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Edgardo Corvalán

FILOSOFIA Y LÓGICA JURÍDICA

Unidad 1

 Perplejidad de la Teoría Jurídica


 El derecho como órdenes coercitivas.

Sobre éste último punto, Hart, nos ilustra: “en una sociedad grande y compleja,
como lo es la de un estado moderno, hay ocasiones en las que un funcionario, cara
a cara con un individuo, le ordena hacer algo. Un policía ordena detenerse a un
determinado conductor o moverse a un determinado mendigo. Pero estas
situaciones simples no son, y no podrían ser, la forma más típica en que funciona el
derecho.
Mas bien, estas formas particularizadas de control, o bien son excepcionales, o bien
constituyen complementos auxiliares o refuerzos de normas generales de
directivas, que no nombran a individuos particulares,…no están dirigidas a ellos, y
no indican un acto particular a ser realizado. De ahí que la forma típica, incluso
de una ley criminal, es general de dos maneras: a) indica un tipo general de
conducta y b) se aplica a una clase general de personas de quienes se esperan que
adviertan que rige para ellas y que cumplan con lo prescripto. Las directivas
oficiales individualizadas, cara a cara, ocupan aquí un lugar secundario; si las
directivas primarias generales no son obedecidas por un individuo particular, los
funcionarios pueden recordárselas, y exigirles que las acate, tal como lo hace un
inspector de impuestos, o la desobediencia puede identificarse y documentarse
oficialmente, y el castigo amenazado ser impuesto por un tribunal.
Por lo tanto, en forma primaria, aunque no exclusiva, el control jurídico
es un control mediante directivas que en este doble sentido son generales. Esta es
la primera característica.
En un estado moderno, se entiende usualmente que a falta de indicaciones
especiales que amplíen o reduzcan las clases, sus normas jurídicas generales se
aplican a todas las personas que se encuentren dentro de los límites territoriales.
En todos los casos, el campo de aplicación de una norma es una cuestión de
interpretación de la regla particular, sobre la base de dichos entendimientos
generales.

Además de introducir este característica de generalidad, es menester introducir un


cambio más fundamental en la situación de quien ordena realizar una conducta
determinada a determinada persona, si es que queremos tener un modelo plausible
de la situación en que hay derecho. Es verdad que en cierto sentido, quien ordena
(el asaltante, el inspector…) tiene un ascendiente o superioridad sobre el oficinista;
el mismo radica en su temporaria posibilidad de formular un amenaza, que
puede muy bien ser suficiente para hacer que ese oficinista realice ese acto
particular que se le ordena. No hay otra forma de relación de superioridad e
inferioridad entre los hombres, salvo esta brevísima relación coercitiva.
Las normas jurídicas, sin embargo, tienen en grado preeminente esta característica
de “permanencia o persistencia”, porque es menester suponer, que aquellos a
quienes las órdenes generales se aplican, sustentan la creencia general de que
probablemente a la desobediencia seguirá la ejecución de la amenaza, no solo en la
primera promulgación de la orden, sino continuamente hasta que la orden sea
revocada o cancelada.
Y Concluye Hart, en esta visión personal sobre el ordenamiento coercitivo,
que “dondequiera que exista un sistema jurídico, es menester que exista alguna
persona o cuerpo de personas que emitan órdenes generales respaldadas por
amenazas y que esas órdenes sean generalmente obedecidas, y tiene que existir
la creencia general de que esas amenazas serán probablemente hechas efectivas
en el supuesto de la desobediencia. Esa persona o cuerpo, debe ser internamente
supremo y externamente independiente. Si de acuerdo con Austin, llamamos

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“soberano”, a tal persona o cuerpo de personas supremo e independiente, las


normas jurídicas de cualquier país serán órdenes generales respaldadas por
amenazas dictadas por el soberano o por los subordinados que obedecen a aquél.

Unidad 2

 La diversidad de Normas Jurídicas


 La teoría del soberano y el hábito de obediencia

Si Comparamos la variedad de tipos diferentes de normas jurídicas que aparecen


en un sistema moderno, brota una multitud de objeciones. Es patente que no todas
las normas ordenan hacer o no hacer algo. Es patente que no todas las normas
jurídicas son legisladas, ni todas son la expresión de deseo de alguien como lo son
las órdenes generales en nuestro modelo. Esto parece inaplicable a la costumbre,
que ocupa un lugar genuino, aunque modesto, en la mayor parte de los sistemas
jurídicos.
Las objeciones podemos dividirlas en tres grandes grupos. Algunas se
refieren al contenido de las normas jurídicas; otras a su origen, y otras a su
ámbito de aplicación. Al margen de estos tres grandes grupos de objeciones,
toda la concepción de un soberano independiente y supremo, habitualmente
obedecido, sobre la que descansa el modelo, es equívoca, puesto que poco hay
que concuerde con ella en los sistemas jurídicos reales.

Sobre el Contenido:
El Derecho penal es algo que obedecemos o desobedecemos los que sus reglas
exigen es calificado de “deber”. Si desobedecemos se dice que ha habido una
infracción al derecho y nuestra conducta ha sido jurídicamente incorrecta, “hemos
transgredido un deber”. Las penas o “sanción” que las normas imputan a las
infracciones o violaciones del derecho penal busca crear un motivo para que los
hombres se abstengan de esas actividades (aunque la pena pueda servir para otro
propósito). En todos estos aspectos hay, al menos, una fuerte analogía entre el
derecho penal y sus sanciones por un lado, y las órdenes generales respaldadas por
amenazas de nuestro modelo, por el otro. Existe también analogía (a pesar de
las muchas diferencias) entre tales órdenes generales y las normas que regulan la
responsabilidad extracontractual, cuyo objetivo primordial es resarcir a los
individuos los daños sufridos como consecuencia de la conducta de otros. También
aquí se dice que las reglas que determinan qué tipos de conducta constituyen
“ilícitos civiles” que dan lugar a acciones judiciales e imponen a las personas con
prescindencia de sus deseos, “deberes” (“u obligaciones”) de abstenerse de tal
conducta. A ese comportamiento se lo denomina “violación de un deber” y a la
indemnización u otros remedios jurídicos:”sanción”.
Pero existen importantes clases de normas jurídicas respecto de las cuales
esta analogía con órdenes respaldadas por amenazas no cabe en absoluto, por
cuanto ellas cumplen una función social totalmente distinta. Y los son aquellas
reglas que regulan la manera de realizar contratos, celebrar matrimonio u otorgar
testamentos válidos. Tales normas no imponen deberes u obligaciones; en lugar de
ellos, acuerdan a los particulares (facilidades) para llevar a cabo sus deseos, al
otorgarles potestades para crear, mediante determinados procedimientos
específicos y bajo ciertas condiciones, estructuras de facultades y deberes, dentro
del cuadro coercitivo del derecho.
La radical diferencia de función entre las normas que acuerdan dichas
potestades y una ley penal se refleja en muchos de nuestros modos corrientes de
hablar acerca de las normas de aquella clase. La falta de cumplimiento en lo
dispuesto por la ley que regula el establecimiento testamentario, trae consigo una
nulidad de ello, pero no se nos ocurriría pensar en el cometido de una “infracción o
una violación” de ningún deber, ni de ningún delito.

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Para ser claros: las normas que acuerdan facilidades o potestades expresan:”si uds,
desean hacer esto, ésta es la forma de hacerlo” …..En cambio, en las leyes penales,
a semejanza de las órdenes respaldadas por amenazas, expresan: “haga esto, le
guste o no, pero debe hacerlo”.

Sobre el Ámbito de Aplicación:


De todas las variedades de normas jurídicas, la ley penal es obviamente, la que se
aproxima más al modelo simple de órdenes coercitivas. La orden respaldada por
amenazas es esencialmente, la expresión de un deseo de que otros hagan o se
abstengan de hacer ciertas cosas. Es posible, por supuesto, que la legislación
pudiera asumir esta forma y que las leyes estuvieran dirigidas a otros. Pero el
ámbito de aplicación de una norma jurídica es siempre una cuestión de
interpretación del precepto. Al interpretarlo puede incluirse o excluirse a aquellos
que lo dictaron y, por supuesto, hoy se aprueban leyes que imponen obligaciones
jurídicas a sus autores. La legislación, a diferencia del mero ordenar a otros hacer
cosas bajo amenazas, puede perfectamente bien tener tal fuerza auto-obligatoria.
Nada hay en ella que pueda excluir esta posibilidad.
Esta imagen vertical, o “de arriba hacia abajo”, del derecho, tan atractiva
en su simplicidad, solo puede ser reconciliada con la realidad mediante el recurso
de distinguir la persona del legislador en su carácter oficial, de la persona del
legislador como ciudadano particular. Actuando en el primer carácter dicta normas
que imponen obligaciones a otras personas, inclusive “a si mismo” en su carácter
privado. Y podemos explicar el carácter auto-obligatorio de la sanción legislativa
sin apelar a él. Se trata del funcionamiento de una promesa, que, en múltiples
maneras es un modelo mucho mejor que el de las órdenes coercitivas para
comprender características del derecho, aunque no todas ellas. Prometer es decir
algo que crea una obligación para el promitente y sería ciertamente posible, pero
no útil, distinguir dos personas “dentro” del promitente: una que actúa como
creadora de obligaciones y otra como persona obligada, y concebir que una ordena
a la otra a hacer algo.
El legislador no es necesariamente como el que da órdenes a otro, que está
por definición fuera del alcance de lo que hace. A semejanza del que promete,
ejercita potestades conferidas por reglas, y muy a menudo puede, mientras que el
promitente debe, caer dentro de su ámbito.

MODOS DE ORIGEN:
La sanción de una ley, al igual que dar una orden, es un acto deliberado de origen
cierto. Aquellos que toman parte en la legislación se valen concientemente de un
procedimiento para crear derecho, tal como el que da un orden usa concientemente
una forma de palabras para asegurar que sus intenciones sean reconocidas, y
también acatadas. El tipo de norma que mas obviamente contradice esta pretensión
es la “costumbre”. Y aquí se produce la discusión si es la costumbre fuente
creadora de derecho o no lo es.
Pero para que la costumbre sea fuente creadora de derecho, necesariamente debe
tener el reconocimiento jurídico para constituirse así; y aunque esto no siempre
ocurre,….no creo que esta discusión conduzca a resolver el tema y mucho menos,
que alguna vez se llegue a un acuerdo generalizado de los grandes pensadores que
dedican su vida en encontrar lo que consideran las respuestas justas para colaborar
científicamente con el objeto del conocimiento.

LA TEORIA DEL SOBERANO Y EL HÁBITO DE OBEDIENCIA.-

Al examinar las órdenes respaldadas por amenazas, se acepta provisionalmente la


idea de un soberano, el cual es caracterizado como una persona o cuerpo de

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personas cuyas órdenes son habitualmente obedecidas por la gran mayoría de la


sociedad y que no obedece a ninguna otra persona o personas. Sin la relación del
Soberano y el Súbdito, no podríamos hablar de sociedad, ni de estado, por cuanto
no existiría un derecho.
Dos puntos importantes: 1) el carácter continuo (autoridad crea derecho
continuamente); y 2) Persistencia de las normas independientes del
soberano. Ambos aspectos conforman el sistema jurídico.
La Posición del soberano en relación con el Derecho, establece derecho para
otros y él está por encima de ello.

1. El hábito de obediencia y la continuidad del derecho.-


El concepto de “hábito de obediencia”, presenta algunos inconvenientes. En primer
lugar “Obediencia” sugiere respeto y no sólo el cumplimiento de órdenes
respaldadas por amenazas; por lo demás es difícil explicar cuando existe una
relación de obediencia.
De esta forma, se presenta la posibilidad de observar algunas normas
jurídicas como normas que responden a hábitos formados por la sociedad, mas no
siempre esto ocurre, pues puede ocurrir la eventualidad de que el acto prescrito por
la regla no sea espontáneo y sólo se efectuará mientras exista la regla o, en su
defecto, la amenaza que respalda a la última. Luego, no sería un hábito como tal.
A pesar de ello, debemos considerar que muchos actos, dados que son efectuados
por los sujetos durante un tiempo constante, podrían constituir eventualmente un
hábito, el cual a pesar de la inexistencia de una norma, seguiría siendo llevado a
cabo.

HART plantea que, refiriéndose a la situación imaginaria del Rex, la relación del
hábito de obediencia se da como relación personal del individuo súbdito con el rex
soberano y significará que el hábito es convergente, es decir, el pueblo está
acostumbrado, tiene el hábito de obedecer al Rex. Mientras la mayoría esté de
acuerdo con la voluntad del Rex, no existirían mayores problemas en cuanto a la
obediencia.
El segundo supuesto de HART respecto a la comunidad imaginaria del Rex, es de
que al morir primer Rex, su sucesor no tiene asegurada la obediencia, puesto
que no existe aún el hábito para con este Rex II. Solo cuando se observe una
obediencia por un tiempo, se puede afirmar que existe el hábito de obediencia. Sólo
en este caso, se puede hablar de derecho a las leyes dictadas.
Generalmente en las monarquías, se establece previamente bajo leyes el
método de sucesión para mantener la continuidad del soberano. En las democracias
es mucho más complejo.
Al haberse preestablecido la sucesión, el nuevo soberano tendrá la facultad, el
derecho de dictar leyes y que éstas sean obedecidas, pues ya existen buenas
razones para admitir que son derecho, incluso sin existir a relación de obediencia.
En definitiva, la ley legitima al nuevo soberano.
Para entender mejor cómo se puede aceptar la regla según la cual el nuevo
legislador tiene título a suceder, se debe analizar la diferencia entre regla y hábito.
Diferencias:
Para que exista un hábito sólo se requiere que la conducta converja de ello.
Para que exista una regla, se debe exigir una conducta y si ésta no es
llevada a cabo, se considera como una conducta criticable y reprochable.
Respecto al caso de la Regla, se considera que la crítica está fundada en una
buena razón. Se legitima la crítica a la desviación, aunque no esté definido
el tiempo o la aprobación de la crítica requerida para que se mantenga
considerada como buena o razonable.
El aspecto interno de las reglas. Existe el aspecto externo de las reglas que
se refiere a un comportamiento social general observable, es decir, que
otros lo pueden distinguir como una pauta de comportamiento. Por otro
lado, el aspecto interno vendría siendo la regla que constituye al acto como

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tal, es decir, que está contenida dentro del acto para establecer cómo
debería realizarse, creando una especie de dogma. El mejor ejemplo serían
las reglas de un juego. Nos permite criticar tajantemente una acción

Al establecerse una regla que es dictada por el soberano legítimo, el Rex legitimado
por reglas de sucesión, ya no es solamente un hábito de obediencia, sino que
puede ser de obediencia y además, posee el derecho, el soberano, de establecer
cómo va a ser el acto. Se aceptará, porque es correcto obedecerlo.
Este Rex ahora será un legislador con autoridad para legislar y como ahora
da las pautas para actuar, ya no “órdenes”, ya no estará obligado a seguir su
propia legislación.

