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Unidad 1
Sobre éste último punto, Hart, nos ilustra: “en una sociedad grande y compleja,
como lo es la de un estado moderno, hay ocasiones en las que un funcionario, cara
a cara con un individuo, le ordena hacer algo. Un policía ordena detenerse a un
determinado conductor o moverse a un determinado mendigo. Pero estas
situaciones simples no son, y no podrían ser, la forma más típica en que funciona el
derecho.
Mas bien, estas formas particularizadas de control, o bien son excepcionales, o bien
constituyen complementos auxiliares o refuerzos de normas generales de
directivas, que no nombran a individuos particulares,…no están dirigidas a ellos, y
no indican un acto particular a ser realizado. De ahí que la forma típica, incluso
de una ley criminal, es general de dos maneras: a) indica un tipo general de
conducta y b) se aplica a una clase general de personas de quienes se esperan que
adviertan que rige para ellas y que cumplan con lo prescripto. Las directivas
oficiales individualizadas, cara a cara, ocupan aquí un lugar secundario; si las
directivas primarias generales no son obedecidas por un individuo particular, los
funcionarios pueden recordárselas, y exigirles que las acate, tal como lo hace un
inspector de impuestos, o la desobediencia puede identificarse y documentarse
oficialmente, y el castigo amenazado ser impuesto por un tribunal.
Por lo tanto, en forma primaria, aunque no exclusiva, el control jurídico
es un control mediante directivas que en este doble sentido son generales. Esta es
la primera característica.
En un estado moderno, se entiende usualmente que a falta de indicaciones
especiales que amplíen o reduzcan las clases, sus normas jurídicas generales se
aplican a todas las personas que se encuentren dentro de los límites territoriales.
En todos los casos, el campo de aplicación de una norma es una cuestión de
interpretación de la regla particular, sobre la base de dichos entendimientos
generales.
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Edgardo Corvalán
Unidad 2
Sobre el Contenido:
El Derecho penal es algo que obedecemos o desobedecemos los que sus reglas
exigen es calificado de “deber”. Si desobedecemos se dice que ha habido una
infracción al derecho y nuestra conducta ha sido jurídicamente incorrecta, “hemos
transgredido un deber”. Las penas o “sanción” que las normas imputan a las
infracciones o violaciones del derecho penal busca crear un motivo para que los
hombres se abstengan de esas actividades (aunque la pena pueda servir para otro
propósito). En todos estos aspectos hay, al menos, una fuerte analogía entre el
derecho penal y sus sanciones por un lado, y las órdenes generales respaldadas por
amenazas de nuestro modelo, por el otro. Existe también analogía (a pesar de
las muchas diferencias) entre tales órdenes generales y las normas que regulan la
responsabilidad extracontractual, cuyo objetivo primordial es resarcir a los
individuos los daños sufridos como consecuencia de la conducta de otros. También
aquí se dice que las reglas que determinan qué tipos de conducta constituyen
“ilícitos civiles” que dan lugar a acciones judiciales e imponen a las personas con
prescindencia de sus deseos, “deberes” (“u obligaciones”) de abstenerse de tal
conducta. A ese comportamiento se lo denomina “violación de un deber” y a la
indemnización u otros remedios jurídicos:”sanción”.
Pero existen importantes clases de normas jurídicas respecto de las cuales
esta analogía con órdenes respaldadas por amenazas no cabe en absoluto, por
cuanto ellas cumplen una función social totalmente distinta. Y los son aquellas
reglas que regulan la manera de realizar contratos, celebrar matrimonio u otorgar
testamentos válidos. Tales normas no imponen deberes u obligaciones; en lugar de
ellos, acuerdan a los particulares (facilidades) para llevar a cabo sus deseos, al
otorgarles potestades para crear, mediante determinados procedimientos
específicos y bajo ciertas condiciones, estructuras de facultades y deberes, dentro
del cuadro coercitivo del derecho.
La radical diferencia de función entre las normas que acuerdan dichas
potestades y una ley penal se refleja en muchos de nuestros modos corrientes de
hablar acerca de las normas de aquella clase. La falta de cumplimiento en lo
dispuesto por la ley que regula el establecimiento testamentario, trae consigo una
nulidad de ello, pero no se nos ocurriría pensar en el cometido de una “infracción o
una violación” de ningún deber, ni de ningún delito.
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Edgardo Corvalán
Para ser claros: las normas que acuerdan facilidades o potestades expresan:”si uds,
desean hacer esto, ésta es la forma de hacerlo” …..En cambio, en las leyes penales,
a semejanza de las órdenes respaldadas por amenazas, expresan: “haga esto, le
guste o no, pero debe hacerlo”.
MODOS DE ORIGEN:
La sanción de una ley, al igual que dar una orden, es un acto deliberado de origen
cierto. Aquellos que toman parte en la legislación se valen concientemente de un
procedimiento para crear derecho, tal como el que da un orden usa concientemente
una forma de palabras para asegurar que sus intenciones sean reconocidas, y
también acatadas. El tipo de norma que mas obviamente contradice esta pretensión
es la “costumbre”. Y aquí se produce la discusión si es la costumbre fuente
creadora de derecho o no lo es.
Pero para que la costumbre sea fuente creadora de derecho, necesariamente debe
tener el reconocimiento jurídico para constituirse así; y aunque esto no siempre
ocurre,….no creo que esta discusión conduzca a resolver el tema y mucho menos,
que alguna vez se llegue a un acuerdo generalizado de los grandes pensadores que
dedican su vida en encontrar lo que consideran las respuestas justas para colaborar
científicamente con el objeto del conocimiento.
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Edgardo Corvalán
HART plantea que, refiriéndose a la situación imaginaria del Rex, la relación del
hábito de obediencia se da como relación personal del individuo súbdito con el rex
soberano y significará que el hábito es convergente, es decir, el pueblo está
acostumbrado, tiene el hábito de obedecer al Rex. Mientras la mayoría esté de
acuerdo con la voluntad del Rex, no existirían mayores problemas en cuanto a la
obediencia.
El segundo supuesto de HART respecto a la comunidad imaginaria del Rex, es de
que al morir primer Rex, su sucesor no tiene asegurada la obediencia, puesto
que no existe aún el hábito para con este Rex II. Solo cuando se observe una
obediencia por un tiempo, se puede afirmar que existe el hábito de obediencia. Sólo
en este caso, se puede hablar de derecho a las leyes dictadas.
