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son puras supersticiones campesinas...

Esa tarde, el muchacho preparó cuida-


¿No estarás pensando que yo estoy atado dosamente su mochila sin que su familia
a ellas, no? Además —añadió—, éstas lo descubriera.
son sierras cordobesas... y tandilenses la Allí guardó:
de m i niñez... no montañas mágicas er- • su linterna...
guidas sólo en las ficciones de antepasa- • ima caja de fósforos...
dos gringos... ¿Me explico? • dos botellas de agua mineral...
—Sí, a la perfección, abue... —musitó • un pan de centeno...
Daril. Y ya no ansió otra cosa que investi- • algunas rebanadas de queso...
gar por su cuenta. • su cuchillo para tallar maderas...
¿De modo que reinos paralelos? ¿Así • una manta...
que los sonidos que él había oído podían • su capote y botas de lluvia...
surgir a la vuelta de una esquina de la • el hacha que el abuelo usaba para cortar
realidad cotidiana, donde la vida de ojos leña...
abiertos a la luz del sol, la de la vigilia • ima cinta colorada, regalo de Erina y
diaria se transformaba en una intrusa? que —según ella— lo protegía de cual-
«Si vuelvo a oírlos», se repetía Daril, quier peligro...
conteniendo la excitación que le provo- • su libreta y bolígrafo...
caba el tener que esperar hasta la media- • ...y muchos ajos... que no le iba a venir
noche para comprobarlo... «Si vuelvo a mal —en esa situación— respetar los co-
oírlos hoy, nada va a impedir que suba a mentarios de su tía Mariana (apenitas
la sierra. Ne-ce-si-to saber si soy o no uno mayor que él) y sumarlos al improvisado
al que lo dan vuelta como a una media equipaje... porque «ahuyentan las ondas
los cuentos fantasmagóricos... o si algo negativas y —encima—son saludables».
hay, más allá de nuestros sentidos y que
no enseñan en la escuela... Si esa noche volvía a manifestarse el
apabullante sonido, no lo tomaría des-
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prevenido, ¡ja! El chico se sentía bien cuarto. Preguntó por él y entonces supo
pertrechado, listo para rumbear hacia la que no había concurrido a desayunar.
sierra que se elevaba poco más allá del —Pero... ¿acaso... —exclamó la
jardín posterior de la casa. abuela— no iba a andar en bicicleta hasta
Sin embargo — a i m q u e Erina no le la hora del almuerzo? Eso me dijo ayer...
inspiraba confianza— Daril decidió es- Incluso me pidió una viandita para co-
cribirle ima nota. («Por si las moscas...») mer junto al lago... ¿No te comentó nada,
En ella le informaba la hazaña que iba Erina?
a llevar a cabo si volvía a oír esa horripi-
lante voz que sólo él había captado hasta Cuando la nena les entregó la carta a
entonces. Le pedía (le suplicaba, le ro- los abuelos, todo lo que le había sucedido
gaba) que no dijera nada si él entraba lo al muchacho ya era pasado. Inmodifica-
más pancho en la cocina, a la mañana ble.
siguiente. Sería la prueba de que nada Las horas se derretían bajo el calor de
raro le había ocurrido. la siesta cordobesa cuando empezó a ser
Daril introdujo —poco antes de esa presente el abatimiento y la gran conster-
medianoche— el sobre dentro de una de nación que abuelos y hermana sintieron.
las chinelas de la nena, aprovechando Un presente despojado de Daril.
que dormía profundamente. Volvió des- Denimciaron su ausencia a la policía y
calzo y sigiloso a su cuarto de la planta a los bomberos del caserío más próximo,
baja. Le causaba gracia pensar que, dor- los que pronto se lanzaron a rastrear aquí
milona como era su hermana, no iba a yaUá.
descubrir la carta hasta cerca del medio- El chico no se encontraba por ningún
día siguiente. lado. Inexplicable.
Y así fue. Tan inexplicable su desaparición —^para
Cuando Erina leyó la nota de Daril y todos ellos— como lo había sido para
disparó a la cocina, ya eran las once y Daril su sacrificio.
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¿Quién era su victimario? Tieso se quedó ante los destellos de las
¡Aj! De acuerdo con sus planes había órbitas de aquella calavera. Piedras al
partido hacia las sierras al oír los sonidos rojo; alfileres incendiados.
que nacían —allí— una vez más. De mo- Tampoco logró hablar mientras ella lo
chila sobre la espalda, temerario. arrimaba a su pecho helado, a la par que
El hechizo del que era víctima no le soltaba al aire i m último grito.
permitía medir los riesgos a los que es-
taba expuesto. Como sonámbulo tiepó a Lo aprisionó sobre su desencarnadura
la serranía, a fin de enfrentarse con ese y con una vocecita tembleque, que con-
algo que lo llamaba de modo irresistible. tiastaba con la agudez de los gritos que
A poco de andar —a los tropezones y —^hasta entonces— había dado, le dijo al
resbalándose con frecuencia— el foco de pobre:
su linterna recortó una silueta en la piza- «Bienvenido, caviar de los dioses... Soy
rra de la oscuridad. Se dirigía hacia él. El lela... la que todavía agoniza... ima de las
pavor lo inundó. Piel de gallina y pelos escasas herederas del reino de las tinie-
de punta. blas... pero no me vencerán... Preciso tu
Daril se había topado con i m cadáver tiempo, la esencia de la que estás hecho
femenino, con irnos restos de mujer ape- como todos los terráqueos para no des-
nas recubiertos por colgajos de carne que vanecerme en el olvido... Hace medio
no tenían ligamentos ni musculatura que siglo que languidezco en estas sierras,
les permitiera movimiento algxmo. Sin después de que la familia que vivía en la
embargo, ese escalofrío en acción se des- casona de enfrente fue absorbida por no-
plazaba en su dirección. De ropajes se- sotros... tan saboreada a medida que lle-
mipodridos y en jirones, de manos que gaban... tan encantados por nuestros gri-
eran garras, seguía seduciéndolo con su tos como tú...»
lacerante grito. Una mueca de lela interrumpió —^bre-
El chico no trató de huir. No podía, vemente— su parlamento.
