puedas y mucho rato”. Un ingrediente esencial para sacar de quicio a tus jefes es adornar estas intervenciones con “largas anécdotas y relatos de tus experiencias personales” (a poder ser, con alguna reivindicación patriótica). Cuando no estés aleccionando a los demás sobre aquello que deberían hacer, lo bueno que eres y lo mucho que sabes, saca a relucir “asuntos irrelevantes”. Cualquier cosa menos currar, vaya.