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textos lterarios gar lo més lejos posible, es bueno dis- + conforman el equipaje del lector. $ ectores faltos de informacién y lige- tn de orientar a quienes no estin acos- ‘ienes no saben qué poner dentro de aayudar a los lectores poco expertos. Sedetiene en la explicacién pormenori §. de las que no siempre se ha hablado es Par ponerlas al alcance de todos. 5. En la primera se reflexiona sobre Arales que rodean al texto y sobre la lad, se analizan las peculiaridades de sobre determinados prejuicios que ‘la segunda parte se recorre la geo- {lade los antficios estéticos mas fre- ¥y de qué influencia tienen sobre el farte, en fin, sefiala algunas Iineas de 1 por la dimensiGn hist6rica de la lite- deay también un mosaico de citas recetas 0 formulas magicas que pue- inte, En ese sentido, nuestra preten- 'lterarios debe matizarse, de inme € los textos son siempre diferentes, ctor, también. Seria, pues, vano el 5: seflalamos caminos, abrimos pers pistas y desvelamos procedimientos con frecuencia y que e! ne a. ‘da uno. Afortunadamente, La radical fra produce una satisfaccién tal que {0s por encima de todo mal augurio. fbr literatura, no se romper el hilo 'o las fronteras del tiempo, de las len- mer poeta. Con el primer hombre. Madrid, Dfa del Libro, 1996 PRIMERA PARTE, El lector ante el texto Toda creacién transforma las circustancias persona- les 0 sociales en obras insélitas. El hombre es el olmo que da siempre peras increibes. Octavio Paz: Las peras del olmo 1, LA ESCRITURA Y SUS ALEDANOS, 1.1, REALIDAD Y LITERATURA Llamamos literatura al conjunto de obras escritas o trasmitidas oralmente que la tradicién considera dignas de aprecio artistico. En nas estn contenidas la biografia intima y la memoria de la sus pag humanidad. Nada més real, pues, que Ja literatura, «una defensa contra las ofensas de la vida» en palabras del poeta italiano Cesare Paves Claro cue, para evitar equivocos, conviene que aclaremos el sen- tido que tiene el término realidad. La tendencia a aplicarlo sé6lo a lo aparente y externo, a lo que se ve y se sufre o se disfruta directamen- te, reduce sin necesidad su significado: la realidad esté también en lo gue el hombre desea, lo que suefia, lo que quisiera poseer, lo que se deja en el camino y lo que quién sabe si le espera al volver de una eesquina. Y cudntas veces esa otra realidad termina por revela trascendenre que la tnica que c Enel discurso pronunciado al recibir un premio lterario, el nove lista espaol Javier Marias justficaba la necesidad de la literatura (de cescribirla y de leerla) por estar inmersa en ese mbito interior al que no siempre prestamos la atencién que merece: nos tener. 16 Como leer textos lterarios ‘Cuando se habla de la vida de un hombre o de una mujer, cuando se hace recapitulaci6n o resumen, cuando se relata su historia o su biografia, sea en un diccionario, o en una enciclopedia o en una eréni- cea. 0 charlando entre amigos, se suele relatar lo que esa persona llevs ‘cabo y lo que le pas6 efectivamente, Todos tenemos en el fondo la misma tendencia, es decir, a imos viendo en las diferentes etapas de nuestra vida como el resultado y el compendio de lo que nos ha ocu- rrido y de lo que hemos logrado y de lo que hemos realizado, como si fuera tan s6lo eso To que conforma nuestra existencia. Y oividamos casi siempre que las vidas de las personas no son sélo eso: cada t yectoria se compone también de nuestras pérdidas y nuestros desper dicios, de nuestras omisiones y nuestros deseos incumplidos, de lo ‘que una vez dejamos de lado © no elegimos o no alcanzamos, de las hhumerosas posibilidades que en su mayoria no Hegaron a realizarse —todas