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“Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”

Semana Santa
Primera Estación

ALUMNO : ANDY ACHIC CENA

DOCENTE : MG. MURILLO PONTE, MANUEL

CURSO : HISTORIA

GRADO : 2DO AÑO DE SECUNDARA

TURNO : MAÑANA

HUACHO - 2018
Presentación

El viacrucis es una devoción centrada en los misterios dolorosos de Jesucristo,

en cuyo camino se medita las estaciones que siguió durante su traslado hacia

el monte Calvario, donde murió crucificado. Son 15 estaciones los que

conforman el viacrucis y en cada una, se fija un episodio de la pasión de

Jesucristo, Estas estaciones tienen un núcleo central, expresado en un pasaje

del Evangelio o tomado de la tradición cristiana que propone la meditación de

la pasión.

La costumbre de rezar las estaciones de la cruz se dio inicio en Jerusalén,

cuando ciertos lugares de la llamada "vía dolorosa" fueron marcados desde

los primeros siglos. Hacer ahí el camino de la cruz se transformó en el objetivo

de muchos peregrinos desde el mandato de Constantino en Roma en el siglo

IV. Son 15 las estaciones que forman parte del viacrucis de las que veremos

la primera estación.
Jesús es condenado a muerte

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 27, 22-23.26

Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»

Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió: «pues ¿qué mal ha

hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les

soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo

crucificaran.

MEDITACIÓN

El Juez del mundo, que un día volverá a juzgarnos, está allí, humillado,

deshonrado e indefenso delante del juez terreno. Pilato no es un monstruo de

maldad. Sabe que este condenado es inocente; busca el modo de liberarlo.

Pero su corazón está dividido. Y al final prefiere su posición personal, su propio

interés, al derecho. También los hombres que gritan y piden la muerte de

Jesús no son monstruos de maldad. Muchos de ellos, el día de Pentecostés,

sentirán «el corazón compungido» (Hch 2, 37), cuando Pedro les dirá: «Jesús
Nazareno, que Dios acreditó ante vosotros [...], lo matasteis en una cruz...»

(Hch 2, 22 ss). Pero en aquel momento están sometidos a la influencia de la

muchedumbre. Gritan porque gritan los demás y como gritan los demás. Y así,

la justicia es pisoteada por la bellaquería, por la pusilaminidad, por miedo a la

prepotencia de la mentalidad dominante. La sutil voz de la conciencia es

sofocada por el grito de la muchedumbre. La indecisión, el respeto humano

dan fuerza al mal.

ORACIÓN

Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha

sofocado la voz de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo de la historia;

los inocentes son maltratados, condenados y asesinados. Cuántas veces

hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la


justicia. Da fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz.

Mírame como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada

penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. El día de

Pentecostés has conmovido en corazón e infundido el don de la conversión a

los que el Viernes Santo gritaron contra ti. De este modo nos has dado

esperanza a todos. Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la

conversión.

¿POR QUÉ CONDENARON A MUERTE A JESÚS?

La figura Jesús de Nazaret se iba haciendo muy controvertida conforme

avanzaba su predicación. Las autoridades religiosas de Jerusalén se

mostraban inquietas con el revuelo que el maestro llegado de Galilea para la

Pascua había suscitado entre el pueblo. Las elites imperiales también, ya que

en unos tiempos en que periódicamente había rebrotes de alzamientos contra

la ocupación romana encabezados por líderes locales que apelaban al

carácter propio de los judíos, las noticias que les llegaban acerca de este

maestro que hablaba de prepararse para la llegada de un «reino de Dios» no

resultaban nada tranquilizadoras. Unos y otros estaban, pues, prevenidos

contra él, aunque por diversos motivos.

Jesús fue detenido y su caso fue examinado ante el Sanedrín. No se trató de

un proceso formal, con los requerimientos que más tarde se recogerían en la


Misná (Sanhedrin IV, 1) —y que exigen entre otras cosas que se tramite de

día—, sino de un interrogatorio en domicilios particulares para contrastar las

acusaciones recibidas o las sospechas que se tenían acerca de su enseñanza.

En concreto, sobre su actitud crítica hacia el templo, el halo mesiánico en torno

a su persona que provocaba con sus palabras y actitudes y, sobre todo, acerca

de la pretensión que se le atribuía de poseer una dignidad divina. Más que las

cuestiones doctrinales en sí mismas, tal vez lo que realmente preocupaba a

las autoridades religiosas era el revuelo que temían provocase contra los

patrones establecidos. Podría dar lugar a una agitación popular que los

romanos no tolerarían, y de la que se podría derivar una situación política peor

de la que mantenían en ese momento.

Estando así las cosas trasladaron la causa a Pilato, y el contencioso legal

contra Jesús se llevó ante la autoridad romana. Ante Pilato se expusieron los

temores de que aquel que hablaba de un «reino» podría ser un peligro para
Roma. El procurador tenía ante él dos posibles fórmulas para afrontar la

situación. Una de ellas, la coercitio («castigo, medida forzosa») que le

otorgaba la capacidad de aplicar las medidas oportunas para mantener el

orden público. Amparándose en ella podría haberle infligido un castigo

ejemplar o incluso haberlo condenado a muerte para que sirviera como

escarmiento. O bien, podía establecer una cognitio («conocimiento»), un

proceso formal en que se formulaba una acusación, había un interrogatorio y

se dictaba una sentencia de acuerdo con la ley.

Parece que hubo momentos de duda en

Pilato acerca del procedimiento, aunque

finalmente optó por un proceso según la

fórmula más habitual en las provincias

romanas, la llamada cognitio extra

ordinem, es decir un proceso en el que el

propio pretor determinaba el

procedimiento y él mismo dictaba

sentencia. Así se desprende de algunos detalles aparentemente accidentales

que han quedado reflejados en los relatos: Pilato recibe las acusaciones,

interroga, se sienta en el tribunal para dictar sentencia (Jn 19,13; Mt 27,19), y

lo condena a muerte en la cruz por un delito formal: fue ajusticiado como «rey

de los judíos» según se hizo constar en el titulus crucis.


Las valoraciones históricas en torno a la condena a muerte a Jesús han de ser

muy prudentes, para no realizar generalizaciones precipitadas que lleven a

valoraciones injustas. En concreto, es importante hacer notar —aunque es

obvio— que los judíos no son responsables colectivamente de la muerte de

Jesús. «Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo

(cf. Mt 25, 45; Hch 9, 4-5), la Iglesia no duda en imputar a los cristianos la

responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que

ellos con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos»

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