Ahora se puede distinguir entre:


 Las reglas de tipo consuetudinario o que subyacen bajo las reglas directas
de conducta.
 Las reglas dictadas por el soberano que será una pauta de comportamiento,
donde las desviaciones serán criticadas y su palabra justifica las exigencias
de su cumplimiento.

La aceptación de una regla por una sociedad en un determinado momento no


garantiza su existencia continuada, mas hasta que no exista un cambio radical en la
sociedad y, por ende, de soberanía; se acepta que la regla es vigente.

Resumiendo: Que un soberano sea obedecido por hábito no significa que su sucesor
si; ya porque el hábito no es normativo (no da facultades, derechos o autoridad),
ya porque no es hereditario o sucesorio.

Hoy en día se aceptan las reglas y la continuidad del legislador, pues el proceso de
sistema jurídico pose la particularidad de ser elegido y permitido por los
ciudadanos mediante las reglas que confieren facultades. Los actos oficiales dan
aceptación ciudadana de las reglas como tales y permiten rescatar el principio de
obediencia de AUSTIN, pero aún no se logra explicar la creación, identificación y
aplicación del derecho.

2. La Persistencia del derecho


Que una norma se mantenga vigente se puede explicar mediante el principio de
obediencia, mientras el creador de ésta sea obedecido. Como la regla sigue siendo
aceptada, así mismo fue anteriormente aceptada para el caso de los legisladores
anteriores.
HOBBES, luego BENTHAM y AUSTIN, plantean: “el legislador no es aquel bajo
cuya autoridad la ley fue hecha por vez primera, sino aquél por cuya autoridad
continúa hoy siendo ley”.

HART a manera de resumen plantea:

1. Las limitaciones jurídicas de la autoridad legislativa no consisten en deberes


impuestos al legislador de obedecer a algún legislador superior, sino en
incompetencias establecidas en reglas que lo habilitan para legislar.
2. Para determinar si una pretendida norma sancionada es derecho, no
tenemos que remontarnos a la norma sancionada, en forma expresa o
tácita, por un legislador que es “soberano” o “ilimitado”, ya en el sentido de
que su autoridad es jurídicamente ilimitada o no obedece a nadie en forma
habitual. Se debe demostrar que fue creada por un legislador que estaba
habilitado acorde a la regla existente o no habría restricciones.

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3. para demostrar que hay un sistema jurídico independiente, se debe


demostrar que las reglas que habilitan al legislador no confieren autoridad
superior a quienes también tienen autoridad sobre otro territorio. A pesar de
esto, no significa que el legislador tenga autoridad ilimitada en su territorio.
4. se debe distinguir entre autoridad legislativa jurídicamente limitada y una
que, aunque limitada, es suprema en el sistema.
5. Los hábitos de obediencia constituyen un medio de prueba indirecto de que
el legislador, al no obedecer a otro, no está subordinada su autoridad para
legislar.

4.- El soberano detrás de la legislatura.-


Para aceptar que hay derecho, se debe aceptar que hay un soberano no susceptible
de limitación jurídica y, por tanto, se debe buscar al soberano detrás de la
legislatura.
AUSTIN no identificó al soberano con la legislatura; planteaba que la soberanía
residía en los electores y no en los electos. De esta forma, la soberanía residía en el
cuerpo electoral que elegía a los miembros de la cámara. En realidad, acá existe
una delegación completa de soberanía por parte de los ciudadanos a sus
representantes, pues ellos tienen la facultad de legislar en contra de ellos mismos
sin recibir una sanción o nulidad propiamente tal; por el contrario, la legislatura
está determinada por la constitución, y por ende, si la primera va en contra de la
segunda, los tribunales la declaran inmediatamente como nula. Así, de esta forma,
el soberano vendría siendo claramente el electorado que está eximido de toda
limitación jurídica.
Las reglas serían, de esta forma, constitutivas del soberano y no solamente reglas
que se establecen como obediencia a él. En definitiva, se debe decir que la sociedad
plantea sus propias reglas para obedecer al soberano en cuanto electorado (que
estén acorde a las reglas para elegir sus propios representantes).

UNIDAD 3.

 Un nuevo punto de partida: el derecho como unión de reglas


primarias y secundarias.

HART parte de la idea de que la raíz del fracaso con los cuales se construyó la
Teoría del derecho, es que los elementos constitutivos de dicha teoría, a saber,
ideas-órdenes, obediencia, hábitos y amenazas, no incluyen ni tampoco pueden
producir mediante su combinación, la idea de regla, sin la cual no podemos abrigar
la esperanza de elucidar ni siquiera las formas mas elementales de derecho. Dice
HART que para hacer Justicia a la complejidad de un sistema jurídico, es necesario
distinguir entre dos tipos diferentes, aunque relacionados, de Reglas.
Aquellas consideradas como de tipo básico o primario donde se prescribe que los
seres humanos hagan u omitan ciertas acciones lo quieran o no; y aquellas que en
cierta manera dependen del primero, o son secundarias en relación a ellas, ya que
establecen que los seres humanos pueden, haciendo o diciendo ciertas cosas,
introducir nuevas reglas del tipo primario, extinguir o modificar reglas anteriores, o
determinar de diversas maneras el efecto de ellas, o controlar su actuación. Las
Reglas del primer tipo imponen deberes, las del segundo tipo confieren
potestades públicas o privadas. Las del primer tipo se refieren a acciones o
cambios físicos; las del segundo tipo prevén actos que conducen no simplemente al
movimiento o cambio físicos, sino a la creación o modificación de deberes u
obligaciones. En la combinación de estos dos tipos de reglas, se encuentra lo que
AUSTIN, erróneamente, creía haber hallado en la noción de órdenes coercitivas, a
saber: “la clave de la ciencia de la jurisprudencia”.

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UNIDAD 4

 La idea de Obligación y los elementos del derecho


 Los Fundamentos del sistema Jurídico

La Idea de la Obligación: se recordará que la teoría del derecho como órdenes


coercitivas, a pesar de sus errores, partía de la apreciación perfectamente correcta
del hecho en que donde hay normas jurídicas la conducta humana se hace en algún
sentido no optativa, u obligatoria. Al elegir este punto de partida, la teoría estaba
bien inspirada, y al construir una nueva explicación del derecho en términos de la
interacción de reglas primarias y secundarias, nosotros también partiremos de la
misma idea. Sin embargo, es aquí, en este crucial paso, donde tenemos más que
aprender de los errores de aquella teoría.
Recodemos la situación del asaltante. A orden a B entregarle el dinero y lo
amenaza con disparar sobre él si no cumple. De acuerdo a la teoría de las ordenes
coercitivas esta situación ejemplifica el concepto de obligación o deber en general.
La obligación Jurídica consiste en esta situación a escala mayor: A tiene que ser el
soberano, habitualmente obedecido, y las órdenes tienen que ser generales,
prescribiendo cursos de conducta y no acciones aisladas. La plausibilidad de
pretender que la situación del asaltante despliega el significado de “obligación”,
consiste en el hecho de que, ciertamente, es una situación en la que diríamos que
B, si obedeció, “se vio obligado” a hacerlo. Sin embargo, no describiríamos
adecuadamente la situación si dijéramos en base a estos hechos, que B “tenía la
obligación” o el “deber” de entregar el dinero. Así, desde el comienzo, resulta claro
que necesitamos algo más para comprender la idea de obligación. Hay una
diferencia, todavía no explicada, entre la aserción de que alguien “se vio obligado”
a hacer algo, y la aserción de que “tenía la obligación de hacerlo”.
Lo primero es, a menudo, una afirmación acerca de las creencias y motivos
que acompañan una acción: decir que B se vio obligado a entregar el dinero puede
significar simplemente, como ocurre en el caso del asaltante, que él creyó que si no
lo hacía sufriría un daño u otras consecuencias desagradables, y entregó el dinero
para evitar dichas consecuencias. Pero lo que no es menos cierto es que si a B se le
hubiera amenazado con un pellizco en el brazo, éste jamás hubiera entregado el
dinero; y aquí subyace una importante diferencia, porque B cuando toma la
desición de entregar o no su dinero, OPTA por lo menos desagradable. Con lo cual
considero que B de ninguna manera estaba obligado a obedecer la orden de A, sino
hubiera estado ese componente de que el resultado de su incumplimiento hubiere
sido más dañoso que la entrega del dinero. Por eso HART marca esta diferencia
cuando afirma que el enunciado de que una persona se vio obligada a obedecer a
otra, es en lo principal, un enunciado psicológico que se refiere a las creencias y
motivos que acompañan a una acción, pero el enunciado de que alguien tenía la
obligación de hacer algo es de un tipo muy diferente, y hay numerosos signos de
esa diferencia. Con esto queda bien en claro, que hechos como este tipo, es decir,
hechos acerca de creencias y motivos, no son necesarios para la verdad de un
enunciado que afirme que una persona tenía la obligación de hacerlo.
Sentirse Obligado y tener una obligación son cosas diferentes, aunque con
frecuencia, concomitantes. Confundirlas sería una manera de desinterpretar, en
términos de sentimientos psicológicos, el importante aspecto interno de las reglas
que destacamos.
El siguiente contraste, que se formula también en términos del aspecto
“interno y externo” de las reglas, puede servir para destacar lo que da a esta
distinción su enorme importancia para comprender no sólo el derecho, sino la
estructura de cualquier sociedad. Cuando un grupo social tiene ciertas reglas de
conducta, este hecho abre la posibilidad de tipos de aserción estrechamente
relacionados entre sí, aunque diferentes; porque es posible ocuparse de las reglas
como un mero observador que no las acepta, o como un miembro del grupo que las

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acepta y que las usa como guías de conducta. Diríamos, que son puntos de vista
“externo” e “interno”, respectivamente.
Es probable que la vida de cualquier sociedad que se guía por reglas,
jurídicas o no, consiste, en cualquier momento dado, en una tensión entre
quienes, por una parte aceptan las reglas y voluntariamente cooperan en su
mantenimiento; y quienes, por otra parte, rechazan las reglas y las consideran
únicamente desde el punto de vista externo, como signos de un posible castigo.
Una de las dificultades que enfrenta cualquier teoría jurídica ansiosa por hacer
justicia a la complejidad de los hechos, es tener en cuenta la presencia de ambos
puntos de vista y no decretar, por vía de definición, que uno de ellos no existe.
Quizás todas nuestras críticas a la teoría predictiva de la obligación pueden ser
resumidas de la mejor manera, diciendo que ella hace precisamente eso con el
aspecto interno de las reglas obligatorias.

Los elementos del derecho:


Es posible, por supuesto, imaginar una sociedad sin una legislatura, tribunales o
funcionarios de ningún tipo. Hay, ciertamente, muchos estudios de comunidades
primitivas en los que no solo se sostiene que esa posibilidad se ha realizado, sino
que se describe en detalle la vida de una sociedad donde el único medio de control
social es aquella actitud general del grupo hacia sus pautas o criterios de
comportamiento, en términos de los cuales hemos caracterizado las reglas de
obligación. Una estructura social de este tipo es designada a menudo como una
estructura social basada en la “costumbre”; pero no usaremos esa palabra porque
con frecuencia sugiere que las reglas consuetudinarias son muy antiguas y están
apoyadas en una presión social menor que la que sustenta otras reglas. Más bien
nos referiremos a tal estructura social, como la de una estructura de REGLAS
PRIMARIAS de Obligación. Para que una sociedad pueda vivir únicamente con
tales reglas primarias, hay ciertas condiciones que, concediendo algunas pocas
verdades trilladas relativas a la naturaleza humana y al mundo en que vivimos,
tienen que estar plenamente satisfechas: No Violencia, No al robo, No al engaño;
pero que tienen, en general, que reprimir, para poder coexistir en proximidad
cercana unos con otros. En estas sociedades primitivas, aunque existen disidentes y
malhechores, la mayoría vive de acuerdo con las reglas vistas desde punto de vista
INTERNO.
Es obvio, que solo una pequeña comunidad estrechamente unida por lazos de
parentesco, sentimiento común y creencias, y ubicada en un ambiente estable,
pueda vivir con buen resultado según tal régimen de reglas no oficiales. En
cualesquiera otras condiciones una forma tan simple de control social resultará
defectuosa, y requerirá diversas formas de complementación. En primer lugar, las
reglas que el grupo observa no formarán un sistema, sino que serán simplemente
un conjunto de pautas o criterios de conducta separados, sin ninguna marca común
identificatoria, excepto, por supuesto, que ellas son las reglas que un grupo
particular de seres humanos acepta. Por ello, si surgen dudas sobre cuales son las
reglas o sobre los alcance preciso de una regla determinada, NO habrá
procedimiento alguno para solucionar esta duda. No hay texto, no hay autoridad o
funcionario para poder aclararlas; porque si los hubiera ya estaríamos reconociendo
la existencia de reglas de un tipo diferente a las de obligación de o deber que, ex
hipótesis, son todas las reglas que el grupo tiene. A este defecto de esta
estructura social simple de reglas primarias, su falta de certeza.
Un segundo defecto es el carácter estático de las reglas. El único modo de
cambio de éstas conocido por la sociedad será el lento proceso de crecimiento,
mediante el cual líneas o cursos de conducta concebidos una vez como optativos,
se transforman primero en habituales o usuales, y luego en obligatorios; y el
inverso proceso de declinación, cuando las desviaciones tratadas al principio con
severidad, son luego toleradas y mas tarde pasan inadvertidas.
El tercer defecto de esta forma simple de vida comunitaria, es la
ineficiencia de la difusa presión social ejercida para hacer cumplir las reglas.

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Siempre habrá discusiones sobre si la regla ha sido o no violada y, salvo en las


sociedades más pequeñas, tales disputas continuarán indefinidamente sino existe
un órgano especial con facultades para determinar en forma definitiva y con
autoridad, el hecho de la violación.