Generalmente en las monarquías, se establece previamente bajo leyes el
método de sucesión para mantener la continuidad del soberano. En las democracias
es mucho más complejo.
Al haberse preestablecido la sucesión, el nuevo soberano tendrá la facultad, el
derecho de dictar leyes y que éstas sean obedecidas, pues ya existen buenas
razones para admitir que son derecho, incluso sin existir a relación de obediencia.
En definitiva, la ley legitima al nuevo soberano.
Para entender mejor cómo se puede aceptar la regla según la cual el nuevo
legislador tiene título a suceder, se debe analizar la diferencia entre regla y hábito.
Diferencias:
Para que exista un hábito sólo se requiere que la conducta converja de ello.
Para que exista una regla, se debe exigir una conducta y si ésta no es
llevada a cabo, se considera como una conducta criticable y reprochable.
Respecto al caso de la Regla, se considera que la crítica está fundada en una
buena razón. Se legitima la crítica a la desviación, aunque no esté definido
el tiempo o la aprobación de la crítica requerida para que se mantenga
considerada como buena o razonable.
El aspecto interno de las reglas. Existe el aspecto externo de las reglas que
se refiere a un comportamiento social general observable, es decir, que
otros lo pueden distinguir como una pauta de comportamiento. Por otro
lado, el aspecto interno vendría siendo la regla que constituye al acto como
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Edgardo Corvalán
tal, es decir, que está contenida dentro del acto para establecer cómo
debería realizarse, creando una especie de dogma. El mejor ejemplo serían
las reglas de un juego. Nos permite criticar tajantemente una acción
Al establecerse una regla que es dictada por el soberano legítimo, el Rex legitimado
por reglas de sucesión, ya no es solamente un hábito de obediencia, sino que
puede ser de obediencia y además, posee el derecho, el soberano, de establecer
cómo va a ser el acto. Se aceptará, porque es correcto obedecerlo.
Este Rex ahora será un legislador con autoridad para legislar y como ahora
da las pautas para actuar, ya no “órdenes”, ya no estará obligado a seguir su
propia legislación.
Resumiendo: Que un soberano sea obedecido por hábito no significa que su sucesor
si; ya porque el hábito no es normativo (no da facultades, derechos o autoridad),
ya porque no es hereditario o sucesorio.
Hoy en día se aceptan las reglas y la continuidad del legislador, pues el proceso de
sistema jurídico pose la particularidad de ser elegido y permitido por los
ciudadanos mediante las reglas que confieren facultades. Los actos oficiales dan
aceptación ciudadana de las reglas como tales y permiten rescatar el principio de
obediencia de AUSTIN, pero aún no se logra explicar la creación, identificación y
aplicación del derecho.
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UNIDAD 3.
HART parte de la idea de que la raíz del fracaso con los cuales se construyó la
Teoría del derecho, es que los elementos constitutivos de dicha teoría, a saber,
ideas-órdenes, obediencia, hábitos y amenazas, no incluyen ni tampoco pueden
producir mediante su combinación, la idea de regla, sin la cual no podemos abrigar
la esperanza de elucidar ni siquiera las formas mas elementales de derecho. Dice
HART que para hacer Justicia a la complejidad de un sistema jurídico, es necesario
distinguir entre dos tipos diferentes, aunque relacionados, de Reglas.
Aquellas consideradas como de tipo básico o primario donde se prescribe que los
seres humanos hagan u omitan ciertas acciones lo quieran o no; y aquellas que en
cierta manera dependen del primero, o son secundarias en relación a ellas, ya que
establecen que los seres humanos pueden, haciendo o diciendo ciertas cosas,
introducir nuevas reglas del tipo primario, extinguir o modificar reglas anteriores, o
determinar de diversas maneras el efecto de ellas, o controlar su actuación. Las
Reglas del primer tipo imponen deberes, las del segundo tipo confieren
potestades públicas o privadas. Las del primer tipo se refieren a acciones o
cambios físicos; las del segundo tipo prevén actos que conducen no simplemente al
movimiento o cambio físicos, sino a la creación o modificación de deberes u
obligaciones. En la combinación de estos dos tipos de reglas, se encuentra lo que
AUSTIN, erróneamente, creía haber hallado en la noción de órdenes coercitivas, a
saber: “la clave de la ciencia de la jurisprudencia”.
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UNIDAD 4
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acepta y que las usa como guías de conducta. Diríamos, que son puntos de vista
“externo” e “interno”, respectivamente.
Es probable que la vida de cualquier sociedad que se guía por reglas,
jurídicas o no, consiste, en cualquier momento dado, en una tensión entre
quienes, por una parte aceptan las reglas y voluntariamente cooperan en su
mantenimiento; y quienes, por otra parte, rechazan las reglas y las consideran
únicamente desde el punto de vista externo, como signos de un posible castigo.
Una de las dificultades que enfrenta cualquier teoría jurídica ansiosa por hacer
justicia a la complejidad de los hechos, es tener en cuenta la presencia de ambos
puntos de vista y no decretar, por vía de definición, que uno de ellos no existe.
Quizás todas nuestras críticas a la teoría predictiva de la obligación pueden ser
resumidas de la mejor manera, diciendo que ella hace precisamente eso con el
aspecto interno de las reglas obligatorias.
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Hablar de la validez de una Regla, es reconocer que ella satisface todos los
requisitos establecidos en la Regla de Reconocimiento y, por lo tanto, que es una
regla del sistema. Podemos afirmar simplemente que el enunciado de que una regla
particular es válida significa que satisface todos los criterios establecidos por la
regla de reconocimiento.
UNIDAD 5
La textura Abierta del derecho.
Formalismo y escepticismo ante las Reglas.
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haya una capacidad ampliamente difundida para ver en los actos, cosas y
circunstancias particulares, ejemplos de clasificaciones generales que el derecho
efectúa.
Dos recursos principales, a primera vista muy diferentes entre sí, han sido
utilizados para comunicar tales pautas generales de conducta con antelación a las
situaciones en que han de ser aplicadas. Uno de ellos hace uso máximo, y el otro
un uso mínimo, de las palabras clasificadoras generales. El primero es tipificado
por lo que lo llamamos legislación, y el segundo por el precedente. Veamos con
ejemplos prácticos sus características distintivas en los siguientes casos simples, no
jurídicos.
