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Contenido
1 Feudalismo
6 Reproducción feudal
10 Referencias
11 Fuentes
Feudalismo
Clases principales
Las clases principales de la sociedad feudal son las constituidas por los señores feudales y por
los campesinos. La clase dominante y explotadora de los señores abarcaba a la nobleza y al alto
clero. Dentro de la clase dominante, existía una división jerárquica en estamentos, una
subordinación de los pequeños señores feudales a los de mayor poderío.
La Iglesia era una gran potencia feudal. Los campesinos explotados carecían de derechos
políticos y jurídicos. En las ciudades, la masa principal de la población se hallaba constituida
por maestros, oficiales, aprendices y trabajadores no calificados.
Relaciones de producción
La base de las relaciones de producción dominantes bajo el Feudalismo era la propiedad del
señor feudal sobre los medios de producción, en primer lugar sobre la tierra, y la propiedad
incompleta sobre el trabajador, la cual se expresaba en diversos tipos de dependencia personal
del campesino respecto a su señor.
Bajo el feudalismo, las fuerzas productivas sólo podían desarrollarse sobre la base del trabajo de
los campesinos dependientes, quienes poseían su hacienda, instrumentos de trabajo
insignificantes y se sentían algo interesados materialmente en el trabajo.
Explotación agraria
En los territorios de los señores feudales existían no solo un número determinado de aldeas, sino
también una gran cantidad de ciudades. Por ello en su radio de explotación se encontraban tanto
los campesinos como los artesanos urbanos. La propiedad feudal comprendía el dominio
completo en los límites de determinado territorio. Las relaciones de la propiedad agraria estaban
firmemente vinculadas a las relaciones de dependencia personal. Las relaciones de dependencia
personal imperaban en todo el sistema de relaciones sociales del feudalismo.
(...) Todo el mundo – escribió Marx – vive sojuzgado: siervos y señores de la gleba, vasallos y
señores feudales, seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las
condiciones sociales de la producción material como las relaciones de vida cimentadas sobre
ellas.
Economía terrateniente
En la economía terrateniente, toda la finca del señor feudal se fraccionaba en dos partes. Una
parte, la tierra terrateniente en la que con el trabajo y los instrumentos de los campesinos se
obtenían productos agrícolas, que eran apropiados enteramente por el señor feudal. De esta
manera en la tierra terrateniente se ejecutaba la inversión de trabajo adicional de los campesinos
y se obtenía el producto adicional. La otra parte de la tierra recibía el nombre de nadiel (lote).
En esta tierra tenía el campesino su hacienda donde reproducía el producto necesario. En esta
tierra debía obtener el producto suficiente para su alimentación y la de su familia.
Economía tributaria
En la economía tributaria toda la tierra era dada al campesino en nadie. Toda la producción
agrícola era lograda en las haciendas tributarias campesinas. Una parte del producto creado era
entregado por el campesino al terrateniente en forma de tributo. Y la otra parte quedaba en
manos del campesino para la reproducción de su fuerza de trabajo y mantener a su familia.
En la economía tributaria tanto el trabajo adicional como el trabajo necesario eran invertidos en
la hacienda del campesino. En la economía terrateniente, el trabajo necesario y el trabajo
adicional estaban divorciados en el espacio y en el tiempo: el trabajo necesario era invertido en
el nadiel del campesino y el trabajo adicional en las tierras del señor feudal (terratenientes).
El trabajo adicional en la economía terrateniente se diferenciaba muy poco del trabajo de los
esclavos. El producto de todo el trabajo en la economía terrateniente pertenecía al señor feudal
por lo que el campesino no estaba interesado en sus resultados. Por esta razón los señores
feudales convertían las haciendas terratenientes en haciendas tributarias. Los terratenientes
tropezaron con limitaciones objetivas pues era preciso ofrecer a los campesinos la posibilidad de
reproducir el producto necesario. En caso contrario el campesino no hubiera estado en
condiciones de continuar el proceso de producción.
Por otra parte el número de jornadas de prestaciones no era igual en todas las regiones. En Rusia
se había legalizado en tres días pero posteriormente los terratenientes aumentaron el número de
jornadas hasta dejar a los campesinos solo el domingo y las noches. Esto perjudicaba tanto a la
hacienda campesino como a la hacienda terrateniente. El campesino perdió todo interés en el
trabajo de la hacienda terrateniente y disminuyó la productividad del trabajo y su calidad por lo
que se veía afectado el producto adicional.
Archivo:renta feudal.jpg
Rentas
Las relaciones agrarias constituían la relación fundamental de producción del modo feudal. Por
eso las relaciones de producción fundamentales del feudalismo se manifestaban en la renta, que
representaba la forma económica de realización de la propiedad feudal de la tierra.
La finalidad de la producción feudal residía en la creación del producto adicional que en forma
de renta del suelo se apropiaban los señores feudales y empleaban para satisfacer sus
necesidades. La original dualidad del trabajo de los campesinos dependientes condicionaba la
dualidad del producto adicional en la sociedad feudal. El producto adicional lo mismo que el
producto necesario, era valor de uso, es decir, poseía la capacidad de satisfacer las necesidades
de los que se lo apropiaban, o sea, de los señores feudales por su condición de propietarios de la
tierra. A la vez, habiendo sido creado por el trabajo forzoso de los campesinos siervos, el
producto adicional tomaba la forma específica de renta feudal del suelo. El producto adicional
creado como resultado del trabajo forzoso de los campesinos dependiente de los señores
feudales era apropiado por estos en forma de renta feudal del suelo para su consumo parasitario.
En esto consiste la esencia de la ley económica fundamental del feudalismo.
