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Romper la norma

Este juego trata sobre normas sociales y ayuda a señalar las expectativas sociales dentro de nuestra sociedad que
no tendemos a reconocer normalmente. Un profesor puede comenzar la primera semana violando la norma social
él mismo y luego pasar a asignar ciertas normas a los estudiantes. Una norma social puede ser cualquier cosa desde
eructar en clase, pedir dinero para artículos innecesarios, violar el espacio personal de alguien, jugar con tu pluma
de manera molesta. El objetivo del juego es que los estudiantes descubran las normas sociales y sean capaces de
señalarlas cuando ocurran en el salón. Para la segunda o tercera semana, los estudiantes pueden comenzar a ubicar
a los estudiantes que rompan la norma social que realmente no tuvieran asignado hacerlo ese día. Esto puede ser
muy divertido, especialmente cuando los estudiantes comiencen a identificar lo que la sociedad considera una
violación, cosas tan simples como estar de pie de espaldas en un elevador.

Escenario en el urinario

John Paul de la Universidad de Washburn sugiere utilizar el escenario del urinario como un juego para ayudar a la
gente a abrirse y comenzar a comunicarse para el primer día de clases. El juego está basado en el popular juego de
Internet donde un individuo entra a un baño y debe elegir entre tres urinarios, uno cerca de la puerta, uno en el
medio y otro cerca de la pared del fondo. La elección popular suele ser el último urinario, aunque está probado que
es menos higiénico que el más cercano a la puerta, un fenómeno que puede iniciar una discusión inteligente entre
los estudiantes. El juego se pone interesante cuando uno se ve obligado a tomar una decisión de qué urinario elegir
cuando hay otra persona en el baño que ya está usando un urinario. Incluso puedes pasar después a preguntar cuál
es el lugar apropiado para pararte cuando todos los urinarios están ocupados.

Trivia de sociología

Para prepararse para los exámenes, puede ser benéfico que todos establezcan un día para repaso para el examen
cuando los estudiantes pueden asistir opcionalmente para jugar trivia de sociología. El juego debe cubrir temas que
se haya cubierto en las semanas anteriores en las clases y que vayan a aparecer en el examen. Si divides la clase en
grupos, pueden reunir su conocimiento y competir cubriendo al mismo tiempo el material para el examen. Si quieres
agregar un incentivo adicional, puedes ofrecer puntos extra al equipo ganador para sumarlos a sus puntuaciones
del examen en la siguiente clase.

Tenis verbal

En el juego de tenis verbal, dos personas de conversan ida y vuelta y hacen preguntas Por ejemplo: Jugador 1:
¿Cómo estás hoy? Jugador 2: ¿A qué te refieres con cómo estoy? Jugador 1: ¿Te pregunto otra vez? Jugador 2: ¿Qué
te parece? Jugador 1: ¿Por qué siempre lo haces difícil? Jugador 2: ¿Por qué crees que siempre te lo hago difícil?

El juego continúa hasta que uno de los jugadores no logra contestar la pregunta con otra pregunta o la conversación
termina. El juego requiere que los alumnos se concentren en la elección de palabras y que piensen cuidadosamente
a la hora de tener una conversación. También se puede jugar para que los estudiantes aprendan a resolver un
conflicto.

El juego de no digas la palabra


Este juego requiere que los jugadores hablen de temas sin usar las palabras o frases cliché y se concentren en lo
que están pensando. Arma un grupo de temas en tarjetas con una lista de palabras prohibidas en cada tarjeta. Por
ejemplo, describe a tu pareja sin usar la palabra amor o describe la palabra embarazada sin decir la palabra bebé.

Sombreros de perspectiva

Cuando se hable de un tema controvertido o se trate de resolver un problema, haz que los alumnos se pongan
sombreros de perspectiva para representar distintos roles que las personas asumen naturalmente en los debates.
Asígnale a alguien un sombrero blanco y dale información, el sombrero rojo se enfoca más en las emociones y
sentimientos, el negro es el abogado del diablo, el amarillo representa el punto de vista optimista, el verde es el del
pensador creativo y el azul es para quien se concentra en la organización y en los procesos. Este juego ayuda a los
alumnos a desarrollar sus propios procesos de pensamiento y evaluar las situaciones.

