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Concepción Marxista

La obra de Marx supone un proyecto de transformación política de la sociedad


capitalista que nace de la comprensión de la vida humana, en dicha sociedad, como una
vida alienada y de la constatación de que el hombre no es consciente de esta alienación.
Por otra parte, este proyecto impulsará una investigación científica sobre la sociedad que
permitirá comprender cómo el hombre ha llegado a ésta situación y que le proporcionará
unas bases sólidas para alcanzar una clara conciencia del funcionamiento de la sociedad,
pudiendo, así, impulsar una transformación hacia una nueva sociedad en la que las for-
mas de vida alienada sean superadas: la sociedad comunista.

La alienación
La alienación consiste, originariamente, en la operación comercial por la que al-
guien se desprende de algo de su propiedad y lo transfiere a otro. Así, en un principio, el
concepto de «alienación» se refiere a una pérdida, a una transmisión de algo que es pro-
piedad de alguien. Para comprender el sentido que Marx da a este concepto, habrá que
explicar brevemente cómo entiende al hombre.
En el pensamiento de Marx, el hombre se caracteriza por el trabajo, por la acción
productiva. El hombre es un ser material que vive en la naturaleza y, siempre, formando
parte de una sociedad. No puede ser concebido como un ser individual, como un ser ais-
lado: el hombre fuera de la sociedad no es nada. A diferencia de otros seres vivos, el
hombre actúa sobre la naturaleza y produce lo que requiere para su supervivencia. Esta
acción productiva del hombre sobre la naturaleza (el trabajo) se lleva a cabo en un con-
texto social y está socialmente determinada.
Marx constata que, en la sociedad capitalista, caracterizada por el trabajo asala-
riado, el hombre, como productor, se aliena de su trabajo, es decir, pierde el fruto de su
acción productiva. El trabajo de los productores se materializa en los objetos que han
producido. Ahora bien, estos objetos no les pertenecen, sino que pertenecen al propieta-
rio de los medios de producción, o sea, al propietario de la fábrica o de las tierras en que
trabaja. El trabajador solo recibe una muy pequeña parte del producto que ha creado. En
esta situación en que el hombre pierde el fruto de su trabajo, diremos que se encuentra
alienado.
Pero el productor no solo pierde el fruto de su trabajo, sino que dicho producto, al
convertirse en propiedad de otro, del capitalista, aumenta el poder de éste sobre aquél.
Así, el trabajo, que es lo característico del hombre, deja de ser el modo en que este desa-
rrolla sus fuerzas y su creatividad, alcanzando una vida más plena, para convertirse en una
condena.
Esta alienación en el trabajo es la base de otros tipos de alienación que padece el
hombre en la sociedad capitalista: la alienación social y política, por la que los hombres

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quedan divididos en clases sociales diferentes con intereses contrapuestos, o la aliena-
ción religiosa y filosófica, por la que los hombres buscan en un más allá la justificación y
la compensación de su situación real.
Para Marx, la situación del trabajo alienado no es natural, sino una situación histó-
rica y social concreta y, como tal, resultado de un proceso histórico y sometida a cambios
históricos. Ahora bien, para transformar este modelo de sociedad en el cual la alienación
es la norma, es necesario que los hombres adquieran una clara conciencia de esta situa-
ción.

