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Gabrielle M. Spiegel: la tarea del historiador marzo 6, 2009 » de Anaclet Pons « en Académica, Historiadores, Revistas, USA. Cada aio, en el transcurso de la reunién que convoca a los historiadores americanos (AHA), se procede a sustituir al antiguo presidente, que es reemplazado por quien durante esa pasada anualidad ha formado parte de la junta directiva como “President- elect", Como ya hemos sefalado aqui, en 2009 esté al frente Laurel Thatcher Ulrich, Que sera sustituida por Barbara D. Metcalf. A su vez, en 2008 le correspondi el turno a Gabrielle M. Spiegel, quien como es preceptivo se dirigié a los asociados con una conferencia magistral que sirvié para cerrar su mandato. En su caso, el titulo escogido fue “The Task of the Historian”. La exposicign de Spiegel no es nueva, De hecho, en buena medida es una reelaboracin, en parte literal, de lo que le hemos podido leer en los titimos afios: desde “Orations of the Dead/Silences of the Living: The sociology of linguistic tum” (The past as text. The Theory and Practice of Medieval Historiography. Johns Hopkins University Press, 1999), hasta la introduceién a Practicing History: New Directions in Historical Writing After the Linguistic Turn (Routledge, 2005), que fue traducida en la revista Ayer (62, 3006), pasando sobre todo por su més reciente “Revising the Past/ Revisiting the Prcsonk How Change Happens in Historiography” (History and Theory, diciembre de 2007). ‘Asi pues, Spiegel reproduce las ideas centrales de es0s textos previos, las reformula en aeavtexto de los discursos de los anteriores presidentes de la AHA y aborda de paso coe votos futuros de la disciplina, con lo que hace su particular incursion en el wema del pasado /23rd Annual Meeting: “Globalizing Historiography”. el texto se publica de inmediato en The American {que en poco tiempo tendremos disponible una ill. Por eso mismo, ahora Como en los casos precedentes, iI Review. Por lo demas, sepan .cerd publicada en la revista [Espi ren de lo dicho por Spiegel. Historic version catalana que apares s6lo ofreceremos un resum¢ Tradicionalmente, el niicleo ético del compromiso profesional de los historiadores ha sido la creencia en que nuestra ardua, y a menudo tediosa, tarea produce auténtico conocimiento sobre los “otros” desaparecidos, un conocimiento que hay que reconocer que esta conformado por los propios prejuicios y percepciones de! historiador, aunque conserva un cierto grado de autonomia, en el sentido de que no podemos hacer que se ajuste totalmente a nuestra voluntad. Esta creencia fundadora en la irreducible alteridad del pasado conferia a la historia su funcién caracteristica, que cera recuperar ese pasado en una aproximacién tan cercana como fuera posible a “la manera en que realmente ocurri6” . En aras de preservar la autonomia del pasado, el historiador practicaba la modestia como una suprema virtud ética, suspendiendo discretamente sus propias creencias, prejuicios y presupuestos. Sin embargo, este tradicional entendimiento de la naturaleza, del fundamento epistemol6gico, del valor de la verdad _y de los objetivos de la investigacién historica se enfrentaron a un reto significativo a partir de finales del decenio de 1960 y en la década siguiente con el surgimiento de lo que vino a ser conocido como el “giro lingUistico”: la creencia que el lenguaje es el agente constitutivo de la conciencia humana y de la produccidn social de sentido, y de que nuestra aprehensién del mundo, tanto del pasado como del presente, nos llega s6lo a través de la lente de las percepciones precodificadas del lenguaje. Tal fue el “desafio semidtico” que tuvo que afrontar Ia préctica de la historiografia con el auge de la lingiistica estructural, continuado luego con la aparicién sucesiva del estructuralismo, la semidtica y el posestructuralismo, ineluida la elaboracién de la deconstruccién. Aunque nunca fue aceptado del todo en su amplia gama de pretensiones, tuvo un impacto significativo en cémo los historiadores entendian sus tareas basicas y los procedimientos y el lenguaje con que las realizaban. Ahora bien, como observé recientemente Michael Roth, “mas 0 menos durante la ultima ddécada, se ha extendido el reconocimiento de que el giro