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ARGENTINA Y BRASIL

– Problemas y Perspectivas Ante el Siglo XXI –

Helio Jaguaribe
Instituto de Estudos Políticos e Sociais

1. PROBLEMAS COMUNES

No obstante relevantes diferencias, Argentina y Brasil se defrontan, en lo


fundamental, con dos principales problemas. Domésticamente, con el problema de
superar importantes remanecientes de subdesarrollo. Internacionalmente, con el
problema de ampliar, significativamente, sus respectivos espacios de permisibilidad
internacional.

Subdesarrollo

Argentina y Brasil se defrontan, ambos, con importantes problemas de


subdesarrollo. Sin embargo de muchos aspectos comunes, es distinta la naturaleza
del subdesarrollo de cada uno de eses países. En Argentina, el subdesarrollo es
predominantemente de carácter productivo. En Brasil, es predominantemente de
carácter socio-cultural.

Argentina logró, desde la segunda mitad del siglo XIX, constituir, a partir de
Sarmiento, una sociedad de bueno nivel medio de educación. Actualmente, aunque
se haya deteriorado el nivel educativo del país, relativamente al que tuve algo como
hace dos décadas, la sociedad argentina continua siendo la más educada y civilizada
sociedad de América Latina. Tiene obreros cualificados, un competente sector de
profesionales de nivel medio y una elite de nivel superior de muy buena calidad.
Todo eso, además, corresponde a una sociedad no afectada por extremas
desigualdades sociales. Los desequilibrios tiene carácter conjuntural, producidos
por la crisis financiera y son corregibles a relativamente corto plazo. Contrastando
con ese bueno nivel socio-cultural, el sistema productivo argentino está
predominantemente basado en actividades primarias, como la producción
agropecuaria y el petróleo. Es como, extremando un poco el caso, si una sociedad
europea estuviera basado en un sistema productivo como el de Angola.
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Esa situación contrasta, dramáticamente, con la que existió en las décadas 50
y 60. Entonces, el país tenia un importante parque industrial, que aseguraba el
abastecimiento de vehículos para los taxis de Buenos Aires (coches Di Tella), la
línea blanca de los aparatos domésticos y una buena industria liviana, produciendo,
entre muchas cosas, excelentes telas de laña. El neoliberalismo, iniciado por
Martinez de Hoz y el régimen militar proseguido hasta Menem condució a la
deliberada desindustrializacion del país, en nombre de la supuesta ventaja
comparativa de costos y precios de los artículos importados con relación a los
nacionales. Concomitantemente, se retraió el capital nacional ante las grandes
multinacionales, que ora dominan todos los sectores importantes de la economía
Argentina. Algo particularmente acelerado por las “privatizaciones” del gobierno
Menem.

Ese gran desequilibrio entre el nivel socio-cultural del país y sus bases
productivas conduce, a la larga, a un correspondiente desequilibrio entre las
demandas de una sociedad sofisticada y su capacidad de oferta. El resultado tiende
a ser un creciente endeuamiente externo, la acumulación del cual conducio el país a
una situación de “default”, generando la crisis que aun lo afecta.

Brasil, distintamente, logró mantener satisfactoriamente un continuado


proceso de industrialización, espontáneamente, desde la década de 1930 y,
deliberadamente, bajo el segundo gobierno Vargas (1950-1954) y el dinámico
desarrollismo del gobierno Kubitschek (1956-1960). Posteriores tendencias neo-
liberales, marcadamente en la década de 1990, reducieron el impeto industrializante
sin, todavía, interromperlo. Por otro lado, ese mismo período se caracterizó por un
importante proceso de modernización del sistema productivo y de las empresas, en
general, lo que en alguna medida compensó la reducción del ritmo de
industrialización. Obsérvese, entre otros aspectos, que la modernización del sistema
agro-industrial atingió alta competitividad internacional.

Contrastando con eses aspectos positivos, Brasil se defronta con un gravísimo


problema de subdesarrollo socio-educacional. Tratase de un problema que viene de
lejos, predominantemente decorriente del instituto de la esclavitud, solo abolido en
1888. Ocurre, además, que la emancipación de los esclavos no fue acompañada, con
entonces preconizaron personalidades ilustradas, como Joaquim Nabuco, por
medidas compensatorias de la condición de que salían, caracterizada por total
carencia de educación y de patrimonio. Esas deficiencias se propagaron por
sucesivas generaciones de afro-brasileños, hasta llegar a la actual situación.

Importa, a ese respecto, subrayar las diferencias, hasta recientemente, entre el


Brasil rural y el urbano. Mientras Argentina experimentó una creciente
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urbanización, con la concentración económica y demográfica del país en Buenos
Aires, desde la segunda mitad del siglo XIX, Brasil permaneció un país
predominantemente rural hasta fines de la década de 1960. Eso generó dos países
distintos. Un Brasil urbano, predominantemente de clase media, dotado de buenos
servicios educacionales y un Brasil rural, en que la educación era privilegio de las
oligarquías latinfundiarias y totalmente ausente para los campesinos. Estes, con
excepción del Sur del país, eran predominantemente de antiguas familias esclavas.

