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12.

EQUILIBRIO ECONÓMICO GENERAL

12.1. La mano invisible del mercado


Al interpretar a los economistas clásicos, el problema económico se
identifica con el funcionamiento de la «mano invisible del mercado».
Esto aseguraría no sólo un funcionamiento suficientemente regular de
la economía, sino, más que esto, una tendencia sistemática hacia un
equilibrio con una igualdad perfecta entre la oferta y la demanda de
cada mercancía (vaciamiento del mercado), incluso en presencia de
muchas mercancías y muchos agentes económicos.
De hecho, una idea fue desarrollada por la «escuela de Lausana»,
fundada por Léon Walras. Cuando consideremos a Walras deben
considerarse esenciales dos elementos:
La idea de la interdependencia general entre todas las partes que
componen un sistema económico
La idea del mercado como mecanismo equilibrador entre la oferta y la
demanda.
Junto con estos dos elementos encontramos una visión específica del
problema económico (como un problema de asignación óptima de
recursos escasos) y del agente económico (el homo oeconomicus).
Examinaremos la etapa heroica del enfoque del equilibrio económico
general.
León Walras

El enfoque del equilibrio económico general, que implicaba la inserción


del mecanismo de oferta y demanda en un contexto de
interdependencias generales, en la producción como en el consumo,
surgió con Walras.
En el modelo del intercambio puro, los datos del problema consisten en el
número de mercancías y de agentes económicos, en sus preferencias y
en las dotaciones de cada mercancía para cada agente. Las preferencias
se expresan por funciones de demanda individuales de los diferentes
bienes derivadas de las funciones de utilidad. Para cada individuo hay
una restricción presupuestaria, que asegura la igualdad entre el valor de
los bienes que demanda y los recursos de los que puede disponer. La
solución de equilibrio para los precios relativos de las diferentes
mercancías y para las cantidades de cada una de ellas, adquiridas y
vendidas por cada individuo, se define analíticamente como solución de
un sistema de ecuaciones, por medio de la ilustración de un proceso de
ajuste llamado tanteo que se entiende como una representación
idealizada de lo que tiene lugar en la realidad en condiciones
competitivas. De acuerdo con dicho proceso, el sistema comienza con
un precio inicial (dado aleatoriamente por un subastador); después se
comparan los correspondientes niveles de demanda y oferta, y el precio
«voceado» se cambia hasta que se alcance un equilibrio; sólo entonces se
efectúan los intercambios.
Para cada individuo tenemos tantas funciones de demanda como
mercancías; cada función expresa la demanda de cada individuo para
cada mercancía como una función del precio de la propia mercancía y de
todos los demás precios que son incógnitas por determinar, además de
las dotaciones iniciales de las distintas mercancías de las que dispone el
individuo (y que, multiplicadas por sus precios, determinan la renta
disponible por éste). Se supone que estas funciones son independientes
y permanecen invariables en el curso del proceso de ajuste hacia el
equilibrio; además, la cantidad demandada disminuye cuando aumenta
el precio de la mercancía que se considera, permaneciendo sin cambios
todas las demás variables.
Para cada mercancía, las funciones de demanda de los diferentes
individuos se suman; llegando a definir unas funciones de demanda
agregada, una para cada mercancía.
A las restricciones presupuestarias del individuo corresponde un sistema
de ecuaciones que expresan las condiciones del equilibrio agregado:
para cada mercancía la cantidad demandada es igual a la cantidad
ofrecida. Tenemos así dos grupos de ecuaciones: las funciones de
demanda y las condiciones de equilibrio; en cada uno de los dos grupos,
el número de ecuaciones es igual al número de mercancías.
La «ley de Walras» nos recuerda que una de estas ecuaciones puede
deducirse de las otras (a saber, que si n–1 mercados están en equilibrio, lo
mismo vale necesariamente para el mercado n-ésimo). Si hay n
mercancías, las ecuaciones independientes son 2n–1. Tenemos
entonces un número de ecuaciones independientes igual al número de
incógnitas que determinar (los n–1 precios relativos, esto es, los precios
de las diversas mercancías en términos de uno de ellos que se escoge
como patrón de medida, y las n cantidades de las diferentes mercancías
demandadas en el sistema en su conjunto).
Una vez determinados los precios, también se determinan las
cantidades de cada mercancía adquiridas o vendidas por cada individuo,
sobre la base de las funciones individuales de demanda. El resultado es
que los precios de las diversas mercancías son proporcionales a sus
utilidades marginales.
Walras era consciente del hecho de que la mera igualdad entre el
número de ecuaciones y el número de incógnitas no aseguraba por sí
misma soluciones económicamente significativas para las variables que
había que determinar;
En el caso del intercambio puro, el análisis de la estabilidad era una
parte integral de la teoría walrasiana: en opinión de Walras, un
equilibrio inestable no constituía una solución aceptable del problema de
representación del funcionamiento de los mercados. En cada caso, el
análisis del equilibrio y de su estabilidad iba seguido de un análisis de
estática comparativa, dirigido a identificar lo que sucede cuando algunos
datos del problema la dotación inicial de alguna mercancía, o las
preferencias del consumidor— cambian.
En el caso del modelo de producción e intercambio,
cada individuo dispone de unas dotaciones dadas de lo que podemos
llamar bienes de capital: tierra, bienes de capital propiamente dichos,
bienes de capital personal (capacidades), las funciones de producción
son conocidas, y expresan las cantidades producidas de las diferentes
mercancías como funciones crecientes de las cantidades utilizadas de los
servicios de los diversos factores productivos.
tales funciones se basan en el supuesto de coeficientes técnicos fijos,
que implica la ausencia de sustituibilidad entre los diferentes factores
de producción y rendimientos constantes a escala. Junto con los
mercados de las mercancías tenemos ahora los mercados de los
servicios de los factores productivos, que son «alquilados» por sus
propietarios a los empresarios. El papel de los empresarios es el de adquirir
tales servicios, organizar el proceso productivo y vender las mercancías
producidas. La competencia asegura que los empresarios no obtienen
beneficio alguno, aparte del «salario de dirección» que se incluye en
los costes de producción.
Por lo tanto, tenemos un nuevo grupo de ecuaciones, tantas como
mercancías, que asegura para cada bien de consumo la igualdad entre
sus costes de producción y el valor del producto. Además, tenemos un
grupo de funciones de demanda de los servicios de los bienes de
capital, tantas como bienes de capital; la demanda de cada servicio
corresponde a la cantidad de éste que se emplea en los procesos
productivos del conjunto, y se expresa, por lo tanto, como una función
de la tecnología y de los niveles de producción de los distintos bienes de
consumo. Otro grupo de ecuaciones expresa la condición de equilibrio
en los mercados de los servicios de bienes de capital como igualdad
entre la cantidad demandada y la cantidad disponible para cada
servicio. Las ecuaciones adicionales se corresponden en número a las
incógnitas adicionales: los precios de los servicios de los bienes de capital,
en términos de la mercancía escogida como patrón de medida, las
cantidades demandadas de cada servicio y las cantidades producidas de
los diferentes bienes de consumo.
El proceso de ajuste al equilibrio, o tanteo, es en este caso es más
complejo que en el caso del modelo de intercambio puro. Walras
intentó esbozar con precisión los diferentes aspectos de dicho proceso y
prevé intercambios de los servicios de bienes de capital incluso a
precios distintos de los de equilibrio: la producción puede tener lugar en
desequilibrio, pudiendo ser diferentes el precio y el coste medio, y
generar beneficios o pérdidas para las diferentes empresas, a
consecuencia de lo cual se expansionen o se reduzcan, entren o salgan
del mercado, aunque permaneciendo constante la dotación de los
diferentes bienes de capital.

