamente que el
error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento.
Concuerda con esta norma el inciso final del artículo 706, según el cual el error en materia
de derecho constituye una presunción de mala fe que no admite prueba en contrario.
De esta manera, si una persona vende una cosa en la creencia de que existe una
disposición legal que le permite al vendedor dilatar la entrega por 30 días, y no efectuarla
inmediatamente, como ocurre en realidad. Dicha persona ha incurrido en un error de derecho, que
22
1. Situación del artículo 2297 del Código Civil: se podrá repetir aun lo que se ha pagado por
error de derecho, cuando el pago no tenía por fundamento ni aun una obligación puramente
natural.
El alcance de esta disposición es el siguiente: el efecto natural del acto jurídico que se
llama pago, es que autoriza a quien lo recibe para retenerlo, sin que esté afecto a devolución. Sin
embargo, dicho efecto supone la existencia de una obligación civil o natural que el pago está
destinado a extinguir.
Si no existe obligación alguna que le sirva de causa, quien efectuó el pago podrá repetir, es
decir, obligar a quien recibió el pago indebido a restituir lo pagado.
Este caso se da cuando, por ejemplo, alguien, en la creencia de que existe un impuesto por
caminar en las veredas, va a la Municipalidad y lo paga. El pago se ha fundado en un error de
derecho que da derecho a exigir la restitución de lo pagado según lo dispuesto por el artículo 2297
que por ser una norma especial prima por sobre la norma general del artículo 1452.
2. Situación del artículo 2299 del Código Civil: Del que da lo que no debe, no se presume que
lo dona a menos de probarse que tenía perfecto conocimiento de lo que hacía, tanto en el hecho
como en el derecho.
Normalmente, cuando una persona da a otra lo que no le debe (no existe obligación alguna
que sirva de fundamento al pago) lo hace porque tiene la intención de hacer una liberalidad. Por lo
mismo, es lógico suponer que quien recibe lo que no se le debe lo hace en el entendido de que se
le está donando, más aún si sabe que no existe ninguna obligación. Perfeccionada la donación, el
donatario tiene el derecho de retener en su poder lo que el donante le dio. Sin embargo, los
efectos antes mencionados se dan sólo si el que da lo que no debe, tuvo perfecto conocimiento de
lo que hacía, tanto en el hecho como en el derecho. En otras palabras, al que da lo que no debe
no se le puede presumir la intención de donar19.
EL ERROR DE HECHO
En tres artículos el Código Civil describe y reglamenta las hipótesis de error de hecho que
estima relevantes.
Lo cierto es que en dichas hipótesis de error, el legislador no solo requiere que se den los
supuestos previstos en la norma, sino también que el error haya sido determinante para la
actuación del sujeto.
19
El profesor Orrego agrega que el error de Derecho también puede invocarse para otros efectos, como acontece por ejemplo: a)
tratándose del artículo 1683 del Código Civil: el precepto admite un error de derecho, pues quien contrató ignorando que el contrato
adolecía de nulidad (o sea, incurriendo en un error de derecho), podrá demandar la nulidad del mismo. Este precepto establece que
puede alegarse la nulidad absoluta por todo el que tiene interés en ello, excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el
contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba. Así, si la persona no tuvo conocimiento de la ley en virtud de la cual el
acto o contrato es considerado nulo, le es permitido invocar la nulidad de dicho acto jurídico. Otro caso en que se tolera el error de
derecho en el artículo 972, referido a la incapacidad para suceder que afecta a la persona que “a sabiendas de la incapacidad”, haya
prometido al difunto hacer pasar sus bienes o parte de ellos, bajo cualquier forma, a una persona incapaz para suceder al causante. Si
la promesa se hizo desconociendo la ley el que prometió, no operaría en su perjuicio la causal de incapacidad. Orrego postula que,
tanto en el caso del pago de lo debido como en la hipótesis de la nulidad, el Código admite alegar error de derecho no para eludir su
cumplimiento, sino, por el contrario, para que se restablezca el imperio del Derecho.
23
Cabe hacer presente que el legislador no formula la distinción entre error obstáculo y error
vicio, que la doctrina plantea en términos precisos.
Por el contrario, el legislador considera que el error obstáculo constituye un vicio del
consentimiento. Así se desprende de la sola lectura del artículo 1453: “El error de hecho vicia
asimismo el consentimiento…”
Artículo 1453.- El error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de
acto o contrato que se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra
donación; o sobre la identidad de la cosa específica de que se trata, como si en el contrato de
venta el vendedor entendiese vender cierta cosa determinada, y el comprador entendiese comprar
otra
Hemos visto que el error obstáculo y el error vicio son cosas muy diferentes. El primero,
obsta a la formación del consentimiento. No es vicio del consentimiento, porque éste ni siquiera
llegó a formarse, y mal puede estar viciado lo que no existe. El error vicio, en cambio, supone que
se formó el consentimiento, que existió un acuerdo de voluntades; pero que el consentimiento
surgió como consecuencia de una errada representación de la realidad.
a) Para quienes estiman que el error obstáculo impide el acuerdo de voluntades indispensable
para que la convención exista, ésta sería jurídicamente inexistente por faltar la voluntad, requisito
de existencia de los actos jurídicos.
b) Otros, si bien aceptan que el error obstáculo impide que el consentimiento se forme, son
partidarios de sancionar el acto con la nulidad absoluta, en atención a que la inexistencia jurídica
no estaría considerada como sanción en el Código Civil.
c) Hay quienes creen, finalmente, que el acto o contrato en que incide el error obstáculo se
sanciona con la nulidad relativa, fundándose para ello en que el artículo 1453, al reglamentar
dicho error, dice que vicia el consentimiento; concepto que reitera el artículo 1454 cuando, al tratar
el error sustancial, dice que éste vicia asimismo, el consentimiento. Establecido que el error
obstáculo es un vicio del consentimiento, surge como consecuencia que su sanción es la nulidad
relativa, pues de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1682 inciso final, cualquiera otra especie
de vicio que no esté configurando como causal la nulidad absoluta, “produce la nulidad relativa y
da derecho a rescisión del contrato”. Otro argumento que se sustentar la nulidad relativa como
sanción del error obstáculo es que su presencia sólo perjudica al interés particular de los
contratantes y no al interés general de la sociedad.
El error sustancial
24
El artículo 1454 señala: "El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la
sustancia o calidad del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree;
como si por alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es
una masa de algún otro metal semejante.".
En la hipótesis que reglamenta el artículo 1454, la víctima del error atribuye a la cosa objeto
del acto o contrato una sustancia o calidad esencial que en realidad no tiene.
Para comprender sobre que recae exactamente la falsa representación de la realidad que supone
el artículo 1454, se hace necesario determinar que quiso decir el legislador con las expresiones
sustancia y calidad esencial.
Sustancia: es la materia concreta que constituye la cosa, lo que supone un concepto
estrictamente objetivo y materialista. Así, si una persona cree comprar vino y en realidad está
comprando vinagre o lo que creyó ser un diamante resulta ser un vidrio, ha sufrido un error que
recae sobre la sustancia (materia) que constituye el objeto.
Calidad esencial: aquellas que dan al objeto una fisonomía propia que la distingue de los
demás20.
Según Vial del Río, el concepto de calidad esencial de una cosa es subjetivo y dice
relación con la intención de las partes, con los motivos que éstas tienen para contratar. En efecto,
lo que determina a las personas a celebrar un contrato que tiene por objeto une cosa es la
creencia que ésta posee determinadas cualidades o condiciones. Por ejemplo, si una persona
compra una obra de arte siendo para ella una calidad esencial que sea de un determinado pintor,
el error en que incurra viciará el consentimiento. Lo mismo ocurrirá si la calidad esencial de la
barra de plata es que sea de determinada aleación o que la seda provenga de China.
No es posible formular una regla jurídica que permita establecer en abstracto qué es lo que
constituye la calidad esencial de una cosa. Ello depende de la voluntad de las partes.
Como no es frecuente que las partes de un contrato dejen expresamente establecido lo que
constituye para ambas o para una de ellas la calidad esencial de la cosa, corresponderá al juez
determinarla atendiendo a las circunstancias del caso concreto sometido a su conocimiento y a lo
que, a la luz de dichas circunstancias, deba tenerse objetivamente como calidad esencial21.
Supongamos que una persona compra una silla. Posteriormente solicita la rescisión del
contrato, alegando que para ella constituía una calidad esencial que la silla fuera un auténtico
mueble inglés del siglo XVIII, pero resultó ser una imitación. El vendedor se defiende señalando
que el comprador jamás le informó que era un motivo determinante para la compra que la silla
fuera un auténtico mueble inglés del siglo XVIII. El juez, al analizar el caso concreto, establece los
siguientes hechos: a) La silla fue comprada en una tienda de antigüedades de propiedad del
vendedor. En la vitrina decía “Especialidad en auténticos muebles ingleses del siglo XVIII”; b) El
precio de venta fue elevado, correspondiendo a lo que habitualmente en el mercado de obras de
arte se paga por un mueble de época.
A nuestro juicio, las antedichas circunstancias deberían llevar al juez a la conclusión de
que, calidad esencial para la mayoría de las personas un mueble en las mismas condiciones
(criterio objetivo), es que ésta fuera efectivamente del siglo XVIII, de modo tal que si se supiera
que el mueble es una copia o imitación, la mayoría de las personas se habría abstenido de
comprarlo en esas circunstancias22.
20
Un ejemplo de error en una cualidad esencial del objeto, sería como si por alguna de las partes se supone comprar un caballo de
carrera, y el caballo es de tiro (en este caso, las partes no se equivocan en cuanto al caballo, sino a una cualidad esencial del mismo),
o como si por alguna de las partes se cree comprar un vehículo “todo terreno”, o sea, con tracción en las cuatro ruedas, y resulta que
sólo tiene tracción delantera. , o, como se expresa en una sentencia de la Corte Suprema de fecha 19 de enero de 2010, si una de las
partes entendió comprar vehículos motorizados de cierto año, y así se declaró en el contrato, pero en realidad eran más antiguos.
21
El problema radica en determinar si la calidad esencial se debe apreciar desde un punto de vista subjetivo, es decir, atendiendo
únicamente a la intención de los contratantes, o desde un punto de vista objetivo, o sea, atendiendo a un criterio general y común de
lo que las cosas naturalmente deben tener. Autores como Claro Solar y Alessandri Rodríguez son partidarios del criterio subjetivo. Sin
embargo, según Vial del Río, es preferible atender a un criterio objetivo, sin perjuicio de tener en consideración las circunstancias que
han rodeado el acto o contrato. De esta manera podemos entender por calidad esencial aquella que objetivamente aparece como
tal para la generalidad de las personas.
22
La Corte Suprema adscribe más bien a la postura que propende a una interpretación contractual de carácter objetivo, puesto que si
se atiende a la sola intención del contratante que invoca el error, no podrá otorgarse un índice seguro para distinguir la sustancia de la
25
Ahora bien, para el profesor Vial del Río, el error en la sustancia, entendida ésta como la
materia de que está compuesta la cosa, sólo vicia el consentimiento cuando dicha sustancia o
materia es de tal relevancia que constituye para una de ellas calidad esencial de la cosa, en
términos que saber que la sustancia era diversa a la que cree, se habría abstenido de contratar.
Por ejemplo, una persona que es coleccionista de objetos que pertenecieron a Napoleón,
compra un reloj que éste utilizó en la batalla de Waterloo, en la creencia de que dicho reloj es de
plata, en circunstancias que realmente es un metal semejante. En tal evento, Vial del Río estima
que el error del comprador en la sustancia o materia de la cosa sería para él irrelevante. Que el
reloj sea realmente de plata no constituiría una calidad esencial. Si lo sería, en cambio, que
realmente hubiera pertenecido a Napoleón.
Muy distinta sería la situación si una persona compra en una joyería un anillo que cree de
oro y por el que paga un precio elevado, el cual resulta ser de latón. Las circunstancias del caso
concreto permitirían al juez establecer que para la mayoría de las personas que se encuentren en
condiciones similares, calidad esencial del anillo es que sea realmente de oro y no de otro metal
semejante. En este caso, la sustancia de la cosa es relevante. La consideración de la misma es lo
que indujo a una de las partes a contratar, por lo que el error que sufrió vicia su consentimiento.
El error en la sustancia, por regla general, es relevante, en el entendido que la consideración
de que la cosa tiene una determinada sustancia es lo que resuelve a las partes a contratar. Por lo
mismo, quien alega haber sufrido error en la sustancia no está obligado a probar que la creencia
de que la cosa tuviera una determinada sustancia constituía para él una calidad esencial. Sin
embargo, esta presunción puede ser desvirtuada demostrándose que el error en la sustancia no
era relevante para quien alega haber sido víctima de él.
Error accidental
El inciso segundo del Artículo 1454 indica: "El error acerca de otra cualquiera calidad de la
cosa no vicia el consentimiento de los que contratan, sino cuando esa calidad es el principal
motivo de una de ellas para contratar, y este motivo ha sido conocido de la otra parte.".
Para saber qué son calidades accidentales de una cosa, es preciso determinar, en primer
término, cuáles son las calidades esenciales de la misma. Se entienden accidentales aquellas
que ordinariamente son indiferentes para determinar la voluntad o el consentimiento de las
personas. Se trata de cualidades secundarias o no principales. Un ejemplo, sería aquél en que se
quiere comprar un automóvil de cierta marca y modelo del año 2005, pero de color acero, y el
vendedor proporciona uno de color rojo.
El error en las calidades accidentales de una cosa no es relevante, pues ordinariamente
dichas calidades no determinan a las partes a contratar.
Por ello, para que el error en una calidad accidental vicie el consentimiento, es preciso que
tal calidad sea el principal motivo de una de las partes para contratar y que ese motivo sea
conocido por la otra parte23.
cosa de otra cualquiera, permitiendo con ello la prueba de que cualquier diferencia en la sustancia viciara la intención del contratante,
lo que conllevaría a confusión entre el error sustancial y el accidental.
23
En otras palabras, el error accidental vicia el consentimiento cuando ésta ha sido elevada a la categoría de esencial y ha sido
conocida de la otra parte.
26
El error en las calidades accidentales no vicia el consentimiento, salvo que cumpla con las
condiciones ya señaladas: que tal calidad sea el principal motivo de una de las partes para
contratar y que ese motivo sea conocido por la otra parte.
El acto en que incide dicho error se sanciona con la nulidad relativa (fundamento: artículo
1682 inciso final).
Error en la persona
Artículo 1455.- El error acerca de la persona con quien se tiene intención de contratar no
vicia el consentimiento, salvo que la consideración de esta persona sea la causa principal del
contrato.
Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá derecho a ser
indemnizada de los perjuicios en que de buena fe haya incurrido por la nulidad del contrato."
En todo caso, la persona con quien erradamente se ha contratado, tiene derecho a ser
indemnizada de los perjuicios en que de buena fe ha incurrido con la nulidad del contrato.
La teoría del error no sólo tiene cabida en los actos jurídicos bilaterales, sino que también en
los actos jurídicos unilaterales. Pueden citarse varios casos en que el Código Civil se refiere al
error en actos jurídicos unilaterales. Por ejemplo, el artículo 1058 dice que la asignación que
pareciere motivada por un error de hecho, de manera que sea claro que sin este error no hubiera
tenido lugar, se tendrá por no escrita; el artículo 1057 dice el error en el nombre o calidad del
asignatario no vicia la disposición, si no hubiere duda acerca de la persona.
En la aceptación de una herencia (artículo 1234) el legislador dice que podrá rescindirse por
fuerza o dolo o lesión. Si bien no menciona el error la rescisión por lesión lo supone siempre, pues
para que éste opere se requiere que el aceptante ignore que por disposiciones testamentarias de
que no tenía noticia el valor de la asignación ha disminuido en más de la mitad. Como
consecuencia de su ignorancia, el aceptante se ha representado falsamente la realidad.
Para acreditar la existencia del error pueden utilizarse todos los medios de prueba legal. El
error debe ser excusable, lo que significa que, quien lo invoca debe tener una conducta excusable.
No puede tener origen en la negligencia propia de quien lo invoca.
En los actos jurídicos bilaterales, ¿es necesario que ambas partes hayan tenido
conocimiento del error? No, basta con que una de ellas haya incurrido en el error para que éste
vicie el consentimiento, lo que queda de manifiesto en al artículo 1454 inciso 1.
Ahora bien, si la contraparte tenía conocimiento del error y no dice nada, estamos frente a
otro vicio del consentimiento: el dolo, que es independiente del error.
El Error Común
Requisitos:
- Debe ser un error compartido por un gran número de personas.
- Debe ser excusable, esto es, tener un justo motivo, como cuando se invoca un título
aparentemente legítimo. Es lo que sucede, por ejemplo, con el funcionario público ilegalmente
nombrado por la autoridad competente. En este requisito se encuentra la validez del acto: la
apariencia, que hace producir efectos jurídicos válidos.
- Debe existir buena fe por parte de quien lo alega (ignorar la verdad).
Este tipo de error, lejos de viciar el consentimiento, permite validar situaciones jurídicas que
son nulas. Ejemplo clásico: Una persona se hace pasar durante años por notario y la gente del
lugar o grupo social concurre a su notaría a realizar los trámites que generalmente se efectúan en
las notarías: autorizar firmas, otorgar escrituras públicas, etc. Lo cierto es que, en estricto rigor,
todos los trámites, diligencias o actuaciones ejecutados por quien se hace pasar por Notario
serían nulos, lo cual resulta absurdo, pues los perjudicados serían los cientos de personas que
erróneamente, con justo motivo y buena fe concurrieron a dicha Notaría.
28
LA FUERZA
Es el apremio físico o moral ejercido sobre una persona con el objeto de determinarla a la
celebración de un acto o contrato.
Hemos visto que el error es un vicio del consentimiento que se opone al conocimiento. La
fuerza es un vicio de la voluntad porque se opone a la libertad. La voluntad supone, por tanto, no
solo una manifestación de voluntad conciente del sujeto, sino también libre.
La fuerza se clasifica en fuerza física o absoluta, caracterizada por una constricción directa y
material, y fuerza moral o psíquica, en la cual el apremio se ejerce contra la psiquis de la víctima
para intimidarla.
La fuerza física
La fuerza física no es, por tanto, un vicio de la voluntad. En el acto en que dicha fuerza incide
no hay voluntad de la víctima; existe sólo una apariencia de voluntad. Por faltar la voluntad el acto
es inexistente.
La fuerza moral
La fuerza moral está constituida por los apremios ejercidos sobre la psiquis del individuo con
el objeto de que preste su consentimiento a la celebración de un determinado acto o contrato.
En el acto o contrato en que incide la fuerza moral existe una manifestación de voluntad del
sujeto, pero éste no ha sido libre; la manifestación de voluntad ha sido impuesta por una
amenaza actual de un mal futuro. El individuo, frente a la amenaza ha sentido miedo, temor, y
prefiere someterse como mal menor, con tal de evitar el mal amenazado considerado por él como
de mayor importancia.
La fuerza moral constituye un vicio del consentimiento.
Pueden plantearse en la práctica casos aparentemente dudosos entre fuerza física y fuerza
moral. Por ejemplo, una persona suscribe un documento porque se le está apuntando con un
revólver. Hay quienes piensan que este sería un caso de fuerza física más que moral, por cuanto
la víctima se encuentra en estado de paroxismo, y no tiene concretamente ni modo ni tiempo de
elegir entre el mal con que le amenazan y el daño que le seguirá del negocio, ni puede recurrir a
otra salida, como por ejemplo, defenderse del mal reaccionando.
Sin embargo, la mayoría de la doctrina estima que el ejemplo es un supuestote fuerza moral, pues
la coacción se ejerce a través de una amenaza y falta la constricción material que caracteriza a la
fuerza física.
El estudio de la fuerza como vicio del consentimiento se restringe a la fuerza moral
constituida por aquellos apremios que producen en la víctima miedo o temor de sufrir un mal.
24
Véase Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. 36, secc. Primera, pág. 286.
29
El Código Civil se refiere a la fuerza como vicio del consentimiento en los artículos 1456 y
1457.
En el inciso primero del artículo 1456 establece los requisitos que debe reunir la fuerza para
viciar el consentimiento: la fuerza no vicia el consentimiento, sino cuando es capaz de producir
una impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando en cuenta su edad, sexo y
condición. Se mira como una fuerza de este género todo acto que infunde a una persona un justo
temor de verse expuesta ella, su consorte o alguno de sus ascendientes o descendientes a un mal
irreparable y grave.
La norma transcrita requiere que la fuerza sea grave, a lo que la doctrina agrega que sea
injusta o ilícita y determinante.
1. Debe ser grave: esto es, capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano
juicio, tomando en cuenta su edad, sexo y condición.
Corresponde al juez, apreciando soberanamente las circunstancias de hecho, determinar su la
fuerza cumple o no con este requisito. Si concluye que la amenaza fue capaz de producir una
impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando en cuenta la edad, sexo y condición de
la víctima, calificará la fuerza como grave y apta, por lo mismo, para viciar el consentimiento.
La víctima de la fuerza debe probar, en primer término, la existencia de la amenaza; y, en
segundo término, la gravedad de la misma. Por excepción, la ley presume la gravedad de la
fuerza cuando la amenaza infunde a la víctima el justo temor de verse expuesta a ella, su consorte
o cualquiera de sus ascendientes o descendientes, a un mal irreparable o grave. Concurriendo
estas circunstancias, la víctima de la fuerza no estará obligada a probar la gravedad de la misma.
Tal sería, por ejemplo, la amenaza de homicidio que contenga los elementos de verisimilitud que
hagan posible sentir un justo temor.
2. Debe ser ilícita o injusta: Que la fuerza sea injusta significa que el mal con que se
amenaza debe ser ilegítimo, es decir, contrario a derecho o a la ley.
