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1.

- PARADIGMAS DEL MODELO ECONOMICO GLOBALIZADO

Los rasgos y características esenciales del mercado capitalista y sus vías de desarrollo en el que
predomina la propiedad privada sobre los medios de producción, vienen determinados por la
tendencia a aumentar de manera ilimitada la producción de bienes y servicios, cuyo fin es el de
obtener máximas ganancias con el mínimo de costo.

Esta circunstancia que hace que los capitalistas no cesen de producir mercancías choca con las
dificultades de poder realizarlas, debido a la estrechez del mercado interno y a la limitada
demanda solvente de la población, determinada por la pérdida de su capacidad de compra. Y de
ahí la necesidad de buscar una salida en el comercio exterior, intentando conquistar nuevos
mercados y ampliar la zona de influencia comercial.
Este aspecto ha acentuado las relaciones de dominio y subordinación impuestas por los países
desarrollados a los países con un débil desarrollo económico y con los cuales se suscriben
acuerdos denominados Tratados de Libre Comercio (TLC), en donde se fijan una serie de
condiciones de intercambio de productos, bienes y servicios no equivalente ni equitativo,
además de otras formas de opresión económica y política que se imponen en medio de la lucha
competitiva entre los países capitalistas, que conduce a un nuevo reparto de los mercados y de
las zonas de influencia, generando con ello una mayor agudización de las contradicciones en el
interior y entre los diferentes países del mundo capitalista globalizado.

Para algunos gobiernos la mejor forma de defender los intereses de cada país, es
implementando un conjunto de medidas proteccionistas destinadas a resolver las
contradicciones que surgen con la globalización, en tanto que para otros se plantea la posibilidad
de lograr un punto intermedio entre la globalización y las políticas proteccionistas que con el
advenimiento del gobierno de Donald Trump en los EE.UU., parecen ser el camino más seguro y
viable para enfrentar ciertos problemas como los de la contracción de la demanda que afecta
las relaciones entre la producción y el consumo, el desempleo y el bajo crecimiento de la
economía entre otros asuntos.

Nuestro país no es ajeno a todas estas circunstancias que tienden a reflejarse en la política
económica nacional que hizo tránsito de la sustitución de importaciones a la apertura económica
y comercial, afectando sensiblemente la producción industrial, el comercio y la agricultura y
generando un desequilibrio en la balanza comercial y de pagos con la entrada de toda clase de
mercancías del exterior y un choque de precios, que finalmente ha conducido a un
desmantelamiento de la producción social.

Esta situación es susceptible de agravarse y con ella todas las contradicciones económicas y
sociales relacionadas con el intercambio comercial en la medida en que por ejemplo, los EE.UU
que es el principal socio de Colombia decida cerrar sus fronteras en desarrollo de sus políticas
proteccionistas, lo cual traería como consecuencia un retraso considerable en el crecimiento y
desarrollo de las exportaciones de las cuales depende en buena parte la economía del país.

Desde luego que este hecho de por sí no significa en modo alguno que la nación esté condenada
a vivir eternamente en el subdesarrollo y bajo la dependencia de la economía norteamericana,
siempre y cuando se introduzcan los cambios económicos y políticos que demanda el país y el
pueblo colombiano, que van más allá de las simples disputas entre proteccionistas y partidarios
del libre comercio, que creen resolver los problemas y contradicciones del mundo capitalista
con la adopción de medidas coyunturales y reformistas que tan solo tienen por objeto aplazar
las crisis económicas, financieras, monetarias, ambientales, etc.

Hoy más nunca se impone la necesidad de cambiar el paradigma que nos impone el capitalismo
globalizado en crisis, que impide que países como Colombia puedan desarrollar su economía
con miras a satisfacer la creciente demanda de la población y de integrarse con otras economías
regionales y mundiales sobre la base de desarrollar un intercambio comercial equivalente y
fomentar la ayuda mutua y la cooperación internacional, con miras a erradicar la desigualdad
económica entre los países en torno a la producción y distribución de aquellos bienes y servicios,
para así acabar con el desarrollo desigual en que se asientan las relaciones económicas y
comerciales de los países dependientes de otros altamente desarrollados que gobiernan el
mundo capitalista.
2.- PARADIGMAS DEL MODELO ECONOMICO ORTODOXIA

En este apartado se tratará de mostrar que existe una contradicción entre el asumir los
fundamentos de los supuestos económicos como afirmaciones ontológicas y la falta de un
análisis propiamente ontológico en la corriente dominante (mainstream) para generar esas
afirmaciones.