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I Frotó —^un instante— su desfigurada despeñadero y los arrojó allí, como a una
dentadura y agregó: «Como tú... deli- bolsa de plumas.
cioso caviar... porque es menester que
consuma tu energía vital para perdurar... Se investigó la existencia de la inmobi-
¡Juá, juá! Comidita mía... los seres huma- liaria en la que los abuelos de Daril y
nos creéis que es el tiempo el que pasa... Erina habían adquirido la casa.
el que los corroe al igual que a los alma- El local donde el desesperado matri-
naques... y ni cuenta os dais de que voso- monio decía que estaba montada, era
tros sois el tiempo... la materia de la que uno de artesanías regionales cuando lo
estáis hecho... Vosotios los pasajeros... ubicaron. Sus dueños exhibieron escritu-
No él... Vosotios, su urdimbre... exquisi- ras de décadas atrás.
tos manjares de los dioses de las som- —Mire, señor —le aseguró uno de los
bras... los platos más codiciados... ¿O socios del negocio al desolado abuelo—

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cómo os explicáis las muertes en tu enso- esa finca que usted compró estaba aban-
berbecido reino paralelo? Ah... ignoran- donada hace medio siglo... N i idea, por
tes... Si son nuestio alimento...» acá, de que hubiera sido vendida... Suena
Y ahí mismo, lela besó a Daril en la ridículo —^vea— pero cuando yo era de
boca, aspirándole todo el aire, priván- su edad (de chicos, digo) se rumoreaba
dolo de la vida. que sus ocupantes iban desapareciendo
Una tiansformación obró —enton- como chupados por las sierras... ¿Se fijó
ces— en el cuerpo de la horrible visión. bien en la gente con la que concertó la
Como en el veloz retroceso de las compra?
imágenes de una película —que se rebo-
bina hasta el principio— ftie recobrando Entietanto, la casona reciclada —de
la apariencia de ima niña. De una angé- aspecto antiguo e imponente— volvía
lica niña que rápidamente arrastró los —^una vez más— a concitar la atención
despojos de Daril hasta el borde de un de nuevos compradores.
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SOCORRO DIEZ

1. S.D. según L.D.


Recuerdo con nitidez el amanecer en el
que m i hermanita Socorro nació.
Creo que pocas criaturas fueron tan
esperadas y bienvenidas como eUa.
Después de haber criado tres varones
—de los cuales yo soy el del medio— mis
padres estaban muy ilusionados con te-
ner una nena.
¿Mis padres, dije? La familia Diez en-
tera —en realidad— ya que en ese año los
primos formábamos ima suerte de bata-
llón doméstico, integrado por once re-
presentantes del sexo masculino.
Habíamos superado la cifra «diez» que lista, eligiendo nombres que empezaban
todos llevábamos como apellido, detalle con todas las letras del abecedario y yo
que nos causaba cierta gracia y que apro- me ocupé de buscar y anotar sus orígenes
vechábamos para reírnos de mi primo y significados, copiándolos de un diccio-
Alan que ocupaba el undécimo puesto en nario prestado por mi abuelo Carlos.
el orden de nacimientos: lo llamábamos Después —democrática votación me-
«Alan Once». diante— escribimos en otra hoja los que
Socorro fue —por lo tanto y desde el habían resultado ganadores y se la dimos
día que aterrizó entre nosotros— ima a mamá.
privilegiada. N i le tocó sufrir los celos Tamaño trabajito para nada, porque
que —^habitualmente— se encienden en- ella se empecinó con «Socorro», que no
tre los hermanos mayores ante la llegada constaba en nuestra selección, y no hubo
de un nuevo bebé. Eran bastantes los quien lograra hacerla cambiar de idea. N i
años que nos separaban de ella como siquiera cuando —a modo de divertida e
para que eso ocurriera. Quince por parte inofensiva «venganza»— la hicimos
de Charlie, trece por la mía, mientras que rabiar durante los tres días que duró
Marcelo —el más chiquito— ya iba ca- su internación en el sanatorio, llaman-
mino a los nueve. do a nuestra hermanita «Auxilio», «A-
Los tres nos quedamos embobados sistencia», «Ayudita», «SOS», «Help»*,
cuando m i papá nos guió hasta el pabe- «Hilfe»-y hasta «CIPEC»"*.
llón de maternidad y nos señaló la cuna —La vamos a inscribir en el Registro
donde acababan de ubicar a Socorro. Era Civil como Socorro —^me dijo mi papá—,
una gorda preciosa.
Claro que también nos decepcionamos
y discutimos con mamá, tan pronto nos *Help: significa «socorro» en inglés. fN. áe la A.)
**Hi]fe: significa «socorro» en alemán. (N. áe la A.)
anunció el nombre que le pondrían.
***CIPEC: sigla; iniciales del Centro para Atención de Emergencias
Habíamo? confeccionado una extensa y Catástrofes en Argentina. (N. áe la A.)