La amenaza no es injusta cuando se tiene derecho a ejercerla. Por ejemplo, la amenaza de
embargar los bienes del deudor que no cumple con su obligación o de promover la quiebra del
deudor insolvente.
La ley no exige que la fuerza, para viciar el consentimiento, provenga de una de las partes.
Es indiferente que provenga de una de las partes o de un tercero.
30
Así lo dice el artículo 1457: “Para que la fuerza vicie el consentimiento no es necesario que
la ejerza aquel que es beneficiado por ella; basta que se haya empleado la fuerza por cualquiera
persona con el objeto de obtener el consentimiento.”
El temor reverencial
El inciso 2 del artículo 1456 define el temor reverencial como el solo temor de desagradar a
las personas a quienes se debe sumisión y respeto, agregando que éste no vicia el
consentimiento.
El acto en que incide la fuerza moral que reúne los requisitos de grave, injusta y
determinante, existe, pero con un vicio que lo expone a ser invalidado.
La sanción para la fuerza moral es la nulidad relativa, de conformidad con lo dispuesto en el
inciso final del artículo 1682.
El Estado de Necesidad
EL DOLO
31
Positivo Negativo
Aquel en que el engaño se realiza a través de Es aquel en que el engaño consiste en ocultar
razonamientos o actos tendientes a representar sagazmente hechos verdaderos. El autor del
como verdaderas circunstancias falsas, o, a dolo se escuda en una omisión de actividad
suprimir o alterar las verdaderas a fin de que como es el silencio o reticencia. En términos
una persona preste su consentimiento para la generales, el silencio constituye dolo cuando
celebración de un acto o contrato. Supone una persona calla estando obligada a hablar por
siempre una actuación del sujeto, por ejemplo, ley o costumbre. Por ejemplo, una persona
alteración del kilometraje en un auto para vende un auto sabiendo que a los 120.000 kms.
venderlo. se le va a fundir el motor, pero omite informar
esta circunstancia al comprador.
1. Existencia de un engaño.
2. Debe tener por objeto inducir a la persona a la celebración del acto o contrato.
3. Este engaño o maquinación fraudulenta debe tener éxito, es decir, la víctima del engaño,
efectivamente contrató, y de no haber mediado el dolo, no habría contratado.
4. Si el acto jurídico es bilateral, el dolo debe provenir de la otra parte o, al menos, ser
conocido por ella. Si la parte beneficiada con el dolo, sin haberlo fraguado, está en conocimiento
de él y no lo hizo saber a su contraparte, estaremos en presencia de un dolo negativo que, de ser
determinante, viciará el consentimiento.
A. En los actos jurídicos unilaterales, el dolo debe provenir, necesariamente, de una persona
que no es parte en el acto, es decir, de un tercero. Por ejemplo, el dolo que se ejerce sobre una
persona para que otorgue testamento debe necesariamente provenir de un tercero, beneficiado o
no con la disposición testamentaria. Para que el dolo vicie el consentimiento, basta, en este caso,
que sea determinante. Otros ejemplos se encuentran en los artículo 1234, 1237, 1782 y Nº 4 del
968.
B. En los actos jurídicos bilaterales, el dolo puede provenir de las partes o de un tercero. Si
proviene de una de las partes y es determinante, vicia el consentimiento. Si proviene de un tercero
no vicia el consentimiento, salvo que la parte beneficiada con él haya tenido conocimiento del dolo
y no lo hubiere advertido a su contraparte; reticencia que, de ser determinante, vicia el
consentimiento.
C. En los actos jurídicos plurilaterales, el dolo puede provenir de las partes o de un tercero.
La nulidad por dolo sólo la pueden pedir aquellas partes que fueron directamente engañadas. El
acto no se invalida para todas las partes sino sólo para aquélla que fue víctima del dolo, salvo el
caso que la participación de ésta en el contrato deba considerarse esencial para las otras.
Existen diversas acepciones del dolo: a) como vicio del consentimiento; b) como
circunstancia agravante de la responsabilidad del deudor que no cumple con la obligación
asumida; y, c) como elemento integrante del supuesto de hecho del delito civil.
a) El dolo como vicio del consentimiento: Es toda maquinación fraudulenta ejercida sobre
una persona con el objeto de determinarla a la celebración de un acto o contrato.
b) El dolo como circunstancia agravante de la responsabilidad del deudor que no cumple
con la obligación asumida: Es la infracción premeditada de la obligación asumida con la
intención de perjudicar al acreedor. El deudor que dolosamente infringe la obligación responde de
mayores perjuicios que el deudor que no la cumple por culpa o negligencia (artículo 1558).
33
c) El dolo como elemento integrante del supuesto de hecho del delito civil: Es la intención
de causar daño (artículo 2284).
El dolo está definido en el inciso final del artículo 44: "El dolo consiste en la intención
positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro."
De conformidad al artículo 1465, “el pacto de no pedir más en razón de una cuenta
aprobada, no vale en cuanto al dolo contenido en ella, si no se ha condonado expresamente. La
condonación del dolo futuro no vale”.
El dolo, una vez cometido, puede perdonarse por la víctima. Sin embargo, la condonación
del dolo futuro no vale. El dolo no puede perdonarse anticipadamente.
Así, por ejemplo, si las partes estipulan en el contrato, que perdonan de antemano el dolo
que con posterioridad pudiere existir de parte de alguna de ellas, este contrato adolecería de
nulidad absoluta por objeto ilícito (artículo 1682 inciso 1).
34
El artículo 1685 establece que: “Si de parte del incapaz ha habido dolo para inducir al acto o
contrato, ni él ni sus herederos o cesionarios podrán alegar nulidad. Sin embargo, la aserción de
mayor de edad, o de no existir la interdicción u otra causa de incapacidad, no inhabilitará al
incapaz para obtener el pronunciamiento de nulidad."
Si el incapaz actúa con dolo mediante maquinaciones fraudulentas, no puede él, que es
incapaz, ni sus herederos y cesionarios alegar la nulidad.
Por ejemplo, si una persona contrata con un menor de 18 años que le ha hecho creer, con
una cédula de identidad falsificada, que tiene 18 años. Este menor no puede después alegar el
dolo y pedir la nulidad del contrato.
Sin embargo, si el incapaz nunca dijo que era mayor de edad y el otro contratante
simplemente supuso por su aspecto físico, que el menor tenía más de 18 años, no hay dolo y el
menor puede alegar la nulidad relativa del contrato.
Dolo en el Matrimonio
Existe un caso excepcional en que el dolo, a pesar de cumplir con los requisitos para viciar
el consentimiento, no lo vicia, y ello ocurre a propósito del contrato de matrimonio. En el contrato
de matrimonio sólo vician el consentimiento el error en la identidad del otro contrayente y la
fuerza. Se excluye el dolo, por cuanto si éste viciara el consentimiento, ello significaría abrir
demasiado las puertas a toda clase de alegaciones que digan relación con maquinaciones
fraudulentas que hayan inducido a uno de los contrayentes a error acerca de las cualidades o
características de la persona del otro cónyuge.
LA LESIÓN
Es el perjuicio patrimonial que experimenta una persona al celebrar un acto jurídico y que
resulta de la desigualdad existente entre la ventaja obtenida y el sacrificio hecho para obtenerla.
Doctrinariamente, el campo de aplicación de la lesión se restringe a los contratos onerosos
conmutativos, que son aquellos que tienen por objeto la utilidad de ambos contratantes,
obligándose ambas partes a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra
parte debe dar o hacer a su vez.
No tiene cabida en los contratos gratuitos, que son aquellos que tiene por objeto la utilidad
de una sola de las partes, sufriendo la otra el gravamen, ni en los contratos aleatorios, que son
aquellos en que existe una contingencia incierta de ganancia o pérdida, de la cual dependerá, en
definitiva, que la prestación de una de las partes sea más o menos onerosa.
La lesión, en los contratos onerosos conmutativos, está constituida por la desigualdad o
desequilibrio que existe en las prestaciones recíprocas de las partes, de modo tal que una reciba
más y otra menos de lo que da.
1. Criterio subjetivo: Si se aborda la lesión con un criterio subjetivo, ésta es un vicio del
consentimiento. Para algunos es un vicio del consentimiento propio y específico, distinto del error,
la fuerza y el dolo; para otros, en cambio, es un vicio del consentimiento asimilable a los
mencionados.
Para los primeros, la desigualdad de las prestaciones recíprocas de las partes en un contrato
oneroso conmutativo proviene del apremio moral causado por una imperiosa necesidad de dinero.
35
Dicho apremio coarta la libertad de decisión de la parte que se obliga a dar más de lo que recibe e
impide, por lo mismo, que su consentimiento se preste en forma libre y espontánea.
La lesión, en consecuencia, es un vicio del consentimiento que consiste en el apremio
moral causado por la imperiosa necesidad de dinero.
2. Criterio Objetivo: Un sector de la doctrina estima que la lesión debe apreciarse con un
criterio estrictamente objetivo. Ello porque la lesión no guarda relación alguna con el
consentimiento de la víctima, con la mentalidad de los contratantes no con los fines por ellos
perseguidos; la lesión opera, lisa y llanamente, cuando el contrato concluido por las partes revela
una desigualdad de las prestaciones recíprocas que supera los márgenes permisibles, sin que se
tomen para nada en cuenta las razones subjetivas que hayan producido dicha desigualdad.
El legislador debe, por tanto, establecer hasta qué límites la desigualdad de las prestaciones
es tolerada, pasando a ser ilícita la que excede dicho límite.
3. Criterio mixto: De acuerdo a este criterio, para que exista lesión y se produzcan las
consecuencias propias de ésta, es menester que las prestaciones recíprocas de las partes revelen
una desigualdad o falta de equivalencia que supere los límites permitidos por la ley, pero además,
la desproporción debe ser consecuencia de la “necesidad, miseria, ligereza o inexperiencia” de la
víctima, que la ha colocado en una situación desmedrada frente a una contraparte astuta o
inescrupulosa.
El artículo 1451 no menciona entre los vicios del consentimiento a la lesión, pese a que el
proyecto de 1853 la incluía expresamente como uno de ellos.
Para nuestra legislación, la lesión no constituye una causal genérica de rescisión de los
contratos onerosos conmutativos que evidencien una desproporción o falta de equivalencia entre
las prestaciones recíprocas de las partes, sino que se limita a describir ciertos casos en los cuales
existe un daño patrimonial que considera excesivo, y que resulta como consecuencia de la
celebración de un determinado acto jurídico, dictando, para dichos casos normas que tienden a
restablecer el equilibrio.
Efectos de la lesión
El comprador y vendedor, víctimas de la lesión, tienen derecho para pedir la rescisión del
contrato. Los efectos serán los propios de la nulidad; en suma, el vendedor recobrará la cosa y, el
comprador, el precio pagado por ella.
Pero la rescisión por lesión enorme tiene una interesante modalidad. La rescisión se funda
en la inicua desproporción entre las prestaciones de comprador y vendedor. El restablecimiento
del equilibrio de tales prestaciones desagravia a las partes, y de este modo desaparecen sus
motivos de queja.
La ley fija la cantidad que debe pagar el demandado para evitar la rescisión. No están
obligados el comprador y el vendedor a completar el primero el justo precio ni a restituir el
segundo el exceso sobre el precio justo. El comprador debe pagar y el vendedor restituir una
décima parte menos.
De este modo, si el justo precio es $1.000 y el vendedor ha recibido $400, el comprador
debe completar $900, que es el justo precio menos una décima parte.
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Artículo 1348.- Las particiones se anulan o se rescinden de la misma manera y según las
mismas reglas que los contratos.
La rescisión por causa de lesión se concede al que ha sido perjudicado en más de la mitad
de su cuota.
Así, por ejemplo, si la cuota del comunero ascendía a $100 y, en la partición se le
adjudicaron bienes por $40, podrá dicho comunero demandar la rescisión de la partición para
dejarla sin efecto.
25
Artículo 6 de la Ley 18.010: No podrá estipularse un interés que exceda del capital respectivo y la cifra mayor entre: 1) 1,5 veces la
tasa de interés corriente que rija al momento de la convención, según determine la Superintendencia para cada tipo de operación de
crédito de dinero, y 2) la tasa de interés corriente que rija al momento de la convención incrementada en 2 puntos porcentuales
anuales, ya sea que se pacte tasa fija o variable. Este límite de interés se denomina interés máximo convencional.
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distintas al dinero, caso en el cual se rige por el Código Civil y es naturalmente gratuito, sin
perjuicio de que las partes puedan pactar su onerosidad, esto es, el pago de intereses, los que, a
su vez, se consistir en dinero o en otras cosas fungibles distintas al dinero.
Cualquiera que sea el interés, si éste sobrepasa el máximo de interés que es permitido
estipular, hay lesión enorme.
La ley determina el máximo que se puede estipular por intereses en el contrato de mutuo.
Artículo 6 de la Ley 18.010: No podrá estipularse un interés que exceda del capital respectivo y la
cifra mayor entre: 1) 1,5 veces la tasa de interés corriente que rija al momento de la convención,
según determine la Superintendencia para cada tipo de operación de crédito de dinero, y 2) la tasa
de interés corriente que rija al momento de la convención incrementada en 2 puntos porcentuales
anuales, ya sea que se pacte tasa fija o variable. Este límite de interés se denomina interés
máximo convencional.
De esta manera, que hay lesión enorme en el mutuo con intereses, cuando las partes
estipulan un interés superior al máximo convencional, caso en el cual, el juez lo rebajará al interés
corriente.
Artículo 2206.- El interés convencional no tiene más límites que los que fueren designados
por ley especial; salvo que, no limitándolo la ley, exceda en una mitad al que se probare haber
sido interés corriente al tiempo de la convención, en cuyo caso será reducido por el juez a dicho
interés corriente.
Si el crédito genera intereses, el acreedor deberá imputar los frutos, primero al interés y
luego al capital. Para evitar minuciosas rendiciones de cuentas, las partes podrán estipular que los
frutos se compensen con los intereses de la deuda o hasta determinado valor (artículo 2442).
La estipulación de un interés usurario, genera las mismas consecuencias que en el caso del
mutuo, esto es, deberán rebajarse al interés corriente (artículo 2443).
Efectos de la lesión
Del análisis de los diversos casos de lesión previstos en el Código Civil se desprende que su
sanción no es uniforme, pues en algunas hipótesis produce la rescisión o nulidad relativa del ato
jurídico en que incide (aceptación de una herencia, partición, compraventa y permuta de bienes
raíces, salvo que la parte contra quien se pronuncia se oponga a ella restituyendo el equilibrio que
el contrato vulnera), y en otras, sin afectar la validez del acto jurídico, trae como consecuencia la
rebaja de la prestación que supera los límites permitidos por el legislador (como ocurre en la
cláusula penal enorme y en el mutuo o anticresis con intereses excesivos).
LA CAPACIDAD
Es la aptitud legal que tiene una persona para ser titular de derechos y obligaciones y para
ejercerlos por sí misma sin el ministerio o autorización de otra.
De esta manera es posible distinguir entre:
1. Capacidad de goce: Es la aptitud legal que tiene una persona para ser titular de derechos y
obligaciones (atributo de la personalidad). Todas las personas tienen capacidad de goce, tanto las
personas naturales como las jurídicas.
Parte de la doctrina ha señalado que, incluso la criatura que está en el vientre materno tiene
capacidad de goce, porque la Constitución y las leyes protegen los derechos eventuales del que
está por nacer.
2. Capacidad de ejercicio: Es la aptitud legal que tiene una persona para ejercer válidamente
los derechos de que es titular, por sí misma y sin el ministerio o autorización de otra. No es un
atributo de la personalidad. El artículo 1445 se refiere a esta capacidad.
40
Las incapacidades
Clasificación.
Las incapacidades pueden ser generales o particulares.
Incapacidades Generales
El demente
Como ya señalamos, los actos del demente, absolutamente incapaz, adolecen de nulidad
absoluta. Para que los actos o contratos del demente sean nulos ¿Es necesario que esté
declarado en interdicción?
La respuesta es negativa. Los actos o contratos ejecutados por el demente son nulos esté o
no declarado en interdicción (la interdicción debe declararse por sentencia judicial y priva al
individuo de la administración de sus bienes).
Lo hasta aquí dicho para los dementes, es válido también para el sordo o sordomudo que no
puedan darse a entender claramente.
La importancia del decreto de interdicción dice relación con la prueba. En efecto, el decreto
de interdicción tiene importancia en materia probatoria, dado que si el demente está declarado
interdicto, no será necesario probar la demencia. En caso contrario, la demencia debe probarse.
Artículo 465.- Los actos y contratos del demente, posteriores al decreto de interdicción, serán
nulos; aunque se alegue haberse ejecutado o celebrado en un intervalo lúcido.
Y por el contrario, los actos y contratos ejecutados o celebrados sin previa interdicción,
serán válidos; a menos de probarse que el que los ejecutó o celebró estaba entonces demente."
41
El inciso primero de la norma recién transcrita constituye una presunción de derecho que no
admite prueba en contrario. Este artículo no es aplicable a los sordos o sordomudos que no
puedan darse a entender claramente. Tampoco es aplicable en materia de responsabilidad
extracontractual, caso en el cual siempre habrá que probar la demencia, esté o no en interdicción.
Según Somarriva, la regla del artículo 465 sólo es aplicable a los actos y contratos
patrimoniales, y no a los actos jurídicos de familia, por lo que podría alegarse la validez de
aquellos ejecutados en un intervalo lúcido. Así, el demente podría contraer válidamente
matrimonio alegando haber actuado en un intervalo lúcido.
¿Deben incluirse dentro del concepto de demente a los hipnotizados, a los ebrios o a los
drogados?
Según Luis Claro Solar, sí, deberían incluirse. Arturo Alessandri, por su parte, señala no
deben incluirse, por cuanto la ley, en numerosas disposiciones se refiere en forma separada al
demente y al que se encuentra privado de la razón por otra causa. Da como fundamentos los
artículos 1005 N°s 3 y 4 y artículo 1012 Nºs. 3 y 4.
El artículo 468 regula lo concerniente a la rehabilitación del demente. Deberá probarse que
ha recobrado permanentemente la razón.
Conjuntamente con las normas del Código Civil relativas a la curaduría del demente,
debemos tener presente lo dispuesto en las Leyes N° 18.600 y N° 20.422. La Ley N° 18.600,
publicada en el Diario Oficial con fecha 19 de febrero de 1987, “Establece normas sobre
Deficientes Mentales”. El artículo 2°, inciso 1°, define a las “personas con discapacidad mental”:
“Para los efectos de la presente ley, se considera persona con discapacidad mental a toda aquella
que, como consecuencia de una o más limitaciones síquicas, congénitas o adquiridas,
previsiblemente de carácter permanente y con independencia de la causa que las hubiera
originado, vea obstaculizada, en a lo menos un tercio, su capacidad educativa, laboral o de
integración social”.
Conforme al artículo 3°, la discapacidad mental puede tener distintos grados: discreta,
moderada, grave, profunda y no especificada.
42
El impúber
Los impúberes son absolutamente incapaces y sólo pueden actuar en la vida jurídica a
través de su representante legal, que puede ser el padre, la madre o un tutor.
Carecen de peculio profesional, sus actos son sancionados con nulidad absoluta y no
admiten caución.
Prueba de la impubertad
- Partida o certificado de nacimiento.
- A falta de lo anterior, habrá que recurrir a otros documentos auténticos y declaraciones de
testigos.
- A falta de las dos anteriores, se le atribuye al individuo la media entre la menor y mayor
edad que parecieran compatibles con el desarrollo y aspecto físico del individuo.
"Artículo 314.- Cuando fuere necesario calificar la edad de un individuo, para la ejecución de
actos o ejercicio de cargos que requieran cierta edad, y no fuere posible hacerlo por documentos
o declaraciones que fijen la época de su nacimiento, se le atribuirá una edad media entre la mayor
y la menor que parecieren compatibles con el desarrollo y aspecto físico del individuo
El juez, para establecer la edad oirá el dictamen de facultativos, o de otras personas idóneas."
43
a) En materia posesoria: Los simplemente impúberes puede adquirir, por si solos, la posesión
de las cosas muebles, con tal que haya voluntad y aprehensión material o legal. En cambio, los
infantes no pueden adquirir por su voluntad la posesión de las mismas cosas (artículo 723).
b) En materia de responsabilidad civil extracontractual: Los infantes no son capaces de
delito o cuasidelito civil. En cambio, los simplemente impúberes pueden serlo si se determina que
han obrado con discernimiento (artículo 2319).
B) Incapacidades Relativas.
Son relativamente incapaces el menor adulto y el disipador que se haya declarado en
interdicción de administrar lo suyo. En el caso del disipador sí tiene importancia la interdicción, ya
que mientras no esté declarada, el individuo es plenamente capaz.
Características
A diferencia de las incapacidades absolutas que se producen por causas naturales o físicas,
las incapacidades relativas son creadas por la ley para proteger a ciertas personas, sea menor
adulto o disipador interdicto.
Por ejemplo, si un menor adulto vende un auto de su propiedad, el comprador no podrá
pedir la nulidad relativa, por cuanto esta acción solo corresponde al incapaz o a su representante
legal.
Los actos de los relativamente incapaces se sancionan con nulidad relativa (artículo 1682
inciso final); pero en el caso del disipador será necesario que esté declarado interdicto.
Actúan en la vida jurídica a través de sus representantes legales, o bien, autorizados por
éstos.
Los actos de los relativamente incapaces admiten caución y generan obligaciones naturales.
Se exceptúan de lo anterior, los actos del disipador, los que no producen obligaciones naturales (el
artículo 1470 no menciona al disipador).
El menor adulto
Son menores adultos los varones mayores de 14 años y menores de 18 y las mujeres
mayores de 12 y menores de 18.
Sólo pueden actuar en la vida jurídica a través de sus representantes legales, o bien,
autorizados por éstos.