La contradicción que se observa en los modelos económicos de la corriente dominante, y que


es una posible causa de la crisis en los modelos económicos actuales, es la que se haya
sustentada en la construcción de modelos sobre afirmaciones ontológicas porque, como ya lo
sugirió acertadamente Quine:

Una afirmación ontológica vale sin más, sin necesidad de justificación especial.]

De este modo se da cierta legitimidad, sin lugar a dudas falsa, pero que permea la aceptación
generalizada de los modelos. Evidentemente, no soluciona los problemas internos olvidados o
pasados por alto, de manera intencional o no. Lo que ocurre prácticamente es que se ignora el
sentido ontológico de los discursos. Y hay una gran inconsciencia (por no decir ignorancia) de lo
que se pasa por alto: la dimensión ontológica del discurso.

El problema de la deducción se origina por depender de la validez de los axiomas, de los que se
derivan los teoremas. La validez de la propia lógica deductiva obliga al argumento a mostrar su
validez empírica. El problema de la inducción es que la conjunción de sucesos puede no implicar
que se encuentren relacionados causalmente.

Generalizando, se puede afirma que la organización de las observaciones sobre las cuales se
evalúa la validez de los teoremas es un producto de la estructura teórica que generan los
mismos, por lo que aún cuando los axiomas se demuestren no hay un método al que pueda
apelarse para demostrar la certeza empírica de los teoremas.

Existen problemas inevitables en cualquier disciplina aplicada, cuyos teoremas se refieren a


sucesos reales y no conceptuales. Relacionada con esto se encuentra la construcción de
modelos, que es especialmente relevante en economía y que podemos relacionar con la idea de
representatividad.

En este sentido un modelo es una construcción hipotética, susceptible de una formalización con
la que se pretende representar un fragmento de la realidad y verificar teorías. Y en economía la
metodología debería tratar de generar un criterio que trascendiese el método y fuera un
mecanismo para aproximarse a la realidad.

La conexión entre filosofía y metodología es contundente. La metodología puede ser entendida


como teoría del método científico y tiene entre sus objetivos realizar una aproximación
epistemológica y metafísica de las teorías y mecanismos utilizados para alcanzar el
conocimiento.

La metodología ha estado relacionada tradicionalmente con la práctica científica. El origen del


“realismo crítico” dentro de la metodología económica está influenciado por el trabajo de
Lawson y la filosofía keynesiana. Este acepta que la economía puede ser una ciencia, en el
sentido de las ciencias puras. Y, por otro lado, ve la economía como interdependiente.

La razón por la cual tanto la función de producción agregada como los modelos de equilibrio
general prevalecieron como parte de la corriente dominante -en términos de la distinción de
Lawson- es porque se ajustan perfectamente al programa ortodoxo que da prioridad a la
ubicuidad de los modelos de tipo matemático-deductivo, mientras que tanto la propuesta
austriaca como la post-keynesiana son incompatibles con el programa ortodoxo.

En economía, “ortodoxia” se define (o al menos existe un consenso por parte de varios


historiadores), como la escuela dominante más reciente. En la actualidad, se identifica con esa
definición a la escuela neoclásica, caracterizada por un enfoque que se centra en una
modelización de los problemas económicos a través de agentes económicos representativos con
plena información de lo que sucederá, cálculos marginales y nociones de equilibrio general, que
aquí no nos detendremos a explicar por cuestiones de espacio (aunque también equilibrio
parcial, dado el enfoque utilizado en su momento por uno de sus mayores exponentes,
Marshall). El principal problema que intenta resolver esta corriente es la de la asignación de
recursos económicos y escasos en un determinado momento del tiempo.

Sin embargo, también vemos que “ortodoxia” puede implicar muchas otras cosas según quién
emplee el término. Ya sea en tono despectivo o para englobar a economistas que han estudiado
o enseñado en universidades norteamericanas, para algunas personas ortodoxia puede ser
sinónimo de predicación por libre mercado o defensa de la libre competencia. Sin embargo, con
una rápida lectura en Wikipedia podemos notar que otras escuelas que rechazan cualquier
intervención del Estado en la organización o administración de recursos lejos están de
clasificarse como ortodoxias en la literatura, como sucede con la Escuela Austríaca (incluso
englobada como heterodoxa, definición para la próxima entrega), por lo que ortodoxia no
debería estar asociado a ninguna postulación acerca de, por ejemplo, el rol del Estado.