El remedio para cada uno de estos defectos principales de esta forma


más simple de estructura social, consiste en complementar las reglas
primarias de obligación con reglas secundarias que son de un tipo
diferente. La introducción del remedio para cada defecto podría, en sí, ser
considerada un paso del mundo prejurídico al mundo jurídico. Pues cada
remedio trae consigo muchos elementos que caracterizan al derecho: ciertamente
los tres remedios en conjunto son suficientes para convertir el régimen de reglas
primarias en algo que es indiscutiblemente un sistema jurídico. Antes de hacer
esto, debemos subrayar los siguientes puntos generales. Si bien los remedios
consisten en la introducción de reglas que por cierto son distintas entre sí, como lo
son de las reglas primarias que complementan, ellas tienen importantes
características en común y están conectadas de diversas maneras. Se puede decir
que ellas se encuentran en un nivel distinto que las reglas primarias porque son
acerca de éstas, en otros términos, mientras las reglas primarias se ocupan de las
acciones que los individuos deben o no hacer, estas reglas secundarias se ocupan
de las reglas primarias; porque especifican la manera, la forma, en que las reglas
primarias pueden ser verificadas en forma concluyente, introducidas, eliminadas,
modificadas, y su violación determinada de manera incontrovertible.
Comencemos pues con los remedios. Vayamos al primero. La forma más
simple para la falta de certeza del régimen de reglas primarias, es la
introducción de lo que llamaremos una “regla de reconocimiento”. Esta
especificará alguna característica cuya posesión por una regla sugerida es
considerada como una indicación afirmativa indiscutible de que se trata de una
regla del grupo que ha de ser sustentada por la presión social que éste ejerce. Esta
regla de reconocimiento puede adoptar diferentes formas, algunas mas simples que
otras, pero diferentes. Puede consistir en un documento escrito o en un
monumento público hay una lista o texto de las reglas, dotado de autoridad. No hay
duda de que como cuestión histórica este paso del mundo prejurídico al mundo
jurídico, puede ser cumplido en etapas distinguibles, la primera de las cuales es la
mera reducción a escritura de las reglas hasta ese momento no escritas. Y este sin
dejar de ser un paso crucial, es muy importante, porque aquí se produce el
reconocimiento de referencia a la escritura como revestida de autoridad, es
decir, como la forma propia de resolver las dudas acerca de la existencia de la
regla. Donde existe ese reconocimiento, existe una forma simple de regla
secundaria que identifica, incontrovertiblemente, la regla primaria de obligación.
En un sistema jurídico desarrollado, las reglas de reconocimiento son, por supuesto,
más complejas; en lugar de identificar las reglas primarias exclusivamente por
referencia a un texto o lista, ellas lo hacen por referencia a alguna característica
general poseída por las reglas primarias. Este puede ser el hecho de haber sido
sancionadas por un cuerpo específico, o su larga vigencia consuetudinaria, o su
relación con las desiciones judiciales.

Vayamos al segundo remedio. Para la cualidad “estática” del régimen de


reglas primarias, se apela al remedio de la introducción de las denominadas
“reglas de Cambio! La forma más simple de tal regla es aquella que faculta a un
individuo o cuerpo de personas a introducir nuevas reglas primarias para la
conducción de la vida del grupo, o de alguna clase de hombres que forman parte de
él, y a dejar sin efecto las anteriores.

El Tercer Remedio. Destinado a remediar la insuficiencia de la presión social


difusa de aquél que ejerce, consiste en reglas secundarias que facultan a
determinar, en forma revestida de autoridad, si en una ocasión particular se ha

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transgredido una regla primaria. La forma mínima de adjudicación consiste en tales


determinaciones, y llamaremos a las reglas secundarias que confieren potestad de
hacerlas “Reglas de Adjudicación”. Además de identificar a los individuos que
pueden juzgar, tales reglas definen también el procedimiento a seguir.

Nos ilustra HART, diciéndonos que “si recapituláramos y consideráramos la


estructura que ha resultado de la combinación de las reglas primarias de obligación
con las reglas secundarias de reconocimiento, cambio y adjudicación, es obvio,
que tenemos aquí, no sólo la médula de un sistema jurídico, sino una herramienta
muy poderosa para el análisis de lo mucho de lo que se desconcertado tanto al
jurista como al teórico de la política”.

LOS FUNDAMENTOS DE UN SISTEMA JURIDICO

Regla de reconocimiento y validez jurídica.

De acuerdo con la teoría criticada, los fundamentos de un sistema jurídico consisten


en la situación que se da cuando la mayoría de un grupo social obedece
habitualmente las órdenes respaldadas por amenazas de la persona o personas
soberanas, quienes a su vez, no obedecen habitualmente a nadie. Para dicha teoría
esta situación social es, a la vez, condición necesaria y suficiente de la existencia
del derecho.
He mostrado ya con cierto detalle la incapacidad de esta teoría para dar cuenta de
algunas de las características salientes de un sistema jurídico nacional moderno;
sin embargo, como lo sugiere su influencia sobre el espíritu de muchos pensadores,
ella contiene, aunque en forma desdibujada y equívoca, ciertas verdades acerca de
algunos aspectos importantes del derecho. Estas verdades, empero, solo pueden
ser presentadas con claridad, y su importancia correctamente apreciada, en
términos de una situación social más compleja, en la que se acepta y utiliza una
regla secundaria de reconocimiento para la identificación de reglas primarias de
obligación. En esta situación, mejor que en ninguna otra, se puede decir que se dan
los fundamentos de un sistema jurídico.
Dondequiera se acepte tal regla de reconocimiento, tanto los particulares como los
funcionarios tienen criterios con autoridad para identificar las reglas primarias de
Obligación.

Hablar de la validez de una Regla, es reconocer que ella satisface todos los
requisitos establecidos en la Regla de Reconocimiento y, por lo tanto, que es una
regla del sistema. Podemos afirmar simplemente que el enunciado de que una regla
particular es válida significa que satisface todos los criterios establecidos por la
regla de reconocimiento.

UNIDAD 5
 La textura Abierta del derecho.
 Formalismo y escepticismo ante las Reglas.

En cualquier grupo grande el principal instrumento de control social tiene que


consistir en reglas, pautas o criterios de conducta y principios generales, y no en
directivas particulares impartidas separadamente a cada individuo. Si no fuera
posible comunicar pautas de conducta que puedan ser comprendidas por la
multitud de individuos exigiéndoles determinados comportamientos en ocasiones
determinadas, no podría existir nada de lo que hoy reconocemos como Derecho.
De allí, que éste tenga que referirse en forma predominante (aunque no
exclusiva), a clases de personas y a clases de actos, cosas y circunstancias;
y su funcionamiento eficaz sobre vastas áreas de la vida social depende de que

10
Edgardo Corvalán

haya una capacidad ampliamente difundida para ver en los actos, cosas y
circunstancias particulares, ejemplos de clasificaciones generales que el derecho
efectúa.
Dos recursos principales, a primera vista muy diferentes entre sí, han sido
utilizados para comunicar tales pautas generales de conducta con antelación a las
situaciones en que han de ser aplicadas. Uno de ellos hace uso máximo, y el otro
un uso mínimo, de las palabras clasificadoras generales. El primero es tipificado
por lo que lo llamamos legislación, y el segundo por el precedente. Veamos con
ejemplos prácticos sus características distintivas en los siguientes casos simples, no
jurídicos.
Antes de ir a la Iglesia un padre dice a su hijo: “Todos los hombres y niños
varones deben descubrirse al entrar a la Iglesia”. Otro padre, descubriéndose al
entrar, le dice a su hijo: “mira, esto es lo que debe hacerse en estas ocasiones”.
La comunicación o enseñanza por el ejemplo de pautas de conducta puede asumir
formas diferentes, mucho mas complicada que nuestro simple caso, Este se
asemejaría más al uso jurídico del precedente del padre, en lugar de decirle al niño,
en la ocasión particular, que como ejemplo del obrar correcto, observe lo que él
hace al entrar a la Iglesia, diera por sentado que el muchacho lo considera una
autoridad en materia de conducta apropiada, y que lo observará para aprender la
manera de comportarse, para aproximarse más al uso jurídico del precedente,
debemos suponer que el padre se concibe a si mismo, y es concebido por los
demás, como adhiriendo a pautas tradicionales de conducta, y no como
introduciendo nuevas pautas.
Cualquiera sea la técnica, precedente o legislación, que se escoja para
comunicar pautas o criterios de conducta, y por mucho que éstos operen sin
dificultades respecto de la gran masa de casos ordinarios, en algún punto en que se
cuestione, las pautas resultarán ser indeterminadas; tendrán lo que ha dado en
llamar una “textura abierta”.

FORMALISMO Y ESCEPTICISMO DE LAS REGLAS

HART plantea la noción de textura abierta del derecho por primera vez en la teoría
legal, en un capítulo, el VII, que emblemáticamente llama Formalismo y
escepticismo ante las reglas. Esto es, ubica la textura abierta del derecho como
posición intermedia entre dos polos. La tesis sostenida por los formalistas,
consiste en que las reglas de derecho marcadas por la autoridad de los precedentes
o de la legislación, deben aplicarse rígida y unívocamente, pues la regla ha previsto
la solución jurídica de todo conflicto que se produzca en el futuro; no hay espacio
para la discreción judicial. Por el contrario, la tesis de los escépticos es que tales
reglas no existen realmente, lo que existe es la voluntad de los sujetos reales de
carne y hueso que toman decisiones, con independencia de la supuesta fuerza
vinculante de las reglas. El derecho consiste en la colección de decisiones efectivas
que toman los tribunales y la predicción que de ellas los abogados puedan hacer. La
discreción es absoluta, tan grande que se torna en arbitrariedad.
La textura abierta del derecho implica que las palabras del legislador o las palabras
que formulan una regla en precedentes judiciales, son generales y abstractas. En
consecuencia, tienen una zona focal en la que nadie discute el significado de las
palabras, pero también tienen una zona de penumbra, en la que juristas igualmente
competentes pueden tener interpretaciones distintas de las mismas palabras. La
distinción foco-penumbra justifica la distinción entre casos fáciles y difíciles,
mientras en los fáciles hay coincidencia interpretativa, el los difíciles la comunidad
jurídica se encuentra irreconciliablemente dividida.
En resumen, como sugiere Hart y había planteado mucho antes Saussure, la
interpretación es un acto mediante el cual el receptor (o el lector de las palabras
del legislador) atribuye significado a aquello que lee en la ley escrita.

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Edgardo Corvalán

UNIDAD 6

 Derecho y Moral: a) La Justicia como segmento de la Moral; b)


Obligación Moral y Jurídica; c) Derecho Moral y positivismo jurídico.

Entre el Derecho y la Moral hay una conexión en algún sentido “necesaria”, y esto
es lo que merece ser considerado como central en cualquier intento de analizar la
noción de derecho.
La pretensión de que existe una conexión necesaria tiene muchas variantes de
importancia, no todas ellas conspicuas por su claridad. Hay muchas
interpretaciones posibles de los términos claves “necesaria” y “moral” y ellas no
siempre han sido distinguidas y consideradas separadamente por los partidarios o
por los críticos. Pero este examen crítico de las diversas variedades de teorías que
afirman una conexión necesaria entre la Moral y el Derecho, nos adentraría
demasiado en el campo de la filosofía moral. Trataremos de dar al lector reflexivo,
material suficiente como para que se forme una opinión razonada de la verdad e
importancia de tales pretensiones.
El primero de ellos, apunta a la distinción, dentro de la esfera general de la moral,
de la idea específica de justicia y de las notas especiales que dan cuenta de su
conexión peculiarmente íntima con el derecho.
El segundo se refiere a las características que distinguen las reglas y principios
morales no solo de las reglas jurídicas sino de todas las otras formas de reglas
sociales o criterios de conducta.
El tercero se refiere a los muchos sentidos y maneras diferentes en que puede
decirse que las reglas jurídicas y la moral están relacionadas.

La Justicia como segmento de la Moral:

Los términos que los juristas usan con más frecuencia para ensalzar o censurar el
derecho o su administración, son las palabras “justo e injusto”, y muy a menudo los
autores razonan como si las ideas de la justicia y moral fueran coextensivas. Hay
por cierto, muy buenas razones para que la Justicia ocupe un lugar de máxima
prominencia en la crítica de las estructuras jurídicas; sin embargo, es importante
advertir que solo se trata de un segmento de la moral y que las normas jurídicas y
su administración pueden tener excelencias de tipos diferentes.
De un padre que ha tratado con crueldad a su hijo se dirá por lo común, que
ha hecho algo moralmente malo, o aun malvado, pero sería extraño escuchar
que alguien criticara su conducta como injusta. Injusto sería apropiado si el Padre
hubiera elegido arbitrariamente a alguno de sus hijos para aplicarle un castigo más
severo que los otros culpables de la misma falta.
Del mismo modo, si pasamos de la crítica de la conducta individual a la crítica del
derecho, podemos expresar nuestra complacencia con una ley que obliga a los
padres a enviar a sus hijos a las escuelas diciendo que es una buena ley, y nuestra
disconformidad con una ley que prohíbe la crítica al gobierno, llamándola una ley
mala. Es decir, los términos “justos o injustos” son formas más específicas de
crítica moral que “bueno” y “malo” o “correcto” e “incorrecto”; resulta obvio del
hecho de que podríamos inteligentemente sostener que una norma jurídica es
buena porque es justa, o mala porque que es injusta, pero nunca que es justa
porque es buena o injusta porque es mala.
Las características distintivas de la justicia y su conexión especial con el derecho
comienzan a surgir si se observa que la mayor parte de las críticas hechas
mediante el uso de palabras “justo” e “injusto”, podrían ser expresadas casi igual
mediante las expresiones “equitativo” y “no equitativo”. Obviamente el
concepto de equidad no es coextensivo con el de la moral en general; las
referencias a la equidad son relevantes principalmente en dos situaciones de la vida
social. Una de ellas ocurre cuando nuestro interés no se dirige a una conducta

