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LA REPRESENTACIÓN EN EL ARBITRAJE

Por: Carlos Castillo Rafael

En nuestro ordenamiento jurídico hay una representación legal en virtud del cual las
personas jurídicas y las consideradas incapaces pueden manifestar su voluntad en
defensa de sus intereses y derechos. También hay la representación voluntaria por el
cual una persona capaz decide, por una razón que le es propia, delegar
voluntariamente un poder de representación a otra persona para que actúe a nombre,
por cuenta y riesgo de aquel.
En el D.L. 1071 la representación de las personas jurídicas está regulada en su art. 10
donde el gerente general o el administrador están facultados por su solo
nombramiento para celebrar convenios arbitrales y participar en el arbitraje, ejerciendo
todos los derechos y facultades, sin restricción, salvo decisión en contrario de las
partes. Incluso, pueden delegar sus facultades a un abogado o a cualquier otra
persona con autorización por escrito.
La representación voluntaria, en cambio, está regulada en el art. 37 del mencionado
decreto. El talante desregulado del arbitraje se evidencia en este tema, pues se faculta
a las partes poder estar representados por abogado o por cualquier otra persona con
autorización por escrito, quien podrá ejercer todos los derechos y facultades previstos
en el arbitraje sin restricción alguna, incluso realizar actos de disposición de derechos
sustantivos, salvo disposición en contrario.
A diferencia de la conciliación (donde el poder debe estar inscrito y con facultades
expresas para conciliar extrajudicialmente y disponer del derecho materia de
conciliación), en el arbitraje no hay restricciones sobre el documento que acredita la
representación ni las facultades que debe incluir el poder. Ambos aspectos están
regulados por el marco legal supletorio. Está diferencia es comprensible: en el arbitraje
es el árbitro quien resuelve no las partes o sus representantes; en la conciliación, en
cambio, las partes o sus representantes deciden y establecen la solución, el
conciliador es sólo un colaborador de aquellos. Siempre es necesario maximizar la
seguridad jurídica en torno a quien resuelve el conflicto, aun cuando en la conciliación
hay un celo inconveniente y polémico sobre ese punto.

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