Reproducción feudal
La fuente de todo aumento de la producción es el producto adicional. Por ello solo podía tener
lugar en el caso de que una parte del producto adicional, se destinara de vez en cuando a la
ampliación y perfeccionamiento de la producción, cosa no común debido al consumo parasitario
de la clase feudal. Esto ocurría de manera esporádica preferentemente en ocasiones que debido a
la existencia de prestaciones fijadas con anterioridad, el señor feudal no podía apropiarse de
golpe de todo el resultado del incremento de la productividad del trabajo en la hacienda
campesina.
Mercado
Paralelamente al desarrollo de la técnica, creció la división social del trabajo, ante todo en la
artesanía. Surgían más artesanos que se especializaban en la producción de unas pocas
mercancías. Se convirtieron en ramas independientes diversos oficios de la artesanía a los que se
había dedicados los campesinos en sus viviendas y en las haciendas de los terratenientes
(elaboración de hilados, tejidos, etc). Producto al crecimiento de la división social del trabajo,
creció inevitablemente la producción y el cambio de mercancías.
A finales del siglo XV e inicios del siglo XVI, la forma de la renta en dinero pasó a ser
dominante en varios países, lo que amplió considerablemente las relaciones mercantiles y
monetarias y la influencia del mercado en la economía feudal. Fue desapareciendo
gradualmente el aislamiento de las haciendas de los campesinos y los terratenientes. Los
campesinos se fueron transformando paulatinamente en productores de mercancías. En las
ciudades se ampliaron con mayor rapidez las relaciones mercantiles debido a que en la división
del trabajo y la especialización de la producción, se operaron los cambios más rápido que en el
campo. El desarrollo ulterior de las ciudades como centros del desarrollo de la producción
mercantil y del comercio, ejercía una influencia cada vez mayor en la desintegración de la
economía natural.
El incremento de la producción mercantil fue aparejado con la ampliación del mercado. Las
relaciones comerciales entre las ciudades y entre las ciudades y el campo, así como entre los
diferentes países, se fueron haciendo cada vez más amplios y necesarios. Los grandes
descubrimientos geográficos, imprimieron un fuerte impulso al desarrollo del comercio.
Economía Natural
En los siglos XV y XVI las relaciones mercantiles y monetarias, había penetrado lo suficiente
en la economía no solo de las ciudades, sino también del campo. La existencia en estas
condiciones de los gremios de artesanos y de las haciendas naturales, se hacían cada vez más
incompatible con las necesidades del desarrollo sucesivo de la economía.
Entre las nuevas fuerzas productivas, que exigían nuevas formas de organización del trabajo a la
forma de la cooperación de productores especializados y un nuevo modo de unificación de las
fuerza de trabajo con los medios de producción, por un lado, y las caducas relaciones de
producción basadas en la dependencia personal de los productores respecto a los propietarios de
la tierra, por otro lado, apareció y se agudizó cada vez más la contradicción inconciliable.
Apareció la necesidad social de sustituir las viejas relaciones de producción feudales por otras
nuevas, que correspondieran al crecente desarrollo de las fuerzas productivas.
Los productores de mercancías que tenían peores condiciones de producción, invertían mucho
más trabajo y solo podían cubrir parte los gastos de producción al vender sus mercancías.
Inexorablemente una parte de estos productores se arruinaban. Por otra parte aquellos que
disponían de mejores condiciones de producción y lograban una intensidad y productividad del
trabajo más avanzada, se enriquecían. Acumulaban en sus manos grandes sumas de dinero y de
medios de producción. Con esto se creaban las condiciones para un nuevo procedimiento de
unificación de los productores con los medios de producción. Los productores de mercancías
arruinados, al no disponer de toda clase de medios de producción, se veían obligados a
contratarse por dinero, trabajando para aquellos que poseían los medios de producción. La
producción mercantil basada en los medios de producción y en el trabajo de los propios
productores, se transformaba cada vez más en una nueva forma de producción mercantil más
desarrollada: la forma capitalista de producción mercantil.
Producción Mercantil
Las relaciones capitalistas de producción surgidas en las entrañas del régimen feudal, se
diferenciaba de las formas anteriores de la economía mercantil, ante todo como gran producción
que empleaba la cooperación del trabajo de muchos obreros asalariados.
Los economistas burgueses, describen sublimemente la historia del surgimiento del capitalismo,
afirmando que la acumulación de riquezas deviene desde la remota Antigüedad como resultado
del amor al trabajo y el espíritu de austeridad de unos y de la indolencia y despilfarro de otros.
En verdad las relaciones capitalistas de producción surgieron y luego se convirtieron
objetivamente en las relaciones dominantes, producto a las leyes del desarrollo social. Pero la
acumulación originaria del capital fue beneficiada y acelerada con el empleo de la violencia
directa y sin disimulos de ninguna índole.
Constituye un ejemplo típico de cómo se desenvolvió la acumulación originaria del capital los
acontecimientos acaecidos en los siglos XVI y XVII en Inglaterra, donde la producción
capitalista alcanzó un mayor desarrollo antes que en los demás países de Europa. La nobleza
aburguesada, desalojó violentamente de la tierra a los campesinos que se habían liberado de la
servidumbre feudal. Al quedarse sin tierras, los campesinos se vieron obligados a contratarse a
los capitalistas. Paralelamente se operó el proceso de aparición de los granjeros capitalistas. “El
recuerdo de esta cruzada de expropiación – escribió Marx – ha quedado inscrito en los anales de
la historia con trazos indelebles de sangre y fuego.” Los campesinos arruinados y despojados de
sus tierras se fueron convirtiendo en una masa empobrecida que llenaba los caminos y ciudades
en busca de trabajo y medios de existencia. Así mediante la violencia se aceleraba la
proletarización de las amplias masas.