Antes de ir a la Iglesia un padre dice a su hijo: “Todos los hombres y niños
varones deben descubrirse al entrar a la Iglesia”. Otro padre, descubriéndose al
entrar, le dice a su hijo: “mira, esto es lo que debe hacerse en estas ocasiones”.
La comunicación o enseñanza por el ejemplo de pautas de conducta puede asumir
formas diferentes, mucho mas complicada que nuestro simple caso, Este se
asemejaría más al uso jurídico del precedente del padre, en lugar de decirle al niño,
en la ocasión particular, que como ejemplo del obrar correcto, observe lo que él
hace al entrar a la Iglesia, diera por sentado que el muchacho lo considera una
autoridad en materia de conducta apropiada, y que lo observará para aprender la
manera de comportarse, para aproximarse más al uso jurídico del precedente,
debemos suponer que el padre se concibe a si mismo, y es concebido por los
demás, como adhiriendo a pautas tradicionales de conducta, y no como
introduciendo nuevas pautas.
Cualquiera sea la técnica, precedente o legislación, que se escoja para
comunicar pautas o criterios de conducta, y por mucho que éstos operen sin
dificultades respecto de la gran masa de casos ordinarios, en algún punto en que se
cuestione, las pautas resultarán ser indeterminadas; tendrán lo que ha dado en
llamar una “textura abierta”.
HART plantea la noción de textura abierta del derecho por primera vez en la teoría
legal, en un capítulo, el VII, que emblemáticamente llama Formalismo y
escepticismo ante las reglas. Esto es, ubica la textura abierta del derecho como
posición intermedia entre dos polos. La tesis sostenida por los formalistas,
consiste en que las reglas de derecho marcadas por la autoridad de los precedentes
o de la legislación, deben aplicarse rígida y unívocamente, pues la regla ha previsto
la solución jurídica de todo conflicto que se produzca en el futuro; no hay espacio
para la discreción judicial. Por el contrario, la tesis de los escépticos es que tales
reglas no existen realmente, lo que existe es la voluntad de los sujetos reales de
carne y hueso que toman decisiones, con independencia de la supuesta fuerza
vinculante de las reglas. El derecho consiste en la colección de decisiones efectivas
que toman los tribunales y la predicción que de ellas los abogados puedan hacer. La
discreción es absoluta, tan grande que se torna en arbitrariedad.
La textura abierta del derecho implica que las palabras del legislador o las palabras
que formulan una regla en precedentes judiciales, son generales y abstractas. En
consecuencia, tienen una zona focal en la que nadie discute el significado de las
palabras, pero también tienen una zona de penumbra, en la que juristas igualmente
competentes pueden tener interpretaciones distintas de las mismas palabras. La
distinción foco-penumbra justifica la distinción entre casos fáciles y difíciles,
mientras en los fáciles hay coincidencia interpretativa, el los difíciles la comunidad
jurídica se encuentra irreconciliablemente dividida.
En resumen, como sugiere Hart y había planteado mucho antes Saussure, la
interpretación es un acto mediante el cual el receptor (o el lector de las palabras
del legislador) atribuye significado a aquello que lee en la ley escrita.
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UNIDAD 6
Entre el Derecho y la Moral hay una conexión en algún sentido “necesaria”, y esto
es lo que merece ser considerado como central en cualquier intento de analizar la
noción de derecho.
La pretensión de que existe una conexión necesaria tiene muchas variantes de
importancia, no todas ellas conspicuas por su claridad. Hay muchas
interpretaciones posibles de los términos claves “necesaria” y “moral” y ellas no
siempre han sido distinguidas y consideradas separadamente por los partidarios o
por los críticos. Pero este examen crítico de las diversas variedades de teorías que
afirman una conexión necesaria entre la Moral y el Derecho, nos adentraría
demasiado en el campo de la filosofía moral. Trataremos de dar al lector reflexivo,
material suficiente como para que se forme una opinión razonada de la verdad e
importancia de tales pretensiones.
El primero de ellos, apunta a la distinción, dentro de la esfera general de la moral,
de la idea específica de justicia y de las notas especiales que dan cuenta de su
conexión peculiarmente íntima con el derecho.
El segundo se refiere a las características que distinguen las reglas y principios
morales no solo de las reglas jurídicas sino de todas las otras formas de reglas
sociales o criterios de conducta.
El tercero se refiere a los muchos sentidos y maneras diferentes en que puede
decirse que las reglas jurídicas y la moral están relacionadas.
Los términos que los juristas usan con más frecuencia para ensalzar o censurar el
derecho o su administración, son las palabras “justo e injusto”, y muy a menudo los
autores razonan como si las ideas de la justicia y moral fueran coextensivas. Hay
por cierto, muy buenas razones para que la Justicia ocupe un lugar de máxima
prominencia en la crítica de las estructuras jurídicas; sin embargo, es importante
advertir que solo se trata de un segmento de la moral y que las normas jurídicas y
su administración pueden tener excelencias de tipos diferentes.
De un padre que ha tratado con crueldad a su hijo se dirá por lo común, que
ha hecho algo moralmente malo, o aun malvado, pero sería extraño escuchar
que alguien criticara su conducta como injusta. Injusto sería apropiado si el Padre
hubiera elegido arbitrariamente a alguno de sus hijos para aplicarle un castigo más
severo que los otros culpables de la misma falta.
Del mismo modo, si pasamos de la crítica de la conducta individual a la crítica del
derecho, podemos expresar nuestra complacencia con una ley que obliga a los
padres a enviar a sus hijos a las escuelas diciendo que es una buena ley, y nuestra
disconformidad con una ley que prohíbe la crítica al gobierno, llamándola una ley
mala. Es decir, los términos “justos o injustos” son formas más específicas de
crítica moral que “bueno” y “malo” o “correcto” e “incorrecto”; resulta obvio del
hecho de que podríamos inteligentemente sostener que una norma jurídica es
buena porque es justa, o mala porque que es injusta, pero nunca que es justa
porque es buena o injusta porque es mala.