menos una, a la postre—, de nuestras vacilaciones y nuestras ensofaciones, de los proyectos frustrados y los anhelos falsos 0 tibios, de los miedos que nos paralizaron, de lo que abadonamos 0 nos abandond a nosotros. Las personas tal vez consistimos, en suma, tanto en Io que somos como en Io que no hemos sido, tanto en lo comprobable y cuantificable y recordable como en lo més incierto, indeciso y difuminado; quizé estamos hechos en igual medida de lo ‘que fue y de lo que pudo ser. Y me atrevo a pensar que es precisamente la ficcién la que nos ‘cuenta eso, © mejor dicho, la que nos sirve de recordatorio de esa cdimensién que solemos dejar de lado a la hora de relatarnos y expli- cearnos a nosotros mismos. JAVIER MARIAS: «Lo que no sucede y sucede», en El Pats, 12 de agosto de 1995] Vista asf, Ia literatura resulta ser un método de indagacién y conocimiento, El trabajo del artista empefiado en esa tarea inmensa ‘queda definido con las palabras de otro escritor, el pocta José Angel Valente (el término poesia debe entenderse aqui en su sentido mis amplio, como equivalente a creacién artistica en general): Lo dado, lo experimentado, la experiencia, puede conocerse de ‘modo analitico, estudiando su cardcter y origen e incluyéndolo en un ‘mecanismo total cuyas leyes cumple © permite establecer (cono ELlectorant imiento cientifico). Lo que el ier ‘es Io que hay en ella de repetible, dducir una cadena determinada ¢ determinado tipo de efectos previ ‘conocida en su particular unicids miento postico). AI poeta no le} revelar de constante sujeta @ un legislable, es decir, lo que hay en El hombre, sujeto de la comp ‘envuelto en ella. La experiencia ¢ nitud, superior a quien la protagot rebasa la conciencia de éste, $3 terribles) acontecimientos de la {que nos demos cuenta». Precisan realidad experimentada pero no toda poesia es, ante todo, un grat ose ANGEL, Ahora bien: la poesa, Ja literatuy plano los lazos que la atan estrecha) Jo hace casi nunca, De ahi que alee ta también en un caer en la event texto, un descubrimiento de Ia eapa nos el mundo. Sucede que el texto literario nos se ha producido ya una trasformaci6t nos es posible asistr: la realidad vist en realidad pottica. Cualquer letor aparece como estamos acostumbrados realidad es indispensable ciente. Lo reales crudo, El mundk pleto y perfectble[...| El poeta tt la realidad. Y el poeta la confirm con s6lo ponerla en palabras fo vive en la realidad: vive en ella my el médico. Le duele mis porque ens literarios fda de un hombre o de una mujer, cuando lumen, cuando se relata su historia o su fio, on una enciclopedia o en una créni se suele relatar lo que esa persona lev fivamente. Todos tenemos en el fondo la inmos viendo en las diferentes etapas de Jo y el compendio de lo que nos ha ocu- ido y de lo que hemos realizado, como si fnforma nuestra existencia. Y olvidamos Tas personas no son sélo eso: cada tide muestras pérdidas y nuestros desper: '8.y nuestros descos incumplidos, de lo 10 no elegimos © no aleanza €n su mayoria no Hlegaron a realizarse fe—, de muestras vacilaciones y nuestras 10s frustrados y los at 's paralizaron, de lo g $ personas tal vez consistimos, en stm, ¥en lo que no hemos sido, tanto en Io y recordable como en lo mis incierto, ‘estamos hechos en igual medida de lo 10, de las clos falsos 0 ¢ abadonamos 0 t© 65 precisamente la ficcién ka que nos ‘a que nos sirve de recordatorio de esa de lado a la hora de relataros y expli MARias: «Lo que no sucede y sucede» en El Pals, 12 de agosto de 1995] (a ser un método de indagacién y ista empefiado en esa tare de otro escritor, el poeta José Angel entenderse aqui en su sentido mis i6n artistica en general): do, la