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porque a mami le encanta y —además— cerrado, con la recomendación de que se
es el nombre de su mejor amiga, que fue lo diera a mis padres.
escogida como madrina de la nena. No Me aseguró que la nena estaba bien y
embromen más, Lucas, ¿entendido? me despidió con una sonrisa forzada,
como la de alguien que reprime un senti-
Hasta que ingresó en el jardín de infan- miento que no es precisamente de ale-
tes —cerca de los cuatro años— Socorro gría.
fue creciendo —según parecía— muy Embargado por raras sensaciones, alcé
normalmente. Era ima chiquita jugue- a upa a m i hermana apenas pisamos las
tona, traviesa, simpática... Además, cus baldosas de la vereda. La abracé hasta
todiada por varones como pasaba su casi estrujarla, mientias ella respondía a
tiempo, enseguida se convirtió en la pre- mi cariño besándome —^repetidamente—
ferida de la familia Diez en pleno. ambas mejillas. Enseguida me pidió que
Acaso por eso, lo que le sucedió a poco le comprara el acostumbrado chocolatín
de iniciar el jardín nos sumió a todos en y se largó a parlotear —como siempre—
un asfixiante dolor. contándome cosas de la escuela que
Aún se me eriza la piel cada vez que —también, como siempre— se ajustaban
evoco la tarde en que me correspondía ir a la verdad y a la fantasía en igual me-
a buscarla a la escuela. (Con Charlie nos dida.
turnábamos para ello, en tanto que papá Demoré —a propósito— nuestro re-
la llevaba en su auto por las mañanas.) tomo a casa y llevé a Socorro a disfrutar
Una de sus profesoras, la de expresión de algunas vueltas en calesita*. El sobre
plástica, salió a m i encuentio, llevando que me había entregado la profesora ar-
de la mano a Socorro. La noté pertur- día en el bolsillo de m i chaqueta. Igno-
bada, pero lo disimuló en cuanto le pre-
gunté si se había presentado algún pro- *Calesita: En Argentina es sinónimo de carrusel; palabra de origen
blema. Se limitó a entiegarme un sobre francés. En español se dice tiovivo. (N. del E.)

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raba a qué atribuirlo, pero la inquietud teatro —como lo hacían los viernes— y
fue aumentando en mí a lo largo de las casi ni conversaron en nuestra presencia.
cuadras que anduvimos desde el jardín y Me di cuenta de que estaban tensos.
me resultó intolerable cuando mamá nos —Se habrán peleado por cualquier
recibió, algo contrariada por nuestra tar- pavada... —me comentó Charlie cuando
danza. ambos nos disponíamos a dormir—.
M i inquietud ya era —^por entonces— ¿Olvidas que es su hobby favorito,
un turbio presagio. pibe?
Y mamá debió de percibir mi estado de
ánimo porque —a la par que le quitaba el El lunes posterior a aquel fin de se-
delantal a Socorro— me miró seria un mana, mamá avisó a su houtique que fal-
instante. taría esa mañana y se fue con m i papá y
—¿Qué te pasa, Lucas? Socorro —en el auto— rumbo al jardín
Por toda contestación, extraje la carta de infantes.
de mi bolsillo y se la di. Cuando mis hermanos y yo nos levan-
A l rato, oí que hablaba por teléfono tamos para prepararnos para ir al cole-
con m i padre, encerrada en su dormito- gio, ella ya estaba vestida y maquillada.
rio. Nos informó que la habían citado de la
Yo —entretanto— de oreja pegada a la escuela de la nena.
pared. Lamentablemente, la irrupción de —^Una reunión de padres... —se limitó
Marcelo en m i cuarto evitó que pudiera a agregar.
enterarme de nada. A pesar de que yo dudé de sus pala-
—Dale, Lucas —^me dijo el inopor- bras, ella no había mentido. Se trataba de
tuno—. ¿Vas a enseñarme o no la conju- ima reunión de padres, nomás, pero de
gación del verbo satisfacer? una con los míos exclusivamente. Trans-
Esa noche, mis padres cenaron con to- curridas unas semanas, supimos que
dos nosotros, no salieron al cine o al también habían concurrido la directora
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del establecimiento, el equipo de psicólo- Y dibujó esqueletos cuando le indica-
gos, el pediatra y todas las profesoras de ron que delineara a sus compañeritos, a
Socorro. sus maestras, a sus abuelos, a sus tíos y
Poco después, el resto de la familia se primos, a la gente que veía por las ca-
enteró —como nosotros— de que la po- lles... Y esqueletos, puros esqueletos,
bre Socorro no era la criatura normal que aparecieron en su block el día en que
suponíamos. reprodujo las figuras de nuestros anima-
Recién cuando tuvieron la certeza de litos.
que no cabía ningún error en los numero- Aunque con las lógicas imperfeccio-
sos análisis a los que la nena fue some- nes de trazado propias de su corta edad,
tida, y sólo cuando los diagnósticos de Socorro había dibujado a los caniches
diferentes especialistas coincidieron, mis y a la gata desprovistos —como las per-
padres se animaron a revelamos lo que le sonas— de todo lo que pudiera represen-
sucedía. tar la carne o piel que cubre los huesos.
Los signos de alarma los detectaron en M i hermanita no podía verlas. N i
el jardín, en el taller de expresión plás- carne ni piel. Vivía —^por lo tanto— entre
tica: Socorro había dibujado la familia ima suerte de esqueletos andantes. Ella
por primera vez, incluyéndose también misma lo era para sí.
ella. En la hoja que devolvió a la profe- A estas pavorosas conclusiones habían
sora —acabada la tarea— podía obser- arribado los notables oftalmólogos, los
varse claramente i m grupo de esquele- oculistas que la habían revisado, a la par
tos. Y fue Socorro misma la que señaló que un montón de expertos en neurolo-
quién era cada xmo, con absoluta natura- gía y otros especialistas en trastornos ce-
lidad. rebrales a los que mis padres consulta-
Le hicieron repetir el tema varias ve- ron, desesperados.
ces. Invariablemente, la nena dibujó es- En el mundo no se conocían antece-
queletos dentes de un caso así.