La violencia es además una importante vía para acelerar la concentración de las riquezas en
manos de unos pocos. Muchas empresas capitalistas nacieron a expensa de la acumulación
concentrada en manos f\de los comerciantes u usureros. Pero además desempeñaron un enorme
rol otros métodos de acumulación de riquezas, como el sistema de explotación colonial de los
pueblos, el comercio con las colonias, comprendido la trata de esclavo, las guerras comerciales,
el sistema de empréstito e impuestos estatales y la política arancelaria proteccionista del estado.
Así mediante el despojo, la ruina impuesta por la violencia, de la masa de pequeños productores
y la rigurosa opresión de los pueblos coloniales, se aceleraba la creación de las condiciones para
el dominio de las relaciones capitalistas de producción.
La disgregación del régimen feudal, se desarrolló en virtud de las leyes objetivas del desarrollo
social. Este proceso se aceleró mediante el empleo de la violencia en gran escala como método
de la acumulación originaria del capital. La base del feudalismo se fue debilitando cada vez más
por los efectos de la lucha de clases que se iba agudizando cada vez más manifestadas por las
acciones de la masa de campesinos contra los opresores.
En el siglo XIV se produjo la insurrección de los campesinos ingleses dirigidos por Wat Tyler y
la sublevación de los campesinos franceses (Jacquerie). En el siglo XV estallaron sublevaciones
campesinas en Bohemia dirigidas por Juan Hus. En el siglo XVI en Alemania se sucedieron
grandes acciones de los campesinos dirigidos por Tomás Munzer.
Juana de Arcos
Han transcurridos muchos siglos desde la desaparición del feudalismos en muchos de los países,
pero sus vestigios se mantienen en el mundo capitalista desarrollado de nuestros días. En Italia
que cuenta con un desarrollo capitalista elevado, todavía existen grandes haciendas de la
nobleza, que abarcan más del 10% de las tierras cultivable del país. Allí está ampliamente
extendido el sistema de aparcería en virtud del cual se le entrega parte de la cosecha al
propietario de la tierra en concepto de renta del suelo.
Existen restos del feudalismo en otros países capitalistas desarrollados de Europa; y son muy
claros en la economía de ciertos países de América Latina, Asia y África. En Brasil por ejemplo
el 177 millones de hectáreas pertenecen] a grandes latifundios. La forma predominante de
arriendo de la tierra es la aparcería semifeudal.
En Irán donde la mitad de las tierras pertenecen a los grandes terratenientes y está ampliamente
extendido el arriendo sobre la base del principio de la aparcería, las relaciones agrarias tienen un
carácter semifeudal.
En Turquía a los grandes propietarios de las tierras les pertenece más de un tercio de la tierra
cultivable.
Uno de los problemas más significativos del desarrollo de muchos pueblos consiste en suprimir
definitivamente los vestigios feudales. Estos sólo pueden ser eliminados en los países coloniales
y subdesarrollados con el incremento de su lucha liberadora.
Referencias
Fuentes
Curso de Economía Política. Universidad de Lomonosov. Tomo I. Primera parte. Pág 129.
Material didáctico de ciencias sociales. Economía Política. Ed Progreso. Moscú. Pág 46.
C. Marx. “El Capital”. Tomo I, secc primera. Cap I. Apartado 3. Pág. 44.
C. Marx. “El Capital”. Tomo III, secc sexta. Cap XLVII. Apartado 3. Pág. 802.
Feudalismo
Fundamentado en distintas tradiciones jurídicas (tanto del derecho romano como del derecho
germánico –relaciones de clientela, séquito y vasallaje–), el feudalismo respondió a la
inseguridad e inestabilidad de la época de las invasiones que se fueron sucediendo durante
siglos (pueblos germánicos, eslavos, magiares, musulmanes, vikingos). Ante la incapacidad de
las instituciones estatales, muy lejanas, la única seguridad provenía de las autoridades locales,
nobles laicos o eclesiásticos, que controlaban castillos o monasterios fortificados en entornos
rurales, convertidos en los nuevos centros de poder ante la decadencia de las ciudades.
Índice
1 Etimología
2 Definición de feudalismo
4 Antecedentes
5 El vasallaje y el feudo
6.1 Clero
6.2 Ejército
6.3 Campesinado
6.4 Burguesía
7 Final
8 Economía feudal
9 Crisis del feudalismo
10 Véase también
11 Referencias
12 Bibliografía
13 Enlaces externos
Etimología
Herr Reinmar von Zweter, un Minnesinger del siglo 13, se representa con los brazos nobles en
el Codex Manesse.
La palabra «feudalismo» es un término erudito y tardío (siglo XVII), que deriva de la palabra
«feudo» (del latín medieval, feodum o feudum)5 por intermedio del adjetivo «feudal». Los
términos «feudo» y «feudal» son mucho más antiguos. En su forma latina, la única empleada
originalmente en los documentos, «feudo» (fevum) se remonta al siglo X, pero no se expandió
su uso hasta el siglo XI. Por su parte «feudal» (feodalis) data del siglo XI.6
Definición de feudalismo
Definición institucionalista
François-Louis Ganshof7
Definición marxista
Modo de producción con unas peculiares formas de relación socioeconómica, situado entre el
esclavismo de la Antigüedad y el capitalismo moderno. Concretamente, se entiende como un
conjunto de relaciones de producción y dependencia entre el campesino y el señor,
propietario de la tierra que aquél usufructúa, en un momento de predominio de la agricultura
como fuente de riqueza.
Maurice Dobb8
Pese a la ausencia de control estatal, el sistema feudal no era una anarquía. Entre los señores
se forman relaciones feudovasalláticas de subordinación. Los señores débiles se subordinaban
a un señor más poderoso. En la cima de estas relaciones de vasallaje estaba el rey, a quien
todos los señores declaraban estar sometidos.