lingilistico, que tantos avances ha generado en las humanidades, ha terminado”, Sin embargo, necesitamos alguna explicacién de cémo y por qué ocurrié este cambio radical en la historia, lo que lo motivé, lo que rigid sus ritmos de aceptacion, difusion y disminucién, y cuiles son sus implicaciones para nuestra prictica, incluso aunque sintamos que el impacto del posestructuralismo y del posmodernismo en la historiografia actual esté disminuyendo. Ademds, antes de abordar la cuestién de lo que. “caus6” el surgimiento del giro lingdistico en a historiografia, lo cual en cierto sentido atin esté por descubrir, hariamos bien en considerar en qué consiste en general la préctica historica, Una de las caracteristicas mas significativas de la préctica contempordnea de fa historia, importante para los aspectos que quiero tratar, se deriva de la paradoja central de la escritura histrica tal como es analizada por Michel de Certeau. Segin de Ceres la historia modea occidental empieza esencialmente con una diferenciacién decisiva entre el presente y el pasado. Al igual que la medicina moderna, cuyo nacimiento fue contemporineo de la historiografia, la préctica de la historia se hace posible solo ‘cuando un cuerpo muerto estd abierto a la investigacién, hecho legible de manera que s¢ pueda traducir al ser eserito en el espacio del lenguaje. Los historiadores deben trafar ena linea entre lo que estd muerto (pasado) y To que no lo est, por lo que postulan Ia muerte como un hecho social total, en contraste con la tradicién, que destaca como un cuerpo vivido de conocimientos tradicional, transmitidos en los gestos, os hébitos, en fmemorias tcitas pero reales soportadas por sociedades vivas. En ese sentido, el principio bésico de la historiografia modema es la desaparicién del pasado desde al presente, su paso de la visibilidad ala invsibilidad. La tarea del historiador 5 crnwierte, por tanto, en aquello que Hugo von Hofimannsthal definié como “la lectura To que se nunca fue escrito”. Es en este momento en el que el pasado ¢s recatado, “no 1 a no alo que-una vez existi6, sino més precisamente transforméndolo en algo Gque nunca fue, siendo “leido como algo que nunca fue eserto”. Desi est perspectiva, la principal relacién del historiador con el pasado eS un ‘compromiso con la ausencia. Por otra parte, el hecho de que los historiadores deban construir sus objetos de jnvestigaci6n no significa, sin embargo, que estén necesariamenic libres del pasado 0 (que los resultados generados no sean més que postulados ficticios. Los historiadores no Bueden escapar de las estructuras previas que han sobrevivido ni de un presente pasado ye no esa, una “inercia” que los tradicionalistas sien lamar “continuidad.” Eso jenifica que, en la historiografia contempordnes, ‘el signo de la historia ha devenido ers Io real que lo inteligible, una inteligibilidad lograda, través de la produccién ae figourso historiografico de acuerdo con los principios narrativistas y, por tanto, Siempre coqueteando con lo “fictcio” que es inherenie & ta operacién narrativa. En este proceso, el “referente” histérico (0 10 que ‘solfa Ilamarse lo “real”, la “verdad”, el eocther) no es tanto. olvidado como desplazado. Ya no es algo “dado” de ese pasado lo que se ofrece a la mirada del historiador Pues el referente es algo constantemente re~ ve sf on el movimiento recurrent entre pasado y present: Siempre cambiante, al {gual que esa misma relacin ¢s modificada e” el presente. storia ¢s el producto de representaciones mentales Si reconocemos que la his 'e soportan fuertes cargas ideol6gicas y/o ‘contempordneas de un pasado ausente, dV politicas -y parece poco probable que cualauist historiador esté hoy en desacuerdo con eso, ya sea en términos de discurso, de pos! wn social o de cualquier otra cosa, cao es parece 16pico incluir entre los factores determinantes de la practica historica el sei impacto de las. fuerzas psicolOgicas individuales als hora de codificar y ser couificar las normas y discursos socialmente generados, ‘Al tratar de descubrir las posibles raices psiquicas del gio lingustico que hha desafiado nuestra comprension de la historia, me gustaria empezar con lo que he argumentado en otros lugares sobre las raices psiquicas del posestructuralismo, y la