Las características distintivas de la justicia y su conexión especial con el derecho
comienzan a surgir si se observa que la mayor parte de las críticas hechas
mediante el uso de palabras “justo” e “injusto”, podrían ser expresadas casi igual
mediante las expresiones “equitativo” y “no equitativo”. Obviamente el
concepto de equidad no es coextensivo con el de la moral en general; las
referencias a la equidad son relevantes principalmente en dos situaciones de la vida
social. Una de ellas ocurre cuando nuestro interés no se dirige a una conducta
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Hay muchos tipos diferentes de relaciones entre el derecho y la Moral, y nada hay
que pueda estudiarse provechosamente, en forma separada, como la relación entre
uno y otra. En cambio, es importante distinguir algunas de las muchas cosas
diferentes que se pueden decir al afirmar o al negar que el derecho y la moral están
relacionados. Hart hace hincapié en examinar algunas cuestiones que se refieren a
las relaciones entre el derecho y la moral, y enfrenta el análisis del Conflicto entre
el derecho natural y el Positivismo Jurídico. Con respecto a esto, opina que se debe
entender por “positivismo Jurídico” la afirmación simple de que en ningún sentido
es necesariamente verdad que las normas jurídicas reproducen o satisfacen ciertas
exigencias de la moral, aunque de hecho suele ocurrir así.
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Edgardo Corvalán
Pero precisamente porque quienes adoptaron este punto de vista han guardado
silencio, o discrepado agudamente, respecto de la naturaleza de la moral, es
menester considerar dos formas de rechazo del Positivismo Jurídico. Una de éstas
se expresa con la mayor claridad en las teorías del Derecho Natural: hay ciertos
principios de conducta humana a ser descubiertos por la razón de los hombres, con
los que el derecho elaborado por éstos debe concordar para ser válido. La otra,
adopta un punto de vista diferente sobre la moral, menos racionalista, y ofrece una
versión distinta de las maneras en que la validez jurídica se relaciona con el valor
moral.
Unidad 7
Sabemos que Hart sostiene que el derecho se identifica por su origen, en algún
hecho social al que los participantes de la práctica jurídica reconocen autoridad
generadora de normas válidas (regla de reconocimiento) y, que el derecho así
reconocido es válido independientemente de su adecuación moral.
A grandes rasgos, entonces, puede decirse que la tesis de Hart asume tres ideas
fundamentales:
Tesis Uno (Tesis de la Separación): no existe una conexión necesaria entre el
derecho y la moral. El derecho es un fenómeno social cuya identificación no
necesita apelar a las nociones de “justicia”, “bondad” o “corrección”
Tesis Dos (Tesis de las fuentes sociales): ésta sostiene que es posible
identificar lo que el derecho indica, atendiendo a lo que dice un grupo de personas
(legisladores, jueces) o la forma en que actúa un grupo considerable de personas.
En definitiva, se afirma que los últimos tests de validez jurídica descansan en una
práctica social.
Tesis Tres (Tesis de la discrecionalidad judicial): esta tesis sostiene que
indefectiblemente habrá casos imprevistos y no regulados legalmente, es decir,
casos para los cuales el derecho es parcialmente indeterminado e incompleto y en
los cuales los jueces tendrán la posibilidad de ejercer discreción (esto es, deberán
crear nuevo derecho en un ámbito de libertad.
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de las reglas. Ello es así, porque el derecho, además de reglas “derecho explícito”,
contiene principios que configuran el substrato o conjunto de razones justificatorias
de las reglas, al que denomina “derecho implícito”. El conjunto de reglas y
principios, según el autor, constituye material jurídico suficiente para proporcionar
respuesta correcta a todos los casos.
Con respecto a la tesis de las fuentes sostenida por Hart a través de su regla de
reconocimiento, Dworkin sostiene que el criterio de la fuente social u origen no
confiere fuerza autoritativa a los principios, pues éstos, debido a su carácter
inespecífico y no concluyente, no pueden identificarse por criterios
convencionales. En efecto, los principios surgen por un sentido de conveniencia,
se suprimen por desgaste y se identifican por su mayor peso o fuerza
argumentativa en la confrontación o competencia con otros principios en un caso.
Según Dworkin, por tanto, el derecho no sólo tiene reglas, como supone Hart, sino
también principios. Son de estos últimos elementos de los que no podría dar cuenta
la teoría de Hart. Si una teoría quiere preciarse de tal, tiene que tratar de describir
todos los fenómenos que analiza y es un fenómeno comprobable que los juristas
usan principios y no sólo reglas y, que cuando desacuerdan sobre las exigencias de
la regla de reconocimiento (unos dicen que es válido lo que dice el Congreso, otros
la Constitución) siguen acordando en que hay una forma de solucionar el caso.
Siguen creyendo que hay derecho a pesar del desacuerdo sobre reglas
En conclusión, diría Dworkin, es un hecho innegable que:
i) los juristas disienten sobre qué dice el derecho, pero siguen pensando que existe
una respuesta jurídica para solucionar el caso;
ii) los juristas utilizan unos parámetros distintos a las reglas para solucionar una
infinidad de casos.
Normas y Principios.
Los principios son definidos por Dworkin en un sentido amplio como estándares que
no son reglas. Cabe distinguir dentro del dominio de los principios dos clases
diferentes, a saber: a. principios en sentido estricto o estándares que son
exigencias de justicia, equidad o alguna otra dimensión moral y, b.
directrices o estándares que proponen un objetivo colectivo político,
económico o social -por ejemplo, defensa nacional, bienestar social,
promoción de la salud o la educación, etc.
Las normas y los principios se asemejan en que ambos apuntan a decisiones
particulares relativas a un orden jurídico. Pero hay una diferencia conceptual o
lógica, según Dworkin, entre normas y principios, pues:
• Las normas tienen una estructura disyuntiva, en el sentido de que son o no
son funcionalmente importantes según sean válidas o no se identifican por su
origen y, es posible precisar y enumerar las excepciones a su aplicación.
• Los principios no son concluyentes, son muy generales e inespecíficos y
compiten entre sí orientando en diferentes sentidos o direcciones la
decisión en un caso, no determinan ni las condiciones, ni las consecuencias
de su aplicación, las excepciones a su aplicación no son susceptibles de
enumeración.