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La noticia me alteró con tal hondura, mirar hacia arriba y hacia abajo del
que se transformó en una pesadilla recu- agua simultáneamente... Como tiene la
rrente. De ojos. manía de nadar a ras de la superficie,
Con leves modificaciones en las esce- así lo controla todo... ¡Qué visión espec-
nas, m i mente dormida proyectaba — tacular!
noche tras noche— esa película de miedo »Vamos; confiese que se quedó frito...
de la que yo era solitario espectador. tan frito como cuando descubrieron que
Soñaba que im nutrido coro de moscas su hermana ve de i m modo peculiar...
me perseguía, zumbándome: «Cada uno Buah, suficiente por hoy. Tememos que
ve (o no) las cosas según los ojos que se desmaye si seguimos con esta charla
tiene, zonzo. Nosotras, por ejemplo, te- 'ojística'... aunque... no resistimos la ten-
nemos más de tres m i l novecientos mi- tación de dejarlo con la intriga... porque
croscópicos ojitos, apretados unos contra juraríamos que no sabe nada acerca de
otros dentro de cada ojo principal... ¿Po- los ojos de la lechuza... del caracol... de la
drá adivinar, el señor, cómo vemos?, ¡Ja! cebra... de la langosta marina... del mur-
¿Y su gata? ¿Sabía que ella ve donde ciélago... del buho... de... ¡Uf!, casi lo olvi-
usted no, que sus caniches únicamente damos: ¿y de los ciegos... qué sabe?, por-
captan distintas tonalidades del gris o que...»
que las orugas de sus plantas se deslizan De tránsito por este pasaje de la pesa-
entre luces y sombras, sin distinguir nin- dilla —^zumbidos más o menos— me des-
gún color? Y con eso... ¿qué, eh? Ah... Le pertaba súbitamente, transpirado; fuego
apostamos que la mayoría de los hom- en la frente.
bres nimca oyó hablar de i m anableps... y
usted tampoco. ¿Acertamos? Bueno, Retomo la historia de mi hermanita. En
bueno; no se mortifique si lo ignora... El síntesis.
mosquerío se lo cuenta, don». Todos los científicos que la examina-
»Es i m pez muy original, capaz de ron dieron idéntico diagnóstico: Socorro
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poseía un singular tipo de visión, compa- Los ojos de Socorro —en cambio—sólo
rable, en parte, al poder de los rayos X*. eran aptos para mirar más allá de la
Muy en parte, por cierto, pues estos rayos carne, de la piel, que eran totalmente
tienen —entre otras— la propiedad de invisibles para ella. Por eso dibujaba es-
atravesar fácilmente gran variedad de queletos, con leves manchas interiores
materias con que están formados los aquí o allá.
cuerpos opacos, o sea, los que impiden el Así nos veía. Así se veía. Puros huesos.
paso de la luz, y su aplicación posibilita Me estremezco al pensarlo aunque
obtener una serie de imágenes y de im- —^por supuesto— sé que ella jamás había
presiones que muestran lo que nadie es visto de otra forma, por lo cual los esque-
capaz de ver. (Lo que se oculta en los in- letos no le suscitaban ninguna de las reac-
teriores, debajo de las cascaras de la apa- ciones de rechazo que experimentamos
riencia, por decirlo de una manera más o quienes gozamos de una visión normal.
menos comprensible.) Y estos rayos son Lo normal para Socorro era habitar un
usados —principalmente— para la ex- planeta de esqueletos animados.
ploración médica, para detectar enferme- Sin embargo, las juntas médicas que
dades que parecen jugar a las escondidas estudiaban el caso no consideraron lo
dentro de los cuerpos humanos. mismo. Con el consentimiento de mis
padres —que anhelaban lo mejor para
*Rayos X o de Rontgen; ondas electromagnéticas de igual natura-
la niña— resolvieron operarla. Querían
leza que las luminosas, pero cuya longitud es menor. Pasan a
través de muchos cuerpos, según la densidad de la materia con que
—orientados por su buena fe— que Soco-
están conformados. Por ejemplo, detrás de los mismos, y en super-
ficies convenientemente preparadas, pueden producir impresio-
rro dejara «de ser un mutante, ima ra-
nes parecidas a los negativos de las fotografías, por lo que de una reza, un individuo único, aislado y ex-
naranja veríamos las semillas, de una pared de hormigón armado
veríamos su estructura de hierro, etc. cepcional; una muchachita que sería
El tema es muy complejo y creemos que —^para los fines de este
cuento— son suficientes las explicaciones dadas. marginada como un monstruo, como el
Estos rayos fueron descubiertos por el físico alemán Wilhelm
Rontgen en 1895. Los llamó «X» precisamente debido a su incierta primer ejemplar de una degenerada es-
naturaleza y a ellos les debe su celebridad. Fue laureado con el
Premio Nobel en 1901. (N. de la A.) pecie nueva. Con franqueza... ¿Quiénes

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van a relacionarse afectivamente con ella Aún no había cumplido los cinco
—afuera de la familia Diez— en cuanto cuando la operaron.
sepan que los ve como esqueletos?», de- Yo me tragaba las lágrimas de los
cían. trece... porque «los hombres no lloran,
«Es una anomalía, ima malformación Lucas».
producto de vaya a saberse cuáles facto-
res hereditarios... Tuvo lugar en alguno La familia Diez en pleno aguardó en
de los nueve meses durante los que su angustiosa expectativa las consecuen-
hija flotó en la calidez de su vientre, se- cias de la cirugía, que se prolongó bas-
ñora... o acaso muchísimo antes... Con la tante.
cantidad de seres humanos —millones y Cuando Socorro fue retirada de la sala
millones— que son nuestros parientes de operaciones y la trasladaron —por
hacia atrás... No le garantizamos que la precaución— a la de terapia intensiva,
deHcada intervención quirúrgica de los con la zona superior de su cabecita ven-
ojitos de la beba resulte un éxito, inge- dada hasta cubrirle los ojos, sentí que iba
lúero Diez, pero no dude de que tratare- a ser interminable el tiempo que debía de
mos de que así sea». esperar hasta que le quitaran el vendaje.