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Edgardo Corvalán

individual aislada, sino a la manera en que son tratados clases de individuos


cuando una carga o beneficio tiene que ser distribuido entre ellos. De aquí que lo
que es típicamente “equitativo” no “no equitativo” es una “participación”.
La segunda situación ocurre cuando se ha causado algún daño y la víctima reclama
una compensación o indemnización.
Estos, no son los únicos contextos en los que se hacen estimaciones en términos de
Justicia o equidad. No solo aludimos a las distribuciones o a las compensaciones
como “justas o equitativas”; también decimos que un Juez es justo o injusto, y que
una persona ha sido condenada justa o injustamente. Estas son aplicaciones
derivadas; son explicables una vez que se entiende la aplicación primaria de la
noción de justicia a cuestiones de distribución y compensación.
Por ello es que la justicia es tradicionalmente concebida como que mantiene o
restablece un equilibrio o proporción, y su precepto principal se formula con
frecuencia diciendo: “tratar los casos semejantes de la misma manera” aunque es
necesario añadir “y tratar los casos diferentes de diferente manera”; pero acá
debemos ser muy cuidadosos, porque cualquier conjunto de seres humanos se
asemejarán entre sí en algunos aspectos y diferirán entre si en otros aspectos y,
mientras no se establezca qué semejanzas y qué diferencias son relevantes, “tratar
los casos semejantes de la misma manera” será una fórmula vacía. Para llenarla
tenemos que saber cuando, para lo fines de los que se tiene en mira, los casos
han de ser considerados iguales y qué diferencias son relevantes. Sin este
suplemento no podemos criticar normas Jurídicas u otras estructuras sociales como
injustas. No es Injusto que el derecho, cuando reprime el homicidio, trate a los
homicidas pelirrojos de la misma manera que a los otros, por cierto que si los
tratara en forma diferente sería tan injusto como si no tratara en forma diferente el
cuerdo del insano.
Hay por lo tanto una cierta complejidad en la estructura de la idea de
justicia. Podemos decir que consiste en dos partes: una nota uniforme o constante
resumida en el precepto “tratar los caos semejantes de la misma manera”, y un
criterio cambiante o variable usado para determinar cuándo, para un determinado
propósito, los casos son semejantes o diferentes. En este aspecto la justicia es
como las nociones de lo genuino, o alto o caluroso, que contienen una referencia
implícita a un criterio que varía según la clasificación de la cosa a las que esas
palabras se aplican. Un niño puede tener la misma estatura que un hombre bajo,
un invierno caluroso tener la misma temperatura que un verano frío y un diamante
falso puede ser una antigüedad genuina. Pero la noción de Justicia es mucho más
complicada que estas otras nociones, porque el criterio variable de la semejanza
relevante entre cosas diferentes incorporado a ella, no solo cambia el tipo de objeto
al que se aplica, sino también puede estar abierto a impugnación aun respecto de
un único tipo de objetos.
En ciertos casos, en verdad, las semejanzas y diferencias entre seres
humanos que son relevantes para la crítica de las estructuras jurídicas como justas
e injustas son completamente obvias. Tal es el caso en grado preeminente, cuando
apuntamos no a la Justicia o injusticia del derecho, sino a la de su aplicación en
casos particulares. Porque aquí las semejanzas y diferencias relevantes que debe
tener en cuenta el que administra el derecho, están determinadas por el derecho
mismo.

Obligación Moral Y Jurídica.-

La Justicia constituye un segmento de la moral que no se refiere primariamente a la


conducta individual sino a las formas de cómo son tratados las clases de individuos.
Esta es la más pública y la más jurídica de las virtudes.
Pero los principios de justicia no se agotan en la idea de moral; y no toda la
crítica del derecho hecha sobre fundamentos morales es formulada en nombre de la
justicia. Las normas jurídicas pueden ser condenadas como moralmente malas

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Edgardo Corvalán

simplemente porque exigen de los hombres acciones particulares que la moral


prohíbe, o porque les exigen abstenerse de acciones que son moralmente
obligatorias. Por lo tanto, es necesario caracterizar, en términos generales, aquellos
principios, reglas y criterios, relativos al comportamiento individual, que pertenecen
a la moral y que hacen que una conducta sea moralmente obligatoria. Aquí
aparecen dos dificultades relacionadas entre sí. la primera de ellas, es que la
palabra “moral” y todas las otras asociadas a ella o casi sinónimas, como “ética”,
tienen su considerable área de vaguedad o “textura abierta”. Hay ciertas formas de
principios o reglas que algunos calificarían como morales y que otros no. En
segundo lugar, aun cuando haya acuerdo sobre este punto y se acepte que ciertas
reglas o principios pertenecen indubitablemente a la moral, puede subsistir un gran
desacuerdo filosófico en cuanto a su status o su relación con el resto del
conocimiento y experiencia humanos.

“Importancia”; “Inmunidad al cambio deliberado”; Carácter Voluntario de


las trasgresiones morales”, y “Formas de presión moral”, son los cuatro
características cardinales que Hart identifica como que aparecen constantemente
juntos en los principios, reglas y pautas o criterios de conducta comúnmente
denominados “morales”.

Importancia. Esta característica no puede ser omitida en ninguna descripción fiel


de la moral de un grupo social o de un individuo, ni puede ser formulada con mayor
precisión. Se manifiesta de muchas maneras: primero, en el hecho simple de que
las pautas o criterios morales son observados en contra del impulso de las fuertes
pasiones que ellos limitan, y al costo de sacrificar considerable interés personal; en
segundo lugar, en las serias formas de presión social ejercida no solo para obtener
conformidad de los casos individuales, sino para asegurar que las pautas o criterios
morales sean enseñados o transmitidos como cosa corriente a todos los miembros
de la sociedad; y en tercer lugar: en el reconocimiento general de que si las pautas
o criterios morales no fueran generalmente aceptados, ocurrirían cambios
considerables, y poco gratos, en la vida de los individuos. En contraste con la
moral, las reglas de la compostura, de las buenas maneras, de la vestimenta, y a
veces, aunque no siempre, las reglas de derecho, ocupan un lugar relativamente
bajo en la escala de importancia.

Inmunidad al cambio deliberado. Es característico de un sistema jurídico el


hecho que pueden introducirse en él nuevas reglas, y modificarse o derogarse
reglas anteriores, mediante sanción deliberada, aun cuando algunas normas
puedan ser colocadas a cubierto de cambios por una constitución escrita que limita
la competencia de la legislatura suprema. Por contraste, las reglas o principios
morales no pueden ser implantados, modificados o eliminados de esa manera.
El hecho de que la moral y la tradición no pueden ser cambiadas
directamente, como pueden serlo las normas jurídicas, mediante sanción
legislativa, no debe ser confundido con la inmunidad a otros tipos de cambio. En
verdad, aunque una regla moral o una tradición no pueden ser dejadas sin efecto o
modificadas mediante sanción o elección deliberada, la sanción o la derogación de
normas jurídicas bien pueden figurar entre las causas de un cambio o decaimiento
de alguna pauta o criterio moral o de alguna tradición. Si una práctica tradicional,
es prohibida por el derecho y castigada, la practica puede cesar y la tradición
desaparece. A la inversa, si las normas jurídicas imponen el servicio militar a los
miembros de alguna clase social, puede llegar a desarrollarse en ellos una tradición
que bien puede sobrevivir al derecho.

Carácter Voluntario de las Trasgresiones Morales.- Si las buenas intenciones


fueran una justificación para hacer lo que las reglas morales prohíben, nada habría
que lamentar en la acción de un hombre que accidentalmente, y a pesar de haber
tomado todas las precauciones, ha matado a otro. Consideraríamos esto del mismo

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Edgardo Corvalán

modo que consideramos la muerte de un hombre por otro en legítima defensa. La


última esta justificada, porque matar en tales circunstancias, es un tipo de
conducta que el sistema no tiene interés en impedir y hasta puede estimular,
aunque por supuesto, es un a excepción a la prohibición general de matar.
Cuando alguien es excusado porque ha trasgredido una norma sin
intención, la concepción moral subyacente no es que esta acción es del tipo de
aquellas que el derecho permite o acoge favorablemente, lo que ocurre es que
cuando investigamos las condiciones mentales del trasgresor concreto, nos
encontramos con que no tenía capacidad normal para ajustar su conducta a las
exigencias del derecho. Por ello, es que este aspecto del “carácter interno” de la
moral no significa que ésta no es una forma de control de la conducta externa; sino
solamente que es condición necesaria de la responsabilidad moral que el individuo
tenga un cierto tipo de control sobre su conducta. Aun en el campo moral, hay una
diferencia entre “X no hizo nada malo” y “X no pudo evitar lo que hizo”.

La Forma de Presión Moral. Otra característica distintiva de la moral es la forma


peculiar de presión que se ejerce en su apoyo. Esta característica está
estrechamente relacionada con la anterior y, como ella, ha contribuido
poderosamente a la vaga idea de que la moral se refiere a lo “interno”. Los hechos
que han conducido a esta interpretación de la moral son los siguientes. Si siempre
que alguien estuviera por transgredir una determinada regla de conducta
únicamente se usarán para disuadirlo las amenazas de castigo físico o de
consecuencias desagradables, sería entonces imposible considerar a tal regla como
una parte de la moral de la sociedad, aunque no habría objeción alguna para
tratarla como una parte de su derecho. En verdad, bien se puede decir que la forma
típica de presión consiste en apelar al respeto hacia las reglas, que se presume
compartido por aquellos a quienes se dirige la exhortación. De tal modo la presión
moral es ejercida en forma característica, aunque no exclusiva, no mediante
amenazas o apelaciones al temor o al interés, sino mediante advertencias de la
calificación moral que merece la acción que se tiene a la vista y de las exigencias
de las normas morales. “Esto sería mentira”, “Esto sería violar su promesa”. En el
trasfondo hay, por cierto, elementos morales “internos” que corresponden al temor
o el castigo; porque se presupone que las protestas despertarán en sus
destinatarios un sentimiento de vergüenza o culpa: ellos pueden ser castigados
por su propia conciencia.
Pero las advertencias enfáticas de lo que las reglas exigen, las apelaciones a
la conciencia, y la confianza en la eficacia de la culpa y el remordimiento, son las
formas de presión características, y más salientes, usadas en apoyo de la moral
social.

c) Derecho Moral y Positivismo Jurídico.-

Hay muchos tipos diferentes de relaciones entre el derecho y la Moral, y nada hay
que pueda estudiarse provechosamente, en forma separada, como la relación entre
uno y otra. En cambio, es importante distinguir algunas de las muchas cosas
diferentes que se pueden decir al afirmar o al negar que el derecho y la moral están
relacionados. Hart hace hincapié en examinar algunas cuestiones que se refieren a
las relaciones entre el derecho y la moral, y enfrenta el análisis del Conflicto entre
el derecho natural y el Positivismo Jurídico. Con respecto a esto, opina que se debe
entender por “positivismo Jurídico” la afirmación simple de que en ningún sentido
es necesariamente verdad que las normas jurídicas reproducen o satisfacen ciertas
exigencias de la moral, aunque de hecho suele ocurrir así.

15
Edgardo Corvalán

Pero precisamente porque quienes adoptaron este punto de vista han guardado
silencio, o discrepado agudamente, respecto de la naturaleza de la moral, es
menester considerar dos formas de rechazo del Positivismo Jurídico. Una de éstas
se expresa con la mayor claridad en las teorías del Derecho Natural: hay ciertos
principios de conducta humana a ser descubiertos por la razón de los hombres, con
los que el derecho elaborado por éstos debe concordar para ser válido. La otra,
adopta un punto de vista diferente sobre la moral, menos racionalista, y ofrece una
versión distinta de las maneras en que la validez jurídica se relaciona con el valor
moral.

Unidad 7

DISCUSIONES CENTRALES EN LA TEORÍA DEL DERECHO


El debate Hart-Dworkin
a) Los derechos en serio: el neo-iusnaturalismo de Dworkin.
b) Normas y principios.
c) Hart y la defensa del positivismo jurídico conceptual o metodológico.

Sabemos que Hart sostiene que el derecho se identifica por su origen, en algún
hecho social al que los participantes de la práctica jurídica reconocen autoridad
generadora de normas válidas (regla de reconocimiento) y, que el derecho así
reconocido es válido independientemente de su adecuación moral.

A grandes rasgos, entonces, puede decirse que la tesis de Hart asume tres ideas
fundamentales:
Tesis Uno (Tesis de la Separación): no existe una conexión necesaria entre el
derecho y la moral. El derecho es un fenómeno social cuya identificación no
necesita apelar a las nociones de “justicia”, “bondad” o “corrección”
Tesis Dos (Tesis de las fuentes sociales): ésta sostiene que es posible
identificar lo que el derecho indica, atendiendo a lo que dice un grupo de personas
(legisladores, jueces) o la forma en que actúa un grupo considerable de personas.
En definitiva, se afirma que los últimos tests de validez jurídica descansan en una
práctica social.
Tesis Tres (Tesis de la discrecionalidad judicial): esta tesis sostiene que
indefectiblemente habrá casos imprevistos y no regulados legalmente, es decir,
casos para los cuales el derecho es parcialmente indeterminado e incompleto y en
los cuales los jueces tendrán la posibilidad de ejercer discreción (esto es, deberán
crear nuevo derecho en un ámbito de libertad.

La crítica de Dworkin al positivismo va dirigida a la tres tesis características de la


concepción de Hart:
1. En contra de la tesis de la separación conceptual derecho–moral; procura
demostrar que en la práctica jurídica de los tribunales la diferencia entre
derecho y moral no es tan clara. No obstante, niega la existencia de un derecho
natural constituido por un conjunto de principios universales e inmutables. Propone
un modelo de razonamiento reconstructivo del material jurídico a partir de
principios que justifican y dan sentido a nuestras intuiciones básicas respecto de lo
que el derecho dispone.

2. En cuanto a la tesis de discrecionalidad de los jueces, entendida como poder


legislativo excepcional que los jueces poseen para crear derecho nuevo ex post
facto, afirma que la misma es consecuencia de una indeterminación conceptual de
la teoría de Hart. Dworkin opone a esta tesis la tesis de la respuesta correcta,
según la cual el derecho da una solución normativa a todos los casos, aún los casos
difíciles generados por la textura abierta de términos contenidos en la formulación

16
Edgardo Corvalán

de las reglas. Ello es así, porque el derecho, además de reglas “derecho explícito”,
contiene principios que configuran el substrato o conjunto de razones justificatorias
de las reglas, al que denomina “derecho implícito”. El conjunto de reglas y
principios, según el autor, constituye material jurídico suficiente para proporcionar
respuesta correcta a todos los casos.
Con respecto a la tesis de las fuentes sostenida por Hart a través de su regla de
reconocimiento, Dworkin sostiene que el criterio de la fuente social u origen no
confiere fuerza autoritativa a los principios, pues éstos, debido a su carácter
inespecífico y no concluyente, no pueden identificarse por criterios
convencionales. En efecto, los principios surgen por un sentido de conveniencia,
se suprimen por desgaste y se identifican por su mayor peso o fuerza
argumentativa en la confrontación o competencia con otros principios en un caso.

