Al interpretar a los economistas clásicos, el problema económico se identifica con el funcionamiento de la «mano invisible del mercado». Esto aseguraría no sólo un funcionamiento suficientemente regular de la economía, sino, más que esto, una tendencia sistemática hacia un equilibrio con una igualdad perfecta entre la oferta y la demanda de cada mercancía (vaciamiento del mercado), incluso en presencia de muchas mercancías y muchos agentes económicos. De hecho, una idea fue desarrollada por la «escuela de Lausana», fundada por Léon Walras. Cuando consideremos a Walras deben considerarse esenciales dos elementos: La idea de la interdependencia general entre todas las partes que componen un sistema económico La idea del mercado como mecanismo equilibrador entre la oferta y la demanda. Junto con estos dos elementos encontramos una visión específica del problema económico (como un problema de asignación óptima de recursos escasos) y del agente económico (el homo oeconomicus). Examinaremos la etapa heroica del enfoque del equilibrio económico general. León Walras
El enfoque del equilibrio económico general, que implicaba la inserción
del mecanismo de oferta y demanda en un contexto de interdependencias generales, en la producción como en el consumo, surgió con Walras. En el modelo del intercambio puro, los datos del problema consisten en el número de mercancías y de agentes económicos, en sus preferencias y en las dotaciones de cada mercancía para cada agente. Las preferencias se expresan por funciones de demanda individuales de los diferentes bienes derivadas de las funciones de utilidad. Para cada individuo hay una restricción presupuestaria, que asegura la igualdad entre el valor de los bienes que demanda y los recursos de los que puede disponer. La solución de equilibrio para los precios relativos de las diferentes mercancías y para las cantidades de cada una de ellas, adquiridas y vendidas por cada individuo, se define analíticamente como solución de un sistema de ecuaciones, por medio de la ilustración de un proceso de ajuste llamado tanteo que se entiende como una representación idealizada de lo que tiene lugar en la realidad en condiciones competitivas. De acuerdo con dicho proceso, el sistema comienza con un precio inicial (dado aleatoriamente por un subastador); después se comparan los correspondientes niveles de demanda y oferta, y el precio «voceado» se cambia hasta que se alcance un equilibrio; sólo entonces se efectúan los intercambios. Para cada individuo tenemos tantas funciones de demanda como mercancías; cada función expresa la demanda de cada individuo para cada mercancía como una función del precio de la propia mercancía y de todos los demás precios que son incógnitas por determinar, además de las dotaciones iniciales de las distintas mercancías de las que dispone el individuo (y que, multiplicadas por sus precios, determinan la renta disponible por éste). Se supone que estas funciones son independientes y permanecen invariables en el curso del proceso de ajuste hacia el equilibrio; además, la cantidad demandada disminuye cuando aumenta el precio de la mercancía que se considera, permaneciendo sin cambios todas las demás variables. Para cada mercancía, las funciones de demanda de los diferentes individuos se suman; llegando a definir unas funciones de demanda agregada, una para cada mercancía. A las restricciones presupuestarias del individuo corresponde un sistema de ecuaciones que expresan las condiciones del equilibrio agregado: para cada mercancía la cantidad demandada es igual a la cantidad ofrecida. Tenemos así dos grupos de ecuaciones: las funciones de demanda y las condiciones de equilibrio; en cada uno de los dos grupos, el número de ecuaciones es igual al número de mercancías. La «ley de Walras» nos recuerda que una de estas ecuaciones puede deducirse de las otras (a saber, que si n–1 mercados están en equilibrio, lo mismo vale necesariamente para el mercado n-ésimo). Si hay n mercancías, las ecuaciones independientes son 2n–1. Tenemos entonces un número de ecuaciones independientes igual al número de incógnitas que determinar (los n–1 precios relativos, esto es, los precios de las diversas mercancías en términos de uno de ellos que se escoge como patrón de medida, y las n cantidades de las diferentes mercancías demandadas en el sistema en su conjunto). Una vez determinados los precios, también se determinan las cantidades de cada mercancía adquiridas o vendidas por cada individuo, sobre la base de las funciones individuales de demanda. El resultado es que los precios de las diversas mercancías son proporcionales a sus utilidades marginales. Walras era consciente del hecho de que la mera igualdad entre el número de ecuaciones y el número de incógnitas no aseguraba por sí misma soluciones económicamente significativas para las variables que había que determinar; En el caso del intercambio puro, el análisis de la estabilidad era una parte integral de la teoría walrasiana: en opinión de Walras, un equilibrio inestable no constituía una solución aceptable del problema de representación del funcionamiento de los mercados. En cada caso, el análisis del equilibrio y de su estabilidad iba seguido de un análisis de estática comparativa, dirigido a identificar lo que sucede cuando algunos datos del problema la dotación inicial de alguna mercancía, o las preferencias del consumidor— cambian. En el caso del modelo de producción e intercambio, cada individuo dispone de unas dotaciones dadas de lo que podemos llamar bienes de capital: tierra, bienes de capital propiamente dichos, bienes de capital personal (capacidades), las funciones de