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Inseguridad

Claudio Biondino

Andrés Agüero salió a la puerta de su nueva casa y contempló, embelesado, el tranquilo


y elegante vecindario. Era igual a los de las películas, tal como siempre lo había soñado.
Todo había sucedido con gran rapidez pero, aunque le costaba creerlo, era verdad. Sus
virtudes como ingeniero en sistemas le habían permitido salir del infierno en que se
estaba convirtiendo Buenos Aires, y lo habían transportado al paraíso.
Aún recordaba el sudor frío que se deslizaba por su frente y sus manos, la
sensación de angustia y desamparo, cada vez que veía el noticiero o leía los periódicos.

Barras y Estrellas por Siempre

Trágico secuestro express en Villa del Parque. Un hombre es obligado por dos
delincuentes a recorrer varios cajeros automáticos, y muere en tiroteo entre
delincuentes y policías.

***

—Este país de mierda no tiene arreglo, Rodríguez. —La rutinaria cantilena de


Agüero se había vuelto, últimamente, un tanto exasperante para sus compañeros de
trabajo. Pero no por eso dejaban de estar de acuerdo con él.
—¿Y? —preguntó Rodríguez, al tiempo que asentía con un gesto—. ¿Ya
aplicaste para la empresa yanqui?
—Sí, quedaron en contestarme esta semana —le respondió Agüero. Y sólo él
sabía la importancia que tenía para su vida esa posibilidad de trabajo en el exterior.
No se trataba simplemente de ambición económica. Quería verse libre del miedo.
Por eso no lo convencían las grandes ciudades, como Nueva York o Miami. Pero la
empresa a la que había enviado su postulación ofrecía un puesto de trabajo en un
pacífico pueblo de Nueva Inglaterra. Imaginaba los hermosos barrios de casas
americanas, prolijas, con jardines cuidados y niños jugando felices en las calles.

***
—¿Y qué vamos a hacer en un pueblo donde no conocemos ni al loro? —
Romina, la mujer de Agüero, no comprendía los sueños de su esposo—. Además, nos
vamos a morir de aburrimiento. A la noche no hay nada para hacer, y yo escuché que los
gringos son muy amables pero, después del horario de trabajo, no te dan ni la hora.
—¿Querés saber lo que vamos a hacer? —le respondió Agüero levantando sólo
un poco, lo suficiente, la voz—. Nos vamos a asegurar el futuro económico y, por si eso
fuera poco, nos vamos a librar de esto.
Señaló al televisor.

Barras y Estrellas por Siempre

Matrimonio y dos hijos asesinados por mal vivientes que los sorprendieron
cuando entraban en su domicilio. “Los cacos los maniataron y los golpearon hasta
matarlos, para averiguar dónde escondían el dinero”, aseguró una fuente policial.
Familiares insisten en que no había dinero en la casa.

***

El día de la noticia fue el mejor en la vida de Agüero. La aceptación de su


solicitud le fue comunicada por correo electrónico. No hubo gritos eufóricos, ni saltos
de alegría. Sólo suspiró, cerró los ojos, y sintió que el esfuerzo que había hecho para
escapar al funesto destino de haber nacido sudaca comenzaba a rendir sus frutos.
Romina se limitó a hacer las valijas y a seguir a su marido.

***

Agüero recordaba todo esto mientras contemplaba, desde la puerta de la casa que
le había conseguido la empresa, su nuevo vecindario. Acababa de salir a tomar aire tras
el sobresalto que le habían producido los primeros compases de Barras y Estrellas por
Siempre, emitidos por el televisor un par de minutos atrás, como si el infierno porteño lo
hubiera perseguido hasta su nuevo hogar. Inmediatamente recordó que ahí se trataba de
una marcha patriótica, y no de la cortina musical de un noticiero amarillista. Pero la
opresión en su pecho lo había obligado a salir en busca de un poco de aire fresco.
Quería sacudirse del cuerpo aquella horrible sensación.
Caminó por el jardín, sintiendo crujir bajo sus zapatos las primeras hojas
muertas del otoño de Nueva Inglaterra. En ese momento, los últimos rayos de sol se
ocultaban detrás de las fachadas de las casas vecinas. Pero Agüero no se preocupó. El
barrio, por supuesto, estaba perfectamente iluminado. Salió a la vereda. Una sensación
de profunda seguridad flotaba en el ambiente. Tal vez por eso no prestó atención al
sonido producido por los cascos del caballo que se acercaba, a todo galope, por la calle
principal.
Sencillamente, se negaba a percibirlo porque aquello estaba fuera de lugar. Pero
el sonido se volvía cada vez más estruendoso, de modo que tuvo que aceptarlo y
volverse para mirar hacia el lugar de donde provenía. No podía sentir miedo. No ahí.
Por eso no pudo comprender lo que veía, sino tal vez hasta un segundo antes del final,
cuando aquel impensable jinete sin cabeza se detuvo ante él y le cercenó la suya, con un
tajo limpio y perfecto de su espada en la base del cuello.

Barras y Estrellas por Siempre

Ingeniero en sistemas argentino asesinado en Estados Unidos. Cabeza


desaparecida. Las autoridades no descartan ninguna hipótesis. Las más fuertes
apuntan a un ajuste de cuentas o un asesinato ritual perpetrado por una secta satánica.
Esposa del ingeniero internada en neuro-psiquiátrico. Aseguró haber visto un jinete
decapitado, vestido de negro, alejarse del lugar con la cabeza de su marido debajo del
brazo.

Enero 2006
Una versión ligeramente distinta fue publicada en Axxón 160. Marzo 2006
http://axxon.com.ar/rev/160/c-160cuento6.htm#5
La versión de Axxón fue publicada en INFINI (en francés). Noviembre 2012
http://jplanque.pagesperso-orange.fr/Insecurite.htm

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