Según Dworkin, por tanto, el derecho no sólo tiene reglas, como supone Hart, sino
también principios. Son de estos últimos elementos de los que no podría dar cuenta
la teoría de Hart. Si una teoría quiere preciarse de tal, tiene que tratar de describir
todos los fenómenos que analiza y es un fenómeno comprobable que los juristas
usan principios y no sólo reglas y, que cuando desacuerdan sobre las exigencias de
la regla de reconocimiento (unos dicen que es válido lo que dice el Congreso, otros
la Constitución) siguen acordando en que hay una forma de solucionar el caso.
Siguen creyendo que hay derecho a pesar del desacuerdo sobre reglas
En conclusión, diría Dworkin, es un hecho innegable que:
i) los juristas disienten sobre qué dice el derecho, pero siguen pensando que existe
una respuesta jurídica para solucionar el caso;
ii) los juristas utilizan unos parámetros distintos a las reglas para solucionar una
infinidad de casos.

Normas y Principios.
Los principios son definidos por Dworkin en un sentido amplio como estándares que
no son reglas. Cabe distinguir dentro del dominio de los principios dos clases
diferentes, a saber: a. principios en sentido estricto o estándares que son
exigencias de justicia, equidad o alguna otra dimensión moral y, b.
directrices o estándares que proponen un objetivo colectivo político,
económico o social -por ejemplo, defensa nacional, bienestar social,
promoción de la salud o la educación, etc.
Las normas y los principios se asemejan en que ambos apuntan a decisiones
particulares relativas a un orden jurídico. Pero hay una diferencia conceptual o
lógica, según Dworkin, entre normas y principios, pues:
• Las normas tienen una estructura disyuntiva, en el sentido de que son o no
son funcionalmente importantes según sean válidas o no se identifican por su
origen y, es posible precisar y enumerar las excepciones a su aplicación.
• Los principios no son concluyentes, son muy generales e inespecíficos y
compiten entre sí orientando en diferentes sentidos o direcciones la
decisión en un caso, no determinan ni las condiciones, ni las consecuencias
de su aplicación, las excepciones a su aplicación no son susceptibles de
enumeración.
Dworkin distingue dos modos de tratamiento teórico de los principios: por un lado,
pueden ser analizados como vinculantes jurídicamente para los jueces, con lo
cual, los principios constituyen criterios que se imponen al tribunal para decidir en
un sentido o en otro en cumplimiento de derechos y obligaciones jurídicamente
preexistentes, aún en casos difíciles. Este es el modo de analizarlos que Dworkin
considera correcto. Por otro lado, pueden ser tratados, como Hart lo hace según
este autor, como no vinculantes jurídicamente para los jueces, de modo que se
los utiliza en casos difíciles como parte de la elección discrecional del juez cuando
decide un caso difícil creando ex post facto derechos y obligaciones nuevos.
Ronald Dworkin opone a las tesis del positivismo la tesis de los derechos, según
la cual:

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Edgardo Corvalán

 El deber del juez es descubrir qué derechos tienen las partes aún en los casos
difíciles.
 Las decisiones judiciales siempre imponen derechos jurídicamente existentes.
 Las decisiones judiciales siempre son y deben ser generadas por principios-
derechos.
 La decisión judicial correcta se enmarca dentro de una teoría política.
 La decisión judicial correcta debe ser coherente con decisiones anteriores e
hipotéticas futuras.

Hart y la defensa del positivismo jurídico conceptual o metodológico


En cuanto a la diferencia entre normas y principios Hart afirma que no hay una
distinción conceptual o lógica entre reglas y principios, la diferencia entre ambos es
sólo una cuestión de grado. En efecto, las normas o reglas son más específicas o
determinadas que los principios, pero tanto las reglas como los principios poseen
textura abierta.
La regla de reconocimiento proporciona criterios que dan mayor certeza respecto de
lo que ha de identificarse por derecho, pero no certeza absoluta, pues sus criterios
adolecen de imprecisión o textura abierta.
Hart sostiene que cuando un derecho positivo es injusto o contiene normas
moralmente malas un juez, apelando a los principios subyacentes, tendrá que basar
su decisión priorizando los principios menos malos y, las consecuencias que de esto
se infieren no se distinguen de las del positivismo.

Unidad 8

 Lenguaje artificial: variables, conectivos y tablas de verdad no a los rubros


 Implicación y equivalencia.

Cuando varios enunciados tienen el mismo significado, decimos de ellos que


expresan la misma proposición; por ejemplo:
a) “El presidente de Bolivia cae derrocado por una revolución;”
b) “Una revolución derroca al presidente de Bolivia”

Y También puede ocurrir a la inversa, enunciados idénticos que expresan


proposiciones diferentes:
a) “ahora salgo para allá” pueden significar que José se dispone a viajar a
Viedma el lunes próximo, o que Juana sale de la esquina de corrientes y callao
hasta el Congreso, el 15 de noviembre del año 2010

Una proposición es, pues, el significado de un enunciado declarativo o


descriptivo.
No es el enunciado mismo, que está compuesto por palabras ordenadas según
ciertas reglas gramaticales; es el CONTENIDO del enunciado, que es común a las
diversas maneras de decir lo mismo. Y exigimos que el enunciado sea descriptivo
para desechar expresamente los otros usos del lenguaje: frases como: “páseme la
mostaza, por favor” porque no expresan proposiciones en el sentido que aquí
damos a este concepto.
Esto ocurre porque la Lógica (al menos, la parte de la lógica que estamos
estudiando) se maneja a través de los llamados valores de verdad, que, -en un
sistema bivalente como el que analizamos – son dos: verdadero o falso.
Cuando un enunciado hace referencia a ciertos estados de cosas, de tal
suerte que sea posible determinar si es verdadero o falso, decimos que que es un
enunciado descriptivo o declarativo, cuya verdad depende de la existencia real del
estado de cosas descrito. El enunciado “está lloviendo”, por ejemplo, es

18
Edgardo Corvalán

verdadero si en efecto sucede el hecho expresado y falso si, por el contrario, el sol
brilla en un cielo sin nubes. No importa en este momento averiguar si es verdadero
o falso; lo relevante es que, si el enunciado puede ser verdadero o falso, entonces
es descriptivo y constituye materia prima para la gran maquinaria lógica.

En la lógica Proposicional las letras minúsculas no representan números, sino


proposiciones. Se llaman por esto variables proposicionales, ya que podemos
asignarles como contenido cualquier proposición concreta que deseemos.
A su vez, cada variable puede representar una proposición, y aún distintas
proposiciones en diferentes contextos: en una demostración, por ejemplo, podemos
suponer que “p” simboliza “hace un lindo día”; y en otro desarrollo podemos
asignarle un contenido distinto: “mi gato tiene bigotes largos”. Pero igual que
en el álgebra, es indispensable tomar una elemental precaución: dentro de un
mismo contexto, el significado que se le asigne a cada variable debe ser
siempre idéntico.

Ahora bien, en el lenguaje natural solemos vincular entre sí, dos o más enunciados
para formar un enunciado más complejo, de tal modo que el valor de verdad del
enunciado resultante depende de cierta combinación de los valores de verdad de
sus componentes. Así, por ejemplo, “no llueve” será verdadero si “llueve” es falso
y viceversa. “llueve y hace frío” sólo será verdad si es verdad que llueve y
también es verdad que hace frío, y será falso aunque llueva, si hace calor, y
aunque hiele sino llueve.
Esta función vinculatoria es cumplida en castellano por palabras tales
como “y”, “o”, “si”, “aunque”, “pero”, sin embargo”, “solo y solo si”, “siempre que”
y otras; pero no siempre es fácil, dentro de la clásica ambigüedad del lenguaje
natural, establecer unívocamente el tipo de relación que se busca expresar. Si
alguien nos dice, por ejemplo, “esta noche iré al cine o a cenar” no sabemos
con seguridad si pretende elegir una de dichas actividades, o si también ejecuta las
dos.

Para evitar problemas de este tipo y facilitar el cálculo, el lenguaje formal


representa aquellos vínculos mediante signos especiales, que reciben el nombre de
conectivas extensionales (conectivas a secas, para los íntimos), signos lógicos,
constantes lógicas u operadores. Pero no existe un acuerdo generalizado acerca de
cómo expresar estos signos.
Esto da lugar a la existencia de distintas notaciones, o sistemas gráficos de
escrituras de la lógica simbólica. La notación mas extendida es la llamada inglesa o
de Russell, en una de cuyas versiones – que usaremos de aquí en adelante – las
conectivas principales se representan mediante los símbolos siguientes: “-“; “.”;
“v”; “=”, “>”; y “=”.
Al solo efecto de ilustrarnos más, detallare la notación polaca, cuyas
equivalencias con la notación inglesa son las siguientes:

“Np” equivale a “-P”


“Kpq” “ “p.q”
“Apq” “ “p v q”
“JPQ” “ “p = q”
“Cpq” “ “ p > q”
“Epq” “ “ p = q”

También algunos autores reemplazan “-“ “por “ “ o por “ “; “.” Por “ “: “ “ por
“ “ o “ =” por “ “.

Por el modo en que afectan esta conectivas a las variables a las que se refieren, se
dividen monádicas y diádicas o binarias. El signo “-“es monádico, porque solo

19
Edgardo Corvalán

afecta a una proposición: la representada por la fórmula de la derecha. Así, la


verdad de la fórmula “-p” dependerá del valor de “p” modificado por el operador “
–“
Las demás conectivas mencionadas se llaman diádicas porque afectan a dos
proposiciones conjuntamente: las situadas a derecha e izquierda del signo de que
se trate. Por ejemplo, el valor de “p.q” depende del valor de verdad de “p” y del
valor de verdad de “q”, combinados en la forma indicada por “ . “ Aparte de las
variables y de las conectivas, la lógica cuenta también con signos auxiliares, que
hacen las veces de signos de puntuación y sirven para separar, en caso necesario,
unas fórmulas de otras. Se trata de los paréntesis, los corchetes y las barras.

Definimos al lenguaje como al conjunto sistemático, ordenado y organizado de


símbolos a los que se atribuyen deliberadamente un significado para la
comunicación humana. Dentro de las clases de lenguaje, la Lógica Proposicional
utiliza el denominado lenguaje artificial, que no es otro que el empleo de símbolos
artificiales justificado debido al carácter arbitrario y no natural del significado de las
palabras, cuya característica principal es que no se preocupa por el “significado”
del símbolo. Se utiliza a fin de buscar una mayor exactitud.
En la Lógica proposicional las letras minúsculas no representan números, sino
proposiciones. Se llaman por esto, variables proposicionales, ya que podemos
asignarles como contenido cualquier proposición concreta que deseemos
(suponiendo que queramos asignarle alguno, lo que en general no sucede). Por
costumbre se utilizan las letras p, q, r, s, t, w, z; y cualquiera de ellas puede
representar una proposición. A su vez, cada variable puede representar cualquier
proposición, y aun distintas proposiciones en diferentes contextos: podemos
suponer que “p” simboliza “hace un lindo día”, y en otro desarrollo podemos
asignarle el contenido “mi gato tiene bigotes largos”. Pero, igual que en el álgebra,
es indispensable tomar una elemental precaución: dentro de un mismo
contexto, el significado que se le asigne a cada variable debe ser siempre idéntico.
Ahora bien, en el lenguaje natural solemos vincular entre sí dos o más enunciados
pata formar un enunciado más complejo, de tal modo que el valor de la verdad del
enunciado resultante depende de cierta combinación de los valores de verdad de
sus componentes. Así “no llueve” será verdadero si “llueve” es falso y viceversa.
“Llueve y hace frío” sólo será verdad si es verdad que llueve y también es verdad
que hace frío, y será falso aunque llueva si hace calor, y aunque hiele, si no llueve.
Esta función vinculatoria es cumplida en castellano por palabras tales como “y”, “o”,
“si”, “aunque”, “pero”, “sin embargo”, “si y sólo si”, “siempre que” y otras; pero no
siempre es tan fácil, dentro de la clásica ambigüedad del lenguaje natural,
establecer unívocamente el tipo de relación que se busca expresar. Si alguien nos
dice, por ejemplo, “esta noche iré al cine a comer” no sabemos con seguridad si
pretende elegir una de dichas actividades o si también deja abierta la posibilidad de
hacer ambas cosas.
Para evitar problemas de este tipo y facilitar el cálculo, el lenguaje formal
representa aquellos vínculos mediante signos especiales, que reciben el nombre de
conectivas extensionales (conectivas a secas, para los íntimos), signos lógicos,
constantes lógicas u operadores. Pero no existe un acuerdo generalizado acerca de
cómo representar estos signos. Esto da lugar a la existencia de distintas
notaciones, o sistemas gráficos de escritura de la lógica simbólica. La notación
más extendida es la llamada inglesa o de Russell, en una de cuyas versiones –
que usaremos de aquí en adelante- las conectivas principales se representan
mediante los símbolos siguientes:
“-“ , “.”, “v”, “ “,
Por el modo en que las conectivas afectan a las variables a que se refieren, se
dividen en monádicas y diádicas o binarias. El signo “-“es monádico porque solo
afecta una proposición; la representada por la fórmula a la derecha. Así, la verdad

20
Edgardo Corvalán

de la fórmula “-p” dependerá del valor de verdad de “p” modificado por el


operador “-“ Las demás conectivas mencionadas se llaman diádicas porque
afectan a dos proposiciones conjuntamente: las situadas a derecha e izquierda del
signo que se trate. Por ejemplo: el valor de “p.q” depende del valor de verdad de
“p” y del valor de verdad de “q”, combinados en la forma indicada por “.”
Aparte de las variables y de las conectivas, la lógica cuenta también con signos
auxiliares, que hacen las veces de signos de puntuación y sirven para separar, en
caso necesario, unas fórmulas de otras. Se trata de los paréntesis “() “ ; los
corchetes las barras y las llaves.

Concepto de la fórmula proposicional

Una fórmula proposicional es una expresión simbólica que está compuesta


exclusivamente por variables proposicionales, conectivas o signos lógicos y
símbolos auxiliares. Esta definición habrá que aclararla un poco.
Una fórmula está siempre compuesta, en forma exclusiva, por los signos
apuntados, que constituyen –por así decirlo- su elenco estable. Ningún actor ajeno
a la compañía puede introducirse en la función (“llueve . Hace frío”; “llueve y p”; “p
. Hace frío”) pues el resultado no sería una fórmula (sería algo así como mezclar,
en una sola frase, palabras de varios idiomas diferentes.
Que variables, conectivas y signos auxiliares formen un elenco estable del
teatro lógico no implica que todos ellos deban estar siempre en escena: bastará con
que haya, por lo menos, una variable. Así, “p” es una fórmula; “-p” y “p”. q”
también lo son, igual que otras más complicadas como:
“(p. q) r v (q s) “
Por último, no basta que los actores estén en escena para constituir una función
teatral; además es necesario que desempeñen su papel según cierto libreto y de
acuerdo con ciertas reglas que definen esa actividad. Del mismo modo, los
componentes de una fórmula no pueden estar mezclados al azar; han de respetar
las llamadas reglas de formación, o normas sintácticas convencionales que rigen
la estructura simbólica de las fórmulas. Estas reglas de formación pueden
enunciarse así:

1) Una variable proposicional es una fórmula.

