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W. G. Sebald Pitrida patria Ensayos sobre literatura ‘Traducci6n de Miguel Séenz EDITORIAL ANAGRAMA [BARCELONA 3. UN «KADDISCH» PARA AUSTRIA Sobre Joseph Roth Y el conde pregunté al judlo: «Salomén, qué piensis del mundo? «Sefior conder, dijo Piniowsky, «ya no pienso nada de nada» Joserlt Roi, El busto del Emperador En mayo de 1913, el joven Joseph Moses Roth puso un limpio punto final en el instivuto alemén de Brody a su infan- ciay juventud nada libres de cuidados, al terminar con la cali ficacién asub auspictis imperatorse, ala cabeza de su promo- cién, los eximenes de bachillerto. Estaba a punto de irrumpir enel mundo, pasando por Lemberg y Viena, y me parece que enaquel momento dio la espalda con pesarasu patria, aunque aquello a lo que renuncié al hacerlo se convirtiera luego para len simbolo de todos os irreparables negocios desastrosos de que la vida se compone. Sélo en reeospectiva descubrié Gali- 2a; puso en el lugar de una patria destruida por la guerra, que con la disolucién del Imperio habia desaparecido definciva- mente de los mapas. a un vasto pals nostilgico dela Corona. Roth, que cuanto mds tiempo pasaba menos consegula supe- zaresaextincién, recordé en un suplemento cultural, en 1929, el momento mitico ea que el imperio de los Habsburgo se hhundié wen el mar de los tiempos... con todo su poder arma- do... tan completamente, tan para siempre como la infancia insignificance, incomparable con el Imperio, de un sibditos.* En esa equiparacién de un imperio perdido con la infancia perdida se hace manifiesta a relacin afeciva caracterstca del ‘melanedlico Roth con las derrotas y pérdidas suridas. Si existe 162 una Tierra Prometida, se encuentra muy atrés en el pasado, porque las palabras «tan completamente, tan para siempres que dan el tono emotivo en el pasaje citado no se refieren slo al momento del hundimicato sino que son también el ltimo reflejo de lo que en otro tiempo fue. En cambio el futuro es un espejismo. Es verdad que Mendel Singer cree, como se dice en Job, vaceprando la palabra de sus hijos, que América esla tierra de Dios, Nueva York Ia ciudad de las maravillas yet inglés el lenguaje més hermosos; es verdad que se dice que pronto elos hombres volarén como péjaros, nadardn como pecs, verén el fururo como profetas, vivirén en paz eterna y, en completa concordia con los astros, construiran rascacielosy? pero ni se convence a s{ mismo ni convence al lector, porque la parodia std ya inscritaen la perspectiva ut6pica, Por elo diltcilmente puede extrafar que, apenas una pagina més tarde, ol par de rmiserables astros y troceadas eonstelaciones que pusde perci- bir Mendel sobre el reflejo de la ciudad susciten en él el re- cuerdo ede las estrelladas noches de su patria, los profundos azules del muy tenso cielo, la suavemente curvada hoz de la Ina, el oscuro susurro de los pinos del bosque, el canto de los grillos ye croar de las ranas».> Tales imagenes recordadas apa- recen en la obra de Roth una y otra ver, casi regularmente vienen con elas la vasta superficie dé la tierra, la Naturaleza animada alrededor, el hombre con el roscro alzadoy la carpa cexcellada de! cela. Su forme expectBice recuerds ash la poeste hhebrea de la Nacuraleza, de la que Hermann Cohen ha dicho que «abarca siempre la votalidad del universo en su unidad, canto la vida en la tierra como los luminosos espacios celestia- less Sin embargo, Jo que en Ia poesia hebrea hubiera podido ser atin un reflejo del orden monotesta est inspirado en Roth por el escalofrfo dela apatrdia, que sopla sobre el campo del eilio. : Para Joseph Roth, que se cri6 en una ciudad