Sus actos admiten caución y producen obligaciones naturales (artículo 1470 Nº 1).
44
No obstante la incapacidad relativa que afecta al menor adulto, éste puede ejercer
libremente una profesión o industria26, y administrar el producto de su trabajo, como si fuera mayor
de edad.
Artículo 246.- El hijo de familia se mirará como mayor de edad para la administración y
goce de su peculio profesional o industrial, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 255.
Artículo 439.- El menor que está bajo curaduría tendrá las mismas facultades
administrativas que el hijo de familia, respecto de los bienes adquiridos por él en el ejercicio de
una profesión o industria.
Lo dispuesto en el artículo 253 relativamente al hijo sujeto a patria potestad y al padre, se
aplica al menor y al curador.
Además, el menor adulto puede otorgar libremente ciertos actos respecto de los cuales no
requiere autorización alguna, como por ejemplo:
Reconocer un hijo.
Adquirir libremente la posesión de los bienes muebles.
Testar.
Contraer matrimonio. En este caso, el menor adulto deberá obtener la aprobación de las
personas que señala la ley. Si no lo hiciere y se casare, el matrimonio será válido, pero el menor
podrá ser desheredado de conformidad a lo dispuesto en el artículo 114. Lo anterior es sin
perjuicio de la sanción que pudiere corresponder al oficial de registro civil que celebró el
matrimonio.
El disipador
El juez tendrá que apreciar esta habitualidad para poder declarar la interdicción por
disipación.
Los actos del disipador sólo son nulos cuando está declarada judicialmente la interdicción.
La sanción para los actos o contratos ejecutados por el disipador declarado en interdicción
es la nulidad relativa (fundamento: artículo 1682 inciso final).
El disipador debe actuar en la vida jurídica a través de su representante legal, o bien,
autorizado por éste.
El disipador goza de mayor libertad que otros incapaces, ya que conserva siempre su
libertad. En efecto, de conformidad al artículo 453 “el disipador conservará siempre su libertad, y
26
Artículo 13 Código del Trabajo.- Para los efectos de las leyes laborales, se considerarán mayores de edad y pueden contratar
libremente la prestación de sus servicios los mayores de dieciocho años.
Los menores de dieciocho años y mayores de dieciséis pueden celebrar contratos de trabajo si cuentan con autorización expresa del
padre o madre; a falta de ellos, del abuelo paterno o materno; o a falta de éstos, de los guardadores, personas o instituciones que
hayan tomado a su cargo al menor, o a falta de todos los anteriores, del inspector del trabajo respectivo.
Los menores de dieciséis años y mayores de quince pueden contratar la prestación de sus servicios, siempre que cuenten con la
autorización indicada en el inciso anterior, hayan cumplido con la obligación escolar, y sólo realicen trabajos ligeros que no perjudiquen
su salud y desarrollo, que no impidan su asistencia a la escuela y su participación en programas educativos o de formación.
El inspector del trabajo que hubiere autorizado al menor en los casos de los incisos anteriores, pondrá los antecedentes en
conocimiento del juez de menores que corresponda, el que podrá dejar sin efecto la autorización si la estimare inconveniente para el
trabajador.
Otorgada la autorización, se aplicarán al menor las normas del artículo 246 del Código Civil y será considerado plenamente capaz para
ejercitar las acciones correspondientes.
En ningún caso los menores de dieciocho años podrán trabajar más de ocho horas diarias.
45
tendrá para sus gastos personales la libre disposición de una suma de dinero, proporcionada a
sus facultades, y señalada por el juez.
Sólo en casos extremos podrá ser autorizado el curador para proveer por sí mismo a la
subsistencia del disipador, procurándole los objetos necesarios.
Incapacidades Particulares27
Son aquellas que afectan a ciertas personas en razón de ciertos actos, no obstante, su
capacidad de ejercicio general. El artículo 1447, inciso final se refiere a éstas al señalar: “Además
de estas incapacidades hay otras particulares que consisten en la prohibición que la ley ha
impuesto a ciertas personas para ejecutar ciertos actos”.
La doctrina está de acuerdo en que la sanción por este tipo de normas es la nulidad
absoluta, a menos que la ley establezca una sanción especial.
“Artículo 2144.- No podrá el mandatario por sí ni por interpuesta persona, comprar las
cosas que el mandante le ha ordenado vender, ni vender de lo suyo al mandante lo que éste la ha
ordenado comprar, si no fuere con aprobación expresa del mandante."
27
Naturaleza Jurídica de las Incapacidades Particulares: No hay uniformidad en la doctrina acerca de la naturaleza jurídica de las
incapacidades particulares.
Los profesores Eduardo Becker y Avelino León señalan que estas incapacidades son de goce y no de ejercicio, por cuanto son
prohibiciones que impiden la adquisición de ciertos derechos, en la medida que se trate de incapacidades particulares contenidas en
normas prohibitivas.
Señalan que las incapacidades particulares contenidas en normas imperativas de requisito, instituyen determinados requisitos que
deben cumplirse so pena de nulidad relativa, a menos que la ley establezca una sanción especial.
Resumiendo, señalan que las incapacidades particulares no son incapacidades de ejercicio, sino incapacidades de goce, porque
portan la prohibición de determinados derechos, pero en la medida que se trate de prohibiciones absolutas contenidas en normas
prohibitivas.
Alessandri dice que más que una incapacidad hay una prohibición que acarrea la ilicitud del objeto y la nulidad absoluta del acto.
Hay un tercer grupo que dice que la naturaleza jurídica es de naturaleza especialísima.
46
La sanción para este tipo de incapacidades es la nulidad relativa, sin perjuicio de que la ley
pueda establecer una sanción especial.
“Artículo 402.- Es prohibida la donación de bienes raíces del pupilo, aun con previo
decreto de juez.
Sólo con previo decreto de juez podrán hacerse donaciones en dinero u otros bienes
muebles del pupilo; y no las autorizará el juez, sino por causa grave, como la de socorrer a un
consanguíneo necesitado, contribuir a un objeto de beneficencia pública, u otro semejante, y con
tal que sean proporcionadas a las facultades del pupilo, y que por ellas no sufran un menoscabo
notable los capitales productivos”.
El inciso primero del artículo 402 es una norma prohibitiva, y el inciso segundo es una
norma imperativa de requisito. La sanción en el caso del inciso primero será la nulidad absoluta.
En cambio, tratándose del inciso segundo, la sanción es la nulidad relativa.
Sanciones especiales
La ley puede establecer sanciones especiales para las incapacidades particulares. Así
ocurre, por ejemplo, en los siguientes casos:
"Artículo 407.- No podrá el tutor o curador dar en arriendo ninguna parte de los predios
rústicos del pupilo por más de ocho años, ni de los urbanos por más de cinco, ni por más número
de años que los que falten al pupilo para llegar a los dieciocho.
Si lo hiciere no será obligatorio el arrendamiento para el pupilo o para el que le suceda en el
dominio del predio, por el tiempo que excediere de los límites aquí señalados."
En este caso la sanción es la Inoponibilidad. En efecto, el contrato es inoponible, no nulo.
"Artículo 107.- Los que no hubieren cumplido dieciocho años no podrán casarse sin el
consentimiento expreso de su padre, o a falta del padre, el de la madre, o a falta de ambos, el del
ascendiente o ascendientes grado más próximo.
En igualdad de votos contrarios preferirá el favorable al matrimonio."
En este caso, la sanción es que el menor adulto podrá ser desheredado, no sólo por aquel o
aquellos cuyo consentimiento le fue necesario, sino por todos los otros ascendientes.
Si alguno de éstos muriere sin hacer testamento, no tendrá el descendiente más que la
mitad de la porción de bienes que le hubiera correspondido en la sucesión del difunto.
EL OBJETO
Todo acto jurídico debe tener un objeto, pues éste es un requisito de existencia esencial, sea
cual fuere el acto jurídico de que se trate.
El concepto de objeto es controvertido en doctrina28.
Para quienes definen el acto jurídico como una manifestación de la voluntad realizada con la
intención de crear, modificar transferir, transmitir o extinguir derechos subjetivos, el objeto estaría
constituido, precisamente, por los derechos y obligaciones que el acto crea, modifica, transfiere,
transmite o extingue. Dicho de otro modo, el objeto es lo querido por el autor o las partes del acto
jurídico.
Para otros, el objeto el acto jurídico sería la prestación, es decir, la cosa que debe darse, o
el hecho que debe ejecutarse o no ejecutarse. Quienes dan este concepto de objeto piensan que
son una misma cosa el objeto del contrato y el objeto de la obligación.
Cariota Ferrara define el objeto como “la materia o las utilidades o las relaciones que caen
bajo la voluntad de las partes” y señala que “cualquier otra tesis, y, especialmente las que nos
llevan al terreno del fin u objetivo, o incluso de los efectos jurídicos que se siguen del negocio,
hace del objeto un doble inútil a otro elemento del negocio, e implica una peligrosa confusión de
conceptos.
28
Se le critica a Bello el haber confundido el objeto del acto jurídico con el objeto de la obligación. No lo creemos así. Naturalmente que
el objeto de todo acto jurídico es crear, modificar, extinguir o transferir derecho y obligaciones. En cambio, el objeto de la obligación es
dar, hacer o no hacer alguna cosa.
47
El Código Civil en el artículo 1445 requiere que para que una persona se obligue a otra por
un acto o declaración de voluntad, que dicho acto o declaración recaiga sobre un objeto lícito, y en
el artículo 1460 señala que toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas
que se trata de dar, hacer o no hacer, agregando que, el mero uso de la cosa o su tenencia puede
ser objeto de la declaración.
Para la legislación chilena, según se desprende del artículo 1460, el objeto del acto jurídico
es la prestación, esto es, la cosa que debe darse o entregarse o el hecho que debe ejecutarse o
no ejecutarse.
Y ello, porque la persona que realiza un acto jurídico lo hace para satisfacer una necesidad,
y dicha necesidad, en términos amplios, se satisface con una cosa que debe darse o entregarse o
con un hecho que debe o no ejecutarse.
Como se puede apreciar, el concepto que tiene el código de objeto es bastante preciso. El
legislador tuvo presente para configurarlo que toda declaración de voluntad, en último término,
recae sobre una cosa o un hecho.
Cabe destacar, sin embargo, que en el artículo 1463 el Código da a la palabra objeto la
misma acepción que la doctrina moderna: materia o contenido de la declaración de voluntad.
Para nuestro Código Civil el objeto de todo acto o declaración de voluntad es una cosa que
debe darse o entregarse o un hecho que debe o no ejecutarse.
Consecuencia de lo anterior, el Código, al establecer los requisitos del objeto, distingue si
éste consiste en una cosa que debe darse o entregarse o un hecho que debe o no ejecutarse.
1. Si el objeto del acto jurídico consiste en una o más cosas que se trata de dar o
entregar, la cosa debe ser real, comerciable y determinada (artículo 1461 inciso 1).
a) Ser real: es decir, debe existir al momento de efectuarse la declaración de voluntad, o
esperarse que exista.
Así se desprende de la primera parte del artículo 1461 inciso 1º según el cual no sólo las
cosas que existen pueden ser objetos de una declaración de voluntad, sino las que se espera que
existan.
A este respecto cabe citar los artículos 1813 y 1814 inciso 1º, ambos relacionados con el
contrato de compraventa.
El artículo 1813 dispone que la venta de cosas que no existen, pero se espera que existan,
se entenderá hecha bajo la condición de existir, salvo que exprese lo contrario, o que por la
naturaleza del contrato aparezca que se compró la suerte. De esta manera, la venta de cosas
futuras es, por regla general, condicional; es decir, los efectos están subordinados al cumplimiento
de una condición: que la cosa llegue a existir. Sin embargo, esta regla general tiene dos
excepciones: que las partes manifiesten expresamente que la compraventa no se entiende hecha
48
bajo la condición de que la cosa llegue a existir o, aunque las partes nada digan, que de la
naturaleza del contrato aparezca que lo que se compra es la suerte, y no la cosa misma. En
ambos casos, y aunque la cosa no llegue a existir, el comprador estará obligado a pagar el
precio29.
Por su parte, el artículo 1814 en su inciso 1º señala que la venta de una cosa que al tiempo
de perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe, no produce efecto alguno.
Sólo debe precisarse que en este último caso la compraventa es jurídicamente inexistente
por falta de objeto.
b) Ser comerciable: el que la cosa sea comerciable significa que esté dentro del comercio
humano30, o sea, que sea susceptible de dominio o posesión por los particulares.
La segunda parte del inciso 1º del artículo 1461, luego de señalar que pueden ser objeto
de una declaración de voluntad tanto las cosas que existen como las que se espera que existan,
establece que es menester que las unas y las otras sean comerciables.
No son comerciables las cosas que la naturaleza ha hecho comunes a todos los hombres,
como el aire o el altamar (artículo 585), ni los bienes nacionales de uso público, cuyo dominio
pertenece a la Nación y su uso a todos los habitantes, como las calles, las plazas, los caminos
públicos, los puentes, etc. (artículo 589).
c) Ser determinada: este requisito también se contempla en el inciso 1º del artículo 1461, el
que, en su última parte, prescribe que es menester que las cosas que van a ser objeto de la
declaración de voluntad estén determinadas, a lo menos, en cuanto a su género.
En consecuencia, la determinación puede ser:
En especie: uno o más individuos determinados de un género también determinado, como
el inmueble de Alameda Nº 340 o el caballo Filibustero.
En género: uno o más individuos indeterminados de un género determinado, como dos
caballos o diez quintales de trigo contenidos en tal granero.
29
Este artículo se refiere a la compraventa de cosas futuras, la que puede realizarse a través de dos modalidades:
i) Condicional y Conmutativa: Es aquella compraventa que se entiende hecha bajo la condición de que la cosa llegue a existir; se
realiza bajo la condición suspensiva de que la cosa llegue a existir, de manera que mientras no exista la cosa, el acreedor condicional
no puede exigir el cumplimiento de la obligación, porque su derecho no ha nacido aún. Por ejemplo, si le digo a un pescador que si
mañana sale de pesca y vuelve con algún salmón yo se lo compro uno en $5.000. El contrato se perfecciona en el momento en que
llegue con al menos un salmón, es decir, cuando la cosa exista. Las prestaciones se miran como equivalentes.
ii) Pura, simple y aleatoria: Es aquella compraventa que produce sus efectos de inmediato, sin complicaciones y se encuentra sujeta
a una contingencia incierta de ganancia o pérdida. Los derechos nacen al momento para ambas partes. Ejemplo: Te compro la mañana
de pesca en $15.000, esto significa que todo lo que saque va a ser para mí, incluso si no saca nada. Está sujeto al alea.
30
Es decir, no excluida de él por su naturaleza (aire, altamar), por su destinación (bienes nacionales de uso público) por ley, como
salvaguardia del orden público
31
Artículo 1461 inciso 3.- Si el objeto es un hecho, es necesario que sea física y moralmente posible. Es físicamente imposible el que
es contrario a la naturaleza, y moralmente imposible el prohibido por las leyes, o contrario a las buenas costumbres o al orden público.
49
Para concluir, falta el objeto cuando no reúne uno o más de los requisitos exigidos por la
ley. Doctrinariamente, el acto o contrato que carece de objeto es jurídicamente inexistente, pues le
falta un requisito de existencia; lo que se ve corroborado por el artículo 1814 relativo al contrato
de compraventa, ya comentado.
Los que no aceptan la inexistencia en nuestro Código Civil, estimarán que el acto o
contrato que adolece de falta de objetivo es nulo absolutamente porque carece de un requisito
exigido por la ley para la validez de dicho acto o contrato en atención a su naturaleza (artículo
1682 inciso 1º).
Para la validez del acto jurídico se requiere que el objeto sea lícito (artículo 1445 N°3). Si el
acto jurídico tiene objeto, pero éste es ilícito, el acto existe, pues se han dado los requisitos
esenciales para que nazca a la vida del derecho. Sin embargo, el acto jurídico nace con un vicio
que lo hace susceptible de ser invalidado.
El artículo 1445 exige que el objeto sea lícito, sin definir lo que se entiende por tal. Tampoco
dice cuando el objeto es ilícito, limitándose a señalar algunos casos de ilicitud del objeto.
La noción de objeto ilícito ha sido controvertida en la doctrina nacional.
Según Luis Claro Solar, objeto lícito es el reconocido por la ley, que lo protege y ampara. A
contrario sensu, objeto ilícito sería aquel que no se conforma con la ley; o bien, sería aquél que
infringe la ley o contraviene el orden público o las buenas costumbres.
Para otros autores, como el profesor Eugenio Velasco, el objeto ilícito sería aquél que
carece de cualquiera de los requisitos que la ley señala al objeto, sea que consista en un hecho o
en una cosa. Para Avelino León, objeto ilícito es el que versa sobre cosas incomerciables o sobre
hechos o contratos prohibidos por las leyes o sobre hechos contrarios a las buenas costumbres o
al orden público.
Lo cierto es que para determinar qué es el objeto ilícito es preciso analizar, en primer
término, el artículo 1445 del Código Civil. Dicha disposición, al enumerar los requisitos necesarios
para que una persona se obligue a otra por un acto de declaración de voluntad no dice que el acto
que tenga por objeto una cosa o un hecho, debe ser lícito, sino que el objeto del acto debe ser
lícito. Ahora bien, sólo los hechos objeto de un acto pueden ser lícitos o ilícitos, toda vez que las
cosas, en si mismas, no son lícitas ni ilícitas32.
Por lo anterior, cabe concluir que hay objeto ilícito en todo acto o contrato que recaiga sobre
un hecho ilícito. El hecho ilícito es el que contraviene a la ley.
A este concepto de objeto ilícito cabe agregar la regla general que consagra el artículo 1466:
hay objeto ilícito en todo contrato prohibido por las leyes.
En resumen, coincidimos con Avelino León cuando dice que objeto ilícito es el que versa
sobre hechos o contratos prohibidos por la ley o sobre hechos contrarios a las buenas costumbres
o al orden público.
Pero disentimos de este autor en cuanto considera que adolecen de ilicitud en el objeto los
actos que recaen sobre cosas incomerciables, dado que si la cosa es incomerciable faltaría uno
de los requisitos de existencia del objeto, lo que impediría considerarlo objeto de un acto o
declaración de voluntad, de modo que el acto que tenía por objeto tal cosa sería inexistente.
Si bien, el Código Civil no define al objeto ilícito, señala algunos casos en que se presenta
con especial relevancia la ilicitud del objeto. Dichos casos son los siguientes:
Actos que contravienen al derecho público chileno
Pactos sobre sucesiones futuras
Enajenación de las cosas a que se refiere el artículo 1464
Actos contrarios a la ley, a la moral, al orden público o a las buenas costumbres.
32
Por ejemplo, si el objeto consiste en un maletín, no podría calificarse de lícito o ilícito.
50
Artículo 1462.- Hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al derecho público chileno.
Así la promesa de someterse en Chile a una jurisdicción no reconocida por las leyes chilenas, es
nula por el vicio del objeto.
De esta manera, hay objeto ilícito en todo acto o contrato que vulnere o infrinja al derecho
público chileno. Se entiende por derecho público, el conjunto de normas jurídicas que tienen por
objeto la regulación de la organización de la sociedad política, la constitución de los poderes del
Estado y la determinación de sus facultades, competencia y esfera de acción, como, asimismo, la
consagración de los derechos fundamentales de la persona humana.
i) Conforme al artículo 39° del Decreto Supremo N° 1 de 6 de junio de 2011, del Ministerio de
Vivienda y Urbanismo, el propietario que hubiere sido beneficiario de subsidio habitacional, no
podrá, durante el plazo de cinco años contados desde la entrega material del inmueble, celebrar
acto o contrato alguno que importe cesión de uso y goce de la vivienda adquirida, sea a título
gratuito u oneroso, sin previa autorización escrita del Serviu. Puesto que la prohibición está
incorporada en una norma de Derecho Público, su infracción constituirá objeto ilícito, y por ende el
contrato adolecerá de nulidad absoluta, sin perjuicio de las demás sanciones previstas en el citado
Decreto.
ii) Ante la eventualidad de que un municipio pueda dar en comodato un bien inmueble, habría que
distinguir según se trate de bienes nacionales de uso público o de bienes municipales. Respecto
de los primeros, no es posible entregarlos en comodato33. Si el Municipio contraviene la norma
33
El artículo 36 de la Ley N° 18.695, “Orgánica Constitucional de Municipalidades”, deja en claro que éstas cosas pueden ser objeto de
un permiso o de una concesión, más no de un comodato. Dispone la norma: “Los bienes municipales o nacionales de uso público,
51
transcrita, el acto jurídico adolecerá de objeto ilícito por haberse infringido una norma de Derecho
Público.
El inciso 2 del artículo 1463, induce a pensar que pueden existir convenciones entre el que
debe una legítima y el legitimario, relativas a la misma legítima o mejoras, convenciones que
estarían reguladas en el título De las asignaciones forzosas. Para entender mejor esta disposición
debemos referirnos brevemente a dichas asignaciones.
incluido su subsuelo, que administre la municipalidad, podrán ser objeto de concesiones y permisos. / Los permisos serán
esencialmente precarios y podrán ser modificados o dejados sin efecto, sin derecho a indemnización. / Las concesiones darán derecho
al uso preferente del bien concedido en las condiciones que fije la municipalidad. Sin embargo, ésta podrá darles término en cualquier
momento, cuando sobrevenga un menoscabo o detrimento grave al uso común o cuando concurran otras razones de interés público. /
El concesionario tendrá derecho a indemnización en caso de término anticipado de la concesión, salvo que éste se haya producido por
incumplimiento de las obligaciones de aquél”.
34
No hay que confundir los pactos de institución con el testamento, ya que éste último es un acto jurídico unilateral esencialmente
revocable.
35
Por el contrario, si los pactos se celebran una vez fallecido el causante, son perfectamente válidos. Los artículos 1909 y 1910
reglamentan la cesión del derecho de herencia en las sucesiones presentes.
