Está en la página 1de 80

122 Los más pequeños

Los más pequeños 123


dario, pero nunca podíamos saber a ciencia cierta si
Los atribuíamos a su personalidad, sumamente emoti­
estaba. Joan tenía siempre una actitud lejana, incluso
cuando estaba sobria va. .
La mayoría de nuestros conversos sienten nosta 1gia
Eva había producido una crisis en la disciplina del
por su propia casa después de pasar algunas semanas
Centro, y eso me recordó que tenía la intención de
con nosotros, y aunque desearíamos que, en u~a fase
conversar con ella. Lo había ido demorando, porque
tan temprana de su rehabilitación, no se sometieran a
sabía lo que a fin de cuentas iba a tener que decirle.
las tentaciones de su antiguo barrio, teníamos que
Donald y yo habíamos acordado que despediríamos a
Eva. darles permiso. No tenemos otro control sobre ellos,
más que el que nace de la voluntad que tengan de
Me parece que, cuando vino a mi oficina, ya sabía lo aceptar la ayuda que les ofrecemos. Eva fue como una
que se le avecinaba. Tenía una sonrisa forzada y artifi­ excepción, ya que no quiso ir a su casa después de l~s
cial, y perdió tiempo en admirar mis muebles de segun­
da mano.
primeras semanas; de hecho, afirmaba que n? qu~na
regresar nunca a su casa. "En cuanto vea a rm mando
­Eva, nos has estado causando muchos problemas acercarse una botella a los labios, saldré corriendo a
­comencé. buscar al traficante más cercano", dijo entonces. Con
­Oh, no me extraña que esté enojado conmigo el tiempo, los sentimientos de Eva acerca de su com­
­me interrumpió­. Toda mi familia se queja de mí pañero fueron cambiando y comenzó ~ echarlo de
por las cosas que hago. iNo lo puedo evitar, hermano menos. Después de haberle hablado vanas v~ces por
David! teléfono, incluso comenzó a hacer comentanos algo
­Vamos a ver, Eva. Te oí decir lo mismo cuando favorables acerca de él. Quizá lo podría convencer de
viniste por primera vez hace unos meses, y sigue siendo que viniera al Centró, pensaba. Habíamos escuchado
un embuste ­le dije. . antes esas palabras y temíamos que se fuera a meter en
Su problema era la actitud que tenía; parecía disfru­ problemas, por lo que tratamos de convencerla de que
tar demasiado mintiendo como para comprender que no fuera a su casa. Habíamos visto a conversos que
hubiera algo de malo en ello. regresaban para ir a buscar a alguien que habían aban­
Eva había ido hace poco a pasar un fin de semana a donado, y no solían volver. . . .
su casa, y hasta ese momento habíamos pensado que Eva nos sorprendió cuando, el lunes siguiente al fin
estaba avanzando bastante bien. Era una persona lista, de semana que pasó en su casa, llegó ~ la hora de
que probablemente hubiera conseguido mucho. Tam­ reunirse en la capilla. Se veía muy presumida al senta~­
bién lloraba con facilidad, con sollozos tan profundos se en la primera fila, cosa que nunca antes se babia
que no teníamos ninguna razón para dudar de ellos. atrevido a hacer. Yo me encontraba sentado unas cuan­
tas filas detrás de ella, junto a Donald, y ambos lanza­

También podría gustarte