en la que los judios constitufan le gran mayoria de la poblacién y que, 163 como recuerda David Bronsen, fue llamada por José II la ‘nueva Jerusalén, la experiencia del exlio comenzé con su lle- gada ala Nordbahnhof de Viena, con su cuarto subalquilado en la Leopoldstadt y el encuentro con estudiantes nacionalis- ta alemanes en la universidad. La Primera Repiiblica, con su ‘reciente antisemitismo brutal, era un tertitotio sumamente inseguro para un joven litratojudfo, y tampoco el Berlin de los afios veinte, al que pronto se trasadé Roth, estaba muy inclinado a dejar que surgieran en él entimientos pattiicos. En su extenso ensayo publicado por primera ver en 1927, Ju- dios errantes, que describe el tren hacia el oeste como un ca- mino equivocado, se dice que para los de fuera wguarda su 0s- ccutidad un gueto no menos cruel» cuando, «semimuertos, hhan conseguido escapar al hostigamiento del campo de cot centracién».£ Corrfa, como queda dicho, el aio 1927, y es de suponer que, con el concepto de ecampo de concentracién», Roth se referfa alos campos de acogida y traslado que funcio- naban por completo como instalaciones de ayuda, en los que hasta muy entrados los 2fos veinte se alojaba a los judios ex- pulsidos hacia el oeste desde las antiguas zonas austrlacas. Sea lo que fuere lo que Roth queria expresar con elas vejacio- nes de los campos de concentracién», el término va més allé elo que en ese pasaje pretende, no s6lo porque el lector €o- rnoce el ulterior desarrollo de Ia historia, sino porque pocos hhan previsto las cosas tan claramente y con tanta antcipacién ‘como Joseph Roth. Si Berlin le permitié atin la ilusién de po- der pasar inadvertido como cosmopolita, con cada viaje a provincis le resultaba mis claro lo monstruoso ¢ inhabieable {que se habfa velco su pals de acogida; no en vano solia acor- ‘ar su nombre, convirténdolo en la casi inaudible sucesi6n de letras «‘Deschld.», que da la impresin de ser una metéfora de la falta de carifi. En el viaje al Harz que hizo en 1931 se detiene en un mesén de Halberstads, y a fin de camuflarse oma una cerveza, se fuma un cigarro y lee el Amnanceigen 164 enel que se hace burla de la democracia. «Las ideas del perié- dicos, eseribe Roth, slos tranquilizaron, es decir, a los sefio- res de la mesa de al lado, esobre las mias. Y uno de ellos pare- ci6 estar tan contento conmigo que levanté su vaso para brindar por mi. Yo correspond! seriamente... ¢ inmediats- mente romé Ia decisién de escapar de él»? Bl sarcasmo de Roth no puede esconder que en los ojos del vecino ve ya la amenaza de muerte. Bronsen sefiala que Roth, a raz de sus experiencias en Halberstadt y Goslar, dijo a sus primos: «No sabéis lo tarde que es. Esas ciudades se encuentran a cinco ‘minutos del pogromo.»' Mucho de lo que Roth puso por es- cxio en los siete afios siguientes, que fueron para él los mas Restablecer el presentimiento que tenia el nif en la = curidad de la tienda del relojero,en laque habia mil voces que ‘cuchicheaban haciendo tictac, és sin duda lo que el narrador Roth quisiera hacer. Por eso, mientras el relojero se encajaba lalupa en el ojo, miraba la percurbada maravilla de ruedecitas ydientecitas, scomo si mirase por un agujero ribeteado de ne- 172 70 hacia un pasado lejanor.3* La esperanza del relojero, como ta dal prosist, es poder volver a poner todo en el orden pre- tendido al principio mediante una intervencién diminuta. En comparacién con ese ideal mesiénico, mucho de lo que escribla debia parecerle a Roth deficiente 0 malogrado. En ocasiones se autocritica severamente, de forma realmente cscrupulosa. En particular, su trabajo en Le marcha de Ra- detcky suscit6 en él dudas dificiles de calmar. «Un dia todo sale bien, al siguiente todo es una porquerfa. Todo es taima- do y engafioso.. Me temo que soy chapucero.»