transacción fuera de la situación de completo equilibrio, creaba más pro-


blemas de los que resolvía.26
Walras abordó después el tercer modelo, con acumulación y
crédito.
pasó al caso en el que también los bienes de capital pueden ser
producidos, la acumulación de capital, en esta etapa, antes de tener en
cuenta el dinero, en la que se introducía el problema del crédito: nos
enfrentamos así con la demanda y oferta de crédito en términos reales,
es decir, en términos de la mercancía escogida como patrón de medida.
Para tratar este problema, Walras introdujo una mercancía E (‘ahorro’),
que posee la característica de producir una renta anual perpetua igual a
una unidad de la mercancía elegida como patrón, que tiene, un precio
igual a la inversa del tipo de interés. Esta mercancía es demandada por
aquellos que desean invertir en la compra de nuevos bienes de capital
(los empresarios), y es ofrecida por quienes deciden ahorrar (los
capitalistas). La demanda y oferta de esta mercancía depende, por una
parte, de las preferencias de los agentes económicos por un consumo
corriente, más que por un consumo futuro y por otra, del rendimiento
de la inversión en nuevos bienes de capital. La condición de igualdad
entre la demanda y la oferta de la mercancía E constituye una ecuación
adicional, que corresponde a la incógnita adicional representada por el
precio de la mercancía E (o su inverso, el tipo de interés).
Además, en equilibrio el precio de oferta de los bienes de capital que se
producen debe ser igual a su precio de demanda, que corresponde a su
rendimiento neto descontado sobre la base del tipo de interés
implícito en el precio de la mercancía E.
La inversión en los diferentes bienes de capital produce el mismo tipo
de rendimiento, que es igual al tipo de interés que lleva al equilibrio
entre la demanda y oferta de la mercancía E, es decir, el ahorro. Ade-
más, para cada bien de capital en equilibrio la demanda debe ser igual a
la oferta. Si en la situación inicial un bien de capital produce un tipo de
rendimiento más alto que el de otros bienes de capital, se demuestra
beneficioso aumentar su producción, y de ahí su oferta. Esto provoca
una reducción de su precio, hasta el punto en que su tipo de
rendimiento ha disminuido hasta el mismo nivel que los tipos de
rendimientos de los otros bienes de capital. Y a la inversa, aquellos
bienes de capital para los que el precio de demanda resulta ser menor
que el precio de oferta, no se producirán, y su precio será igual al valor
actual de las rentas esperadas de la venta de sus servicios.
El dinero se introdujo como un puente requerido por los agentes
económicos para cruzar los intervalos de tiempo entre desembolsos e
ingresos. Por lo tanto, el dinero se consideraba como una de las dos
clases de capital circulante, junto con los medios de producción no
duraderos. La demanda neta de saldos monetarios dependía del nivel
del tipo de interés que representaba su coste de oportunidad.
También en esta etapa del desarrollo de su teoría, Walras siguió con el
supuesto de ausencia de incertidumbre en los estados de equilibrio.