Se imporua la ruleta —el azar— de la Doscientas cuarenta horas.
operación. Cuando volvió en sí de la anestesia,
Entonces —sin que la nena entendiera Socorro clamó por mamá que —ensegui-
nada— la operaron. da— fue disolviendo su pánico mediante
—^Te vamos a sacar unas fotografías, caricias y amorosas palabras, que apaga-
tesoro... —le dijeron las enfermeras que ron quejas y entrecortados sollozos.
la conducían al quirófano, amarrada a Con autorización y bajo promesa de no
una camilla. excitarla, nos sumamos a mami —^y de a
—^Te vamos a curar los ojitos... —^le uno— papá, Charlie, Marcelo y yo, para
habían dicho los médicos. reencontramos con Socorro.
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^ Segundos... Muy feliz ante la inminencia de volver
Después, la visitaron los abuelos y a vernos, pidió que estuviéramos a su
otros familiares. lado cuando eso ocurriera.
Segundos... Volábamos de ganas por llevarla de
Notable su reconocimiento de las vo- regreso a casa.
ces de cada cual. Notable, también, el Fue el jefe del equipo médico —en
efecto que en ella obraron. compañía de los demás doctores— quien
Lo difícil fue convencerla de que debía dejó en libertad los ojos de Socorro.
permanecer en cama y con los ojos ta- La nena parpadeó reiteradamente. Iba
habituándose de nuevo a la luz del sol.
pados hasta que la curación fuera to-
Giró su cabecita con lentitud, mirando
tal.
bultos borrosos. Habrían corrido tres o
Y ninguno —^ni los psicólogos que la
cuatro minutos cuando —ante el estupor
atendían sin descuidarla mañana y no-
generalizado— se echó a llorar a los gri-
che— tropezó con las frases que se nece-
tos.
sitaban para explicarle a la nena lo que le
Observaba con terror a quienes nos
había sucedido. Tampoco supieron des-
hallábamos alrededor de su cama.
cribirle cómo iba a ver a partir del día en
Era evidente que nos desconocía, que
que la libraran del vendaje.
creía que éramos monstruos. Monstruos
Las doscientas cuarenta horas se de carne (¿qué era eso?) con dos esferas
hicieron humo y la fecha señalada para insertas donde —antes— ella sólo había
verificar el éxito de la operación llegó por visto huecos algo maculados en los crá-
fin. neos. (¿Qué sabía la nena de globos ocu-
M i hermanita estaba ansiosa, contenta lares?)
de que faltara poquito, «para que me Con movimientos descontrolados,
saquen estos trapos que me pican», de- trató —en vano— de ahuyentamos.
cía. Desesperante el momento que vivimos
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—^Socorro sobre todo— cuando mamá madurando, el trauma, la herida mental
quiso consolarla. La garganta de m i her- que la atormenta será apenas i m desagra-
mana se quebró en un alarido casi dable recuerdo para ella.
animal.
—No... Fuera... No me toque... ¡Mami, Ayer se cumplieron siete años desde la
papi!, ¿dónde están? ¿Quiénes son éstos? tarde en que Socorro fue recluida en la
¡Mami... papi... sáquenme de aquí? ¿Por institución que nos aconsejaron.
qué me dejaron? Su historia clínica está defirütivamente
archivada como Caso S.D. Niña de ojos con
Sin dudas, la operación había sido un tipo de visión Rayos X, intervenida exitosa-
éxito. La nena veía igual que nosotros y mente el... del mes... de... No se adaptó a la
que todos los seres humanos. Pero había vista normal que tiene desde entonces, a pesar
crecido entre sus queridísimos esquele- de su asombrosa inteligencia.
tos. La imagen de los espejos también
había reflejado su esqueleto. n . S.D. según S.D.
El shock que le produjo el encontrarse Ya perdí toda esperanza de ser resca-
cercada por quienes ella veía ahora como tada de aquí. Sé que pasó mucho tiempo
monstruos, hizo que no quedara otro re- desde que estos monstruos repugnantes
medio que recluirla en un sanatorio psi- me raptaron y me metieron adentro de i m
quiátrico. cuerpo tan repugnante como el de ellos.
—Paulatinamente, Socorro va a ir Me dicen «Socorro»... Sí, ése era irü
comprendiendo su nuevo estado —dijo nombre... pero olvidé el apellido... y n i
el jefe del equipo médico—. Precisa la loca voy a creerles que era «Diez». Diez
ayuda diaria de los más brillantes tera- es un número, como el que cuelga del
peutas. En el lugar que les recomiendo cartel a los pies de m i cama.
internarla, la nena va a ser dada de alta a Los monstruos me preguntan por mis
lo sumo en i m año. A medida que vaya padres, mis hermanos, mi familia... ¿Tuve
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yo esa familia adorable que —a veces— (Debo interrumpir aquí esta charla
se me aparece en sueños de los que no conmigo misma. Ya está entrando uno de
quisiera despertar? Si la tuve, todos ellos los numerosos monstruos que me visitan
eran como los muertos que sujetaron so- a diario. Debo contener el impulso de
bre una pared de m i cuarto. Se trata de gritarle que no venga a torturarme más.
esqueletos, claro, pero inertes; de huesos N i éste ni ningún otro de los que me
vueltos a colocar en su sitio mediante cuentan —una y otra vez— la misma
finos engarces. Inútil que les repita historieta disparatada. Me aseguran que
—abasta la agonía— que también yo era son de mi familia y hasta —¡qué
así, un esqueleto, un esqueleto de huesos crueles!— siento que se esfuerzan por
pequeños y andariegos que —al igual imitar sus voces, algunas de ellas... que
que todos los que vuelven a m i corta- me parece oír resonar dentro de mí du-
jeada memoria, de tanto en tanto— vivía rante las interminables noches...
en un mimdo donde éramos conforma- Este ejemplar que se me acerca es el
dos de ese modo. Estábamos vivos. No peor de todos, el más perverso, al que
pendíamos como estos cadáveres, de más le gusta hacerme sufrir.
ganchos sujetos de cabezas a pared. Dice que es m i mamá, nada menos...)