Un complejo de compromisos militares, que junto con la disgregación del poder político,
conlleva una privatización de funciones públicas en beneficio de una minoría de libres
privilegiados.
Antecedentes
El sistema feudal europeo tiene sus antecedentes en el siglo V, al caer el Imperio romano. El
colapso del Imperio acaeció básicamente por su extensión y la incapacidad del emperador para
controlar todas sus provincias, sumado cada vez más numerosas incursiones de pueblos
bárbaros que atacaban y saqueaban las provincias más retiradas del imperio. Esto provocó que
los emperadores necesitaran gente para defender sus grandes terrenos y contrataran
caballeros o nobles (precursores del modelo de señor feudal), que a su vez contrataran
vasallos, villanos, etc. Se llegó incluso a contratar a jefes y tropas mercenarias de los mismos
pueblos "bárbaros".
A partir del siglo X no queda resto de imperio alguno sobre Europa. La realeza, sin desaparecer,
ha perdido todo el poder real y efectivo, y sólo conserva una autoridad sobrenatural
remarcada por las leyendas que le atribuyen carácter religioso o de intermediación entre lo
divino y lo humano. Así, el rey no gobierna, sino que su autoridad viene, a los ojos del pueblo,
de Dios, y es materializado e implementado a través de los pactos de vasallaje con los grandes
señores, aunque en realidad son éstos quienes eligen y deponen dinastías y personas. En el
plano micro, los pequeños nobles mantienen tribunales feudales que en la práctica
compartimentalizan el poder estatal en pequeñas células.
Un nuevo poder
La Iglesia Católica conocedora de la fragilidad de los reinos y del poder que ella misma tiene en
esa situación, durante los concilios de Charroux y de Puy consagra a los prelados y señores
como jefes sociales y sanciona con graves penas la desobediencia de estas normas. Los
señores, a partir de ese momento, "reciben el poder de Dios" y deben procurar la paz entre
ellos, pacto que deben renovar generación tras generación.
En los países donde la dominación romana duró más tiempo (Italia, Hispania, Provenza), las
ciudades se conservan, si bien con menor importancia numérica, pero a salvo de señoríos. En
los países, más al norte, donde los romanos se asentaron menos tiempo o con menor
intensidad, la reducción de la población en las ciudades llegó a hacer desaparecer los pocos
núcleos importantes que había y el feudalismo se implanta con más fuerza.
La sociedad se encuentra entonces con tres órdenes que, según la propia Iglesia, son mandatos
de Dios y, por tanto, fronteras sociales que nadie puede cruzar. La primera clase u orden es la
de los que sirven a Dios, cuya función es la salvación de todas las almas y que no pueden
encomendar su tiempo a otra tarea. La segunda clase es la de los combatientes, aquellos cuya
única misión es proteger a la comunidad y conservar la paz. La tercera clase es la de los que
laboran, que con su esfuerzo y trabajo deben mantener a las otras dos clases.
El vasallaje y el feudo
Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un lado el vasallaje como relación
jurídico-política entre señor y vasallo, un contrato sinalagmático (es decir, entre iguales, con
requisitos por ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres libres, ambos
guerreros, ambos nobles), consistente en el intercambio de apoyos y fidelidades mutuas
(dotación de cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al vasallo y compromiso de
auxilium et consilium -auxilio o apoyo militar y consejo o apoyo político-), que si no se cumplía
o se rompía por cualquiera de las dos partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se
complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez señor de vasallos); y por otro lado el
feudo como unidad económica y de relaciones sociales de producción, entre el señor del feudo
y sus siervos, no un contrato igualitario, sino una imposición violenta justificada
ideológicamente como un quid pro quo de protección a cambio de trabajo y sumisión.
El vasallaje era un pacto entre dos miembros de la nobleza de distinta categoría. El caballero
de menor rango se convertía en vasallo (vassus) del noble más poderoso, que se convertía en
su señor (dominus) por medio del Homenaje e Investidura, en una ceremonia ritualizada que
tenía lugar en la torre del homenaje del castillo del señor. El homenaje (homage) -del vasallo al
señor- consistía en la postración o humillación -habitualmente de rodillas-, el osculum (beso),
la inmixtio manum -las manos del vasallo, unidas en posición orante, eran acogidas entre las
del señor-, y frase que reconociera haberse convertido en su hombre. Tras el homenaje se
producía la investidura -del señor al vasallo-, que representaba la entrega de un feudo
(dependiendo de la categoría de vasallo y señor, podía ser un condado, un ducado, una marca,
un castillo, una población, o un simple sueldo; o incluso un monasterio si el vasallaje era
eclesiástico) a través de un símbolo del territorio o de la alimentación que el señor debe al
vasallo -un poco de tierra, de hierba o de grano- y del espaldarazo, en el que el vasallo recibe
una espada (y unos golpes con ella en los hombros), o bien un báculo si era religioso.
El homenaje y la investidura
El homenaje era un ritual por el que un señor concedía un feudo a otro hombre de la clase
privilegiada a cambio de algunos servicios y prestaciones, generalmente de orden militar.
La figura del Homenaje adquiere mayor importancia entre los siglos XI al XIII, destinándose la
parte más noble del castillo para ello, la torre, y en el ceremonial participaban dos hombres: el
vasallo que, arrodillado, destocado y desarmado frente al señor12 con las manos unidas en
prueba de humildad y sometimiento, espera que éste le recoja y lo alce, dándose ambos un
reconocimiento mutuo de apoyo y un juramento de fidelidad. El señor le entregará el feudo en
pago por sus servicios futuros, que generalmente consistía en bienes inmuebles: Grandes
extensiones de terreno, casi siempre de labranza. El juramento y el vasallaje será de por vida.
