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Siete décadas no habían bastado para constituir una unidad política, ni para legitimar un
centro de poder que controle a lo largo del territorio nacional. Esto es lo que se planteaba
en 1880. La solución a tal problema se alcanzo por medio de la fuerza. Se llevaba
adelante un enfrentamiento entre dos regiones que reivindicaban intereses
contrapuestos: Buenos Aires y el interior. Se trataba de una ciudad puerto abierta al
exterior, asiento histórico del Virreinato ; el interior en cambio cubría una realidad
geográfica mucho mas extensa donde había poderes embrionarios constituidos sobre la
autoridad tradicional de caudillos que se desplazaban desde el Litoral hasta los llanos de
La Rioja.
La constitución de una unidad política: El significado del conflicto entre Bs As y el interior
residía en su falta de solución, pues ambas partes se enfrentaban sin que
ninguna lograra imponerse a la otra. El monopolio de la violencia es la característica de
una Unidad Política. De un modo u otro, por la vía de la coacción o por el camino del
acuerdo, un determinado sector de poder adquiere control imperativo sobre el resto.
Este sector es supremo, constituye el centro con respecto al cual se subordina el resto
de los sectores y recibe el nombre de poder político o poder central..
En la Argentina del siglo pasado cuando Urquiza derrotó a Rosas en la batalla de Caseros,
vio su fin una forma de gobierno caracterizada por una descentralización autonomista
según la cual las provincias ( que en aquel entonces se llamaban Confederación
Argentina) se reservaban la capacidad de decisión. El sistema benefició a las provincias
mas fuertes, ese era el objetivo de Urquiza. Los gobernadores se reunieron en la capilla
de San Nicolás de los Arroyos y celebraron un pacto que los comprometía a celebrar un
Congreso Contituyente para organizar políticamente a las 14 provincias. El camino
elegido fue el acuerdo: los gobernadores elaboraron uun consenso por el que cedían
una parte del poder de decisión, con tal objeto establecieron un ámbito de comunicación
cuyas deliberaciones culminarían en una unidad política que definiera las relaciones de
subordinación de las provincias con respecto al poder central. El consenso se quebró en
sept. 1852 porque BsAs no aceptó transferir el poder que se reservaba y a la
nacionalización de la Aduana anunciada en el pacto de San Nicolás. Este rechazo se
reflejó en la coexistencia armada de dos proyectos de unidades políticas: la
Confederación con asiento en Paraná y BsAs que culminó con la victoria de esta última
en la Batalla de Pavón (1861).
Los presidentes posteriores a Pavón desempeñaron su papel desde una provincia
hegemónica, en la que se tomaban decisiones de carácter nacional. El papel del
presidente careció de los medios necesarios para hacer efectivo el poder político debido
a la coexistencia obligada con el gobernador de BsAs en la ciudad – capital de la provincia
las poderosa.
Tres presidencias: B. Mitre (1862-1868) – D.f.Sarmiento (1868-1874) –
N.Avellaneda(1874-1880).
Protagonizaron este período que culminó con la elección de J. Roca en 1880.
En el transcurso de estas presidencias se manifestaron tres problemas cuya solución
dependía de la
Persistencia de la unidad política.
1) La integridad territorial entendida como el ámbito espacial sobre el que debía
ejercerse el poder político. Esta cuestión esta relacionada con la fuerza coercitiva
de que dispone el poder político para hacer frente a determinados actores que
impugnan su pretensión de monopolizar la violencia.
2) Los pueblos dispersos abrían el interrogante de saber si estaban dispuestos a
integrar una comunidad mas amplia que la de aquellas comarcas limitadas donde
nacían y percibían el marco natural de su vida cotidiana. Esto se refiere a los
mecanismos de comunicación entre los actores de distintas regiones.
3) El planteamiento de una unidad nacional, es decir, implantar en estos pueblos
dispersos unn modo de elección estable de gobernantes capaces de formular
decisiones autoritativas. Significa plantear la necesidad de desarrollar
sentimientos de legitimidad compartidos acerca del valor que merece la
estructura institucional del poder político y las reglas de sucesión que regula la
elección de los gobernantes.