¿Quién me arrancó de mi país? ¿Y para
qué?
¿Quién soy yo, realmente? Seguro que
no esa silueta espantosa que me irüra
desde el espejo, que también pusieron en
mi habitación y que me apresuré a tapar
con ima sábana...
—^Pero ¿qué desean estos monstruos?
¿Que admita que ese ser repulsivo soy
yo? ¿Dónde estaré? ¿Y hasta cuándo?
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LAS TRES CAMPANAS
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« r l a y que escuchar las dos campanas...»
Es muy frecuente entre los hablantes
de la lengua castellana el uso de la ora-
ción recién citada. ¿Y qué significa? Pues
que ante ima misma situación, frente a
determinado hecho, existe más de ima in-
terpretación posible de éstos, de acuerdo
con el punto de vista y con el enfoque de
quien los analice.
Recordemos —en síntesis y a modo de
claro ejemplo— al rey Salomón*, quien

•Salomón; hijo de David, a quien sucedió en el trono de Jerusalén


(año 970 a.C.) Su sabiduría se hizo leyenda. Escribió los tres
primeros libros de la Biblia. (N. de ¡a A.)
tiene que decidir a cuál de dos mujeres le Si te interesa, al final de la historia que
entregará un niño que ambas aseguran a continuación ha de comenzar podrás
que es su hijo. escribir tus propias conclusiones en
Una es su madre biológica, la que lo tomo de lo que en ella acontezca. Ya
formó en su cuerpo y —^por lo tanto— lo habrás escuchado —^para cuando ese mo-
reclama amparada en los derechos que le mento llegue— el tañir imaginario de la
otorga la sangre, aunque nunca lo haya primera y de la segunda campana. Por
amado. La otra es su madre adoptiva, la eso, la página en blanco que se reserva
que lo crió como propio y —^por lo para tu letra responde al título de «TER-
tanto— lo reclama en nombre de los de- CERA CAMPANA».
rechos que le otorga el amor, aimque
no lo haya dado a luz. El rey les informa L PRIMERA CAMPANA
que cortará a la criatura en dos partes El estudio de televisión está casi listo
iguales —desde la cabeza a los pies— y para lanzar al aire ese programa diario
que —entonces— cada una se llevará la que concita la mayor tele audiencia en el
mitad. país, de acuerdo con las mediciones que
La primera mujer que mencionamos realizan distintas agencias: el así denomi-
está de acuerdo, le parece un acto de nado rating.
justicia. La segunda se opone, grita que La maquilladora revolotea alrededor
no, que —en ese caso— prefiere perderlo del periodista que conduce la emisión.
antes de que el niño pierda la vida. Intenta empolvarle —de nuevo— la na-
Tras haber escuchado las dos campanas, riz, para quitarle los brillos de transpira-
o sea, los dos argumentos, las dos versio- ción que no lo favorecen.
nes que las señoras han expuesto, el rey A escasos segundos de transmitirse el
le entrega el chico a la segunda, mientras programa —en vivo y en directo— varias
le dice: personas se hallan ubicadas en distintos
—^Tú eres la verdadera mamá. sillones, dispuestas a opinar acerca de
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cuanto se les pregunte, ya que con tal de El muchacho habla y algunos de los
salir en la tele... asistentes expresan sus conceptos. Corte
El tema que se debatirá hoy, segura- publicitario y cámara a una señorita
mente va a despertar polémicas. que se muestra compungida, pero apro-
Se basa en una noticia que ha conmo- vecha la ocasión para enviarle «unos
vido la sensibilidad popular, a partir de saluditos a toda la gente que me co-
su difusión en la madrugada. Nada me- noce...»
nos que la muerte de i m famoso empre- El conductor hace i m gesto de dis-
sario local, por culpa de —según dicen— gusto. ¡Qué agotador le resulta relacio-
quienes consideraba sus únicos herede- narse —de lunes a viernes— con ese
ros. Después de que los correspondientes muestrario de estupidez humana que
títulos aparecen en pantalla —animcian- acepta cualquier cosa con tal de aparecer
do el principio del programa— las cáma- ante las cámaras...! (Y no va a confesarse
ras enfocan a un ahijado del fallecido. El —^ni en la intimidad del baño— cuánto
muchacho se retoca el peinado puesto del muestrario que tanto desprecia se le
que —de acuerdo con lo que observa en parece...) Por eso, reta a la joven.
uno de los monitores— ciertas mechas le —No es momento para saludos, seño-
caen desordenadas sobre la frente. rita. Buah, ¿lo dejamos ahí? A l grano.
El animador dispara su pregimta: Usted fue testigo del horror que sufrió el
—¿Usted nunca se dio cuenta de que la ingeniero Américo Soldini, ¿no es ver-
relación de su padrino Américo Soldini dad? Limítese a contestar esta pregunta,
con los tres a quienes él trataba como a por favor.
sus hijos era medio... enfermiza...? ¿Ja- —^Y... sí... Yo pasaba casualmente por
más im toque de atención, Mario? allí... y v i todo... Fue espantoso... Habría
—^No, no... de lo contrario, no hubiera que fusilar a esos tres infiernos, eso sería
acontecido esta tragedia... justicia, vea; esos tres monstruos no me-
—^Pero... ¿no notó nada raro? Porque... recen...