Jerarquía de conceptos

En este juego, se le brinda a los participantes una lista de artículos y se les pide que los clasifiquen por orden de
importancia. Una lista de ejemplo incluye palabras como dinero, tiempo libre, popularidad religión y familia. Luego
de que los participantes hayan creado su lista, pídeles que escriban qué pueden aprender de esta lista de
prioridades. Compara la lista entre los participantes para determinar qué es lo más importante y lo menos
significativo para este grupo en general y debate las implicaciones más amplias de dicha lista en la sociedad. Por
ejemplo, si el dinero es más importante que la familia o los amigos, eso podría implicar que la mayoría de las
personas de la sociedad dejarán de lado sus relaciones personales para tener un ingreso mayor.

Biografías

Karl Marx

Escrito entre Julio-Noviembre de 1914 por Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).

Carlos Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado judío
convertido al protestantismo en 1824. Su familia era acomodada y culta, aunque no revolucionaria. Después de
cursar en Tréveris los estudios de bachillerato, Marx se matriculó en la Universidad, primero en la de Bonn y luego
en la de Berlín, siguiendo la carrera de Derecho, mas estudiando sobre todo Historia y Filosofía. Terminados sus
estudios universitarios, en 1841, presentó una tesis sobre la filosofía de Epicuro. Sus ideas eran todavía entonces las
de un idealista hegeliano. En Berlín se acercó al círculo de los “hegelianos de izquierda” (Bruno Bauer y otros), que
intentaban sacar de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias.

Después de cursar sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn, con la intención de hacerse profesor. Pero
la política reaccionaria de un gobierno – que en 1832 había despojado de la cátedra a Ludwig Feuerbach, negándole
nuevamente la entrada en las aulas en 1836, y que en 1841 retiró al joven profesor Bruno Bauer el derecho a enseñar
desde la cátedra de Bonn- le obligó a renunciar a la carrera académica. En esta época, las ideas de los hegelianos
de izquierda hacían rápidos progresos en Alemania. Fue Ludwig Feuerbach quien, sobre todo a partir de 1836, se
entregó a la crítica de la teología, comenzando a orientarse hacia el materialismo, que en 184I (La esencia del
cristianismo) triunfa resueltamente en sus doctrinas; en 1836 ven la luz sus Principios de la filosofía del porvenir.
“Hay que haber vivido la influencia liberadora” de estos libros, escribe Engels años más tarde refiriéndose a esas
obras de Feuerbach. “Nosotros” (es decir, los hegelianos de izquierda, entre ellos Marx) “nos hicimos al momento
feuerbachianos”(1). Por aquel entonces, los burgueses radicales renanos, que tenían ciertos puntos de contacto con
los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la Gaceta del Rín (que comenzó a
publicarse el 1º de enero de 1842). Sus principales colaboradores eran Marx y Bruno Bauer; en octubre de 1842,
Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se trasladó de Bonn a Colonia. Bajo la dirección de Marx, la
tendencia democrática revolucionaria del periódico fue acentuándose, y el gobierno lo sometió primero a una doble
y luego a una triple censura, para acabar ordenando su total supresión a partir del 1º de enero de 1843. Marx vióse
obligado a abandonar antes de esa fecha su puesto de redactor jefe, pero la separación no logró tampoco salvar el
periódico, que dejó de publicarse en marzo de 1843. Entre los artículos más importantes, publicados por Marx en
la Gaceta del Rin, Engels menciona, además de los que citamos más abajo el que se refiere a la situación de los
campesinos viticultores del valle del Mosela. Como las actividades periodísticas le habían revelado que no disponía
de los necesarios conocimientos de economía política, se aplicó ardorosamente al estudio de esta ciencia.

En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen, amiga suya de la infancia, con quien se había
prometido ya de estudiante. Pertenecía su mujer a una reaccionaria y aristocrática familia prusiana. Su hermano
mayor fue ministro de la Gobernación en Prusia durante una de las épocas más reaccionarias, de 1850 a 1858.

En el otoño de 1843, Marx se trasladó a París, con el propósito de editar allí, desde el extranjero, una revista de tipo
radical en colaboración con Arnoldo Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda, encarcelado de 1825 a 1830,
emigrado después de 1848, y bismarckiano después de 1866-1870). De esta revista, titulada Anales franco-
alemanes, sólo llegó a ver la luz el primer cuaderno. La publicación hubo de interrumpirse a consecuencia de las
dificultades con que tropezaba su difusión clandestina en Alemania y de las discrepancias de criterio surgidas entre
Marx y Ruge. Los artículos de Marx en los Anales nos muestran ya al revolucionario que proclama la “crítica
despiadada de todo lo existente”, y, en especial, la crítica de las armas”, apelando a las masas y al proletariado.