deconstruccién derrideana en particular, que considero que han sido la articulacién basica de los principios fundamentales del posestructuralismo -y, por tanto, del giro lingilistico. Creo que podemos asegurar legitimamente que el sello de la deconstruccién ha consistido en un nueva y profundamente contra-intuitiva comprensién de la relacién centre el lenguaje y la realidad -contra-intuitiva en el sentido de que la deconstruccién, al abordar esa relacién, interpone tantas capas de mediacién que lo que experimentamos ‘como “realidad” se ve como un artefacto socialmente (es decir, lingtisticamente) constituido 0 como “efecto” de los sistemas de lenguaje particulares en los que habitamos, socavando asi las teorias materialistas de la experiencia y las ideas de causalidad y de accién inherentes a ellas. Ademés, la deconstruccién propone una inherente inestabilidad en el centro del lenguaje, pues en tiltima instancia sitda la determinacién del sentido. més alld de nuestro alcance. Creo que Derrida mezelé con la filosofia una psicologia profundamente marcada por el Holocausto -marcada, pero no parte de su campo de experiencia dominante-, en la que el Holocausto figura como el origen ausente que el propio Derrida se empefié en teorizar. Se trata de argumentar que, viviendo en un momento cargado con la ineludible conciencia del Holocausto, Derrida surgié en la historia de la filosofia como un teérico del “juego” lingtiistico, sinénimo al tiempo del “momento en que el lenguaje invadié la problematica universal, el momento en el que, en ausencia de un centro u origen, en discurso”. Derrida perteneefa tanto por nacimiento como por identificacién autoconsciente a esa “segunda generacién” del mundo post-Holocausto, en cuyo psiquismo se habia inscrito de forma indeleble un acontecimiento en el que no particip6, pero que constituye, no obstante, la narrativa subyacente de la vida de sus integrantes. El suyo era, en primer lugar y ante todo, un mundo de silencio, un “silencio “, como la psic6loga francesa Nadine Fresco nos relata en su brillante evocacién de la psicologia de la segunda generacién, que “absorbe el pasado, todo el pasado”. Esta generacién sdlo recibié de sus padres, en palabras de Erika Apfelbaum, “un patrimonio en forma de ausencia: Y, como ha demostrado Ellen Fine, vinculadas a la nocién de ausencia se repiten las evocaciones de vacio, de falta, del espacio en blanco, de intervalo y de abismo. Es “la mémoire absente”, en las novelas de Henri Raczymow, o “la mémoire trouge”: hueca, fragmentada, rota. Nt nt NR Quizés lo més lamativo de todo en la labor de estos escritores es su sentido de la absoluta inadecuacién del lenguaje. “El mundo de Auschwitz”, segiin la conocida observacidn de George Steiner, “se encuentra fuera del discurso, ya que se encuentra fuera de la razon”. El Fenguaje “después de Auschwitz” es un lenguaje en un estado de severa disminucién y deterioro, y nadie ha sostenido con mas fuerza que Steiner la corrupcién -de hecho, la ruina~ del lenguaje como consecuencia de la bestialidad politica de nuestra era. Y, sin embargo, para aquellos que vinieron después, no hay nada excepto el lenguaje, Tanto para los que sobrevivieron como para los que vinieron después, el Holocausto parece exceder la capacidad de representacién del lenguaje y, por tanto, hace sospechar de la capacidad de las palabras para transmitir la realidad. Y para la segunda generaci6n, la cuestién no es ni siquiera como hablar, sino, mas profundamente, si uno tiene derecho a hablar, una deslegitimation del propio hablante que, a su vez, cuestiona la autoridad, el privilegio de todo discurso. Lo cual, por supuesto, es precisamente lo que Derrida y la deconstruccién hacen al atacar a logocentrismo. No es dificil ver el paralelismo entre la psicologia de esta “segunda generacién” y los principios bésicos del posestructuralismo: la sensacién de la vida como un rastro, perseguido por una ausencia presente; su sentido de indeterminacién; la creenciaen la indecibilidad ultima del lenguaje (su aporia, en el sentido de Derrida); 1a aproximacién transgresora al conocimiento y a la autoridad y, tal vez més poderosamente, la conviccién del cardcter en ultima instancia intransitivo, auto-reflexivo del lenguaje, que parece haber perdido