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Claudio Biondino
Trágico secuestro express en Villa del Parque. Un hombre es obligado por dos
delincuentes a recorrer varios cajeros automáticos, y muere en tiroteo entre
delincuentes y policías.
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—¿Y qué vamos a hacer en un pueblo donde no conocemos ni al loro? —
Romina, la mujer de Agüero, no comprendía los sueños de su esposo—. Además, nos
vamos a morir de aburrimiento. A la noche no hay nada para hacer, y yo escuché que los
gringos son muy amables pero, después del horario de trabajo, no te dan ni la hora.
—¿Querés saber lo que vamos a hacer? —le respondió Agüero levantando sólo
un poco, lo suficiente, la voz—. Nos vamos a asegurar el futuro económico y, por si eso
fuera poco, nos vamos a librar de esto.
Señaló al televisor.
Matrimonio y dos hijos asesinados por mal vivientes que los sorprendieron
cuando entraban en su domicilio. “Los cacos los maniataron y los golpearon hasta
matarlos, para averiguar dónde escondían el dinero”, aseguró una fuente policial.
Familiares insisten en que no había dinero en la casa.
***
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Agüero recordaba todo esto mientras contemplaba, desde la puerta de la casa que
le había conseguido la empresa, su nuevo vecindario. Acababa de salir a tomar aire tras
el sobresalto que le habían producido los primeros compases de Barras y Estrellas por
Siempre, emitidos por el televisor un par de minutos atrás, como si el infierno porteño lo
hubiera perseguido hasta su nuevo hogar. Inmediatamente recordó que ahí se trataba de
una marcha patriótica, y no de la cortina musical de un noticiero amarillista. Pero la
opresión en su pecho lo había obligado a salir en busca de un poco de aire fresco.
Quería sacudirse del cuerpo aquella horrible sensación.
Caminó por el jardín, sintiendo crujir bajo sus zapatos las primeras hojas
muertas del otoño de Nueva Inglaterra. En ese momento, los últimos rayos de sol se
ocultaban detrás de las fachadas de las casas vecinas. Pero Agüero no se preocupó. El
barrio, por supuesto, estaba perfectamente iluminado. Salió a la vereda. Una sensación
de profunda seguridad flotaba en el ambiente. Tal vez por eso no prestó atención al
sonido producido por los cascos del caballo que se acercaba, a todo galope, por la calle
principal.
Sencillamente, se negaba a percibirlo porque aquello estaba fuera de lugar. Pero
el sonido se volvía cada vez más estruendoso, de modo que tuvo que aceptarlo y
volverse para mirar hacia el lugar de donde provenía. No podía sentir miedo. No ahí.
Por eso no pudo comprender lo que veía, sino tal vez hasta un segundo antes del final,
cuando aquel impensable jinete sin cabeza se detuvo ante él y le cercenó la suya, con un
tajo limpio y perfecto de su espada en la base del cuello.
Enero 2006
Una versión ligeramente distinta fue publicada en Axxón 160. Marzo 2006
http://axxon.com.ar/rev/160/c-160cuento6.htm#5
La versión de Axxón fue publicada en INFINI (en francés). Noviembre 2012
http://jplanque.pagesperso-orange.fr/Insecurite.htm