Buenos Aires, al igual que otras provincias no estaba dispuesta a subordinarse al poder
político. Esto se refleja en la división de BsAs en las facciones porteñas en: “nacionalistas”
conducidos por Mitre y “autonomistas” dirigidos por Alsina. La estrategia de Mitre,
decidido a nacionalizar BsAs para subordinarla al poder central como al resto de las
provincias se enfrentó con la exitosa oposición de Alsina quien, para conservar las
tradiciones autonomistas de su provincia, no dudó en aliarse con los grupos federales
del interior. Una actitud con la fuerza para impedir la consolidación de su oponente, pero
sin el consenso indispensable para conquistar el poder nacional.
Sobre la base de esta contradicción se resolvería en el 80 el autonomismo porteño, la
figura fue N.Avellaneda quien hizo carrera en el autonomismo porteño como legislador.
Una vez prescriptos los poderes centrales y los poderes subordinados, el problema que
surge en una fórmula republicana es el de saber quiénes y bajo que reglas podrán ejercer
el gobierno de la sociedad. Alberdi rechaza explícitamente toda forma de designación
derivada de la herencia.
La posición democrática hace derivar el título de legitimidad del gobernante de la
elección realizada por el pueblo, no hay legitimidad posible si la misma no deriva
del consentimiento popular. Los riesgos pueden surgir de los conflictos entre facciones
adversas o de la demagogia del actor con vocación del representante. Es decir, el pueblo
es siempre la fuente de la cual deriva la legitimidad del gobernante.
La cuestión que preocupaba a Alberdi es como hacer de un pueblo sumergido en la
miseria y en la ignorancia una colectividad federativa apta para el ejercicio del gobierno
republicano. Según él la libertad civil abre entonces la ruta para implantar la nueva
cultura, porque esas garantías traerán inmigración, industria y riqueza.
La fórmula Alberdiana prescribe la coexistencia de dos tipos de repúblicas:
– La república abierta: regida por la sociedad civil. En ella tiene cabida todos los
ciudadanos, nacionales o extranjeros, pero éstos no controlan sus actos de
gobierno;: los miembros que la integran no intervienen en la designación de los
gobernantes; no son electores ni representantes.
– La república restrictiva: construida sobre el ejercicio de la libertad política, la
particiáción en el gobierno no se limita a un pequeño número de ciudadanos,
sino que están habilitados para intercambiar el papel del electos y
representantes que de esta manera hacen suyo el proceso de aprendizaje.
La ley de reforma electoral fue finalmente sancionada. Sáenz Peña presionó sobre los
legisladores y se mantuvo pese a las eventuales oposiciones, nada torció la voluntad
reformadora. La ley regulaba exclusivamente las elecciones de diputados nacionales.
En abril de 1912 tuvieron lugar las primeras elecciones legislativas reguladas por la nueva
ley con la participación de socialistas y radicales, todo parecía preparado para que las
elecciones fuesen el medio privilegiado para la instrumentación de las ideas.
El 7 de abril los argentinos mayores de 18 años alcanzaron el nivel de participación electoral.
Los partidos tradicionales buscaron adaptarse a la nueva ley electoral organizando lo que se
podría llamar “ listas de apoyo”. La clásica división se produjo entre la Unión Nacional y la
Unión Cívica.
La oligarquía aseguraba su triunfo por aquellos ciudadanos que antes del voto habían pasado
por el comité a buscar la boleta de voto y el dinero que se entregaba por éste.
Para estas elecciones algo había cambiado. El sistema de la compra de votos perdía su razón
de ser en algunos distritos claves: la autonomía electoral del ciudadano, protegido por el
secreto del cuarto oscuro se abría camino y apoyaba a los recién llegados. Sáenz Peña
reconoció el nuevo fenómeno que comenzaba a gestarse. Sáenz Peña reconocido como el
fundador de un nuevo régimen político eligió ese camino convencido que la reforma
emprendida no modificaría los fundamentos del orden.