La ausencia de una oportuna reforma agraria o, simplemente, de una política


de desarrollo rural – ausencias debidas al peso político, hasta la década de 1970, de
los latifundiários – conducío las masas rurales, en busca de mejores condiciones de
vida, a masivas migraciones a los grandes centros urbanas, como Río de Janeiro y
São Paulo, a partir de la década de 1970.

Diversos factores contribuyeron para que importantes parcelas de eses


migrantes no lograsen satisfactoria adaptación al medio urbano. Menciónese,
predominantemente, el despreparo educacional y profesional de eses migrantes, solo
capacitados para los más sencillos empleos brazales, en un período en que el
desarrollo tecnológico reduce, crecientemente, la demanda de servicios brazales.
Como consecuencia, mantuviese extremamente bajo el nivel educacional de las
grandes masas. Obsérvese, además, a ese respecto, que el sistema educativo urbano,
que funcionaba bien en Brasil hasta la década de 1970, se reveló inadecuado para la
educación de los niños de migrantes rurales, que no disponían, en su ambiente
familiar, del habito de ideas abstractas. Así, atingieron proporciones catastróficas
los efectos de inadaptación de eses niños a las practicas educativas de la escuela,
elevando al orden de 50% las repetencias en los primeros años de la enseñaza
primaria. Como consecuencia, tornaranse muy elevadas las desistencias de niños a
la escuela, hecho ese agravado por la tendencia de las familias pobres de darles
ocupación de apoyo a los padres, en detrimento de su escolaridad.

Legóse, actualmente, a un razonable entendimiento de todas esas cuestiones.


La escolarización de niños, antes del orden de 80% del respectivo grupo etário, está
ahora arriba de 97%. Otras medidas están siendo tomadas para minorar los efectos
de la extrema pobreza y de la miseria. Las condiciones precedentemente referidas,
sin embargo, marcaron profundamente la sociedad brasileña, caracterizándola por
una extraordinaria heterogeneidad. Hay en Brasil 30% de familias extremamente
pobres (rendimiento medio de US$2,00 por día por persona) representando 50
millones de personas y cerca de 13% en situación de miseria (con rendimientos per
capita de hasta US$1,00 por día) representando 22 millones de personas. Otros 30%
de brasileños se encuentran en situación de satisfactorio nivel de educación y
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rendimiento, representando otros 50 millones. El restante de la población,
componiendo una baja clase media, se encuentra en un nivel intermediario entre la
pobreza y las condiciones de una satisfactoria clase media.

El resultante cuadro de subdesarrollo sociocultural se está revelando


incompatible no solamente con un nuevo esfuerzo brasileño de desarrollo
económico y político como, simplemente, con la preservación del nivel de
civilización ya atingido por el país. La marginalidad social, actualmente
predominantemente metropolitana y cada vez más infiltrada por el narcotráfico, con
la decorriente criminalidad, se tornó el principal problema con que ahora se defronta
el Brasil.

Permisibilidad

El proceso de globalización, agravado por el unilateralismo del gobierno


Bush, está reduciendo, drástica y aceleradamente, el espacio de permisibilidad
internacional de los países emergentes. Creciente numero de países se están
convirtiendo en meros segmentos del mercado internacional, domésticamente
controlados por multinacionales e, internacionalmente, por Washington. Conservan
una soberanía de fachada: himno, bandera, ejercito de parada, incluso elecciones,
cuando democráticos. Sus dirigentes, sin embargo, les gustando o no, son
compelidos, por incontenibles constreñimientos, a seguir la línea de interés del
mercado internacional, notadamente el financiero, y las políticas requeridas por las
multinacionales y la orientación de Washington.

Argentina y Brasil están sometidos a crecientes limitaciones de sus


respectivos espacios de permisibilidad. Eso decurre de una multiplicidad de factores
condicionantes, económicos, financieros, tecnológicos, culturales y políticos. Los
constreñimientos militares, observables en otros países, todavía aún no se hacen
directamente sentir en Sudamérica, pero están potencialmente presentes, sobretodo
bajo la forma de diversas modalidades de apoyo – sino de incentivo – a posible
insurgentes domésticos, como en 1964, en Brasil, en el golpe que derrumbó Goulart
o, actualmente, en Venezuela.

Entre muchas modalidades, eses constreñimientos se ejercen sob forma


financiera, sob presiones del mercado, sob restricciones tecnológicas y por
manipulación de la opinión publica. Esta modalidad, particularmente eficaz, se
procesa, directamente, por la forma como es canalizada la publicidad de las grandes
multinacionales, que dominan el sector. Indirecta, pero no menos eficazmente, esa
manipulación se realize por intermedio del cine – oligopolizado por las películas
americanas – y por la televisión.
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Una de las principales consecuencias de esas manipulaciones –
particularmente favorecidas por el entrenamiento en universidades americanas de la
elite de los economistas de la región – es la divulgación de la ideología neoliberal.
Esta se presenta como requisito técnico de la buena ciencia económica y conduce al
“pensamiento único” y sus postulados, minimización del Estado nacional,
supremacía total del “mercado”, apertura a los bienes y servicios extranjeros, libre
movimentación de capitales, en régimen de libre cambio, no intervención económica
del sector publico.