experiencia, puede conocerse de ‘earicter y origen e incluyéndolo en un ‘cumple o permite establecer (conoci- El lector ante el testo 7 Imierto cientifico). Lo que el cientifico trata de fijar en la experiencia lo que hay en ella de repetible, lo que puede capacitarle para repro- dduci una cadena determinada de experiencias a fin de obt determinado tipo de efectos previsibles. Pero la experiencia puede ser conecida en st particular unicidad, en su. compleja sintesis (conoci 0). Al poeta no le interesa lo que la experiencia pueda rmiento po revelar de constante sujeta a unas leyes, sino su carécter tnico, no islable, es decir, lo que hay en ella de irrepetible y fuga [..] El hombre, sujeto de la compleja sintesis de la experiencia, queda cenvuelto en ella. La experiencia es tumultuosa, riquisima y, en su ple hituc, superior a quien la protagoniza. En gran parte, en parte enorme, rebasa la conciencia de éste. Sabido es que los grandes (felices 0 tcrribles) acontecimientos de la vida pasan, suele decirse, «casi sin que nos demos cuenta». Precisamentre sobre ese inmenso campo de realidad experimentada pero no conocida opera la poesia. Pot es0 toda poesfa es, ante todo, un gran caer en la cuenta, [ost ANGEL VALENTE: Las palabras de la tribu, Siglo XI, Madrid, 1971, pags, 5-6] Ahora bien: la poesia, la literatura, no siempre muestra en primer plano los iazos que la atan estrechamente a la realidad; mas atin, no lo hace casi nunca. De ahf que la lectura atenta y ri ta también en un caer en la cuenta del verdadero significado del texto, un descubrimiento de la capacidad de! creador para explicar: nos el mundo, Sucede que el texto literario nos Hega como obra acabada y en él se ha producido ya una trasformacién de las cosas, a cuyo proceso no ros es posible asistir: la realidad visible se ha difuminado, convertida realidad poética. Cualquier lector sabe que en el texto el mundo no aparece como estamos acostumbrados a verlo, Y sin embargo, esta’ uurosa se convier= La realidad es indispensable al poeta, pero en si sola no es sul ciente. Lo real es erudo, EI mundo es una posibilidad, pero es incom pleto y perfectible [...] El poeta tiene que revisar, confirmar y aprobar la reclidad. Y el poeta la confirma o recrea por medio de la palabra, con s6lo ponerla en palabras (...] Es erréneo decir que el poeta no vive en la realidad: vive en ella més que nadie, mas que el banquero 0 cl médico. Le duele mas porque él es particularmente sensible a ella 18 mo teer textos lterarios El poeta se nutre de realidad, lo mismo que el cuerpo humano de aire: cl hombre respira el aire, no podria vivir sin él, Jo mismo le pasa al poeta con la realidad. Se trata aqui de dos realidades existentes: zen {qué forma operan? El poeta absorbe la realidad, pero, al absorberla, reacciona contra ella; lo mismo que el aire se exhala después de pasar Por una transformacién quimica en los pulmones, la realidad vuelve ‘también al mundo transformada, en parte, por la operacién postica [PEDRO SALINAS: «La reproduccién de la realidad», en Ensayos completos, I, Taurus, Madrid, 1983, pig. 191] Recapitulemos: en el empefio de perfeccionar y transformar la realidad (el afén mas humano que existe; si se prefiere, es el empefio que nos hace humanos), el creador se convierte en artifice de un mundo nuevo. En él, la experiencia no est sometida a leyes consta- tables —eso s6lo sucede en la vida que aparentemente vivimos y contamos—, sino que esté sujeta a normas artisticas; esto no debe olvidarse si no se quiere cometer el error de confundir realidad expe- rimental con realidad literaria: la primera es objetiva, precisa, conta- ble; la segunda es inaprensible y sugerente. En ese mundo nuevo se guardan las opciones que no tomamos, Jos amores que no disfrutamos, las aventuras en las que no participa mos... Es, en suma, el depositario de lo que, por no haber sido, nos hha hecho como somos. Por eso al leer un libro caemos en la cuenta de que en ese espacio recreado, devuelto a la apariencia por obra del poeta, estan los datos que tantas veces echamos en falta cuando trata mos de entendemos mejor a nosotros mismos. En fin: si la literatura esté en la rafz misma de lo real, leet y escribir no pueden ser sino tareas de primera necesidad. 