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VALENTÍN

Un Gnóstico Para Todas las Estaciones


por Stephan A. Hoeller

Cuando se le preguntó acerca de los elementos personales en su interés de por vida en


los asuntos gnósticos, el profesor Gilles Quispel, el notable experto gnóstico y asociado
de C.G. Jung, cuenta una historia notable. Durante los años oscuros y sin esperanza de la
Segunda Guerra Mundial, cuando la vida y el mundo parecían carecer de esperanza y
alegría, Quispel recurrió al estudio del mensaje del gran maestro y poeta gnóstico
Valentín. La inspiración, el consuelo y la fe derivadas de los escritos de Valentín fueron
fundamentales para convertir a Quispel en un estudioso del gnosticismo devoto y
profundamente comprensivo. No sería una gran exageración decir que la experiencia del
erudito holandés dista mucho de ser única y que numerosas personas en nuestro mundo
contemporáneo están encontrando el mensaje de este gran maestro gnóstico de eminente
relevancia y útil en sus vidas.

El Casi Papa

G.R.S. Mead, el antiguo gran traductor e intérprete teosófico de documentos gnósticos,


llamó a Valentín "el gran desconocido" del gnosticismo, y de hecho es cierto que no
poseemos mucha información sobre su vida y personalidad. Nació en África,
probablemente en el territorio de la antigua ciudad de Cartago, alrededor o antes del año
100 d.C. Fue educado en Alejandría y en el mejor momento de su vida transfirió su
residencia a Roma, donde alcanzó un alto grado de prominencia en la Comunidad
cristiana entre 135 y 160 d. C. Tertuliano escribió que Valentín fue un candidato para el
cargo de obispo de Roma y que perdió las elecciones por un margen bastante estrecho.
Este mismo padre fallido de la Iglesia Ortodoxa (Tertuliano mismo se unió a la herejía del
montanismo) alegaba que Valentín cayó en la apostasía alrededor del año 175 d.C. Hay
mucha evidencia que indica, sin embargo, que nunca fue condenado universalmente
como hereje en su vida y que era un respetado miembro de la comunidad cristiana hasta
su muerte. Fue casi seguro un sacerdote en la iglesia principal e incluso podría haber sido
un obispo.

Ciertamente es una cuestión de interés cual podría haber sido el curso de la teología
cristiana si Valentín hubiera sido elegido para el cargo de obispo de Roma. Su visión
hermenéutica combinada con su soberbio sentido de lo mítico probablemente habría dado
como resultado un florecimiento general de la Gnosis dentro de la misma estructura de la
Iglesia de Roma, y podría haber creado un paradigma autoritativo de cristianismo gnóstico
que no podría haber sido exorcizado fácilmente durante siglos, en todo caso.

Al igual que muchos de los más grandes maestros gnósticos, Valentín afirmó haber sido
instruido por un discípulo directo de uno de los apóstoles de Jesús, un "hombre
apostólico" con el nombre de Theudas. Tertuliano también afirmó que Valentín estaba
familiarizado personalmente con Orígenes, y uno puede especular con alguna justificación
de que su influencia en este padre de la Iglesia Ortodoxa fue considerable. El carácter

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general de su contribución ha sido resumido con precisión por Mead de la siguiente
manera:

La Gnosis en sus manos está tratando de. . . abrazar todo, incluso la


formulación más dogmática de las tradiciones del Maestro. El gran
movimiento popular y sus incomprensibilidades fueron reconocidas
por Valentín como una parte integral de la poderosa efusión; trabajó
para tejer todo junto, externo e interno, en una sola pieza, dedicó su
vida a la tarea, y sin duda solo a su muerte percibió que para esa
edad estaba intentando lo imposible. Nadie, salvo unos pocos,
podría apreciar el ideal del hombre, y mucho menos comprenderlo.
(Fragmentos de una fe olvidada, página 297)

Valentín, el gnóstico que casi se convirtió en Papa, fue así el único hombre que pudo
haber logrado obtener una forma de reconocimiento positivo permanente por el enfoque
gnóstico del mensaje de Cristo. El hecho de que las circunstancias y el creciente clímax
de una pseudo-ortodoxia regresiva causaron que sus esfuerzos fracasaran debe ser
considerado como una de las mayores tragedias de la historia del cristianismo. Sin
embargo, muchas características esenciales de su contribución única han sobrevivido y
han surgido más recientemente de las arenas del desierto de Egipto. Nos dirigiremos a las
más importantes de estas en las siguientes páginas.