Junto con el feudo, el vasallo recibe los siervos que hay en él, no como propiedad esclavista,
pero tampoco en régimen de libertad; puesto que su condición servil les impide abandonarlo y
les obliga a trabajar. Las obligaciones del señor del feudo incluyen el mantenimiento del orden,
o sea, la jurisdicción civil y criminal (mero e mixto imperio en la terminología jurídica
reintroducida con el Derecho Romano en la Baja Edad Media), lo que daba aún mayores
oportunidades para obtener el excedente productivo que los campesinos pudieran obtener
después de las obligaciones de trabajo -corveas o sernas en la reserva señorial- o del pago de
renta -en especie o en dinero, de circulación muy escasa en la Alta Edad Media, pero más
generalizada en los últimos siglos medievales, según fue dinamizándose la economía-. Como
monopolio señorial solían quedar la explotación de los bosques y la caza, los caminos y
puentes, los molinos, las tabernas y tiendas. Todo ello eran más oportunidades de obtener
más renta feudal, incluidos derechos tradicionales, como el ius prime noctis o derecho de
pernada, que se convirtió en un impuesto por matrimonios, buena muestra de que es en el
excedente de donde se extrae la renta feudal de forma extraeconómica (en este caso en la
demostración de que una comunidad campesina crece y prospera). También en muchos casos
se puede demostrar que el vasallo era mas privilegiado que es siervo por simples razones el
señor feudal le daba protección, justicia y sustento económico al vasallo a cambio de consejos,
ayuda militar y ayuda económica.
Los no privilegiados eran la burguesía, los artesanos, los sirvientes y los campesinos, que se
subdividían a su vez en colonos y aldeanos. A éstos correspondía el sometimiento a la tierra y,
por lo tanto, a quien de ella dependiera, trabajándola y entregando una parte de sus frutos al
señor, o bien, en el caso de artesanos y burgueses, debían obediencia a quien les garantizaba
la defensa de la ciudad y la entrega de bienes o dinero.
Clero
El Alto Clero estuvo siempre dominado por el episcopado, cuyos poderes terrenales eran
equiparables a los de cualquier señor laico. En un primer momento, los monjes, todos
pertenecientes al Bajo Clero, quedaban dentro del ámbito de poder de los obispos; más tarde,
serían los abades quienes terminarían por delimitar su autoridad sobre los miembros de las
órdenes monásticas, quedando los sacerdotes en el ámbito de la diócesis episcopal.
En las abadías, se fueron perfilando modelos distintos: por un lado, aquéllas que no eran
poseedoras de grandes propiedades y que dependían para su supervivencia de las limosnas de
los fieles, y de algunos predios entregados por los señores del lugar para garantizar el sustento
de la comunidad religiosa. La necesidad de dinero favorece que sea en este instante en el que
la figura de la limosna es ensalzada como deber fundamental para el creyente y camino para la
salvación del alma.
Otros monasterios poseían extensas propiedades y el abad actuaba como un señor feudal, en
algunos casos incluso nombrando caballeros que le protejan o favoreciendo la creación de
órdenes religioso-militares de gran poder. Sea como fuere, en éstos el dinero proviene de las
rentas que son entregadas por los siervos, generalmente en especie, así como de las
aportaciones, muchas de ellas generosas, y a veces interesadas, de otros señores. La necesidad
de mantener una buena relación con el abad de un monasterio poderoso favorecerá que otros
señores entreguen ofrendas de alto valor y ayuden a la construcción y embellecimiento de
iglesias y catedrales que simbolizaban el poder.
El diferente destino de los eclesiásticos venía determinado por su ascendencia social. Se trata
del estamento social más abierto, pues cualquier persona libre puede incorporarse al mismo
pagando una cantidad de dinero dote. Éste será el elemento que determine dentro del
estamento la posición que, efectivamente, va a ocupar cada uno. Los hijos de los señores que
se integran dentro de la iglesia aportarán cuantiosas sumas que garantizan, no sólo su
supervivencia de por vida, sino un incremento patrimonial notable para el cabildo catedralicio
o monasterio en el que se integran, y un rango alto de los donantes dentro del sistema. Son
éstos los que ocuparán más tarde los cargos obispales. Por otro lado, los clérigos serán los
hijos de los campesinos y, en general, de los no privilegiados, y cuyas funciones, además de las
religiosas, estarán limitadas al ora et labora. Esta práctica degeneró en la práctica de
compraventa de cargos eclesiásticos llamada simonía.
Ejército
La obligación primordial del vasallo y secundaria del siervo era cumplir con los deberes
militares, sobre todo la defensa del señor y sus bienes, pero también la defensa del propio
feudo. Una obligación pareja era aportar una parte mínima de los tributos recaudados al señor
para engrandecer sus propiedades. El caballero no tenía en realidad un dueño, ni estaba
sometido a poder político alguno, de ahí que se encontrasen caballeros que luchaban en las
filas de un rey un día, y al siguiente en las de otro. Su deber real era para con el señor a quien
le unía un espíritu de camaradería.
En el siglo IX aún se usaba el término milites para hacer referencia a los caballeros, aunque
pronto los idiomas locales fueron gestando términos propios que se agrupaban en "jinetes" o
"caballeros". Su importancia fue en aumento al prescindirse cada vez más de la infantería. El
caballero debía proveerse de caballo, armadura y armas, y disponer de tiempo de ocio para
cumplir su misión.
En los reinos peninsulares, los reyes, siempre necesitados de tropa para enfrentarse a los
moros, promueven la caballería entre sus súbditos de modo muy sencillo: Se denominaba
caballero aquél capaz de mantener un caballo, cosa para la que se requería una mínima
fortuna, pues el caballo no sirve para las tareas del campo. Al cabo de tres o cuatro
generaciones, manteniendo un caballo, se adquiría la calidad de hidalgo (hijo de alguien). Ésta
es la razón por la que Alonso Quijano, don Quijote, tuviera un caballo flaco: para seguir
llamándose hidalgo y el hecho de que quisiera ser armado "caballero", una burla más de
Cervantes que entendían quienes, en la época, sabían que hidalgo era más que caballero.