Dworkin distingue dos modos de tratamiento teórico de los principios: por un lado,
pueden ser analizados como vinculantes jurídicamente para los jueces, con lo
cual, los principios constituyen criterios que se imponen al tribunal para decidir en
un sentido o en otro en cumplimiento de derechos y obligaciones jurídicamente
preexistentes, aún en casos difíciles. Este es el modo de analizarlos que Dworkin
considera correcto. Por otro lado, pueden ser tratados, como Hart lo hace según
este autor, como no vinculantes jurídicamente para los jueces, de modo que se
los utiliza en casos difíciles como parte de la elección discrecional del juez cuando
decide un caso difícil creando ex post facto derechos y obligaciones nuevos.
Ronald Dworkin opone a las tesis del positivismo la tesis de los derechos, según
la cual:
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El deber del juez es descubrir qué derechos tienen las partes aún en los casos
difíciles.
Las decisiones judiciales siempre imponen derechos jurídicamente existentes.
Las decisiones judiciales siempre son y deben ser generadas por principios-
derechos.
La decisión judicial correcta se enmarca dentro de una teoría política.
La decisión judicial correcta debe ser coherente con decisiones anteriores e
hipotéticas futuras.
Unidad 8
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verdadero si en efecto sucede el hecho expresado y falso si, por el contrario, el sol
brilla en un cielo sin nubes. No importa en este momento averiguar si es verdadero
o falso; lo relevante es que, si el enunciado puede ser verdadero o falso, entonces
es descriptivo y constituye materia prima para la gran maquinaria lógica.
Ahora bien, en el lenguaje natural solemos vincular entre sí, dos o más enunciados
para formar un enunciado más complejo, de tal modo que el valor de verdad del
enunciado resultante depende de cierta combinación de los valores de verdad de
sus componentes. Así, por ejemplo, “no llueve” será verdadero si “llueve” es falso
y viceversa. “llueve y hace frío” sólo será verdad si es verdad que llueve y
también es verdad que hace frío, y será falso aunque llueva, si hace calor, y
aunque hiele sino llueve.
Esta función vinculatoria es cumplida en castellano por palabras tales
como “y”, “o”, “si”, “aunque”, “pero”, sin embargo”, “solo y solo si”, “siempre que”
y otras; pero no siempre es fácil, dentro de la clásica ambigüedad del lenguaje
natural, establecer unívocamente el tipo de relación que se busca expresar. Si
alguien nos dice, por ejemplo, “esta noche iré al cine o a cenar” no sabemos
con seguridad si pretende elegir una de dichas actividades, o si también ejecuta las
dos.
También algunos autores reemplazan “-“ “por “ “ o por “ “; “.” Por “ “: “ “ por
“ “ o “ =” por “ “.
Por el modo en que afectan esta conectivas a las variables a las que se refieren, se
dividen monádicas y diádicas o binarias. El signo “-“es monádico, porque solo
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3) Dos fórmulas encerradas dentro de un par de signos auxiliares y entre las cuales
hay un operador diádico (y sólo un operador diádico), constituyen una fórmula.
Ejemplo: “(p . q)” ; “ (-p q)” ; “- (p . q) (r v s) “.
a) (-p . q), donde el operador monádico afecta sólo a la fórmula “p”, o bien
b) – (p . q), donde el operador monádico afecta a la fórmula “(p . q)”
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Edgardo Corvalán
Así como el lenguaje natural vincula dos o mas enunciados para formar un
enunciado complejo, el lenguaje simbólico combina las variables –por medio de las
conectivas- para constituir fórmulas compuestas. Por asociación de ideas con el
modo en que los átomos de elementos simples constituyen las moléculas de los
compuestos químicos, la lógica ha adoptado aquí una nomenclatura con
reminiscencias de la física nuclear, una fórmula atómica es aquella constituida
exclusivamente por una variable proposicional, no modificada por operador alguno:
“p” por ejemplo. Las fórmulas en las que aparece un operador monádico (“-q”) o
que resultan de una combinación de fórmulas unidas por conectivas diádicas (“ r v
s” , “z w” ) se llaman moleculares.
Toda fórmula molecular es una función de verdad de las fórmulas
atómicas que la componen: es decir, su verdad o falsedad dependen de la verdad o
de la falsedad de las proposiciones representadas por las variables simples. Pero,
como hemos visto antes, el modo en que deben combinarse la verdad o la falsedad
de los componentes para determinar el valor de verdad de la fórmula molecular
depende de las conectivas que aparezcan en la misma fórmula. Por esto, lo
operadores resultan ser la clave para desentrañar la estructura interna de una
fórmula.
LAS CONECTIVAS
1. Casos posibles.-
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V V
F V
V F
F F
¿Por qué esta diferencia en el número de casos posibles? Porque a cada variable
proposicional corresponden dos casos (V y F); y, como una combinación de
variables debe prever cada uno de los casos de la segunda (y aun todo esto para
cada uno d e los casos de la tercera, si la hubiere), existe entre el número de
variables y el de casos una relación matemática: a una variable, corresponden dos
casos; a dos variables, cuatro; a tres variables, ocho; a cuatro variables, dieciséis,
etc. El número de casos posibles, pues, es 2n, donde “n” es el número de variables
proposicionales presentes en una fórmula y la base 2 representa la dualidad de los
valores de verdad en la lógica binaria: V y F.
El orden en que aparezcan los casos en la tabla que los contiene no es en si
mismo importante, con tal que la tabla contenga todos los casos y ninguno de
ellos resulte repetido. Pero para asegurar el cumplimiento de estas condiciones se
acostumbra a seguir un orden -conveniente aunque no estrictamente necesario- en
la construcción de la tabla de que se trate. Supongamos que se nos presenta una
fórmula que contiene tres variables proposicionales – “(p . q) > r” , por ejemplo- y
deseamos hacer una lista de los casos posibles para las distintas combinaciones de
verdad y falsedad de sus componentes. Primero estableceremos cuántos casos
contendrá nuestra tabla: como en el ejemplo n= 3, el número será: 2n= 23= 8.