® La preocu- pacién de Roth es que, como’el Nissen Piczenik del rlato Leviatin, legue a traficar con géneros falsos. Sabe que la ten- tacién es grande y que el trabajo del escritor, de forma no discinta a la del impostor, consiste en encontrar una wférmu- Jay que le permita vivir por encima de sus posiilidades > Asi pues, en el campo de la estética hay siempre, en definiti- va, una cuestion ética, No en balde arden los corals de celu- loide introducidos desde Hungria por el cojeante Jend Laka tos, si se encienden, con una luz azulada «como la cortina de Fuego que rodea el infierno». ‘Benjamin opinaba que el verdadero narrador no es ti- butario de la Historia sino de la Historia Natural, Por ello no es de exuafar que a Roth le desagradara La marcha de Radetcky. Tomar préstamas de la Historia para lo que, con clase. rane, de. ascn, lama. «sn. carmnpsiciénn la considers. gastado y mentiroson.>¥ Reveladora en ese aspecto es La no- che mil dos, en la que el procedimiento narrativo despreciado por Roth, que se limita a elaborar acontecimientos memors- bles, se convierte en tema del propio relato. En las cltimas piginas de esa narracién, inspirada por un desconsuelo de ‘cuento de hadas sobre la decadencia del capitén de caballeria ‘Taictinges, un pandptico vienés, el nuevo Teatro del Biosco- pio Mundial, promete mostrar, en cuatro cuadros files de tamafio natural, lo siguiente: 173 1, Lallegada del gran Shah con sus ayudantes ala estacin de Francisco José (tren imperial en miniatura) 2. Elharén y el Gran Eunuco de Teherén. 3, La concubina de Viena, hija det pueblo de Sievering, es preseneada al Shah por alas personalidades y se con- verte en la reina absoluta del harén en Persia. 4, EL testo del séquito del Shah de Persia. La concubina de Viena es interpretada por Mizzi Schi- nagl, que firma como copropietaria del Teatro del Bioscopio Mangial, empresa en la que Taittinger ha metido su tltimo dinero para liberarse de la deuda que siente hacia Mizi Y los cuatro cuadros anunciados en al cartel no son més que tuna sinopsis de la époce desgraciads en que l vida de Taittin- {ger tomé un rumbo equivocado. Esa repeticién de la propia historia resulta espantosa, sobre todo, porque se presenta en ‘amafio completamente natural... slo el ten de la Corte es de tamafio necesariamente reducido, Realmente las dimensio- nes son la caracteristica decsiva, porque mientras una mutie- quita, como es sabido, puede encerrar un alma, las figuras de cera de tamafio natural son monstruos que no la tienen. Tino Percoli, el vijo feriante italiano, que surministr las figuras de cera al Teatro del Bioscopio Mundial, conoce las secretas di- ferencias de las dimensiones. £l termina la historia de la no- che mil dos con las palabras: «Tal vex podrla construi musie- os que tuvieran corazén, conciencia, pasiones, sentimientos yuna moral. Pero nadie en este mundo se inceresarfa por ellos. La gente sélo quiere rarezas en este mundo: monstruos ‘slo que quieren, s(sefor, s6lo monstruos.»