La ideología
Mediante el concepto de «ideología», Marx se refiere al conjunto de representa-
ciones, ideas, mitos, valores, creencias religiosas, etc., existentes en la sociedad. La ideo-
logía permite al hombre adquirir conciencia de sí mismo y de la realidad social y natural en
la que vive. Ahora bien, la ideología no proporciona una conciencia verdadera; por el con-
trario, la función de la ideología consiste en ocultar la verdadera situación del hombre en
el mundo, una ocultación que tiene por objetivo el mantenimiento del modelo de socie-
dad. La ideología impide que los hombres tomen conciencia de su situación.
Frente a la ideología, Marx propone la elaboración de un saber crítico basado en
la razón y la experiencia, un saber científico que, centrado en la realidad del hombre, le
proporcione una conciencia clara y verdadera de su situación en el mundo. Esta ciencia
deberá centrarse no en las ideas que el hombre tiene sobre sí mismo, ya que las ideas, en
opinión de Marx, dependen siempre del tipo de realidad social en la que aparecen, sino en
la descripción empírica y en el análisis de la realidad material del hombre. Este nuevo
saber constará, pues, de una vertiente teórica, en tanto que explicación de la realidad, y
de una vertiente práctica, por cuanto nace de la actividad del hombre para alcanzar una
clara conciencia de la realidad social que le permita transformar la sociedad en la que vive.

El materialismo histórico
El materialismo histórico es el punto de partida en esta búsqueda de la realidad
social del hombre que ha de mostrarnos la estructura social que se encuentra en la base
de la alienación y de la falsa conciencia. La idea básica de este planteamiento reside en el
hecho de que las ideas vigentes en una sociedad, la conciencia que el hombre tiene de la
realidad, son siempre resultado del sistema económico de dicha sociedad.
Para Marx, el hombre es un ser material, con necesidades materiales, que vive y se
relaciona con otros hombres en un medio material. Lo que le caracteriza es la producción
material de su vida; así pues, en la búsqueda de un conocimiento verdadero de la realidad
humana, deberemos partir de su materialidad y de los procesos de producción material
que conforman la vida humana. Como también el hombre es un ser social, estos procesos

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de producción material son procesos sociales, es decir, se desarrollan en el seno de una
colectividad.
La vida productiva de una sociedad se caracteriza por su estructura económica o
infraestructura, constituida por las fuerzas productivas existentes en la sociedad y por las
relaciones de producción que se establecen entre los distintos actores sociales. Esta es-
tructura económica generará una serie de normas morales, leyes, creencias religiosas,
etc., esto es, un conjunto de producciones espirituales, una ideología propia, que recibe
el nombre de superestructura. Con el concepto de «modo de producción», Marx se refie-
re al conjunto global de elementos propios de la infraestructura y de la superestructura
que definen una sociedad.
Las sociedades son realidades históricas, pues, con el tiempo, van transformándo-
se: lo que impulsa estas transformaciones es la lucha entre las diferentes clases que
componen la sociedad. El hombre vive formando sociedades, y, en cada momento de la
historia, la sociedad se organiza en función de cómo se divide el trabajo. Cuanto más pri-
mitivas son las sociedades, los medios de producción son más reducidos y la división del
trabajo es menor. Por ejemplo, en las sociedades de cazadores nómadas, la división del
trabajo es mínima (casi todas las tareas se realizaban entre todos los miembros de la so-
ciedad) y se da solo por efecto del sexo y de la edad: las mujeres recolectan frutos y se
ocupan de la prole, los hombres cazan, etc. A medida que las fuerzas productivas y los
medios de producción crecen, el trabajo va dividiéndose, y ello origina que, a su vez, la
sociedad quede dividida en clases. Cuando aparecen las primeras sociedades agrícolas,
comienzan a surgir nuevas necesidades y nuevos oficios y también nuevas relaciones so-
ciales, la más importante de las cuales es la propiedad de la tierra (entre los pueblos
nómadas, la propiedad de la tierra es un sinsentido).
Los cambios en el sistema económico (paso de la caza a la agricultura) comportan
la división del trabajo y, consiguientemente, la división de la sociedad en clases: los que
tienen la tierra y los que no, los que trabajan la tierra, los que elaboran los utensilios para
trabajar la tierra, los que defienden las tierras de los ataques de los enemigos, etc.
Desde los inicios de la humanidad, el hombre ha ido desarrollando las fuerzas y los
medios de producción de que disponía: el hombre descubre el fuego, el hierro, inventa
utensilios, descubre y perfecciona las técnicas agrícolas, etc. Todos estos cambios hacen
que el conjunto de la sociedad se transforme. Cuando, en un momento dado, el desarrollo
de las fuerzas productivas entra en contradicción con las relaciones sociales existentes,
estas relaciones sociales cambiarán y se producirá una revolución social: una transforma-
ción que hará desaparecer las antiguas relaciones y surgir otras nuevas.