Entre los muchos efectos perversos de esa ideología resultan, por un lado, la
tendencia a los déficits de balanza de pagos, compensados por endeudamiento
externo y transferencia de activos para las multinacionales, con decorriente
empobrecimiento del país y, por otro lado, por la impotencia económica y financiera
de los gobiernos nacionales, que no disponen de condiciones para regular sus
economías en función del interés nacional y no logran formar superávits disponibles
para inversiones prioritarias.

2. EL DESAFIO

La acelerada reducción del espacio de permisibilidad internacional de países


como Argentina y Brasil opera de sorte a limitar, a un plazo históricamente muy
corto, el tiempo de que aún disponen para lograr, autónomamente, atingir un
satisfactorio patamar de desarrollo económico y social. Mientras ese plazo ya se
agotó para la mayoría de los países subdesarrollados, un corto espacio de tiempo
todavía aún les resta a Brasil y a Argentina, en la medida en que, por un lado, logren
y mantengan una seria alianza estratégica y, por otro, pronta y consistentemente se
empeñen en un gran y conjunto esfuerzo de desarrollo nacional.

Como evaluar tal plazo? Los plazos son identificables retrospectivamente.


Se puede estimar, razonablemente, cuando y porque España perdió la hegemonía de
que disponía del siglo XVI a mitad del XVII. Lo mismo en relación a Francia, que
se sucedió a la hegemonía española y terminó perdiéndola para Gran Bretaña. Algo
de equivalente se puede estimar, en lo que se refiere a los países que subieron se
industrializar, desde fines del siglo XVII a fines del XIX, comparativamente a
grandes civilizaciones como la China, la Indiana o la Islámica, que no fueran
capaces de oportunamente hacerlo, aunque las dos primeramente mencionadas se
estean revelando aptas a recuperar el tiempo perdido a partir de la segunda mitad del
siglo XX. Como, entretanto, evaluar plazos futuros?

Sin dar más grande elaboración teórica a esa importante cuestión, puede
observares que los países que lograron, retardatariamente, alcanzar, autónomamente,
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un elevado nivel de desarrollo, como la Prusia bismarckeana, en la segunda mitad
del siglo XIX, o la China desde Deng Xiaoping, lograron hacerlo cuando, por un
lado, todavía detenían significativa parcela de autonomía nacional y, por otro lado,
se empeñaron, consistentemente, en un vigoroso esfuerzo de auto-desarrollo. En la
medida en que ese esfuerzo se realizaba, en la misma medida se expandía el espacio
de permisibilidad de que gozaban, hasta llegar a un patamar de desarrollo auto-
sostenible.

Vista sob ese aspecto, la cuestión, para Argentina y Brasil, se traduce en


términos del tiempo minimamente necesario para que, actuando vigorosa,
consistente y coordinadamente, logren alcanzar ese patamar de desarrollo auto-
sustentable. Dadas las condiciones de eses países, puedese estimar ese plazo como
algo del orden de dos decenios. Esto significa que se empiezan, pronta, consistente
y conjuntamente, el apropiado esfuerzo de desarrollo, sus respectivos espacios de
permisibilidad se irán correspondien temente ampliando. Si logran mantener, por
algo como veinte anos, tasas anuales de crecimiento económico del orden de 6%
(China lo está haciendo a 8%), conseguirán, conforme estimativa de Goldman Sachs
en relación a Brasil (vide en anexo Paper 99, de 1o de octubre de 2003), superar el
PIB italiano en 2025, el francés en 2035 y el alemán en 2040, y así atingirán,
autónomamente, un patamar auto-sostenible de desarrollo. Hay que llevar en
cuenta, en todo ese proceso, que el crecimiento anual de la economía y del PIB es
una condición necesaria y, por otro lado, indicativa del éxito. Este, sin embargo,
exige la apropiada ejecución de políticas específicas, que promuevan, en el caso de
la Argentina, su reindustrialización y, en el caso de Brasil, una decisiva
modificación de su perfil sociocultural.

Importa considerar, a ese respecto, que Argentina y Brasil no disponen más


de condiciones para lograr, aisladamente, un desarrollo autónomo y auto-sostenible.
Esa constatación es simplemente fundamental, porque excluye la viabilidad, para
ambos eses países, de nacionalismos a la antigua. Sin dar más grande elaboración a
esa cuestión, que merece uno estudio específico, hay que registrar que esa
limitación, en el caso de Argentina, decurre del hecho de que el país no dispone de
la masa critica mínima, en términos demográficos y económico-tecnológicos, para
emprender aisladamente un exitoso auto-desarrollo, como pueden hacerlo China e
India. Esa circunstancia, además de otros factores, contribuye para el hecho de que
Argentina, aún manteniendo, en su actual crisis, un elevado nivel de integración
social, tenga una tasa de integración nacional mucha más modesta,
comparativamente, a la de Brasil.
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En el caso de Brasil sus dimensiones semi-continentales podrían darle
posibilidades equivalentes, aunque en menor proporción, a las de India, para tomar
como ejemplo una sociedad democrática y capitalista diferente del caso chino. Lo
que, todavía, priva Brasil de esa posibilidad es su extrema heterogeneidad social.
Circunstancias histórico-culturales especiales permitieron a Brasil, a despecho de su
enorme heterogeneidad, una alta tasa de integración nacional, que es o que salva el
país. Su baja tasa de integración social, todavía, no le permite, en las presentes
condiciones del mundo, un desarrollo aislado. Se necesitaría de algo como tres
generaciones para que Brasil logre, como Argentina, una satisfactoria tasa de
integración social. Esto significa, si tomarmos la estimativa de Ortega de que una
generación sociológica corresponde a quince años, que Brasil necesitaría de casi
medio siglo para lograr niveles satisfactorios de integración social, plazo ese que
contrasta con lo de no más de veinte años de que todavía dispone para se desarrollar
como sociedad autónoma.

