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Por aquellos años (42-39) nacieron las Bucólicas, que cimentaron la fama
poética de Virgilio; hasta se recitaron en el teatro. Junto al reconocimiento hacia Polión
y para el amigo común Cornelio Galo, hace cumplidos a Helvio Cinna y Alfeno Varo,
de Cremona, con quien permaneció unido hasta la muerte de este (el 23 a. C.).
Para su segunda obra, las Geórgicas, Virgilio había recibido aliento de Mecenas,
a cuyo círculo ya pertenecía. El tema hubo de ser para Virgilio, amigo de la naturaleza,
que no llegó jamás a transformarse en hombre de la ciudad, sumamente atractivo. El
poeta trabajó en este poema durante siete años. Vivía preferentemente en Sicilia y en la
Campania, sobre todo en Nápoles. En Roma, donde poseía una casa en el Esquilino,
regalada por Mecenas, no se sentía a gusto. La obra estaba lista al volver de Oriente el
año 29 a. C.
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patria. Al pasar por la ciudad de Mégara la fiebre se apoderó del poeta. El viaje de
vuelta, precipitado, empeoró su estado. Murió en Brindis, pocos días después de
desembarcar, el 21 de septiembre del 19 a. C. a la edad de casi 51 años. Fue inhumado
en la vía Puzzuoli, en las afueras de Nápoles.
"Appendix Vergiliana"
Salvo el epigrama dedicado a Balista, los demás poemas se nos han transmitido
como colección que conocemos desde Escalígero con el nombre de Appendix
Vergiliana.
Ciris ("La garceta") trata de la leyenda de Escila, que, llevada de su amor por el
enemigo Minos, corta a su padre Niso el rizo purpúreo, talismán de su vida y de la
seguridad de su ciudad; pero el victorioso Minos rechaza luego a la traidora y, atada a
su barco, la arrastra por el mar. Ella se transforma en ave marina (ciris) que su padre,
como águila de mar, persigue constantemente.
Copa ("La tabernera") y Moretum ("La pasta") son "idilios", pequeñas escenas
realistas.
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El Aetna es un poema didáctico sobre la erupción de los volcanes, de tono
científico.
Las "Bucólicas"
La poesía bucólica es una creación del griego siciliano Teócrito, que vivió bajo
Hierón II de Siracusa en la época de la primera guerra púnica. Luego marchó a
Alejandría, donde el nuevo género hizo escuela. Teócrito llamaba a sus composiciones
idilios, "pequeños bosquejos"; tienen mucho en común con los mimos, sólo que sus
figuras son casi siempre pastores sicilianos. La poesía pastoril de Virgilio fue en
realidad la primera que influyó en la literatura europea.
Al aplicarse Virgilio a la poesía pastoril no le movía sin duda otro designio que
la idea de añadir a la literatura romana el género de Teócrito. Pero ya sus primeras
composiciones, las que más se aproximan a Teócrito, se transforman en sus manos en
algo distinto. No existe aquí el menor indicio de ese realismo ligeramente irónico con
que el habitante de Alejandría capta las escenas del campo; los pastores de Virgilio son
simplemente hombres. El que el escenario se llame a menudo Sicilia no es más que un
motivo; Virgilio habla también de su patria chica, del Mincio, de Mantua y Cremona.
Fundamentalmente, sus pastores viven sencillamente en el campo, y éste se experimenta
como algo animado, aportando con ello un nuevo tono. De este modo el autor crea en
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las églogas V y X la Arcadia, un paisaje poético que representa un patrimonio estético
de Europa.
Las églogas III y VII son un concurso de canciones entre dos pastores ante un
árbitro: una de las veces queda indecisa la victoria, y la otra se dicta una sentencia que
Virgilio sabe hacer verosímil sin abandonar el marco estilístico.
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Las "Geórgicas"
Virgilio se aplicó para esto al estudio de la literatura especializada, por más que
él estuviese familiarizado desde su infancia con la vida y el trabajo del campo; pero por
mucho que haya estudiado técnicamente la materia, las Geórgicas no constituyen un
poema didáctico en sentido estricto, como las Geórgicas de Nicandro, del siglo III a. C.
Virgilio no sólo va más allá en cuanto al tema (v. gr., cuando se refiere a la astronomía,
según los Phainómena de Arato) sino que lo trasciende: en la vida del campesino capta
la esencia de la vida del hombre en general; el trabajo agrícola es a sus ojos la raíz y el
símbolo de la cultura. El hombre, para ser humano, tiene intervenir en la naturaleza;
pero él mismo es una parte de ella y por eso se ha de someter a sus leyes. En la
naturaleza no falta ni lo hostil ni lo terrible: animales dañinos que ataca los frutos de la
campiña y de los árboles, incendios, tempestades y epidemias. La tierra tampoco regala
nada. Vivimos en la época de hierro, no bajo las dulzuras de Saturno, sino bajo la égida
de Júpiter, que quiere que los hombres se fatiguen. La naturaleza es la gran educadora.
