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Una reforma fiscal, por lo tanto, es un proceso o una disposición que modifica
la legislación impositiva. El Poder Legislativo se encarga de cambiar las leyes o
de elaborar nuevas normas, que deben ser promulgadas por el Poder Ejecutivo.
Para entender cómo se desarrolla una reforma fiscal, hay que comprender qué
son los impuestos. Se trata de pagos obligatorios que el Estado impone a sus
ciudadanos para solventar su funcionamiento. Con el dinero que se recauda de
los impuestos, un Gobierno a cargo de la administración del Estado puede
invertir en la construcción de hospitales y escuelas, el desarrollo de caminos, el
pago de jubilaciones, etc.
Para evitar abusos, los impuestos son fijados por ley. Es decir: un Gobierno no
puede cobrar los impuestos según sus intereses particulares o sus deseos, sino
que sólo puede recaudar de acuerdo a lo establecido por la legislación. En caso
de querer modificar algún aspecto de los tributos, tendrá que impulsar, en
definitiva, una reforma fiscal.
Ese mismo año, Manuel Cantero de San Vicente ejerció durante un periodo
breve el puesto de ministro de Hacienda, y fue entonces que le propuso a
Ramón de Santillán que crease una Comisión para dictaminar acerca de la
reforma del sistema tributario de la época; y éste así lo hizo, el 18 de
diciembre, fecha para la cual Cantero no era más ministro, sino que había sido
sucedido por Juan José García-Carrasco.
A Mon no le resultó fácil tomar una decisión tras evaluar las posibilidades que
la reforma fiscal daría a la recaudación de impuestos, y por ello le tomó hasta
el 10 de enero del año siguiente presentarla. Finalmente, en mayo de 1845 se
convirtió en Ley, y representó un profundo cambio del sistema fiscal de
España, ya que rompió con los esquemas asociados al Antiguo Régimen.