Así es que la única posibilidad para Argentina y Brasil atingieren, tempestiva


y autónomamente, un satisfactorio patamar de desarrollo, es la de formaren una
sólida y equitativa alianza estratégica de largo plazo y emprender sus respectivos
desarrollos conjuntamente, de forma íntimamente articulada.

3. PERSPECTIVAS DEL SISTEMA INTERNACIONAL

La implosión de la Unión Soviética en 1991 dejó Estados Unidos como la


única superpotencia. El presidente Bush senior, entonteces en el poder, saludó el
hecho como el inicio de una era de paz y concordia universales. Todos los
problemas del mundo, según la visión ideológica americana, resultaban de la
perversidad del comunismo internacional. Con su desarticulación, el “mundo libre”
daría expansión a las inherentes virtudes del capitalismo democrático.

Los hechos, obviamente, siguieron un curso totalmente distinto, con graves


conflictos en África, la interminable violencia en Palestina, las crisis de
subdesarrollo en América Latina y amplias regiones del Oriente Medio y de Asia.
Tórnose claro que el mundo no es harmoniosamente autorregulable. A despecho de
sus inúmeros aspectos negativos y del continuado riesgo de una suicida
confrontación nuclear, el régimen de bipolaridad, que regulou el mundo en la
segunda mitad del siglo XX, mantenía una cierta orden internacional en el ámbito de
influencia de cada una de las superpotencias.

Transcurridas, rápidamente, las ilusiones de una espontánea harmonía


mundial, el sistema internacional pasó, de uno modo general, por dos fases. De
Bush senior a Clinton, Estados Unidos lograron, razonablemente, compatibilizar su
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supremacía mundial con el acatamiento del derecho internacional, un bueno
entendimiento con las grandes potencias y el respecto por Naciones Unidas. Con la
contestable elección de Bush júnior el gobierno americano, particularmente después
del 11 de septiembre de 2001, adoptó un unilateralismo imperial, asumiendo
erga omnes la validad universal de los intereses americanos, tal como definidos por
Washington, en completa ignorancia, cuando no expreso repudio, del derecho
internacional, de la opinión de todos los países y grupos que se opongan a los
designios de Washington y, notadamente, de las Naciones Unidas y su Consejo de
Seguridad. Es así que se decidió, unilateralmente, la invasión de Irak y su
ocupación militar.

Formose, como decorrencia de la nueva doctrina de seguridad adoptada por


Bush júnior – teniendo como fundamento la teoría de la unilateral intervención
militar preventiva – una gravísima brecha entre legitimidad y poder. El centro
mundial de poder, EUA, se encontró en frontal conflicto con el centro internacional
de la legitimidad, las Naciones Unidas. Ese tipo de conflicto no puede,
necesariamente, perdurar. A relativamente corto plazo, o bien prevalece el principio
de la legitimidad, con el reencuadramiento del poder, o bien se sobrepone el poder y
el centro de legitimidad pierde vigencia. Ante tal situación, diversas alternativas se
configuran, en el curso de distintos plazos.

A corto plazo, la cuestión central es la reelección o no reelección de Bush en


las elecciones presidenciales de noviembre de 2004. Si Bush logra se reelegir, se
consolida, con su unilateralismo, un desinhibido imperio americano, relegando las
Naciones Unidas a un papel meramente decorativo. Si, al revés, se elige Kerry, tudo
indica que EUA retornarán a una orientación semejante a la precedentemente
adoptada por Clinton

Un segundo plazo se abre para el mundo, correspondiendo, de un modo


general, a la primera mitad del actual siglo. En ese período está en juego el tipo de
régimen que regulará el sistema internacional. Para ese efecto se abren dos
posibilidades. Una consiste en la consolidación y universalización del “Imperio
Americano”. Otra consiste en la emergencia de nuevos centros internacionales de
poder, generando un nuevo régimen multipolar.

La hipótesis de la consolidación y universalización del “Imperio Americano”,


que tiene a su favor las actuales condiciones del sistema internacional, presenta, a su
vez, dos alternativas: la hegemonía centralizada o la hegemonía relativamente
compartida. En el primer caso, EUA se revelaría capaz de evitar la emergencia de
cualquier otro sistema internacional independiente y sustentaría, a largo plazo, su
absoluta e incontrastable supremacía militar, económico-tecnológica y socio-
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política, a semejanza de un nuevo “Imperio Romano”, aunque presentando distintas
características.