3.- PARADIGMAS MODELO ECONOMICO MARGINALISTA

Esta escuela centra su atención en el análisis del funcionamiento de los mercados y en la teoría
de la formación de los precios. La teoría de la distribución de la renta es para el marginalismo,
una prolongación de la teoría de los precios. Con el descubrimiento de la noción de incremento
del valor marginal fue posible hacer un mayor uso de las matemáticas (concretamente, del
cálculo diferencial) en el análisis de los problemas económicos, que les permitió a los
economistas marginalitas elaborar una teoría de la formación de los precios de los bienes de
consumo, de los factores de la producción y de las condiciones de satisfacción o bienestar de los
consumidores en un orden económico de mercado lógicamente consistente. Como ha señalado
Kenneth E. Boulding, el análisis marginal no es otra cosa que una teoría de la optimización.

La metodología de la escuela marginalista era principalmente axiomática–deductiva. Se basaba


en un conjunto finito de axiomas, que permitían por medio de la lógica deductiva derivar el resto
de la estructura lógica.

Es en pocas palabras una corriente de pensamiento económico cuya característica principal es


la utilización del análisis marginal en los problemas económicos.

La escuela marginalista basa la noción de valor en elementos psicológicos (deseos, necesidades)


y no sólo en los costos de producción. Los autores que impusieron este método de pensamiento
económico durante el siglo XIX prosiguieron las investigaciones del filósofo francés Condillac
(1715-1780), que en su obra Tratado de las sensaciones había esbozado una teoría subjetiva del
valor. Según Condillac, las operaciones económicas tienen únicamente origen en los deseos de
los individuos.
El inglés Stanley Jevons (1835-1882), el francés Leon Walras (1834-1910) y el austríaco Carl
Menger (1840-1921) fueron los fundadores de las principales escuelas marginalistas. Los tres
consideraban, al igual que Condillac, que la intensidad de un deseo disminuye con su
satisfacción, y sostenían que para un bien supuestamente divisible la última parte de dicho bien
(la menos deseada) determina el valor del conjunto.

Walras superó rápidamente las pautas marginalistas y se interesó en los estudios


macroeconómicos que ponían de manifiesto la interdependencia de los datos económicos.

Mientras que Jevons intenta aplicar las matemáticas para definir el interés individual, Menger
desarrolla en su enseñanza una poderosa corriente de investigación marginalista que dará
nacimiento a la escuela de Viena. Ésta intenta reconstruir, a partir de la nueva noción de valor,
todos los mecanismos económicos. También propone una explicación del valor de los bienes de
producción, del interés, de la moneda, etc.

A pesar de la diversidad de investigaciones en que se basa, el marginalismo intenta un nuevo


tipo de razonamiento: el cálculo marginal, inspirado en el cálculo diferencial, que se sustenta en
las variaciones límite. De este modo el marginalismo no es sólo una corriente de pensamiento
que corresponde a una etapa de la historia económica, sino que aporta a la ciencia económica
rigurosos medios instrumentales, independientes de las opciones doctrinales.

A finales del siglo XIX y principios del XX el marginalismo perdió parte de su reputación. Al hacer
de la economía una ciencia aparentemente neutra sus adeptos se apartaron de las realidades
concretas, en particular de las relativas a la combinación de los factores de producción en el
proceso, sumamente complejo, de la revolución industrial. Por otro lado, al reducir sus
investigaciones a los deseos del hombre los marginalistas tendieron a reforzar el individualismo
propio de la sociedad liberal.

La escuela marginalista (tradición inglesa que pone el énfasis en la teoría de la utilidad) será el
antecedente más directo de la escuela neoclásica (la tradición del equilibrio general: Walras,
Pareto) que funda la visión más formalista de la economía ortodoxa. La metodología de la
escuela marginalista era básicamente axiomática-deductiva. El objetivo era establecer un
sistema lógico completo (libre de valores) y no el de responder a cuestiones políticas.

La publicación, en 1936, de la “Teoría general” de John Maynard Keynes supuso la instauración


de un nuevo paradigma económico. La reacción de la ortodoxia fue la de tratar de incorporar las
soluciones ofrecidas por Keynes a las teorías ya existentes, de modo tal que no entrara en
conflicto con la corriente principal.