Psicocosmogonía y la Ecuación Neumática

La cosmogonía de Valentín, a menudo debatida, podría ser entendida más


provechosamente como basada en un único reconocimiento existencial, que podría
resumirse así: Algo está mal. En alguna parte, de alguna manera, la estructura del ser en
el nivel existencial del funcionamiento humano ha perdido su integridad. Vivimos en un
sistema que carece de integridad esencial y, por lo tanto, es defectuoso. Los así llamados
cristianos ortodoxos y los judíos reconocen que hay una cierta "maldad" en la existencia
humana, pero la explican principalmente en términos de los efectos del pecado humano,
original u otro. Los judíos y los cristianos sostienen que lo que sea que esté mal en el
mundo y la existencia humana es el resultado de la desobediencia humana al creador.
Esto significa que todo el mal, la incomodidad y el terror en nuestras vidas y en la historia
son de alguna manera nuestra culpa. Una gran declaración cósmica de "Mea Culpa"
recorre esta visión del mundo, que fija permanentemente en la psique humana un
elemento de culpabilidad titánica. Valentín, en oposición a esta visión de la vida dominada
por la culpa, sostuvo que el defecto antes mencionado no es el resultado de nuestra mala
acción, sino que es inherente al sistema de existencia en el que vivimos, nos movemos y
tenemos nuestro ser. Además, al postular que la creación en sí misma carece de
integridad, Valentín no solo elimina de nuestros hombros el peso de la culpa personal y
colectiva, sino que también señala el potencial redentor que reside en el alma de cada ser
humano.

Los humanos viven en un mundo absurdo que solo puede hacerse significativo mediante
la Gnosis o auto-conocimiento. Al referirse al mito de la creación del mundo por un dios,
Valentín echa la culpa de la condición del defecto cósmico de la humanidad a la divinidad
creativa. Que Dios el creador pudiera tener la culpa de cualquier cosa es, por supuesto,
equivalente a blasfemia a los ojos de los ortodoxos. Lo que debemos reconocer, sin

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embargo, es que Valentín no ve al creador con los ojos adoradores del creyente
judeocristiano, sino que ve al creador, junto con otras divinidades, como un mitologema.
Se pueden aducir muchas pruebas para demostrar esto, pero una debe bastar aquí,
tomada del Evangelio de Felipe:

Dios creó al hombre y el hombre creó a Dios. Así es eso en el


mundo. Los hombres hacen dioses y adoran sus creaciones. Sería
apropiado para los dioses adorar a los hombres. (Logion 85: 1-4)

El presente autor sostiene que el gnosticismo valentiniano (así como también el resto) se
puede entender en términos psicológicos, de modo que los mitologemas religiosos
tratados por los gnósticos se toman como simbolizando las condiciones psicológicas y los
poderes intra-psíquicos de la mente. Tomando este enfoque, podemos concluir que lo que
Valentín nos dice es que debido a que nuestras mentes han perdido su auto-
conocimiento, vivimos en un mundo creado por nosotros mismos que carece de
integridad. La palabra kosmos utilizada por los gnósticos no significa "mundo", sino más
bien "sistema", y por lo tanto puede aplicarse perfectamente bien a la sistematización de
la realidad creada por el ego humano. No tenemos que preocuparnos demasiado sobre si
Valentín insulta a Jehová llamándolo demiurgo. Lo que importa es que actuamos como
nuestros propios demiurgos psíquicos creando primero y habitando un kosmos defectuoso
creado a imagen y semejanza de nuestros propios defectos.

La proposición de que la mente humana vive en un mundo de ilusión un gran parte auto-
creado de donde solo la iluminación de un tipo de Gnosis puede rescatarla encuentra
análogos poderosos en las dos grandes religiones de Oriente, es decir, el hinduismo y el
budismo. La siguiente afirmación de las Upanishads podría haber sido escrita fácilmente
por Valentín u otro gnóstico: "Este (mundo) es la Maya de Dios, a través de la cual él se
engaña a sí mismo". De acuerdo con las enseñanzas de Buda, el mundo de la realidad
aparente consiste en la ignorancia, la impermanencia y la falta de identidad auténtica.
Valentín está en muy buena compañía cuando establece la proposición del sistema
equivocado de falsa realidad que puede ser establecido correctamente por el espíritu
humano.