1.2. LITERATURA Y CULTURA, La historia de la literatura pone a nuestro alcance autores y obras fundamentales para entender mejor la identidad de un pais. Porque, entre los rasgos que definen la cultura de un pueblo (modo de actuar y de pensar, manera de enfrentarse la vida, costumbres y tradiciones), a Elector am la literatura le cabe un papel destacat 10, alo largo de los siglos, ha contrib ‘Cuando hablamos de cultura t Sinica, definida. Es un témino que dems contradictorios: los espaitoh nos caracterizan como colectividads los ciudadanos de muchos otros py ‘experiencias, y, al mismo tiempo, ct sin salir de Espafa, a los habitantes« hhablamos, entonces, cuando hablam ero conviene tener presente que Ik mal con cualquier afiin exclusivista Las identidades regionales, inclt sino variaciones més © menos pe ‘comiin: la que integramos, al borde | ‘mos a la Hamada cultura occidental dadanos del mundo, por mis que & ara dejar de ser provincianos, Pue similitudes y diferencias da testimon| Conocer nuestra literatura sirve nos singulariza como para reconoce alld de toda frontera, Compartimos antes, en las que la humanidad ha i¢ de lo que ha sido, sino también de lo Fatura es un seno gigantesco al que It dos por el cordén umbilical de la i todos desde que en nuestra nifiez nos Es curioso que este oficio de viejos del mundo, sino el més, del hombre hubiera nacido eon él {que adquiere conciencia de la re situarse a distancia, quizd compren giones tienen en los cuentos tna e¢ aa las més variadas interpretacio, clusiones a las que Heguen, el punt hombre no le basta la vida. Nunca | textos lterarios fo mismo que el cuerpo humano de aie: todkia vivir sin él, y lo mismo le pasa al ‘aqui de dos realidades existentes: en Absorbe la realidad, pero, al absorberla, fo que el aire se exhala después de pasar fea en los pulmones, la realidad vuelve 4a, en parte, por Ia operacién postica ANAS: «La reproduccién de la realidad, letos, I, Taurus, Madrid, 1983, pg. 191] fo de perfeccionar y transformar la existe; si se prefiere, e Mor se convierte en ‘cia no esté sometida a leyes consta- vvida que aparentemente vivimos y 4 normas artisticas; esto no debe el error de confundir realidad expe- {primera es objetiva, precisa, conta- sugerente, ‘dan las opciones que no tomamos, as aventuras en las que no participa- (0 de lo que, por no haber sido, nos AM leer un libro caemos en la cuenta Jevuelto a la apariencia por obra de! ¥eces echamos en falta cuando trat itros mismos. en la rafz misma de lo real, leer y de primera necesidad. ‘ne a nuestro alcance autores y obras jor la identidad de un pais. Porque, itura de un pueblo (modo de actuar y 11a vida, costumbres y tradiciones), a El lector ante el texto 19 {a Titeratura le cabe un papel destacado: viene a ser un archivo de cuan- to, alo largo de los siglos, ha contribuido a modelar el presente. Cuando hablamos de cultura no nos referimos a una realidad ‘nica, definida. Es un témino que admite matices, y algunos son ademas contradictorios: los espaiioles tenemos, sin duda, rasgos que nos caracterizan como colectividad; por otra parte, somos parecidos a los ciudadanos de muchos otros