En septiembre de 1844 pasó unos días en París Federico Engels, que es a partir de este momento el amigo más
íntimo de Marx. Ambos tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril por aquel entonces, de los grupos
revolucionarios de París (especial importancia revestía la doctrina de Proudhon, a la que Marx sometió a una crítica
demoledora en su obra Miseria de la Filosofía, publicada en 1847) y, en lucha enérgica contra las diversas doctrinas
del socialismo pequeñoburgués, construyeron la teoría y la táctica del socialismo proletario revolucionario o
comunismo (marxismo). Véanse las obras de Marx correspondientes a esta época, 1844-1848, más abajo, en la
Bibliografía. En 1845, a petición del gobierno prusiano, Marx fue expulsado de París como revolucionario’ peligroso,
y fijó su residencia en Bruselas. En la primavera de 1847, Marx y Engels se afiliaron a una sociedad secreta de
propaganda, la “Liga de los Comunistas” y tomaron parte destacada en el II Congreso de esta organización
(celebrado en Londres, en noviembre de 1847), donde se les confió la redacción del famoso Manifiesto del Partido
Comunista, que vio la luz en febrero de 1848. Esta obra expone, con una claridad y una brillantez geniales, la nueva
concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como
la más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico
mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, de la sociedad comunista.

Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica y se trasladó nuevamente a París, desde
donde, después de la revolución de marzo pasó a Alemania, estableciéndose en Colonia. Del 1 de junio de 1848 al
19 de mayo de 1849 se publicó en esta ciudad la Nueva Gaceta del Rin, que tenía a Marx de redactor jefe. El curso
de los acontecimientos revolucionarios de 1848 y 1849 vino a confirmar de un modo brillante la nueva teoría, como
habían de confirmarla también en lo sucesivo todos los movimientos proletarios y democráticos de todos los países
del mundo. Triunfante la contrarrevolución, Marx hubo de comparecer ante los tribunales y, si bien resultó absuelto
(el 9 de febrero de 1849), posteriormente fue expulsado de Alemania (16 de mayo de 1848). Vivió en París durante
algún tiempo, pero, expulsado nuevamente de esta capital después de la manifestación de 13 de junio de 1849 fue
a instalarse a Londres, donde pasó ya el resto de su vida.

Las condiciones de vida en la emigración eran extraordinariamente penosas, como lo prueba especialmente la
correspondencia entre Marx y Engels (editada en 1913). La miseria llegó a pesar de un modo verdaderamente
asfixiante sobre Marx y su familia; a no ser por la constante y altruista ayuda económica de Engels, Marx no sólo no
habría podido llevar a término El Capital, sino que habría sucumbido fatalmente bajo el peso de la miseria. Además,
las doctrinas y corrientes del socialismo pequeñoburgués y del socialismo no proletario en general, predominantes
en aquella época, obligaban a Marx a mantener una lucha incesante y despiadada, y a veces defenderse contra los
ataques personales más rabiosos y más absurdos (Herr Vogtg). Apartándose de los círculos de emigrados y
concentrando sus fuerzas en el estudio de la economía política, Marx desarrolló su teoría materialista en una serie
de trabajos históricos (véase Bibliografía). Sus obras Contribución a la crítica de la economía política (1859) y El
Capital (t. I, 1867) significaron una revolución en la ciencia económica (véase más abajo la doctrina de Marx).

La época de intensificación de los movimientos democráticos, a fines de la década del 50 y en la década del 60,
llamó de nuevo a Marx al trabajo práctico. El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa I
Internacional, la “Asociación Internacional de los Trabajadores”, Alma de esta organización era Marx, que fue el
autor de su primer Manifiesto y de un gran número de acuerdos, declaraciones y llamamientos. Con sus esfuerzos
por unificar el movimiento obrero de los diferentes países y por traer a los cauces de una actuación común las
diversas formas del socialismo no proletario, premarxista (Mazzini, Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal
inglés, las oscilaciones derechistas de Lassalle en Alemania, etc.), Marx, a la par que combatía las teorías de todas
estas sectas y escuelitas, fue forjando la táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos
países. Después de la caída de la Comuna de Paris (1871) – que Marx (en La guerra civil en Francia, 1871) analizó de
un modo tan profundo, tan certero y tan brillante, con tan gran espíritu práctico y revolucionario- y al producirse la
escisión provocada por los bakuninistas la Internacional no podía subsistir en Europa. Después del Congreso de La
Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo General de la Internacional se trasladase a Nueva York. La I Internacional
había cumplido su misión histórica y cedió el campo a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del
movimiento obrero en todos los países del mundo, época en que este movimiento había de desplegarse
extensivamente, engendrando partidos obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.

