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Ya no hay nada que decir…

Puedes tomar mi mano.


Puedes besar el futuro que preparas conmigo.
Puedes perdonar tus ofensas.
Puedes jurar al cielo que tú me adoras…
Pero no conseguirás arrancarme del daño
que tiene su cuna en tu cariño.

Busqué la paz en ti.


Explícame: ¿cuándo la podré encontrar?
Este corazón tuyo,
¿cuándo se convirtió en cárcel?
¿cuándo me quitó la magia para vivir?

Tallé tu promesa en mis ojos…


Y ahora mírame: estoy completamente ciego.
Acudí de nuevo al cuchillo
para arrancarme la oscuridad.
Y mírame ahora:
estoy amándote desde el hospital.

Inventa unas palabras,


donde yo me perdone por amarte demasiado,
o un diálogo a la altura de los enamorados
que susurran poemas en cada panteón,
porque yo no sé qué podría decirte.

Mi boca está llena de vidrios molidos,


que por accidente confundí con azúcar…
¡Así se sienten tus manos,
tus memorias, tu dulzura,
tus adorables
y adictivas maneras de anhelarme!
Duele y vuelvo a no sentirme yo;
creo que mi epitafio será tu amor.

Ya no hay nada que decir…


Tus palabras y las mías,
nunca podrán entenderse.
Tus ojos y los míos
nunca verán el mismo cielo.
Tu dolor y el mío,
no están dispuestos matarse.
Puedes tomar mi corazón.
Puedes besar lo que jamás seremos.
Puedes perdonar a tus esperanzas.
Puedes jurar al cielo que tú no me dañas…
Pero no conseguirás arrancar mi alma
que está ansiosa por despertar
y decirte: “¿Cuándo perdí la batalla?"

Jonathan Haller
30 de septiembre del 2017
México

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