52
La legítima es aquella cuota de los bienes de un difunto que la ley asigna a ciertas personas
llamada legitimarios (artículo 1181).
Son legitimarios:
1. Los hijos, personalmente o representados por su descendencia;
2. Los ascendientes, y
3. El cónyuge sobreviviente (artículo 1182).
La cuarta de mejoras, por su parte, es una asignación forzosa que tiene lugar en la
sucesión de los descendientes, ascendientes y del cónyuge.
Como señalamos anteriormente, de la redacción del inciso segundo del artículo 1463 podría
pensarse que nuestro Código Civil en el título de las asignaciones forzosas se refiere o
reglamenta algún tipo de convención entre la persona que debe una legítima y el legitimario,
relativa a misma legítima. Sin embargo, del análisis completo del título en cuestión debemos
concluir que no existe ningún tipo de convención entre la persona que debe una legítima y el
legitimario, relativa a la misma legítima, que sea válida; pero si se refiere a una convención entre
la persona que debe una legítima y el legitimario relativa a mejoras. Esta convención se encuentra
regulada en el artículo 1204, es el único pacto sobre sucesiones futuras que admite nuestra
legislación.
Artículo 1204.- Si el difunto hubiere prometido por escritura pública entre vivos, a su
cónyuge o a alguno de sus descendientes o ascendientes, que a la sazón era legitimario, no
donar, ni asignar por testamento parte alguna de la cuarta de mejoras, y después contraviniere a
su promesa, el favorecido con ésta tendrá derecho a que los asignatarios de esa cuarta le enteren
lo que le habría valido el cumplimiento de la promesa, a prorrata de lo que su infracción les
aprovechare.
Cualesquiera otras estipulaciones sobre la sucesión futura, entre un legitimario y el que le
debe la legítima, serán nulas y de ningún valor.
En cuanto al uso del término enajenación en el artículo en comento, hay dos posturas: La
doctrina minoritaria sostiene que el artículo 1464 utiliza el término enajenación en sentido
restringido. Como fundamento de ello, citan diversas disposiciones del Código Civil, en las que se
distingue entre la enajenación y la constitución de otro derecho real. Ejemplos: artículos 254, 1749
inciso 3 y 1755.
53
Sin embargo, la posición mayoritaria sostiene que el término enajenación del artículo 1464
debe tomarse en sentido amplio, es decir, significando transferencia de dominio y la constitución
de otros derechos reales distintos del dominio.
De esta manera podemos concluir que no sólo hay objeto ilícito en la transferencia de dominio de
las cosas a que se refiere el artículo 1464, sino que, también, en la constitución de cualquier otro
derecho real sobre las cosas a que se refiere este artículo.
Artículo 1810.- Pueden venderse todas las cosas corporales o incorporales, cuya
enajenación no esté prohibida por la ley.
De modo tal que, de conformidad al artículo 1810, no podrían venderse las cosas a que se
refiere el artículo 1464, porque su enajenación está prohibida.
Sin embargo, existe otra posición que postula que la remisión del artículo 1810 al artículo
1464 es sólo parcial, ya que sólo se aplicaría respecto de los números 1 y 2 del artículo 1464 y no
respecto de los números 3 y 4. Lo anterior, por cuanto los dos primeros numerandos están
contenidos en normas prohibitivas37, mientras que los dos últimos, en normas imperativas de
requisito38.
En consecuencia, la venta de las cosas a que se refieren los números 3 y 4 es válida, sin
perjuicio de que la tradición o transferencia del dominio sólo se podrá efectuar una vez que se
cumplan los requisitos que establece el art. 1464
Precisemos que para esta teoría, la venta será válida, sin necesidad de cumplir con los
requisitos señalados en los números 3 y 4 del artículo 1464, pues ellos se exigen para la
“enajenación”, no para la “venta”. Como argumento a favor de esta doctrina, cabe considerar lo
dispuesto en el artículo 1466, cuando dice que hay objeto ilícito “en la venta” de las cosas que ahí
se singularizan. Si el legislador se refirió expresamente a la venta, en éstos casos del artículo
1466, quiere decir que en aquellos contemplados en el artículo 1464, donde sólo alude a “la
enajenación”, la venta sería perfectamente lícita, tratándose de las cosas mencionadas en los
números 3 y 4 del precepto.
Carlos Ducci estima por su parte que no pueden venderse las cosas comprendidas en los
cuatro números del art. 1464. Afirma que al referirse el art. 1810 a las cosas cuya enajenación
esté prohibida, ha significado que la enajenación no esté autorizada, no esté permitida, pero en
ningún momento ha querido exigir que la no enajenación esté consignada en una disposición de
carácter absolutamente prohibitivo. O sea, el artículo 1810 aludiría tanto a normas prohibitivas
como a normas imperativas de requisito. Por lo tanto, para vender alguna de las cosas señaladas
36
La compraventa no es un modo de adquirir sino un título translaticio de dominio, ya que por su naturaleza sirve para transferirlo.
37
Es decir, bajo ningún respecto o circunstancia pueden enajenarse las cosas que no están en el comercio ni los derechos y privilegios
que no puede transferirse a otra persona.
38
Es decir, cumpliéndose determinados requisitos podrían enajenarse válidamente las cosas embargadas por decreto judicial y las
especies cuya propiedad se litiga.
54
en los números 3 y 4 del art. 1464, será necesario cumplir previamente con los requisitos allí
enunciados a propósito de la enajenación.
¿Hay objeto ilícito en la promesa de venta de las cosas a que se refiere el artículo 1464?
No, no hay objeto ilícito, ni aún respecto de los números 1 y 2. El contrato de promesa es un
contrato en virtud del cual, una o ambas partes se obligan a celebrar en el futuro un determinado
contrato. El objeto de este contrato consiste en la ejecución de un hecho: celebrar, en el futuro, un
determinado contrato, por lo tanto, es un objeto lícito.
¿Hay objeto ilícito en la adjudicación de las cosas a que se refiere el artículo 1464?
1. Hay objeto ilícito en la enajenación de las cosas que no están en el comercio humano.
Hay objeto ilícito en la enajenación de las cosas incomerciables. Son cosas incomerciables
aquellas que no son susceptibles de dominio o posesión por los particulares.
Surge un problema en relación a este N°1 del artículo 1464, por cuanto entra en profunda
contradicción con el artículo 1461, que señala cuales son los requisitos que debe reunir el objeto y
señala que cuando el objeto consiste en una o más cosas que se trata de dar, debe ser, además
de real y determinado, comerciable. La sanción para el objeto que no cumpla con el requisito de la
comerciabilidad es la inexistencia. Por lo tanto, para el artículo 1461 la comerciabilidad del objeto
del acto jurídico es un requisito de existencia. En cambio, para el artículo 1464, la comerciabilidad
del objeto es un requisito de validez.
En otras palabras, para el artículo 1461 la comerciabilidad del objeto es un requisito de
existencia, porque si la cosa es incomerciable, significa que el objeto no cumple con uno de sus
requisitos y, si es así, significa que falta el objeto, sancionándose el acto o contrato con la
inexistencia. Por su parte, para el artículo 1464 N°1 la comerciabilidad del objeto es un requisito
de validez, porque este artículo, al señalarnos que hay objeto ilícito en la enajenación de las cosas
incomerciables, quiere decir que la cosa incomerciable puede ser objeto de un acto o declaración
de voluntad, pero si se enajena ese objeto sería ilícito; y, la ilicitud del objeto, como sabemos, es
un requisito de validez de los actos jurídicos. La sanción en este caso, será la nulidad absoluta.
En resumen, para el artículo 1461 la comerciabilidad del objeto es un requisito de existencia,
mientras que, para el artículo 1464 N°1 es un requisito de validez.
Pero ocurre que la comerciabilidad del objeto no puede ser a la vez requisito de existencia y
de validez. La doctrina salva esta contradicción señalando que ambas disposiciones pueden
conciliarse, utilizando un elemento de interpretación llamado elemento lógico y que señala que la
comerciabilidad del objeto en todos los actos o declaraciones de voluntad que no impliquen
39
La adjudicación es la especificación del derecho de dominio que se produce como consecuencia de la partición (artículo 718 inciso 1
y1344). Artículo 718 inciso 1.- Cada uno de los partícipes de una cosa que se poseía proindiviso, se entenderá haber poseído
exclusivamente la parte que por la división le cupiere, durante todo el tiempo que duró la indivisión.
Artículo 1344.- Cada asignatario se reputará haber sucedido inmediata y exclusivamente al difunto en todos los efectos que le
hubieren cabido, y no haber tenido jamás parte alguna en los otros efectos de la sucesión.
Por consiguiente, si alguno de los coasignatarios ha enajenado una cosa que en la partición se adjudica a otro de ellos, se podrá
proceder como en el caso de la venta de cosa ajena.
55
3. Hay objeto ilícito en la enajenación de las cosas embragadas por decreto judicial, a
menos que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello.
El embargo no está definido en el Código Civil ni en el C.P.C. La doctrina lo define como la
aprehensión compulsiva que hace el juez de la causa de un determinado bien de un deudor, y
desde el momento en que ello se verifica, ese bien queda sujeto a la autoridad del referido juez.
Existe consenso en la doctrina y la jurisprudencia en que este número 3 del artículo 1464 no
sólo se aplica a las cosas embargadas, sino que también se extiende a las medidas precautorias a
que se refiere el artículo 290 del Código de Procedimiento Civil. Las medidas precautorias son
aquellas que el demandante puede solicitar en cualquier estado del juicio, aún antes de la
contestación de la demanda, con el objeto de asegurar el resultado de la acción deducida.
Ejemplo: la prohibición de celebrar actos o contratos sobre bienes determinados, el secuestro de
la cosa objeto de la demanda, la retención de bienes determinados. De esta manera, el artículo
1464 N°3 se aplica no sólo respecto del embargo, sino que también respecto de las medidas
precautorias.
Para determinar el alcance de este artículo 1464 N°3 debemos preguntarnos ¿desde qué
momento se entiende que hay embargo o medida precautoria?
Para responder a esta interrogante, hay que distinguir entre las partes y respecto de
terceros.
a) Entre las partes del juicio, el embargo o medida precautoria existe y produce todos sus
efectos desde el momento en que el deudor es notificado judicialmente de dicho embargo o
medida precautoria.
b) Respecto de terceros, hay que distinguir si el embargo o medida precautoria recae sobre
bienes muebles o inmuebles.
Si recae sobre bienes muebles, el embargo o medida precautoria existe y produce todos sus
efectos desde el momento en que el tercero ha tomado conocimiento de dicho embargo o medida
precautoria.
Si recae sobre bienes raíces, el embargo o medida precautoria existe y produce todos sus
efectos desde el momento en que se inscribe en el Registro de Interdicciones y prohibiciones de
enajenar en el Conservador de Bienes Raíces respectivo (el del lugar en que se encuentre
ubicado el inmueble).
¿Qué ocurre si en un juicio ejecutivo se embarga un bien al deudor y, sin haber sido
notificado, éste lo enajena a un tercero? La enajenación es válida. No hay objeto ilícito por cuanto
el deudor no había sido notificado judicialmente del embargo.
56
¿Cuándo debe existir el embargo o prohibición para que la enajenación adolezca de objeto
ilícito? Debe existir al momento de la enajenación.
El artículo 1464 N°3 establece dos maneras para enajenar válidamente una cosa
embargada: la autorización judicial y el consentimiento del acreedor.
a) Con respecto a la autorización judicial previa, la jurisprudencia ha precisado que la debe dar
el mismo juez que decretó la prohibición o embargo, y que, si varios jueces han trabado embargo
sobre la misma cosa o han prohibido su enajenación, la autorización deben darla todos
b) Por otra parte, concordante con el artículo 12 que permite al titular de un derecho
renunciarlo, siempre que esté establecido en su propio beneficio y que no esté prohibida su
renuncia, el artículo 1464 N°3 permite que el acreedor en cuyo beneficio se trabó el embargo
autorice la enajenación, renunciando, de este modo, a prevalerse de los beneficios del embargo.
Si son varios los acreedores, todos deben consentir.
Tanto la autorización judicial como la autorización del acreedor deben ser previos a la
enajenación. Si fuere posterior, sería inoficiosa, pues la enajenación adolecería de objeto ilícito.
¿Qué ocurre si el deudor, estando legalmente notificado del embargo de ciertos bienes los
enajena a un tercero, y el acreedor con posterioridad autoriza la enajenación?
La enajenación igualmente adolecería de objeto ilícito, La autorización posterior del acreedor
no sirve para validarla, porque la nulidad absoluta no puede sanearse por la ratificación.
4. Hay objeto ilícito en la enajenación de las especies cuya propiedad se litiga sin
permiso del juez que conoce del litigio.
57
Especie cuya propiedad se litiga es aquel cuerpo cierto, mueble o inmueble, cuyo dominio o
propiedad se discute en juicio. Se entiende que una especie es litigiosa desde el momento de la
contestación de la demanda.
No hay que confundir la enajenación de las especies cuya propiedad se litiga con la
enajenación de los derechos litigiosos. La enajenación de los derechos litigiosos es perfectamente
válida y está reglamentada en los artículos 1911 y siguientes40.
El N°4 del artículo 1464 debe entenderse complementado con los artículos 296 inciso 2 y
297 del Código de Procedimiento Civil.
Artículo 296.- La prohibición de celebrar actos o contratos podrá decretarse con relación a
los bienes que son materia del juicio, y también respecto de otros bienes determinados del
demandado, cuando sus facultades no ofrezcan suficiente garantía para asegurar el resultado del
juicio.
Para que los objetos que son materia del juicio se consideren comprendidos en el número 4º
del artículo 1464 del Código Civil, será necesario que el tribunal decrete prohibición respecto de
ellos.
Artículo 297.- Cuando la prohibición recaiga sobre bienes raíces se inscribirá en el registro
del Conservador respectivo, y sin este requisito no producirá efecto respecto de terceros.
Cuando verse sobre cosas muebles, sólo producirá efecto respecto de los terceros que
tengan conocimiento de ella al tiempo del contrato; pero el demandado será en todo caso
responsable de fraude, si ha procedido a sabiendas.
De modo tal que para que las especies cuya propiedad se litiga queden comprendidas
dentro del N°4 del artículo 1464, se requiere que el tribunal haya decretado prohibición respecto
de ellas.
Si la prohibición recae sobre bienes raíces debe inscribirse en el Conservador de Bienes
Raíces respectivo. Sin dicha inscripción, la prohibición no produce efectos respecto de terceros.
Si recae sobre bienes muebles, no se debe efectuar inscripción alguna; dicha prohibición
producirá efectos respecto de los terceros que tengan conocimiento de ella al tiempo de la
enajenación.
Si el demandado enajena una especie cuya propiedad se litiga, respecto de la cual existe
prohibición, a un tercero de buena fe ¿Hay objeto ilícito? Si, hay objeto ilícito, porque el deudor
enajenó contra una prohibición expresa. Sin embargo, la eventual nulidad por objeto ilícito no es
oponible respecto del tercero de buena fe adquirió el bien. En otras palabras, si el demandante
obtiene que se declare la nulidad de la enajenación por adolecer de objeto ilícito, dicha nulidad no
empece al tercero, por haber adquirido de buena fe sin haber tenido conocimiento de la
prohibición.
Lo mismo ocurre si se trata de bienes raíces. Si la prohibición no se ha inscrito en el
Registro de Interdicciones y prohibiciones de enajenar, y el demandado enajena el inmueble a un
tercero, la enajenación es válida. No hay objeto ilícito, por cuanto, al no estar inscrita la
prohibición, se presume en el tercero la buena fe.
Para enajenar válidamente una especie cuya propiedad se litiga, existiendo prohibición
respecto de ella, se debe contar con el permiso del juez que conoce del litigio. El permiso debe
otorgarse antes de la enajenación. Si es posterior, habrá objeto ilícito y la enajenación adolecerá
de nulidad absoluta, la que no puede sanearse por ratificación.
40
La cesión de un derecho litigioso no tiene por objeto el derecho mismo, sino la pretensión, bien o mal fundada, de obtener una
determinada ventaja, que el cedente cree conseguir en un litigio.
En otros términos, la cesión de derechos litigiosos versa sobre la expectativa del cedente de ganar o perder el pleito.
El artículo 1911 inciso 1, no deja dudas al respecto: "Se cede un derecho litigioso cuando el objeto directo de la cesión es el evento
incierto de la litis, del que no se hace responsable el cedente".
Esta cesión, por lo tanto, tiene un carácter eminentemente aleatorio, puesto que el equivalente de la prestación del cesionario envuelve
una contingencia de ganancia o pérdida.
Los derechos sobre los cuales se litiga pueden ser reales o personales. La ley no establece ninguna distinción.
58
Los casos de objeto ilícito contemplados en los artículos 1465 y 1466 se agrupan bajo la
denominación común de actos contrarios a la ley, a la moral o a las buenas costumbres.
TEORIA DE LA CAUSA
Los artículos 1445, 1467 y 1468 del Código Civil se refieren a la causa.
En el artículo 1467 vemos que, de las palabras de la ley puede advertirse que el Código Civil
confunde dos cosas distintas, ya que por una parte habla de la causa de la obligación y, por la
otra, habla de la causa del acto o contrato. Por lo tanto, nuestro Código plantea uno de los
primeros problemas o interrogantes que encontramos a propósito de la teoría de la causa. Esto se
refiere a si lo que exige es la causa de la obligación o es la causa del acto o contrato.
Otro problema que se advierte en las palabras de la ley, a propósito de la teoría de la causa,
es qué debemos entender por ella, pues vemos que desde el punto de vista jurídico existen
diversos significados de la expresión causa. Por lo tanto, no es suficiente la lectura de la ley para
entender la problemática de la causa y es por ello que debemos analizar los siguientes puntos:
Diversas acepciones de la expresión causa.
Orígenes históricos de la teoría de la causa.
Posición doctrinaria moderna acerca de la teoría de la causa.
El profesor Juan Andrés Orrego menciona una cuarta acepción de causa: Causa
económica o doctrina del fin económico. Expuesta por Henry Capitant, puede considerarse
como un derivado de la causa final. Sostiene Capitant que el fin que se persigue al celebrar un
acto jurídico es de carácter económico y no puramente jurídico. La causa es un fin económico que
las partes persiguen al contratar, lo que está más de acuerdo con la voluntad real del que se
obliga. Incluso en los actos a título gratuito, el fin perseguido es de carácter económico: el donante
desea hacer pasar una parte de sus bienes a otro sin contraprestación.
Coviello sigue también esta doctrina, señalado que “el acto jurídico es la manifestación de
voluntad de una o más personas, cuyas consecuencias jurídicas van encaminadas a realizar el fin
práctico de aquellas”, siendo la causa “la razón económico-jurídica del negocio”.
Conforme con esta doctrina, la causa se identifica con el fin práctico y por tanto, en un
contrato bilateral, la causa que determina a obligarse no es la obligación recíproca, sino el deseo
de obtener la ejecución de la prestación que se le ha prometido a cambio. No es la obligación
(concepto jurídico) sino la prestación (concepto económico) la causa. Se ha criticado sin embargo
esta concepción de la causa, ajena al Código Civil francés, a Domat y a Pothier, puesto que si no
60
se cumple la prestación prometida, la obligación desaparecería por ausencia de causa, con lo cual
“estaríamos abandonando el terreno de los requisitos de validez de las obligaciones para
pasarnos al de la resolución de los contratos”, enfatizándose que la obligación que tiene una
causa al momento de nacer, no puede convertirse después en obligación sin causa41.
41
Teoría del Acto Jurídico – Juan Andrés Orrego Acuña, Pág. 73
61
i) Contratos gratuitos: No se requiere que la ilicitud sea compartida, ni tampoco conocida del
destinatario.
ii) Contratos onerosos: La ilicitud debe ser compartida, o, a lo menos, conocida por la otra
parte. Nuestro Código no hace esta distinción.
1. ¿Qué exige nuestro Código Civil, la causa de la obligación o la causa del contrato?
a) Algunos señalan que lo que exige nuestro Código Civil es la causa de la obligación y
señalan como fundamentos los siguientes:
i) Fundamento de carácter histórico: A la época de la dictación del Código Civil, 1855,
estaba en boga la teoría clásica de la causa, la cual exige la causa de la obligación, de modo tal
que Andrés Bello habría seguido los postulados de esta teoría.
ii) Argumentos de texto: El inciso primero del artículo 1467 del Código Civil señala que no
puede haber obligación sin una causa real y lícita. Al decir obligación, revela que nuestro Código
exige la causa de la obligación y no la del acto o contrato.
iii) El artículo 1445 comienza señalando "Para que una persona se obligue a otra...".
b) Otros dicen que nuestro Código Civil exige la causa del contrato y señalan los siguientes
argumentos:
i) Fundamentos de carácter histórico: A la época de la dictación del Código Civil ya existía
la teoría de la causa ocasional, ya que ésta surge en la época medieval con el derecho canónico y
que, por lo tanto, Andrés Bello se habría apartado de los postulados de la teoría clásica en boga
en ese momento y habría seguido los postulados de esta otra teoría.
ii) Argumento de carácter legal: El inciso segundo del artículo 1467 del Código Civil señala
que la causa es el motivo que induce a la celebración del acto o contrato, lo que revela que se
está exigiendo la causa del contrato y no la causa de la obligación.
iii) El artículo 1445: Al señalar que "para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad", revela que se exige la causa del contrato.
c) Finalmente existe una postura mixta que señala que nuestro Código Civil exige tanto la
causa del contrato como la causa de la obligación. Dan como fundamento los artículos 1467 y
1445.