Esto nos lleva a la segunda parte de lo que algunos estudiosos han llamado la "ecuación
neumática" de Valentín. Después de aceptar la proposición del sistema defectuoso, la
mente necesita reconocer una segunda verdad complementaria. Ireneo en su trabajo
contra las herejías cita a Valentín acerca de esto:

La perfecta redención es la cognición misma de la grandeza


inefable: puesto que desde la ignorancia surgió el defecto... todo
el sistema que surge de la ignorancia se disuelve en la Gnosis. Por
lo tanto, la Gnosis es la redención del hombre interior; y no es del
cuerpo, porque el cuerpo es corruptible; ni es psíquica, porque
incluso el alma es un producto del defecto y es un alojamiento
para el espíritu: neumática (espiritual), por lo tanto, también debe
ser la redención misma. Por medio de la Gnosis, entonces, se
redime al hombre interior y espiritual: de modo que para nosotros
basta la Gnosis del ser universal: y esta es la verdadera redención.
(Adv. Haer. I. 21,4)

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La ignorancia de los agentes que crean el sistema falso se deshace y rectifica por la
Gnosis espiritual del ser humano. El defecto puede ser eliminado por la Gnosis. No hay
necesidad alguna de culpabilidad, de arrepentimiento del llamado pecado, tampoco existe
la necesidad de una creencia ciega en una salvación vicaria por medio de la muerte de
Jesús. No necesitamos ser salvados; necesitamos ser transformados por la Gnosis. El
malentendido, la perversidad, la obtusidad y la malignidad de la condición existencial de la
humanidad pueden transformarse en una imagen gloriosa de la plenitud del ser. Esto no
se hace a través de la culpa, la vergüenza y un salvador eterno, sino por la activación del
potencial redentor del auto-conocimiento. El auto-conocimiento espiritual se convierte así
en el equivalente inverso de la ignorancia del ego no-redimido. Las elaboradas estructuras
míticas de contenido cosmogónico y redentor que nos legó Valentín no son más que las
expresiones poético-escriturales de esta gran proposición, que tiene una relevancia
directa para la condición existencial de la psique humana en todas las edades y en todas
las culturas.

El Salvador Gnóstico: un Hacedor de la Totalidad

Sería erróneo deducir de lo anterior que Valentín negó o incluso disminuyó la importancia
de Jesús en sus enseñanzas. La gran devoción y reverencia demostrada hacia Jesús por
Valentín se manifiesta ampliamente con sublime belleza poética en el Evangelio de la
Verdad, que en su forma original fue de hecho escrito por el propio Valentín. Según
Valentín, Jesús es en verdad el Salvador, pero el término debe ser entendido en el sentido
de la palabra griega original, utilizada tanto por los ortodoxos como por los cristianos
gnósticos. Esta palabra es soter, que significa sanador u otorgante de salud. De esta
deriva la palabra hoy traducida como salvación, es decir, soteria, que originalmente
significaba salubridad, liberación de la imperfección, volviéndose íntegro y preservando la
totalidad de uno. ¿Cuál es entonces el papel del soter de hacedor espiritual de la
totalidad, si es evidente que él no tiene necesidad de salvar a la humanidad del pecado
original o personal? ¿Cuál es el estado o condición de la salud espiritual recién obtenida
otorgada o facilitada por tal sanador salvador?

El argumento gnóstico es que tanto el mundo como la humanidad están enfermos. La


enfermedad del mundo y su equivalente enfermedad humana tienen una raíz común: la
ignorancia. Ignoramos los valores auténticos de la vida y los sustituimos por valores no
auténticos. Los valores no auténticos son, en su mayoría, físicos o de la mente. Creemos
que necesitamos cosas (como dinero, símbolos de poder y prestigio, placeres físicos)
para ser felices o completos. De manera similar, nos enamoramos de las ideas y
abstracciones de nuestras mentes (Las rigideces y la dureza de nuestras vidas siempre
se deben a nuestro excesivo apego a los conceptos y preceptos abstractos). La
enfermedad del materialismo fue llamada hyleticismo (adoración de la materia) por los
gnósticos, mientras que la enfermedad del intelectualismo abstracto y la moralización era
conocida como psiquismo (adoración del alma mental-emocional). El verdadero papel de
los facilitadores de la plenitud en este mundo, entre los cuales Jesús ocupó el lugar de
honor, es que pueden exorcizar estas enfermedades al llevar el conocimiento del pneuma
(espíritu) al alma y la mente.