Ejemplo: “p” , “q”, “r”.

2) una fórmula precedida por un operador monádico es una fórmula.


Ejemplo: “-p” , “-q”, “r” .

3) Dos fórmulas encerradas dentro de un par de signos auxiliares y entre las cuales
hay un operador diádico (y sólo un operador diádico), constituyen una fórmula.
Ejemplo: “(p . q)” ; “ (-p q)” ; “- (p . q) (r v s) “.

Las reglas de formación, que en su conjunto pueden considerarse también


como una definición de “fórmula”, permiten excluir de nuestro lenguaje simbólico
todas las expresiones que no se ajusten a ellas. Así, “ “, “q-“, “pq”, “rs”, “q v . q)”,
“(r .)s” no son fórmulas bien formadas; y puede constituir un interesante ejercicio
averiguar cuál es el defecto que aqueja a cada una de tales expresiones.
Conviene aquí hacer una importante aclaración sobre los signos auxiliares. Su
función consiste en eliminar ambigüedades: sin ellos, la expresión “-p”.q”, por
ejemplo, podría interpretarse de dos maneras:

a) (-p . q), donde el operador monádico afecta sólo a la fórmula “p”, o bien
b) – (p . q), donde el operador monádico afecta a la fórmula “(p . q)”

21
Edgardo Corvalán

No toda fórmula, sin embargo plantea semejante ambigüedades; y de allí resulta


que puede establecerse una convención práctica: cuando una expresión simbólica
no es susceptible de interpretaciones esquemáticas diversas, es posible eliminar los
signos auxiliares innecesarios: por ejemplo, en lugar de “(p . q)” puede escribirse
“p . q”; pero si la misma fórmula ha de relacionarse a su vez con otra –por
ejemplo, en “(p.q) v r” – el uso del paréntesis no puede omitirse.

Fórmulas atómicas y Fórmulas moleculares.-

Así como el lenguaje natural vincula dos o mas enunciados para formar un
enunciado complejo, el lenguaje simbólico combina las variables –por medio de las
conectivas- para constituir fórmulas compuestas. Por asociación de ideas con el
modo en que los átomos de elementos simples constituyen las moléculas de los
compuestos químicos, la lógica ha adoptado aquí una nomenclatura con
reminiscencias de la física nuclear, una fórmula atómica es aquella constituida
exclusivamente por una variable proposicional, no modificada por operador alguno:
“p” por ejemplo. Las fórmulas en las que aparece un operador monádico (“-q”) o
que resultan de una combinación de fórmulas unidas por conectivas diádicas (“ r v
s” , “z w” ) se llaman moleculares.
Toda fórmula molecular es una función de verdad de las fórmulas
atómicas que la componen: es decir, su verdad o falsedad dependen de la verdad o
de la falsedad de las proposiciones representadas por las variables simples. Pero,
como hemos visto antes, el modo en que deben combinarse la verdad o la falsedad
de los componentes para determinar el valor de verdad de la fórmula molecular
depende de las conectivas que aparezcan en la misma fórmula. Por esto, lo
operadores resultan ser la clave para desentrañar la estructura interna de una
fórmula.

LAS CONECTIVAS

1. Casos posibles.-

Una proposición describe un estado de cosas, y su verdad depende de que dicho


estado de cosas exista en realidad. Frente a cada descripción simple (por ejemplo:
“el río está crecido”) caben, pues, dos posibilidades: una que sea verdadera (es
decir que el río haya en verdad aumentado su caudal) o sea falsa (que dicho caudal
sea igual o menor que el habitual, lo que implica que no ha crecido). En símbolos
puede usarse l siguiente tabla:
P
______
V
F

La fórmula atómica que se encuentra encima de la línea horizontal representa la


proposición a que nos referimos, y las iniciales “V” y “F” simbolizan los dos casos
posibles que existen para “p”: que p sea verdadero y que p sea falso. Algunos
autores mas inclinados a usar palabras grandilocuentes les llaman mundos posibles,
y dicen que para “p” hay 2 mundos (desde el punto de vista especulativo,
puramente lógico): el mundo en que P es verdadero y el mundo en que p es falso.
El panorama de los casos posibles se complica cuando la proposición se
compone de dos o mas descripciones de estados de cosas (“el río está crecido, pero
contaminado”) o, en lenguaje simbólico, cuando se trata de una fórmula molecular
compuesta por dos o mas fórmulas atómicas (“p . q”). Cuando la proposición que
nos interesa es una combinación de dos proposiciones que la componen, los caos
posibles son 4: que ambas proposiciones componentes sea verdaderas, que la

22
Edgardo Corvalán

primera sea falsa y la segunda verdadera, que la primera sea verdadera y la


segunda falsa y, por último, que las dos sean falsas:
P Q_

V V
F V
V F
F F

¿Por qué esta diferencia en el número de casos posibles? Porque a cada variable
proposicional corresponden dos casos (V y F); y, como una combinación de
variables debe prever cada uno de los casos de la segunda (y aun todo esto para
cada uno d e los casos de la tercera, si la hubiere), existe entre el número de
variables y el de casos una relación matemática: a una variable, corresponden dos
casos; a dos variables, cuatro; a tres variables, ocho; a cuatro variables, dieciséis,
etc. El número de casos posibles, pues, es 2n, donde “n” es el número de variables
proposicionales presentes en una fórmula y la base 2 representa la dualidad de los
valores de verdad en la lógica binaria: V y F.
El orden en que aparezcan los casos en la tabla que los contiene no es en si
mismo importante, con tal que la tabla contenga todos los casos y ninguno de
ellos resulte repetido. Pero para asegurar el cumplimiento de estas condiciones se
acostumbra a seguir un orden -conveniente aunque no estrictamente necesario- en
la construcción de la tabla de que se trate. Supongamos que se nos presenta una
fórmula que contiene tres variables proposicionales – “(p . q) > r” , por ejemplo- y
deseamos hacer una lista de los casos posibles para las distintas combinaciones de
verdad y falsedad de sus componentes. Primero estableceremos cuántos casos
contendrá nuestra tabla: como en el ejemplo n= 3, el número será: 2n= 23= 8.
Luego escribiremos debajo de la primera variable que aparezca, una sucesión de
ocho valores de verdad en que “V y F”, se alternen uno por vez. Bajo la segunda
variable anotaremos ocho valores de verdad, pero alternando “V y F” de dos en
dos, y por último, a la tercera variable asignaremos valores de verdad alternados
de cuatro en cuatro, Así obtendremos la siguiente tabla de casos:

P Q r
_________

V V V
F V V
V F V
F F V
V V F
F V F
V F F
F F F

Naturalmente, si en la formula hubiera una cuarta variable, a ésta correspondería


una alternativa de ocho en ocho 8 pues los casos serían dieciséis);
Al construir una tabla de casos es necesario tener en cuenta que “n” es el
número de variables proposicionales que aparecen, y no el número de sus
apariciones u ocurrencias. La variables repetidas solo se cuentan una vez: así, a
la fórmula “p. –p” sólo corresponden dos casos posibles, ya que n =1.

Negación.-

El único operador monádico de la lógica proposicional (“-“) tiene por función


invertir el valor de verdad de la fórmula a que se aplique. Dada, pues, una fórmula
“p”, podemos comparar su tabla de casos con el resultado que provee esta

23
Edgardo Corvalán

conectiva para cada caso. Construiremos así lo que se llama la tabla de verdad
del operador que examinamos, llamado negación:

P -P
V F
F V

Como puede observarse, una fórmula verdadera negada es falsa, y una fórmula
falsa negada es verdadera.

Conjunción.-
Una fórmula molecular que vincula a sus componentes mediante la conjunción
(“P. Q”) sólo es verdadera si sus dos términos son verdaderos, y es falsa en
cualquier otro caso. Así:
P Q P.Q

V V V
F V F
V F F
F F F

La fórmula resultante se lee “p. q”, y su tabla de verdad corresponde,


aproximadamente, al uso de la mayoría de las palabras o expresiones idiomáticas
que en el lenguaje natural se clasifican como conjunciones. De este modo, “p . q”
podría interpretarse como “llueve y hace frío”, o “quise llamarte pero mi teléfono se
descompuso”. En cada uno de estos ejemplos se afirman dos estados de cosas
conjuntamente, por lo que al combinación de ambas aserciones resultará verdadera
si y solo si los dos estados de cosas afirmadas son reales; es decir, en el primero
de los 4 casos posibles de l tabla de verdad correspondiente.

Disyunción.-

¿Qué afirmo al decir que “llueve o hace frío”? ¿Doy por sentado que si llueve no
hace frío y que si hace frío no llueve? ¿O acepto que pueden ocurrir ambas cosas?
Aquí el lenguaje natural nos tiende habitualmente una trampa por su ambigüedad,
y a la lógica corresponde desentrañar su sentido.
La ambigüedad consiste pues, en que la conjunción disyuntiva “o” del
lenguaje natural puede entenderse como “una cosa o la otra, pero no ambas”, o
bien como “una cosa, la otra o ambas simultáneamente”. Para disolver esta
ambigüedad usaremos la forma y/o para la alternativa no excluyente. Si una cuenta
bancaria está abierta a nombre de Juan y Pedro pueden hacer uso de la cuenta en
forma conjunta o separada, independientemente o simultánea, según cada uno
prefiera.
Existen, pues, dos tipos de disyunción. Una es la excluyente, cuya tabla de
verdad es:

P Q p=q

V V F
F V V
V F V
F F V

La otra es una disyunción simple o incluyente, con esta tabla de verdad:

P qp v q

24
Edgardo Corvalán

V V V
F V V
V F V
F F F

Ambas disyunciones tienen algo en común, como surge de las tablas de verdad
enunciadas; para ser verdaderas exigen por lo menos uno de sus componentes lo
sea. En otras palabras, son falsas cuando sus dos componentes son falsos. La única
diferencia reside en la solución que cada conectiva prevé para el primero de los
casos posibles: aquel en que sus dos componentes son verdaderos. Una de las
disyunciones lo admite (lo incluye) como caso de verdad de la fórmula compuesta,
en tanto la otra lo rechaza (lo excluye) al tomarlo como falso. Si volvemos a los
ejemplos del principio, descubriremos que la disyunción del menú fijo era
excluyente, en tanto la de la oferta de la librería era incluyente.
En la lógica simbólica es habitual el uso de la disyunción incluyente, en
tanto la otra solo aparece por excepción.
Nos guiaremos por este criterio y diremos, en general, que una disyunción es
verdadera cuando por lo menos uno de los términos disyuntos es verdadero (es
decir, llamaremos disyunción a secas a la disyunción incluyente). Cuando se trate
de la excluyente, la calificaremos como tal y usaremos el símbolo correspondiente
(“ = “).

CONDICIONAL.-

Tanto la conjunción como las disyunciones son relaciones conmutativas, porque “p .


q” tiene el mismo valor de verdad que “q . p”, “p v q” que “q v p” y “p= q”. Pero en
una fórmula condicional (“p > q”) esto no ocurre: importa distinguir el orden en
que aparecen los componentes. Para esto (y solo respecto de esta conectiva), la
fórmula que aparece a la izquierda de la condicional se llama antecedente y la que
aparece a la derecha recibe el nombre de consecuente.. Sentado esto, puede
definirse a la condicional como la relación que resulta falsa cuando el antecedente
es verdadero y el consecuente es falso, y es verdadera en todos los demás casos.
De acuerdo con esta definición pues, la tabla de verdad del condicional es la
siguiente:

P Q P>Q

V V V
F V V
V F F
F F V

El uso lógico de esta conectiva se parece mucho al empleo de la palabra “si” en el


lenguaje natural; “p > q” puede interpretarse, por ejemplo, como “si los metales se
calientan, se dilatan”, o “si gano a la ruleta podré pagar la cuenta al carnicero”.
Podemos advertir que el condicional expresa cierta situación que en los hechos
puede darse respecto de dos estados de cosas: uno cuya descripción
simbolizaremos como “P” y otro simbolizaremos como “Q”. Normalmente decimos
que el antecedente es condición del consecuente; pero lógicos y filósofos – que
hilan más fino- distinguen dos tipos de condición, la necesaria y la suficiente.
El hecho “P” es condición suficiente de Q cuando conocer la verdad de
“P” permite afirmar la verdad de “Q”. Dado un enunciado condicional que
supongamos verdadero (por ejemplo, “si el perro mueve la cola está contento”), la
verdad del antecedente es condición suficiente de la verdad del consecuente: si

25
Edgardo Corvalán

vemos que la cola se agita, podremos afirmar que su canino propietario está
contento (y lo afirmamos con la misma confianza con que hayamos aceptado la
premisa condicional sobre el significado de dicho movimiento).
En cambio, el hecho Q es condición necesaria de P si conocer la falsedad
de “q” nos permite asegurar la falsedad de “p”. En el mismo ejemplo, el
consecuente resulta condición necesaria del antecedente: si sabemos que el perro
no está contento podremos afirmar que no mueve la cola aunque el bicho esté a
nuestras espaldas. En efecto, si la moviera estaría contento, y estamos persuadidos
de que no lo está.
Con sujeción, pues, a la verdad del condicional (verdad que depende de su
coincidencia con cierta situación empírica), el antecedente es condición suficiente
del consecuente (basta con que el perro mueva la cola para que sepamos que está
contento), y el consecuente es condición necesaria del antecedente (es
indispensable que el perro esté contento para que mueva la cola).

BICONDICIONAL.-

Hemos dicho antes que en el condicional importa distinguir el orden en que


aparecen los componentes de la fórmula, ya que esa constante lógica no es
conmutativa, y por eso distinguimos el antecedente del consecuente. Supongamos
ahora un condicional conmutativo, en el que cada término sea a la vez antecedente
y consecuente del otro:

“(p < q). (q > p)”

Esta combinación de dos condicionales cruzados corresponde a una nueva


conectiva llamada bicondicional, que resulta verdadera si y solo si, sus dos
términos tienen el mismo valor de verdad (es decir, si son ambos verdaderos o
ambos falsos):

P q p=q
_________________

V V V
F V F
V F F
F F V

Al leer una formula bicondicional suele utilizarse la expresión “si o si”. De este
modo, “p`=q” puede interpretarse como me gusta el asado si y solo si está bien
cocido”, de donde resulta que si está bien cocido me agrada y de otro modo no; e
inversamente, que si me gusta está cocido y si no me gusta no lo está.
Como puede verse, esta conectiva es extremadamente rigurosa; es decir,
que cada término es a la vez condición suficiente y necesaria del otro.