2. Nuestro Código Civil ¿Adopta un concepto de causa final inmediata o final (objetivo),
o una causa mediata u ocasional (subjetivo)? ¿Aprecia la causa desde un punto de vista
objetivo o subjetivo?
a) Hay unos partidarios de que nuestro Código Civil aprecia la causa desde un punto de vista
objetivo, adoptando un concepto de causa final inmediata: Señalan los siguientes argumentos:
i) Fundamentos de carácter histórico: Dicen que a la época de la dictación del Código Civil
estaba en boga la teoría clásica de la causa, la cual, sabemos, aprecia la causa desde un punto
de vista objetivo, y Andrés Bello habría seguido los postulados de esta teoría. Prueba de ello es el
artículo 1467 que prácticamente reproduce los postulados de Planiol a propósito de la causa de la
obligación en los contratos gratuitos, al señalar que la pura liberalidad o beneficencia es causa
suficiente.
ii) Argumentos de carácter legal: El artículo 1467 señala que no puede haber obligación sin
una causa real. Luego, que la causa sea real significa que debe existir. Al señalar nuestro Código
Civil que la causa debe ser real, que debe existir, quiere decir que el legislador se planteó la
hipótesis de que la causa puede faltar, hipótesis que sólo se puede verificar en la medida de que
la causa sea apreciada desde un punto de vista objetivo, por cuanto, si apreciamos la causa
desde un punto de vista subjetivo, ocurre que la causa nunca va a faltar porque siempre va a
existir un motivo que nos induce a la celebración del acto o contrato, de tal modo que no cabe
duda que nuestro Código Civil la está apreciando desde un punto de vista objetivo al decir que la
causa es real.
63
Que la causa puede faltar está fundamentado en el inciso tercero del artículo 1467, al
señalar que la promesa de dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa.
Finalmente estos autores señalan como argumento que el artículo 1467 es incompleto al
disponer que la causa es el motivo que induce al acto o contrato, debiendo éste haber dicho que
la causa es el motivo jurídico abstracto que induce a la celebración del acto o contrato, con lo cual
la objetiviza nuevamente.
b) Los partidarios de que nuestro Código Civil aprecia la causa desde un punto de vista
subjetivo, adoptando un concepto de causa final mediato u ocasional. Señalan como fundamentos
los siguientes:
i) Argumentos de carácter histórico: A la época de 1855 ya existía la teoría causal ocasional,
que nació con el derecho canónico.
ii) Argumentos del texto: El Artículo 1467 señala expresamente que la causa es el motivo
que induce a la celebración del acto o contrato, de modo que no cabe duda que nuestro Código
Civil adopta un concepto de causa final mediata u ocasional.
Este artículo, al decir que la causa debe ser real, quiere significar que la causa siempre
debe estar presente, por cuanto siempre va a existir un motivo que me induce a la celebración del
acto o contrato, de lo contrario, se trataría de un acto de demente, de una persona sin voluntad.
Señalan que tanto es así, que el juez sólo individualizando el motivo real, el motivo
verdadero que indujo a una de las partes a contratar, podría calificar la causa de lícita o ilícita.
Finalmente, señalan que el ejemplo que da el Artículo 1467 en su inciso tercero, no puede
ser tomado en su sentido literal, es decir, como falta de causa. Dicen que lo que ocurre es que en
el caso en comento, existe un motivo, una causa, pero equivocada, errada, y esta falsa o errada
causa es asimilada en doctrina a la ausencia de causa, pero que la realidad es que existe un
motivo.
c) Los partidarios de una postura mixta aceptan las dos causas: la inmediata y la mediata.
La inmediata tratándose de la causa de la obligación.
La mediata tratándose de la causa de acto o contrato.
El fundamento es el artículo 1467, ya que dicen que tratándose de la causa de la obligación
Andrés Bello habría seguido los postulados de la teoría clásica de la causa, y tratándose de la
causa del acto o contrato, habría seguido los postulados de la teoría de la causa ocasional.
Esta postura está totalmente de acuerdo con la doctrina y jurisprudencia francesa, con la
diferencia de que la teoría francesa no da un concepto de causa como la da nuestro Código Civil.
De acuerdo al artículo 1467 del Código Civil, la causa es “el motivo que induce al acto o
contrato”. Dicho concepto, corresponde al de la causa del contrato. No define el Código la causa
de la obligación, pero podríamos definirla como la circunstancia que induce al autor de un acto
jurídico o a la parte de una convención, para ejecutar una prestación en favor de otro 42. La causa
debe reunir dos requisitos, según el Código: ha de ser real y además lícita. Debemos entender
que estos requisitos deben ser cumplidos tanto por la causa del contrato cuanto por la causa de la
obligación. La causa no necesita expresarse sin embargo, agrega el artículo 1467. ¿Qué causa es
aquella que no es necesario expresar en el acto o contrato? Por cierto, la llamada causa ocasional
no queda reflejada en el contrato. Respecto de la causa final, aunque tampoco debe expresarse,
aparece implícita en el acto o contrato, en cuanto ella fluye de las prestaciones a que se obligan
las partes.
42
Teoría del Acto Jurídico, Juan Andrés Orrego Acuña, Pag. 83
64
ocasional. El acto jurídico no producirá otro efecto que el correspondiente a su estructura jurídica,
cualquiera que sea la idea que al respecto tengan las partes. Esta objetividad es la que distingue
la causa de los motivos.
De esta manera, la existencia de una causa real implica que ella sea verdadera. Esto no
significa que si la persona cree que la causa es una, pero es otra, el acto será inválido, pues el
acto tendrá siempre una causa real; tal es el caso del artículo 2295. Ahora bien, si derechamente
la causa no existe, el error de las partes, que creyeron que existía, no alterará la situación y el
acto seguirá careciendo de causa, incluso aunque se trate de un error de derecho: arts. 2297 y
2299 del Código Civil. En conclusión: si no hay causa, el acto es nulo aunque las partes por error
de hecho o de derecho crean que existe una causa. A la inversa, si hay una causa y las partes por
error creen que es otra o que no existe causa, el acto puede ser válido.
Cabe señalar que si se incurre en un error en cuanto a la persona, la sanción será la
correspondiente a ese vicio del consentimiento, pero no puede hablarse de falta de causa. En
otras palabras, el error en la persona se sancionará con la nulidad relativa, mientras que la falta de
causa con la nulidad absoluta.
De acuerdo con esta necesidad de existencia de una causa real, se ha fallado que carece
de ella la transacción sobre un pleito que había concluido: “Es nula la transacción si las partes
sabían que el pleito respecto del cual recae dicho contrato ya había fenecido. En este caso faltan
el objeto y la causa. Falta el objeto, porque no existiendo el derecho que disputar ni incertidumbre
de las partes sobre una relación de derecho que resolver, no ha podido obligarse una de ellas
para con la otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa, que es lo que constituye una convención o
43
Vial del Río, Víctor, Teoría General del Acto Jurídico., pág. 145
65
contrato y lo que determina el objeto de toda declaración de voluntad según los artículos 1438 y
1460 del Código Civil. Falta la causa, porque no existe motivo real ni aun aparente que haya
inducido a las partes a la celebración del contrato, esto es, a poner fin extrajudicialmente a un
litigio terminado ya por los tribunales de justicia”(fallo de mayo de 1909, de la Corte
Suprema).También han concluido nuestros tribunales que si no se entrega por el mutuante la
cantidad objeto del contrato, el contrato de mutuo carece de causa (sentencias de la Corte
Suprema de abril de 1933, noviembre de 1938, junio de 1940 y marzo de 1942). De igual forma,
que carece de causa la compraventa si los derechos vendidos sobre un inmueble pertenecían al
comprador o no existían (Corte de Valdivia, sentencia de noviembre de 1933).
La necesidad de una causa real se desprende, además de lo establecido expresamente en
el artículo 1467 del Código Civil, de lo dispuesto en el artículo 2299 del Código Civil. Igual
necesidad de causa real considera el artículo 1816 del Código Civil, al disponer que la compra de
cosa propia no vale.
Lo anterior, cabe tratándose de actos jurídicos onerosos. Si el acto es a título gratuito, no
se concibe la falta de causa, dado que siendo el fin la mera liberalidad, siempre habrá una causa,
siempre se obtendrá el fin de hacer la liberalidad. Es casi imposible separar aquí la causa del
consentimiento.
PRUEBA DE LA CAUSA
Atendido lo dispuesto en los arts. 1467 y 1698, puede concluirse que la causa se presume,
desde el momento en que la ley no exige expresarla en el acto o contrato. Como señala nuestra
jurisprudencia, probar que una obligación carece de causa real y licita corresponde a quien alega
tal hecho, ya que si bien es cierto no puede haber obligación sin causa real y lícita, no es menos
cierto que no es necesario expresarla, por lo cual el hecho de que no se exprese no basta para
deducir que la obligación carece de ella. En síntesis, el que pretenda que el acto o contrato o que
las obligaciones en él contendidas carecen de causa, deberá probarlo, prueba muy difícil por
cierto.
La falta de causa puede acreditarse:
44
Se entiende por buenas costumbres todos los hábitos que se conforman con las reglas morales de un estado social determinado. Es
un concepto esencialmente relativo, si se consideran distintos lugares dentro de un país o distintas épocas y países. Pero no obstante
la relatividad apuntada, como dicen Planiol y Ripert hay un cuerpo común de doctrinas morales que la civilización occidental ha tomado
de la filosofía antigua y de las tradiciones cristianas, que forman un sustrato moral esencial aceptado por todas las naciones civilizadas.
66
Para una parte de la doctrina, la falta de causa acarrea la inexistencia jurídica. Para otros
(A. León entre ellos), la sanción, atendiendo a nuestra legislación positiva, será la nulidad
absoluta. La misma opinión sostiene Alessandri. Los partidarios de la nulidad plantean los
siguientes argumentos:
El art. 1682 del Código Civil dispone que hay nulidad absoluta si se omite “algún requisito
o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en
consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los
ejecutan o acuerdan”, y entre tales requisitos está indiscutiblemente la causa.
Además, en numerosos casos el legislador sanciona la falta de causa con la nulidad
absoluta: arts. 1630; 1814; 2452; 2455, etc.
A su vez, el art. 1467 equipara la causa real a la causa lícita, de manera que la falta de
causa real debe tener igual sanción que la causa ilícita.
La jurisprudencia ha llegado a la misma conclusión en forma constante.
1. Tanto en el error sustancial como en el error en la persona hay un error en los motivos, una
falsa causa, una errada causa. Por ello encontramos la relación entre la causa y estos vicios del
consentimiento. Por ejemplo: Si contrato a Plácido Domingo y aparece Buddy Richard, aparece un
error motivo.
El error motivo no tiene relevancia jurídica, no se puede invocar.
El error sobre los motivos no vicia el consentimiento, no es relevante.
En el único caso en que el error motivo es relevante es en el caso del inciso tercero del
artículo 1467, y no es relevante en el sentido de que vicia el consentimiento, sino en el sentido de
que equivale a la ausencia de causa, tal como lo expresa la citada disposición. Para los
tratadistas hay una causa pero errada.
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Artículo 1467. No puede haber obligación sin una causa real y lícita; pero no es necesario
expresarla. La pura liberalidad o beneficencia es causa suficiente.
Se entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato; y por causa ilícita la
prohibida por ley, o contraria a las buenas costumbres o al orden público.
Así la promesa de dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa; y la
promesa de dar algo en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita.
La única forma de echar abajo un acto en que incide el error en la sustancia o en la persona
es alegando nulidad relativa, por encontrarse viciado el consentimiento, y no cabe alegar nulidad
absoluta por falta de causa.
FRAUDE A LA LEY
Se cita como ejemplo típico de un caso de fraude a la ley aquel en que los cónyuges de
común acuerdo plantean un juicio de separación judicial y obtenida la sentencia celebran un
contrato de compraventa y se reconcilian con posterioridad.
Como vimos anteriormente el artículo 1796 declara que es nulo el contrato de
compraventa entre cónyuges no divorciados perpetuamente. Sin embargo, en el caso del ejemplo
podría parecer que todos los actos que se celebraron fueron lícitos, si bien se tuvo por objeto
burlar la ley.
1° Que, a través del acto, se obtenga en forma indirecta el resultado que la ley no quiere
(elemento material u objetivo).
2° La intención o ánimo de defraudar o burlar la ley (elemento psicológico o subjetivo).
¿Es necesaria la concurrencia de ambos elementos para que exista fraude a la ley?
Algunos sostienen que para que exista fraude a la ley basta la concurrencia del primer
elemento, del elemento material objetivo, por cuanto dicen que no siempre existe el ánimo de
defraudar la ley. Para estos autores, el elemento intencional no sería de esencia del fraude a la
ley. Para ellos, hay fraude cada vez que, a través de actos voluntarios, muchas veces no
intencionales, se crea una situación conforme a la ley según su letra, pero violada según su
espíritu.
68
Otros, en cambio, sostienen que para que exista fraude a la ley es indispensable el ánimo
defraudatorio, es decir, la intención de burlar la ley. Es aquí donde la causa se vincula con el
fraude a la ley, porque para estos autores, en el acto en fraude a la ley habría una causa ilícita, y
ello precisamente por la intención de burlar la ley.
La doctrina mayoritaria ha señalado que la ilicitud no está en el acto mismo, el que no
contraviene directamente el ordenamiento jurídico, sino que la ilicitud se encuentra en los motivos
perseguidos con la realización del conjunto de actos o procedimientos en fraude a la ley45.
La sanción para los actos en fraude a la ley es la nulidad absoluta, por cuanto se equipara
a los actos contra ley, es decir, aquellos prohibidos por la ley. Ello, de conformidad a lo dispuesto
en el artículo 10 del Código Civil: “Los actos que prohíbe la ley son nulos y de ningún valor; salvo
en cuanto designe expresamente otro efecto que el de nulidad para el caso de contravención”.
LA SIMULACION
Requisitos.
Clasificación de la Simulación.
45
En nuestra opinión el fraude a la ley no es un conjunto de actos que individualmente considerados sean lícitos, pero cuyo objetivo
final es burlar la ley. Ello porque un conjunto de actos lícitos no pueden producir uno ilícito. El fraude a la ley es un conjunto de actos
que considerados individualmente son aparentemente lícitos, pero que en realidad adolecen de causa ilícita porque se celebran
precisamente para producir un fin ilícito, cual es burlar la ley.
69
2. Ilícita: es aquella en que las partes persiguen el propósito de perjudicar a terceros. Por
ejemplo, simular una compraventa para evitar el pago del impuesto a las donaciones. Esta
simulación ilícita está sancionada en el artículo 471 N°2 del Código Penal46.
a. Simulación absoluta: es aquella en que las partes otorgan un acto jurídico aparente que en
realidad no existe. El acto simulado no encubre otro acto real. Por ejemplo, una persona tiene
muchas deudas y sabe que en cualquier momento lo van a embargar, entonces, simula un
contrato de compraventa con un amigo traspasándole todos sus bienes.
b. Simulación relativa: es aquella en que las partes otorgan un acto jurídico distinto del que
realmente están celebrando, distinto en relación a su naturaleza, a su contenido o a las partes.
i) En relación a su naturaleza. Por ejemplo: se celebra una aparente compraventa, pero en
realidad es una donación.
ii) En relación a su contenido. Por ejemplo, cuando el objeto, el precio o la fecha del acto
simulado son diferentes al del acto que realmente celebran, o cuando las partes simulan una
modalidad, que en realidad no existe.
iii) En relación a las partes. Compra Juan, pero en realidad compra Pedro. Este caso es
frecuente en aquellos casos en que se trata de eludir una incapacidad. Por ejemplo, supongamos
que Diego es relativamente incapaz (disipador declarado en interdicción) y quiere comprarse un
auto. Como su curador no lo autoriza, le pide a Marcelo que compre el auto a su nombre.
Consecuencias de la Simulación.
Efectos de la Simulación
1. Entre las partes: Entre las partes tiene plena aplicación el artículo 1560, es decir, prima la
voluntad real por sobre la voluntad declarada. El acto simulado no existe entre las partes. De esta
manera, supongamos que las partes aparentan celebrar un contrato de compraventa de un bien
raíz, pero en realidad, celebran un contrato de donación. El donante no podría dirigirse con
posterioridad contra el donatario para el pago del precio ya que éste podría oponerse mediante la
excepción de simulación.
46
“Será castigado con presido o relegación menores en sus grados mínimos o multas de once a veinte sueldos vitales:
1º El dueño de una cosa mueble que la sustrajere de quien la tenga legítimamente en su poder, con perjuicio de éste o de un tercero.
2º El que otorgare en perjuicio de otro un contrato simulado.
3º Derogado.”
70
2. Respecto de terceros: En este caso hay que distinguir entre los terceros que quieren
aprovecharse de la voluntad real y aquellos que quieren aprovecharse de la voluntad declarada.
Tratándose de los terceros que quieren aprovecharse de la voluntad real, lo que los
perjudica es la voluntad declarada, es decir, el acto simulado, por lo tanto, deberán ejercer la
respectiva acción de simulación, absoluta o relativa según sea el caso.
Tratándose de los terceros que quieren aprovecharse de la voluntad declarada, lo que os
perjudica es la voluntad real. En este caso, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 1707, la
voluntad real es inoponible a terceros. Por lo tanto, en este caso la sanción será la inoponibilidad
(artículos 1700 y 1707).
Acción de simulación.
Es aquella acción ejercida por la parte o terceros a quienes la simulación perjudica con el
objeto de que el juez declare cuál ha sido la voluntad real de las partes.
Los titulares de esta acción serán, por lo general, los terceros a quienes el contrato simulado
perjudica y también, las partes, cuando la otra desconoce el vínculo real.
Esta acción de simulación puede ser:
a) Absoluta: es aquella que tiene por objeto dejar sin efecto un acto jurídico aparente que, en
realidad, no existe.
b) Relativa: es aquella que tiene por objeto dejar sin efecto un acto jurídico distinto al que
realmente las partes celebraron, dejando al descubierto el contrato realmente celebrado por las
partes, el cuál podrá ser atacado por la causal de ineficacia jurídica que corresponda.
LAS FORMALIDADES
Son ciertos requisitos que dicen relación con la forma o aspecto externo de los actos
jurídicos, requeridas por la ley con objetivos diversos y cuya omisión se sanciona en la forma
prescrita por el legislador.
Podemos agruparlas de la siguiente manera:
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Éstas se clasifican en aquellas requeridas para la existencia del acto jurídico y aquellas
requeridas para la validez del acto jurídico.
La regla general, es que los actos o contratos sean consensuales, es decir, que se
perfeccionan por el simple consentimiento de las partes. La excepción, son los actos jurídicos
solemnes. Por ejemplo, es solemne el contrato de compraventa de bienes raíces, consistiendo la
solemnidad en el otorgamiento de escritura pública. Si se omite la escritura pública la sanción será
la inexistencia.
Las solemnidades no se presumen, sino que deben estar expresamente señaladas por la
ley. Sin embargo, las partes pueden, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad, darle el
carácter de solemne a un acto jurídico que no lo es, que es simplemente consensual (artículo
1802).
Formalidades Habilitantes
Son requisitos exigidos por la ley, para completar la voluntad de un incapaz o para
protegerlo. Por lo general, esta formalidad consiste en la autorización que debe dar una
determinada persona.
Es así que el artículo 260 dispone que se requiere de la autorización del padre, la madre o
del curador adjunto para ciertos actos del hijo sujeto a patria potestad.
Por otra parte, existen numerosas disposiciones que establecen una formalidad habilitante
de protección para los incapaces, como por ejemplo, los artículos 254, 393, 1749, entre otros.
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En el caso del artículo 393, para que se puedan enajenar o gravar los bienes raíces del
pupilo también se requiere autorización judicial, la que constituye una formalidad habilitante. Por
su parte, el artículo 394 exige que la venta de cualquiera parte de los bienes del pupilo se haga en
pública subasta, la que también es una formalidad habilitante.
Por su parte, los artículos 1749 y 1754 exigen al marido autorización de la mujer para una
serie de actos que se realicen respecto de los bienes sociales (artículo 1749) y propios de la mujer
(artículo 1754); como por ejemplo, enajenar bienes raíces.
En este caso la ley exige una formalidad habilitante al marido no por su estado civil de
casado, sino por la calidad de las partes en el, en nuestro concepto, contrato de sociedad
conyugal, ya que actualmente la mujer casada en este régimen matrimonial es plenamente capaz
y sólo tiene una incapacidad especial para administrarla. La calidad de administrador ordinario de
la saciedad conyugal se la atribuye la ley al marido por el sólo hecho del matrimonio.
La sanción que reciben los actos o contratos en que se ha omitido una formalidad
habilitante exigida por la ley es, por regla general, la nulidad relativa, por tratarse de la omisión de
una formalidad exigida por la ley para el valor de ciertos actos o contratos en consideración al
estado o calidad de las personas que lo ejecutan o acuerdan. Así se desprende de lo dispuesto en
el inciso final del artículo 1682, confrontado con los incisos 1º y 2º: “cualquiera otra especie de
vicio produce la nulidad relativa, y da derecho a la rescisión del acto o contrato” (los incisos 1º y 2º
señalan las causales de nulidad absoluta).
Son aquellas en que la ley, para los fines de prueba de un acto no solemne, requiere de un
documento, de modo tal que sin este documento, aún cuando el acto sea plenamente válido, no
podrá probarse por testigos. A esto se refieren los artículos 1708 a 1711.
“Artículo 1708. No se admitirá prueba de testigos respecto de una obligación que haya
debido consignarse por escrito”.
De conformidad a lo dispuesto en el artículo 1709, deberán constar por escrito los actos o
contratos que contienen la entrega o promesa de una cosa que valga más de dos unidades
tributarias.
El artículo 1710 es claro al señalar que “Al que demanda una cosa de más de dos unidades
tributarias de valor no se le admitirá la prueba de testigos, aunque limite a ese valor la demanda.
Tampoco es admisible la prueba de testigos en las demandas de menos de dos unidades
tributarias, cuando se declara que lo que se demanda es parte o resto de un crédito que debió ser
consignado por escrito y no lo fue."