producción son conocidas, y expresan las cantidades producidas de las diferentes mercancías como funciones crecientes de las cantidades utilizadas de los servicios de los diversos factores productivos. tales funciones se basan en el supuesto de coeficientes técnicos fijos, que implica la ausencia de sustituibilidad entre los diferentes factores de producción y rendimientos constantes a escala. Junto con los mercados de las mercancías tenemos ahora los mercados de los servicios de los factores productivos, que son «alquilados» por sus propietarios a los empresarios. El papel de los empresarios es el de adquirir tales servicios, organizar el proceso productivo y vender las mercancías producidas. La competencia asegura que los empresarios no obtienen beneficio alguno, aparte del «salario de dirección» que se incluye en los costes de producción. Por lo tanto, tenemos un nuevo grupo de ecuaciones, tantas como mercancías, que asegura para cada bien de consumo la igualdad entre sus costes de producción y el valor del producto. Además, tenemos un grupo de funciones de demanda de los servicios de los bienes de capital, tantas como bienes de capital; la demanda de cada servicio corresponde a la cantidad de éste que se emplea en los procesos productivos del conjunto, y se expresa, por lo tanto, como una función de la tecnología y de los niveles de producción de los distintos bienes de consumo. Otro grupo de ecuaciones expresa la condición de equilibrio en los mercados de los servicios de bienes de capital como igualdad entre la cantidad demandada y la cantidad disponible para cada servicio. Las ecuaciones adicionales se corresponden en número a las incógnitas adicionales: los precios de los servicios de los bienes de capital, en términos de la mercancía escogida como patrón de medida, las cantidades demandadas de cada servicio y las cantidades producidas de los diferentes bienes de consumo. El proceso de ajuste al equilibrio, o tanteo, es en este caso es más complejo que en el caso del modelo de intercambio puro. Walras intentó esbozar con precisión los diferentes aspectos de dicho proceso y prevé intercambios de los servicios de bienes de capital incluso a precios distintos de los de equilibrio: la producción puede tener lugar en desequilibrio, pudiendo ser diferentes el precio y el coste medio, y generar beneficios o pérdidas para las diferentes empresas, a consecuencia de lo cual se expansionen o se reduzcan, entren o salgan del mercado, aunque permaneciendo constante la dotación de los diferentes bienes de capital.
transacción fuera de la situación de completo equilibrio, creaba más pro-
blemas de los que resolvía.26 Walras abordó después el tercer modelo, con acumulación y crédito. pasó al caso en el que también los bienes de capital pueden ser producidos, la acumulación de capital, en esta etapa, antes de tener en cuenta el dinero, en la que se introducía el problema del crédito: nos enfrentamos así con la demanda y oferta de crédito en términos reales, es decir, en términos de la mercancía escogida como patrón de medida. Para tratar este problema, Walras introdujo una mercancía E (‘ahorro’), que posee la característica de producir una renta anual perpetua igual a una unidad de la mercancía elegida como patrón, que tiene, un precio igual a la inversa del tipo de interés. Esta mercancía es demandada por aquellos que desean invertir en la compra de nuevos bienes de capital (los empresarios), y es ofrecida por quienes deciden ahorrar (los capitalistas). La demanda y oferta de esta mercancía depende, por una parte, de las preferencias de los agentes económicos por un consumo corriente, más que por un consumo futuro y por otra, del rendimiento de la inversión en nuevos bienes de capital. La condición de igualdad entre la demanda y la oferta de la mercancía E constituye una ecuación adicional, que corresponde a la incógnita adicional representada por el precio de la mercancía E (o su inverso, el tipo de interés). Además, en equilibrio el precio de oferta de los bienes de capital que se producen debe ser igual a su precio de demanda, que corresponde a su rendimiento neto descontado sobre la base del tipo de interés implícito en el precio de la mercancía E. La inversión en los diferentes bienes de capital produce el mismo tipo de rendimiento, que es igual al tipo de interés que lleva al equilibrio entre la demanda y oferta de la mercancía E, es decir, el ahorro. Ade- más, para cada bien de capital en equilibrio la demanda debe ser igual a la oferta. Si en la situación inicial un bien de capital produce un tipo de rendimiento más alto que el de otros bienes de capital, se demuestra beneficioso aumentar su producción, y de ahí su oferta. Esto provoca una reducción de su precio, hasta el punto en que su tipo de rendimiento ha disminuido hasta el mismo nivel que los tipos de rendimientos de los otros bienes de capital. Y a la inversa, aquellos bienes de capital para los que el precio de demanda resulta ser menor que el precio de oferta, no se producirán, y su precio será igual al valor actual de las rentas esperadas de la venta de sus servicios. El dinero se introdujo como un puente requerido por los agentes económicos para cruzar los intervalos de tiempo entre desembolsos e ingresos. Por lo tanto, el dinero se consideraba como una de las dos clases de capital circulante, junto con los medios de producción no duraderos. La demanda neta de saldos monetarios dependía del nivel del tipo de interés que representaba su coste de oportunidad. También en esta etapa del desarrollo de su teoría, Walras siguió con el supuesto de ausencia de incertidumbre en los estados de equilibrio.
