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La Culpa y las Relaciones Interpersonales

¿En qué nos afecta la culpa cuando crecemos? ¿Es útil o no lo es?

La culpa forma parte de un esquema mental abstracto, muy cercano al esquema de la moral, el
cual permite diferenciar las acciones negativas de las positivas (buenas o malas). A la vez,
mantiene a las personas dentro de los rangos aceptables de conducta, alejándolos de los actos
que pueden ser castigados por la ley. De tal manera que puede ser útil en estos sentidos, para
ayudar a que la sociedad se mantenga de cierta forma dentro de los márgenes de la paz, no
elevar los actos de violencia y poder desarrollarse como pueblos en general.

Nacemos culturalmente dentro de las inculpaciones. Cuando se es pequeño, es fácil atribuirles


a los niños los eventos desafortunados, es un acto punitivo orientado a disciplinar para que no
vuelva a ocurrir un suceso que está en contra del parecer de un adulto. Si un vaso se rompió, si
se cayó algo por donde jugaba y corría en niño, si no se quiere levantar por la mañana para ir a
estudiar porque se acostó tarde, si tuvo alguna nota baja en alguna materia, si están tirados los
juguetes, incluso si se está de visita en casa de alguien, se le indica al pequeño estarse quieto
en una silla (si no lo hace es severamente reprendido), etc.

Es la forma en la que se cree infructuosamente que se desarrollará el sentido de


“responsabilidad” en las personas, para que sean individuos de bien al crecer. Cuando se inicia
la edad escolar, las maestras, directores, supervisores y encargados, se dan a la tarea de crear
herramientas que fomenten este esquema. Por otra parte, la imposición de tareas en casa,
pueden ser excesivas e impositivas, los padres delegan sobre sus hijos una carga pesada, que si
no es cumplida, serán castigados. Con lo que, en lugar de crear el sentido de responsabilidad,
crean reacciones de temor o rebeldía. Y la última institución que se encarga de hacer sentir al
humano culpable, es la iglesia. Se pueden mencionar toda clase de líneas religiosas y sus leyes,
las cuales si no se siguen al pie de la letra, “no se tendrá entrada al paraíso por su culpa”.
Cuando al fin se llega a adulto, quedan las leyes humanas que hay que cumplir, pues si no se le
castigará porque “tuvo la culpa” en el cometido de un crimen, sea cual sea. Lo que se desea
mostrar, son las diferentes vertientes que han elegido la vía del desarrollo de la culpa en los
seres humanos, que a la fecha se siguen llevando a cabo.
Casa
Escuela

Iglesia

Culpa
A través del crecimiento, se crea la base para el desarrollo de la experiencia culposa, la que se
caracteriza generalmente como una emoción desagradable o molesta, como tristeza,
ansiedad, irritabilidad o inquietud. Esta se siente al romper las reglas culturales por haber
cometido una transgresión. El adulto joven promedio, ya tiene bien desarrollado este sentido,
y lo ha de poner en práctica para su rutina diaria y en general.

Muchas personas temen “ser culpadas de algo”, sobre todo si su desarrollo fue estricto, muy
punitivo y rígido, y esto hace que se vuelvan dóciles y temerosas de las consecuencias a las que
se verían expuestas; así que su comportamiento se mantiene dentro de parámetros bien
establecidos, de tal manera que no podrían ser culpadas de nada. La culpa les genera una seria
sensación de inadecuación, y prefieren ser vistas como personas consecuentes, diligentes,
puntuales, trabajadoras, honestas y honradas.

Este esquema de pensamiento que orienta las acciones propositivas en la realidad, luego
puede ser tomado por otras personas mal intencionadas, como el momento perfecto para
aprovecharse de aquellas que no pueden negarse a cumplir con su propia expectativa de
persona “responsable”. Es en este tipo de relaciones, donde entra en juego la manipulación de
otro sobre una persona justa y honorable. Para un ser que se habituó a ser recto en su forma
de llevar la vida, con la verdad de frente, le es difícil no sucumbir frente a otra que la acusa de
algo en particular. De hecho, el manipulador gusta de las personas que tienden a mantener
una vida íntegra.

En la publicación anterior en la que abordé el tema de las emociones y la manipulación, hice


notar que la primera forma en la que se acerca uno de estos individuos, es por medio de hacer
sentir bien a la otra persona. Luego, cuando ya posee cierto dominio sobre él o ella, empezará
a modificar su forma de pensar y/o sentir respecto a ciertos elementos que sean favorables
para quien manipula. Tomaré uno de los ejemplos clásicos dentro de las relaciones de pareja
para ejemplificarlo. El hombre ha pasado un par de meses halagando a quien desea de pareja,
y cuando considera que ha logrado tener el mayor control de la mujer, empieza a modificarle
el estilo de ropa que desea que lleve en la calle. Ella empieza a resistirse, y él lanza una
pequeña amenaza –“ya verás, algo malo te pasará por andar vestida así” -. Ella seguirá
vistiéndose como regularmente le place, y de pronto, alguien le falta al respeto en la calle. De
forma inocente se lo comenta a quien es ya su pareja, -“fíjate que me pasó…”, y es
exactamente allí donde la culpabiliza –“¡ves! Te lo dije, esto fue tu culpa por no hacer lo que te
digo…” Así logra reforzar la modificación de comportamiento al utilizar la herramienta de la
culpa. La otra persona no es consciente del juego, y acepta que fue por ella, no por el otro, que
será mejor seguir lo que él le diga, adentrándose en el camino de su pérdida de autonomía.

El manipulador busca obtener ganancias de parte de la persona a la que controla, y una de las
herramientas más efectivas es precisamente ejercer presión por medio de hacer sentir “culpa”,
de allí que las relaciones interpersonales se conviertan en algo complejo sin que se percate.

En el trabajo, será más fácil identificarlo, pues usualmente son los jefes abusivos quienes
ejercen presión por medio de este tipo de actos sobre sus subalternos, al culpabilizar a otros
de las condiciones negativas del trabajo, logran punitivamente que se ejecuten sus deseos al
pie casi de la letra, y a la vez, dejan sin oportunidad de carrera en ascenso a quienes están por
debajo de su línea organizacional.

Debe analizarse la clase de relación en la que se encuentre cuando empiece a sentir culpa por
cualquier evento, establecer los parámetros de responsabilidad de cada quien dentro de la
dinámica interrelacional. Darle el peso que corresponde a cada evento, sobre todo a aquellos
que son fortuitos y se han sucedido fuera de la misma.

La autonomía de cada persona es un bien preciado, si le es difícil encontrar la ruta de análisis


para recuperar la suya, dejar de lado la desagradable sensación de inestabilidad que le crea la
culpa, entonces busque ayuda terapéutica, con ello logrará definir qué y cuáles situaciones le
favorecen y cuáles no, a la vez, podrá encontrar herramientas que le permitan salir de una
relación negativa que no le permite encontrar paz.

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