El hombre debe realizar en sí y a sabiendas la ley que opera necesariamente en el
cosmos. Ahora bien, la humanidad se ha ido alejando cada vez más de este estado. La
única salvación de este desastre estriba en una reflexión acerca de la naturaleza humana,
que encuentra su mejor expresión en la vida campesina.
La materia se distribuyen cuatro partes, cada una de las cuales integra un libro:
cultivo de la tierra, cultivo de árboles y de la vid, cría de ganado y apicultura. Pero los
grandes temas que a Virgilio le interesan surgen bien pronto en el libro I e impregnan la
obra entera.
A la manera de Lucrecio, libros con un proemio prolijo, que forma de por sí una
unidad, van a continuación de otros que cuentan con una introducción breve que
desemboca directamente en el tema; también contrastan entre sí las conclusiones finales
de los libros.
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(3, 478 ss), que no son como piezas brillantes que se hayan sobreañadido, sino partes
propias de un todo.
Pero no se limitó a tomar de él, sin más, sus ideas, por fecundas que fuesen. Ya
el punto de arranque es diferente. La ocasión que mueve a Hesíodo es un asunto
particular: en un pleito con su hermano Perses, los jueces sobornados asignaron la
herencia paterna al holgazán Perses; Hesíodo trata con su poema de enderezar a Perses
por el buen camino. En cambio la preocupación de Virgilio es de carácter público, por
no decir oficial, y al mismo tiempo algo que le salía del corazón. Se distingue también
de Hesíodo por su posición ante el mundo. Frente a la resignación del desilusionado
griego, en Virgilio se entroniza la confianza, aunque sin llamarse a engaño sobre la
dureza de la vida real.
La "Eneida"
El argumento de la Eneida.
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-II y III: En un banquete y a ruego de Dido narra Eneas la trayectoria de su suerte: la
caída de Troya, la huida emprendida por orden divina, junto con su anciano padre
Anquises, su hijo Ascanio y los Penates troyanos (II), así como sus viajes erráticos por
el Mediterráneo oriental (III); junto a algunos motivos de la Odisea se relata también un
desembarco en Accio, donde se ha asentado otro troyano, el vidente Heleno, y la muerte
de su padre en Sicilia.
-V: Durante el viaje a Italia una tempestad obliga a Eneas y los suyos a desembarcar en
Sicilia; es el aniversario de la muerte de Anquises, y Eneas rinde a su padre brillantes
honras fúnebres. Mientras tanto Juno ha logrado persuadir a las mujeres que van en la
expedición con Eneas para que se nieguen a seguir adelante: ponen fuego a las naves
para impedirlo. La plegaria de Eneas logra que una repentina lluvia apague el fuego;
pero la falta de confianza de los suyos casi le hace dudar de su misión. Entonces se le
aparece en sueños Anquises: Eneas dejará que se asiente en Sicilia la gente desalentada,
continuando con el resto hacia su destino; a su llegada a Italia, ante todo irá a ver a su
padre a los infiernos, a fin de que le revele el gran porvenir que le está deparado a su
nueva fundación.
-VI: Desembarco en Cumas. Acompañado de la Sibila y protegido por una rama de oro,
dotada de poderes mágicos, Eneas pasa a través del lago del Averno al mundo de los
muertos. Se mencionan diversos encuentros, como el de Dido, y reencuentro con su
padre en el Elíseo. Anquises muestra a su hijo las almas que, en virtud de la ley de la
reencarnación, vendrán un día al mundo y sobresaldrán por su excelencia entre los
demás romanos: representantes de la romanidad, cuyo perfil histórico se traza en
célebres versos (847 ss.). Eneas asciende a la tierra.
-VII: Desembarco en el Lacio. Eneas envía una delegación al rey Latino, el cual,
obedeciendo a un antiguo oráculo, le recibe honrosamente y le ofrece la mano de su hija
Lavinia. Pero Juno suscita un altercado entre latinos y troyanos que pronto lleva a la
guerra, de la que el mismo rey Latino se mantiene al margen; quien la abandera es el
heroico y despótico rútulo Turno, que pretende a Lavinia y al que favorece la reina
Amata.
-VIII: Eneas busca aliados, y los encuentra en Evandro, señor de las tierras en las que
luego se establecerá la ciudad de Roma; éste le envía tropas a las órdenes de su hijo
Palas. También halla eco favorable en el etrusco Tarcón. A ruego de Venus, Vulcano
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forja las armas para Eneas, entre ellas un escudo grabado con escenas proféticas de la
historia de Roma.
-IX: Durante la ausencia de Eneas los troyanos son duramente hostigados por Turno.