su poder para representar nada fuera de si mismo y, por tanto, haber perdido finalmente su capacidad para significar. Es evidente también que el sentimiento de pérdida que subtiende esta psicologia de la segunda generacién no se limita a los individuos, ni a los Judios, sino que constituye 1a forma en que toda una generacién comprende os destrozos de la historia mirando a la guerra y a las revelaciones de sus horrores. Enese sentido, es sorprendente que los lideres de la profesién hist6rica tomaran muy poca nota de los posibles efectos que la guerra y sus secuelas podian tener en la practica de la historia. Cuando Europa luchaba por reconstruir su tejido social, la historia social reinaba suprema, un hecho sefialado por el dominio de la historiografia annalista en todo el continente y en los Estados Unidos y, en general, por el prestigio de la historia social en todas parte: Fue entre mediados de los aftos sesenta y mitad de la década siguiente, es decir, con la maduracién de la segunda generacién, cuando la psicologia que he tratado de deseribir comienza a entrar en juego. La primera mencién del término “posmodemno” en un discurso presidencial de la AHA no aparece hasta 1978, con la conferencia de William J Bouwsma sobre “El Renacimiento y el drama de la historia occidental, que lo cita s6lo para confesar que ” estoy ... desconcertado por la sugerencia de que ahora hemos entrado en una era ‘posmoderna’™. Una década més tarde, en 1989, David Harlan veia claramente en la aparicién del posestructuralismo_ una crisis epistemologica de los estudios hist6ricos en las paginas de la American Historical Review. En 1997, Joyce Appleby, en su discurso presidencial sobre el tema “El Poder de la Historia*, declaré sin ambages que el posestructuralismo y el giro lingtistico habian creado una crisis, epistemoldgica entre los historiadores y sus piblicos y defendié un retorno equilibrado Ja importancia de la historia social; un regreso que reconociera el poder de interpretacién de las teorias posestructuralistas del discurso y de lo que ella Hamaba “los eédigos insinuantes del lenguaje” y s cultural del individuo y de la sociedad, aunque al mismo tiempo los historiadores deberian comprender que la historia” tiene un elemento irreductible positivista” y que su poder se deriva de la persistencia del pasado en el presente, obligdndonos a reconstruirlo, Hoy, unos treinta afios mis o menos después de Ia introduccién del posestructuralismo y del “giro lingiistico”, hay un sentimiento creciente de insatisfaccién con su version ‘demasiado sistematica de! funcionamiento del lenguaje en el ambito de cualquier propésito humano, incluso entre aquellos que estin comprometidos con sus postulados fundamentales y sus puntos de vista. Como ha seflalado William Sewell, se ha producido “una reaccién generalizada en contra del concepto de eultura como un sistema de simbolos y significados, inelindndose mas bien a creer que la cultura es una esfera de actividad prictica veteada por la accién voluntaria, las relaciones de poder, la lucha, la contradiecién y el eambio”. Visto el descontento generado por el posestructuralismo y su modelo de lenguaje como constituyente de la cultura y el comportamiento humanos, es justo decir que el “desafio semiético” ha sido canalizado, absorbido_y -lo més importante- que las preocupaciones dominantes en la escritura y el pensamiento hist6ricos estin siendo sometidas a un proceso de alteracién, aunque sea dificil de precisar la direccién exacta en la que nos Fnovemos y los modos y las metodologias en los que se enmarca la investigacién y la ‘escritura histéricas. Sin embargo, hemos de plantear la pregunta: :Adonde va la historia? Si como sostiene ahora Nancy Partner, hemos entrado efectivamente en el periodo post-postmodemo, zqué incluye y qué estamos dejando atrés? gQué sigue Fiendo pertinente y util para las orientaciones que es probable que tome la prictica historiogréfica, y en qué medida nuestra comprensién de las fuerzas y condiciones que fomentaron inicialmente el giro Ia ingifstico informa estos acontecimientos? Como ella sefiala, es altamente improbable que podamos volver a un “realismo cuasi- Expersencia histrica sublime id fy am Creo que podemos convenir que las preocupaciones histéricas