Tautología, Contradicción y Contingencia:


La implicación Formal
Tautología.-

26
Edgardo Corvalán

Al analizar las tablas de verdad de las conectivas hemos observado que la verdad
de una fórmula molecular depende del valor de verdad que se asigne a cada una de
las fórmulas atómicas que la componen; así por ejemplo:

1) La conjunción es Verdadera cuando sus dos términos son verdaderos y


Falsa en los demás casos (“llueve y hace frío” “quise llamarte, pero mi
teléfono se descompuso”).
2) El condicional es Falso cuando el antecedente es Verdadero y el
consecuente Falso, y es verdadero en los otros tres supuestos (“Si el perro
mueve la cola está contento”);
3) El bicondicional es Verdadero si sus dos términos tienen el mismo valor de
verdad (V o F), y Falso cuando ellos tienen valor distinto (“me gusta el
asado sí y solo si está bien cocido”)
Examinemos ahora la tabla de verdad de la siguiente fórmula: “P v –P”

P P v -P
V VV F
F FV V
Como la formula propuesta solo tiene una variable (“p”), los casos son 2 = 2. En
el primero P es verdadero y, consiguientemente, -p es falso; en el segundo ocurre a
la inversa. Pero, como la disyunción resulta Verdadera cuando cualquiera de
los términos disyuntos lo es, nuestra fórmula se revela como verdadera para todos
los casos posibles.
Esta comprobación tiene un curioso efecto: el de independizar la Verdad
de la fórmula de cualquier averiguación sobre la Verdad de P. En efecto,
asignaremos a P una interpretación cualquiera: “fumar hace daño”, por ejemplo.
Así, “-p” deberá traducirse por “fumar no hace daño” (o lo que es lo mismo, “no es
el caso de que fumar haga daño” o “no es verdad que fumar haga daño ). La
fórmula molecular quedará interpretada como “fumar hace daño o “fumar no hace
daño, y resultará verdadera en toda circunstancia.
Pero, ¿fumar hace realmente daño? Esta pregunta tiene importancia médica, social
y económica, pero no perturba la placidez de la lógica.

Estas fórmulas cuya tabla de verdad arroja valor positivo para todos los casos
posibles se llaman tautológicas. Tienen la ventaja de ser siempre verdaderas con
independencia de su contenido, pero –por esto mismo- tienen también una
desventaja: no proporcionan ninguna información sobre el mundo que nos rodea.
La verdad absoluta suele ser trivial; y, salvo cuando se trata de fórmulas muy
complicadas, resulta tan sabida que no despierta gran interés. Imaginemos un
hombre que pasará la vida enunciando únicamente las más solemnes tautologías:
“mañana habrá tormenta, o no la habrá”; “si un animal tiene 5 patas, tiene
seguramente 5 patas”; “la existencia de un río que n os lleva hacia el
infinito…o bien es alguna otra cosa”. Tal persona no correría jamás el riesgo de
afirmar algo falso, pero su charla resultaría tan insulsa que nadie querrá oírla:
ninguna de sus afirmaciones contendrá datos empíricos.
Y sin embargo, no por ser vacías de contenido, las tautologías son inútiles;
en muchos casos su verdad formal no es evidente, y se requiere un detenido
examen para advertirla. Además, si descubrimos que un enunciado encierra una
tautología dejaremos de inmediato de discutir sobre ella, perderemos interés en la
averiguación de sus presupuestos empíricos (ya que no los tiene) y – lo que es mas
importante – podremos utilizarla como puente para razonamientos mas complejos.
Por esto la lógica trata muy especialmente sobre las tautologías, y por esto
empleamos hoy máquinas –computadoras- que son formidables constructoras de
relaciones tautológicas: dados un programa y los datos con que se la alimenta, la
máquina produce una respuesta que resulte formalmente verdadera bajo condición
de la verdad de aquellas premisas.

27
Edgardo Corvalán

CONTRADICCIÓN
Las tautologías tienen su contrapartida negativa. Supongamos la siguiente
fórmula: “p. –p”

P P . –P
V VF F
F FF V
Al construir la tabla de verdad de esta conjunción advertimos que para todos los
casos posibles (que son dos) su valor de verdad es F. esto indica que cualquier
proposición con semejante estructura lógica (“la luna es redonda, pero no es
redonda”; “no es que yo sea racista, pero siempre he sostenido que hay
razas insoportables”) es falsa en cualquier circunstancia, independientemente de
la verdad o falsedad de P y aun del significado que momentáneamente atribuyamos
a la variable.
Una fórmula molecular cuyo valor de verdad es F para todos y cada
uno de los casos posibles se llama CONTRADICCION, y, por cierto, tiene tan poco
contenido empírico como las tautologías: es una falsedad formal.
Ha de notarse que toda tautología negada se llama contradicción, y toda
contradicción negada se transmuta en tautología.

CONTINGENCIA.
Si sustituimos la comparación anterior por un símil ferroviario, podemos
afirmar que la tautología y la contradicción son las dos grandes estaciones
terminales de una línea con muchos puntos intermedios: entre el extremo positivo
(verdad formal) y el negativo (falsedad normal) hay infinidad de fórmulas que
resultan verdaderas para algunas combinaciones de verdad de sus componentes, y
falsas para otras: son las fórmulas contingentes.-
Para decirlo con mayor rigor, una fórmula es contingente si y sólo si resulta
verdadera por lo menos en uno de sus casos posibles y falsa por lo menos en otro.
Cumplida estas condiciones, poco importa que sean más los casos de verdad que
de falsedad, o viceversa, toda fórmula que no sea tautológica ni
contradictoria es contingente.
La proposición que se obtiene por interpretación de las variables de una
fórmula contingente (por ejemplo, “si se prohíbe el uso de la barba y se
implanta la censura cinematográfica, se contribuirá a construir una
sociedad pacífica y virtuosa”) no es formalmente falsa ni formalmente
verdadera; y, por esto mismo, lejos de ser vacía de contenido, encierra una
información sobre la realidad (esto es, describe un estado de cosas). Si la
descripción se ajusta a lo que en realidad acontece, la información contenida en la
proposición será verdadera; si difiere de la realidad, será falsa. De aquí que se
desprende que para averiguar la verdad o la falsedad de un a proposición
contingente (es decir, de una proposición cuya estructura lógica puede simbolizarse
mediante un a fórmula contingente) no basta con analizar su tabla de verdad: es
preciso examinar el mundo empírico y buscar en él pruebas que verifiquen la
proposición o que muestren su falsedad. Desde luego, no existen garantías de que
hallemos tales pruebas: las ciencias empíricas cuya tarea consiste precisamente en
investigaciones de este tipo, contienen infinidad de preguntas para las que aún no
se ha encontrado respuesta concluyente.
Incidentalmente, lo expuesto nos proporciona un nuevo dato para ubicar la
lógica dentro del panorama del conocimiento humano: ella busca, entre otras
cosas, descubrir y probar formalmente las tautologías, en tanto que las ciencias
naturales, por ejemplo, procuran determinar la verdad de ciertas proposiciones
contingentes.

28
Edgardo Corvalán

IMPLICACION.-

Todo enunciado cuya verdad asegura formalmente la verdad de otros enunciados


implica a cada uno de estos. Todo condicional formado de manera que el
antecedente implique al consecuente será tautológico. No todo condicional encierra
una implicación, se requiere que el condicional sea tautológico. Así en la Implicación
es lógicamente necesario que el consecuente sea verdadero si el antecedente lo es,
y es lógicamente imposible que el antecedente sea verdadero si el consecuente no
lo es.
Recordemos ahora, por un momento, la tabla de verdad del condicional:

P Q P>Q

V V V V V
F V F V V
V F V F F
F F F V F

Como puede observarse, la formula “p> q” es contingente: corresponde a


proposiciones que dicen algo sobre el mundo y cuya verdad depende de el valor de
verdad del antecedente y del consecuente se combinen en la realidad según una u
otras de las maneras enumeradas en la tabla. A menudo usamos el condicional
para expresar una relación causal (“si tomo vitamina C estaré a salvo de resfríos”);
o las condiciones para tomar una desición (“si apruebo el examen me iré a pie a
Luján”); o para señalar que un hecho es un indicio de otro (“si las luces están
apagadas, no hay nadie en la casa”); pero ninguno de estos vínculos empíricos
es indispensable para la verdad del condicional. Esta conectiva es poco
exigente, y se contenta con una correspondencia de hecho, aunque sea
circunstancial o casual. “Si tomo café, lloverá mañana” será verdadera si ambas
cosas ocurren, aunque entre ellas no exista relación alguna. Es más, siempre será
verdadera si llueve mañana aunque yo no tome café hoy!; y otro tanto si no tomo
café, cualquiera sea las condiciones metereológicas de mañana. De todos modos, lo
que importa señalar es que cualquiera de estos condicionales (u otro semejante
que pueda imaginarse) será falso o verdadero según exista o no un estado de cosas
capaz de verificar el antecedente y hacer falso, al mismo tiempo, el consecuente.
Supongamos, en cambio, esta otra fórmula:

P > (P v Q)

Una interpretación adecuada sería, por ejemplo, “si soy abogado, soy abogado y
violinista”. Nótese que para ser abogado o violinista basta con ser abogado y basta
también con ser violinista (sin excluir por cierto, la eventualidad de un letrado
aficionado al violín): todo abogado es abogado o violinista (o zapatero o
astronauta); de modo que el condicional de nuestro ejemplo es tal que la
afirmación del antecedente nos obliga a afirmar el consecuente. Para probarlo,
construyamos una tabla de verdad en la que “P” corresponda a “soy abogado” y “Q”
a “soy violinista”

P Q P > (P v Q)
___________________

V V V V V V V
F V F V F V V
V F V V V V F
F F F V F F F

29
Edgardo Corvalán

Nos encontramos, pues, ante un condicional tautológico. En uno de los ejemplos


anteriores podía darse el caso de que las luces estuvieran apagadas y hubiese
alguien en casa (lo que determinaría la falsedad del condicional material), pero si
soy abogado, no puedo dejar de ser abogado o violinista, de modo que la verdad de
este condicional depende de su estructura formal, y no de su correspondencia con
la realidad empírica.
¿Por qué hay condicionales tautológicos?, lo que ocurre, en verdad, es que el
enunciado que aparece en ellos como consecuente ya está contenido en el
antecedente: de allí que, en el supuesto de verdad del enunciado más restringido,
no podamos negar la proposición cuya verdad exige menos requisitos. Tal es,
después de todo, el principio rector de cualquier razonamiento deductivo: si la
verdad de las premisas nos garantiza la verdad de la conclusión, es porque ésta ya
estaba contenida –de modo u otro- en aquellas.
Tan importante resulta esta relación para la lógica que ha merecido un
nombre propio: cuando un enunciado está incluido en otro, de tal manera que la
verdad de este último garantiza la verdad del anterior, decimos que media entre
ambos una relación de IMPLICACIÖN formal, estricta o lógica. Así todo enunciado
cuya verdad asegura formalmente la verdad de otros enunciados implica a cada
uno de éstos. Todo condicional formado de manera que el antecedente implique al
consecuente será tautológico; y, a la inversa, todo condicional tautológico indica
una relación de implicación entre su antecedente y su consecuente.
Ha de quedar bien claro que no todo condicional encierra una implicación:
para ello se requiere que el condicional sea tautológico. Los condicionales
contingentes, como ya los hemos visto, describen una situación de hecho, por lo
que su verdad está sujeta a la realidad de esta misma situación.

EQUIVALENCIA.-

Cuando por razones lógicas dos proposiciones tienen siempre el mismo valor de
verdad, podemos formar con ellas un bicondicional tautológico. Esto ocurre, por
ejemplo, con el enunciado “soy abogado si y solo si soy abogado”, cuya estructura
corresponde a la fórmula “P=P” y cuya tabla de verdad es la siguiente:

P Q = P
_____________
V V V V
F F F F

Asó como todo condicional tautológico expresa una implicación, todo bicondicional
tautológico expresa una equivalencia. Dos enunciados son equivalentes cuando
media entre ellos una relación tal que la verdad de uno garantiza formalmente la
del otro y viceversa, y que la falsedad de uno asegura formalmente la falsedad del
otro y viceversa.
Del mismo modo que la implicación, la equivalencia es una relación entre
proposiciones y no un vínculo entre hechos. Un bicondicional contingente (“hace frío
si y solo si me visto de azul”) puede resultar verdadero porque eventualmente sus
dos términos tengan en un momento dado el mismo valor de verdad; pero es
lógicamente imposible la existencia de un estado de cosas en que la equivalencia
resulte falsa, por lo que ésta –como cualquier tautología- se encuentra
desvinculada del mundo empírico.
Conviene hacer notar que, tal como acontece entre el condicional y el
bicondicional, la equivalencia es una relación más restringida que la de implicación:
cuando dos enunciados son equivalentes podemos afirmar que cada uno de ellos
implica al otro (ya que la verdad de uno garantiza la verdad del restante); pero, si
sólo sabemos que un enunciado implica a otro, no podemos sin más, asegurar que

30
Edgardo Corvalán

ambos son equivalentes. Como una avenida de doble mano, la equivalencia


contiene dos implicaciones de sentido inverso.