Por la noche tratan los amigos Niso y Euríalo de atravesar el campamento enemigo para
notificar a Eneas el peligro; pero la imprudencia de Euríalo hace que ambos encuentren
la muerte. También al día siguiente luchan los troyanos sin fortuna.
-X: Asamblea de dioses, en la que Júpiter llama al orden a Juno y a Venus por haber
tomado parte en la lucha; este mismo día debe tomar la guerra su camino, libre de toda
intervención divina. Eneas vuelve y entra en batalla. Turno acaba de lograr una fácil
victoria sobre el joven Palas, le arrebata su tahalí y escarnece arrogantemente al
moribundo. Esto hace estallar en deseos de venganza a Eneas, pero Juno logra por el
momento salvar a Turno. Eneas halla un contrincante en Mecencio; herido éste, su hijo
Lauso le cubre la retirada, a costa de su propia vida; cuando el padre se entera, vuelve a
la batalla, donde le espera la muerte.
-XI: Durante la tregua concertada para dar sepultura a los muertos propone Eneas
acabar con la guerra dejando que su suerte dependa de un duelo entre él y Turno. Latino
está dispuesto a lograr un arreglo; pero Turno insiste para que se continúe la guerra.
Pero como muere asesinada su aliada, la heroica Camila, su proyecto de batalla fracasa.
Eneas se instala a la entrada de la ciudad (Laurentium).
-XII: El duelo tendrá lugar al día siguiente. Pero he aquí que los rútulos quebrantan el
compromiso y la batalla recomienza. Tan sólo cuando Eneas asalta la ciudad
desprovista de defensores, Turno acepta el combate individual con el jefe troyano. Juno
no es capaz ya de detener el hado; Júpiter le hace saber que en el Lacio no surgirá una
nueva Troya y que Eneas y sus compañeros se harán latinos. Turno sucumbe y pide
clemencia. Eneas se siente inclinado al perdón, pero su vista advierte en el vencido el
tahalí de Palas, con lo que carece de todo derecho a conceder la gracia. Con el golpe de
muerte que Turno recibe concluye la Eneida.
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cuyos elementos se sirvió libremente, sino que estaba familiarizado con las tradiciones
(notablemente helenizantes) de la antigua Italia y de Sicilia.
Los "modelos" poéticos son en primer lugar Homero y Ennio. El lector debía
reconocerlos como tales; esto era intención del poeta. Una epopeya heroica tenía que ser
"homérica"; así lo exigía la antigua poética. Y Virgilio se presenta como un homérida,
no sólo por sus elementos estilísticos (epítetos, fórmulas, comparaciones, versos
estereotipados), no sólo en la adopción (y transformación) de motivos, situaciones y
episodios, sino hasta en la composición (relato de los viajes erráticos después de
salvarse del naufragio en el último viaje; secuencia de escenas de lucha); pero siempre
se trata de un Homero distinto.
Los héroes de Homero son individuos típicos, mientras que el Eneas de Virgilio
es el representante idealizado de su pueblo; de ahí que le falten los rasgos
individuales y que -precisamente por romano- sea magnanimus y pius. El héroe
homérico se encuentra frente a su destino, que no puede alterar, y al que los mismos
dioses se han de someter; pero hic et nunc se siente dueño de sus decisiones. Para
Eneas, la raison d´être estriba en la voluntad (fata) de los dioses: que llegue a ser el
antepasado de los romanos.
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Los fata (y tampoco esto es homérico) se identifican con Júpiter: por lo cual se
afirman tanto frente a Juno, que no quiere acatarlos, como frente a Venus, que trata de
favorecerlos; en la tierra los hados llevan a cabo la destrucción de Dido -cuyo
conocimiento sobre el "destino" de Eneas es oscurecido por su pasión- y de Turno, que,
obcecado, trata de desviarlos.
Eneas se somete a los hados y los sigue: primeramente como ser todavía no
autónomo, obedeciendo a su padre, y luego tanteando y avanzando finalmente con un
consentimiento libre y consciente: volentem fata ducunt es una consigna que también se
cumple en él.
Pero sobre todas estas figuras episódicas sobresale Dido. El que Eneas la tuviese
que abandonar no es sólo (como en Nevio) la primera raíz de la enemistad entre Roma y
Cartago. Dentro de la misma Eneida, Dido perdura más allá de su muerte: en el
encuentro ocurrido en el Averno, Dido se aparta de Eneas sin pronunciar una palabra;
pero su recuerdo emerge más de una vez como una sombra, como persiguiendo a Eneas.
Es como la víctima que tiene que ofrendar el fundador de un imperio.
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La épica de época imperial
La épica de la época imperial está representada por cuatro poetas que escriben
entre los principados de Nerón y Domiciano: Lucano, Estacio, Silio Itálico y Valerio
Flaco, y otro más tardío: Claudiano.
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