paises, con quienes compartimos experiencias, y, al mismo tiempo, ciertas notas relevantes distinguen, sin salir de Espaia, a los habitantes de unas regiones y otras. ;De qué hablamos, entonces, cuando hablamos de cultura? De las tres cosas; Pero conviene tener presente que Ia buena salud cultural se aviene mal con cualquier afiin exclusivista Las icentidades regionales, incluso las locales, si las hay, no son sino variaciones més o menos peculiares de una gran realidad comiin: la que integramos, al borde del siglo Xx1, quienes pertenece- ‘mos a la llamada cultura occidental, Ya no cabe ser otra cosa que ciu- dadanos del mundo, por mas que encontremos a veces dificultades para dejar de ser provincianos. Pues bien: de todo ese conjunto de similitudes y diferencias da testimonio la historia de los libros. ‘Conocer nuestra literatura sirve tanto para reafirmarnos en lo que nos singulariza como para reconocernos unidos a tantos otros, més alld de toda frontera. Compartimos un entramado de ficciones seme- Jantes, en las que la humanidad ha ido dejando el testimonio no s6lo de lo que ha sido, sino también de lo que hubiera querido ser. La lite- ratura es un seno gigantesco al que lectores y escritores estamos uni- dos por el cordén umbilical de la imaginacién, cosa que sabemos todos desce que en nuestra nifiez nos fascinaron los cuentos Es curioso que este oficio de contar cuentos sea uno de 10s n Viejos del mundo, si no el mis, como si la necesidad de fabulacién del hombre hubiera nacido con él, como si en el mismo instante en que adquiere conciencia de la realidad, necesitara salirse de ella, situarse a distancia, quizai comprenderla. Los historiadores de las reli giones tienen en los cuentos una copiosa fuente de informacién, suje~ twa las més variadas interpretaciones. Y sean cuales fueren las con. clusiones a las que Hleguen, el punto de partida parece indiscutible: al hombre no le basta la vida. Nunca le ha bastado [.] 20 Como ler textos literarios Cada vez que un contador de cuentos toma la palabra parece que cel mundo parte de cero, y su auditorio se instala en la ignorancia para, al ir escuchando, ir aprendiendo, ir entendiendo. Ciertamente, el con- tador de cuentos tiene en ese momento 1 mundo en sus manos. La realidad se va esfumando mientras é1 desarrolla el relato y ofrece esa otra realidad donde se producen hechos extraordinarios, donde, casi siempre, se rompen las fronteras del tiempo y se superan las limita ciones de la vida, porque el objetivo méximo, la meta del cuento, es la inmortalidad. Acaso la necesidad de fabulacién del hom- idad de dar testimonio de la realidad, bre sea ms fuerte que su nec Es, desde luego, ms antigua, [SoLEDAD PUERTOLAS: La vida oculta, Anagrama, Barcelona, 1993, pigs. 27-28] En [a literatura esté 1a memoria colectiva, sf. Pero la herencia cultural se la debemos también a personajes singulares que se ele- van del conjunto y sobresalen como eminencias. Son figuras que surgen muy de tiempo en tiempo y que son capaces de expresarse en nombre de todos; faros que alumbran el camino de la colectividad: los clasicos En un mundo como el nuestro, tan devoto de la modernidad, tan fandtico de las novedades, un prejuicio nos hace ver a los clisicos como seres lejanos y ajenos. Muchas personas creen que un escritor contempordneo ha de estar, por fuerza, mas prximo a sus intereses; pero esa creencia ignora que nada se nos acerca tanto como aquello que nos toca intimamente. Y eso no depende del tiempo sino de la capacidad de un escritor para ponerse a nuestro lado, O para Hevar- nos al suyo, No es posible leer El Quijote 0 La Celestina, ahora mismo, sin sentirse aludido, seftalado, descubierto hasta la