Ésta es la razón por la que el cuerpo teórico desarrollado durante esta época es conocido como
“síntesis neoclásica keynesiana”.
4.- PARADIGMA DEL MODELO ECONOMICO SOCIALISTA

La base filosófica del Socialismo es el humanismo universal espiritual o Neo – humanismo,


mientras que el socialismo tradicional sienta sus bases en el realismo materialista. Sarkar ha
tomado algunos conceptos familiares dentro del ámbito del pensamiento socialista,
redefiniéndolos y creando conceptos totalmente nuevos.

Sarkar utiliza el término progreso para indicar el movimiento humano desde la imperfección
hacia la perfección, la cual es obtenida a través de la realización espiritual.

Por lo tanto, el Socialismo Progresivo, denota una concepción de sociedad en la cual el individuo
y la sociedad avanzan hacia etapas civilizatorias más elevadas a través del despliegue del
inherente potencial espiritual humano. Este incluye una filosofía integrada, una teoría de
dialéctica social, un sistema económico cooperativo descentralizado y un sistema político que
fomenta firmemente la libertad individual y asegura el bienestar colectivo.

Mientras que PROUT incorpora ideales morales y espirituales universales, el aspecto práctico
del proyecto social del Socialismo Progresivo apoya diversas políticas y programas basados en
una evaluación pragmática de las necesidades humanas.

En esencia, el Socialismo Progresivo es un sistema de ideas que aboga por liberación intelectual
y espiritual y la provisión de los requerimientos mundanos esenciales de la humanidad
cubriendo las necesidades humanas en tu totalidad de manera holística. La propuesta de la
Teoría de la Utilización Progresiva es fresca y profundamente radical y revolucionaria y como tal,
requiere de una transformación revolucionaria del individuo y de la sociedad para poder
materializarse. Sarkar, principalmente con su ejemplo revolucionario y mediante explícitas y
contundentes conferencias en las cuales ha desnudado los defectos de los sistemas socio-
económicos actuales que tantos sufrimientos causan al ser humano, ha infundido esperanza
para toda la familia universal con esta renovadora propuesta que debe ser seriamente
considerada.

5.- PARADIGMA DE MODELO ECONOMICO DE LIBRE MERCADO

Estas dos actividades humanas están íntimamente ligadas. Se comerció con el producto de
nuestro trabajo desde antes de que existiera la civilización, y el comercio estimula la producción.
Hay entonces aquí una relación complementaria. Es oportuno decir de una vez que se trata del
trabajo de todos; aún de los incapacitados, puesto que ellos son una parte inevitable de la
población; vienen con nosotros. Y también es oportuno decir que dividir el producto
desigualmente entre las personas que lo hacen es un vicio que no hemos podido erradicar, y
que más bien fomentamos cuando decimos cosas como “los dueños”, “la sobrevivencia del más
apto” y “competir o morir”.

La producción y el comercio están entre las principales actividades que caracterizan a la especie
humana, pero no son las únicas. Ni la relación entre ellas es indispensable, porque somos un
bicho con una enorme versatilidad que le permitió evolucionar sin meterse en el callejón sin
salida de la especialización; cosa que estamos haciendo cuando se da tantísima importancia al
mercado: una concha de tortuga. Es verdad que tenemos una tendencia evidente a comerciar,
pero es más bien parecida a la tendencia de los minerales a formar cristales de diferentes formas
que luego hay que guiar, cortándolos y puliéndolos para completarles la intención. Igual que el
mercado es una intención que necesita corrección y pulimento o dirección, porque no puede ser
libre sin sufrir adulteraciones y abusos como los que han conducido a la crisis, y como es de
hecho la actividad de la Organización Mundial de Comercio, cuya excesiva normativa es lo que
llaman comercio administrado, con el agravante de que estas normas son dictadas por las
naciones más ricas, y que contradictoriamente, la consecuencia de ignorarlas es la pérdida del
mercado: no te compran si no entras.

Andar forrajeando por su territorio equivalía primitivamente a estar produciendo, como


también acarrear la comida a la cueva, prepararla, y guardar lo que sobrara. Y la producción
aumentó mucho cuando el trabajo se dividió entre las mujeres haciendo el forrajeo y los
hombres el de la caza. Y aumentó todavía más cuando estos inventaron armas y herramientas
para facilitar la cacería. Y más todavía cuando idearon cambiar algunos de sus productos con los
de la tribu vecina.