de la proxima generacién serdn muy diferentes, como suele suceder, especialmente en periodos de cambio ripido como los que hemos venido experimentando en las tltimas décadas, sobre todo en el Ambito de la tecnologia y la expansién del capital global. Sin embargo, no veo igualmente claro que la ideas fundamentales del posestructuralismo sean ~o deban ser- descartadas tan ficilmente, Podemos y debemos seguir apreciando y utilizando lo que nos ha enseftado el posestructuralismo y su fijacién de las complejas tensiones que configuran el mundo contempordneo. La cuestién es determinar lo que queda de valioso enese legado. Parece probable que, a medida que crece nuestra conciencia de la penetracién del capitalismo global y de sus efectos sobre todas las formas de formacién social, la escritura histérica estard cada vez mds influida por los problemas inherentes a este desarrollo, impulsando por tanto nuevos objetos de investigacién. Esto ya es evidente en la creciente preocupacién por las cuestiones de la diaspora, la migracion, la inmigracién y el rapido desarrollo del campo de la historia transnacional, con su enfoque en lo que Francoise Lionnet ha denominado las “culturas minoritarias”, que despliega una perspectiva global que hace hincapié en la base hibrida de las culturas globales en un mundo posmoderno y poscolonial. ‘Que el campo de “transnacionalismo” deba aparecer como signo de este cambio en la conciencia, un campo en parte promovido por el movimiento de nuevos grupos de académicos en la profesién, no es algo inesperado y puede ser visto como uno de los determinantes sociales de la presente reorientacion y revisién de la historiografia actual. Y puesto que la sefial caracteristica de estos nuevos campos de investigacién es que conllevan el estudio de las discontinuidades en las experiencias de, y los desplazamientos de ubicacién en, las vidas de sus sujetos como resultado de la migracién, el exilio, la guerra y otros fenémenos similares, tal vez también sea apropiado investigar las pérdidas experimentadas en los procesos de migracién, exilio 0 didspora, Todavia mas pertinente es la utilidad de ciertas miradas ofrecidas por el posestructuralismo para tun campo en enorme expansidn como el de los estudios sobre la didspora, concepto empleado para caracterizar las culturas de los desplazamientos en el ‘entido mas amplio posible, como por ejemplo (tomando prestada la relacién de James Clifford) las fronteras, los viajes, la criollizacién, Ja transculturacién, la hibridacion y Tos circuitos migratorios transnacionales. A estos podria afadirse el exilio, la expatriacién, Ia poscolonialidad, la migracién, (a globalidad y la transnacionalidad. El hilo comtn que recorre estas diferentes caracterizaciones de la “diaspora” es el de las “identidades des-territorializadas”. Segin este punto de vista, la “des- territorializacién” se produce paradéjicamentela cuando los pueblos de la didspora se arraigan fisicamente en sus “lugares de acogida”, pero se niegan a (0 se les niega) la asimilacién, produciendo un sentimiento de doble pertenencia y una concienci {que se resiste a situar la identidad plenamente en un lugar u otro, Al proporciona un marco analitico que permite a los estudiosos hablar de es desde una perspectiva global, independiente de la nacién-estado como marco de discusién, En ese sentido, dirfa que los estudios sobre la diaspora, asi como los campos relacionados de la historia de! transnacionalismo, la inmigracién y la migracién, estan op ee ee see muy vinculados, como en el caso del posestructuralismo, con la problemética del desplazamiento y de la memoria ausente o fracturada. Es aqui donde veo Ia utilidad de continuar usando los conceptos posestructuralistas sobre 1a fuerza constitutiva del Jenguaje en la configuracién de la identidad y en la relacién entre el yo / sujeto y la experiencia. Ahora bien, la nueva historiografia exigiré indudablemente ‘una comprensién revisada de la subjetividad. Quizé en la senda de lo que Amanda Anderson ha llamado el “giro de la subjetividad post-posestructuralista", con una comprensién “posconventional” de la identidad del sujeto y de su formacién. Lo anterior nos permite reformulamos determinadas maneras de mirar el pasado y plantea diversos interrogantes. Si