Tener un caballo suponía poder participar en las guerras del rey y, comportándose
valientemente, optar a la posibilidad de que el rey le concediera mercedes.
Esta organización, mucho más permeable socialmente, tuvo dos consecuencias: fortalecer el
poder real frente a los nobles, puesto que el rey tenía ejércitos sin necesitar su ayuda, y
haciendo más fuerte el poder real, hacer más poderoso el país, como así ocurrió. Véanse las
guerras civiles entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique, cómo el primero se apoya en
las ciudades y el segundo en los nobles, pero cambia de bando hacia las ciudades cuando
derrota y mata a Pedro.
Campesinado
Recibían el nombre de villanos los hombres libres de las villas dedicados a la agricultura
(también llamados colonos ingenuos) y gracias a eso podían cambiar de lugar, contraer
matrimonio, transmitir sus bienes. Sin embargo, estaban obligados al servicio militar y a
pagarle al señor impuestos en dinero o en especie por el uso de la tierra. Entre éstos sigue
habiendo diferencias, según se sea labrador que dispone de una yunta de bueyes o mero peón.
En algún caso singular, campesinos libres llegan a poseer grandes extensiones que les
permitirán más tarde llegar a la condición de terratenientes y, de ahí, a nobles, pero serán
situaciones excepcionales.
Campesinos separando el grano de la paja con trillos manuales. Ilustración del siglo XIV
(Tacuinum sanitatis).
La minoría de la masa campesina eran los siervos, esta clase, más bien condición social fue
introducida por los germanos en el Imperio Romano, debido al foedus y a las invasiones, eran
hombres libres, más bien semilibres, que estaba ligados a la gleba y sometidos al señor de esa
tierra.
Su situación es de dependencia frente a un señor que no han elegido y que tiene sobre ellos el
poder de distribuir la tierra, administrar justicia, determinar los tributos, exigirles obligaciones
militares de custodia y protección del castillo y los bienes del señor y apropiarse como renta
feudal de una parte sustancial del excedente, en trabajo, en especie (porcentajes de la
cosecha) o dinero.
Burguesía
Era libre, porque los señoríos no abarcaban su control e igualitaria.
Final
El sistema feudal, desde el punto de vista político, inicia su decadencia al comenzar las
Cruzadas. Aún cuando desde el punto vista social y económico en algunos países persiste hasta
nuestros días. El predominio absolutista de los reyes y con la adquisición de libertades por
parte de las ciudades termina de poner fin al sistema.
Economía feudal
Véanse también: Modo de producción feudal, Renta feudal, Señorío y Pensamiento económico
medieval.
Las invasiones que sufre Europa durante más de cien años (normandos, musulmanes, eslavos)
con la caída del Imperio romano de Occidente y el posterior debilitamiento del Imperio
carolingio frenarán la actividad económica hasta las puertas del año 1000.
La explotación agraria feudal era de subsistencia. Los siervos cultivaban lo suficiente para
mantenerse a sí mismos y para pagar los diezmos a la Iglesia y la renta al señor. De la recolecta
se separaban también las semillas necesarias para la siguiente siembra. Los mercados urbanos
se abastecían con las porciones de los diezmos y la renta.
Los cultivos se organizaban en torno a las poblaciones en tres anillos. El primero y más cercano
a la población se dedicaba a las frutas y hortalizas. El segundo era para los cereales, principal
sustento de la época. El tercer núcleo eran tierras de pasto y monte explotadas de forma
comunal. Los pastos comunales limitaban por tanto la expansión de las tierras de cereales e
impedían ampliar la extensión cultivada según la demanda de la población.
La rotación de cultivos era el principal sistema utilizado para evitar el deterioro de la tierra.
Este método consiste en dejar en barbecho (es decir, sin cultivar) una parte de la tierra cada
año para permitir su regeneración. En las regiones mediterráneas se usaba la rotación bienal,
según el cual la mitad de las tierras quedaba en barbecho cada año. En las regiones europeas
atlánticas se usaba la rotación trienal: un tercio de la tierra para cereal de ciclo largo -de
invierno-, otro tercio para cereal de ciclo corto -verano- y el último tercio en barbecho. La
tierra que quedaba sin cultivar se dedicaba a uso comunal, permitiendo que los animales
pastasen en ella (práctica conocida como derrota de mieses).
A partir del siglo XIII, la mejora de las técnicas agrícolas y el consiguiente incremento del
comercio hizo que la burguesía fuera presionando para que se facilitara la apertura económica
de los espacios cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de peaje y se garantizaran
formas de comercio seguro y una centralización de la administración de justicia e igualdad de
las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar su trabajo, al tiempo que
garantías de que los que vulnerasen dichas normas serían castigados con igual dureza en los
distintos territorios.
Las ciudades que abrían las puertas al comercio y otorgaban una mayor libertad de circulación,
veían incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del señor, por lo que con
reticencias pero de manera firme se fue diluyendo el modelo. Las alianzas entre señores eran
más comunes, no ya tanto para la guerra, como para permitir el desarrollo económico de sus
respectivos territorios, y el rey fue el elemento aglutinador de esas alianzas.