Vilfredo Pareto y la escuela de Lausana
Sus contribuciones a la teoría económica consistieron en la aplicación
de los instrumentos matemáticos al enfoque del equilibrio económico general desarrollado por Walras. A medio camino entre la economía y la sociología estaba la ampliamente conocida «ley de Pareto», que se refiere a la distribución de la renta personal. La «ley» se resumía en una fórmula famosa: Log N = log A – log x, en la que N es el número de familias con una renta por lo menos igual a x, A es un parámetro que indica el tamaño de la población, es un parámetro estimado, generalmente igual a 1,5. La aparente aplicabilidad de esta fórmula a distintas poblaciones y diferentes épocas indicar la independencia de la distribución de la renta respecto de las vicisitudes históricas y sociales. En esto parece implícita una enseñanza moral, análoga a la que se deduce de la «ley de la población» maltusiana: las políticas dirigidas a mejorar las condiciones de vida de las clases pobres son inútiles, puesto que éstas no pueden modificar una distribución de la renta que es una «ley de la naturaleza», dependiendo como depende. Las principales contribuciones analíticas relacionan el nombre de Pareto con el abandono de la noción cardinal de la utilidad a favor de una noción ordinal, y con la noción de óptimo de Pareto. Mientras que la noción de utilidad cardinal suponía que la utilidad era una magnitud cuantitativa y mensurable, la «utilidad ordinal» sólo implicaba una ordenación de las preferencias del agente, tal que podía representarse por una serie de curvas de indiferencia. Por pares de bienes, cada una de tales curvas indica el lugar geométrico de todas las combinaciones de cantidades consumidas de los dos bienes que el consumidor considera equivalentes. En otros términos, la curva indica cuánto tiene que aumentar el consumo de uno de los dos bienes para compensar una reducción dada del consumo del otro bien. en el Manuale de 1906 encontramos una ilustración sistemática de la teoría del equilibrio general, en la línea de un manual de mecánica racional Adoptando la noción de curvas de indiferencia, introducida por Edgeworth, Pareto dio pasos decisivos hacia la construcción de un sistema analítico completo, en particular esbozando los que más tarde se llamarían teoremas fundamentales de la economía del bienestar, dirigidos a demostrar la Optimalidad de la economía de mercado en condiciones de competencia perfecta. La noción de óptimo de Pareto designa una situación, una utilización específica de la dotación inicial de recursos tal que no puede modificarse para mejorar la posición de algún agente económico sin empeorar la posición de, al menos, otro agente económico. Pareto demostró que el equilibrio competitivo corresponde a un óptimo en este sentido. Naturalmente, dada una multiplicidad de equilibrios competitivos, y de ahí una multiplicidad de óptimos de Pareto, sería necesario un criterio para las comparaciones interpersonales, a fin de localizar un óptimo absoluto. Además, señaló las condiciones requeridas para la validez de los dos «teoremas fundamentales de la economía del bienestar». Tales teoremas, que especifican la relación que Pareto estableció entre el equilibrio competitivo y la posición óptima de la economía, afirmaban a) que cada equilibrio competitivo es Pareto-óptimo; b) que cada óptimo de Pareto corresponde a un equilibrio competitivo. Entre los supuestos utilizados para demostrar los dos teoremas, recordemos la ausencia de externalidades, la integridad de los mercados, la información perfecta y la previsión; el segundo teorema requiere además la ausencia de rendimientos crecientes a escala. El debate sobre la optimalidad (o eficiencia) de Pareto constituyó durante décadas el núcleo central de la llamada economía del bienestar. En lo que a Pareto se refiere, podemos destacar como conclusión que, como Walras, tampoco su sucesor en la cátedra de Lausana logró dar los pasos decisivos con respecto a los temas cruciales de la existencia, unicidad y estabilidad del equilibrio económico general. Tal vez fue este resultado, y su creciente conciencia de los límites de la teoría económica pura —límites que se hacían más evidentes cuanto más rigu rosa era la teoría— lo que desplazó decisivamente los intereses de Pareto hacia la sociología.