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Inocencia sagrada
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Inocencia sagrada
Anotaciones sobre el cuerpo
la comunidad de la vida
y la ética
Contenido
Introducción……………......................................................................9
Conclusiones…………………………………………………...……241
XXIII. Como cultura, somos quizás, una de las pocas que tiene
potestad de detener su avance y contener los efectos de
su propia actividad dentro del planeta, mediante una
atopía. De este modo, la fórmula de la solución no es decir,
que el avance de la historia es indetenible, sino todo lo
contrario: que no hay más solución que contener dicho
avance, a como de lugar. De ninguna manera la historia ha
terminado. Pero, sin duda, debemos darle un sano fin, para
que pueda comenzar otra historia, esta vez en manos de
la ética, antes que en la mera y exclusiva razón; una nueva
historia donde tenga cabida una nueva forma de vida, esta
vez efectivamente racional y sensata.
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24. Cuando dos lugares están uno al lado de otro, como dos
países colindantes, la frontera es salvable con un solo
movimiento, con un solo paso, si así se quiere, o si así se
puede, antes del signamiento como antecedente
simbólico o intuitivo del desplazamiento, mediante la
señal del dedo del cuerpo. Cuando no sucede así, la
distancia se trasforma en infinidad de lugares que, al ser
pisados por el sujeto, impone esta sucesión, esta
institución de lugares, este dejar un rastro mientras se
desplaza, como ruptura de la distancia y como
constitución del camino, como pulsación viviente del
mundo.
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68. Toda tierra extraña, puede que esté habitada también por
extraños, para quienes los migrantes son también
extraños y para con quienes tendrán una actitud y una
forma (positiva o negativa, hospitalaria o inhospitalaria)
de recibimiento; en dicho caso último, devienen conflictos
y enfrentamientos; pero, también, encuentros y la
inevitabilidad de la mezcla de los lugares en el hábitat, en
la morada y en el paraje; lo único cierto es que ya nada
volverá a ser igual en el otro lugar, que ahora es el lugar
de varios o muchos cuerpos más. La migración y la
diáspora no siempre llevan a otro lugar vacío, carente de
la presencia de otros cuerpos; al respecto, ya conocemos
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202. La vía fácil o simple tampoco puede resultar tan fácil como
se esperaría. Pero la vía contraria (actuar en función –de–
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III.
257. Este cuido se realiza frente a las amenazas con las que el
cuerpo puede enfrentarse en tanto ya estar siendo. El
cuido se ubica en el exacto límite entre el ya estar siendo
y el porvenir, en el desborde, donde habita la potencia de
lo que puede o no puede ser. El cuido de si es tanto una
función práctica como una disposición ética natural e
innata del cuerpo, mediante la que se vislumbra, la
potencialidad inherente al ya estar siendo, como una
condición que deja ver que el cuerpo es todo en este ya
estar siendo, a la vez que se abre la posibilidad de ser más
o no ser más, frente a las amenazas que surgen
intramundanamente, como parte de la realidad.
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297. Es decir, al otro que está ahí o allí y al tercero que está en
enfrente de los dos y que nos confirma mediante la mirada
del ojo de su cuerpo. Y así sucesivamente, en una cadena
de realizaciones de la relación existencia (alma) y esencia.
Hasta el límite del no todo de la realidad. Que ya no puede
encontrar ningún ser (ninguna esencia) si no es en la
otredad absoluta del no uno. Que se presenta en la
realidad intranatural e intrarreal simple y únicamente bajo
el único compromiso y no vínculo que puede tener con
308. El ser es y nada más. Nada más se necesita, para que sea.
En cuanto el ser es, todo lo que es posible que sea en el,
tiene esperanza de ser y luego no ser. Por consiguiente,
nuestra constitución como cuerpo, es una forma de ser,
que es gracias a la cualidad negativa de que somos
309. Por ahora conviene decir, nada más, que existencia (ser
ente) y esencia (ya estar siendo en nuestra estancia
intramundana y natural en general) son simultáneas.
Ninguna precede a ninguna, como nos dice Sartre en El ser
y la nada y en El existencialismo es un humanismo. La
existencia y la esencia son simultáneas e inseparables.
Constituirse es, por lo pronto, estar descubiertos en la
inevitabilidad del ser, que fluye bajo la forma de la otredad
y por medio del milagro.
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348. Los límites, al igual que respecto del lugar y del momento,
no son absolutos. Los mismo, se pueden mover o
transgredir, aunque esta transgresión no se de sólo en
relación con el lugar o con el momento, sino con todo el
entramado espaciotemporal de la realidad o de la
naturaleza en su conjunto y, por lo tanto, con todo lo que
el cuerpo es en cuanto no todo parcial, en cuanto ente real,
en cuanto objeto.
