Está en la página 1de 1

Los Morales

La vida cambia, las personas cambian, el mundo cambia y mi familia no es la


excepción.

Cuando era pequeña, y me me preguntaban de qué me sentía orgullosa, yo solía decir


que de mi familia. Provengo de una familia de campo, de origen humilde, mi abuelito y
mis tíos mayores trabajaban la tierra; hoy ya no, mi tata ya no está, y mi familia en
general está dedicada a actividades que en nada se relacionan a lo agrícola.

Me da nostalgia recordar esos años, cuando no faltaba ocasión para juntarnos. Día del
padre, de la madre, del niño, del perro, del gato, todo, pero todo era válido para pasar un
día juntos. Las juntas de los Morales solían ser los domingos. A regañadientes me
levantaba temprano, para ir a la casa de mi abuelita a ayudar en lo que fuera, a cocinar,
a ordenar, a poner la mesa, a barrer el patio con mi tía.

El almuerzo debía estar a más tardar a las 12.30, porque así es mi abuelita, le gusta todo
temprano, de lo contrario se pone mañosa, más mañosa. Cuando se acercaba la hora de
comer, aparecíamos todos: hijos, yernos, nueras y nietos, en total éramos como 20. No
es difícil imaginar el desorden que se formaba, todos hablábamos al mismo tiempo, el
que estaba en una esquina se ponía a conversar con el que estaba al otro extremo, los
más chicos se ponían a pelear; en conclusión, era un griterío de aquellos. Terminado el
almuerzo, nos íbamos a nuestras casas y más tarde nos veíamos en la Iglesia – somos
evangélicos-, terminada la reunión, servicio, culto, o como se le conozca, volvíamos a la
casa de mis tatas a tomar once, se formaba el mismo alboroto del almuerzo. Tipo 12
acababa todo: debíamos ir a descansar porque al otro día había que volver a la realidad.
Me cargaba eso, no me gustaba que terminaran esos domingos, me hubiera encantado
que fueran eternos.

De la última junta de ese tipo, ya van como 11 años, desde la muerte de mi tata. Si bien
después de eso nos seguimos reuniendo, ya nada fue igual. Ahora menos, los años han
pasado y lamentablemente entre tantos compromisos cuesta darse el tiempo para
juntarnos. Nos vemos, pero ya no tan seguido, y aunque sé que nos tenemos el mismo
amor de siempre, daría lo que fuera por volver a uno de esos domingos, ver a mi tata, a
mi tía y disfrutar a mi gritona, pero bella familia.

Composición Literaria / Judith Sepúlveda Morales

También podría gustarte