Luego escribiremos debajo de la primera variable que aparezca, una sucesión de
ocho valores de verdad en que “V y F”, se alternen uno por vez. Bajo la segunda
variable anotaremos ocho valores de verdad, pero alternando “V y F” de dos en
dos, y por último, a la tercera variable asignaremos valores de verdad alternados
de cuatro en cuatro, Así obtendremos la siguiente tabla de casos:
P Q r
_________
V V V
F V V
V F V
F F V
V V F
F V F
V F F
F F F
Negación.-
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conectiva para cada caso. Construiremos así lo que se llama la tabla de verdad
del operador que examinamos, llamado negación:
P -P
V F
F V
Como puede observarse, una fórmula verdadera negada es falsa, y una fórmula
falsa negada es verdadera.
Conjunción.-
Una fórmula molecular que vincula a sus componentes mediante la conjunción
(“P. Q”) sólo es verdadera si sus dos términos son verdaderos, y es falsa en
cualquier otro caso. Así:
P Q P.Q
V V V
F V F
V F F
F F F
Disyunción.-
¿Qué afirmo al decir que “llueve o hace frío”? ¿Doy por sentado que si llueve no
hace frío y que si hace frío no llueve? ¿O acepto que pueden ocurrir ambas cosas?
Aquí el lenguaje natural nos tiende habitualmente una trampa por su ambigüedad,
y a la lógica corresponde desentrañar su sentido.
La ambigüedad consiste pues, en que la conjunción disyuntiva “o” del
lenguaje natural puede entenderse como “una cosa o la otra, pero no ambas”, o
bien como “una cosa, la otra o ambas simultáneamente”. Para disolver esta
ambigüedad usaremos la forma y/o para la alternativa no excluyente. Si una cuenta
bancaria está abierta a nombre de Juan y Pedro pueden hacer uso de la cuenta en
forma conjunta o separada, independientemente o simultánea, según cada uno
prefiera.
Existen, pues, dos tipos de disyunción. Una es la excluyente, cuya tabla de
verdad es:
P Q p=q
V V F
F V V
V F V
F F V
P qp v q
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Edgardo Corvalán
V V V
F V V
V F V
F F F
Ambas disyunciones tienen algo en común, como surge de las tablas de verdad
enunciadas; para ser verdaderas exigen por lo menos uno de sus componentes lo
sea. En otras palabras, son falsas cuando sus dos componentes son falsos. La única
diferencia reside en la solución que cada conectiva prevé para el primero de los
casos posibles: aquel en que sus dos componentes son verdaderos. Una de las
disyunciones lo admite (lo incluye) como caso de verdad de la fórmula compuesta,
en tanto la otra lo rechaza (lo excluye) al tomarlo como falso. Si volvemos a los
ejemplos del principio, descubriremos que la disyunción del menú fijo era
excluyente, en tanto la de la oferta de la librería era incluyente.
En la lógica simbólica es habitual el uso de la disyunción incluyente, en
tanto la otra solo aparece por excepción.
Nos guiaremos por este criterio y diremos, en general, que una disyunción es
verdadera cuando por lo menos uno de los términos disyuntos es verdadero (es
decir, llamaremos disyunción a secas a la disyunción incluyente). Cuando se trate
de la excluyente, la calificaremos como tal y usaremos el símbolo correspondiente
(“ = “).
CONDICIONAL.-
P Q P>Q
V V V
F V V
V F F
F F V
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Edgardo Corvalán
vemos que la cola se agita, podremos afirmar que su canino propietario está
contento (y lo afirmamos con la misma confianza con que hayamos aceptado la
premisa condicional sobre el significado de dicho movimiento).
En cambio, el hecho Q es condición necesaria de P si conocer la falsedad
de “q” nos permite asegurar la falsedad de “p”. En el mismo ejemplo, el
consecuente resulta condición necesaria del antecedente: si sabemos que el perro
no está contento podremos afirmar que no mueve la cola aunque el bicho esté a
nuestras espaldas. En efecto, si la moviera estaría contento, y estamos persuadidos
de que no lo está.
Con sujeción, pues, a la verdad del condicional (verdad que depende de su
coincidencia con cierta situación empírica), el antecedente es condición suficiente
del consecuente (basta con que el perro mueva la cola para que sepamos que está
contento), y el consecuente es condición necesaria del antecedente (es
indispensable que el perro esté contento para que mueva la cola).
BICONDICIONAL.-
P q p=q
_________________
V V V
F V F
V F F
F F V
Al leer una formula bicondicional suele utilizarse la expresión “si o si”. De este
modo, “p`=q” puede interpretarse como me gusta el asado si y solo si está bien
cocido”, de donde resulta que si está bien cocido me agrada y de otro modo no; e
inversamente, que si me gusta está cocido y si no me gusta no lo está.
Como puede verse, esta conectiva es extremadamente rigurosa; es decir,
que cada término es a la vez condición suficiente y necesaria del otro.
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Edgardo Corvalán
Al analizar las tablas de verdad de las conectivas hemos observado que la verdad
de una fórmula molecular depende del valor de verdad que se asigne a cada una de
las fórmulas atómicas que la componen; así por ejemplo:
P P v -P
V VV F
F FV V
Como la formula propuesta solo tiene una variable (“p”), los casos son 2 = 2. En
el primero P es verdadero y, consiguientemente, -p es falso; en el segundo ocurre a
la inversa. Pero, como la disyunción resulta Verdadera cuando cualquiera de
los términos disyuntos lo es, nuestra fórmula se revela como verdadera para todos
los casos posibles.
Esta comprobación tiene un curioso efecto: el de independizar la Verdad
de la fórmula de cualquier averiguación sobre la Verdad de P. En efecto,
asignaremos a P una interpretación cualquiera: “fumar hace daño”, por ejemplo.
Así, “-p” deberá traducirse por “fumar no hace daño” (o lo que es lo mismo, “no es
el caso de que fumar haga daño” o “no es verdad que fumar haga daño ). La
fórmula molecular quedará interpretada como “fumar hace daño o “fumar no hace
daño, y resultará verdadera en toda circunstancia.
Pero, ¿fumar hace realmente daño? Esta pregunta tiene importancia médica, social
y económica, pero no perturba la placidez de la lógica.
Estas fórmulas cuya tabla de verdad arroja valor positivo para todos los casos
posibles se llaman tautológicas. Tienen la ventaja de ser siempre verdaderas con
independencia de su contenido, pero –por esto mismo- tienen también una
desventaja: no proporcionan ninguna información sobre el mundo que nos rodea.