A ese respecto importa salientar que, en las condiciones contemporáneas, un


“Imperio Americano” no tendrá a se ejercer bajo la forma de una autoridad central,
controlando sus “provincias” o “colonias” directamente, por intermedio de
vice-reyes o procónsules, respaldados por fuerzas y burocracias imperiales
estacionadas en los territorios dominados. El imperialismo contemporáneo tiende a
se ejercer através de la formación de “campos”, en sentido análogo a lo que usamos
cuando hablamos de “campos magnéticos” o “campos gravitacionales”. Son
campos de condicionamiento de la conducta pública de las áreas dominadas, bajo
poderosos e irresistibles constreñimientos financieros, tecnológicos, culturales y
políticos, ejercidos en el ámbito del proceso de globalización y respaldados, en caso
de necesidad, por incontenibles intervenciones militares.

La otra alternativa para el “Imperio Americano” es la de hegemonía


relativamente compartida. El modelo histórico de esa posibilidad fue dado por la
Liga Helénica organizada por Felipe de Macedonia en 338 aC., en el Congreso de
Corinto. Después de haber firmado su incontrastable hegemonía sobre lo demás
estados griegos, Felipe les propuso, en nombre del interese general de la Hélade de
eliminar el peligro persa, la formación de una Liga en que cada estado griego
tendría, en su Asamblea directiva, una participación correspondiente a su respectivo
peso, cabiendo a Macedonia, entretanto, el liderazgo y el control militar de la Liga.

Una nueva “Liga Helénica”, dirigida por EUA, cooptaria las grandes
potencias (en el caso, incluso China) para una cierta coparticipación en la dirección
del mundo, manteniendo la supremacía militar y el liderazgo americanos. Esa
modalidad de “imperio” tiene, evidentemente, mucho más viabilidad y
perdurabilidad que un centralismo unilateral de tipo Bush. Puédese decir que,
alguna forma, ese modelo correspondería a lo que podría ser el desarrollo de un
nuevo “clintonismo” .

La segunda posibilidad evolutiva del sistema internacional consiste en la


formación, en el curso de los próximos decenios, de nuevos centros internacionales
de poder mundial. China es reconocidamente el principal candidato a esa posición.
Si se mantienen, por más otros treinta años, las altas tasas de crecimiento económico
y de desarrollo tecnológico que China viene sosteniendo desde las tres últimas
décadas y si, concomitantemente, logra promover oportunamente los reajustes
institucionales requeridos por su modernización, China deberá alcanzar, hasta
mediados del siglo, una posición de equipolencia – no de igualdad – con EUA y de
nítida superioridad con relación a todas demás potencias.
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Rusia, por su lado, ya deteniendo el segundo poder nuclear del mundo,
aunque algo envejecido podrá, si las reformas introducidas por Putin tienen
continuidad, recuperar, dentro de algunas décadas, su previa condición de
superpotencia.

Habría que agregar, a eses dos posibles nuevos centros internacionales de


poder, algunos otros importantes protagonistas. Este es el caso, por un lado, de un
posible subsistema europeísta independiente en la Unión Europea. La UE., que ya
demostrara, cuando aún compuesta apenas por los quince, la imposibilidad de
alcanzar satisfactoria integración política, se encontrará todavía más alejada de esa
posibilidad después de incorporar los diez nuevos miembros, a partir de 1o de mayo
de 2004. El extremo desequilibrio, entretanto, entre la importancia
económico-cultural de Europa y su colectiva debilidad política está generando, ya
observablemente, una tendencia a la formación de, por lo menos, dos subsistemas
políticos en el viejo continente: un susbsistema atlanticista bajo liderazgo británico,
con respaldo por parte de los países Nórdicos y probablemente, en el futuro, de los
Bálticos, que se orientará hacia Estados Unidos, y un subsistema europeísta, bajo
liderazgo franco-germánico, que tendrá a incorporar los demás países latinos,
favorables a una posición de completa independencia, aunque orientada por valores
occidentales. Los diez nuevos miembros, actualmente de tendencia francamente
atlanticista, son futuramente susceptibles de experimentar, por lo menos en lo que se
refiere a algunos de ellos, tendencia a se alinear con los europeístas. Basta, a ese
respecto, considerar la medida en que Polonia, el más importante país entre los
nuevos miembros, es económicamente vinculada a Alemania y culturalmente a
Francia.

Además de eses posibles nuevo protagonistas, hay que considerar el caso de


India y, dependiendo de su consolidación y expansión en Sudamérica, el caso de
Mercosur. Como China, aunque con tasas menos elevadas, India viene sosteniendo
un continuado desarrollo económico-tecnológico. Si se mantiene esa tendencia por
más largo plazo – lo que es perfectamente posible en las condiciones indianas –
India tendrá a ultrapasar la economía francesa en 2020, la alemana en 2025 y la
japonesa en 2005, tornándose, en mediados del siglo, un importante interlocutor
internacional independiente.

Algo de semejante cabe decir de Brasil en el ámbito de Mercosur y de


Sudamérica. Brasil tendrá a ultrapasar Italia en 2025, Francia en 2035 y Alemania y
Japón en 2040, y con el conjunto de Mercosur.