desnudez por sus autores. No importa cudndo vivieron: su contemporaneidad se renue- va a cada instante, con cada nueva generaciGn de lectores, porque supieron atrapar en sus obras 1o que en los humanos hay de perma- nente: generosidad y miedo, esperanza y abatimiento, amor y odio, mezquindad y nobleza... Los clisicos no son slo buenos compaiie- ros de viaje: Son amistades imprescindibles. Elector ante Qué es un autor chisieo? Un tra sensibilidad moderna, La para clasico no seri nada, es decit, ne sensibilidad. Nos. vemos en los ¢ los clisicos evolucionan: evolucit sensibilidad de las generaciones. + ccién: Un autor clisico es un autot hhan escrito las obras clisicas sus i ridad. No ha escrito Cervantes el ¢ Quevedo los Suefios. El Quijote, | eseribiendo los diversos hombres viendo reflejada en esas obras su al cambio, tanto més vital es la obt Espasa Calpe, ¢ 1.3. LITERATURA Y TRADI “ION Lo ha dicho el novelista argent ‘exacta: un creador «es un hombre qu cido encuentra aspectos desconocida, escritor es encontrar una forma difere En efecto, la literatura es posible de experiencias, ideas y formas here cin. Un acto de creacién absoluta, ¢ impensable. Otra cosa es que el ese sello peculiar: ese aire personal que | la originalidad, El concepto de originalidad, tal reciente: nacié con los romiénticos, a fruto del orgullo artistico y del deseo Jo. En cambio, para un hombre del artista era més virtuoso cuanto més Ie levada esa idea al extremo, se eonoc enterré su obra para poder descubrin| tarla como antigiiedad romana, rexostterarios lor de cuentos toma la palabra parece que aauditorio se instala en la ignorancia para, 'ndo, ir entendiendo, Ciertamente, el con- $¢ momento el mundo en sus manos. La Jentras 61 desarrolla el relato y ofrece esa licen hechos extraordinarios, donde, casi iteras del tiempo y se superan las limita objetivo méximo, la meta del cuento, es {aso la necesidad de fabulacién del hom- beesidad de dar testimonio de la realidad. [SoLEDAD PutRTOLAS: La vida oculta, Anagrama, Barcelona, 1993, pags. 27-28] moria colectiva, sf. Pero la herencia ‘1a personajes singulares que se el {como eminencias. Son figuras que Joy que son capaces de expresarse en imbran el camino de Ia colectividad: ito, tan devoto de la modernidad, tan Prejuicio nos hace ver a los clisicos fuchas personas creen que un escritor fuerza, mas préximo a sus intereses: da se nos acerca tanto como aquello ‘50 no depende del tiempo sino de la fonerse a nuestro lado. O para Hvar te 0 La Celestina, ahora mismo, sin Seubierto hasta la desnudez por sus jeron: su contemporancidad se renue- lueva generacién de lectores, porque © que en los humanos hay de perma- iperanza y abatimiento, amor y odio, lGsicos no son s6lo buenos compaite- tescindibles El lector ante el texto 2 {Qué es un autor clisico? Un autor clisico es un reflejo de nues- tra sensibilidad modema. La paradoja tiene su explicacién: Un autor clisizo no sera nada, es decir, no seré chisica, si no refleja nuestra sensibilidad. Nos vemos en los elisicos @ nosotros mismos. Por eso los clisicos evolucionan: evolucionan segiin cambia y evoluciona la sensiitidad de las generaciones. Complemento de la anterior defini cidn: Un autor elisico es un autor que siempre se esté formando. No hhan escrito l ‘obras clisicas sus autores; las va escribiendo la poste- ridad, No ha eserito Cervantes el Quijote, ni Garcilaso las Eglogas. ni Quevedo los Sueiios. El Quijore, las Eglogas, los Suefios los han ido esctibiendo los diversos hombres que, a lo largo del tiempo, han ido viendo reflejada en esas obras su sensibilidad. Cuanto més se presta al cambio, tanto mas vital es la obra chisica, [AzorIN: Lecturas espaftolas, Espasa