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Una señora paqueta interrumpe el re- cuenta y nueve años. Ambicioso y
lato de la joven: egoísta como pocos, se había obsesio-
—Perdón. Concuerdo con lo expre- nado desde adolescente con la idea de
sado por la testigo del drama. Pena de convertirse en millonario.
muerte para ese maligno trío... El empre- Y lo logró, aimque no precisamente
sario Soldini era entrañable amigo de m i con un trabajo honrado. Él no había te-
padre. Pena de muerte, tal como se la nido ningún escrúpulo para intervenir
aplica en países del primer mimdo... en negocios turbios, para estafar a quien
Durante el nuevo corte publicitario, un fuese con tal de acumular billete sobre
cameraman, divertido, le pregunta a otro, billete.
en voz baja: Confundiendo el ser con el tener, creía
—¿Dónde diablos se encuentra el se- que él era alguien tan valioso como sus
gundo mimdo? posesiones materiales las que —al día de
— q u é sé yo, viejo, me parece que n i su muerte— lo situaban entre los cinco
los políticos lo saben... empresarios más poderosos del país. Sin
El programa prosigue con la exposi- embargo, avaro y desconfiado como era,
ción de las opiniones de todos los invita- vivía en soledad. Su vida afectiva giraba
dos. La mayoría exige que esos tres, que alrededor de la fortuna que había jun-
representan un peligro para la comuni- tado con tanta devoción. Estaba casado
dad, sean ejecutados cuanto antes. con el dinero, con las cosas. Su mansión,
Entretanto, ignorantes de la conmo- erigida en uno de los barrios más caros
ción que han causado, los tres inculpados de la ciudad, era una verdadera forta-
se encuentran preventivamente presos, leza: alambres electrificados sobre los pa-
hasta que la justicia decida su suerte. redones que la aislaban de las otras resi-
dencias; circuito cerrado de televisión
I I . SEGUNDA CAMPANA con pantallas en cada recinto, a fin de
Américo Soldini era un hombre de cin- detectar cualquier intrusión; custodios
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contratados —^para vigilancia privada— múltiples actividades, él mismo se había
de lunes a lunes y —sobre todo— sus ocupado de su crianza y de enseñarles
fieles hijos adoptivos, como él los califi- pacientemente casi todo cuanto sabían.
caba —en público— cada vez que se refe- Soldini reconocía que sin la asistencia
ría a Gaspar, Flavio y Ramón. del profesor que había contradado para
—No estoy solo, los tengo a ellos tres... que lo orientara en esa compleja tarea, no
—afirmaba ante cualquier crítica con res- hubieran sido tan buenos los resultados
pecto a su soltería, a su carencia de ami- obtenidos, pero le gustaba alardear de su
gos. Ellos tres... a los que —según el supuesta capacidad «docente».
testamento que había suscripto, y dado Sometidos al mínimo antojo del inge-
que no contaba con parientes sanguí- niero —en tanto— debiendo soportar
neos— había nombrado como sus here- —^resignados— su despótico tiato, y cum-
deros. Además —para que nadie dudara plir —sin resistencia— cualquiera de sus
de la veracidad de sus palabras, de ese órdenes, ni Gaspar ni Flavio ni Ramón lo
acto que sentía de suprema generosi- amaban. Le temían, con ese miedo hondo
dad— era imo de sus abogados el desig- que había comenzado a gestarse en ellos
nado como administrador de su fortxma en aquellas jornadas de enseñanza de sus
en beneficio de sus tres protegidos, en primeros años, cuando eran comunes los
caso de que él falleciera de repente. gritos y los castigos físicos.
Lo cierto era que ese legado no repre- Pero ¿qué podían hacer sino aceptar su
sentaba ningún gesto amoroso por parte destino?
de Soldiiú: él no se engañaba; apenas
imos vagos sentimientos de estima lo Una mañana —temprano— y como
vinculaban al terceto, pero ellos le de- acostumbraba a hacerlo cotidianamente,
mostraban fidelidad a toda prueba y si no estaba de viaje, Américo Soldini
—sobre todo— obediencia ciega. salió a dar su caminata de cuarenta cua-
No era para menos: a pesar de sus dras.
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Asmático desde chiquito, los médicos El ataque hizo eclosión con inusitada
le habían aconsejado ese ejercicio y él lo fuerza. Pronto empezaron a manifestár-
realizaba aunque tronara. Eso sí: invaria- sele síntomas de asfixia.
blemente acompañado por Gaspar, Fla- Se sentó en el suelo, ante el descon-
vio y Ramón, para que lo defendieran si cierto de Gaspar, Flavio y Ramón, que no
alguien se atrevía a asaltarlo. Las cir- atinaban a nada, muy inquietos.
cunstancias por las que atravesaba el país Los ocasionales transeúntes que pasa-
no eran florecientes y él no ignoraba que ban por allí corrieron hacia el ingeniero
—dada su posición económica— podía con la intención de ayudarle. Lo mismo
tentar a cualquier muerto de hambre de hicieron imas vecinas del lugar, mientras
los que mendigaban en las esquinas de su que otra corría hacia el interior de su casa
barrio. para solicitar una ambulancia telefónica-
Soldini y sus tres compañeros ya ha- mente.
bían andado unas veinte cuadras, A l drama que ocurrió —de iimie-
cuando el hombre sintió que se descom- diato— le bastaron tres o cuatro minutos
ponía. Un brote de asma de los cientos para desarrollarse del principio a fin.
que había padecido desde la infancia es- Soldini yacía acostado, con signos de
taba por desencadenarse. estarse ahogando, cuando —aterrada—
Maldijo para sus adentros, ya que la gente que trató de auxiliarlo se vio
nxmca le había sucedido en la calle, y se ferozmente embestida por Gaspar, Fla-
apresuró a buscar en un bolsillo el nebu- vio y Ramón, que interpretaron esas
lizador que llevaba para emergencias. aproximaciones a su amo como riesgosas
Doble maldición, entonces. El apara- acometidas al caído.
tito auxiliador —recordó de pronto— ha- Sus grufiidos y dentelladas impidieron
bía quedado en el bolsillo de otra cha- que pudiera prestársele la mínima asis-
queta. ¿Cómo había olvidado colocarlo tencia. Incluso, hubo quienes fueron
en ésa, que acababa de estrenar? mordidos con furia.