IV
362. En y por medio del límite del rostro, todas las cosas, son
miradas humanamente en el ser de su propio ser. No en el
sentido de que las apartemos de su específica naturaleza
(subj)etual y concreta, sino en el sentido de que, por
medio del rostro, estas cosas, pasan a ser en su diferencia
y en su especificidad bienvenidas en la hermandad
humana sin perder su esencia, ya sea aquí o ahí, ahora o
después, no necesaria pero posiblemente, alguna vez.
365. Por ello, las cosas (los objetos) son relativas (son
relaciones respecto de) al mundo, aunque,
independientemente de lo que nouménicamente (lo que
en última instancia) sean, pertenecen a esta entidad que
llamamos naturaleza o realidad. Pero en su relatividad, de
ser, o aparecer como cosas de uno o varios mundos,
existen ya perfiladas por el rostro del cuerpo para ese
mundo como si y solo como si le pertenecieran, como
extensión relativa de la existencia del cuerpo, como
existencia dada precisamente en uno o varios mundos.
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403. La desnudez duele, hay que repetir, porque hace que nos
demos cuenta de que estamos en el mundo y de que, este
estar, es un deslizamiento. Un transcurso, una
conformación, una imbricación dentro de la realidad. Y
que de ella no hay escape alguno en tanto
permanezcamos y seamos humanos.
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465. Sin contar, con los dilemas éticos a los que enfrenta la
condición humana, como ya tendremos oportunidad de
plantear con algún detalle. Pero el cosmos, como esencia,
carga su propia intuición, no importa el grado de la misma.
Ni los lugares donde esta se eleva en el milagro de la vida
que se reconoce como vida o se oscurece en el cierre del
sentido, mediante la cual ella se mira agotada por el límite
y por un aparente desborde carente de alteridad, que
reniega su propia falta. Porque la naturaleza, como no
todo, se desborda, sin duda, pero este desbordarse es un
desbordarse sobre sus propios límites, fuera de los cuales
no hay nada ni tiene sentido nada. Es decir, en la nada, no
encontraremos nada, ni siquiera la mas ínfima potencia, la
mas leve fluctuación de algo que pudiese ser.
ii.
504. Pero, aún como el ratón de campo, supone una lucha por
crear la arquitectura de una vida que sea digna de ser
vivida: la dignidad, por su parte, únicamente puede ser
definida por la ética.
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524. Las (no) edades nada más nos dicen algo sobre la sucesión
del cuerpo respecto de sí mismo en el momento. Pero, de
ningún modo, en el sentido de que la sucesión sea algo
universal y / o real para todos los cuerpos. Salvo quizás y
al parecer, los ritos del nacimiento y la muerte. Sino que,
a través de ellas, algo se muestra como relativo de cada
cuerpo en su ya estar siendo aquí, ahí o allí.
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552. La creación del objeto del cuerpo supone que hay una
transferencia mutua de energía de ambos modos del / o
de los cuerpos, de manera que se dé como resultado la
constitución de dichos objetos del cuerpo, como ligados
al alma y a la esencia. Pero, a la vez, como algo de un
carácter dimensional distinto dentro de la realidad, que
constituye, aunque sea por un momento, en una forma y
en la fusión de los lugares o de las moradas.
565. A la vez que se conserva una parte del cuerpo que muere,
mediante la cualidad inherente a la memoria colectiva de
la comunidad, que nunca olvida (ya sea consciente o
inconscientemente) la presencia de cada cuerpo que se ha
cerrado en la muerte o en la desaparición de parte de su
mundo.
[i.
582. Esto es, ese pesado fardo que cargamos apenas estamos
vivos, sin que seamos por él o determinados por él, como
sugiere Heidegger. Aunque algo de razón le va al filósofo
alemán, al definir el dasein como ser para la muerte,
siendo la muerte la que completa el estar ahí ya de todos
modos del ser en tanto que cura, es decir, en tanto
proyecto que (procura encaminarse en su modo de ser
inevitablemente deyecto –así, lanzado– en el mundo)
espera la muerte, procurándose ya ser completamente un
circuito cerrado, un proyecto existencial, libre,
incompleto, vale decir…
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648. En su concreción.
649. En su positividad.
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667. El no todo del otro requiere, por ello, ser escuchado. Ser
tomado en cuenta. Ser incluido en el sistema de las
comunicaciones. Su bullicio ya es escandaloso, ante
nuestra incapacidad también escandalosa de escucharlo y
hacer caso omiso de sus advertencias y de su deseo
insatisfecho en tanto cuerpo.
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