¿Qué es este pneuma, este espíritu, el único que trae la Gnosis y la curación a la
enfermedad de la naturaleza humana? No podemos decir realmente lo que es, pero
podemos indicar lo que hace. Se ha dicho que el espíritu sopla donde quiere. Brinda

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flexibilidad, coraje existencial de la vida. Por medio de la acción curativa del pneuma, el
alma deja de estar fascinada y confinada por las cosas y las ideas y, por lo tanto, puede
dirigirse a la vida. La obsesión de la psique humana con la importancia del mundo
material y/o del mundo intelectual y moral abstracto es la enfermedad de la que los
grandes salvadores de la humanidad nos redimen. El estado obsesivo de los apegos
materiales y mentales es reemplazado por la libertad espiritual; los valores no auténticos
de los primeros están hechos para dar paso a los auténticos traídos por el espíritu.

Unión y Redención Como Sacramentos

Los métodos propugnados por Valentín para facilitar una verdadera Gnosis espiritual no
se limitan a las doctrinas filosóficas y los mitologemas poéticos. El sistema valentiniano
era ante todo un sistema de sacramento. El Evangelio de Felipe menciona cinco de los
siete sacramentos históricos (o más bien sus formas gnósticas originales) explícitamente
y menciona los dos restantes por implicación.

Además del bautismo, la unción, la eucaristía, la iniciación de los sacerdotes y los ritos de
los moribundos, la Gnosis Valentiniana menciona prominentemente dos grandes y
misteriosos sacramentos llamados "redención" (apolytrosis) y "cámara nupcial",
respectivamente. Mientras que muchas de las fórmulas para estos ritos se han perdido,
sus significados esenciales todavía se pueden descubrir al leer detenidamente los varios
relatos dados por los padres de la iglesia y las referencias contenidas en las escrituras
gnósticas.

La cámara nupcial, o unión neumática, es con mucho el más frecuentemente aludido de


los sacramentos mayores. El Evangelio de Felipe hace constantes referencias a él y
declaraciones al respecto están dispersas en un gran número de las escrituras gnósticas.
Ireneo asocia este sacramento principalmente con los seguidores de Valentín, pero los
fundamentos teóricos que sirven de fundamento psicológico están presentes en el corpus
de las escrituras gnósticas en general. Así, el Evangelio según Tomás, que generalmente
se considera relativamente libre de influencias valentinianas, nos presenta lo que podría
considerarse la formulación más clara de los fundamentos teóricos de la cámara nupcial
en su 22° Logion:

Cuando hagas de los dos uno, y cuando hagas el interior como el


exterior y el exterior como el interior y lo de arriba como lo de abajo,
y cuando hagas al hombre y a la mujer en uno solo, para que el
hombre no sea el hombre y la mujer no sea la mujer... entonces
entrarás en el reino.

La base psicológica sobre la cual se funda el ritual de la cámara nupcial es bastante fácil
de entender. La Gnosis considera al ser humano como dividido y fragmentado dentro de
sí mismo. Las divisiones tienen numerosos aspectos: estamos involucrados en lo que la
psicología moderna llamaría una dicotomía Ego-Sí mismo, en una dicotomía Anima-
Animus, en una dicotomía cuerpo-mente, en una dicotomía subjetivo-objetivo y muchas
otras. Todas estas divisiones requieren reparación o curación. Así como el Pleroma, o
plenum divino, se caracteriza por la totalidad, así el ser humano debe volver a ser
completo y de ese modo adquirir las calificaciones para volver a entrar en el Pleroma. La
psicología profunda contemporánea, especialmente la de Jung, concibe esa unión

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neumática como el objetivo final de lo que llama el proceso de individuación. A diferencia
de los psicólogos junguianos que solo pueden ofrecer la práctica del análisis como un
instrumento del proceso de reunificación, Valentín fue aparentemente inspirado para
documentar y dramatizar ritualmente esta unión en el gran sacramento de la cámara
nupcial. El mito de Sophia sirve en muchos sentidos como el apoyo mitológico de este
sacramento. El mito implica que la creación del mundo imperfecto y el confinamiento del
alma en su interior se originaron a través de la ruptura de la unidad espiritual original del
Pleroma, de modo que el regreso del alma al amoroso abrazo de su novio, como lo indica
el regreso de Sophia a los brazos de Jesús, representa después la curación de esta
alteración y la restauración de la totalidad.

