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García Norro, Juan José y García-Baró, Miguel. (1984) Formas de organización política.
Filosofía , Alhambra, Madrid, 1984. Documento en línea. Consultado el día 10/08/2015,
desde http://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/fyc/fyc_5_3.html
Consideraciones generales
En sentido restringido (la política propia del Estado contemporáneo), se entiende por
política el conjunto de principios, medios, actividades e instituciones con que se dirige un
grupo humano, de carácter público y colectivo a distintos niveles.
El ser humano es un ser social, lo que quiere decir que le es inherente el agruparse y
organizarse en comunidades más o menos numerosas para garantizar su supervivencia.
Las formas de organización política adoptadas dependerán de numerosos factores, entre
los que se cuentan el número de individuos que integran el grupo, la extensión del
territorio o sus medios de producción. A partir de un cierto grado de complejidad -
sociedades con excedentes en la producción, que han de organizarse en torno a la
repartición de tales excedentes, con altos niveles demográficos y territorios extensos,
etc.- la exigencia de organización es también mayor.
Estado y Gobierno
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Las formas de organización política de los distintos territorios pasarán a denominarse
genéricamente, a partir de un determinado momento “Estado”.
Sin embargo, el propio término "Estado" es relativamente reciente, así como las
definiciones que de él dan diferentes autores, y diferentes son las explicaciones sobre su
origen; el término Estado surgió a comienzos del siglo XVI y tuvo su origen en el político
Maquiavelo, quien, en su obra El príncipe, con esta palabra se refiere a la autoridad o al
poder que ejerce un gobernante sobre las personas que habitan en un determinado
territorio: "todos los Estados, todas las soberanías, que han tenido y tienen autoridad
sobre los hombres fueron y son repúblicas o principados". Posteriormente, el sociólogo
Max Weber propone una definición del término Estado que se ha convertido en
canónica: "Estado es aquella comunidad humana que dentro de un territorio aspira con
éxito al monopolio legítimo de la violencia". A partir de estas definiciones podemos, por
tanto, establecer las principales características del Estado:
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En ese territorio se asienta una población que constituirá una sociedad. El Estado
se define en contraposición al concepto de sociedad civil, conformada por los
individuos sobre los que el Estado ejerce su autoridad
El estado es soberano, esto es, que no se encuentra sometido a ningún otro poder
superior. Desde este punto de vista, el Estado es una organización social que tiene
por misión garantizar su propia seguridad y la de las personas, grupos y
sociedades que se encuentran bajo su jurisdicción, tanto contra los peligros
externos como contra los internos
La función del Estado es regir la vida pública de una sociedad a través de una serie
de instituciones que ejercen el poder público, normalmente bajo la forma de los
tres poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) y todas las estructuras
administrativas que les corresponden. Estas instituciones no son otra cosa que el
mismo Estado que está presente en muchos aspectos de la vida social
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comunidad política, representa la autoridad legítima y protege y dirige a la comunidad
mediante la adopción y ejecución de decisiones políticas. Estado y gobierno se
confunden, pues, en el ejercicio del poder concreto. En las democracias parlamentarias
puede observarse muy bien, sin embargo, lo que separa a ambos términos: mientras que
el gobierno (el conjunto de individuos que ostentan el poder) se renueva cada 4 ó años,
el Estado es lo que permanece, esto es, la estructura general de ordenación social,
administrativa y jurídica que se encarga de dirigir el gobierno con medidas particulares.
Existen dos grandes teorías sobre la naturaleza del gobierno, que dan lugar a dos
paradigmas opuestos sobre la naturaleza misma de la política. Estos dos paradigmas
suponen, además, dos concepciones opuestas sobre la naturaleza del hombre y la
sociedad.
En primer lugar, un grupo de teorías que podríamos llamar organicistas, que anteponen
la comunidad al individuo, tanto temporal como lógicamente: el individuo lo es
propiamente en el marco de una comunidad que establece las condiciones de su plena
realización como ser moral. Esta sería la concepción griega de las relaciones entre polis y
polites, ciudad y ciudadano. Para Platón y Aristóteles, la polis encarna, o debe encarnar,
la realización de la virtud a nivel supraindividual, de modo que no es posible formar
ciudadanos virtuosos con un modelo de Estado corrupto. Estas teorías presuponen la
bondad o al menos la maleabilidad moral del ser humano, y la organización política
elegida debe serlo en función de su capacidad para formar ciudadanos virtuosos.