El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a partir de entonces
inició su decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores tuvieron
problemas para obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos prefirieron realizar
pagos en metálico (scutagium, «tasas por escudo») a cambio de la ayuda militar debida a sus
señores; a su vez éstos tendieron a preferir el dinero, que les permitía contratar tropas
profesionales que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y eran más disciplinadas
que los vasallos. Además, el resurgimiento de las tácticas de infantería y la introducción de
nuevas armas, como el arco y la pica, hicieron que la caballería no fuera ya un factor decisivo
para la guerra. La decadencia del feudalismo se aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la
guerra de los Cien Años, las caballerías francesa e inglesa combatieron duramente, pero las
batallas se ganaron en gran medida por los soldados profesionales y en especial por los
arqueros de a pie. Los soldados profesionales combatieron en unidades cuyos jefes habían
prestado juramento de homenaje y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no hereditarios
y que normalmente tenían una duración de meses o años. Este «feudalismo bastardo» estaba
a un paso del sistema de mercenarios, que ya había triunfado en la Italia de los condotieros
renacentistas.
Véase también
Feudalismo en Francia
Feudalismo en España
Feudalismo en Hungría
Refeudalización
Edad Media
Feudo
Señor
Vasallaje
Castillo
Incastellamento
Caballero
Colonato
Cruzadas
Poderes universales
Economía feudal
Renta feudal
Sociedad feudal
Sociedad estamental
Privilegiados
Antigüedad tardía
Castellano (cargo)
Fuciones Comunicativas
Funciones comunicativas
Autoria:
Revisió:
Se entiende por funciones comunicativas las tareas o roles que los enunciados y expresiones
del lenguaje cumplen en el proceso comunicativo. Ello implica que, desde esta perspectiva, lo
importante es tener en cuenta tanto las intenciones de los hablantes en el intercambio
comunicativo como los fines que persiguen.
Contenidos
Explicación
Posiciones críticas
Conceptos relacionados
Bibliografía básica
Bibliografía complementaria
Explicación
Desde la perspectiva histórica, una de las menciones al estudio del lenguaje en relación con
sus funciones se encuentra en las tesis del Círculo Lingüístico de Praga, presentadas en 1929.
La referencia, recogida en un libro más tardío, dice así:
La lengua, producto de la actividad humana, comparte con tal actividad su carácter teleológico
o de finalidad. Cuando se analiza el lenguaje como expresión o como comunicación, la
intención del sujeto hablante es la explicación que se presenta con mayor facilidad y
naturalidad. Por esto mismo, en el análisis lingüístico, debe uno situarse en el punto de vista
de la función. Desde este punto de vista, la lengua es sistema de medios de expresión
apropiados para un fin (Mathesius, Vachek y Trnka 1971).
Como se observa, el punto de partida de este grupo de lingüistas es el del análisis del lenguaje
como expresión o comunicación; de aquí su preocupación por la intención y finalidad del
hablante. De esta premisa inicial, surge una escuela, la conocida como Escuela de Praga,
orientada a la investigación gramatical desde lo que se ha denominado la “perspectiva
funcionalista”: la descripción de los fenómenos gramaticales en relación con los aspectos
comunicativos.
Años más tarde encontramos en la obra de Bühler (1965), Teoría del lenguaje, una nueva
referencia explícita a la noción de función. Este autor (1965: 48-49) propone la existencia de
tres funciones del lenguaje, a partir de los componentes del acto de habla: la función
representativa o simbólica que remite a los objetos o entidades de la realidad y a sus
relaciones; la función expresiva que expresa la interioridad del emisor; y la función apelativa o
mostrativa que relaciona el acto de habla con el receptor.
Jakobson, conoció la obra de Bühler por la conexión de ambos con la Escuela de Praga. A partir
de este conocimiento mutuo, Jakobson propone una expansión de las tres funciones de Bühler
en las cinco arriba mencionadas.
Posiciones críticas
La orientación funcionalista que inician estos autores corre paralela a la tradición formalista
surgida con el estructuralismo de Saussure. Incluso, durante la segunda mitad del siglo XX, el
desarrollo de la lingüística afianza la dicotomía entre estas dos perspectivas. En este sentido,
los estudios formalistas parten del análisis de las formas lingüísticas para determinar
posteriormente el significado que estas aportan; por el contrario, los estudios funcionalistas
tienen como objetivo inicial el de las funciones comunicativas que los usuarios pretenden
conseguir al seleccionar tales formas en el proceso discursivo o de interacción. Por tanto, una
va de la forma al significado; mientras que la otra se plantea, primero, la intención o la
finalidad de los hablantes o actores sociales en su actividad comunicativa y, después, observa
cómo esta intención se expresa formalmente.
En otro ámbito lingüístico importante en relación con el tema de las funciones comunicativas,
el estudio del discurso, la dicotomía lingüística entre forma y función ha sido también
significativa. Surgen, de esta forma, dos líneas de investigación: la perspectiva discursiva de
carácter más lingüístico, orientada al estudio de unidades lingüísticas particulares con el fin de
determinar su significado, teniendo en cuenta el contexto local; y la investigación de tipo
socio-cultural e ideológico, cuyo objetivo es el estudio del uso o la construcción de significado
en contextos comunicativos, más o menos amplios (Cortés Rodríguez y Camacho Adarve, 2003;
Morales López, 2011).
Las investigaciones actuales señalan la necesidad de superar esta dicotomía, para lo cual
puede ser útil la relectura de lingüistas hoy ya clásicos. Este es el caso de Halliday, quien en un
artículo de 1970, “Language structure and language function”, se refiere a este tema en los
siguientes términos:
What is language as it is? The nature of language is closely related to the demands that we
make on it, the functions it has to serve. In the most concrete terms, these functions are
specific to a culture: the use of language to organize fishing expeditions in the Trobriand
Islands, described half a century ago by Malinowski, has no parallel in our society. But
underlying such specific instances of language use are more general functions which are
common to all cultures. We do not all go on fishing expeditions; however, we all use language
as a means of organizing other people, and directing their behaviour.