Finalmente, el artículo 1711 establece que se exceptúan de lo dispuesto en los artículos
1708 a 1710, los casos en que haya un principio de prueba por escrito, es decir, un acto escrito
del demandado o de su representante, que haga verosímil el hecho litigioso.
El inciso 2 del artículo 1711 consagra: “Así un pagaré de más de dos unidades tributarias
en que se ha comprado una cosa que ha de entregarse al deudor, no hará plena prueba de la
deuda porque no certifica la entrega; pero es un principio de prueba para que por medio de
testigos se supla esta circunstancia”. Por ejemplo, Pedro compra un auto y para garantizar el pago
del precio acepta un pagaré a favor del vendedor con vencimiento a 90 días. Ese pagaré no
acredita que el vendedor entregó efectivamente el auto al comprador, lo único que acredita es que
hay una obligación, pero autoriza para recurrir a la prueba de testigos.
73
El artículo 1711 establece en su inciso final que “se exceptúan también los casos en que
haya sido imposible obtener una prueba escrita, y los demás expresamente exceptuados en este
Código y en los Códigos especiales”.
La sanción por la omisión de las formalidades por vía de prueba es que no se podrá probar
por medio de testigos el acto o contrato de que se trate.
Son aquellas que tienen por objeto proteger a los terceros que puedan verse afectados por
los efectos de un acto jurídico. Con este propósito, por ejemplo, la ley exige la inscripción en un
registro público o la publicación de avisos en un periódico.
La doctrina clasifica estas formalidades por vía de publicidad en: a) Medidas de publicidad
de simple noticia; y, b) Medidas de publicidad sustanciales.
1. Medidas de publicidad de simple noticia.
Son aquellas que tienen por objeto poner en conocimiento de terceros, las relaciones
jurídicas de otras personas en que puedan tener interés. Por ejemplo, la notificación al público por
medio de tres avisos en un periódico, de los decretos de interdicción provisoria o definitiva del
demente o disipador. También las publicaciones que deben efectuarse en el Diario Oficial en el
caso de la muerte presunta.
La sanción por la omisión de estas formalidades da derecho a la persona perjudicada a ser
indemnizada por los perjuicios que hubiere sufrido. La omisión de este tipo de formalidades
constituye un delito civil.
Los efectos de los actos jurídicos están constituidos por el fin práctico que
persiguen el autor o las partes al ejecutar o celebrar esos actos y que la ley positiva reconoce. En
definitiva, son los derechos y obligaciones que de ellos emanan, se transfieren, modifican o
extinguen.
Clasificación.
Los efectos de los actos jurídicos admiten una doble clasificación. En primer término se
distingue entre:
a) Efectos esenciales: son aquellos que determina la ley no pudiendo el autor o las partes
sustraerse a ellos. Por ejemplo, la obligación del vendedor de hacer la tradición o entrega de la
cosa y la del comprador de pagar el precio en el contrato de compraventa.
b) Efectos naturales: son aquellos que están establecidos por la ley, pero el autor o las partes,
en virtud del principio de la autonomía de la voluntad, pueden sustraerse a ellos sin afectar la
47
Normalmente, esto va acompañado de una escritura pública o privada que da cuenta de la cesión. La notificación conviene hacerla
judicialmente, pero puede ser por carta certificada.
74
existencia o validez del acto. Por ejemplo, la obligación de saneamiento, también en el contrato de
compraventa.
c) Efectos accidentales: son aquellos que el autor o las partes pueden incorporar en virtud de
su autonomía privada. Cualesquiera otros, siempre que no sean contrarios a la ley, la moral, el
orden público y las buenas costumbres.
a) Efectos directos: son aquellos que surgen como consecuencia inmediata y directa de los
actos jurídicos. Por ejemplo, la obligación de pagar el precio y de hacer la tradición o entrega de la
cosa en la compraventa.
b) Efectos indirectos: son aquellos que resultan como una consecuencia mediata o indirecta
de los actos jurídicos celebrados. Por ejemplo, el derecho de pedirse alimentos entre los cónyuges
en el contrato de matrimonio.
Personas respecto de las cuales los actos jurídicos producen sus efectos
La regla general es que los actos jurídicos produzcan sus efectos respecto del autor o de
las partes, que son quienes los hicieron nacer a la vida del derecho (principio de la relatividad de
los efectos de los contratos). Ellos son quienes pueden fijar sus alcances.
Por lo mismo, si son el autor o las partes los que han fijado el contenido y efecto de los
actos jurídicos, son éstos también libres para dejarlos sin efecto. Por ejemplo, el testador puede
revocar las disposiciones contenidas en su testamento mientras viva (art. 999), los contratantes
pueden dejar sin efecto el contrato celebrado (artículo 1567 inciso 1º), etc.
Para que la revocación de un acto jurídico tenga efecto es necesario:
i) Que proceda del autor que lo ejecutó o de las partes que lo celebraron.
ii) Que se observen los mismos requisitos o formalidades del acto que se deja sin
efecto.
Ya señalamos que por regla general los actos jurídicos producen sus efectos respecto del
autor o de las partes. Sólo excepcionalmente producen efectos respecto de terceros.
En los actos jurídicos unilaterales, los efectos, por lo general, no se radican exclusivamente
en el autor, sino que, necesariamente, van a alcanzar a terceros. Así ocurre, por ejemplo, entre
los herederos y los legatarios, que son acreedores testamentarios, o, entre el oferente y el
aceptante. Sabemos que la oferta es un acto jurídico unilateral en virtud del cual una persona
propone a otra la celebración de un determinado acto o contrato. Resulta ridículo pensar que los
efectos de la oferta se radicarán únicamente en el oferente; sus efectos necesariamente van a
alcanzar al destinatario de la oferta, quien, una vez aceptada la oferta, habrá creado una relación
jurídica con el oferente.
Tratándose de los actos jurídicos bilaterales, la regla general es que éstos sólo produzcan
efectos entre las partes. Sin perjuicio de ello, puede ocurrir que un acto jurídico bilateral produzca
efectos respecto de terceras personas. En doctrina se dan como ejemplo de convenciones que
producen efectos, en forma directa, respecto de terceros que no son parte en el contrato, la
estipulación en favor de otro (artículo 1449), y la promesa de hecho ajeno (artículo 1450). Algunos
autores mencionan también la novación.
Esta figura sumamente usada consiste en que una persona contrata con otra, pero estipula
por o a favor de un tercero para que los efectos del contrato se radiquen en éste sin que el
primero sea su representante legal. Este tercero luego deberá aceptar expresa o tácitamente y
mientras no acepte, las partes pueden revocar el contrato por su propia voluntad.
Es la aceptación del tercero la que hace que éste pueda demandar lo estipulado en el
contrato, aceptación que en realidad lo transforma en parte de él haciéndole adquirir derecho y
obligaciones (el tercero reemplaza a la parte que estipuló en su favor).
b) La promesa de hecho ajeno: dice el artículo 1450, “siempre que uno de los contratantes se
compromete a que por una tercera persona, de quien no es legítimo representante, ha de darse,
hacerse o no hacerse alguna cosa, esta tercera persona no contraerá obligación alguna, sino en
virtud de su ratificación; y si ella no ratifica, el otro contratante tendrá acción de perjuicios contra el
que hizo la promesa”.
En la promesa del hecho ajeno ocurre algo similar a la estipulación a favor de un tercero.
Mientras el tercero no ratifica, no se obliga a dar, hacer o no hacer una cosa, pero cuando lo hace
pasa a ser parte de la convención y por eso se obliga.
Agreguemos que en todo caso, quien prometió por el tercero que éste iba a dar, hacer o no
hacer alguna cosa y este tercero no ratifica, queda obligado a indemniza los perjuicios
correspondientes a la persona a quien le prometió el hecho del tercero.
c) La novación: en cuanto liberta a los deudores solidarios o subsidiarios que no han accedido
a ella (artículo 1645)
Si varias personas son deudoras solidarias y uno de los codeudores nova la obligación sin
que los otros accedan a la nueva, se extingue la obligación originaria de ellos aunque no sean
parte del contrato de novación. Lo mismo ocurre con el fiador.
Dentro de los terceros distinguimos los terceros absolutos de los terceros relativos.
A los primeros no los afectan de ninguna forma los actos celebrados por otras personas,
salvo casos excepcionales como los que acabamos de ver, pero, a los segundos, pueden llegar a
afectarles.
b) Los sucesores o causa habitantes a título singular: dentro de este grupo encontramos en
primer lugar al legatario, que es un tercero relativo porque aunque no responde de las deudas del
causante, tiene responsabilidad subsidiaria con respecto a los herederos por las deudas que el
causante contrajo en vida (deudas hereditarias) y sólo hasta el monto de su legado. También el
donatario en un tercero relativo, como asimismo el que compra una cosa que estaba hipotecada,
pues puede verse afectado aunque no haya participado en el contrato de hipoteca porque sucede
en las obligaciones al vendedor.
En otras palabras, los sucesores o causa habientes a título singular pueden serlo entre
vivos o por causa de muerte.
c) Los acreedores de las partes: los acreedores, antes que nada, tiene un derecho general
de prenda sobre todos los bienes del deudor (artículo 2465). Cada acto del deudor que aumente o
disminuya su patrimonio afecta al acreedor en la posibilidad de pagarse de su crédito. Además, el
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deudor puede otorgar garantías reales con sus bienes, por ejemplo una hipoteca, y, en tal caso,
está dando, además, un derecho preferente al acreedor hipotecario por sobre sus otros
acreedores.
La ineficacia jurídica, puede definirse como la sanción impuesta por ordenamiento jurídico a
aquellos actos en que se ha omitido un requisito de existencia o de validez, o se ha omitido un
requisito necesario para que el acto jurídico produzca efectos respecto de terceros, o bien, por
haberse incurrido o haberse producido un hecho posterior al nacimiento del acto que le resta
eficacia.
LA INEXISTENCIA
Hasta hoy en día existe una problemática que consiste en determinar si la teoría de la
inexistencia tiene o no cabida en nuestro Código Civil, o sólo en la doctrina. Hay dos posturas:
Algunos autores, encabezados por Luis Claro Solar dice que nuestro Código Civil acoge la
teoría de la inexistencia, es decir, no sólo tiene cabida en la doctrina sino que tiene asidero legal.
Claro Solar da como fundamentos los siguientes:
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a) El artículo 1444 dice que son elementos de la esencia aquellos sin los cuales el contrato
"no produce efecto alguno", es decir, es inexistente, no nació a la vida del derecho 48, por lo que
nuestro Código Civil estaría reconociendo la teoría de la inexistencia.
b) El artículo 1701 dispone que la falta de instrumento público no puede suplirse por otra
prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad; y “se mirarán como no
ejecutados o celebrados”… Si se miran como no ejecutados o celebrados significa que son
inexistentes, no producen efectos, por lo que se estaría reconociendo dicha teoría.
d) El artículo 1814 inciso primero establece que la venta de una cosa que al tiempo de
perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe, “no produce efecto alguno”.
Cuando dice "no produce efecto alguno", es decir, no existe.
e) El artículo 2055 establece que “No hay sociedad”, si cada uno de los socios no pone
alguna cosa en común, ya consista en dinero o efectos, ya en una industria, servicio o trabajo
apreciable en dinero. Al decir "no hay sociedad" estaría reconociendo la teoría de la inexistencia.
Por otro lado, hay autores que sostienen que el Código Civil no acoge la teoría de la
inexistencia y que ésta sólo tiene cabida en la doctrina. Estos autores están encabezados por
Arturo Alessandri Rodríguez, que da como fundamentos los siguientes:
a) No cabe duda que nuestro Código Civil regula la nulidad como causal de ineficacia jurídica y
no la inexistencia. Prueba de ello, es que el Título XX del Libro IV habla “De la nulidad y rescisión”
y no dice nada respecto de la inexistencia.
b) Señala que artículo 1682 sanciona con la nulidad absoluta la omisión de un requisito de
existencia. En efecto, esta disposición sanciona con nulidad absoluta el objeto y la causa ilícita, y
luego (es aquí donde dice que el Código se refiere a la omisión de un requisito de existencia),
sanciona con la nulidad absoluta "la omisión de algún requisito o formalidad que las leyes
prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en consideración a la naturaleza de ellos, y
no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan". Alessandri dice que
cuando el Código sanciona con la nulidad absoluta la omisión de algún requisito o formalidad que
las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en consideración a su naturaleza, se
está refiriendo a la omisión de un requisito de existencia y lo sanciona expresamente con la
nulidad absoluta lo que significa necesariamente que el Código Civil no acoge la teoría de la
inexistencia.
c) Como último fundamento, señala Alessandri que el artículo 1682, sanciona con la nulidad
absoluta los actos de los absolutamente incapaces, resulta que los absolutamente incapaces
carecen de voluntad. Si carecen de voluntad significa que se ha omitido un requisito de existencia,
que es la voluntad, por lo tanto, la sanción debería ser la inexistencia, pero el Código lo sanciona
con la nulidad absoluta lo que demuestra que no acoge la teoría de la inexistencia.
Acto seguido, Luis Claro Solar viene a destruir los argumentos de Alessandri con los
siguientes contra argumentos:
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En circunstancias de que un acto jurídico que adolece de un vicio de nulidad existe mientras no sea declarada por sentencia judicial.
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a) Si bien es cierto que nuestro Código Civil no tiene Título que reglamente la inexistencia, ello
se debe a que la inexistencia es la nada y la nada no admite regulación alguna.
b) Dice que no es efectivo que el artículo 1682 sancione con la nulidad absoluta la omisión de
un requisito de existencia al referirse a "la omisión de algún requisito o formalidad que las leyes
prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en consideración a la naturaleza de ellos, y
no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan". Señala que cuando la ley
habla de la omisión de estos requisitos o formalidades se está refiriendo a la omisión de las
solemnidades requeridas para la validez del acto jurídico.
c) Finalmente, dice que los absolutamente incapaces tiene una voluntad aparente, por lo tanto,
no se está sancionando con la nulidad absoluta la omisión de un requisito de existencia.
En ambas posturas, encontramos argumentos válidos, algunos más fueres que otros, pero
no cabe duda que nuestro Código Civil en numerosos artículos utiliza las expresiones “no produce
efecto alguno”, “se entenderán como no ejecutados o celebrados”, “no hay contrato”, etc.,
expresiones que evidentemente se están refiriendo a la inexistencia. En cambio cuando el Código
se refiere a la nulidad, utiliza la expresión valor. Así por ejemplo, el artículo 10 dispone que “los
actos prohibidos por la ley son nulos y de ningún valor”; el artículo 1682, por su parte, dice “la
omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o
contratos…”
En conclusión, cada vez que falte la voluntad, el objeto, la causa o alguna formalidad
requerida para la existencia del acto jurídico, la sanción será la inexistencia. Y cada vez que la
voluntad se encuentre viciada, exista un objeto o causa ilícita o se omita algún requisito o
formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en consideración a
su naturaleza o a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan, la sanción será
la nulidad49.
Toda esta discusión también tiene importancia práctica, ya que existe bastante diferencia
entre lo que es inexistencia entre inexistencia y nulidad no sólo tiene importancia doctrinaria, sino
también importancia práctica, dado que existen diferencias fundamentales entre una y otra:
a) El acto jurídico inexistente no existe, ni ha nacido a la vida del derecho, y por ende, no
produce efectos; en cambio, el acto jurídico nulo nace a la vida del derecho, pero nace viciado y
produce todos sus efectos mientras la nulidad no sea declarada por sentencia judicial.
c) El acto inexistente no puede sanearse; en cambio, el acto que es nulo, sí puede sanearse,
distinguiéndose entre nulidad absoluta y relativa.
d) La inexistencia puede alegarla cualquier persona; la nulidad sólo pueden alegarla ciertas
personas, distinguiéndose entre nulidad absoluta y relativa.
e) La nulidad sólo aprovecha a las partes del pleito (art. 1690); de la inexistencia puede
aprovecharse cualquier persona.
LA NULIDAD
49
Haciendo abstracción de lo que dicen estos dos autores, si nos remitimos a la Ley de Sociedades Anónimas, Ley Nº18.046, nos
encontramos con una disposición que establece claramente la inexistencia y no la nulidad. En efecto, el artículo 6, señala que es
inexistente la sociedad que no se ha constituido por escritura pública o en que falta la inscripción o publicación, dentro de los plazos
señalados.
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El artículo 1681 distingue entre nulidad absoluta y nulidad relativa, Cuando se refiere a la
especie del acto o contrato se trata de nulidad absoluta y cuando se refiere al estado o calidad de
las partes, a la nulidad relativa. Éstas se diferencian en cuanto a su fundamento, en cuanto a las
causales, en cuanto a quienes pueden alegar uno u otro tipo de nulidad y en cuanto a la forma de
sanearse.
Sin embrago, hay ciertas características comunes a ambos tipos de nulidad:
a) Ambas son tratadas como un modo de extinguir las obligaciones (artículo 1567 N°8)
Cabe señalar que con la declaración de nulidad lo que se extingue es el acto jurídico en el
cual incide el vicio de nulidad o rescisión, y como consecuencia de la extinción del acto jurídico se
extingue la obligación, siempre y cuando la obligación no haya sido cumplid. Si la obligación ya
fue cumplida, significa que se extinguió por otro modo, que, generalmente, será el pago, de modo
tal que el efecto de la declaración de nulidad no será la extinción de la obligación, porque ésta
desde que fue cumplida ya se extinguió, sino que el efecto será el de retrotraer a las partes al
estado anterior a la celebración del acto o contrato dando lugar a las prestaciones mutuas entre
las partes.
i) Ambas pueden alegarse como acción o como excepción. Como acción, cuando
Pedro directamente demanda la nulidad del acto o contrato; como excepción, cuando Pedro,
demandado por Juan, se opone diciendo “momento, este contrato es nulo”.
ii) Tanto la acción como la excepción de nulidad son irrenunciables 50. Esta
irrenunciabilidad constituye una excepción a lo dispuesto en el artículo 12, que establece: “Podrán
renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo miren al interés individual del
renunciante, y que no esté prohibida su renuncia."
iii) Ambas clases de nulidad son sanciones civiles y, por ende, no pueden aplicarse por
analogía; no cabe respecto de ellas un procedimiento extensivo de interpretación, son sanciones
de derecho estricto que sólo proceden en los casos expresamente señalados por la ley.
iv) La nulidad judicialmente declarada, sólo aprovecha a las partes del pleito.
Reglamentación de la nulidad.
En nuestra legislación, no existe una teoría unitaria acerca de la nulidad, que sea aplicable
para todos los actos jurídicos. Las normas del Título XX del Libro IV se aplican únicamente a los
actos jurídicos patrimoniales y, en especial, a los contratos, pero no a la generalidad de los actos
jurídicos.
Así por ejemplo, estas normas no se aplican a los actos jurídicos extrapatrimoniales, como
son los actos de familia, que, por sus particulares características, se rigen por normas especiales.
Tampoco se aplican en el ámbito del derecho público ni tiene cabida en los actos jurídicos
procesales.
Clasificación de la nulidad.
La nulidad se clasifica en nulidad absoluta y nulidad relativa. Pero, además, admite otras
clasificaciones. Así, por ejemplo podemos distinguir entre:
50
Artículo 1469. Los actos o contratos que la ley declara inválidos, no dejarán de serlo por las cláusulas que en ellos se introduzcan y
en que se renuncie la acción de nulidad.
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a) Nulidad total: Existe cuando el vicio afecta a todas las partes y cláusulas del acto jurídico;
por ejemplo, un contrato otorgado por un demente.
b) Nulidad parcial: Existe cuando el vicio sólo afecta a una parte o una cláusula del acto
jurídico, o bien, a una parte o a un elemento de una cláusula del acto jurídico; por ejemplo, cuando
se compran varios objetos y respecto de uno de ellos se incurre en error sustancial.
Esta nulidad parcial puede traer como consecuencia una nulidad total o una nulidad parcial.
Va a ser total cuando el resto el acto jurídico no puede subsistir sin la parte nula. Se dice que la
parte afectada por el vicio sufre la nulidad consecuencial o por resultado, según la doctrina. Será
parcial, cuando el resto del acto jurídico pueda perfectamente seguir existiendo sin la parte nula.
Esta nulidad parcial es frecuente en actos jurídicos como el testamento, donde su contenido es
variado y puede constar en diversas cláusulas, cuyo objeto, causa y titulares favorecidos son
distintos. Así, hay normas relativas al testamento que dejan en evidencia que el testamento sigue
siendo válido, no obstante algunas cláusulas nulas; ejemplo, artículos1059 y 1060.
La jurisprudencia hace aplicación frecuente de la nulidad parcial.
a) Nulidad expresa: es aquella que está expresamente establecida en la ley. Ejemplo, artículo
1796.
b) Nulidad tácita o virtual: es aquella que no está expresamente establecida en la ley, sino
que se deduce de la aplicación de las reglas generales en materia de nulidad.
Por ejemplo, el artículo 1795 nos remite a las reglas generales en materia de capacidad:
artículos 1446 y 1447.
Artículo 1795. Son hábiles par el contrato de venta todas las personas que la ley no declara
inhábiles para celebrarlo o para celebrar todo contrato.
Artículo 1446. Toda persona es legalmente capaz, excepto aquellas que la ley no declara
incapaces.
Artículo 1447. Son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y los
sordomudos que no pueden darse a entender por escrito.
Sus actos no producen ni aun obligaciones naturales, y no admiten caución.
Son también incapaces los menores adultos y los disipadores que se hallen bajo interdicción
de administrar lo suyo. Pero la incapacidad de las personas a que se refiere este inciso no es
absoluta, y sus actos pueden tener valor en ciertas circunstancias y bajo ciertos respectos,
determinados por las leyes.
Además de estas incapacidades hay otras particulares que consisten en la prohibición que
la ley ha impuesto a ciertas personas para ejecutar ciertos actos.