La verdad absoluta suele ser trivial; y, salvo cuando se trata de fórmulas muy
complicadas, resulta tan sabida que no despierta gran interés. Imaginemos un
hombre que pasará la vida enunciando únicamente las más solemnes tautologías:
“mañana habrá tormenta, o no la habrá”; “si un animal tiene 5 patas, tiene
seguramente 5 patas”; “la existencia de un río que n os lleva hacia el
infinito…o bien es alguna otra cosa”. Tal persona no correría jamás el riesgo de
afirmar algo falso, pero su charla resultaría tan insulsa que nadie querrá oírla:
ninguna de sus afirmaciones contendrá datos empíricos.
Y sin embargo, no por ser vacías de contenido, las tautologías son inútiles;
en muchos casos su verdad formal no es evidente, y se requiere un detenido
examen para advertirla. Además, si descubrimos que un enunciado encierra una
tautología dejaremos de inmediato de discutir sobre ella, perderemos interés en la
averiguación de sus presupuestos empíricos (ya que no los tiene) y – lo que es mas
importante – podremos utilizarla como puente para razonamientos mas complejos.
Por esto la lógica trata muy especialmente sobre las tautologías, y por esto
empleamos hoy máquinas –computadoras- que son formidables constructoras de
relaciones tautológicas: dados un programa y los datos con que se la alimenta, la
máquina produce una respuesta que resulte formalmente verdadera bajo condición
de la verdad de aquellas premisas.
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Edgardo Corvalán
CONTRADICCIÓN
Las tautologías tienen su contrapartida negativa. Supongamos la siguiente
fórmula: “p. –p”
P P . –P
V VF F
F FF V
Al construir la tabla de verdad de esta conjunción advertimos que para todos los
casos posibles (que son dos) su valor de verdad es F. esto indica que cualquier
proposición con semejante estructura lógica (“la luna es redonda, pero no es
redonda”; “no es que yo sea racista, pero siempre he sostenido que hay
razas insoportables”) es falsa en cualquier circunstancia, independientemente de
la verdad o falsedad de P y aun del significado que momentáneamente atribuyamos
a la variable.
Una fórmula molecular cuyo valor de verdad es F para todos y cada
uno de los casos posibles se llama CONTRADICCION, y, por cierto, tiene tan poco
contenido empírico como las tautologías: es una falsedad formal.
Ha de notarse que toda tautología negada se llama contradicción, y toda
contradicción negada se transmuta en tautología.
CONTINGENCIA.
Si sustituimos la comparación anterior por un símil ferroviario, podemos
afirmar que la tautología y la contradicción son las dos grandes estaciones
terminales de una línea con muchos puntos intermedios: entre el extremo positivo
(verdad formal) y el negativo (falsedad normal) hay infinidad de fórmulas que
resultan verdaderas para algunas combinaciones de verdad de sus componentes, y
falsas para otras: son las fórmulas contingentes.-
Para decirlo con mayor rigor, una fórmula es contingente si y sólo si resulta
verdadera por lo menos en uno de sus casos posibles y falsa por lo menos en otro.
Cumplida estas condiciones, poco importa que sean más los casos de verdad que
de falsedad, o viceversa, toda fórmula que no sea tautológica ni
contradictoria es contingente.
La proposición que se obtiene por interpretación de las variables de una
fórmula contingente (por ejemplo, “si se prohíbe el uso de la barba y se
implanta la censura cinematográfica, se contribuirá a construir una
sociedad pacífica y virtuosa”) no es formalmente falsa ni formalmente
verdadera; y, por esto mismo, lejos de ser vacía de contenido, encierra una
información sobre la realidad (esto es, describe un estado de cosas). Si la
descripción se ajusta a lo que en realidad acontece, la información contenida en la
proposición será verdadera; si difiere de la realidad, será falsa. De aquí que se
desprende que para averiguar la verdad o la falsedad de un a proposición
contingente (es decir, de una proposición cuya estructura lógica puede simbolizarse
mediante un a fórmula contingente) no basta con analizar su tabla de verdad: es
preciso examinar el mundo empírico y buscar en él pruebas que verifiquen la
proposición o que muestren su falsedad. Desde luego, no existen garantías de que
hallemos tales pruebas: las ciencias empíricas cuya tarea consiste precisamente en
investigaciones de este tipo, contienen infinidad de preguntas para las que aún no
se ha encontrado respuesta concluyente.
Incidentalmente, lo expuesto nos proporciona un nuevo dato para ubicar la
lógica dentro del panorama del conocimiento humano: ella busca, entre otras
cosas, descubrir y probar formalmente las tautologías, en tanto que las ciencias
naturales, por ejemplo, procuran determinar la verdad de ciertas proposiciones
contingentes.
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Edgardo Corvalán
IMPLICACION.-
P Q P>Q
V V V V V
F V F V V
V F V F F
F F F V F
P > (P v Q)
Una interpretación adecuada sería, por ejemplo, “si soy abogado, soy abogado y
violinista”. Nótese que para ser abogado o violinista basta con ser abogado y basta
también con ser violinista (sin excluir por cierto, la eventualidad de un letrado
aficionado al violín): todo abogado es abogado o violinista (o zapatero o
astronauta); de modo que el condicional de nuestro ejemplo es tal que la
afirmación del antecedente nos obliga a afirmar el consecuente. Para probarlo,
construyamos una tabla de verdad en la que “P” corresponda a “soy abogado” y “Q”
a “soy violinista”
P Q P > (P v Q)
___________________
V V V V V V V
F V F V F V V
V F V V V V F
F F F V F F F
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Edgardo Corvalán
EQUIVALENCIA.-
Cuando por razones lógicas dos proposiciones tienen siempre el mismo valor de
verdad, podemos formar con ellas un bicondicional tautológico. Esto ocurre, por
ejemplo, con el enunciado “soy abogado si y solo si soy abogado”, cuya estructura
corresponde a la fórmula “P=P” y cuya tabla de verdad es la siguiente:
P Q = P
_____________
V V V V
F F F F
Asó como todo condicional tautológico expresa una implicación, todo bicondicional
tautológico expresa una equivalencia. Dos enunciados son equivalentes cuando
media entre ellos una relación tal que la verdad de uno garantiza formalmente la
del otro y viceversa, y que la falsedad de uno asegura formalmente la falsedad del
otro y viceversa.