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Orgulloso debía de sentirse el inge-
niero del entrenamiento que le había dado
a su trío de dogos, del exitoso adiestra-
miento —exclusivamente dirigido para
su defensa— que, en esos instantes, de-
mostraban sus fieles perros guardianes.
Nimca lo sabremos. Ya estaba muerto
cuando arribó la ambulancia. Y perma-
neció allí tirado, en la vereda, durante
una hora más: el tiempo que transcurrió
hasta que un equipo de salvamento, con-
venientemente provisto de los elementos
necesarios para capturar a los bravos ani-
males, se hizo presente en la calle de la
tragedia.

i n . TERCERA CAMPANA
(Le toca hacerla sonar a quien haya
leído este relato.)

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9
L A HISTORIA MÁS
TREMEBUNDA

— N i ruinosos castillos...
— N i almas en perra apareciéndose
como fantasmas...
— N i vampiros abandonando sus ataú-
des en busca de sangre joven...
—¡Tampoco decapitados y —menos
que menos— ogros y brujas!
—¡Ni siquiera una noche de tormenta
que perturbe el sueño de criaturas que se
han quedado solas en su casa, durante un
inesperado apagón!
—¿A que no se te ocurre contarnos i m
cuento de terror que no incluya ninguna rios de mis pequeños amigos me dieron
de estas cosas; nada de temas así? —me la pauta de que lo consideraban un
dijeron los hijos de mis amigos, sentados cuento de terror. Diferente de los usua-
a mi alrededor, una vez que había termi- les, claro, pero de terror.)
nado la fiesta de cumpleaños de uno de Bien. Aquí va:
ellos y la mayoría de los invitados se
retiraba. PRIMERA PARTE
—¿A que sí? —^les contesté, divertida Su familia, algunos vecinos de su do-
con la propuesta, sabiendo que a los chi- micilio, maestros y compañeros de es-
cos les gusta desafiar a los mayores, po- cuela y juegos de ese sexto grado «B» que
nerlos a prueba. está cursando aguardan novedades en
Les contesté sin pensar, porque lo los pasillos del hospital. Tristes, cuchi-
cierto es que me costó im poco imaginar chean y rondan la sala de terapia inten-
ima historia como la que me pedían. Por siva a donde acaban de internarlo de
fin, los textos y las imágenes de una noti- urgencia.
cia que se había difundido días atrás me ¿A quién? A Miguel Ratto, a Miqui,
proveyeron de un material que me pare- como lo llaman sus padres y hermanos, a
ció como cortado a la medida para satis- Miqui Ratón o Miqui Maus, como lo apo-
facer la solicitud del grupito. daron los amiguitos, pues su nombre y
Les rogué unos minutos de silencio... apellido les recuerdan al famoso perso-
—¡Quiere crear clima de suspenso! — naje de historietas de Walt Disney*.
gritó m i ocasional auditorio. —Qué mala suerte... Pobre pibe...
Cerré los ojos durante unos instantes y —comentan ciertos vecinos en voz
luego me lancé a improvisar este relato baja—. Con lo que estudia y labura desde
que voy a escribir a continuación. (Mien- que era un crío...
tras lo narraba y una vez concluido, las
*Los nombres del citado personaje son "Mickey Mouse", correcta-
expresiones de las caritas y los comenta- mente escritos en inglés. (N. de la A.)

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—Bs un santo; no merecía esta desgra- banco puesto patas para arriba, a modo
cia... de tan poco funcional corralito. Así no
—^Me pregimto qué van a hacer en su iba a molestar deambulando de aquí
casa si pasa lo peor... para allá, toqueteándolo todo. Así que-
—^No los mantendrá a todos... pero si daba tranquila la mamá, mientras ellos se
no fuera por él... ocupaban de sus cosas.
—¿Cómo se las van a arreglar? Eso, Mamá... Vaya si tenía que arreman-
eso... garse para llevar adelante el hogar, casi
Entretanto, en la mente de Miqui sola como se encontraba para enfrentar
—aunque ni los médicos lo adivinen— se las exigencias de cada día... Se las rebus-
arremolinan sentimientos, sensaciones, caba con trabajos de lavado de ropa y de
pensamientos en caótica alternancia. Y costura, por los que apenas si ganaba lo
recuerdos. Y —sobre todo— unas frases indispensable para que sobrevivieran.
que no pudo decirle a ninguno y que se le Con el padre no se podía contar, pe-
reiteran instantáneas, fugaces, de tanto gado a la botella de vino y a las carreras
en tanto: de caballos como solía andar.
—^No, no lo hice a propósito... fue un Cada dos por tres, suspendido en la
accidente... ¡Papá; si me salvo... no me fábrica de la que era operario. Si no lo
pegues, por favor! Sé buenito... ¡No me despedían era porque les daba lástima la
pegues, papá! familia. Una entre mil, de regreso a la
casilla en un estallido de alegría, que le
SEGUNDA PARTE duraba el tiempo que le demandara gas-
Desde chiquitito lo supo. Acaso desde tar lo ganado en el hipódromo...
que empezaba a dar los primeros pasos Y esas «ima entre mil» se le habían
en el patio de tierra casero y alguno de grabado a Miqui en lo más claro de su
sus cuatro hermanos mayores —^varones memoria.
como él— lo confinaba dentro de un A l menos durante unas horas, todo era
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