El 1914 murió.
En agosto de aquel año marchaban los ejércitos europeos a la guerra.
En 1914 por segunda vez, después de sancionada la ley, los argentinos marchaban a las urnas.
Los partidos nuevos obtuvieron la mayoría. La oposición comenzaba a desplegarse desde el
centro capitalino y santafecino hacia la periferia de las provincias.
Varios movimientos estratégicos que se entrecruzaban dieron lugar a la indecisión y al
conflicto dentro de las filas conservadoras., existía la necesidad de adecuarse al nuevo cuadro
electoral.
En 1914 los nuevos partidos ganaban, algunos se perfilaban como partidos nacionales, otros
como agrupaciones locales. Había en la sociedad un nuevo esquema de organización y
reclutamiento, relativamente vinculado a la red de caudillos que sostenía al aparato
tradicional. Los nuevos partidos mediaban entre el pueblo electoral y el Estado proponiendo
liderazgos fuertes, proponían un nuevo tipo de amalgama política.
En el caso del radicalismo existían rasgos organizativos para condensar expectativas
populares en un nuevo caudillo.
Se manifestaba un liderazgo popular, es decir, estaba aún en pie el viejo sistema. En la base
una red caciquial, los viejos residuos federales permanecían en pie y todo lo vinculado con el
manjo del sufragio y el control electoral. Todo esto acentuaba el perfil de las viejas
agrupaciones conservadoras: fuerte arraigo institucional, organizaciones embrionarias.
Para 1914 el viejo orden no encontraba su rumbo tradicional.
Sáenz Peña había insistido en sus ideas básicas: el cambio era inevitable y convenía organizar
partidos. Los gobernadores permanecían en sus puestos aferrados a la forma de
comportamiento que desde siempre habían experimentado, la marcha electoral abría las
puertas a nuevos liderazgos que sin pertenecer al radicalismo o al socialismo tampoco
apoyaban la tradición oligárquica.
Hacia fin de 1914 se fundó un nuevo partido político. El Partido Demócrata Progresista. Nacía
como una respuesta, para algunos intentaba bloquear el camino de la victoria a la Unión
Cívica Radical, para otros este partido intentaba reunir trozos dispersos del antiguo régimen
para reorientarlos a un reformismo. Esta fue la idea fuerte de Lisandro de la Torre.
Radical de origen, basado en la figura de Leandro N. Alem. Fundador de un nuevo partido
llamado La Liga del Sur. Puede ser visto como un movimiento de protesta del sur de la
provincia de Santa Fé contra el predominio de la región norteña. La Liga del Sur respondía
con un programa que reclamaba el régimen comunal autónomo mediante la elección del
intendente municipal, la concesión del voto a los extranjeros, la supresión de los
departamentos administrativos. Un proyecto de reformas que se expresaba a través de un
partido de ideas y de libre discusión. De la Torre diagramaba un partido que trascendiera el
marco local y tomaba como punto de referencia el sistema político nacional. Carecía de
apoyos tradicionales.
Frente a este proyecto la provincia de BsAs representaba la contrapartida. Al mando de
Marcelino Ugarte quien pretendía liderazgo. Su visión había madurado sobre el suelo del
viejo régimen. Promovió una organización de control electoral construido sobre una red de
caudillos provenientes de Pellegrini.
Ugarte chocará con De la Torre ya que ambos pretendían controlar un espacio de fuerzas.
Todo régimen político tiene una lógica implícita, la clave del sistema oligárquico residía en
el control subordinado a la presidencia. La lucha entre facciones conservadoras tenía sentido
cuando no se perdía el control de la sucesión global, sin adversarios externos que compitieran
por el poder presidencial., mientras que la competencia se planteaba entre fuerzas
organizadas. Es decir, para este entonces nadie sabe si la democracia y la libertad han dado
un gran paso adelante o si se abre una época de retroceso. Esta reflexión retoma el autor.
El espacio y el orden, es un final sin esperanzas.??