Del mismo modo que la implicación, la equivalencia es una relación entre
proposiciones y no un vínculo entre hechos. Un bicondicional contingente (“hace frío
si y solo si me visto de azul”) puede resultar verdadero porque eventualmente sus
dos términos tengan en un momento dado el mismo valor de verdad; pero es
lógicamente imposible la existencia de un estado de cosas en que la equivalencia
resulte falsa, por lo que ésta –como cualquier tautología- se encuentra
desvinculada del mundo empírico.
Conviene hacer notar que, tal como acontece entre el condicional y el
bicondicional, la equivalencia es una relación más restringida que la de implicación:
cuando dos enunciados son equivalentes podemos afirmar que cada uno de ellos
implica al otro (ya que la verdad de uno garantiza la verdad del restante); pero, si
sólo sabemos que un enunciado implica a otro, no podemos sin más, asegurar que
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Edgardo Corvalán
UNIDAD 9
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Edgardo Corvalán
M (posible) P (permitido)
- M (imposible) - P (prohibido)
- M – (necesario) - P – (obligatorio)
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Edgardo Corvalán
las normas, en las que el uso puramente descriptivo del lenguaje, impide asignar
tales valores.
Hasta ahora nos hemos manejado con un solo operador: “P”. Sin embargo,
habíamos hablado de tres conceptos deónticos, permitido, prohibido y obligatorio.
Es hora de introducir, pues, los dos operadores faltantes:
Usaremos “O” para referirnos a la Obligación y “Ph” para referirnos a la
prohibición.
“Op” será entonces leído, por ejemplo, como “existe una norma que declara la
obligatoriedad de usar sombrero” o, mas escuetamente, “es obligatorio usar
sombrero”.
“Ph p” se leerá, a su vez, como existe una norma que prohíbe usar sombrero” o
“esta prohibido usar sombrero”.
INTERDEFINIBILIDAD Y EQUIVALENCIA.-
Pp = -O-p = -Ph p
- Pp = O-p = Ph p
P-p = -Op = -Ph-p
-P-p = Op = Ph-p
Los operadores “O” y “Ph” pueden ser definidos mediante el operador “P” y la
negación “-“ , o, lo que es lo mismo, los conceptos de obligatoriedad y de
prohibición pueden definirse en términos de permisión con la ayuda de la negación.
Si es obligatorio usar sombrero, será cierto que no está permitido no usarlo; y si
usar sombrero está prohibido, usarlo no está permitido.
Principios Lógicos:
5) Modus Tollens: es el modo negativo, del modo que niega negando: dado el
condicional (p > q), la negación del consecuente que lleva a negar el antecedente
p.
Las Normas no son ni verdaderas ni falsas, aunque pueden ser válidas o inválidas,
obedecidas o desobedecidas, justas o injustas, etc. Las proposiciones normativas,
en cambio, son verdaderas o falsas, pero no pueden ser justas o injustas,
obedecidas o desobedecidas, y carece de sentido afirmar que son válidas.
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Edgardo Corvalán
Unidad 10
El ámbito fáctico del modelo queda determinado por todos los casos elementales
posibles. Los casos elementales especificados, son casos simples en el sentido de
que no pueden subdividirse en otros casos. Los casos complejos, en cambio, son
analizables en términos de los casos elementales y, equivalen a la disyunción de
dos o más casos elementales.
Cada uno de los casos especificados son casos en los que surge la cuestión de
determinar el status normativo de la acción de restitución del inmueble. El paso
siguiente consiste en especificar el carácter deóntico que posee la acción en cada
uno de esos casos elementales. El dominio de todas las respuestas o soluciones
posibles a esta cuestión normativa es lo que se denomina el ámbito normativo del
problema.
Dijimos anteriormente que el UA es unitario pues está determinado por
una única clase de acción, a saber, la acción de restitución del inmueble, por lo
cual, el UA tendrá únicamente dos elementos, a saber: restitución (R) o no
restitución (-R). En cuanto al posible status deóntico de la acción R, se dirá que las
posibles calificaciones deonticas de R son las siguientes:
1. OR = PR. –P-R.
2. PhR = -PR. P-R
3. FR = PR. P-R
Cada una de las expresiones precedentes (PR, OR, etc) serán llamadas soluciones y
cada solución determina deónticamente algún contenido normativo – acción
elemental. Cuando la solución determina todos los contenidos que corresponden a
los elementos del UA decimos que es una solución maximal.
El conjunto de todas las soluciones maximales relativas a un UA es el universo de
soluciones maximales (USmax)
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Edgardo Corvalán
CONCEPTO DE CASO.-
Un Conjunto de propiedades forman una división sí, y solo si, cumplen las tres
condiciones siguientes:
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Edgardo Corvalán
c) Ninguna de las propiedades es lógicamente vacía. Esto quiere decir que ninguna
de las propiedades es lógicamente imposible, aunque pueda darse el caso que
resulte, de hecho, vacía.
Podemos definir ahora el Universo de Casos como todo conjunto de Casos que
forman una división.
Casos Individuales: a los elementos del UD. Dichos casos son situaciones o
acontecimientos que se dan en una ocasión temporal y espacial determinada. El UD
es el conjunto de casos individuales o particulares que comparten una cierta
característica o propiedad común que los define como miembros del UD.
Casos genéricos: a todo subconjunto de una misma propiedad que define el UD.
Los casos genéricos pueden ser ejemplificados por un número infinito de casos
individuales, por ejemplo, el divorcio por presentación conjunta de Juan y María.
El conjunto de todos los casos de un Universo de Casos, son conjuntamente
exhaustivos del Universo del Discurso porque abarca todos los elementos del
UD, y además, los casos genéricos de un UC son mutuamente excluyentes en el
sentido de que cada elemento del UD se corresponde con uno y solo un elemento
del Universo de Casos, por eso decíamos que son lógicamente disyuntos.
El carácter exhaustivo del UC garantiza la completitud y el carácter mutuamente
excluyente de los casos garantiza la coherencia.
Toda norma general, que correlaciona un caso genérico con una
solución, proporciona indirectamente una solución a todos los casos
individuales que pertenecen a ese caso genérico.
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