LA NULIDAD ABSOLUTA
Fundamento.
La nulidad absoluta está establecida en interés general de la sociedad, de modo que
sobrepasa el interés particular de los contratantes, y tanto es así, que incluso puede ser alegar por
el Ministerio Público en el sólo interés de la moral y de la ley (artículo 1683).
Omisión de los requisitos o formalidades que la ley establece para el valor de un acto o
contrato en consideración a su naturaleza y no al estado o calidad de las partes (referido a
las solemnidades exigidas para la validez del acto o contrato).
Actos de los absolutamente incapaces.
Incapacidades particulares contenidas en normas prohibitivas, a menos que la ley
establezca una sanción especial.
Falta de voluntad.
Falta de objeto.
Falta de causa.
Omisión de las solemnidades requeridas para la existencia del acto jurídico.
Error esencial u obstáculo.
Las primeras 5 causales son llamadas indubitadas, en el sentido que no existe duda que
respecto de ellas la sanción es la nulidad absoluta. En cambio, aquellos que no aceptan la
inexistencia como sanción de ineficacia jurídica agregan a las causales ya señaladas, otras
causales que la doctrina llama debitadas, en el sentido de que sólo para algunos son causales de
nulidad.
Normalmente este interés económico y actual lo tendrán el autor o las partes del acto
jurídico. Pero, también pueden tener este interés otras personas, como los acreedores de las
partes. Supongamos el caso de un deudor que enajena un bien embargado. Dicha enajenación
adolece de objeto ilícito por lo que el acreedor podrá pedir la declaración de nulidad. El acreedor
tiene un interés económico, porque declarada la nulidad, el bien vuelve al patrimonio del deudor y
sobre él podrá hacer efectivo su crédito.
El artículo 1683 establece una limitación respecto a las personas que pueden pedir la
nulidad absoluta, al disponer que “no podrá” alegar la nulidad absoluta aquél que ha ejecutado o
celebrado el acto o contrato sabiendo o debiendo saber del vicio que lo invalidaba.
Esta limitación afecta a las personas que han celebrado o ejecutado el acto, es decir, al
autor o las partes.
Sin embargo, surgen algunas interrogantes: ¿Qué pasa con el heredero que supo o debió
saber del vicio que invalidaba el acto o contrato? ¿Queda afectado por esta limitación, es decir,
podría o no pedir la nulidad del acto o contrato?
La doctrina da respuestas diversas. Algunos postulan que este heredero no puede pedir la
nulidad, por cuanto los herederos son continuadores de la personalidad jurídica del causante y le
suceden en todos sus derechos y obligaciones transmisibles o en una cuota de ellos, con todas
sus calidades, vicios, e inhabilidades.
Otros autores, señalan que este heredero que supo o debió saber del vicio que invalidaba el
acto o contrato puede pedir la nulidad y no se ve afectado por la limitación del artículo 1683. Ellos
señalan que, si bien, los herederos suceden al causante en todos sus derechos y obligaciones
82
transmisibles, o en una cuota de ellos, no lo suceden jamás en las inhabilidades, ya que las
inhabilidades constituyen una sanción de derecho estricto y, por lo tanto, no se transmiten a los
herederos. Además, sostienen, que por mucho interés que tenga el heredero es un interés distinto
al del causante, lo cual implicaría que no se trataría de un continuador de la personalidad jurídica.
La doctrina se hace otra pregunta. ¿Qué pasa cuando el representante ejecutó el acto
sabiendo o debiendo saber del vicio que lo invalidaba? ¿Puede el representado pedir la nulidad?
La regla básica en materia de representación la establece el artículo 1448: “Lo que una
persona ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella o por la ley para representarla,
produce respecto del representado iguales efectos que si hubiese contratado él mismo." La
doctrina es uniforme al señalar que el representado si puede pedir la nulidad, y como fundamento
han señalado que de conformidad a las reglas que rigen la representación, el representante sólo
pude actuar en la esfera de la licitud. Además, señalan que la persona que es parte en un acto
jurídico debe sufrir los perjuicios que emanen de su propia ciencia y no de la de otra. La parte en
este caso es el representado.
A la inversa, ¿qué pasa si el representado sabía o debía saber del vicio que invalidaba el
acto? ¿Podrá éste alegar la nulidad? No, no puede pedir la nulidad, porque sería una forma de
burlar la ley .a través de la representación.
3. El juez de oficio.
De conformidad al artículo 1683 el juez puede y debe declarar la nulidad absoluta, aún sin
petición de parte, cuando ésta aparece de manifiesto en el acto o contrato. Esta norma es una
norma imperativa y excepcional, porque obliga al juez a declarar la nulidad absoluta y porque, lo
normal, es que los jueces civiles sólo actúen a petición de parte.
Que el vicio aparezca de manifiesto en el acto o contrato significa que el vicio aparece de la
simple lectura del instrumento.
La nulidad absoluta sólo puede sanearse por el transcurso del tiempo y el plazo es de 10
años contados desde la fecha de la celebración del acto o contrato.
LA NULIDAD RELATIVA
Fundamento.
La nulidad relativa, a diferencia de la nulidad absoluta que está establecida en interés
general de la sociedad, está establecida en beneficio de ciertas personas: de las personas en
cuyo beneficio el legislador ha establecido, sus herederos, o cesionarios.
Error sustancial.
Error accidental.
Error en persona.
Fuerza moral.
Dolo.
Actos de los relativamente incapaces.
Omisión de requisitos y formalidades que la ley prescribe para el valor de un acto o
contrato en consideración al estado o calidad de las personas que lo ejecutan o
acuerdan (formalidades habilitantes).
Lesión enorme en los casos previstos por la ley (aceptación de una herencia;
compraventa y permuta de bienes raíces; en la partición de bienes).
Incapacidades particulares contenidas en normas imperativas de requisito, a menos
que la ley establezca una sanción especial.
Algunos sancionan con nulidad relativa el error esencial u obstáculo.
Sólo las personas en cuyo beneficio las leyes la han establecido, sus herederos o
cesionarios.
Artículo 1685. Si de parte del incapaz ha habido dolo para inducir al acto o contrato, ni él ni
sus herederos o cesionarios podrán alegar nulidad.
Sin embargo, la aserción de mayor edad, o de no existir la interdicción u otra causa de
incapacidad, no inhabilitaría al incapaz para obtener el pronunciamiento de nulidad.
Este artículo en su inciso primero establece una inhabilidad para el incapaz que ha actuado
con dolo. Ésta consiste en que el incapaz, sus herederos o cesionarios no podrán alegar la
nulidad. Sin embargo, en el inciso segundo, permite lesión incapaz alegar la nulidad. Podría
pensarse que el Código se contradice, pero no es así. El inciso primero se refiere a aquellos casos
en que el incapaz ha actuado con dolo y este dolo es relevante y determinante. Por ejemplo, si el
84
incapaz concurre a la celebración del acto o contrato, falsificando una cédula de identidad con el
objeto de hacerse pasar por una persona plenamente capaz.
En cambio, el inciso segundo, solamente está referido a una actuación menor por parte del
incapaz, a un dolo menor. Por ejemplo, el incapaz concurre a la celebración del acto o contrato y
simplemente dice “soy mayor de edad”. En este caso la ley no sanciona al incapaz sino a la otra
parte por su negligencia.
La nulidad relativa puede sanearse por la ratificación de las partes o por el transcurso del
tiempo. Lo cierto es que más que hablar de ratificación, la doctrina habla de confirmación,
reservando el término ratificación para aquellos casos en que el dueño ratifica la venta que de
cosa ajena, y para aquellos casos en que el mandante aprueba lo obrado por el mandatario sin
poder suficiente o extralimitándose en sus poderes.
La Confirmación
La confirmación es un acto jurídico unilateral dependiente, en virtud del cual el que tiene
derecho a alegar la nulidad, renuncia a esta facultad, saneando los vicios de que adolece el acto o
contrato nulo, y allanándose a considerar el acto o contrato como plenamente válido y eficaz,
operando la confirmación con efecto retroactivo a la fecha de celebración del acto o contrato.
Características de la Confirmación.
Requisitos de la Confirmación.
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Artículo 1696. Ni la ratificación expresa ni la tácita serán válidas, si no emanan de la parte o partes que tienen derecho de alegar la
nulidad.
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Clasificación de la Confirmación.
Ahora bien, estos plazos, de conformidad al artículo 1692, se cuentan de manera distinta
cuando son los herederos los que alegan la nulidad relativa, distinguiéndose entre herederos
mayores y menores de edad:
1. Si los herederos son mayores de edad, hay que distinguir si a la fecha del fallecimiento del
causante el plazo había o no empezado a correr:
a. Si el plazo no había empezado a correr, los herederos tendrá los 4 años completos
para alegar la nulidad. El plazo se contará desde la fecha del fallecimiento del causante.
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b. Si el plazo había comenzado a correr, los herederos tendrán el residuo para alegar
la nulidad y se contará desde la fecha del fallecimiento del causante.
En todo caso, existe una limitación: no se podrá pedir la declaración de nulidad pasados
diez años desde la celebración del acto o contrato.
EFECTOS DE LA NULIDAD
Los efectos que produce la nulidad judicialmente declarada son los mismos, sea que se trate
de nulidad absoluta o nulidad relativa.
Para determinar los efectos que produce la nulidad, hay que distinguir: a) efectos entre las
partes; y, b) efectos respecto de terceros.
De modo tal, que esta norma nos señala los efectos que produce la nulidad judicialmente
declarada. Este efecto es que las partes tienen derecho a ser retrotraídas al estado anterior a la
celebración del acto o contrato nulo, y se considera que este nunca existió. Así, esta norma deja
en evidencia que la nulidad judicialmente declarada opera con efecto retroactivo, es decir, en
virtud de una ficción del legislador, se supone que el acto o contrato nulo nunca existió. Con el
objeto de que las partes puedan ser retrotraídas al estado anterior a la celebración del acto o
contrato es que tienen lugar la prestaciones mutuas reglamentadas en el Título XII del Libro II del
Código Civil, artículos 904 y siguientes.
La doctrina, al estudiar los efectos de la nulidad en los actos jurídicos que engendran
obligaciones distingue: a) si las obligaciones emanadas del acto o contrato nulo se encuentran o
no cumplidas:
a) Si las obligaciones emanadas del acto o contrato nulo no se encuentran cumplidas 52 el
efecto de produce la nulidad es precisamente extinguir tales obligaciones posibilitando, de esta
manera que las partes queden retrotraídas al estado anterior a la celebración del acto o contrato.
Es decir, la nulidad opera como un modo de extinguir las obligaciones, de conformidad al artículo
1567 Nº 8.
52
Por ejemplo, las partes celebran un contrato de compraventa y una de ellas padece en error el la sustancia. El contrato de
compraventa engendra dos obligaciones esenciales: el vendedor debe hacer la entrega o tradición de la cosa mientras que el
comprador debe pagar el precio. Al momento de declararse la nulidad ninguna de las partes había cumplido con su respectiva
obligación puesto que estaban sujetas a plazo.
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b) Si las obligaciones emanadas del acto o contrato nulo se encuentran cumplidas 53 el efecto
que produce la nulidad es el descrito en el artículo 1687, es decir, las partes son retrotraídas al
estado inmediatamente anterior a la celebración del acto o contrato nulo, como si ese acto o
contrato jamás hubiese existido, operando entonces la nulidad con efecto retroactivo a la fecha de
celebración del acto o contrato nulo. Para posibilitar esto, se aplican las reglas de las prestaciones
mutuas.
Si bien, la mayoría de los autores están de acuerdo en esta distinción doctrinaria, hay otros,
como Víctor Vial del Río, que la critican por cuanto no es aplicable a todos los actos jurídicos. No
es aplicable, por ejemplo, a los contratos reales como el comodato, el mutuo y el depósito. Así por
ejemplo, el comodato, como contrato unilateral, engendra una sola obligación, que es la obligación
restitutoria. El comodatario debe restituir la cosa una vez terminado el uso. Si aplicamos la
distinción que hace la doctrina no encontramos que, si antes de la restitución, el contrato es
declarado nulo, resultaría que las obligaciones no se encontraban cumplidas, y, al no estar
cumplidas, la nulidad operaría como un modo de extinguir la obligación del comodatario quien
quedaría en poder permanentemente en posesión de la cosa, lo que es absurdo.
Excepciones.
Si bien la nulidad produce el efecto de dar lugar a las prestaciones mutuas, existen casos
excepcionales en que éstas no tienen lugar o sólo tiene lugar parcialmente, quedando uno de los
contratantes liberado, en todo o parte, de la obligación de restituir.
1. La parte final del inciso primero del artículo 1687, nos remite al artículo 1468: “No podrá
repetirse lo que se haya dado o pagado por un objeto o causa ilícita a sabiendas." De este modo,
si las partes celebraron un contrato de compraventa y una de ellas sabía que había objeto ilícito o
una causa ilícita y la otra parte, pide con posterioridad la nulidad de ese contrato, el que lo celebró
sabiendo del objeto o causa ilícita no podrá pedir que se le restituya lo que dio o pagó en razón
del contrato. No habrá lugar a la restitución.
2. Otra excepción la constituye el artículo 1688: “Si se declara nulo el contrato celebrado con
una persona incapaz sin los requisitos que la ley exige, el que contrató con ella no puede pedir
restitución o reembolso de lo que gastó o pagó en virtud del contrato, sino en cuanto probare
haberse hecho más rica con ello la persona incapaz.
Se entenderá haberse hecho ésta más rica, en cuanto las cosas pagadas o las adquiridas
por medio de ellas, le hubieren sido necesarias; o en cuanto las cosas pagadas o las adquiridas
por medio de ellas, que no le hubieren sido necesarias, subsistan y se quisiere retenerlas."
De modo tal que si yo contrato con un incapaz sin cumplir con los requisitos que la ley exige, y se
declara la nulidad de ese contrato a instancias del representante legal del incapaz, yo no le puedo
pedir que restituya lo que yo gasté o pagué en virtud de ese contrato, a menos que pruebe que el
incapaz se hizo mas rico. Si logro no probar esto el incapaz quedará liberado de restituir.
Por ejemplo, si con el dinero del contrato, el incapaz pagó una deuda, y evitó así que le
remataran su propiedad que estaba embargada. ¿Se hizo más rico? Sí, se hizo más rico; le era
necesario por lo que puedo pedir la restitución de lo que gasté en virtud del contrato.
¿Si el incapaz, con el dinero del contrato compró una casa para irse a vivir en ella, se hizo más
rico? Si, también le era necesaria. ¿Si el incapaz se compró un auto y lo chocó, quedando
destrozado el auto? No, porque no le ha sido necesario y porque el auto se destruyó. No puedo
pedir la restitución.
¿Si con el dinero hizo una donación al Hogar de Cristo? No se ha hecho más rico, por lo que no
puedo pedir la restitución. ¿Si depositó la plata en cuenta de ahorro? Se hizo más rico, no le era
necesario y subsiste en su poder.
53
Por ejemplo, el comprador pagó el precio y el vendedor entregó la cosa
88
3. Finalmente, tenemos el caso del artículo 907: “El poseedor de mala fe es obligado a restituir
los frutos naturales y civiles de la cosa, y no solamente los percibidos sino los que el dueño
hubiera podido percibir con mediana inteligencia y actividad, teniendo la cosa en su poder.
Si no existen los frutos, deberá el valor que tenían o hubieran tenido al tiempo de la percepción:
se considerarán como no existentes los que se hayan deteriorado en su poder.
El poseedor de buena fe no es obligado a la restitución de los frutos percibidos antes de la
contestación de la demanda: en cuanto a los percibidos después, estará sujeto a las reglas de los
dos incisos anteriores.
En toda restitución de frutos se abonarán al que la hace los gastos ordinarios que han invertido en
producirlos."
Lo normal es que cuando se efectúan las prestaciones mutuas las partes deben restituir no
solamente aquellas cosas que recibieron en virtud del contrato, sino también los frutos que dicha
cosa ha generado mientras estuvo en su poder. El artículo 907 reglamenta la forma en que debe
hacerse la restitución, distinguiendo entre el poseedor de buena y mala fe.
La excepción consiste, precisamente en que el poseedor de buena fe no estará obligado a restituir
los frutos percibidos con anterioridad a la contestación de la demanda, sino sólo los percibidos con
posterioridad.
La regla básica en esta materia la establece el artículo 1689, que dispone: “La nulidad
judicialmente pronunciada da acción reivindicatoria contra terceros poseedores; sin perjuicio de
las excepciones legales."
El Código se pone en la siguiente situación: Pedro le vende un bien mueble a Juan. Juan,
dándose por dueño le vende la cosa a Miguel. Con posterioridad, Pedro solicita la nulidad de la
compraventa por haber sido víctima de dolo. El tribunal declara la nulidad del contrato por
sentencia judicial ejecutoriada. Las partes tienen derecho a ser retrotraídas al estado anterior a la
celebración del contrato y tiene lugar las prestaciones mutuas. Pero Juan no va a poder restituir
porque le enajenó la cosa a Miguel. Y es aquí donde Pedro puede ejercer la acción reivindicatoria
contra el tercer poseedor, que es Miguel.
No obstante, el artículo 1689 señala en su parte final “sin perjuicio de las excepciones
legales", es decir, hay casos en que no habrá acción reivindicatoria en contra de terceros. Algunas
de estas excepciones son:
1. No hay acción reivindicatoria cuando el tercer poseedor ha adquirido el dominio de la cosa
por prescripción adquisitiva. En la práctica, hay acción reivindicatoria, pero el tercero podrá oponer
la excepción de prescripción.
2. Artículos 974 en relación con el artículo 976. Declarada judicialmente la indignidad del
heredero legendario, éste es obligado a la restitución de la herencia con todas sus acciones y
frutos. Sin embargo, si el indigno ha enajenado los bienes que adquirió, los herederos a quienes
beneficia la declaración de indignidad, tendrán acción sólo contra los terceros de mala fe.
estado en que se encuentren, subsistiendo las enajenaciones y gravámenes constituidos por los
herederos. En razón de lo anterior, no hay acción reivindicatoria contra terceros poseedores.
5. Artículo 1425, en relación con el artículo 1432. El artículo 1425 se refiere a la posibilidad de
rescindir una donación irrevocable hecha por el causante en perjuicio de las asignaciones
forzosas, que son aquellas que el causante es obligado a hacer y que se suplen cuando no las ha
hecho aún en contra de las disposiciones testamentarias expresas. El artículo 1432 dispone que
no hay acción reivindicatoria contra terceros poseedores, ni para la extinción de las hipotecas,
servidumbres u otros derechos constituidos sobre las cosas donadas, sino en ciertos casos
excepcionales. Es decir, las donaciones irrevocables que se han hecho en perjuicio de las
asignaciones forzosas pueden rescindirse y si se rescinden no hay acción contra terceros
poseedores no para que se extingan las hipotecas y demás derechos reales constituidos en las
cosas donadas, salvo la excepción mencionada en el artículo 1432.
a) Que el acto nulo cumpla con todos los requisitos que la ley exige para que el acto jurídico
en que se ha transformado.
b) Que las partes tengan conocimiento de la ineficacia del primer acto.
Nuestro Código no tiene una norma general que consagre la conversión de los actos nulos.
Sin embargo, la doctrina ha señalado como ejemplos de conversión de un acto nulo, el artículo
1701 inciso segundo y el artículo 1138 inciso segundo.
"Artículo 1701. La falta de instrumento público no puede suplirse por otra prueba en los
actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad; y se mirarán como no ejecutados o
celebrados aun cuando en ellos se prometa reducirlos a instrumento público dentro de cierto
plazo, bajo una cláusula penal: esta cláusula no tendrá efecto alguno.
Fuera de los casos indicados en este artículo, el instrumento (público) defectuoso por
incompetencia del funcionario o por otra falta en la forma, valdrá como instrumento
privado si estuviere firmado por las partes."
"Artículo 1138. Son nulas las donaciones revocables de personas que no pueden testar o
donar entre vivos. Son nulas asimismo las entre personas que no pueden recibir asignaciones
testamentarias o donaciones entre vivos una de otra.
Sin embargo, las donaciones entre cónyuges valen como donaciones revocables."
Este artículo establece que las donaciones irrevocables entre cónyuges son nulas pero valen
como donaciones revocables.
LA RESOLUCIÓN
La resolución como causal de ineficacia jurídica tiene lugar cuando un acto jurídico que ha
nacido válidamente a la vida del derecho, es decir, que ha cumplido con todos los requisitos de
existencia y de validez, deja de ser eficaz como consecuencia de haberse cumplido el evento de
una condición resolutoria.
La condición es una modalidad de los actos jurídicos, que se define como un hecho futuro e
incierto del cual depende el nacimiento o la extinción de un derecho. De esta definición se
desprende que la condición puede ser suspensiva o resolutoria.
La condición resolutoria puede ser de tres clases: ordinaria, tácita y pacto comisorio.
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c) Pacto comisorio.
Es la estipulación que hacen las partes en un contrato, en virtud de la cual convienen en que
el incumplimiento de alguna de las obligaciones del contratos, producirá la resolución del mismo.
Nuestro Código Civil reglamenta el pacto comisorio a propósito del contrato de compraventa
y, más específicamente, por el incumplimiento de la obligación del comprador de pagar el precio.
Sin embargo, existe consenso en la doctrina y la jurisprudencia que el pacto comisorio no
solamente tiene aplicación en la compraventa respecto del incumplimiento de la obligación del
comprador de pagar el precio, sino también respecto de la obligación del vendedor de hacer la
entrega o tradición; y, en general, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad, respecto
de cualquier contrato.