Eses tres posibles nuevos interlocutores internacionales no tendrán, por


motivos diversos, a ser otras superpotencias. Pero serán centros independientes en
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el escenario internacional de mediados del siglo. Un subsistema europeísta en el
ámbito de la UE no tendrá condiciones ni, significativamente, aspiraciones, a la
condición de superpotencia, en virtud de sus vínculos económicos con el restante de
Europa y su necesidad de bueno relacionamento con el subsistema atlanticista.
India, por su cultura y condiciones sociales y sus difíciles relaciones con Pakistán –
que tendrá a continuar políticamente vinculado a Washington – no tendrá a se
convertir en superpotencia, sin embargo de su capacidad nuclear. Brasil, por su
lado, tanto por su cultura y condiciones sociales como porque su posible liderazgo
dependerá del continuado asentimiento de los demás participes de Mercosur y, en
general, de Sudamérica, tampoco dispondrá de condiciones, ni de propensiones, a se
converter en superpotencia. Eso no obstante, el sistema Brasil-Mercosur-
Sudamérica, en la medida en que conserve satisfactoria unidad, tendrá a ser un
tercero importante protagonista independiente en el sistema internacional de
mediados del siglo.

El más largo plazo nos lleva a la segunda mitad de este siglo. Como se
infiere de las consideraciones precedentes, ese final del siglo tendrá a presentar dos
posibles alternativas: la de la consolidación del “Imperio Americano”,
probablemente bajo un modelo del tipo Liga Helénica, o un régimen multipolar,
eventualmente bipolar si Rusia no alcanza de nuevo su antigua posición de
superpotencia.

Ambas esas posibilidades tendrán a experimentar importantes cambios en el


curso del tiempo. En lo que se refiere a la hipotese de “Imperio Americano”, hay
que llevar en cuenta, en función de la experiencia histórica, que los imperios están
sujetos, tendencialmente, a dos tipos de cambios. Por un lado, independientemente
del grado de coercividad que tenga caracterizado su formación y, decorrientemente,
de sus iniciales propensiones predatorias (como correntemiente se observa con
relación a muchos aspectos del Imperio Americano, el imperio es necesariamente
conducido a una creciente “interiorización” de su periferia. De provincias
dominadas, las aéreas conquistadas por Roma gradualmente se convirtieron en
coparticipantes del sistema, hasta la extensión, a todos los hombres libres del
imperio, de la ciudadanía romana por el edicto de Caracala. Por otro lado, a largo
plazo, los sistemas imperiales tienden a sufrir procesos disruptivos, que conducen a
su fragmentación, como ocurrió con el Imperio Romano y con diversas de las fases
integrativas de China.

En lo que se refiere a la posibilidad de formación, en la segunda mitad del


siglo, de un nuevo régimen multipolar (eventualmente bipolar) importa llevar en
cuenta que, como ocurrió con el período de bipolaridad americano-soviética, la
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imposibilidad de una victoria militar, entre contenedores súper-equipados de armas
nucleares, tendrá a impedir la deflagración de un conflicto mutuamente suicida.
Esta ocurrencia, no obstante, puede vir a se dar, más bien de forma involuntaria que
deliberaba, como más de una vez podría ter acontecido en el curso de la guerra fría.
Puede así el mundo ir a sofrer la hecatombe nuclear, en fines de este siglo, de que
escapó en el siglo pasado. Es más probable, todavía, que un futuro régimen multi o
bipolar conduzca a un largo período de hostil y tensa vigilancia reciproca. En tal
situación, a más largo plazo, tendrá a se formar sistemas de recíproco ajuste, que
terminarán conduciendo a una nueva institucionalización del mundo.

Asi es que, de una o de otra forma, si el mundo no es conducido a una


apocalíptica destrucción nuclear, tendersea a llegar, de algún modo, a esa “Pax
Universales” que Kant preconizaba como futuro destino de la humanidad, aunque
eso, probablemente, me extinguirá, desigualdades entre sociedades y en el ámbito de
estas. Agréguese el hecho de que, concomitantemente con las vicisitudes políticas,
el mundo está sometido a un longe proceso de unificación cultural, que tendrá, en el
curso de este al próximo siglo, a formar una única civilización humana, la
Civilización Planetaria.

4. PROYECTO ARGENTINO-BRASILEÑO

Posibilidades

Argentina y Brasil disponen, si actúan pronta, coordinada consistentemente,


de la posibilidad de constituyeren el núcleo central de un importante sistema
internacional autónomo, que podrá se tornar uno de los grandes protagonistas de un
futuro régimen multipolar. Disponen, así mismo, en la hipotese alternativa de que
venga a se consolidar y universalizar el “Imperio Americano”, de la posibilidad de
nele se inseriren como provincias de primera clase, a semejanza de la UE y no,
como aisladamente les sucedería, como fragmentos del Tercero Mundo.

Esa posibilidad no permanecerá abierta sino por plazo bastante corto, en


términos históricos. A ese respecto hay que volver a mencionar el plazo del orden
de veinte años, precedentemente referido. Hay también que volver a mencionar la
medida en que la exitosa ejecución, por eses países, de un consistente proyecto de
desarrollo nacional procederá, concomitantemente, al alargamiento de su espacio de
permisibilidad, hasta se llegar a la relativa estabilidad de un satisfactorio nivel de
desarrollo auto-sostenible.

