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En tal caso habría que precisar en qué consistiría el delito cometido con
sus supuestas declaraciones. Según está escrito en nuestra Constitución Nacional, en
el artículo 14, se sanciona el derecho que le asiste a todo habitante de la Nación (lo
que incluye al Dr. Abel Albino) de publicar ideas sin censura previa, de profesar
libremente su culto y de enseñar. Tales derechos son los que el Dr. Albino ha
ejercido. Tan importante ha sido el tema de libertad de expresión en nuestra Nación
que incluso le ha sido vedado al Congreso Nacional la posibilidad de dictar leyes que
restrinjan la libertad de expresión o la jurisdicción de ella (Art. 32), cuanto más le
quedará vedado a una consejo deliberante municipal coartar la libertad
de pensamiento y de expresión, en este caso del Dr. Abel Albino.
Creemos que la persona y obra del Dr. Albino visibiliza la lucha más
importante que enfrenta nuestro país: la batalla contra la desnutrición
infantil. Argentina arrastra varias décadas de errores sistemáticos y de ceguera ante
la realidad de sus altos índices de pobreza estructural. La sociedad no termina de
asumir la realidad dolorosa de que la mayoría de nuestros niños son pobres y de que
los pobres en su gran mayoría son niños que están a la merced de lo que puedan
hacer los adultos de su país por ellos. Los niños representan el verdadero capital
productivo de la Argentina, el futuro está en sus manos. Y su desarrollo depende en
gran porcentaje de sus primeros meses de vida donde atraviesa su fase crítica de
crecimiento, por estar sumamente expuesto al ambiente que lo rodea. El sano
desarrollo del cerebro del niño es el aspecto fundamental, de esto depende su buen
rendimiento escolar, el que pueda desplegar todo su potencial genético. Allí es donde
Albino apunta sus esfuerzos: cuidar ese cerebro en todos los aspectos que
intervienen, primero en su nutrición, también a nivel familiar fortaleciendo lazos y
vínculos y finalmente consolidando el desarrollo a través de la estimulación
psico-afectivo y motor.
Por todo esto nos parece que estamos ante un caso de un reconocimiento
sumamente merecido por haber demostrado con sus actos tener cualidades de
excelencia en su profesión de pediatra y de coherencia extrema con sus convicciones.
Merecido también desde el ámbito académico, por haber sido prestigiado con la
máxima distinción que puede obtener un médico en nuestro país, el premio
Hipócrates de la Academia Nacional de Medicina del año 2000, la cual lo nombró
miembro honorario de dicha institución. Fue además incorporado como miembro de
número de la Academia Nacional de Educación, de la Academia Nacional de
nutrición de España, de la Academia de Ciencias Sociales de Mendoza, etc. Premiado
por innumerables instituciones académicas como Doctor Honoris causa en nuestro
país. Y además ha sido nombrado ciudadano ilustre de la Provincia de Mendoza, y de
varias ciudades de la Argentina entre las cuales tiene el agrado nuestra ciudad de San
Luis. Fue prestigiado por el Honorable Senado de la Nación Argentina con la
mención de Honor: Senador Domingo Faustino Sarmiento. Incluso han existido
varias iniciativas para impulsar su candidatura a Premio Nobel de la Paz, lo cual no
nos debe sorprender porque estamos ante alguien que pertenece al mismo lugar de
honor del Dr. René Favaloro, el Dr. Federico Leloir, el Dr. Salvador Mazza o el Dr.
Ramón Carrillo por el tremendo impacto social y científico de su tarea.