El pacto comisorio se clasifica en simple y calificado.
i) El pacto comisorio simple, es aquel en que se estipula lisa y llanamente que se resolverá el
contrato si alguna de las partes deja de cumplir con lo pactado. Este pacto no es otra cosa que la
condición resolutoria tácita expresamente estipulada. En este caso, el contrato no se resuelve de
pleno derecho, y ello porque verificado el incumplimiento, el acreedor puede elegir a su arbitrio,
entre demandar el cumplimiento forzado de la obligación con la indemnización de perjuicios, o
pedir la resolución del contrato a través de la acción comisoria con indemnización de perjuicios. Si
el acreedor opta por la resolución, el deudor podrá enervar la acción comisoria, pagando: en
primera instancia, hasta antes que se cite a las partes a oír sentencia; y, en segunda instancia,
hasta antes de la vista de la causa.
ii) El pacto comisorio calificado o con cláusula de resolución ipso facto, es aquel en que se
estipula que de no cumplirse lo pactado el contrato se resolverá ipso facto, sin más trámite, de
inmediato. En este caso, la resolución tampoco opera de pleno derecho, porque en caso de
incumplimiento de la respectiva obligación, el acreedor puede demandar el cumplimiento forzado
de la obligación o la resolución del contrato, y en ambos casos con indemnización de perjuicios.
Si el contratante diligente opta por la resolución del contrato el deudor puede enervar la
acción comisoria pagando dentro de las 24 horas siguientes a la notificación judicial de la
demanda (artículo 1879). Este plazo de 24 horas está referido al pacto comisorio calificado
estipulado en la compraventa por el incumplimiento del comprador de su obligación de pagar el
precio. Los plazos no se pueden aplicar por analogía, por lo que pactándose el pacto comisorio
calificado respecto de cualquier otra obligación en el contrato de compraventa o en otro contrato
diverso, se vuelve a la regla general: el deudor podrá enervar la acción comisoria, pagando: en
primera instancia, hasta antes que se cite a las partes a oír sentencia; y, en segunda instancia,
hasta antes de la vista de la causa.
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La acción comisoria prescribe en el plazo prefijado por las partes, si es que no fuere superior
a 4 años. Si las partes no hubieren fijado plazo o hubieren fijado un plazo superior a 4 años, la
acción comisoria prescribe en el plazo de 4 años, plazo que se cuenta desde la fecha de la
celebración del acto o contrato.
EFECTOS DE LA RESOLUCIÓN
Hay que distinguir: a) efectos entre las partes; y, b) efectos respecto de terceros.
Del análisis de los artículos 1490 y 1491 puede concluirse que hay acción contra terceros
poseedores siempre y cuando éstos estén de mala fe.
Artículo 1490. Si el que debe una cosa mueble a plazo, o bajo condición suspensiva o
resolutoria, la enajena, no habrá derecho de reivindicarla contra terceros poseedores de buena fe.
Si la cosa objeto del contrato resuelto era de naturaleza mueble, sólo se podrá reivindicar
cuando el tercero esté de mala fe. La mala fe consiste en el conocimiento que tenía el tercero de
la existencia de la condición resolutoria.
Artículo 1491. Si el que debe un inmueble bajo condición lo enajena, o lo grava con
hipoteca, censo o servidumbre, no podrá resolverse la enajenación o gravamen, sino cuando la
condición constaba en el título respectivo, inscrito u otorgado por escritura pública.
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Artículo 1488. Verificada una condición resolutoria, no se deberán los frutos percibidos en el tiempo intermedio, salvo que la ley, el
testador, el donante o los contratantes, según los varios casos, hayan dispuesto lo contrario.
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Esta norma señala que hay acción contra terceros poseedores cuando la condición
constaba en el título inscrito u otorgado por escritura pública, porque si la condición constaba en
el título, la ley presume que el tercero conocía su existencia y estaba de mala fe. En caso
contrario, no habrá acción contra terceros poseedores.
La resolución en los contratos de trato sucesivo, como el contrato de arrendamiento, toma el
nombre de terminación. La terminación sólo produce efectos hacia futuro, pues sería absurdo
pretender que el arrendatario tuviera que restituir el uso y goce que ha tenido del inmueble.
LA RESCILIACIÓN
Es un acuerdo de voluntades de las partes, tendiente a dejar sin efecto un acto jurídico. La
base legal de la resciliación la encontramos en el artículo 1545: “Todo contrato legalmente
celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento
mutuo o por causas legales."
Por otro lado, el artículo 1567 se refiere a ella en su inciso primero como un modo de
extinguir las obligaciones: “Toda obligación puede extinguirse por una convención en que las
partes interesadas, siendo capaces de disponer libremente de lo suyo, consienten en darla por
nula."
LA REVOCACIÓN
La revocación, por regla general, solo produce efectos para el futuro. Así, por ejemplo, el
mandante revoca el mandato, dicha revocación sólo opera para lo futuro y no afecta la eficacia de
los actos concluidos por el mandatario antes de la revocación. Lo mismo en el caso del
arrendamiento. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se revoca una donación por causa de
ingratitud, ya que, en este último caso, habrá que retrotraer a las partes al estado anterior a la
celebración del contrato y restituir lo donado.
LA CADUCIDAD
Es aquella causal de ineficacia jurídica que afecta a actos jurídicos que han nacido a la vida
del derecho con plena validez, pero que no pueden seguir produciendo sus efectos, porque se han
generado hechos independientes de la voluntad del autor o las partes, que hacen, en definitiva,
imposible su eficacia hacia el futuro.
Así, por ejemplo, la oferta caduca por la muerte o incapacidad sobreviviente del oferente; así
también, las donaciones revocables caducan por el mero hecho de morir el destinatario antes que
el donante (artículo 1143).
LA INOPONIBILIDAD
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También vimos otros casos de inoponibilidad cuando estudiamos el objeto (artículo 1464 N°3 y
N°4).
a) Por la ratificación. Por ejemplo: cuando el dueño ratifica la venta de cosa ajena o el
mandante aprueba lo obrado por el mandatario extralimitándose en sus poderes.
b) Por el transcurso del tiempo. Por ejemplo, la acción reivindicatoria prescribe en 2 ó 5
años, según se trate de muebles o inmuebles, siempre que se trate de prescripción adquisitiva
ordinaria.
La acción de reforma de testamento prescribe en 4 años.
La acción pauliana prescribe en un año, contado desde la fecha del acto o contrato.
La inoponibilidad no ataca al acto mismo, sino que a sus efectos, es decir, el acto es válido,
produce efectos entre las partes, pero tales efectos no alcanzan a terceros, y en esto se diferencia
de la nulidad.
LA REPRESENTACION
Es una institución jurídica en virtud de la cual los efectos de un acto jurídico que celebra una
persona que actúa a nombre y en lugar de otra, se radican en forma inmediata y directa en ésta
última, como si ella, personalmente, lo hubiera celebrado.
En la representación intervienen 2 personas: el representante y el representado.
El representante es la persona que celebra el acto jurídico a nombre o en lugar de otra; es
aquel que declara su propia voluntad o recibe una declaración de voluntad en nombre e interés
ajenos.
El representado es la persona en que se radican los efectos del acto jurídico ejecutado por
el representante.
Según Stolfi, la representación implica la sustitución de la voluntad de una persona, por la de
otra en la constitución o formación del negocio jurídico.
Nuestro Código Civil se refiere a la representación en el artículo 1448:
"Artículo 1448. Lo que una persona ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella o
por la ley para representarla, produce respecto del representado iguales efectos que si hubiese
contratado él mismo."
Poder de representación.
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Artículo 1280. El albaceazgo es indelegable, a menos que el testado haya concedido expresamente la facultad de delegarlo.
El albacea, sin embargo, podrá constituir mandatarios que obren a sus órdenes; pero será responsable de las operaciones de éstos.
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Clases de Representación.
Puede ser legal o voluntaria.
a) Representación Legal.
Es aquella que está establecida en la ley. Ésta supone que una persona se encuentra en la
imposibilidad jurídica de ejercer por si sola la autonomía privada, careciendo, por lo mismo, de la
aptitud para disponer de los intereses que se encuentran dentro de su órbita jurídica.
La ley, a través de normas inderogables, sustrae al incapaz la facultad de proveer por si
mismo sus propios intereses, y al juicio del interesado sustituye el juicio y la decisión de otro
sujeto, al cual confía conjuntamente, la competencia para cuidar de los intereses del incapaz, las
resoluciones en la gestión de sus asuntos y la representación en los negocios que celebre por
cuenta de aquél.
El representante debe ser legalmente capaz.
De conformidad al artículo 43, son representantes legales de una persona el padre o la
madre legítimos, el adoptante y su tutor o curador.
También son representantes legales el juez, en el caso de las ventas forzadas, y el síndico
de quiebras respecto del fallido.
b) Representación Voluntaria.
Como consecuencia de un acto voluntario del interesado, que otorga poder a otra persona
para que actúe en su nombre. Supone, en consecuencia, la más amplia libertad del interesado
para decidir, en primer término, si actuar o no personalmente; y, en caso de optar por actuar
representado, para escoger la persona del representante que puede, inclusive ser una persona
incapaz.
La representación voluntaria supone necesariamente una persona capaz, como lo es el
dominus, el cual puede decidir si hacerse representar por otro o contratar personalmente; por
consiguiente, es obvio que puede hacerse sustituir por quien estime conveniente, aún cuando se
trate de un menor adulto.
Al igual que todos los contratos no se concibe la existencia jurídica del mandato sin un
acuerdo de las voluntades de ambas partes.
Ahora bien, la representación voluntaria surge de un apoderamiento, que es un acto jurídico
unilateral por el cual una persona confiere a otra el poder de representarla frente a terceros , de
modo tal que el representado llega a ser, en forma directa, y exclusiva el titular de los derechos y
obligaciones que emanan del acto jurídico.
La diferencia más importante entre e mandato y el apoderamiento indispensable para que
exista representación voluntaria es que el primero, para nacer a la vida del derecho, requiere del
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acuerdo de las voluntades de ambas partes; mientras que, el segundo, como acto jurídico
unilateral que es, adquiere existencia jurídica por la sola manifestación de voluntad del
poderdante.
Por otra parte, ambos cumplen roles jurídicos distintos. El mandato expresa una obligación
del mandatario y constituye para éste una necesidad de obrar; en tanto que, el apoderamiento
como tal no es otra cosa que el consentimiento en la representación, y sus efectos un poder
jurídico: el poder de representación.
Si por ejemplo, una persona dice “encargo a Pedro la compra de un automóvil, facultándolo
para actuar en mi nombre” está dando poder de representación, surgiendo el apoderamiento por
la sola voluntad del interesado.
Ahora, supongamos que, en el mismo ejemplo, existe, además del apoderamiento, una
oferta de mandato que se dirige a Pedro.
Es posible, pues, advertir la existencia de dos actos jurídicos unilaterales, distintos e
independientes: por una parte, el apoderamiento; y, por otra, la oferta de mandato. Pedro adquiere
la calidad de representante desde el momento del apoderamiento. En cambio, para que adquiera
la calidad de mandatario, será necesario que acepte, expresa o tácitamente, el mandato.
Cabe tener presente que la representación no es de la esencia del mandato, toda vez que el
mandatario puede o no representar al mandante.
En cambio, si una persona se limita a decirle a Pedro “cómpreme un automóvil” está
formulando una oferta de mandato, sin que medie un expreso apoderamiento.
El apoderado tiene siempre la calidad de representante. Se dice, entonces, que el
mandatario puede estar autorizado para representar, mientras que el apoderado lo está
indefectiblemente.
Requisitos de la Representación.
A) Que el representante declare su propia voluntad: Lo anterior se advierte con total claridad en
la representación legal: no cabe duda que si el representado es un impúber o un demente, por
ejemplo, de que quien debe manifestar su voluntad para que el acto nazca a la vida del derecho
es el represente. Sin embargo, en la representación voluntaria también es el representante el que
da vida al acto jurídico con su voluntad. La voluntad del representante debe estar exenta de
vicios.
Como ya señalamos, no es estrictamente necesario que el representante sea plenamente
capaz, toda vez que los efectos del acto jurídico se radican en la persona del representado. Nos
referimos en esta parte sólo al menor adulto (artículo 2128), quedando excluidos los demás.
B) El representante debe actuar a nombre del representado: es decir, el representante debe dar
a conocer la llamada contemplatio domini, lo que significa que debe manifestar de alguna manera
que su declaración se refiere a otra persona, a nombre de la cual está obrando. Si falta esta
contemplatio domini, el acto va a surtir efectos para el representante y no para el representado.
La manifestación de la contemplatio domini, o sea, de la intención de actuar a nombre y en
lugar de otro no está sujeta a formalidades especiales, debiendo aplicarse a su respecto, las
reglas generales en lo relativo a la manifestación de la voluntad.
La contemplatio domini constituye un requisito esencial de la representación, lo que no
existe en el mandato sin representación. El mandatario sin representación o el comisionista, si
bien actúa en interés de otra persona, lo hace a nombre propio. Por ejemplo, si Pedro le otorga a
Juan un mandato sin representación para que éste le compre una cosa, el contrato de
compraventa que en cumplimiento del mandato celebre Juan con Diego, producirá efectos sólo
entre las partes, sin que engendre derecho u obligación alguna para el mandante. Para que el
mandante obtenga la cosa que encargó comprar a Juan será necesario que éste se la entregue,
en cumplimiento del mandato; o, en caso de que se niegue, que una sentencia judicial que
reconozca el mandato lo obligue a entregar la cosa comprada al mandante.
En cambio, si Juan hubiera contratado a nombre y en representación de Pedro, los efectos
de la compraventa se hubieran radicado en forma directa en Pedro y Diego. En consecuencia,
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Pedro tendría derecho para exigir que Diego le entregue la cosa y Diego, tendría el derecho
correlativo para exigir que Pedro le pagara el precio.
1. La agencia oficiosa (art. 2286): cuando el acto jurídico ha sido celebrado por un agente
oficioso o gestor de negocios ajenos, se entiende que si la gestión realizada ha sido útil para el
interesado, éste la ha autorizado en el momento en que se realizó. En consecuencia, los efectos
de la gestión se radican en el interesado porque, por el hecho de ser útil, la ley la entiende
autorizada.
2. La ratificación: La ratificación se define como el acto mediante el cual el interesado, por sí,
hace eficaz el acto que ha sido concluido en su nombre, o como suele decirse, se apropia de los
efectos del acto. Así por ejemplo, ocurre en la venta de cosa ajena, cuando con posterioridad a la
celebración del acto, el dueño la ratifica.
Reglas que da el Código Civil para el caso que el mandatario actúe excediendo los límites
del poder o faltando el mismo.
a) El artículo 2160 establece que el mandante deberá cumplir con las obligaciones que a su
nombre ha contraído el mandatario dentro de los límites del mandato.
Por tanto, si el mandatario excede los límites del mandato, no estará obligado a cumplir con
las obligaciones que a su nombre haya contraído el mandatario, salvo que las hubiere ratificado
expresa o tácitamente. En otras palabras, dichas obligaciones son inoponibles al mandante.
b) El artículo dispone que todas las veces que el mandato expira por una causa ignorada del
mandatario, lo que éste haya hecho en ejecución del mandato será válido y dará derecho a
terceros de buena fe contra el mandante. Agrega el artículo que quedará asimismo obligado el
mandante, como si subsistiera el mandato, a lo que el mandatario sabedor de la causa que lo
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haya hecho expirar, hubiere pactado con terceros de buena fe; pero tendrá derecho a que el
mandatario le indemnice.
La situación prevista por la norma es la siguiente: Juan, quien tuvo poder para representar a
Pedro, pero ya no lo tiene porque el poder expiró, contrata con Diego manifestando contemplatio
domini, es decir, actuando por Pedro. El contrato entre Juan y Diego afectará a Pedro, no obstante
haber expirado el poder de representación, si Diego estaba de buena fe, o sea, si desconocía que
el poder que Pedro otorgó a Juan se había extinguido. Si Juan sabía que el poder había expirado,
deberá indemnizar a Pedro.
c) El artículo 2154 dice que el mandatario que ha excedido los límites de su mandato, es sólo
responsable al mandante; y no es responsable a terceros sino, 1.º Cuando no les ha dado
suficiente conocimiento de sus poderes; 2.º Cuando se ha obligado personalmente.
Esta norma establece la regla general en lo relativo a la representación con exceso o
defecto de poder. De esta manera es posible distinguir dos situaciones: En la primera Juan dice
ser representante de Pedro y no lo es; o, que siendo realmente representante de Pedro carece de
poder suficiente. Si Juan celebra a nombre de Pedro un acto jurídico con Diego, quien ignora, sin
negligencia de su parte, que B está actuando sin poder o excediendo a éste.
El acto celebrado por Juan no afecta a Pedro; le es inoponible.
Sin embargo, quien va a tener que responsabilidad frente a Diego será Juan, por la mala fe
que ha evidenciado por no dar a éste conocimiento un conocimiento suficiente de su poder.
En la segunda situación se supone que Diego no podía ignorar, sin negligencia de su parte,
que Juan no era representante de Pedro, o que, siéndolo, carecía de poder suficiente. A diferencia
de la hipótesis anterior, Juan no tendrá responsabilidad alguna frente a Diego, salvo que se
hubiera obligado personalmente.
LAS MODALIDADES
Son cláusulas que se insertan en un acto jurídico con el fin de alterar los efectos normales
que éste produce.
De la definición podría desprenderse que las modalidades deberían provenir,
necesariamente, de una manifestación de voluntad del autor o de la estipulación de las partes de
un acto jurídico. Sin embargo, ello no es siempre así. Si bien lo normal es que la modalidad surja
como consecuencia de la manifestación de voluntad del autor o las partes, en ejercicio de la
autonomía privada, por excepción la ley subentiende ciertas modalidades en los actos jurídicos.
Por ejemplo, en los contratos bilaterales la ley subentiende una condición resolutoria tácita y que
consiste en el incumplimiento de una obligación de una de las partes. Asimismo, la ley
subentiende un plazo tácito, que se define como el indispensable para cumplir la obligación.
Principales modalidades.
La doctrina tradicionalmente contempla tres modalidades: la condición, el plazo y el modo.
A estas tres modalidades clásicas debemos agregar la representación y la solidaridad. Ya
nos referimos a la representación. La solidaridad será vista más adelante.
LA CONDICIÓN
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Es un hecho futuro e incierto del cual depende el nacimiento o extinción de un derecho. Son
dos los elementos constitutivos de la condición: la futureidad y la incertidumbre.
a) Futureidad: Para que exista la condición necesariamente el hecho en que ésta consiste
debe realizarse en el porvenir. Por ello, es que el hecho presente o pasado no constituye
condición.
b) Incertidumbre: No se debe saber a ciencia cierta si el hecho en que consiste la condición va
a ocurrir o no.
Clasificación de la Condición.
La condición admite variadas clasificaciones, dependiendo del punto de vista que se adopte.
Las más importantes son:
i) Condición potestativa:
a) Simplemente potestativa: es aquella que depende de un hecho voluntario del
acreedor o del deudor. Por ejemplo: Te dono $100.000 si vas a Viña.
b) Pura o meramente potestativa: es aquella que depende de la pura o mera voluntad
del acreedor o deudor. Por ejemplo: Te regalo $100.000 si yo quiero o si tú quieres.
En conformidad al artículo 1478, son nulas las condiciones pura o meramente potestativas
que dependen de la sola voluntad del deudor. Por ejemplo: Te doy $100.000 si yo quiero.
ii) Condición causal: es aquella que depende de la voluntad de un tercero o del acaso. Por
ejemplo: Te doy $100.000 si quiere tu madre o te regalo mi paraguas, si llueve en junio.
iii) Condición mixta: es aquella que depende en parte de la voluntad del acreedor o deudor y en
parte de la voluntad de un tercero o del acaso. Por ejemplo: Te regalo $100.000 si te casas con
Juanita.
EL PLAZO
ii) Plazo suspensivo: Hecho futuro y cierto del cual depende el ejercicio de un
derecho.
2) Plazo suspensivo cumplido: Cumplido o vencido el plazo, el acreedor puede ejercer sus
derechos y exigir el cumplimiento de la obligación.
A diferencia de lo que sucede con la condición, el plazo cumplido no opera con efecto
retroactivo.
3) Plazo extintivo pendiente: Pendiente el plazo extintivo, la persona que tiene una cosa o
derecho bajo tal modalidad puede ejercer todas las atribuciones o facultades que le confiere su
respectivo derecho. Por ejemplo, te presto mi casa hasta el 15 de diciembre.
4) Plazo extintivo cumplido: Por el solo ministerio de la ley, opera la extinción del derecho
una vez cumplido o vencido el plazo. Quien tenía la cosa a plazo, deberá restituirla al acreedor
con derecho a exigirla. Cabe señalar que, al igual que el plazo suspensivo, tampoco opera con
efecto retroactivo.
c) Caducidad del plazo: es una institución en virtud de la cual, el acreedor puede ejercer su
derecho aun encontrándose pendiente el plazo, en los casos en que la ley establece o en que se
hubiere convenido expresamente. De esta manera, la caducidad puede ser legal y convencional.
i) Caducidad legal: Opera en los casos determinados por la ley. Dichos casos están
contemplados en el artículo 1496: “El pago de la obligación no puede exigirse antes de expirar el
plazo, si no es:
1º Al deudor constituido en quiebra o que se halla en notoria insolvencia;
2º Al deudor cuyas cauciones, por hecho o culpa suya, se han extinguido o han disminuido
considerablemente de valor. Pero en este caso el deudor podrá reclamar el beneficio del plazo,
renovando o mejorando las cauciones.
ii) Caducidad convencional: opera en los casos expresamente previstos por las
partes. Por ejemplo, en los contratos de mutuo otorgados por instituciones bancarias, es frecuente
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que se estipule que la mora o simple retardo del deudor en el pago de una o más de las cuotas
traerá como consecuencia la caducidad del plazo, pudiendo el acreedor exigir la totalidad del
saldo adeudado como si la obligación fuere de plazo vencido.
EL MODO