Para ese efecto la condición fundamental de posibilidad consiste en la consistente


adopción e implementación, por parte de eses dos países, del binomio desarrollo-
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integración. Sin un exitoso desarrollo nacional la integración argentino-brasileña
será ineficaz y, casi seguramente, efímera. Sin integración, por otro lado, los dos
países no disporan del espacio de permisibilidad internacional necesario para que
ejecuten, autónoma y consistentemente, un proyecto de desarrollo nacional. Desde
luego, entre otros motivos, porque perderán, a corto plazo, lo que todavía les resta
de “nacional” en sus economías y, a la larga, en sus sociedades.

Las condiciones para empezar la ejecución del binomio “integración-


desarrollo” se presentan de modo bastante favorable, en el inicio de mandato de los
presidentes Lula y Kirchner. No hay que subestimar, sin embargo, la medida en
que, para los dos países, dadas las presentes condiciones del mundo y la situación
que heredaron de los últimos años, son muchas las dificuldades para iniciar un serio
proyecto de desarrollo. Compensatoriamente, nunca foran más favorables las
condiciones para consolidar y profundizar la integración argentino-brasileña.

Extravasaría las dimensiones de esta breve comunicación cualquier intento de


abordar los problemas relacionados con el relanzamiento de un nuevo proyecto de
desarrollo nacional en Argentina y en Brasil. Importaría solamente subrayar el
hecho de que la condición fundamental para que vuelva a ser posible un nuevo
desarrollismo en eses dos países consiste en adoptar la consignia propuesta por el
eminente economista argentino Aldo Ferrer: vivir con lo nuestro. La tesis
neoliberal, segundo la cual el capital extranjero constituiría, dentro de una economía
de libre mercado, la fuerza propulsora del desarrollo, es simplemente responsable
por los últimos veinte años de estagnación de eses dos países. La indiscutible
ventaje de las modalidades innovadoras y productivas de determinadas inversiones
extranjeras no debe llevar a la ideología de la extranjerización. Si, al conveniente
capital extranjero, pero siempre que se haga un gran esfuerzo nacional de ahorro y
de inversión y que el Estado nacional actué como dinamizador del desarrollo.

Es indispensable, por otro lado, que se forme un serio entendimiento de lo


que signifique una estable y confiable alianza estratégica de Argentina y Brasil. Una
tal alianza no puede consistir, simplemente, en una voluntad política, aunque la
requiera. Tiene que se fundar en una estrategia de largo plazo de reciproca
optimización. Eso exige, en lo fundamental, no solo apropiados ajustes
macroeconómicos, pero un proyecto industrial común. Un proyecto que
realisticamente atenda a lo que de mejor pueda producir cada una de las dos
economías, siempre que se considere esas economías no en relación a su presente
inmediato, pero en relación a sus efectivas posibilidades, lo que implica, desde
luego, un esfuerzo conjunto para una acelerada reindustrialización de Argentina.
14
Sudamérica

La alianza estratégica argentino-brasileña, como en Europa la alianza


estratégica franco-germánica, constituye, en nuestra región, el eje configurativo de
dos sistemas más amplios: Mercosur y Sudamérica. En lo fundamental se puede
decir que una estable y confiable alianza argentino-brasileña tiende a asegurar la
consolidación y el éxito operacional de Mercosur. Este, por su vez, tiende a
asegurar la consolidación y el éxito operacional de un sistema sudamericano de libre
comercio y de cooperación.

Una vez más, las naturales limitaciones de esta comunicación no permiten


una amplia elaboración con relación a Mercosur y Sudamérica. Baste mencionar, a
ese respecto, un par de consideraciones fundamentales. Mercosur, como toda
asociación, tiene su progreso dependiente de como se opere el sistema y no,
simplemente, de lo que estipulen los tratados. Las complementariedades existentes
en el ámbito de Mercosur vienen asegurando los éxitos ya alcanzados por el sistema,
que garantiza la absorción de cerca de 50% de las exportaciones de Uruguay y
Paraguay. Es necesario, complementariamente, como en el caso de Argentina y
Brasil, adoptar una política industrial común, apropiada para dinamizar las
posibilidades productivas de todos los participes.

En lo que se refiere a Sudamérica, es indispensable considerar su integración


de forma gradualista. En el curso del tiempo dos variables esenciales van cambiar
profundamente la región. Esas dos variables son, primeramente la experiencia de
ALCA. En seguida, lo que resulte del proyecto de integración física de Sudamérica.

Por diversas razones, casi todos los países andinos, por un lado y por otro,
Chile, se hacen ilusiones a respecto de su presumida integración con Estados
Unidos. No serán argumentos, por parte de Argentina y Brasil, que irán cambiar
esas ilusiones. Basta que estes países mantengan las restricciones que ya opusieron
a ALCA. Lo que cabe a Mercosur, en esa conjuntura, es proceder a un acuerdo con
los Andinos y con Chile, por el cual concedan a Mercosur – y reciban de Mercosur –
las mismas ventajes que ofrezcan a Estados Unidos, quedando eses países – sin que
también lo haga Mercosur – libres para adherir a ALCA, en su formulación
americana, si así lo desean, como probablemente ocurrirá. La experiencia les
mostrará la medida en que ALCA, como propuesta por EUA, es simplemente una
apertura a las exportaciones y servicios americanos, sin correspondientes, ventajas
para los sudamericanos.