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Tradicionalmente (desde Herodoto hasta Platón y Aristóteles) se han establecido tres
formas posibles de organización política, siguiendo el criterio del sujeto de la autoridad
(según sea uno, unos pocos, o muchos): monarquía, aristocracia y democracia. Estas tres
formas de gobierno, de ser ejercidas incorrectamente, dan lugar a sus tres respectivas
degeneraciones: tiranía, oligarquía y demagogia.
Las formas de organización política son las distintas formas que puede elegir una
colectividad para la gestión de sus asuntos públicos. Atañen, por tanto, a las instituciones
de orden público, las que a pesar de su estructura clasista, económica, racial, religiosa,
están erigidas sobre todo para el control político de la colectividad y para la obtención
de sus fines. En el contexto público el poder se ejerce, en primer lugar, a través de un
gobierno.
Max Weber establece una sistematización interesante de los diversos tipos de gobierno y
organización política correlativa. Son los “tipos puros de la autoridad legítima”:
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Gobiernos de autoridad carismática; se basan en la devoción a la santidad,
heroísmo o carácter ejemplar, específicos y excepcionales de una persona
individual, y en el patrón normativo u orden político por ella revelado u ordenado.
La autoridad carismática es relativamente efímera, presentando posteriormente
rasgos de rutinización.
Los anteriores son tres tipos ideales de gobierno que en ningún lugar se encuentran en
estado puro. Tal es el caso, por ejemplo, de las monarquías parlamentarias, en las que un
gobierno legal-racional convive con otro de tipo tradicional.
Finalmente, podemos clasificar las formas de organización política en dos grandes clases:
absolutistas y no absolutistas, dependiendo del reparto de poder y el nivel de
participación ciudadana en cada una de ellas
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Las formas de gobierno absolutistas son aquellas en las que existe un control
monopolístico absoluto del aparato político por parte del gobierno. Hay tres tipos
fundamentales de gobiernos absolutistas:
Las dictaduras, más típicas del estado moderno, consisten en un control absoluto
del Estado por un grupo o coalición de grupos, sin admisión de oposición política.
La ideología, aunque importante, es secundaria. Históricamente ligada, a lo largo
del siglo XX, al fascismo, régimen basado en la desigualdad inherente a los seres
humanos, y los valores de la familia, a raza, la guerra y la patria.
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aristocracia en oligarquía viene cuando se supedita el bien común al interés de los
gobernantes.
Las formas de gobierno no absolutistas son aquellas en las que existe una división de
poderes, de manera que el poder no recae todo él en una misma institución o persona.
En este grupo encontramos la democracia moderna con todas sus variantes.
En un sentido genuino la democracia es una forma de vida según la cual cada ciudadano
participa libremente en el funcionamiento de la vida política. En sentido más restringido
la democracia es la posibilidad real de que todos los ciudadanos participen del poder,
bien por la apertura del acceso a los cargos públicos, bien por el voto, bien mediante el
influjo de la opinión pública. La democracia nace en la Grecia clásica, de donde proviene
su nombre, que significa “gobierno del pueblo”. Desde entonces hasta el siglo XIX no se
conocen Estados democráticos. Los primeros referentes modernos de Estados
democráticos son los estados resultantes de la revolución francesa y americana. La
ideología democrática se configura, históricamente, en dos fases. En primer lugar, el
liberalismo (fines s. XVIII-s. XIX) nace como defensa de la libertad de los individuos
contra el poder absoluto del Estado. Es la época de la reclamación de las libertades
individuales. Se propone entonces la limitación del poder del Estado mediante la división
de dicho poder (independencia del legislativo, ejecutivo y judicial); las bases ideológicas
son las teorías contractualistas y utilitaristas. Más tarde (finales s. XIX y principios del XX)
empiezan a reclamarse derechos comunitarios, como el sufragio universal y los derechos
de asociación y participación política. El liberalismo se tiñe de una tendencia social y
democrática. Esta línea irá acentuándose hasta la aparición de la democracia liberal-
social, propia del occidente del s. XX, que propone un Estado intervencionista en materia
económica y garante de ciertos derechos sociales y económicos cuyos valores son la
igualdad y seguridad socioeconómicas. Se exige al Estado una actuación redistributiva,
naciendo así el “Estado de Bienestar” (Welfare State).
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ley y cuya actuación se encuentra sometida a esa ley. Las características, pues, de las
democracias liberales son las siguientes: