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Régimen económico feudal.

En la producción feudal la agricultura tenía una importancia


decisiva. Las relaciones determinantes del modo feudal de producción, eran las relaciones
agrarias caracterizadas por la posesión de la tierra por los señores feudales.

Contenido

1 Feudalismo

1.1 Clases principales

1.2 Relaciones de producción

2 Relaciones agrarias feudales

3 Relaciones agrarias y de dependencia personal

4 Producción feudal y renta feudal

4.1 Economía terrateniente

4.2 Economía tributaria

4.3 Trabajo necesario y adicional

4.4 Producción feudal y la coerción extraeconómica

4.5 Formas de la renta feudal

5 Ley económica fundamental

6 Reproducción feudal

7 Desarrollo de las fuerzas productivas

8 Desarrollo de las relaciones mercantiles

8.1 Disgregación de la economía natural

8.2 Diferenciación de los productores de mercancías

8.3 Surgimiento de producción mercantil capitalista


8.4 Papel de la violencia en la instauración del capitalismo

8.5 Agudización de la lucha de clases

9 Vestigios del feudalismo en la actualidad

10 Referencias

11 Fuentes

Feudalismo

Artículo principal: Feudalismo.

El feudalismo es la formación económico social establecida como resultado de la


descomposición y hundimiento del régimen esclavista o del régimen de la comunidad primitiva;
ha existido en casi todos los países[1][2].

Clases principales

Las clases principales de la sociedad feudal son las constituidas por los señores feudales y por
los campesinos. La clase dominante y explotadora de los señores abarcaba a la nobleza y al alto
clero. Dentro de la clase dominante, existía una división jerárquica en estamentos, una
subordinación de los pequeños señores feudales a los de mayor poderío.

La Iglesia era una gran potencia feudal. Los campesinos explotados carecían de derechos
políticos y jurídicos. En las ciudades, la masa principal de la población se hallaba constituida
por maestros, oficiales, aprendices y trabajadores no calificados.

Relaciones de producción

La base de las relaciones de producción dominantes bajo el Feudalismo era la propiedad del
señor feudal sobre los medios de producción, en primer lugar sobre la tierra, y la propiedad
incompleta sobre el trabajador, la cual se expresaba en diversos tipos de dependencia personal
del campesino respecto a su señor.
Bajo el feudalismo, las fuerzas productivas sólo podían desarrollarse sobre la base del trabajo de
los campesinos dependientes, quienes poseían su hacienda, instrumentos de trabajo
insignificantes y se sentían algo interesados materialmente en el trabajo.

Relaciones agrarias feudales

Explotación agraria

En los territorios de los señores feudales existían no solo un número determinado de aldeas, sino
también una gran cantidad de ciudades. Por ello en su radio de explotación se encontraban tanto
los campesinos como los artesanos urbanos. La propiedad feudal comprendía el dominio
completo en los límites de determinado territorio. Las relaciones de la propiedad agraria estaban
firmemente vinculadas a las relaciones de dependencia personal. Las relaciones de dependencia
personal imperaban en todo el sistema de relaciones sociales del feudalismo.

(...) Todo el mundo – escribió Marx – vive sojuzgado: siervos y señores de la gleba, vasallos y
señores feudales, seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las
condiciones sociales de la producción material como las relaciones de vida cimentadas sobre
ellas.

Relaciones agrarias y de dependencia personal

La forma más extendida y acabada de la dependencia personal de los campesinos en relación a


los señores feudales fue la denominada servidumbre o derecho de servidumbre.

Las relaciones de subordinación de los campesinos respecto a los señores feudales, se


manifiestan como relaciones entre clases opuestas, que enfrentaban a los productores directos a
las clases explotadoras. Pero el carácter de estas relaciones era ya distinto en comparación con
la sociedad esclavista. Los campesinos siervos no eran plenamente propiedad de los señores
feudales. Podía dedicar parte del tiempo a su parcela y hasta cierto punto eran dueños de sus
acciones. Por muy difícil que fuera su situación, los siervos explotados por los señores feudales
ya no eran de su propiedad y resultó ser una paso de avance con respecto a la esclavitud.
Los campesinos poseían medios de producción, aperos agrícolas, herramientas de artesanía y
ganado de renta y de labor. Los artesanos de la ciudad también poseían medios de producción.
Los campesinos y artesanos poseían además viviendas y dependencias. Algunos medios de
producción, como los pozos, los caminos y en ocasiones los pastizales, eran propiedad de la
comuna rural que se mantuvo en ciertos territorios a pesar del proceso de feudalización y, como
consecuencia. De sometimiento de los campesino y de supeditación de la comunidad al poder de
los señores feudales.

Producción feudal y renta feudal

La producción feudal se desarrollaba en dos vertientes principales: en forma de economía


terrateniente y economía tributaria. Para las dos formas era común lo siguiente: a) el productor
directo dependía personalmente del señor feudal; b) el señor feudal del cual dependían
personalmente los productores directos, era considerado propietario de todas las tierras
dedicadas a la producción agrícola; c) el productor directo disponía de un lote de tierra que
constituía su hacienda; d) a la producción agrícola se aplicaba el trabajo de los campesinos y se
empleaban en ella sus instrumentos de trabajo; e) los campesinos invertían el trabajo adicional y
creaban producto adicional para el señor feudal como resultado de la coerción extraeconómica.
Por cuanto los campesinos poseían medios de producción propios necesarios para llevar
independientemente la hacienda, el señor feudal podía explotar al productor directo sólo por
medio de la coerción extraeconómica. “Si este no tuviera poder directo sobre la persona del
campesino – escribió Lenin – no podía obligar a trabajar para sí al hombre que posee la tierra en
nadiel y que tiene su hacienda propia.” El nadiel campesino constituía la base para la propia
existencia del campesino y de su familia. A diferencia de la esclavitud, en la que la fuente
fundamental de la fuerza de trabajo eran las guerras, la hacienda individual aseguraba una
reproducción más o menos regular de la fuerza de trabajo.

Economía terrateniente

En la economía terrateniente, toda la finca del señor feudal se fraccionaba en dos partes. Una
parte, la tierra terrateniente en la que con el trabajo y los instrumentos de los campesinos se
obtenían productos agrícolas, que eran apropiados enteramente por el señor feudal. De esta
manera en la tierra terrateniente se ejecutaba la inversión de trabajo adicional de los campesinos
y se obtenía el producto adicional. La otra parte de la tierra recibía el nombre de nadiel (lote).
En esta tierra tenía el campesino su hacienda donde reproducía el producto necesario. En esta
tierra debía obtener el producto suficiente para su alimentación y la de su familia.
Economía tributaria

En la economía tributaria toda la tierra era dada al campesino en nadie. Toda la producción
agrícola era lograda en las haciendas tributarias campesinas. Una parte del producto creado era
entregado por el campesino al terrateniente en forma de tributo. Y la otra parte quedaba en
manos del campesino para la reproducción de su fuerza de trabajo y mantener a su familia.

Trabajo necesario y adicional

En la economía tributaria tanto el trabajo adicional como el trabajo necesario eran invertidos en
la hacienda del campesino. En la economía terrateniente, el trabajo necesario y el trabajo
adicional estaban divorciados en el espacio y en el tiempo: el trabajo necesario era invertido en
el nadiel del campesino y el trabajo adicional en las tierras del señor feudal (terratenientes).

En la economía tributaria el trabajo necesario y el adicional no estaban separados, ya que todo el


campo de acción era la haciende del campesino. Pero el producto necesario y el adicional
estaban separados entre sí.

En la economía terrateniente, el trabajo adicional se entregaba en su forma natural, como


determinado números de jornadas de prestación. En la economía tributaria, el trabajo adicional
no se entregaba en su forma natural, sino en forma de producto del trabajo. Por eso se
manifestaba de manera completamente tangible la diferencia entre el producto necesario y el
producto adicional: lo que entregaba el campesino al señor feudal en forma de tributo era
producto adicional. La parte del producto que le quedaba era producto necesario. En la
economía terrateniente también era físicamente tangible la diferencia entre el trabajo necesario y
el trabajo adicional.

El trabajo adicional en la economía terrateniente se diferenciaba muy poco del trabajo de los
esclavos. El producto de todo el trabajo en la economía terrateniente pertenecía al señor feudal
por lo que el campesino no estaba interesado en sus resultados. Por esta razón los señores
feudales convertían las haciendas terratenientes en haciendas tributarias. Los terratenientes
tropezaron con limitaciones objetivas pues era preciso ofrecer a los campesinos la posibilidad de
reproducir el producto necesario. En caso contrario el campesino no hubiera estado en
condiciones de continuar el proceso de producción.

Por otra parte el número de jornadas de prestaciones no era igual en todas las regiones. En Rusia
se había legalizado en tres días pero posteriormente los terratenientes aumentaron el número de
jornadas hasta dejar a los campesinos solo el domingo y las noches. Esto perjudicaba tanto a la
hacienda campesino como a la hacienda terrateniente. El campesino perdió todo interés en el
trabajo de la hacienda terrateniente y disminuyó la productividad del trabajo y su calidad por lo
que se veía afectado el producto adicional.

En la economía tributaria, el terrateniente se garantizaba cierta magnitud del producto adicional


que los productores directos (los campesinos) debían entregarles obligatoriamente. El aumento
de los tributos chocaba con la resistencia de los campesinos. La historia del feudalismo está
llena de una lucha aguda de los campesinos contra el ilimitado aumento de las proporciones del
tributo.

Formaban el tributo determinados productos, que formaban un conjunto de valores de uso


elaborados por los campesinos. Por cuanto la economía tenía en lo general un carácter natural,
el campesino debía producir en su hacienda el producto necesario y el producto adicional.
Posteriormente el producto en especie se complementó con el tributo en dinero o fue sustituido
enteramente por el dinero. En varias haciendas feudales se aplicaba un sistema mixto. Además
de la prestación personal, los campesinos debían para el tributo.

Según se puede deducir de la caracterización de la economía terrateniente y de la economía


tributaria en el sistema de relaciones económicas feudales, la producción se basaba en la
hacienda campesina que constituía la base productiva de dicho modo de producción.

Producción feudal y la coerción extraeconómica

La base de la explotación feudal era la propiedad feudal de la tierra, en conexión con la


dependencia personal, que presuponía unas u otras formas de coerción extraeconómica. Sin la
propiedad de la tierra, el señor feudal no habría podido explotar a los campesinos. En este
sentido la propiedad feudal de la tierra era la base del modo feudal de producción, pero el poder
sobre la tierra era insuficiente para explotar al campesino. La economía estaba organizada de tal
manera que sin las relaciones de dependencia personal y sin la posibilidad de la coerción
extraeconómica, relacionada con ella, no hubiera sido posible hacer efectiva las relaciones
económicas feudales. En tal caso la peculiaridad del modo feudal de coerción extraeconómica se
manifestaba como condición necesaria y obligatoria de cada hacienda en particular. Por ello, las
relaciones de dependencia tenían un determinado carácter personal. Cada campesino concreto
era siervo de un señor feudal determinado. La necesidad objetiva de la coerción extraeconómica
no era suficiente para hacer efectivas las relaciones feudales de producción. Sin la coerción
económica no hubieran existido estas relaciones de forma completa, pero por si sola la coerción
extraeconómica, de forma aislada, era insuficiente para hacer efectiva tal tipo de relaciones
económicas. Para ello eran necesarias las relaciones agrarias feudales. En el feudalismo el
medio principal de trabajo era la tierra, y las relaciones agrarias eran las relaciones
determinantes. La propiedad feudal sobre la tierra presuponía como característica propia
esencial, que el proceso directo de la producción corriera a cargo de los campesinos, que
inevitablemente tenían tierras, que era la base de su hacienda tributaria. En la economía
terrateniente, la base de la hacienda campesina era una parte de la tierra de los dominios del
señor feudal, y en la economía tributaria, toda la tierra era la base de la hacienda campesina.

Formas de la renta feudal

Archivo:renta feudal.jpg

Rentas

Las relaciones agrarias constituían la relación fundamental de producción del modo feudal. Por
eso las relaciones de producción fundamentales del feudalismo se manifestaban en la renta, que
representaba la forma económica de realización de la propiedad feudal de la tierra.

El trabajo adicional y el producto adicional se manifestaban en forma de renta bajo las


condiciones del modo feudal de producción. De acuerdo con el carácter y la forma de
apropiación del trabajo adicional y del producto adicional, existían los siguientes tipos de renta.
En la economía terrateniente se obtenía el trabajo adicional a través de la coerción ejercida
sobre el campesino dependiente para que trabajara en las tierras del terrateniente. Tal forma de
trabajo adicional se manifestaba en forma de renta en trabajo. En la economía tributaria cuando
el señor feudal establecía qué productos debían serle abonados en concepto de tributos, el
trabajo adicional se lo apropiaba el señor feudal por medio del producto como producto
adicional. Tal forma de renta feudal era llamada renta en productos. Si la magnitud del tributo
era establecida en dinero, el trabajo adicional no era apropiado por el señor feudal en forma de
trabajo, ni tampoco en forma de producto del trabajo, sino como determinada magnitud de valor
abonada en dinero. El tránsito a la renta en dinero, fue el resultado del incremento de la división
del trabajo, lo que originó el intercambio y la difusión gradual en la sociedad de las relaciones
monetarias mercantiles.

Ley económica fundamental

La finalidad de la producción feudal residía en la creación del producto adicional que en forma
de renta del suelo se apropiaban los señores feudales y empleaban para satisfacer sus
necesidades. La original dualidad del trabajo de los campesinos dependientes condicionaba la
dualidad del producto adicional en la sociedad feudal. El producto adicional lo mismo que el
producto necesario, era valor de uso, es decir, poseía la capacidad de satisfacer las necesidades
de los que se lo apropiaban, o sea, de los señores feudales por su condición de propietarios de la
tierra. A la vez, habiendo sido creado por el trabajo forzoso de los campesinos siervos, el
producto adicional tomaba la forma específica de renta feudal del suelo. El producto adicional
creado como resultado del trabajo forzoso de los campesinos dependiente de los señores
feudales era apropiado por estos en forma de renta feudal del suelo para su consumo parasitario.
En esto consiste la esencia de la ley económica fundamental del feudalismo.

Reproducción feudal

En la economía terrateniente y en la economía tributaria, el campesino disponía de todo lo


necesario para el sustento de su hacienda por cuanto no estaba interesado en entablar ningún
tipo de relaciones económicas con la clase de los señores feudales, ya que estos lo que hacían
era consumir de forma parasitaria el trabajo adicional y el producto adicional por ellos creados.
Si producto de las circunstancias históricas, hubiera desaparecido la clase terratenientes (los
señores feudales), las haciendas campesinas no se habían visto privadas de condiciones
económicas para su reproducción. Por otra parte los campesinos de habrían libera do de entregar
el trabajo adicional al terrateniente feudal. Por esto para que se realizara la reproducción sobre
la base feudal era necesaria la coerción extraeconómica.

En el feudalismo el volumen de la producción crecía con lentitud a lo largo de generaciones


enteras. Crecían muy lentamente las necesidades de los productores directos y de sus familiares.
Solo en diversas situaciones tenia lugar la reproducción ampliada atípica para este tipo de
relaciones económicas y por otro lado no constituía un proceso ininterrumpido. El consumo
parasitaria era la fuerza motriz de la producción feudal. Los señores feudales no utilizaban el
producto obtenido por ellos para aumentar la producción. La reproducción ampliada presupone
la ampliación de la producción, no solo del producto adicional, sino de todas las condiciones del
proceso de producción.: de los medios de producción y del producto necesario. Por ello en caso
que se efectuara la reproducción ampliada en la hacienda terrateniente, eso solo era el aumento
de la producción del producto adicional.

La reproducción realizada en la hacienda campesina tenía un carácter determinante. El trabajo


de los campesinos siervos reproducía no solo los productos destinados a la satisfacción de las
necesidades de los señores feudales y de los propios productores y sus familias, sino también las
condiciones para la continuación del proceso de producción en su hacienda. Los campesinos
debían realizar los trabajos que aseguraran la continuidad de la producción.

El incremento de la producción en la hacienda campesina era limitado forzosamente por el


hecho de que al aumentar la producción, aumentaban las rentas que debían pagar. Por otro lado
para pagar la renta aumentada, el productor debías mantener la producción ampliada.

La fuente de todo aumento de la producción es el producto adicional. Por ello solo podía tener
lugar en el caso de que una parte del producto adicional, se destinara de vez en cuando a la
ampliación y perfeccionamiento de la producción, cosa no común debido al consumo parasitario
de la clase feudal. Esto ocurría de manera esporádica preferentemente en ocasiones que debido a
la existencia de prestaciones fijadas con anterioridad, el señor feudal no podía apropiarse de
golpe de todo el resultado del incremento de la productividad del trabajo en la hacienda
campesina.

Desarrollo de las fuerzas productivas

Las relaciones feudales de producción contribuyeron al desarrollo ulterior de las fuerzas


productivas a lo largo de cierto período histórico. En los siglos XV y XVI se producen los
cambios más significativos en le desarrollo de las fuerzas productivas debido al progreso
alcanzado en la siderurgia, el mecanizado de los metales y la energética.
En la segunda mitad del siglo XV, comenzaron a emplearse los altos hornos en la fundición de
hierro lo cual elevó la productividad del trabajo en la industria siderúrgica y se incremento la
producción de los metales ferroso. Para la forja del metal comenzaron a emplearse martillos
metálicos accionado por un volante hidráulico. Aparecieron además tipos sencillos de tornos,
taladradoras y esmeriladoras. Con ello se crearon las condiciones para perfeccionar los
instrumentos de trabajo en todas las esferas de la economía.

Se comenzaron a utilizar nuevos mecanismos (bombas de agua, montacargas, etc) para el


trabajo en las minas, lo que permitió extraer minerales útiles de las minas situadas a gran
profundidad. Se perfeccionaron y adquirieron gran difusión los motores de viento y el volante
hidráulico. Desde el siglo XII se conocí el reloj mecánico y a finales del siglo XV se construyó
el primer mecanismo automático, el reloj de bolsillo de cuerda. Se descubrió y difundió la
imprenta. Se operaron cambios importantes en la construcción de barcos y el la técnica de
navegación.

Se logró cierto progreso técnico en la agricultura, aumentaron las superficies cultivables y


creció el volumen de la producción agrícola.

Desarrollo de las relaciones mercantiles

Archivo:el mercado en la ciudad.jpg

Mercado

Paralelamente al desarrollo de la técnica, creció la división social del trabajo, ante todo en la
artesanía. Surgían más artesanos que se especializaban en la producción de unas pocas
mercancías. Se convirtieron en ramas independientes diversos oficios de la artesanía a los que se
había dedicados los campesinos en sus viviendas y en las haciendas de los terratenientes
(elaboración de hilados, tejidos, etc). Producto al crecimiento de la división social del trabajo,
creció inevitablemente la producción y el cambio de mercancías.
A finales del siglo XV e inicios del siglo XVI, la forma de la renta en dinero pasó a ser
dominante en varios países, lo que amplió considerablemente las relaciones mercantiles y
monetarias y la influencia del mercado en la economía feudal. Fue desapareciendo
gradualmente el aislamiento de las haciendas de los campesinos y los terratenientes. Los
campesinos se fueron transformando paulatinamente en productores de mercancías. En las
ciudades se ampliaron con mayor rapidez las relaciones mercantiles debido a que en la división
del trabajo y la especialización de la producción, se operaron los cambios más rápido que en el
campo. El desarrollo ulterior de las ciudades como centros del desarrollo de la producción
mercantil y del comercio, ejercía una influencia cada vez mayor en la desintegración de la
economía natural.

El incremento de la producción mercantil fue aparejado con la ampliación del mercado. Las
relaciones comerciales entre las ciudades y entre las ciudades y el campo, así como entre los
diferentes países, se fueron haciendo cada vez más amplios y necesarios. Los grandes
descubrimientos geográficos, imprimieron un fuerte impulso al desarrollo del comercio.

Disgregación de la economía natural

Economía Natural

En los siglos XV y XVI las relaciones mercantiles y monetarias, había penetrado lo suficiente
en la economía no solo de las ciudades, sino también del campo. La existencia en estas
condiciones de los gremios de artesanos y de las haciendas naturales, se hacían cada vez más
incompatible con las necesidades del desarrollo sucesivo de la economía.

La organización feudal de la producción artesanal en la forma de régimen gremial con su


rigurosa reglamentación del volumen y la tecnología de la producción, con el monopolio de la
producción gremial, limitaba las posibilidades de un considerable progreso de la técnica de la
producción y del aumento de la cantidad de producción mercantil.

La agricultura feudal con el fraccionamiento de las tierras de los pequeños productores y la


rotación forzosa de los cultivos en los límites de la comunidad supeditada al señor feudal,
impedía la elevación de la productividad del trabajo y la ampliación de la hacienda.
A su vez la economía natural con su producción para sí, obstaculizaba la escala del mercado
interior y frenaba el desarrollo del intercambio de mercancías. Las relaciones feudales frenaban
la afluencia de mano de obra a la ciudad, sin lo cual no podía ampliarse el mercado.. los
artesanos y campesinos eran mantenidos en el sistema de la producción feudal por medio de la
coerción extraeconómica e incluso las personas que habían atesorado considerables riquezas
(los mercaderes, los usureros y los artesanos enriquecidos) no podían organizar en realidad la
gran producción en la ciudad o en el campo, pues no disponían de suficiente fuerza de trabajo.
En esta situación el procedimiento de unificación de la fuerza de trabajo con los medios de
producción propio del feudalismo era cada vez más inadecuado al desarrollo de las fuerzas
productivas.

Entre las nuevas fuerzas productivas, que exigían nuevas formas de organización del trabajo a la
forma de la cooperación de productores especializados y un nuevo modo de unificación de las
fuerza de trabajo con los medios de producción, por un lado, y las caducas relaciones de
producción basadas en la dependencia personal de los productores respecto a los propietarios de
la tierra, por otro lado, apareció y se agudizó cada vez más la contradicción inconciliable.
Apareció la necesidad social de sustituir las viejas relaciones de producción feudales por otras
nuevas, que correspondieran al crecente desarrollo de las fuerzas productivas.

Diferenciación de los productores de mercancías

Al ampliarse la división social del trabajo y extenderse la esfera de la relaciones mercantiles y


monetarias, se incrementaba la diferenciación patrimonial y social de los productores directos
de mercancías. Al no ser igual la productividad del trabajo individual, los productores de
mercancías invertían en la producción de una misma mercancía diferentes cantidades de trabajo.

Los productores de mercancías que tenían peores condiciones de producción, invertían mucho
más trabajo y solo podían cubrir parte los gastos de producción al vender sus mercancías.
Inexorablemente una parte de estos productores se arruinaban. Por otra parte aquellos que
disponían de mejores condiciones de producción y lograban una intensidad y productividad del
trabajo más avanzada, se enriquecían. Acumulaban en sus manos grandes sumas de dinero y de
medios de producción. Con esto se creaban las condiciones para un nuevo procedimiento de
unificación de los productores con los medios de producción. Los productores de mercancías
arruinados, al no disponer de toda clase de medios de producción, se veían obligados a
contratarse por dinero, trabajando para aquellos que poseían los medios de producción. La
producción mercantil basada en los medios de producción y en el trabajo de los propios
productores, se transformaba cada vez más en una nueva forma de producción mercantil más
desarrollada: la forma capitalista de producción mercantil.

Surgimiento de producción mercantil capitalista

Producción Mercantil

Las relaciones capitalistas de producción surgidas en las entrañas del régimen feudal, se
diferenciaba de las formas anteriores de la economía mercantil, ante todo como gran producción
que empleaba la cooperación del trabajo de muchos obreros asalariados.

En el proceso de surgimiento y desarrollo del modo capitalista de producción jugó un papel


primordial el capital comercial y el capital usurero, que incentivaron al desarrollo de las
relaciones monetarias mercantiles. El capital comercial nacido con anterioridad, era invertido a
menudo en la industria, y el comerciante se convertía en tal caso en capitalista manufacturero.
En momentos los usureros pasaban a ser banqueros. Tanto al capital comercial como el usurario
no podían de por sí originar una revolución radical en las relaciones de producción; solo
favorecían a crear las condiciones para el surgimiento de las formas capitalistas de producción.

La consolidación de las relaciones capitalistas de producción supuso la transformación de la


masa de productores en proletarios libres de toda dependencia personal pero desposeídos a la
vez de tos clase de medios de producción. Por otra parte la concentración de las riquezas en
dinero y de los medios de producción en manos de una minoría. En la creación de estas
condiciones reside la esencia de la denominada acumulación originaria del capital. Al respecto
Marx escribió: “El régimen del capital presupone el divorcio entre los obreros y la propiedad
sobre las condiciones de realización de su trabajo…Por tanto, el proceso que engendra el
capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre
las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales
de vida y de producción, mientras que de otra parte convierte a los productores directos en
obreros asalariados. La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso
histórico de disociación entre el productor y los medios de producción.”
El proceso de la acumulación originaria del capital constituye la prehistoria del capitalismo y
antecedió a la consolidación del capitalismo como modo dominante de producción.

Papel de la violencia en la instauración del capitalismo

Los economistas burgueses, describen sublimemente la historia del surgimiento del capitalismo,
afirmando que la acumulación de riquezas deviene desde la remota Antigüedad como resultado
del amor al trabajo y el espíritu de austeridad de unos y de la indolencia y despilfarro de otros.
En verdad las relaciones capitalistas de producción surgieron y luego se convirtieron
objetivamente en las relaciones dominantes, producto a las leyes del desarrollo social. Pero la
acumulación originaria del capital fue beneficiada y acelerada con el empleo de la violencia
directa y sin disimulos de ninguna índole.

Constituye un ejemplo típico de cómo se desenvolvió la acumulación originaria del capital los
acontecimientos acaecidos en los siglos XVI y XVII en Inglaterra, donde la producción
capitalista alcanzó un mayor desarrollo antes que en los demás países de Europa. La nobleza
aburguesada, desalojó violentamente de la tierra a los campesinos que se habían liberado de la
servidumbre feudal. Al quedarse sin tierras, los campesinos se vieron obligados a contratarse a
los capitalistas. Paralelamente se operó el proceso de aparición de los granjeros capitalistas. “El
recuerdo de esta cruzada de expropiación – escribió Marx – ha quedado inscrito en los anales de
la historia con trazos indelebles de sangre y fuego.” Los campesinos arruinados y despojados de
sus tierras se fueron convirtiendo en una masa empobrecida que llenaba los caminos y ciudades
en busca de trabajo y medios de existencia. Así mediante la violencia se aceleraba la
proletarización de las amplias masas.

La violencia es además una importante vía para acelerar la concentración de las riquezas en
manos de unos pocos. Muchas empresas capitalistas nacieron a expensa de la acumulación
concentrada en manos f\de los comerciantes u usureros. Pero además desempeñaron un enorme
rol otros métodos de acumulación de riquezas, como el sistema de explotación colonial de los
pueblos, el comercio con las colonias, comprendido la trata de esclavo, las guerras comerciales,
el sistema de empréstito e impuestos estatales y la política arancelaria proteccionista del estado.
Así mediante el despojo, la ruina impuesta por la violencia, de la masa de pequeños productores
y la rigurosa opresión de los pueblos coloniales, se aceleraba la creación de las condiciones para
el dominio de las relaciones capitalistas de producción.

Agudización de la lucha de clases

La disgregación del régimen feudal, se desarrolló en virtud de las leyes objetivas del desarrollo
social. Este proceso se aceleró mediante el empleo de la violencia en gran escala como método
de la acumulación originaria del capital. La base del feudalismo se fue debilitando cada vez más
por los efectos de la lucha de clases que se iba agudizando cada vez más manifestadas por las
acciones de la masa de campesinos contra los opresores.

En el siglo XIV se produjo la insurrección de los campesinos ingleses dirigidos por Wat Tyler y
la sublevación de los campesinos franceses (Jacquerie). En el siglo XV estallaron sublevaciones
campesinas en Bohemia dirigidas por Juan Hus. En el siglo XVI en Alemania se sucedieron
grandes acciones de los campesinos dirigidos por Tomás Munzer.

Juana de Arcos

Las insurrecciones campesinas fueron el preludio de las revoluciones burguesas. Los


campesinos y artesanos constituían las fuerzas motrices fundamentales de las revoluciones
burguesas. Pero los frutos de sus luchas y victorias fueron aprovechados por la burguesía que se
apoderó del poder estatal. Las primeras revoluciones burguesas ocurrieron en los países bajos
(siglo XVI) y en Inglaterra (siglo XVII). La revolución francesa, iniciada en 1789, tuvo una
enorme trascendencia para el para el derrocamiento del dominio de los señores feudales y el
triunfo de la burguesía en Europa. Las revoluciones burguesas dieron el golpe de gracia al
régimen feudal y consolidaron el nuevo modo de producción: el modo de producción capitalista.

Vestigios del feudalismo en la actualidad

Han transcurridos muchos siglos desde la desaparición del feudalismos en muchos de los países,
pero sus vestigios se mantienen en el mundo capitalista desarrollado de nuestros días. En Italia
que cuenta con un desarrollo capitalista elevado, todavía existen grandes haciendas de la
nobleza, que abarcan más del 10% de las tierras cultivable del país. Allí está ampliamente
extendido el sistema de aparcería en virtud del cual se le entrega parte de la cosecha al
propietario de la tierra en concepto de renta del suelo.

Existen restos del feudalismo en otros países capitalistas desarrollados de Europa; y son muy
claros en la economía de ciertos países de América Latina, Asia y África. En Brasil por ejemplo
el 177 millones de hectáreas pertenecen] a grandes latifundios. La forma predominante de
arriendo de la tierra es la aparcería semifeudal.

En Irán donde la mitad de las tierras pertenecen a los grandes terratenientes y está ampliamente
extendido el arriendo sobre la base del principio de la aparcería, las relaciones agrarias tienen un
carácter semifeudal.

En Turquía a los grandes propietarios de las tierras les pertenece más de un tercio de la tierra
cultivable.

Uno de los problemas más significativos del desarrollo de muchos pueblos consiste en suprimir
definitivamente los vestigios feudales. Estos sólo pueden ser eliminados en los países coloniales
y subdesarrollados con el incremento de su lucha liberadora.

Referencias

Significado de la palabra feudalismo según el Diccionario de la Real Academia Española en su


Vigésima segunda edición. Consultado el 2 de octubre de 2012.

Significado de la palabra feudalismo según el Diccionario soviético de filosofía. Ediciones


Pueblos Unidos, Montevideo 1965, páginas 172-173.

Fuentes
Curso de Economía Política. Universidad de Lomonosov. Tomo I. Primera parte. Pág 129.

Material didáctico de ciencias sociales. Economía Política. Ed Progreso. Moscú. Pág 46.

C. Marx. “El Capital”. Tomo I, secc primera. Cap I. Apartado 3. Pág. 44.

C. Marx. “El Capital”. Tomo III, secc sexta. Cap XLVII. Apartado 3. Pág. 802.

V. I. Lenin. “Paso de los terratenientes de la economía basada en la prestación personal a la


capitalista”. O. C. T. III. Pág. 191.

Información sobre la Edad Media publicada en el Sitio Web Profesor en Línea

El feudalismo, artículo publicado en el sitio web Eumed.net de la Universidad de Málaga.

Orígenes y Desarrollo del Feudalismo publicado en el sitio web FortuneCity.es

Feudalismo

Roldán jura fidelidad a Carlomagno. Manuscrito de un cantar de gesta, c. siglo XIV.

El castillo de Orava, en Eslovaquia, uno de los más representativos de la sociedad feudal.

Feudalismo es la denominación del sistema político predominante en la Europa Occidental de


los siglos centrales de la Edad Media (entre los siglos IX al XV, aunque no hay acuerdo entre los
historiadores sobre su comienzo y su duración, y esta varía según la región),1 y en la Europa
Oriental durante la Edad Moderna, caracterizado por la descentralización del poder político; al
basarse en la difusión del poder desde la cúspide (donde en teoría se encontraban el
emperador o los reyes) hacia la base donde el poder local se ejercía de forma efectiva con gran
autonomía o independencia por una aristocracia, llamada nobleza, cuyos títulos derivaban de
gobernadores del imperio carolingio (duques, marqueses, condes) o tenían otro origen
(barones, caballeros, etc.).

El término «feudalismo» también se utiliza historiográficamente para denominar las


formaciones sociales históricas caracterizadas por el modo de producción que el materialismo
histórico (la historiografía marxista) denomina feudal.2
Como formación económico-social, el feudalismo se inició en la Antigüedad tardía con la
transición del modo de producción esclavista al feudal; a partir de la crisis del siglo III y sobre
todo con la disolución del Imperio romano de Occidente (siglo V) y la formación de los reinos
germánicos y el Imperio carolingio (siglos VIII y IX).

Fundamentado en distintas tradiciones jurídicas (tanto del derecho romano como del derecho
germánico –relaciones de clientela, séquito y vasallaje–), el feudalismo respondió a la
inseguridad e inestabilidad de la época de las invasiones que se fueron sucediendo durante
siglos (pueblos germánicos, eslavos, magiares, musulmanes, vikingos). Ante la incapacidad de
las instituciones estatales, muy lejanas, la única seguridad provenía de las autoridades locales,
nobles laicos o eclesiásticos, que controlaban castillos o monasterios fortificados en entornos
rurales, convertidos en los nuevos centros de poder ante la decadencia de las ciudades.

Desde el punto de vista institucionalista, el feudalismo fue el conjunto de instituciones creadas


en torno a una relación muy específica: la que se establecía entre un hombre libre (el vasallo),
que recibía la concesión de un bien (el feudo) por parte de otro hombre libre (el señor), ante el
que se encomendaba en una ceremonia codificada (el homenaje) que representaba el
establecimiento de un contrato sinalagmático (de obligaciones recíprocas).3 Esta serie de
obligaciones recíprocas, militares y legales, establecidas entre la nobleza guerrera; giraba en
torno a tres conceptos clave: señor, vasallo y feudo. Entre señor y vasallo se establecían las
relaciones de vasallaje, esencialmente políticas. En el feudo, entendido como unidad socio-
económica o de producción, se establecían relaciones de muy distinta naturaleza, entre el
señor y los siervos; que desde la historiografía marxista se explican como resultado de una
coerción extraeconómica por la que el señor extraía el excedente productivo al campesino. La
forma más evidente de renta feudal era la realización por los siervos de prestaciones de
trabajo (corveas o sernas); con lo que el espacio físico del feudo se dividía entre la reserva
señorial o reserva dominical (donde se concentraba la producción del excedente) y los mansos
(donde se concentraba la producción imprescindible para la reproducción de la fuerza de
trabajo campesina). En otras formas, los siervos se obligaban a distintos tipos de pago; como
una parte de la cosecha o un pago fijo, que podía realizarse en especie o en moneda (forma
poco usual hasta el final de la Edad Media, dado que en siglos anteriores la circulación
monetaria, y de hecho todo tipo de intercambios, se reducían al mínimo), a los que se añadían
todo tipo de derechos y monopolios señoriales.4

Índice

1 Etimología

2 Definición de feudalismo

2.1 Definición institucionalista

2.2 Definición marxista

3 Uso del término «feudalismo»

4 Antecedentes

4.1 Un nuevo poder

4.2 Entorno, tareas y división de la nueva sociedad

5 El vasallaje y el feudo

5.1 El homenaje y la investidura

5.2 La encomienda. La organización del feudo

6 Los estamentos sociales

6.1 Clero

6.2 Ejército

6.2.1 La caballería en los reinos de Hispania

6.3 Campesinado

6.4 Burguesía

7 Final

8 Economía feudal
9 Crisis del feudalismo

10 Véase también

11 Referencias

12 Bibliografía

13 Enlaces externos

Etimología

Herr Reinmar von Zweter, un Minnesinger del siglo 13, se representa con los brazos nobles en
el Codex Manesse.

La palabra «feudalismo» es un término erudito y tardío (siglo XVII), que deriva de la palabra
«feudo» (del latín medieval, feodum o feudum)5 por intermedio del adjetivo «feudal». Los
términos «feudo» y «feudal» son mucho más antiguos. En su forma latina, la única empleada
originalmente en los documentos, «feudo» (fevum) se remonta al siglo X, pero no se expandió
su uso hasta el siglo XI. Por su parte «feudal» (feodalis) data del siglo XI.6

Definición de feudalismo

Existen en general dos definiciones de feudalismo.

Definición institucionalista

Conjunto de instituciones que respaldan compromisos generalmente militares, entre un


hombre libre, el vasallo (vasallus, vassus) y un hombre libre en situación superior. El primero
recibe del segundo un feudo (feodum, feudum) para su mantenimiento.

[P]uede definirse el feudalismo como un conjunto de instituciones que crean y rigen


obligaciones de obediencia y servicio –principalmente militar– por parte de un hombre libre,
llamado «vasallo», hacia un hombre libre llamado «señor», y obligaciones de protección y
sostenimiento por parte del “señor” respecto del «vasallo», dándose el caso de que la
obligación de sostenimiento tuviera la mayoría de las veces como efecto la concesión, por
parte del señor al vasallo, de un bien llamado «feudo».

François-Louis Ganshof7

Definición marxista

Modo de producción con unas peculiares formas de relación socioeconómica, situado entre el
esclavismo de la Antigüedad y el capitalismo moderno. Concretamente, se entiende como un
conjunto de relaciones de producción y dependencia entre el campesino y el señor,
propietario de la tierra que aquél usufructúa, en un momento de predominio de la agricultura
como fuente de riqueza.

Un sistema bajo el cual el estatus económico y la autoridad estaban asociados con la


tenencia de la tierra y en el que el productor directo (que a su vez era poseedor de algún
terreno) tenía la obligación, basada en la ley o el derecho consuetudinario, de dedicar cierta
parte de su trabajo o de su producción en beneficio de su superior feudal.

Maurice Dobb8

El feudalismo se puede entender también como consecuencia de la ruptura de todas las


estructuras de poder antiguo tras la caída del Imperio Romano. El poder estatal se fragmenta y
es asumido por los grandes propietarios de tierras, los señores. Cada señor se convierten en
juez, administrador, cobrador de impuestos y líder militar de la comarca que controla. Este
poder de los señores feudales recibía el nombre de ban. Los campesinos ofrecían sus servicios
en trabajo (corveas) o pagaban un impuesto o tributo al señor feudal a cambio de protección.

Pese a la ausencia de control estatal, el sistema feudal no era una anarquía. Entre los señores
se forman relaciones feudovasalláticas de subordinación. Los señores débiles se subordinaban
a un señor más poderoso. En la cima de estas relaciones de vasallaje estaba el rey, a quien
todos los señores declaraban estar sometidos.

La postura habitual entre los medievalistas distingue dos procesos:

Un complejo de compromisos militares, que junto con la disgregación del poder político,
conlleva una privatización de funciones públicas en beneficio de una minoría de libres
privilegiados.

Uso del término «feudalismo»

El fracaso del proyecto político centralizador de Carlomagno llevó, en ausencia de ese


contrapeso, a la formación de un sistema político, económico y social que los historiadores han
convenido en llamar feudalismo, aunque en realidad el nombre nació como un peyorativo para
designar el Antiguo Régimen por parte de sus críticos ilustrados. La Revolución francesa
suprimió solemnemente "todos los derechos feudales" en la noche del 4 de agosto de 1789 y
"definitivamente el régimen feudal", con el decreto del 11 de agosto.

La generalización del término permite a muchos historiadores aplicarlo a las formaciones


sociales de todo el territorio europeo occidental, pertenecieran o no al Imperio Carolingio. Los
partidarios de un uso restringido, argumentando la necesidad de no confundir conceptos como
feudo, villae, tenure, o señorío lo limitan tanto en espacio (Francia, Oeste de Alemania y Norte
de Italia) como en el tiempo: un "primer feudalismo" o "feudalismo carolingio" desde el siglo
VIII hasta el año 1000 y un "feudalismo clásico" desde el año 1000 hasta el 1240, a su vez
dividido en dos épocas, la primera, hasta el 1160 (la más descentralizada, en que cada señor de
castillo podía considerarse independiente); y la segunda, la propia de la "monarquía feudal").
Habría incluso "feudalismos de importación": la Inglaterra normanda desde 1066 y los Estados
cruzados (siglos XII y XIII).9
Otros prefieren hablar de "régimen" o "sistema feudal", para diferenciarlo sutilmente del
feudalismo estricto, o de síntesis feudal, para marcar el hecho de que sobreviven en ella rasgos
de la antigüedad clásica mezclados con contribuciones germánicas, implicando tanto a
instituciones como a elementos productivos, y significó la especificidad del feudalismo
europeo occidental como formación económico social frente a otras también feudales, con
consecuencias trascendentales en el futuro devenir histórico.10 Más dificultades hay para el
uso del término cuando nos alejamos más: Europa Oriental experimenta un proceso de
"feudalización" desde finales de la Edad Media, justo cuando en muchas zonas de Europa
Occidental los campesinos se liberan de las formas jurídicas de la servidumbre, de modo que
suele hablarse del feudalismo polaco o ruso. El Antiguo Régimen en Europa, el Islam medieval
o el Imperio bizantino fueron sociedades urbanas y comerciales, y con un grado de
centralización política variable, aunque la explotación del campo se realizaba con relaciones
sociales de producción muy similares al feudalismo medieval. Los historiadores que aplican la
metodología del materialismo histórico (Marx definió el modo de producción feudal como el
estadio intermedio entre el esclavista y el capitalista) no dudan en hablar de "economía
feudal" para referirse a ella, aunque también reconocen la necesidad de no aplicar el término a
cualquier formación social preindustrial no esclavista, puesto que a lo largo de la historia y de
la geografía han existido otros modos de producción también previstos en la modelización
marxista, como el modo de producción primitivo de las sociedades poco evolucionadas,
homogéneas y con escasa división social -como las de los mismos pueblos germánicos
previamente a las invasiones- y el modo de producción asiático o despotismo hidráulico -
Egipto faraónico, reinos de la India o Imperio chino- caracterizado por la tributación de las
aldeas campesinas a un estado muy centralizado.11 En lugares aún más lejanos se ha llegado a
utilizar el término feudalismo para describir una época. Es el caso de Japón y el denominado
feudalismo japonés, dadas las innegables similitudes y paralelismos que la nobleza feudal
europea y su mundo tiene con los samuráis y el suyo (véase también shogunato, han y castillo
japonés). También se ha llegado a aplicarlo a la situación histórica de los periodos intermedios
de la historia de Egipto, en los que, siguiendo un ritmo cíclico milenario, decae el poder central
y la vida en las ciudades, la anarquía militar rompe la unidad de las tierras del Nilo, y los
templos y señores locales que alcanzan a controlar un espacio de poder gobiernan en él de
forma independiente sobre los campesinos obligados al trabajo.

Antecedentes
El sistema feudal europeo tiene sus antecedentes en el siglo V, al caer el Imperio romano. El
colapso del Imperio acaeció básicamente por su extensión y la incapacidad del emperador para
controlar todas sus provincias, sumado cada vez más numerosas incursiones de pueblos
bárbaros que atacaban y saqueaban las provincias más retiradas del imperio. Esto provocó que
los emperadores necesitaran gente para defender sus grandes terrenos y contrataran
caballeros o nobles (precursores del modelo de señor feudal), que a su vez contrataran
vasallos, villanos, etc. Se llegó incluso a contratar a jefes y tropas mercenarias de los mismos
pueblos "bárbaros".

A partir del siglo X no queda resto de imperio alguno sobre Europa. La realeza, sin desaparecer,
ha perdido todo el poder real y efectivo, y sólo conserva una autoridad sobrenatural
remarcada por las leyendas que le atribuyen carácter religioso o de intermediación entre lo
divino y lo humano. Así, el rey no gobierna, sino que su autoridad viene, a los ojos del pueblo,
de Dios, y es materializado e implementado a través de los pactos de vasallaje con los grandes
señores, aunque en realidad son éstos quienes eligen y deponen dinastías y personas. En el
plano micro, los pequeños nobles mantienen tribunales feudales que en la práctica
compartimentalizan el poder estatal en pequeñas células.

Un nuevo poder

La Iglesia Católica conocedora de la fragilidad de los reinos y del poder que ella misma tiene en
esa situación, durante los concilios de Charroux y de Puy consagra a los prelados y señores
como jefes sociales y sanciona con graves penas la desobediencia de estas normas. Los
señores, a partir de ese momento, "reciben el poder de Dios" y deben procurar la paz entre
ellos, pacto que deben renovar generación tras generación.

Se conforma así un modelo en el que la "gente armada" adquiere determinados compromisos


sobre la base de juramentos y deben proteger el orden creado, y los eclesiásticos que forman
la moral social y se encuentran salvaguardados por los señores.

Entorno, tareas y división de la nueva sociedad


El castillo encaramado sobre un alto será la representación del poder y la fuerza. En principio,
baluarte que se daban las poblaciones para protegerse de las depredaciones. Luego, hogar del
señor y lugar de protección de los vasallos en los conflictos. Desde allí se administra justicia a
todos cuantos se encuentran sujetos. En un principio, las personas libres están sometidas a
unas mínimas normas de obediencia, defensa mutua y servicios prometidos. Los demás son
siervos.

En los países donde la dominación romana duró más tiempo (Italia, Hispania, Provenza), las
ciudades se conservan, si bien con menor importancia numérica, pero a salvo de señoríos. En
los países, más al norte, donde los romanos se asentaron menos tiempo o con menor
intensidad, la reducción de la población en las ciudades llegó a hacer desaparecer los pocos
núcleos importantes que había y el feudalismo se implanta con más fuerza.

La sociedad se encuentra entonces con tres órdenes que, según la propia Iglesia, son mandatos
de Dios y, por tanto, fronteras sociales que nadie puede cruzar. La primera clase u orden es la
de los que sirven a Dios, cuya función es la salvación de todas las almas y que no pueden
encomendar su tiempo a otra tarea. La segunda clase es la de los combatientes, aquellos cuya
única misión es proteger a la comunidad y conservar la paz. La tercera clase es la de los que
laboran, que con su esfuerzo y trabajo deben mantener a las otras dos clases.

El vasallaje y el feudo

Un vasallo arrodillado realiza la inmixtio manum durante el homenaje a su señor, sentado. Un


escribiente toma nota. Todos están sonrientes.

Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un lado el vasallaje como relación
jurídico-política entre señor y vasallo, un contrato sinalagmático (es decir, entre iguales, con
requisitos por ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres libres, ambos
guerreros, ambos nobles), consistente en el intercambio de apoyos y fidelidades mutuas
(dotación de cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al vasallo y compromiso de
auxilium et consilium -auxilio o apoyo militar y consejo o apoyo político-), que si no se cumplía
o se rompía por cualquiera de las dos partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se
complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez señor de vasallos); y por otro lado el
feudo como unidad económica y de relaciones sociales de producción, entre el señor del feudo
y sus siervos, no un contrato igualitario, sino una imposición violenta justificada
ideológicamente como un quid pro quo de protección a cambio de trabajo y sumisión.

Por tanto, la realidad que se enuncia como relaciones feudo-vasalláticas es realmente un


término que incluye dos tipos de relación social de naturaleza completamente distinta, aunque
los términos que las designan se empleaban en la época (y se siguen empleando) de forma
equívoca y con gran confusión terminológica entre ellos:

El vasallaje era un pacto entre dos miembros de la nobleza de distinta categoría. El caballero
de menor rango se convertía en vasallo (vassus) del noble más poderoso, que se convertía en
su señor (dominus) por medio del Homenaje e Investidura, en una ceremonia ritualizada que
tenía lugar en la torre del homenaje del castillo del señor. El homenaje (homage) -del vasallo al
señor- consistía en la postración o humillación -habitualmente de rodillas-, el osculum (beso),
la inmixtio manum -las manos del vasallo, unidas en posición orante, eran acogidas entre las
del señor-, y frase que reconociera haberse convertido en su hombre. Tras el homenaje se
producía la investidura -del señor al vasallo-, que representaba la entrega de un feudo
(dependiendo de la categoría de vasallo y señor, podía ser un condado, un ducado, una marca,
un castillo, una población, o un simple sueldo; o incluso un monasterio si el vasallaje era
eclesiástico) a través de un símbolo del territorio o de la alimentación que el señor debe al
vasallo -un poco de tierra, de hierba o de grano- y del espaldarazo, en el que el vasallo recibe
una espada (y unos golpes con ella en los hombros), o bien un báculo si era religioso.

El homenaje y la investidura

Torre del Homenaje del Castillo de Olbrueck en Alemania.

El homenaje era un ritual por el que un señor concedía un feudo a otro hombre de la clase
privilegiada a cambio de algunos servicios y prestaciones, generalmente de orden militar.

La figura del Homenaje adquiere mayor importancia entre los siglos XI al XIII, destinándose la
parte más noble del castillo para ello, la torre, y en el ceremonial participaban dos hombres: el
vasallo que, arrodillado, destocado y desarmado frente al señor12 con las manos unidas en
prueba de humildad y sometimiento, espera que éste le recoja y lo alce, dándose ambos un
reconocimiento mutuo de apoyo y un juramento de fidelidad. El señor le entregará el feudo en
pago por sus servicios futuros, que generalmente consistía en bienes inmuebles: Grandes
extensiones de terreno, casi siempre de labranza. El juramento y el vasallaje será de por vida.

La entrega del feudo o algún elemento que lo represente constituye la investidura y se


realizaba inmediatamente después del homenaje. El régimen jurídico de entrega es, de forma
general, un usufructo vitalicio, aunque también podía ser en bienes materiales, pero que con
el tiempo se convirtió en una ligazón de familias entre el señor y sus vasallos, pudiendo
heredarse el feudo siempre que los herederos renovaran sus votos con el señor. Sin embargo,
el señor feudal tenía derecho a revocar el feudo a su vasallo si éste no se comportaba como
tal, o demostraba algún signo de deslealtad, como conspirar contra él, no cumplir entregando
las tropas de su feudo en caso de guerra, etc., ya que cometía el delito de felonía. A un felón se
le consideraba un mal vasallo y una persona de la que desconfiar. En el sistema feudal, la
felonía era una terrible mancha de por vida en la reputación de un caballero.

La encomienda. La organización del feudo

La encomienda, encomendación o patrocinio (patrocinium, commendatio, aunque era habitual


utilizar el término commenpdatio para el acto del homenaje o incluso para toda la institución
del vasallaje) eran pactos teóricos entre los campesinos y el señor feudal, que podían también
ritualizarse en una ceremonia o -más raramente- dar lugar a un documento. El señor acogía a
los campesinos en su feudo, que se organizaba en una reserva señorial que los siervos debían
trabajar obligatoriamente (sernas o corveas) y en el conjunto de los pequeños terrenos para
explotaciones familiares (o mansos feudales) que se atribuían en el feudo a los campesinos
para que pudieran subsistir. Obligación del señor era protegerles si eran atacados, y mantener
el orden y la justicia en el feudo. A cambio, el campesino se convertía en su siervo y pasaba a la
doble jurisdicción del señor feudal: en los términos utilizados en España en la Baja Edad Media,
el señorío territorial, que obligaba al campesino a pagar rentas al noble por el uso de la tierra;
y el señorío jurisdiccional, que convertía al señor feudal en gobernante y juez del territorio en
el que vivía el campesino, por lo que obtenía rentas feudales de muy distinto origen
(impuestos, multas, monopolios, etc.). La distinción entre propiedad y jurisdicción no era en el
feudalismo algo claro, pues de hecho el mismo concepto de propiedad era confuso, y la
jurisdicción, otorgada por el rey como merced, ponía al señor en disposición de obtener sus
rentas. No existieron señoríos jurisdiccionales en los que la totalidad de las parcelas
pertenecieran como propiedad al señor, siendo muy generalizadas distintas formas de alodio
en los campesinos. En momentos posteriores de despoblamiento y refeudalización, como la
crisis del siglo XVII, algunos nobles intentaban que se considerasen despoblados
completamente de campesinos un señorío para liberarse de todo tipo de cortapisas y
convertirlo en coto redondo reconvertible para otro uso, como el ganadero.13

Junto con el feudo, el vasallo recibe los siervos que hay en él, no como propiedad esclavista,
pero tampoco en régimen de libertad; puesto que su condición servil les impide abandonarlo y
les obliga a trabajar. Las obligaciones del señor del feudo incluyen el mantenimiento del orden,
o sea, la jurisdicción civil y criminal (mero e mixto imperio en la terminología jurídica
reintroducida con el Derecho Romano en la Baja Edad Media), lo que daba aún mayores
oportunidades para obtener el excedente productivo que los campesinos pudieran obtener
después de las obligaciones de trabajo -corveas o sernas en la reserva señorial- o del pago de
renta -en especie o en dinero, de circulación muy escasa en la Alta Edad Media, pero más
generalizada en los últimos siglos medievales, según fue dinamizándose la economía-. Como
monopolio señorial solían quedar la explotación de los bosques y la caza, los caminos y
puentes, los molinos, las tabernas y tiendas. Todo ello eran más oportunidades de obtener
más renta feudal, incluidos derechos tradicionales, como el ius prime noctis o derecho de
pernada, que se convirtió en un impuesto por matrimonios, buena muestra de que es en el
excedente de donde se extrae la renta feudal de forma extraeconómica (en este caso en la
demostración de que una comunidad campesina crece y prospera). También en muchos casos
se puede demostrar que el vasallo era mas privilegiado que es siervo por simples razones el
señor feudal le daba protección, justicia y sustento económico al vasallo a cambio de consejos,
ayuda militar y ayuda económica.

Los estamentos sociales

Véase también: Estamento

La división en tres órdenes se subdividía a su vez en estamentos compactos y perfectamente


delimitados.
En una primera división, se encuentra el grupo de los privilegiados, todos ellos señores,
eclesiásticos o caballeros. En la cúspide se hallaba el Rey, después el Alto Clero integrado por
arzobispos, obispos y abades y el Bajo Clero formado por los curas y sacerdotes, y por último la
nobleza. Es este grupo de privilegiados el que forma los señores y los caballeros, y éstos
últimos a su vez podían ser señores de otros caballeros, dependiendo de su poder y de la
capacidad de subinfeudar sus tierras. El Alto Clero, además de las tareas que dentro de los tres
órdenes le habían sido encomendadas, la guía espiritual y sostener la doctrina moral que
mantenía el feudalismo, podían ser a su vez señores y entregar parte de sus bienes para la
defensa de su comunidad. Los privilegiados no pagaban impuestos.

Los no privilegiados eran la burguesía, los artesanos, los sirvientes y los campesinos, que se
subdividían a su vez en colonos y aldeanos. A éstos correspondía el sometimiento a la tierra y,
por lo tanto, a quien de ella dependiera, trabajándola y entregando una parte de sus frutos al
señor, o bien, en el caso de artesanos y burgueses, debían obediencia a quien les garantizaba
la defensa de la ciudad y la entrega de bienes o dinero.

Clero

Véase también: Clero

Cruz de Calatrava, emblema de la Orden de Calatrava, organización religioso-militar fundada


en 1158 en Castilla.

El Alto Clero estuvo siempre dominado por el episcopado, cuyos poderes terrenales eran
equiparables a los de cualquier señor laico. En un primer momento, los monjes, todos
pertenecientes al Bajo Clero, quedaban dentro del ámbito de poder de los obispos; más tarde,
serían los abades quienes terminarían por delimitar su autoridad sobre los miembros de las
órdenes monásticas, quedando los sacerdotes en el ámbito de la diócesis episcopal.

En las abadías, se fueron perfilando modelos distintos: por un lado, aquéllas que no eran
poseedoras de grandes propiedades y que dependían para su supervivencia de las limosnas de
los fieles, y de algunos predios entregados por los señores del lugar para garantizar el sustento
de la comunidad religiosa. La necesidad de dinero favorece que sea en este instante en el que
la figura de la limosna es ensalzada como deber fundamental para el creyente y camino para la
salvación del alma.

Otros monasterios poseían extensas propiedades y el abad actuaba como un señor feudal, en
algunos casos incluso nombrando caballeros que le protejan o favoreciendo la creación de
órdenes religioso-militares de gran poder. Sea como fuere, en éstos el dinero proviene de las
rentas que son entregadas por los siervos, generalmente en especie, así como de las
aportaciones, muchas de ellas generosas, y a veces interesadas, de otros señores. La necesidad
de mantener una buena relación con el abad de un monasterio poderoso favorecerá que otros
señores entreguen ofrendas de alto valor y ayuden a la construcción y embellecimiento de
iglesias y catedrales que simbolizaban el poder.

El diferente destino de los eclesiásticos venía determinado por su ascendencia social. Se trata
del estamento social más abierto, pues cualquier persona libre puede incorporarse al mismo
pagando una cantidad de dinero dote. Éste será el elemento que determine dentro del
estamento la posición que, efectivamente, va a ocupar cada uno. Los hijos de los señores que
se integran dentro de la iglesia aportarán cuantiosas sumas que garantizan, no sólo su
supervivencia de por vida, sino un incremento patrimonial notable para el cabildo catedralicio
o monasterio en el que se integran, y un rango alto de los donantes dentro del sistema. Son
éstos los que ocuparán más tarde los cargos obispales. Por otro lado, los clérigos serán los
hijos de los campesinos y, en general, de los no privilegiados, y cuyas funciones, además de las
religiosas, estarán limitadas al ora et labora. Esta práctica degeneró en la práctica de
compraventa de cargos eclesiásticos llamada simonía.

Ejército

Armadura y armas de los caballeros, generalmente aportadas por el señor en la Investidura.

La obligación primordial del vasallo y secundaria del siervo era cumplir con los deberes
militares, sobre todo la defensa del señor y sus bienes, pero también la defensa del propio
feudo. Una obligación pareja era aportar una parte mínima de los tributos recaudados al señor
para engrandecer sus propiedades. El caballero no tenía en realidad un dueño, ni estaba
sometido a poder político alguno, de ahí que se encontrasen caballeros que luchaban en las
filas de un rey un día, y al siguiente en las de otro. Su deber real era para con el señor a quien
le unía un espíritu de camaradería.

En el siglo IX aún se usaba el término milites para hacer referencia a los caballeros, aunque
pronto los idiomas locales fueron gestando términos propios que se agrupaban en "jinetes" o
"caballeros". Su importancia fue en aumento al prescindirse cada vez más de la infantería. El
caballero debía proveerse de caballo, armadura y armas, y disponer de tiempo de ocio para
cumplir su misión.

Aunque abierto al principio, el estamento de los caballeros tendió a cerrarse, convirtiéndose


en hereditario. Con el tiempo, los caballeros eran ordenados al terminar la adolescencia por un
compañero de armas en una ceremonia sencilla. En este momento ya no importa la fortuna,
sino la ascendencia, creándose diferencias notables entre los mismos. Los más pobres
disponen de un pequeño terreno, y ocupan su tiempo entre las labores propias del campesino
y la guerra. Los más poderosos, que disponen de tierras y fortuna, comenzarán a formar la
auténtica nobleza, concentrando poder económico y militar.

La caballería en los reinos de Hispania

En los reinos peninsulares, los reyes, siempre necesitados de tropa para enfrentarse a los
moros, promueven la caballería entre sus súbditos de modo muy sencillo: Se denominaba
caballero aquél capaz de mantener un caballo, cosa para la que se requería una mínima
fortuna, pues el caballo no sirve para las tareas del campo. Al cabo de tres o cuatro
generaciones, manteniendo un caballo, se adquiría la calidad de hidalgo (hijo de alguien). Ésta
es la razón por la que Alonso Quijano, don Quijote, tuviera un caballo flaco: para seguir
llamándose hidalgo y el hecho de que quisiera ser armado "caballero", una burla más de
Cervantes que entendían quienes, en la época, sabían que hidalgo era más que caballero.

Tener un caballo suponía poder participar en las guerras del rey y, comportándose
valientemente, optar a la posibilidad de que el rey le concediera mercedes.
Esta organización, mucho más permeable socialmente, tuvo dos consecuencias: fortalecer el
poder real frente a los nobles, puesto que el rey tenía ejércitos sin necesitar su ayuda, y
haciendo más fuerte el poder real, hacer más poderoso el país, como así ocurrió. Véanse las
guerras civiles entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique, cómo el primero se apoya en
las ciudades y el segundo en los nobles, pero cambia de bando hacia las ciudades cuando
derrota y mata a Pedro.

Campesinado

Artículo principal: Villa (población)

No confundir con villano.

Véanse también: Repoblación e Historia de las ciudades.

Véase también: Colonato

Recibían el nombre de villanos los hombres libres de las villas dedicados a la agricultura
(también llamados colonos ingenuos) y gracias a eso podían cambiar de lugar, contraer
matrimonio, transmitir sus bienes. Sin embargo, estaban obligados al servicio militar y a
pagarle al señor impuestos en dinero o en especie por el uso de la tierra. Entre éstos sigue
habiendo diferencias, según se sea labrador que dispone de una yunta de bueyes o mero peón.
En algún caso singular, campesinos libres llegan a poseer grandes extensiones que les
permitirán más tarde llegar a la condición de terratenientes y, de ahí, a nobles, pero serán
situaciones excepcionales.

Siega del heno, con guadaña. Psalterio Hunter, hacia 1170.

Campesino cavando Psalterio Hunter, hacia 1170.

Viñateros podando. Psalterio Weinbau, hacia 1180.


Campesinos vendimiando. Psalterio Weinbau, hacia 1180.

Campesinos segando. Ilustración del siglo XIV (Tacuinum sanitatis).

Campesinos separando el grano de la paja con trillos manuales. Ilustración del siglo XIV
(Tacuinum sanitatis).

Campesino arreando mulas de carga. Biblia Maciejowski, hacia 1250.

Oficios de la construcción. Ilustración del siglo XI (Construcción de la torre de Babel, del


Maestro del Pentateuco).

Artículo principal: Siervo

La minoría de la masa campesina eran los siervos, esta clase, más bien condición social fue
introducida por los germanos en el Imperio Romano, debido al foedus y a las invasiones, eran
hombres libres, más bien semilibres, que estaba ligados a la gleba y sometidos al señor de esa
tierra.

Su situación es de dependencia frente a un señor que no han elegido y que tiene sobre ellos el
poder de distribuir la tierra, administrar justicia, determinar los tributos, exigirles obligaciones
militares de custodia y protección del castillo y los bienes del señor y apropiarse como renta
feudal de una parte sustancial del excedente, en trabajo, en especie (porcentajes de la
cosecha) o dinero.

Burguesía
Era libre, porque los señoríos no abarcaban su control e igualitaria.

Final

El sistema feudal, desde el punto de vista político, inicia su decadencia al comenzar las
Cruzadas. Aún cuando desde el punto vista social y económico en algunos países persiste hasta
nuestros días. El predominio absolutista de los reyes y con la adquisición de libertades por
parte de las ciudades termina de poner fin al sistema.

Economía feudal

Artículo principal: Economía feudal

Véanse también: Modo de producción feudal, Renta feudal, Señorío y Pensamiento económico
medieval.

Las invasiones que sufre Europa durante más de cien años (normandos, musulmanes, eslavos)
con la caída del Imperio romano de Occidente y el posterior debilitamiento del Imperio
carolingio frenarán la actividad económica hasta las puertas del año 1000.

Es en este momento cuando se extienden modernas técnicas agrícolas que, existiendo


anteriormente, habían quedado reducidas a pocos espacios territoriales. Entre ellos cabe
destacar el aumento en el uso de los molinos de agua como fuerza motriz y de las acequias
para riego, extendiendo los cultivos y liberando mano de obra. Además, mejoran los métodos
de enganche de los animales, especialmente el caballo y el buey, cuya cría aumenta de manera
notable y permitirá disponer de animales de tiro en abundancia. Los instrumentos de uso
agrícola, como el arado o la azada, generalmente de madera, son sustituidos por otros de
hierro.

La explotación agraria feudal era de subsistencia. Los siervos cultivaban lo suficiente para
mantenerse a sí mismos y para pagar los diezmos a la Iglesia y la renta al señor. De la recolecta
se separaban también las semillas necesarias para la siguiente siembra. Los mercados urbanos
se abastecían con las porciones de los diezmos y la renta.

Los cultivos se organizaban en torno a las poblaciones en tres anillos. El primero y más cercano
a la población se dedicaba a las frutas y hortalizas. El segundo era para los cereales, principal
sustento de la época. El tercer núcleo eran tierras de pasto y monte explotadas de forma
comunal. Los pastos comunales limitaban por tanto la expansión de las tierras de cereales e
impedían ampliar la extensión cultivada según la demanda de la población.

La rotación de cultivos era el principal sistema utilizado para evitar el deterioro de la tierra.
Este método consiste en dejar en barbecho (es decir, sin cultivar) una parte de la tierra cada
año para permitir su regeneración. En las regiones mediterráneas se usaba la rotación bienal,
según el cual la mitad de las tierras quedaba en barbecho cada año. En las regiones europeas
atlánticas se usaba la rotación trienal: un tercio de la tierra para cereal de ciclo largo -de
invierno-, otro tercio para cereal de ciclo corto -verano- y el último tercio en barbecho. La
tierra que quedaba sin cultivar se dedicaba a uso comunal, permitiendo que los animales
pastasen en ella (práctica conocida como derrota de mieses).

El aumento de la producción como consecuencia de las innovaciones supone ya en el siglo XI


una reducción de las prestaciones personales de los siervos a sus señores en cuanto a horas de
trabajo, sustituyéndose por el pago de una cuantía económica o en especie. Se reducen las
tierras del señor y aumentan los arrendamientos. Al mismo tiempo, los campesinos aumentan
sus rentas disponibles y ganan en independencia.

Se incrementa el número de tierras roturadas y comienza el periodo de eliminación de los


bosques europeos, drenaje de las tierras empantanadas, la extensión de los terrenos arados
lejos de las aldeas y la construcción dispersa de casas campesinas. Las mejores tierras atraen a
una mayor masa de población y se producen migraciones en todo el centro de Europa. El
crecimiento de la población es notable a partir del 1050, llegándose a duplicar la población de
Inglaterra en 150 años y se triplicará hacia el final de la Edad Media. En el siglo XI las
hambrunas han desaparecido.
A partir del siglo XII, la existencia de excedentes incrementa el comercio más allá de las
fronteras del señorío. Las actividades comerciales permiten que surja una incipiente burguesía,
los mercaderes, que debe realizar su trabajo pagando igualmente una parte de sus beneficios
en forma de tributos a los señores, que a su vez incrementan con ello sus recursos. Las rutas
de peregrinaje son los nuevos caminos por donde se abre el comercio. Roma, Jerusalén o
Santiago de Compostela son los destinos, pero las comunidades situadas en sus vías de acceso
florecen. Las ciudades, burgos, son al mismo tiempo espacios de defensa y de comercio
conforme avanza el tiempo y se va gestando una nueva sociedad que despegará en los siglos
XIII y XIV.

Crisis del feudalismo

La crisis del feudalismo es el periodo de decadencia por el cual pasa el feudalismo, y se


caracteriza por el agotamiento de las tierras de cultivo y la falta de alimentos, lo que por
consecuencia produjo hambruna y una gran cantidad de muertos. A ello hay que añadir la
aparición de graves enfermedades infectocontagiosas o epidémicas, como las pestes. Tal es el
caso de la conocida peste negra, que disminuyó notoriamente la población europea.

A partir del siglo XIII, la mejora de las técnicas agrícolas y el consiguiente incremento del
comercio hizo que la burguesía fuera presionando para que se facilitara la apertura económica
de los espacios cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de peaje y se garantizaran
formas de comercio seguro y una centralización de la administración de justicia e igualdad de
las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar su trabajo, al tiempo que
garantías de que los que vulnerasen dichas normas serían castigados con igual dureza en los
distintos territorios.

Las ciudades que abrían las puertas al comercio y otorgaban una mayor libertad de circulación,
veían incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del señor, por lo que con
reticencias pero de manera firme se fue diluyendo el modelo. Las alianzas entre señores eran
más comunes, no ya tanto para la guerra, como para permitir el desarrollo económico de sus
respectivos territorios, y el rey fue el elemento aglutinador de esas alianzas.
El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a partir de entonces
inició su decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores tuvieron
problemas para obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos prefirieron realizar
pagos en metálico (scutagium, «tasas por escudo») a cambio de la ayuda militar debida a sus
señores; a su vez éstos tendieron a preferir el dinero, que les permitía contratar tropas
profesionales que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y eran más disciplinadas
que los vasallos. Además, el resurgimiento de las tácticas de infantería y la introducción de
nuevas armas, como el arco y la pica, hicieron que la caballería no fuera ya un factor decisivo
para la guerra. La decadencia del feudalismo se aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la
guerra de los Cien Años, las caballerías francesa e inglesa combatieron duramente, pero las
batallas se ganaron en gran medida por los soldados profesionales y en especial por los
arqueros de a pie. Los soldados profesionales combatieron en unidades cuyos jefes habían
prestado juramento de homenaje y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no hereditarios
y que normalmente tenían una duración de meses o años. Este «feudalismo bastardo» estaba
a un paso del sistema de mercenarios, que ya había triunfado en la Italia de los condotieros
renacentistas.

Véase también

Feudalismo en Francia

Feudalismo en España

Feudalismo en Hungría

Refeudalización

Edad Media

Feudo

Señor

Vasallaje

Castillo
Incastellamento

Caballero

Colonato

Orden militar y órdenes militares españolas

Cruzadas

Poderes universales

Economía feudal

Renta feudal

Sociedad feudal

Sociedad estamental

Privilegiados

Historia de las ciudades#La ciudad en la Edad Media

Transición del feudalismo al capitalismo

Antiguo Régimen y Antiguo Régimen en España

Antigüedad tardía

Castellano (cargo)
Fuciones Comunicativas

Funciones comunicativas

Data d'edició: 30 de Novembre de 2014

Autoria:

Esperanza Morales López

Revisió:

Mar Garachana Camarero

Se entiende por funciones comunicativas las tareas o roles que los enunciados y expresiones
del lenguaje cumplen en el proceso comunicativo. Ello implica que, desde esta perspectiva, lo
importante es tener en cuenta tanto las intenciones de los hablantes en el intercambio
comunicativo como los fines que persiguen.

Contenidos

Explicación

Posiciones críticas

Conceptos relacionados
Bibliografía básica

Bibliografía complementaria

Explicación

La clasificación más conocida de funciones comunicativas es la propuesta por Jackobson, en su


artículo “Lingüística y poética” (recogido en Jakobson, 1975: 347-395). Este autor propone las
cinco siguientes: referencial(denotativa o cognoscitiva, que tiene en cuenta la conexión con el
referente y su contexto); emotiva (o expresiva, centrada en el emisor); conativa (o fática,
orientada hacia el destinatario); metalingüística (en la cual el emisor y el destinatario se
centran en el código en sí mismo con el fin de verificar su comprensión mutua); y poética
(orientada en el mensaje como tal).

Desde la perspectiva histórica, una de las menciones al estudio del lenguaje en relación con
sus funciones se encuentra en las tesis del Círculo Lingüístico de Praga, presentadas en 1929.
La referencia, recogida en un libro más tardío, dice así:

La lengua, producto de la actividad humana, comparte con tal actividad su carácter teleológico
o de finalidad. Cuando se analiza el lenguaje como expresión o como comunicación, la
intención del sujeto hablante es la explicación que se presenta con mayor facilidad y
naturalidad. Por esto mismo, en el análisis lingüístico, debe uno situarse en el punto de vista
de la función. Desde este punto de vista, la lengua es sistema de medios de expresión
apropiados para un fin (Mathesius, Vachek y Trnka 1971).

Como se observa, el punto de partida de este grupo de lingüistas es el del análisis del lenguaje
como expresión o comunicación; de aquí su preocupación por la intención y finalidad del
hablante. De esta premisa inicial, surge una escuela, la conocida como Escuela de Praga,
orientada a la investigación gramatical desde lo que se ha denominado la “perspectiva
funcionalista”: la descripción de los fenómenos gramaticales en relación con los aspectos
comunicativos.

Años más tarde encontramos en la obra de Bühler (1965), Teoría del lenguaje, una nueva
referencia explícita a la noción de función. Este autor (1965: 48-49) propone la existencia de
tres funciones del lenguaje, a partir de los componentes del acto de habla: la función
representativa o simbólica que remite a los objetos o entidades de la realidad y a sus
relaciones; la función expresiva que expresa la interioridad del emisor; y la función apelativa o
mostrativa que relaciona el acto de habla con el receptor.

Jakobson, conoció la obra de Bühler por la conexión de ambos con la Escuela de Praga. A partir
de este conocimiento mutuo, Jakobson propone una expansión de las tres funciones de Bühler
en las cinco arriba mencionadas.

Posiciones críticas

La orientación funcionalista que inician estos autores corre paralela a la tradición formalista
surgida con el estructuralismo de Saussure. Incluso, durante la segunda mitad del siglo XX, el
desarrollo de la lingüística afianza la dicotomía entre estas dos perspectivas. En este sentido,
los estudios formalistas parten del análisis de las formas lingüísticas para determinar
posteriormente el significado que estas aportan; por el contrario, los estudios funcionalistas
tienen como objetivo inicial el de las funciones comunicativas que los usuarios pretenden
conseguir al seleccionar tales formas en el proceso discursivo o de interacción. Por tanto, una
va de la forma al significado; mientras que la otra se plantea, primero, la intención o la
finalidad de los hablantes o actores sociales en su actividad comunicativa y, después, observa
cómo esta intención se expresa formalmente.

Esta segunda opción no ha sido la mayoritaria en la investigación lingüística, pero sí parece la


más natural desde la visión de los usuarios de una lengua, porque, como indica Benveniste
(1974: 217), una lengua no solo sirve para comunicar, sino sobre todo para vivir. En la
actualidad, conuna perspectiva ya casi histórica, constatamos que el funcionalismo no
constituyó la primera línea de la investigación lingüística;[1] en su lugar, fue la tradición
formalista iniciada por Saussure (más tarde cognitivizada en la propuesta de Chomsky), la línea
dominante hasta bien entrado el fin del siglo XX. Sin embargo, en el siglo presente, este
desequilibrio ha empezado a igualarse e incluso a revertirse; como indica Beaugrande (1994),
“the tide is turning toward functionalist accounts of language”. Actualmente, en el ámbito de
los estudios gramaticales, la tradición formalista sigue conservando aún un gran peso, pero es
una evidencia cada vez más generalizada que los estudios funcionalistas ocupan un papel muy
relevante en la investigación lingüística.