Simultáneamente con la producción necesaria para comer estuvieron siempre la disputa por el
territorio con las hordas vecinas (la guerra), y el intercambio de bienes con ellos (el comercio).
Este es entonces casi contemporáneo con la existencia de la especie, y ha ido evolucionando de
formas extrañas, como poner los bienes en algún lugar, para que el otro los tomara a cambio de
los suyos sin ninguna comunicación entre los comerciantes, pero vigilados a distancia prudencial
por los guerreros de ambas tribus comerciantes; lo que todavía se hace. Al libre comercio lo
vigilan (lo llaman tutelar) legiones de autoridades que demandan el cumplimiento de las
regulaciones escritas en decenas de miles de páginas, administradas por la OMC (la Organización
Mundial de Comercio). Libre entonces nunca ha sido el comercio, pero se insiste en hablar del
libre comercio, y curiosamente, quienes más insisten en llamarlo así son precisamente quienes
más lo administran: la citada contradicción.

6.- PARADIGMA DE MODELO ECONOMICO HETERODOXIA

E suele calificar como ortodoxa a la persona que actúa conforme a una doctrina que considera
verdadera. Una doctrina, a su vez, es un conjunto de ideas, sean filosóficas, religiosas o
económicas, cuyo rasgo es la coherencia de sus fines y de sus medios.

Un heterodoxo es, por contraposición, aquel que no actúa respetando el contenido de una
doctrina, sino que combina medios o fines que no respetan la debida coherencia. La heterodoxia
puede responder al intento de satisfacer objetivos inmediatos aunque sean en última instancia
excluyentes, o bien puede ser consecuencia de la ignorancia; también puede resultar del
escepticismo sobre la validez de las distintas doctrinas.

En el mundo de hoy toman el carácter de doctrinas económicas el socialismo y el capitalismo.


Ninguna de estas dos doctrinas puede hoy encontrarse aplicada en estado puro, lo que no
implica que no estén claramente definidas.

El capitalismo se ha extendido como el único sistema compatible con la democracia. Su


aplicación en los países ha aceptado variantes válidas: por ejemplo, aquellas que persiguen el
propósito de mejorar la distribución del ingreso. Pero hay también deformaciones heterodoxas
que afectan el bien general y que son consecuencia de presiones sectoriales o de planteos
chauvinistas o, simplemente del error.
El avance en el estudio de la ciencia económica en los países avanzados ha permitido, en general,
que las intervenciones gubernamentales se restrinjan al logro de objetivos consensuados
socialmente, que no se alcanzan sólo por el mercado. En países culturalmente menos avanzados,
las intervenciones heterodoxas suelen responder en medida mucho mayor a la ignorancia o al
predominio de intereses sectoriales.

Un ejemplo es el de la política arancelaria. Está demostrado que el arancel de importación es el


impuesto más anticompetitivo. Las economías más protegidas son las que menos exportan en
relación con su producto. Además, también está demostrado que para competir es necesario
alinear los precios relativos internos con los internacionales. Ello requiere que todos los
productos tengan igual protección efectiva y esto se logra con un arancel de importación
uniforme. Chile ha entendido este principio y sus gobiernos, en los últimos 25 años, han
sostenido con continuidad un arancel uniforme y bajo. Se prevé reducirlo, en los próximos dos
años, al 6 por ciento.

Dicho todo esto, también debemos afirmar que una política económica ortodoxa requiere
instituciones públicas sólidas e independientes de grupos de interés. Requiere también una clase
política bien formada y con poder suficiente para atender el bien general y resistir a los reclamos
de los que hacen más ruido. Ninguna de estas condiciones se dio en la oportunidad en que se
convocó al doctor Ricardo López Murphy al Ministerio de Economía y éste propuso medidas de
corte ortodoxo para el corto y el largo plazo.

Su sucesor, el doctor Domingo Cavallo, ha puesto inicialmente en marcha una estrategia distinta:
se dedicó rápida e intensamente a construir un poder, convocando apoyos políticos y sectoriales
sobre la base de medidas heterodoxas.

Buena parte de esas medidas exigirá tratamientos discrecionales y diferentes para actividades,
regiones o aun empresas. La experiencia política de Cavallo, su personalidad y su extraordinaria
capacidad de trabajo han agregado el componente necesario para lograr apoyos parlamentarios
y externos. Gran parte de aquellos que discrepan hoy con la heterodoxia de sus medidas las han
aceptado, sin embargo, convencidos del enorme riesgo, en lo inmediato, de cualquier otra
alternativa. El reconocimiento de que Cavallo es una de las últimas cartas de que dispone el
actual poder político ha reforzado sus posibilidades.