Manifiesto comunista

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En 1847, Marx y Engels viajaron a Londres para asistir al segundo congreso de la Li-
ga de los Comunistas, del cual recibieron el encargo de redactar el Manifiesto comunista.
Esta obra, que vio la luz en 1848, tiene como objetivo proporcionar al movimiento obrero
un ideario que lo identifique y le permita tomar clara conciencia de su situación social y de
los objetivos de su lucha. En dicho texto, Marx y Engels exponen un programa comunista,
así como las bases teóricas en que se apoya el proyecto.

Burgueses y proletarios
La primera frase del primer capítulo del texto nos dice que «la historia de todas las
sociedades existentes hasta el presente es la historia de luchas de clases». Así, en este
texto, Marx y Engels exponen, en primer lugar, el proceso que ha llevado a la burguesía a
convertirse en la clase dominante, imponiéndose a la nobleza feudal y, en segundo lugar,
las características del proletariado como clase enfrentada a la burguesía y llamada a su-
perar las contradicciones de la sociedad burguesa por medio de la revolución comunista.
El origen social de la burguesía se encuentra, como su propio nombre indica, en los
«burgos», nombre de las ciudades medievales. El burgués, el habitante de la ciudad, se
dedica al comercio y a los diferentes oficios de la época, a la artesanía. La sociedad medie-
val estaba dividida entre los que tenían los privilegios (la nobleza y el clero) y los que no
los tenían: los burgueses y los campesinos.
Una serie de circunstancias permitieron que la burguesía aumentase su poder
económico: el descubrimiento de nuevas tierras y nuevas rutas comerciales que abre nue-
vos mercados; el aumento de la producción artesanal para vender en los nuevos merca-
dos; el desarrollo de las técnicas de producción, que daría paso a la Revolución Industrial;
el desarrollo de los medios de comunicación (el ferrocarril, la navegación a vapor), que
permitieron el crecimiento del comercio y de la demanda de producción, etc.
A medida que creció su poder, la burguesía fue arrebatando privilegios a la noble-
za, y las antiguas relaciones propias del mundo medieval fueron sustituidas por las rela-
ciones exigidas por el crecimiento económico de la burguesía. Esta serie de transforma-
ciones alcanzó su punto culminante cuando, durante la Revolución Francesa, la monarqu-
ía fue reemplazada por un Estado de tipo liberal, que otorgó a los burgueses un poder
político que jamás habían tenido.
La burguesía creció como consecuencia del desarrollo del comercio y de la indus-
tria, y esta nueva clase promovió, a su vez, las actividades que la fortalecían. Los benefi-
cios de la actividad industrial y mercantil se traducen en dinero, en capital, que vuelve a
ser invertido en el crecimiento de la industria y del comercio. Por eso, el modelo económi-
co burgués recibe el nombre de capitalismo: porque está guiado por la acumulación de
capital.