En otro ámbito lingüístico importante en relación con el tema de las funciones comunicativas,
el estudio del discurso, la dicotomía lingüística entre forma y función ha sido también
significativa. Surgen, de esta forma, dos líneas de investigación: la perspectiva discursiva de
carácter más lingüístico, orientada al estudio de unidades lingüísticas particulares con el fin de
determinar su significado, teniendo en cuenta el contexto local; y la investigación de tipo
socio-cultural e ideológico, cuyo objetivo es el estudio del uso o la construcción de significado
en contextos comunicativos, más o menos amplios (Cortés Rodríguez y Camacho Adarve, 2003;
Morales López, 2011).

Las investigaciones actuales señalan la necesidad de superar esta dicotomía, para lo cual
puede ser útil la relectura de lingüistas hoy ya clásicos. Este es el caso de Halliday, quien en un
artículo de 1970, “Language structure and language function”, se refiere a este tema en los
siguientes términos:

What is language as it is? The nature of language is closely related to the demands that we
make on it, the functions it has to serve. In the most concrete terms, these functions are
specific to a culture: the use of language to organize fishing expeditions in the Trobriand
Islands, described half a century ago by Malinowski, has no parallel in our society. But
underlying such specific instances of language use are more general functions which are
common to all cultures. We do not all go on fishing expeditions; however, we all use language
as a means of organizing other people, and directing their behaviour.
A purely extrinsic account of linguistic functions, one which is not based on an analysis of
linguistic structure, will not answer the question; we cannot explain language by simply listing
its uses, and such a list could in any case be prolonged indefinitely. Malinowski’s ethnographic
account of the functions of language, based on the distinction between “pragmatic” and
“magical”, or Bühler’s well-known tripartite division into the “representational”, “expressive”
and “conative” functions, show that it is possible to generalize; but these generalizations are
directed towards sociological or psychological inquiries, and are not intended primarily to
throw light on the nature of linguistic structure. At the same time, an account of linguistic
structure that pays no attention to the demands that we made of language is lacking in
perspicacity, since it offers no principles for explaining why the structure of language is
organized one way rather than another (1970: 173-4).

En el primer párrafo de esta cita, Halliday resalta que su punto de partida es el de la función: lo
importante es lo que los usuarios hacen con el lenguaje, con qué propósitos concretos y
específicos de una cultura. Tales fines pueden también analizarse desde una perspectiva
interlingüística o intercultural, con el fin de llegar a generalizaciones a partir de estos usos
particulares. Por ejemplo, el caso que cita de los cazadores de las Islas Trobiand; la forma en la
que el jefe organizaba la expedición sería muy diferente a la del coordinador de un grupo de
cazadores en nuestro entorno, pero hay algo en lo que coinciden: la realización de un acto de
habla con el que alguien investido de autoridad (en el primer caso, un jefe; en el segundo, un
coordinador) da instrucciones a su grupo, para cumplir el objetivo previsto; en ambos casos,
constituye una actividad universal de mandato.

En el segundo párrafo, Halliday precisa, además, que no se plantea el estudio del lenguaje
fuera de la relación conjunta forma y función. El estudio de las funciones comunicativas en sí
mismas, como la propuesta del antropólogo Malinowski o la de Bühler (anteriormente
mencionada), puede ser objetivo de la investigación sociológica o psicológica, pero es, según
Halliday, insuficiente para quienes se interesan por la naturaleza del lenguaje. Por ello mismo
también un análisis puramente estructural, que no preste atención a las funciones
comunicativas, es una investigación simplemente descriptiva, incapaz de llegar a principios
explicativos sobre el funcionamiento del lenguaje.
La propuesta que hace para considerar esta relación dialéctica entre función y forma es partir
de que la unidad básica de la comunicación es el acto de habla. Una noción que el hablante
elige, en una situación comunicativa dada, de entre un conjunto de opciones relacionadas.
Estas opciones representan el potencial de significadodel lenguaje;[2] un potencial que se
presenta de forma sistemática, constituyendo lo que se conoce como la gramática de una
lengua. De las formas y construcciones posibles, el hablante selecciona una opción concreta,
en relación siempre con el contexto de situación en el que se sitúa (Halliday, 1970: 174).

Por tanto, como continúa diciendo Halliday en otro de sus libros (1982: 45, 51 y 66), la
creatividad en el lenguaje consiste en la habilidad de un actor social para crear, en nuevos
contextos de situación, otros significados a partir de las opciones semánticas que han sido
codificadas como opciones gramaticales. Por esta razón también, no hace distinción entre
lenguaje y conducta lingüística: entre lo que el hablante “puede significar” (las opciones
semánticas) y lo que “puede decir” (las funciones).

La variabilidad que se da en la gramática de las lenguas deriva, según este autor (Halliday
1970, 1982: 62-63), de tres macro-funciones: la ideativa, la interpersonal y la textual. La
función ideativase relaciona con la posibilidad del lenguaje de ser un medio de expresión de
nuestra experiencia (exterior o interior). La segunda función, la interpersonal, considera el
lenguaje desde la perspectiva de los participantes que intervienen en el proceso comunicativo,
es decir, de la interacción y de la relación social. Y la función textual ayuda al hablante a
estructurar lo que dice, de manera que tenga sentido dentro de un contexto concreto y que
cumpla su misión como mensaje.

Estas macrofunciones se corresponden en el ámbito de la estructura de la oración (o la


cláusula, si se respeta la terminología de Halliday) con los siguientes tres fenómenos
estructurales: 1) La transitividadque da cuenta de las funciones de los participantes en el
proceso que se transmite (como agente, paciente o receptor), a lo que hay que añadir también
sus circunstancias espacio-temporales; la transitividad proporciona una explicación paralas
distintas construcciones sintácticas que agrupamos, por ejemplo, en torno a la noción de voz
(o diátesis, en la terminología más actual). 2) La modalidad(un término relacionado con el
modo, la gramaticalización de la modalidad) da cuenta de la posibilidad que tiene el hablante o
actor social para modificar su rol comunicativo dependiendo de sus interlocutores; así, puede
realizar aserciones, exponer dudas, dar órdenes, etc. Y 3) la estructura informativa que implica
la organización del mensaje en una estructura binaria: el tema (el punto de partida de la
información) y el rema (la información añadida al tema).

Con estas ideas, Halliday ha contribuido a sentar las bases de la perspectiva gramatical
funcionalista, que se había iniciado con éxito en la Escuela de Praga. Sin embargo, en el ámbito
de la relación entre discurso y funciones comunicativas, las aportaciones concretas no se
encuentran ya en este autor, sino en sus discípulos. Uno de ellos es Martin (2001), quien en un
artículo titulado “Cohesion and texture” continúa considerando la cohesión, como hacían
Halliday y Hasan (1976), formando parte del proceso de la textura. La textura es la propiedad
de “ser un texto”, de funcionar como una unidad semántica teniendo siempre en cuenta sus
condiciones contextuales; por ello, la textura es considerada finalmente como una macro-
función incluida a su vez en la coherencia.

Asimismo Martin (2001) reformula la clasificación de los mecanismos de cohesión de Halliday y


Hasan (1976) (referencia, elipsis, sustitución, conjunción y cohesión léxica), en la propuesta
más general de una serie de funciones semánticas que organizan la cohesión en un texto; a
saber, las cuatro funciones de la identificación, negociación, conjunción e ideación.

La identificación incluye el papel de aquellos mecanismos lingüísticos necesarios para la


presentación y el seguimiento de los participantes en un discurso (ej. procedimientos
anafóricos y catafóricos). La negociación cubre todo lo relacionado con el intercambio de
información y servicios en el diálogo; es decir, la manera en la que los interlocutores inician y
responden en el mínimo intercambio comunicativo (el par de adyacencia); comprende así lo
que Halliday y Hasan consideraban como elipsis y sustitución. La conjunción incluye todos los
recursos que conectan mensajes, vía adición, comparación, temporalidad y causalidad. Y la
ideación concierne a la semántica de las relaciones léxicas utilizadas para construir actividades
comunicativas institucionales (en esta función queda incluida la cohesión léxica). A su vez, cada
una de estas funciones semánticas queda alineada con otras cuatro metafunciones:
respectivamente, los significados textual, interpersonal, lógico y experiencial.
Lo interesante de esta propuesta de Martin es que permite seguir avanzando en el programa
que había señalado Halliday, el de la relación dialéctica entre forma y función: desde esta
perspectiva, cualquier análisis estructural queda inseparablemente ligado al estudio más
general de las funciones.[3]

Conceptos relacionados

Cohesión

Coherencia

Género discursivo

Bibliografía básica

Bühler, K. (1965), Teoría del lenguaje, Madrid, Alianza Universidad, 1979.

Cortés Rodríguez, L. – Camacho Adarve, M. (2003), ¿Qué es el análisis del discurso? Barcelona,
Octaedro.

Halliday, M. A. K. (1970), “Language structure and language function (1970)”, en Halliday, M. A.


K., On Grammar, (ed. Webster, Jonathan J.), Londres, Continuum, 2002, 173-195.

Halliday, M. A. K. (1982), Exploraciones sobre las funciones del lenguaje, Barcelona, Editorial
Médica y Técnica, S. A.
Jakobson, R. (1974), Ensayos de lingüística general, Barcelona, Ariel, 1984.

Martin, J. R. (2001), “Cohesion and texture”, en Schiffrin, D. – Tannen, D. – Hamilton, H. E.


(eds.), The Handbook of Discourse Analysis, Malden, Mass., Blackwell, 34-53.

Mathesius, V. –Vachek, J. – Trnka, B. (1971), El Círculo de Praga, Barcelona, Anagrama.

Morales López, E. (2011), “Hacia dónde va el Análisis del Discurso”, Tonos Digital, 21
(www.um.es/tonosdigital).

Bibliografía complementaria

Beaugrande, R. de (1996), “The story of discourse analysis”, en van Dijk, T. A. (ed.) Introduction
to Discourse Analysis, London, Sage, 35-62.

Benveniste, É. (1974), Problèmes de linguistique générale, vol. 2, Paris, Gallimard.

Daneš, F. (2002), “The double basis of the Prague functional approach. Mathesius and
Jakobson”, en Hladký, J. (ed.), Language and Function, Amsterdam, John Benjamins, 57-69.

Halliday, M. A. K. – Hasan, R. (1976), Cohesion in English, London, Longman.

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