partimos de la miltiple pertenencia o de la ciudadania plural, quizé tengamos que ver las fronteras nacionales como permeables y no necesariamente como algo constitutivo de la identidad. ;De dénde deriva Ia identidad social compartida si no es de la nacién, de la sociedad 0 del domicilio? Si somos a la vez ciudadanos del mundo y ciudadanos y sujetos de naciones concretas, {¢émo se negocian las contradicciones implicitas en esta forma de multilocalidad, tanto en el plano individual como en el colectivo? Vivimos en un momento de gran inestabilidad e incertidumbre culturales. Como historiadores, luchamos por conocer al ausente y al otro, para reclamar un derecho a las palabras y a expresamos. Al igual que Derrida, estamos tratando de eseribir sobre el significado de lo dicho. De hecho, los instrumentos que desplegamos al hacer nuestro trabajo hist6rico no son totalmente evidentes. Pero insisto, ceo que la deconstruccién nos ha ensefiado una cosa, mas poderosa que cualquier otra estrategia de lectura que Yo conozca, y es a escuchar el silencio, Como historiadores del pasado, estamos constantemente comprometidos en atender, como ha escrito Paul Zumthor, “al el diseurso de un otro invisible que nos habla desde un lecho de muerte,cuyaexacta ubicacién nos es desconocida. Nos ‘esforzamos para oir el eco de una voz que, en algun jugar, sondea, golpea contra el mundo del silencio, comienza de nuevo, sofocado como ecid” Nuestra tarea fundamental como historiadores, diria que es hacer que esas Sarrativas interiores fragmentadas emerjan de sus silencios. En iltimo instancia, cabria decir es el pasado no es sino algo que una vez fue existencia material y que ahora est Slenciado, que s6lo existe como signo y que como signo arrastra consigo cadenas de interpretaciones que se ciemen sobre su presencia ausente que competen por poseer Jos vestigios, con el objetivo de imponer rastros de significacién a los cuerpos de lo mueQuizé en la senda de lo que Amanda Anderson ha llamado el “giro de la Subjetividad post-posestructuralista", con una comprensién “posconventional” de la identidad del sujeto y de su formacién. Lo anterior nos permite reformularos determinadas maneras de mirar el pasado y plantea diversos interrogantes. Si partimos de la miltiple pertenencia o de la ciudadania Plural quiz tengamos que ver la fronteras nacionales como permeables y no pacesariamente como algo constitutivo de la identidad. ;De donde deriva ta identidad social compartida si no es de la nacién, de la sociedad 0 del domicilio? Si somos a la Vez ciudadanos del mundo y ciudadanos y sujetos de naciones concretas, {cdmo se negocian las contradicciones implicitas en esta forma de multilocalidad, tanto en el plano individual como en el colectivo? ‘Vivimos en un momento de gran inestabilidad e incertidumbre culturales. Como historiadores, luchamos por conocer al ausente y al otro, para reclamar un derecho a las eee ee a palabras y a expresamos. Al igual que Derrida, estamos tratando de escribir sobre el significado de lo dicho. De hecho, los instrumentos que desplegamos al hacer nuestro trabajo histérico no son totalmente evidentes. Pero insisto, creo que la deconstruccién nos ha ensefiado una cosa, més poderosa que cualquier otra estrategia de lectura que yo conozea, y es a escuchar el silencio. Como historiadores del pasado, estamos constantemente comprometidos en atender, como ha escrito Paul Zumthor, “al el discurso de un otro invisible que nos habla desde un lecho de muerte,cuyaexacta ubicacién nos es desconocida. Nos esforzamos para oir el eco de una voz. que, en algan lugar, sondea, golpea contra el mundo del silencio, comienza de nuevo, sofocado como esté. Nuestra tarea fundamental como historiadores, diria que es hacer que esas narrativas interiores fragmentadas emerjan de sus silencios. En ultimo instancia, cabria decir es el pasado no es sino algo que una vez fue existencia material y que ahora est silenciado, que s6lo existe como signo y que como signo como signo arrastra consigo cadenas de interpretaciones que se ciemnen sobre su presencia ausente y que competen por poser los vestigios, con el objetivo de imponer rastros de significacién a los ‘cuerpos de lo muerto.r a a

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