A purely extrinsic account of linguistic functions, one which is not based on an analysis of
linguistic structure, will not answer the question; we cannot explain language by simply listing
its uses, and such a list could in any case be prolonged indefinitely. Malinowski’s ethnographic
account of the functions of language, based on the distinction between “pragmatic” and
“magical”, or Bühler’s well-known tripartite division into the “representational”, “expressive”
and “conative” functions, show that it is possible to generalize; but these generalizations are
directed towards sociological or psychological inquiries, and are not intended primarily to
throw light on the nature of linguistic structure. At the same time, an account of linguistic
structure that pays no attention to the demands that we made of language is lacking in
perspicacity, since it offers no principles for explaining why the structure of language is
organized one way rather than another (1970: 173-4).
En el primer párrafo de esta cita, Halliday resalta que su punto de partida es el de la función: lo
importante es lo que los usuarios hacen con el lenguaje, con qué propósitos concretos y
específicos de una cultura. Tales fines pueden también analizarse desde una perspectiva
interlingüística o intercultural, con el fin de llegar a generalizaciones a partir de estos usos
particulares. Por ejemplo, el caso que cita de los cazadores de las Islas Trobiand; la forma en la
que el jefe organizaba la expedición sería muy diferente a la del coordinador de un grupo de
cazadores en nuestro entorno, pero hay algo en lo que coinciden: la realización de un acto de
habla con el que alguien investido de autoridad (en el primer caso, un jefe; en el segundo, un
coordinador) da instrucciones a su grupo, para cumplir el objetivo previsto; en ambos casos,
constituye una actividad universal de mandato.
En el segundo párrafo, Halliday precisa, además, que no se plantea el estudio del lenguaje
fuera de la relación conjunta forma y función. El estudio de las funciones comunicativas en sí
mismas, como la propuesta del antropólogo Malinowski o la de Bühler (anteriormente
mencionada), puede ser objetivo de la investigación sociológica o psicológica, pero es, según
Halliday, insuficiente para quienes se interesan por la naturaleza del lenguaje. Por ello mismo
también un análisis puramente estructural, que no preste atención a las funciones
comunicativas, es una investigación simplemente descriptiva, incapaz de llegar a principios
explicativos sobre el funcionamiento del lenguaje.
La propuesta que hace para considerar esta relación dialéctica entre función y forma es partir
de que la unidad básica de la comunicación es el acto de habla. Una noción que el hablante
elige, en una situación comunicativa dada, de entre un conjunto de opciones relacionadas.
Estas opciones representan el potencial de significadodel lenguaje;[2] un potencial que se
presenta de forma sistemática, constituyendo lo que se conoce como la gramática de una
lengua. De las formas y construcciones posibles, el hablante selecciona una opción concreta,
en relación siempre con el contexto de situación en el que se sitúa (Halliday, 1970: 174).
Por tanto, como continúa diciendo Halliday en otro de sus libros (1982: 45, 51 y 66), la
creatividad en el lenguaje consiste en la habilidad de un actor social para crear, en nuevos
contextos de situación, otros significados a partir de las opciones semánticas que han sido
codificadas como opciones gramaticales. Por esta razón también, no hace distinción entre
lenguaje y conducta lingüística: entre lo que el hablante “puede significar” (las opciones
semánticas) y lo que “puede decir” (las funciones).
La variabilidad que se da en la gramática de las lenguas deriva, según este autor (Halliday
1970, 1982: 62-63), de tres macro-funciones: la ideativa, la interpersonal y la textual. La
función ideativase relaciona con la posibilidad del lenguaje de ser un medio de expresión de
nuestra experiencia (exterior o interior). La segunda función, la interpersonal, considera el
lenguaje desde la perspectiva de los participantes que intervienen en el proceso comunicativo,
es decir, de la interacción y de la relación social. Y la función textual ayuda al hablante a
estructurar lo que dice, de manera que tenga sentido dentro de un contexto concreto y que
cumpla su misión como mensaje.
Con estas ideas, Halliday ha contribuido a sentar las bases de la perspectiva gramatical
funcionalista, que se había iniciado con éxito en la Escuela de Praga. Sin embargo, en el ámbito
de la relación entre discurso y funciones comunicativas, las aportaciones concretas no se
encuentran ya en este autor, sino en sus discípulos. Uno de ellos es Martin (2001), quien en un
artículo titulado “Cohesion and texture” continúa considerando la cohesión, como hacían
Halliday y Hasan (1976), formando parte del proceso de la textura. La textura es la propiedad
de “ser un texto”, de funcionar como una unidad semántica teniendo siempre en cuenta sus
condiciones contextuales; por ello, la textura es considerada finalmente como una macro-
función incluida a su vez en la coherencia.
Conceptos relacionados
Cohesión
Coherencia
Género discursivo
Bibliografía básica
Cortés Rodríguez, L. – Camacho Adarve, M. (2003), ¿Qué es el análisis del discurso? Barcelona,
Octaedro.
Halliday, M. A. K. (1982), Exploraciones sobre las funciones del lenguaje, Barcelona, Editorial
Médica y Técnica, S. A.
Jakobson, R. (1974), Ensayos de lingüística general, Barcelona, Ariel, 1984.
Morales López, E. (2011), “Hacia dónde va el Análisis del Discurso”, Tonos Digital, 21
(www.um.es/tonosdigital).
Bibliografía complementaria
Beaugrande, R. de (1996), “The story of discourse analysis”, en van Dijk, T. A. (ed.) Introduction
to Discourse Analysis, London, Sage, 35-62.
Daneš, F. (2002), “The double basis of the Prague functional approach. Mathesius and
Jakobson”, en Hladký, J. (ed.), Language and Function, Amsterdam, John Benjamins, 57-69.