En la medida en que Argentina y Brasil, en el ámbito de Mercosur, sean


capaces de implementar el plan de integración física de Sudamérica, resultará claro,
15
para los demás países, que Sudamérica, dinamizada por Mercosur, es adonde
encuentrarán más amplias posibilidades de desarrollo. Aí empezará una nueva
etapa, que permitirá a la región optimizar su presencia en el mundo.

La región se defronta, asi, en el curso del siglo que se inicia, con una clara
alternativa: preservar su significación histórica, convertiendose en un importante
protagonista internacional, o ser relegada a la pasiva condición de mero segmento
indiferenciado del mercado internacional, bajo dominación alienígena. La clave del
suceso es una estable y confiable alianza estratégica entre Argentina y Brasil. En
ausencia de esta, es inevitable el malogro histórico de toda la región.

Dir.tdiv.Arg.y Brasil
25/5/2004
ANEXO
Goldman
Sachs

Projected US$GDP
BRICs G6
2003$USon
Brazil China India Russia France Germany Italy Japan UK US BRICs G6

2000 762 1078 469 391 1,311 1,875 1,078 4,176 1,437 9,825 2,700 19,702
2005 468 1724 604 534 1,489 2,011 1,236 4,427 1,688 11,697 3,330 22,548
2010 668 2998 929 847 1,622 2,212 1,337 4,601 1,876 13,271 5,441 24,919
2015 952 4754 1411 1232 1,767 2,386 1,447 4,858 2,089 14,786 8,349 27,332
2020 1333 7070 2104 1741 1,930 2,524 1,553 5,221 2,285 16,415 12,248 29,928
2025 1695 10213 3174 2264 2,095 2,604 1,625 5,567 2,456 18,340 17,345 32,687
2030 2189 14312 4935 2980 2,267 2,697 1,671 5,810 2,649 20,833 24,415 35,927
2035 2871 19605 7854 3734 2,445 2,903 1,708 5,882 2,901 23,828 34,064 39,668
2040 3740 26439 12367 4467 2,668 3,147 1,788 6,039 3,201 27,229 47,013 44,072
2045 4794 34799 18847 5156 2,898 3,381 1,912 6,297 3,496 30,956 63,596 48,940
2050 6074 44453 27803 5870 3,148 3,603 2,061 6,673 3,782 35,165 84,201 54,433
GS BRICs Model Projections See text for details and assumptions

Projected US$GDP Per Capita


BRICs G6
2003 US$ Brazil China India Russia France Germany Italy Japan UK US

2000 4,338 854 468 2,675 22,078 22,814 18,677 32,960 24,142 34,797
2005 2,512 1,324 559 3,718 24,547 24,402 21,277 34,744 27,920 39,552
2010 3,417 2,233 804 5,948 26,314 26,877 23,018 36,172 30,611 42,926
2015 4,664 3,428 1,149 8,736 28,338 29,111 25,086 38,626 33,594 45,835
2020 6,302 4,965 1,622 12,527 30,723 31,000 27,239 42,359 36,234 48,849
2025 7,781 7,051 2,331 16,652 33,203 32,299 28,894 46,391 38,479 52,450
2030 9,823 9,809 3,473 22,427 35,876 33,898 30,177 49,944 41,194 57,263
2035 12,682 13,434 5,327 28,749 38,779 37,087 31,402 52,313 44,985 63,017
2040 16,370 18,209 8,124 35,314 42,601 40,966 33,583 55,721 49,658 69,431
2045 20,926 24,192 12,046 42,081 46,795 44,940 36,859 60,454 54,386 76,228
2050 26,592 31,357 17,366 49,646 51,594 48,952 40,901 66,805 59,122 83,710
GS BRICs Model Projections See text for details and assumptions

Projected US$ GDP Per Capita Growth: 5-Year Averages


Average BRICs G6
%yoy
Brazil China India Russia France Germany Italy Japan UK US

2000-2005 -9.8 9.2 3.7 7.0 2.2 1.4 2.7 1.1 3.0 2.6
2005-2010 6.3 11.2 7.5 10.3 1.5 2.0 1.6 0.9 1.9 1.7
2010-1015 6.4 9.2 7.4 8.1 1.5 1.6 1.7 1.2 1.9 1.3
2015-2020 6.2 7.8 7.2 7.5 1.6 1.3 1.7 1.8 1.6 1.3
2020-2025 4.6 7.3 7.4 6.1 1.6 0.9 1.2 1.8 1.2 1.4
2025-2030 4.7 6.9 8.2 6.2 1.6 0.9 0.9 1.5 1.3 1.7
2030-2035 5.2 6.5 8.9 5.2 1.6 1.7 0.8 1.0 1.7 1.9
2035-2040 5.3 6.3 8.9 4.3 1.9 2.0 1.3 1.2 2.0 2.0
2040-2045 5.0 5.9 8.3 3.6 1.9 1.9 1.8 1.6 1.8 1.9
2045-2050 4.9 5.4 7.6 3.4 2.0 1.8 2.1 2.0 1.7 1.9
GS BRICs Model Projections See text for details and assumptions
Global Paper No 99
_______________________________
(Dados extraídos do Paper N. 99, elaborados por Dominic Wilson, Goldman Sachs 1o de outubro de 2003
Dir.tdiv.Arg.y Brasil

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