El sacramento de la cámara nupcial más que cualquier otra característica de la Gnosis


Valentiniana nos da una clara indicación del carácter psicológico versus el carácter
teológico de la enseñanza y la práctica Gnósticas. El propósito declarado de este rito es el
individual y personal "llegar a ser uno" del alma del iniciado, y las consideraciones
cósmicas y escatológicas no juegan ningún papel en esto. No es el ser abstracto o la
creación lo que se sana y unifica en este sacramento, sino el ser interior de un ser
humano. Podría ser justo decir que Valentín practicó un rito de individuación, cuya
necesidad en el mundo de hoy se evidencia en la más alta y mejor investigación
psicológica. Quizá sea característico del triste deterioro del sistema sacramental en el
cristianismo histórico que esta unión intra-psíquica haya podido convertirse en el
sacramento del matrimonio, lo que significa una relación contractual de dos
personalidades terrestres dentro del contexto del orden defectuoso de las costumbres
sociales.

Sin embargo, no es suficiente estar unificado en la naturaleza de uno- como implicaba


Valentín-, uno también debe ser redimido de la corruptora y confusa esclavitud del falso
mundo existencial en el que uno vive. Esta liberación de las garras del mundo defectuoso
se lograba mediante el sacramento de la redención (apolytrosis) a veces también llamado
restauración (apokatastasis). Esto podría llamarse el acto final de separación del gobierno
de los estados mentales ilusorios y engañosos. Si bien no está de ninguna manera
establecido si el sacramento de la cámara nupcial ara administrado primero y la redención
posteriormente, es la convicción del presente escritor que este era realmente el caso. El
individuo en el que las dualidades se han unido y las fracturas se han curado (la persona
individualizada, como Jung podría haberla llamado) está ahora facultado para repudiar las
fuerzas carentes de significado iluminador. Esto está bien expresado en una de las
fórmulas de restauración preservadas de la fuente Valentiniana:

Estoy establecido, soy redimido y redimo mi alma de este aeon y


de todo lo que proviene de el, en nombre de IAO, que redimió su
alma para la redención en Cristo, el viviente. (Ireneo, Contra las
Herejías I. 21,5)

De la misma manera que se dice que Buda repudió triunfalmente las obras de Mara el
engañador después de su iluminación bajo el Árbol Bodhi, así el gnóstico corta toda
conexión con la inconsciencia y la compulsión y vive y muere como un ser soberano de
luz y poder a partir de ahora. Todo apunta a que los sacramentos dobles de la cámara
nupcial y la redención causaron enormes transformaciones y trajeron un gran
empoderamiento a las vidas de sus recipendiarios (Estos ritos sobrevivieron en forma
modificada entre los seguidores del profeta Mani y los cátaros del Languedoc. Estos

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últimos tenían un gran sacramento que se asemejaba a la apolytrosis, llamado
consolamentum, que daba a sus recipiendarios no solo una gran serenidad de vida sino
virtualmente un inigualable coraje para enfrentar la muerte).

Lo anterior- y muchos otros materiales relacionados con la Gnosis Valentiniana que


debieron permanecer sin explorar en esta breve exposición- sirve para ilustrar las grandes
e innegables virtudes de este patrimonio de sabiduría. La integridad filosófica, el
discernimiento psicológico, la exaltación y la belleza poética y artística, mezcladas con
una verdadera devoción y emoción religiosa, caracterizan la contribución de Valentín y la
elevan sobre la mayoría de los sistemas y escuelas gnósticos y semi-gnósticos. Si uno
combinara los mejores y más altos productos del Existencialismo, uno solo podría esperar
aproximarse al mensaje sublime del gran técnico de la transformación humana que nos
llama desde la distancia de casi dos milenios. Valentín de hecho vive. Era y es un
conocedor, un gnóstico para todas las estaciones, una fuente de inspiración y guía para
personas de todas las edades y climas: un mensajero eterno de los misterios del alma. No
se puede concluir esta breve exposición y tributo con una esperanza más apropiada que
la que se materializa en el siguiente fragmento de una bendición de Valentín:

Que la Gracia más allá del tiempo y del espacio que era antes de
los comienzos del Universo llene nuestro hombre interior e
incremente dentro de nosotros la semblanza de sí mismo como el
grano de mostaza.

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