*” a ambicién de Roth, a diferencia de varios de sus ce- nombrados contemporaneos literarios, que pensaban en gi- gantescos proyectos, se dirigia al formato pequetio, el nico ‘en que crefa poder conservar ciertaintegridad. Su medida ideal cra, por es0, la de un texto de leerura. «Quisiera escribir de 174 forma que me incluyeran en un libro de lectura, dijo al pare- cer® Quiz’ por ello muchos de sus trabajos en prosa, que, como es sabido, esctbia siempre con letra esmerade y prefe- rentemente en cuademos escolares, se convirtieron en textos de leceura realmente ejemplares. Entre ellos no figurarfan en ‘lkimo lugar las pdginas de ineroduccién de La marcha de Ra- detaky, que tratan de la deformacién de la verdad por un mi- nistro de educacién bien intencionado. Si se han recogido ya «en los libros escolares no lo sé. En cualquier caso, la fantasia historia escrita sobre el héroe de Solferino muestra lo escépti- ‘aque era a postura de Roth frente a todas las ficcionaizacio- nes, incluidas las suyas. Sien el arte imporca algo, st puede resumirse la estética no ficil de descubrir de Roch, es la fideli- dad al detalle, De qué dimensiones se ocupa la verdadera ha ilidad queda ilustrado en el maravilloso reporeaje sobre la &- brica de relojes Glashiite de Dresde. Como las partes de las ‘herramiencas son tan diminutas, escribe Roth, el rlojero crea con el tacto poético de un ciego. Se liman espiraes invsibles yy se afilan puntas de aguja de acero que no existen si no se ‘busean con lupa. Es yalafrontera entre trabajo y creacin»,>? prersamente I rontes}ique fue tambign decsva par el pro- sista Roth, porgie supérarla equivall, al menos viwalmente, a liberarse del exlio y regresar @ la patra perdida. De abt parre ‘una linea de unién con la imagen poésica de Austria que se hizo Roth, Es un cuadro al que, me parece, le falta toda pre- tensin de poder, todo rasgo imperialista, Lo que querta hacer Roth con su modelo de Austria corresponde, en el mejor de los casos, a las posibilidades desaprovechadas de la Historia, (Quiz4, asf opina el anciano sefior Von Maerker al final de EI _profta mudo,en su tiempo existera asin realmente la posbil- dad de shacer de... la monarquia una patria para todos. Hu- biera sido el pequefio modelo de un gran mundo futurov.*° EI acento no esté en el gran. mundo futuro que Roth sabe per- dido hace tempo sino en el «pequefio modelo», que es ilu- 175 _minado por el resplandor del pasedo, La relacién afectiva que ‘mantiene el escrtor Roth con ese modelo esbozado por él y, comparado con la Realpolitik, desesperadamente anacrénico de un reino ecuménico es comparable a la que une al sefior Frohman de Drohobycx.con el Tempel Salomonisde madera de picea, cartén piedra y purpurina, construido siguiendo ficlmente las indicaciones de la Biblia. El sefior Frohmann, que va de un gueto 2 otro con su obra de arte y, ocasional- ‘mente, lege incluso a Berlin, se considera guardiin de la tta- dicién. Afirma haber construido durante sete alos ese peque- fo templo en miniatura, del que puede verse «cada cortina, cada vescibulo, lx mis pequeta almena, todo utensilio sagra- dos. y Joseph Roth, que cuenta la historia del seior Froh- mann, le cee, porque «teconstruit un templow, dice, «tequie- retanto tiempo como amore. NoTAS 1, Die und k Veen 1974, p21 2. (J Reh, Romane, Eaenge, Axi, Coli, 1964, 256 (Haye dlocrién a caelno de Bemabé Eder, Jb Batelona, 1981) ‘3, hid, p 257 4. HL Caen, Scifi vol I, Bes, 1924, pp 45 46. 5. Op cing A. 5. Roth, Romane, Ersbangn Auf, 56, 7, stalbesade, Tannhiter, Sehache, © Roth, Wer, vol. Ul, Colonia, 1967, p67. 8.'Op. itp. 42h 9. Roch, Radecymaench Renbek 1967, , 54 (Hay erducidn call ode Artur Quintana La marche de Raden i, 1969) 10. Did p11, doen, Bronsen, Jap Rath Colonia 176 1 isp 18. 1 Bid 234 13, Mad p. 190 14 thi, 9 U8 15. Roc, Du flee Geviht Rainbek 961, p. 7 Hy raducion le sellane de Miguel Sen, Bl poof, Madi, 1994) 16. Roth, detach 93. 7 this p54 18, Vese'W. Benjamin, Unprang der dewsshen Trane, Fala, 1963, . 246 (Hay esd al allan e Jose Mun El one del dx Sere alr, Madd 1991) 19, Vease Bronsen, op. 77. 20,

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