UNIDAD 9

 MODALIDADES ALETICAS Y DEÓNTICAS

Los enunciados declarativos, o proposiciones, tienen una función informativa, pues


afirman o niegan eventos o estados de cosas del mundo.
Además, de la verdad de un enunciado que describe la existencia de un hecho,
puede inferirse la verdad del enunciado que afirma que ese hecho es posible. Si
algo es verdadero, entonces es posible. Y si algo es necesario, en consecuencia
es verdadero.
De la necesidad si infiere la verdad, y de la verdad, la posibilidad.
Necesidad y posibilidad son modalidades de los enunciados; un enunciado
necesariamente verdadero es algo más que un enunciado verdadero, y un
enunciado posiblemente verdadero es algo menos que el enunciado verdadero.
Estos modos, como se ha tratado de mostrar, están en estrecha relación lógica con
la verdad. Dichas modalidades son denominadas aléticas (es decir:
modalidades de la verdad). Estas modalidades lógicas aléticas no valen sin
reservas cuando tratamos con enunciados precriptivos. Fue Hume quien indicó que
del hecho que una proposición sea verdadera, necesaria o posible, nada puede
inferirse con respecto a su obligatoriedad.
En respuesta a establecer un vínculo entre la realidad y las modalidades deonticas
(o palabras de Kelsen entre el mundo del ser y deber ser), Hume establece: “Será
en vano pretender que la moral puede descubrirse por al mera deducción
racional. Un principio activo jamás puede fundarse en otro inactivo; y si la
razón es inactiva en si misma debe permanecer tal en todas sus formas y
apariencias. La razón es el descubrimiento de la verdad o la falsedad. La
verdad o la falsedad consisten en el acuerdo o desacuerdo con una relación
real de ideas, o con la real existencia de una existencia de una situación de
hecho. Por lo tanto, aquello que no sea susceptible de este acuerdo o
desacuerdo será incapaz de ser verdadero ni falso, y jamás puede ser
objeto de nuestra razón”.
Una norma puede ser también analizada como un enunciado moralizado, es decir,
como un enunciado que establece que una conducta es obligatoria, prohibida o
permitida. Estas modalidades se denominan modalidades deonticas: modos de
obligación o deber.-

La regla de formación de una norma consiste en la aplicación de un operador modal


deóntico a un enunciado; el enunciado resultante es una norma.
Por consiguiente, los operadores aléticos afectan a descripciones de estados de
cosas en general y los operadores deónticos sólo afectan a las descripciones de
ciertos estados de cosas: son las conductas o las acciones.

 Diferencias entre ambas modalidades:

Quienes se encuentran de alguna manera vinculados al lenguaje del derecho, de la


moral, al lenguaje de las normas, manejan ciertas nociones como las de obligación,
permisión y prohibición. Estas nociones tienen, curiosamente, un comportamiento
formal análogo al de los conceptos aléticos.

31
Edgardo Corvalán

Así como podemos afirmar que:


1) “no es posible” equivale a “es imposible”, y
2) “no es posible que no” equivale a “es necesario”, puede afirmarse también
que

1`) “no está permitido” equivale a “está prohibido”, y


2`) “no está permitido que no” equivale a “es obligatorio”

Si utilizamos el operador “P” para simbolizar la permisión podemos, pues,


establecer la siguiente analogía:

M (posible) P (permitido)
- M (imposible) - P (prohibido)
- M – (necesario) - P – (obligatorio)

El descubrimiento de estas semejanzas permitió a Von Wright el estudio lógico


formal de los conceptos normativos, paralelo al de los conceptos aléticos: surgió así
la lógica deóntica, que incorporó al análisis de las normas los conocimientos
obtenidos y parte de los métodos utilizados por la lógica de las modalidades
aléticas.
Sin embargo, el comportamiento de los operadores deónticos no es idéntico
al de los correspondientes aléticos. Los operadores “M” y “N” nos servían para
calificar proposiciones que describían estados de cosas. Vale la pena preguntarse
qué califican los operadores deónticos: cuáles “son las cosas” de las que decimos
son obligatorias, permitidas o prohibidas. Hay una respuesta plausible: son las
conductas. De ellas predicamos la obligatoriedad, la permisión o la prohibición.
Así, a diferencia de los operadores aléticos que afectan a descripciones de
estados de cosas en general, los operadores deónticos son menos ambiciosos; sólo
afectan a descripciones de ciertos estados de cosas: las conductas o acciones.
Luego en la fórmula vacía “P….”, el vacío “….” Habrá de llenarse con el nombre
o la descripción de una acción.
Supongamos ahora que “P” designa una acción cualquiera, tal como usar sombrero.
La lectura de nuestras fórmulas sería entonces, la siguiente:

“Pp” equivale a 1) “permitido usar sobrero”


“-Pp” equivale a 2) “prohibido usar sobrero”
“-Pp-“equivale a 3) “obligatorio usar sobrero”

Las expresiones 1, 2, y 3, podrían considerarse simplemente normas: una norma


que permite, una que prohíbe y una norma que obliga.
Si así fuera, nuestro intento de formalizar un cálculo lógico de las
expresiones deonticas empezaría por una dificultad. Este cálculo lógico nos induce a
asignar valores de verdad a nuestros enunciados; y ya sabemos que las normas,
las directivas, las prescripciones, carecen de tales valores.
El escollo es salvable; bastará que leamos las fórmulas de otra manera:

“Pp” equivale a “existe una norma que permite usar sobrero”


“-Pp” “ “ “existe una norma que prohíbe usar sombrero”
“-Pp-“ “ “ “existe una norma que obliga a usar sombrero”
Como la existencia de una norma es un hecho, la proposición que lo afirme será
una proposición descriptiva, con su correspondiente valor de verdad. “-Pp” será
una proposición verdadera si existe una norma que prohíba la acción de usar
sombrero, y será falsa si tal norma no existe.
Esta lectura de nuestras fórmulas deonticas permite analizarlas como
proposiciones acerca de la existencia de normas; tales enunciados se han llamado
proposiciones normativas, susceptibles de ser verdaderas o falsas, por oposición a

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Edgardo Corvalán

las normas, en las que el uso puramente descriptivo del lenguaje, impide asignar
tales valores.
Hasta ahora nos hemos manejado con un solo operador: “P”. Sin embargo,
habíamos hablado de tres conceptos deónticos, permitido, prohibido y obligatorio.
Es hora de introducir, pues, los dos operadores faltantes:
Usaremos “O” para referirnos a la Obligación y “Ph” para referirnos a la
prohibición.
“Op” será entonces leído, por ejemplo, como “existe una norma que declara la
obligatoriedad de usar sombrero” o, mas escuetamente, “es obligatorio usar
sombrero”.
“Ph p” se leerá, a su vez, como existe una norma que prohíbe usar sombrero” o
“esta prohibido usar sombrero”.

 INTERDEFINIBILIDAD Y EQUIVALENCIA.-

Estamos ya en condiciones de establecer las siguientes equivalencias.

Pp = -O-p = -Ph p
- Pp = O-p = Ph p
P-p = -Op = -Ph-p
-P-p = Op = Ph-p
Los operadores “O” y “Ph” pueden ser definidos mediante el operador “P” y la
negación “-“ , o, lo que es lo mismo, los conceptos de obligatoriedad y de
prohibición pueden definirse en términos de permisión con la ayuda de la negación.
Si es obligatorio usar sombrero, será cierto que no está permitido no usarlo; y si
usar sombrero está prohibido, usarlo no está permitido.

 LEYES LOGICAS NORMATIVAS.-

Principios Lógicos:

1) Principio de identidad, tautología: Toda cosa es idéntica a si misma: A = A


P < P resulta una equivalencia.

2) No Contradicción: una cosa no puede no ser y ser al mismo tiempo: el


pizarrón no puede ser verde y no verde al mismo tiempo. P. -P

3) Tercero excluido: una cosa es o no es y no hay una tercera posibilidad. P v -P

4) Modus Ponens: dado el condicional (p > q), la afirmación del antecedente P


permite afirmar el consecuente q. P > P
Q

5) Modus Tollens: es el modo negativo, del modo que niega negando: dado el
condicional (p > q), la negación del consecuente que lleva a negar el antecedente
p.

 LÓGICA DE NORMAS Y LÓGICA DE PROPOSICIONES NORMATIVAS

Las Normas no son ni verdaderas ni falsas, aunque pueden ser válidas o inválidas,
obedecidas o desobedecidas, justas o injustas, etc. Las proposiciones normativas,
en cambio, son verdaderas o falsas, pero no pueden ser justas o injustas,
obedecidas o desobedecidas, y carece de sentido afirmar que son válidas.

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Edgardo Corvalán

Unidad 10

 EL PROBLEMA NORMATIVO: los aspectos fácticos y normativos

En principio debemos determinar el estatus normativo – obligatorio, prohibido o


permitido – de una acción.
Cada situación individual que de lugar a esta cuestión jurídica será un elemento de
ese conjunto que denominamos universo del discurso. Todos los elementos del
discurso tienen en común una propiedad que es definitoria del conjunto de ellos,
esto es, del universo del discurso.
El conjunto de acciones básicas o elementales, lógicamente posibles
constituye lo que se denomina Universo de Acciones (UA).-
- Las circunstancias o propiedades que se estimen relevantes son hechos
contingentes, esto es, pueden variar de un contexto a otro.
- El Conjunto total de propiedades presentes o ausentes en los elementos de
un UD es denominado Universo de propiedades (UP).
- Toda propiedad de un UP y todo compuesto verificativo funcional de tales
propiedades – que no sea tautológico o contradictorio- define un caso
posible.
El Caso elemental es aquel cuya propiedad definitoria es una conjunción que
contiene todas las propiedades del UP o sus negaciones (pero no ambas).
A su vez, llamaremos Universo de Casos a todos los casos elementales del UP.

El ámbito fáctico del modelo queda determinado por todos los casos elementales
posibles. Los casos elementales especificados, son casos simples en el sentido de
que no pueden subdividirse en otros casos. Los casos complejos, en cambio, son
analizables en términos de los casos elementales y, equivalen a la disyunción de
dos o más casos elementales.
Cada uno de los casos especificados son casos en los que surge la cuestión de
determinar el status normativo de la acción de restitución del inmueble. El paso
siguiente consiste en especificar el carácter deóntico que posee la acción en cada
uno de esos casos elementales. El dominio de todas las respuestas o soluciones
posibles a esta cuestión normativa es lo que se denomina el ámbito normativo del
problema.
Dijimos anteriormente que el UA es unitario pues está determinado por
una única clase de acción, a saber, la acción de restitución del inmueble, por lo
cual, el UA tendrá únicamente dos elementos, a saber: restitución (R) o no
restitución (-R). En cuanto al posible status deóntico de la acción R, se dirá que las
posibles calificaciones deonticas de R son las siguientes:

1. OR = PR. –P-R.
2. PhR = -PR. P-R
3. FR = PR. P-R

Cada una de las expresiones precedentes (PR, OR, etc) serán llamadas soluciones y
cada solución determina deónticamente algún contenido normativo – acción
elemental. Cuando la solución determina todos los contenidos que corresponden a
los elementos del UA decimos que es una solución maximal.
El conjunto de todas las soluciones maximales relativas a un UA es el universo de
soluciones maximales (USmax)

RECONSTRUCCIÓN DEL SISTEMA NORMATIVO

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Edgardo Corvalán

Todo conjunto de normas constituye un sistema normativo, la inversa no vale


(puede contener otros enunciados además de normas).

Cuando en la línea correspondiente a un caso no aparece ninguna


solución, se dirá que ese caso es una laguna (normativa. Un sistema
normativo es INCOMPLETO si, y solo si, tiene por lo menos una
laguna. Un sistema que no tiene lagunas es completo.

Un sistema normativo es INCOHERENTE en un caso Ci si, y solo si,


figuran dos o más soluciones diferentes (e incompatibles) en la línea
correspondiente a Ci. Un sistema es incoherente si, y solo si, existe
por lo menos un caso en el cual el sistema es incoherente. El sistema es
coherente si, y solo si, no existe ningún caso en que el sistema sea
incoherente.

Se dirá que un sistema es REDUNDANTE en un caso Ci si, y solo si, la


misma solución figura más de una vez en la línea correspondiente a Ci.
Las normas del sistema son independientes si, y solo si, no existe
ningún caso en el cual el sistema sea redundante. Si existe por lo
menos un caso en que el sistema es redundante, las normas de este
sistema son redundantes.

 CONCEPTO DE CASO.-

Para determinar la completitud de un sistema normativo en el sentido que soluciona


todos los casos posibles, esto implica que los únicos casos que integrarán el
universo de casos son los casos contingentes. Se excluyen, en consecuencia, los
necesarios y los imposibles pues ambos tipos de casos hacen a las normas
inoperantes, imposibles de aplicar por razones que no dependen de su aceptación o
rechazo.
Los casos, se determinan por una combinación de propiedades y esas
propiedades deben satisfacer las características que garanticen que sus
combinaciones sean contingentes (ni necesarias, ni imposibles).
Tales requisitos de las propiedades son:

1. Deben ser lógicamente independientes entre sí y, los son cuando la


presencia de cualquiera de esas propiedades en una cosa o suceso es
compatible con la presencia o ausencia de las otras.
2. Las propiedades que definen los casos posibles deben ser independientes
de las características que definen la/s acción/es que conforma/n el
universo de acciones.
3. Debe haber correspondencia entre el universo del discurso y el
universo de propiedades en el sentido de que cada elemento del universo
del discurso, puede poseer cada una de las propiedades del universo de
propiedades.
“Es decir, cada propiedad o su ausencia definen un caso posible”.

Un Conjunto de propiedades forman una división sí, y solo si, cumplen las tres
condiciones siguientes:

a) Las propiedades son lógicamente disyuntivas (exhaustivas del UD). Esto


significa que todo elemento del UD tiene necesariamente (por razones lógicas)
alguna de las propiedades del conjunto.

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Edgardo Corvalán

b) Cada par de propiedades distintas es lógicamente excluyente. Esto quiere


decir que las propiedades que forman una división son mutuamente excluyentes
(incompatibles por razones lógicas).

c) Ninguna de las propiedades es lógicamente vacía. Esto quiere decir que ninguna
de las propiedades es lógicamente imposible, aunque pueda darse el caso que
resulte, de hecho, vacía.
Podemos definir ahora el Universo de Casos como todo conjunto de Casos que
forman una división.

Casos Genéricos y casos Individuales.-

El término caso es ambiguo. Para eliminar la ambigüedad se distinguen las


nociones de caso individual y de caso genérico. Se denominan:

Casos Individuales: a los elementos del UD. Dichos casos son situaciones o
acontecimientos que se dan en una ocasión temporal y espacial determinada. El UD
es el conjunto de casos individuales o particulares que comparten una cierta
característica o propiedad común que los define como miembros del UD.

Casos genéricos: a todo subconjunto de una misma propiedad que define el UD.
Los casos genéricos pueden ser ejemplificados por un número infinito de casos
individuales, por ejemplo, el divorcio por presentación conjunta de Juan y María.
El conjunto de todos los casos de un Universo de Casos, son conjuntamente
exhaustivos del Universo del Discurso porque abarca todos los elementos del
UD, y además, los casos genéricos de un UC son mutuamente excluyentes en el
sentido de que cada elemento del UD se corresponde con uno y solo un elemento
del Universo de Casos, por eso decíamos que son lógicamente disyuntos.
El carácter exhaustivo del UC garantiza la completitud y el carácter mutuamente
excluyente de los casos garantiza la coherencia.
Toda norma general, que correlaciona un caso genérico con una
solución, proporciona indirectamente una solución a todos los casos
individuales que pertenecen a ese caso genérico.

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