La formación económica del actual ministro de Economía está más allá de toda duda. En el
pasado, por ejemplo, ha sido suficientemente claro sobre la conveniencia de reglas generales y
no discrecionales, así como sobre la ventaja de un arancel uniforme. Seguramente también
comprende que la competitividad requerirá reducir el peso del Estado sobre el sector productor,
bajando el gasto público improductivo, en lugar de aumentar impuestos. Así como debe
reconocerse que la recomposición del poder es condición necesaria y que el camino elegido por
el ministro seguramente es en estos momentos el único, cabe la pregunta: ¿qué rumbo
económico adoptará el país cuando se haya podido superar la actual emergencia? ¿Habrá
ortodoxia o habrá heterodoxia? En algún momento será necesario, seguramente, consolidar la
ortodoxia.
7.- PARADIGMAS DEL MODELO ECONOMICO SOCIAL DEL MERCADO

La Economía Social de Mercado tiene como trasfondo histórico la influencia de un grupo de


economistas alemanes pertenecientes a la “Escuela de Friburgo”, quienes en la década de 1940
se propusieron diseñar un modelo económico diferente del liberalismo clásico, del
neoliberalismo y del socialismo, que hiciera una nueva interpretación en los temas sociales e
intenta conjugar la libertad individual, la eficiencia económica y la equidad en la repartición de
las riquezas.

Trata de sintetizar una tercera opción entre liberalismo y socialismo que concilie la
“competencia y la solidaridad”, el mercado y la justicia social”. Sin embargo, esa tercera opción
nunca fue definida con exactitud, lo que le da al modelo un carácter dinámico, adaptable a
cualquier realidad y circunstancias. Así, la Economía Social de Mercado no es una propuesta
abierta, flexible a los cambios económicos y sociales.

El modelo promueve la eficiencia competitiva del mercado como garantía del rendimiento
económico; pero le asigna al Estado una amplia política social a fin de reducir la brecha dentro
de la sociedad, pues se considera que quienes no están en condiciones de subsistir en la
competencia y, por lo tanto, no obtienen ingresos del mercado, deben gozar también de una
existencia segura y particular de los progresos económicos de la sociedad. Así, con la fórmula:
“competencia hasta donde sea posible, planificación hasta donde sea necesario”, se delineó un
rol más activo del Estado. El modelo es un híbrido a mitad de camino entre una economía de
mercado desenfrenada y las economías de administración totalitaria.

Los aportes del Oriente asiático

La variante latinoamericano integra a la Economía Social de Mercado los aportes de los países
del Oriente asiático, pues el modelo europeo arriba descrito, sólo traza las pautas de una
economía equitativa, pero no aporta mucho sobre cómo salir del subdesarrollo, ni cómo
competir eficazmente en los modelos internacionales.

El modelo asiático se caracteriza por una alianza entre el Estado y la comunidad empresarial
para desarrollar ventajas estrategias que les permitan competir en los mercados
internacionales. Para ellos, las “ventajas comparativas” naturales no determinan en última
instancia la política comercial, pues garantizan las ventajas a través del impulso a la educación,
la inversión, el proteccionismo, los subsidios y la seguridad nacional.

En este modelo, el Estado no sólo se limita a ser un ente de equilibrio en la economía, sino que
es un actor de primera en la promoción del desarrollo. En esos países, los conglomerados
industriales determinan conjuntamente con el Gobierno en qué sectores económicos y en cuáles
etapas iban a concentrar sus esfuerzos. Los resultados de esas políticas son conocidos por todos.

Así, la evidencia histórica en el Oriente asiático pone en tela de juicio la afirmación de que el
desarrollo económico no puede conseguirse en situación de dependencia del sistema capitalista
internacional; pero también ha tirado por la borda la tesis neoliberal de que un alto grado de
intervención estatal en la economía es incompatible con el desarrollo económico.
Lo mejor de los viejos modelos

La Economía Social de Mercado aprovecha la herencia positiva del estructuralismo de la CEPAL


(Comisión Económica para América Latina y el Caribe), el que sin lugar a dudas, dotó a nuestra
región de una social y financiera, así como de un importante sector empresarial y laboral.
También de una infraestructura material en carreteras, acueductos, aeropuertos y redes
eléctricas.