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El modelo capitalista está sometido a crisis periódicas. La incesante carrera por
producir cada vez más hace que, de vez en cuando, la acumulación de producción no
pueda ser absorbida por los mercados, y ello obliga a detener la producción e incluso a
destruir parte de la riqueza creada. La burguesía no puede evitar estas crisis, como mu-
cho puede aplazarlas conquistando nuevos mercados que den salida a sus productos. Es-
tas crisis evidencian las contradicciones internas del modo capitalista de producción.
Pero la burguesía ha hecho aparecer una nueva clase social: el proletariado, que
está formado por los obreros que trabajan en las fábricas de los burgueses. El proletariado
no posee nada y se ve obligado a vender al burgués su fuerza de trabajo a cambio de un
salario. Cuanto más crece la burguesía, más se desarrolla la industria y más aumenta el
proletariado.
En las crisis que sufre el sistema capitalista, quien se lleva la peor parte es el obre-
ro. Las fábricas cierran y los trabajadores se quedan sin medios para sobrevivir. Sin em-
bargo, en épocas de bonanza, la situación del proletariado tampoco mejora. Tal y como
está organizada la distribución de las riquezas creadas por la industria, el proletariado
está condenado a ser más pobre cuanto más produce. Este sería otro aspecto de las con-
tradicciones del modo de producción capitalista.
Tal como están establecidas las relaciones de producción en la sociedad capitalista,
el trabajador recibe, a cambio de su fuerza de trabajo, un salario que es el equivalente de
la fuerza física consumida por el trabajador en su jornada laboral. Pero el resultado de su
trabajo, lo producido, ha adquirido un valor superior a la fuerza en él empleada. Este
valor añadido al producto recibe el nombre de «plusvalía». La plusvalía acompaña al obje-
to producido, y este es propiedad de los dueños de las industrias. Por ello, cuanto más
trabaja el obrero y más produce, más rico hace al propietario de los medios de produc-
ción, quedando él igual de pobre.
Marx y Engels señalan que el proceso de crecimiento de la industria concentra ca-
da vez un número mayor de obreros en sus lugares de trabajo, y que esta comunidad de
trabajadores que conviven en una situación de miseria similar ha permitido el nacimiento
del movimiento obrero, que tiene como objetivo exigir la parte de riqueza por ellos
creada de la que se han apropiado los burgueses.

Proletarios y comunistas
De la misma manera que la burguesía se ha desarrollado sobre las bases que le
había proporcionado la sociedad feudal, el proletariado se desarrolla en la sociedad bur-
guesa y en ella alcanzará la fuerza suficiente para transformarla en una sociedad donde la
riqueza producida por los proletarios esté destinada a satisfacer sus necesidades.
Condenado a la pobreza y a soportar la parte más dura de las crisis económicas, el
proletariado se organiza y, con el tiempo, toma conciencia de las causas de su sufrimiento.

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Esta toma de conciencia le permite ver que la propiedad privada de los medios de pro-
ducción es la clave del sistema capitalista y la causa de su vida miserable.
El proceso productivo es resultado de un trabajo colectivo, de un trabajo social. Pe-
ro como los medios de producción son privados, sus propietarios se apropian de los pro-
ductos del trabajo social. Esta apropiación hace que el resto de la sociedad no pueda be-
neficiarse del producto de su trabajo y quede condenada a sobrevivir en la miseria mien-
tras enriquece a una minoría.
Esta situación solo podrá ser superada en el momento en que los medios de pro-
ducción dejen de estar en manos privadas y pasen a ser propiedad común. En este mo-
mento, los resultados del trabajo social serán destinados a mejorar las condiciones de vida
de los trabajadores. Esta transformación de la propiedad privada de los medios de pro-
ducción en propiedad social o común es el objetivo de la revolución comunista. Una trans-
formación que es revolucionaria en la medida en que trastoca radicalmente las relaciones
básicas en que se basa la sociedad capitalista.
El objetivo del partido comunista es encabezar el movimiento obrero: lo que dife-
rencia a los comunistas del resto de partidos obreros es haber comprendido los mecanis-
mos de la sociedad capitalista y, con ello, la manera de transformarla. Los comunistas
cuestionan, pues, la propiedad privada de los medios de producción, pero también critican
todos los demás aspectos de la sociedad burguesa construidos sobre esta: la familia, las
instituciones del Estado liberal, las leyes, la moral, la cultura, la educación burguesas, etc.
La sociedad comunista supone un momento especial de la historia de la humani-
dad. Como ya hemos señalado, el motor de la historia es la lucha de clases. En el momen-
to en que la burguesía impone su dominio, la lucha de clases queda reducida a la lucha
entre dos clases: los burgueses y los proletarios. La dinámica de competencia y crecimien-
to de la burguesía va haciendo desaparecer el resto de clases sociales: los nobles pasan a
engrosar las filas, bien de la burguesía, bien del proletariado; los pequeñoburgueses están
igualmente condenados a desaparecer engullidos por los grandes burgueses o transfor-
mados en proletarios. El capital, las riquezas, está cada vez concentrado en menos manos,
y la sociedad cada vez está más polarizada.
En la lucha de clases, siempre que se ha producido una revolución social, la nueva
clase dominante ha sometido a las demás clases. Ahora bien, cuando el proletariado sea
capaz de rebelarse contra el orden social del capitalismo y de eliminar la propiedad priva-
da de los medios de producción, la burguesía desaparecerá y solo quedará una clase: el
proletariado. Entonces ya no se podrá producir la imposición de una clase sobre las otras,
sino que se habrá llegado a un momento de desarrollo social en el que la riqueza produci-
da socialmente tendrá como finalidad el beneficio de la sociedad y se habrán eliminado
los antagonismos entre las distintas clases sociales.