Calpe, col. Austral, Madrid, 1964, pig, 12] 1.3. LITERATURA Y TRADICION Lo ha dicho el novelista argentino Ernesto Sabato de manera ta: un creador «es un hombre que en algo “perfectamente” cono- cido encuentra aspectos desconocidos». Obsérvese bien: la tarea del escritor es encontrar una forma diferente de mirar lo ya conocido. En efecto, la literatura es posible porque se genera en un marco de experiencias, ideas y formas heredadas que constituyen la trad cién. Un acto de creacién absoluta, desligado de toda referencia, es impensable. Otra cosa es que el escritor deba dejar en su obra un sello peculiar: ese aire personal que trasluce todo producto artstico Ia originalidad, El concepto de originalidad, tal como hoy Io entendemos, es reciente: naci6 con los romanticos, a principios del siglo XIX, como fruto del o-gullo antistico y del deseo de alejarse de cualquier mode. lo. En cambio, para un hombre del Renacimiento, por ejemplo, el artista era més virtuoso cuanto més lograba acercarse a sus modelos; Ievada esa idea al extremo, se conoce el caso de algin escultor que enterr6 su obra para poder descubrirla en una excavaci6n y presen- tarla como antigtiedad romana. 2 Cémo leer tests iterarios Mis alld de los cambios de sensibilidad, antes y después del Romanticismo, la literatura se ha insertado siempre en una tradicién consolidada. Lo prueba la existencia de t6picos: temas, ideas o ele- ‘mentos que se repiten hasta convertirse en lugares comunes. Muchos de ellos han sobrevivido a los siglos y las revoluciones estéticas: «la vida como suefio», «la fugacidad del tiempo», la existencia como «, pues, es el me se le aparece su propia lengua ino como costumbres de empleo Fias, con peculiares facilidades y d} [José Maria Va 1.4. PARA QUIEN SE ESCRIBE Una vieja discusion plantea sila li de la mayoria o si es, por su condici Las opiniones se han expresado a vet Poeta Juan Ramén Jiménez. coloes al este lema: «A la minoria, siempre; al Otero, le replies hablando de «la inme turas habia casi medio siglo; pero, ma la perspectiva, la actitud estéticay las¢ Estamos, pues, ante un problems tuna cuestién ajena al acto mismo de er textos erarios de sensibilidad, antes y después del ha insertado siempre en una tradici6n Slencia de t6picos: temas, ideas 0 cle- hyertirse en lugares comunes. Muchos Siglos y las revoluciones estéticas: «la idad del tiempo», Ia existencia como {el morir», la bésqueda de una «vida fturaleza»... son enunciados de temas afola y occidental. Dibujan lazos que buyen a desvelar el presente y definen el patrimonio heredado con su aporta- a, en toda obra lterariay artstca, se com: fictorios:tradicién y novedad. El poeta que 6 podria crear una obra que de momento £05, pero que no resistira al paso del tiem- Viese a la novedad podria igualmente crear feitica que fuese, que tampoco dejaria en € a sus contemporsncos, aunque tampoco Exmecesario que el poeta, haciendo suyé la {mismo, la modifique segtin la experiencia istr, en el cual entra la novedad, y asf se Hay épocas en que el elemento tradicional 4d, y son épocas académicas; hay otras en fe que la traicién, y son épocas modern’ ‘i6n de la tradicidn al contacto de la now ‘sobrevivan a su época, Adios sobre poesia espariola contempordinea, Guadarrama, Madrid, 1975, pig. 11] Jparemos en el capitulo 11. Afiadamos ‘que conforman la tradicién, ninguno como la lengua, que es, al decir de escritor. otro instrumento de trabajo. A través 4 con quienes fueron conforméndolo a El lector ante el texto 2B lo largo del tiempo, y en primer lugar con los cldsicos. Caja de reso- hhancia en que confluyen todas las voces, el genio de la lengua dice c6mo somos y de dénde venimos y nos comunica dudas