El modelo toma además, los aciertos de las políticas fondomonetaristas que iniciaron la lucha
contra el populismo económico y enseñó la importancia de una economía estable para lograr el
desarrollo. Asimismo, asimila lo mejor del “Consenso Washington” que aporta los instrumentos
económicos para lograr un crecimiento con estabilización y una economía orientada hacia las
exportaciones.

Hoy América Latina cuenta con una sociedad civil en crecimiento y con medios de comunicación
que sirven de contrapeso al Poder estatal. Sobre esas bases se apoya el nuevo modelo para
impulsar el desarrollo.

La variante Latinoamericana de Economía Social de Mercado

La variante latinoamericana del modelo acepta la lógica del mercado promovida por el
pensamiento anglosajón, pero también acepta las adaptaciones que las economías de Europa y
Japón han incorporado al capitalismo a lo largo de los años. Jorge Castañeda plantea al respecto:
“a los problemas de deficiencia productiva hay que darle una salida anglosajona; a los de
subdesarrollo, una respuesta a la japonesa y a los sociales una respuesta a la alemana”[2].

El modelo promueve alianzas entre el Estado, las empresas y los trabajadores para lograr un
desarrollo industrial competitivo orientado a las exportaciones, hacia productos de alto valor
agregado que garanticen un crecimiento económicamente sustentable y socialmente justo. Para
ello, el Estado debe garantizar equilibrio macroeconómico, estabilidad monetaria y cambiaria,
inversión pública en infraestructura y seguridad social.

También el Estado debe otorgar facilidades de crédito para la inversión, subsidios suficientes y
necesarios, y garantías de mercados externos. Junto al sector privado, debe invertir en
investigación científica, así como atraer inversión extranjera y captar nuevas tecnologías.

El papel del Estado en el modelo

El modelo plantea que las deficiencias inherentes al sistema de mercado hacen indispensable la
acción de un agente que abarque a toda la comunidad, es decir el Estado, puesto que ningún
otro agente tendría incentivos o capacidad suficiente para asumir por sí solo los costos de
corregir esas eventuales deficiencias; las cuales de no ser debidamente conjuradas, afectarían a
la sociedad entera.

Además, la participación estatal arriba descrita se fundamenta no sólo en razones teóricas, sino
en razones prácticas, debido a que las desigualdades económicas y sociales en América Latina
son tan dramáticas, que cualquier modelo liberal tardaría siglos en poner los beneficios del
mercado al alcance de todos.

Esa realidad requiere de un Estado más fuerte, lo que no quiere decir un Estado más grande;
implica también un Gobierno más democrático en lo político, más equitativo en lo social y más
racional en lo económico. La consigna del modelo es: “más mercado y mejor Estado”
En fin la Economía Social de Mercado plantea una protección real que no afecte la eficiencia
productiva ni las relaciones internacionales; una regulación que no sofoque al mercado ni a los
agentes productivos; mas propiedad estatal sin populismo ni economía de mando; y una
competencia sin “capitalismo salvaje”.

Los desafíos del paradigma

El acierto más importante del modelo es que hace conciencia de la importancia de la equidad
para la paz social y para el desarrollo humano, pero adolece de inconsistencia lógica a la hora
de explicar las fuentes para financiar la política social sin afectar la dinámica de los sectores
productivos y la salud general de la economía. Ese puno es especialmente importante en los
piases pobres, puesto que para repartir riquezas primero hay que crearlas, pues ¿Cómo puede
haber repartición de algo que todavía no se tiene? los países europeos pueden desarrollar una
amplia política social porque han desarrollado un alto nivel de rendimiento en sus economías,
pero nuestros países no sólo adolecen de ese rendimiento, sino que también carecen de los
recursos económicos para generar excedentes que luego puedan ser repartidos.

Por todo lo anterior, en el PLD estamos conscientes de que la adecuación de estas peculiaridades
del capitalismo europeo y japonés a la realidad de nuestros países; que la conciliación de tantos
intereses en un mismo proyecto y la adecuación a nuestra realidad de tantos paradigmas
divergentes, será una tarea difícil; pero al menos es una salida realista que podría conducir a los
países pobres hacia una vía propia de desarrollo, así como corregir errores pasados, ahorrables
sacrificios a la sociedad y evitar volver hacia atrás o caer en el vacío.

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