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Relación de Marx con otros filósofos
En el pensamiento de Marx y Engels podemos rastrear la influencia de Hegel, de
Feuerbach y de los economistas clásicos. De Hegel procede la visión dialéctica de la histo-
ria, que Marx concibe como el resultado de la superación de las contradicciones internas
que se manifiestan en la realidad social. De Feuerbach recoge el giro materialista frente al
idealismo hegeliano, y de los economistas clásicos, el enfoque económico de su teoría
social.
Ahora bien, Marx y Engels criticarán duramente las deficiencias de esta corrientes
de pensamiento. Criticarán el idealismo de Hegel, para el que la razón es la característica
esencial del hombre y toda la historia es vista como una historia del desarrollo de las ideas
de la humanidad, sin que el aspecto material de la vida humana sea relevante. Criticarán a
Feuerbach, porque, pese a haber sabido entender al hombre como un ser vivo material
con necesidades materiales, no ha sabido ver que lo fundamental en el hombre es la acti-
vidad material, el trabajo. Finalmente, los economistas se han limitado a describir las rela-
ciones económicas del mundo burgués como relaciones naturales y necesarias, justifican-
do así la dominación de unos hombres por otros.
También en la filosofía griega (Platón y Aristóteles) y en la filosofía moderna (Des-
cartes y Hume), así como los autores ilustrados (Rousseau y Kant), al describir al hombre,
se pone en segundo plano su materialidad. En todos ellos, la espiritualidad humana, la
razón y sus pasiones, es la clave de toda explicación sobre el hecho humano. Por otra par-
te. al considerar la sociedad, o la política, los procesos económicos y los procesos históri-
cos que se desencadenan son ignorados.
El pensamiento marxista se sitúa, junto a los de Nietzsche y Freud, dentro de la co-
rriente filosófica denominada ‹filosofía de la sospecha». Aunque tienen planteamientos
filosóficos muy diferentes, sin embargo, los tres coinciden en rechazar la interpretación
ilustrada del hombre como ser racional y de la sociedad occidental en continuo progreso
dirigida por la razón, pues bajo ese aparente progreso de Occidente hay algo más oscuro y
más potente que la propia razón humana.
En el caso de Freud, se trataría del inconsciente. Según Nietzsche, la sociedad occi-
dental se caracteriza por imponer un modo de vida que destruye el impulso vital, la volun-
tad de poder, y condena a los hombres a una vida mediocre. Por lo que respecta a Marx,
el progreso de la sociedad occidental se basa en unas relaciones sociales que tienen como
principio la explotación del hombre por el hombre, relaciones de dominio que quedan
escondidas y que solo ven la luz (como el inconsciente en el caso de Freud, o la voluntad
de poder en Nietzsche) a partir de una crítica radical de la sociedad occidental.

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