y certezas, habitos y formas de analizar la realidad: eso que constituye una deter- minada visién del mundo, La herencia lingilistica es tan importante que ha llegado a considerarse como la verdadera sangre del creador: La tradicién, para el escritor, no consiste tanto en un repertorio de Ideas. creencias, sentires y «generos literarios», cuanto en el «color», cen la fisonomia de esa lengua con que se las arregla (no en el plano _gramatical y fonético, que es neutral, sino en el nivel estilistco, en el uso establecido). Las palabras, melodias, ritmos, tonos, giros ret6ri- ‘cos y repertorios de imiigenes que elegiri si usar 0 no usar, no se le ‘ofrecen simplemente como algo vigente en su comunidad social, sino, ‘con resonancia desde lejos, como algo vigente entre los demas escri- tores —de los cuales los contemporineos son s6lo una parte, y no siempre Ia més importante La stradicién», pues, es el modo como el escritor encuentra que se le aparece su propia lengua —insisto, no como sintaxis y sonido, sino como costumbres de empleo—, con determinadas ofertas y mise: rias, con peculiares facilidades y dificultades, con modelos y vacios. [Jost MARIA VALVERDE: La literatura, Montesinos, Barcelona, 1982, pigs. 65-66] 1.4. PARA QUIEN SE ESCRIBE Una vieja discusién plantea si la literatura ha de ponerse al alcance de la mayorfa o si es, por su condicién, necesariamente minoritaria, Las opiniones se han expresado a veces con mucha contundencia: el poeta Juan Ramén Jiménez colocé al frente de alguno de sus libros este lema: «A la minoria, siempre»; aitos después, otro poeta, Blas de 6 hablando de «la inmensa mayorfa». Entre ambas pos- medio siglo; pero, més que el tiempo, las distanciaban la perspectiva, la actitud estética y las convieciones personales. Estames, pues, ante un problema ideolégico. Por otra parte, es luna cuestidn ajena al acto mismo de la creaciGn y se suscita en el 24 (Como ler textos literarios centorno de {a literatura, no en su mismo centro. Bl escritor escribe siempre para un receptor mailtiple y atemporal, del que, quizé, desta- cca el perfil de un lector ideal, a su medida. Pero, al analizar el hecho literario, al te6rico se le plantean algunas dudas: esa voz del creador, adobada de empefo artistic, ;puede estar al alcance de cualquiera? {Debe estarlo? {0 es imitil pretender que las masas la acepten y la centiendan? Antonio Machado tenfa, en 1931, una conciencia clara de la tarea educadora, casi evangética, del intelectual: Yo no creo en una préxima edad frigida que excluya la actividad del poeta. Que el mundo venidero haya de ser, como supone Sper: giler, el de una civilizacién fria, puramente intelectualista y técnica, me parece una afirmacién temeraria, Tampoco la aspiracién de las ‘masas hacia el poder y hacia el disfrute de los bienes del espiritu ha de ser, necesariamente, como muchos suponen, una ola de barbarie que anegue la cultura y la arruine. No esta probado [...] que una difu- sidn de la cultura suponga una ineluctable degradacidn de 1a misma, Difundir la cultura no es repartir un caudal limitado entre los muchos, ppara que nadie lo goce por entero, sino despertar las almas dormidas ¥ acrecentar el niimero de los capaces de espiritualidad, Por lo demas, la defensa de la cultura como privilegio de clase, implica, a mi juicio, defensa inconsciente de lo ruinoso y muerto y, mds que de valores actuales, defensa de prestigios caducados. [ANTONIO MACHADO: borrador de su discurso de ingreso cen la Real Academia, en Los complementarios, Losada, Buenos Aires, 1968, pig. 123] Vivimos otra época y no parece que la frialdad sea una nota caracteristica de nuestra

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