Vilfredo Pareto y la escuela de Lausana

Sus contribuciones a la teoría económica consistieron en la aplicación


de los instrumentos matemáticos al enfoque del equilibrio económico
general desarrollado por Walras. A medio camino entre la economía y la
sociología estaba la ampliamente conocida «ley de Pareto», que se
refiere a la distribución de la renta personal. La «ley» se resumía en una
fórmula famosa:
Log N = log A – log x,
en la que N es el número de familias con una renta por lo menos igual a
x, A es un parámetro que indica el tamaño de la población, es un
parámetro estimado, generalmente igual a 1,5. La aparente
aplicabilidad de esta fórmula a distintas poblaciones y diferentes
épocas indicar la independencia de la distribución de la renta respecto
de las vicisitudes históricas y sociales. En esto parece implícita una
enseñanza moral, análoga a la que se deduce de la «ley de la población»
maltusiana: las políticas dirigidas a mejorar las condiciones de vida de
las clases pobres son inútiles, puesto que éstas no pueden modificar una
distribución de la renta que es una «ley de la naturaleza», dependiendo
como depende.
Las principales contribuciones analíticas relacionan el nombre de
Pareto con el abandono de la noción cardinal de la utilidad a favor de
una noción ordinal, y con la noción de óptimo de Pareto. Mientras
que la noción de utilidad cardinal suponía que la utilidad era una
magnitud cuantitativa y mensurable, la «utilidad ordinal» sólo
implicaba una ordenación de las preferencias del agente, tal que podía
representarse por una serie de curvas de indiferencia. Por pares de
bienes, cada una de tales curvas indica el lugar geométrico de todas las
combinaciones de cantidades consumidas de los dos bienes que el
consumidor considera equivalentes. En otros términos, la curva indica
cuánto tiene que aumentar el consumo de uno de los dos bienes para
compensar una reducción dada del consumo del otro bien.
en el Manuale de 1906 encontramos una ilustración sistemática de la
teoría del equilibrio general, en la línea de un manual de mecánica
racional Adoptando la noción de curvas de indiferencia, introducida por
Edgeworth, Pareto dio pasos decisivos hacia la construcción de un
sistema analítico completo, en particular esbozando los que más tarde se
llamarían teoremas fundamentales de la economía del bienestar,
dirigidos a demostrar la Optimalidad de la economía de mercado en
condiciones de competencia perfecta.
La noción de óptimo de Pareto designa una situación, una utilización
específica de la dotación inicial de recursos tal que no puede modificarse
para mejorar la posición de algún agente económico sin empeorar la
posición de, al menos, otro agente económico. Pareto demostró que el
equilibrio competitivo corresponde a un óptimo en este sentido.
Naturalmente, dada una multiplicidad de equilibrios competitivos, y de
ahí una multiplicidad de óptimos de Pareto, sería necesario un criterio
para las comparaciones interpersonales, a fin de localizar un óptimo
absoluto. Además, señaló las condiciones requeridas para la validez de
los dos «teoremas fundamentales de la economía del bienestar». Tales
teoremas, que especifican la relación que Pareto estableció entre el
equilibrio competitivo y la posición óptima de la economía, afirmaban
a) que cada equilibrio competitivo es Pareto-óptimo;
b) que cada óptimo de Pareto corresponde a un equilibrio
competitivo.
Entre los supuestos utilizados para demostrar los dos teoremas,
recordemos la ausencia de externalidades, la integridad de los
mercados, la información perfecta y la previsión; el segundo teorema
requiere además la ausencia de rendimientos crecientes a escala. El
debate sobre la optimalidad (o eficiencia) de Pareto constituyó
durante décadas el núcleo central de la llamada economía del
bienestar.
En lo que a Pareto se refiere, podemos destacar como conclusión que,
como Walras, tampoco su sucesor en la cátedra de Lausana logró dar
los pasos decisivos con respecto a los temas cruciales de la existencia,
unicidad y estabilidad del equilibrio económico general. Tal vez fue este
resultado, y su creciente conciencia de los límites de la teoría
económica pura —límites que se hacían más evidentes cuanto más rigu
rosa era la teoría— lo que desplazó decisivamente los intereses de
Pareto hacia la sociología.

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