Su intensa labor en la Internacional y sus estudios teóricos, todavía más intensos, quebrantaron definitivamente la
salud de Marx. Este prosiguió su obra de transformación de la economía política y se consagró a terminar El Capital,
reuniendo con este fin una infinidad de nuevos documentos y poniéndose a estudiar varios idiomas (entre ellos el
ruso), pero la enfermedad le impidió dar cima a El Capital.
El 2 de diciembre de 1881 murió su mujer. El 14 de marzo de 1883, Marx se dormía dulcemente para siempre en su
sillón. Yace enterrado, junto a su mujer, en el cementerio de Highgate de Londres. Varios hijos de Marx murieron
en la infancia, en Londres, cuando la familia atravesaba extraordinarias dificultades económicas. Tres de sus hijas
contrajeron matrimonio con socialistas de Inglaterra y Francia: Eleonora Aveling, Laura Lafargue y Jenny Longuet.
Un hijo de esta última es miembro del Partido Socialista Francés.

Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar

Friedrich Engels

Otoño de I895. T. 2, págs. 1-13. Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).

El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883),
Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que
el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se
convirtió en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels ha hecho por el proletariado, es
necesario comprender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo del
movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera con sus
reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea inevitablemente y
organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan no por
los esfuerzos bien intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clase
del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el
socialismo- no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas
productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de
clases, la sucesión en el dominio y en las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta
que no desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción
social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clase
consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.
Estos conceptos de Marx y de Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en lucha por su
emancipación.

Pero cuando los dos amigos, en la década del 40, participaban en la literatura socialista y en los movimientos sociales
de aquel tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento
y otros sin talento, muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, en la
lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los
intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros
actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces
geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del
régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con
un socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de ajena época y, en general, los amigos
de la clase obrera no veían en el proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par que
crecía la industria, crecía también’ esta llaga. Por eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de
la industria y del proletariado, de parar “el carro de la historia”. Contrariamente al temor general ante el desarrollo
del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste. Cuantos
más proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el
socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera, podría decirse que
enseñaron a la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la ciencia.

He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de todo obrero; he aquí el motivo de que
insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar la conciencia de
clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes
maestros del proletariado contemporáneo.

Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En
1838, Engels, por motivos familiares, se vio obligado, antes de terminar el liceo, a colocarse como dependiente en
una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Siendo
todavía alumno del liceo, Engels llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios gubernamentales.
El estudio de la filosofía le llevó aún más lejos. En aquella época, en la filosofía alemana predominaba la doctrina
de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado autocrático
prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era
revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta y la tesis fundamental de la filosofía
hegeliana, según la cual en el mundo transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los
discípulos del profesor berlinés que no querían resignarse a la realidad a la idea de que también la lucha contra la
realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo
perpetuo. Si todo en el mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar
eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a
expensas de la enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del
desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el desarrollo de
la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres, el de las relaciones sociales. Marx y Engels,
conservando la idea de Hegel del perpetuo proceso de desarrollo, rechazaron su preconcebida concepción idealista;
analizando la vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino,
a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia. .Contrariamente a Hegel y otros
hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocando el mundo y la humanidad desde el punto de vista
materialista, vieron que, lo mismo que todos los fenómenos de la naturaleza tienen por base causas materiales, así
también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el desarrollo de las fuerzas materiales, las
fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los
hombres entre sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las necesidades
humanas. Y en dichas relaciones está la clave que permite explicar todos los fenómenos de a vida social, los anhelos
del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan
en la propiedad privada; pero vemos ahora también cómo este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja
de la propiedad a la mayoría de los hombres para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la
propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos
sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada
en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta
fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro de la industria inglesa, en Manchester, adonde
se trasladó en 1842, como empleado de una firma comercial de la que su padre era uno de los accionistas. Allí
Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en los que
se albergaban los obreros y comprobó con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No
conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la
situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su
alcance. Como resultado de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera
en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como autor de dicho
libro. Es cierto que también con anterioridad -a Engels fueron muchos los que describieron los padecimientos del
proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a éste. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no
sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra
le impulsa inconteniblemente hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado
en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores
a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo. Por otra parte el socialismo tan sólo se
transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las
ideas fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas ahora
por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas. Estas ideas fueron
expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de los cuadros más auténticos y patéticos en los que se mostraban
las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la
burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra de Engels como
el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni
después apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades sufridas por la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en contacto con los militantes
del movimiento obrero inglés existente en aquel entonces y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas
inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció allí a Marx, con quien ya mantenía
correspondencia. Estando en París, Marx, bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia,
también se hizo socialista. En la capital de Francia los dos amigos escribieron juntos su obra La sagrada familia o
crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y que apareció un año antes de La situación
de la clase obrera en Inglaterra, contiene las bases del socialismo revolucionario-materialista, cuyas ideas principales
hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un nombre burlón dado a los filósofos hermanos Bauer y a sus
secuaces. Estos señores predicaban una crítica que estaba por encima de toda realidad, por encima de los partidos
y de la política, que negaba toda actuación práctica y sólo contemplaba “críticamente” el mundo circundante’ y los
sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado, de masa carente de
sentido crítico. Marx y Engels se enfrentaron enérgicamente con esta tendencia absurda y nociva. En nombre de la
verdadera personalidad humana, la del obrero- pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, Marx y Engels
exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social, mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de
librar esta lucha, en la que estaba interesada, era el proletariado. Ya antes de la aparición de La sagrada familia,
Engels había publicado en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la
economía política en el que analizaba desde el punto de vista socialista los fenómenos básicos del régimen
económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación de la propiedad privada. Su relación
con Engels contribuyó sin duda a que Marx se decidiera a ocuparse del estudio de la economía política, ciencia en
la que sus obras produjeron toda una revolución.

Desde 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las actividades
prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Allí Engels y Marx se relacionaron con una
asociación clandestina alemana, la “Liga de los Comunistas”, que les encargó que expusiesen los principios
fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx
y Engels, que vio la luz en el año 1848. Este pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu da vida y movimiento,
hasta hoy día, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de la Europa Occidental,
permitió a Marx y Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta
del Rin, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos constituían el alma de todas
las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ellos defendieron hasta la última posibilidad los
intereses del pueblo y de la libertad contra las fuerzas reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas reaccionarias
vencieron, la Nueva Gaceta del Rin fue suspendida, y Marx, que mientras se hallaba en la emigración había sido
privado de los derechos de súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, después de participar en
la insurrección armada del pueblo y combatir en tres batallas en pro de la libertad, huyó a Londres, a través de
Suiza, una vez derrotados los insurgentes.

A Londres ‘vino a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse de nuevo en la misma casa de comercio
de Manchester, de la que había sido empleado en la década del 40, Y más tarde se hizo socio suyo, Hasta 1870,
Engels vivió en Manchester y Marx en Londres, lo que no fue óbice para que siguieran en el más íntimo contacto
espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario. En esta correspondencia los dos amigos intercambiaban sus
ideas y conocimientos, continuando la elaboración en común de la doctrina del socialismo científico. En I87o Engels
se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron su vida intelectual conjunta, una vida llena
de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de Marx, El Capital, la obra más grande sobre economía política
de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda una serie de obras grandes y pequeñas. Marx trabajó en el análisis de
los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels, en sus trabajos, escritos en un lenguaje muy ameno,
muchas veces en forma de polémica, enfocó los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del
pasado y del presente en el sentido de la concepción materialista de la historia y de la doctrina económica de Marx.
De estos trabajos de Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más
importantes de la filosofía, de las ciencias naturales y de la sociología). El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado (traducida al ruso y editada en Petersburgo, 3a ed. de 1895), Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y
notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892), un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y
publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra), sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda
y, finalmente, dos artículos, pequeños pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels
sobre Rusia, traducido al ruso por V. Zasúlich, Ginebra, 1894). Marx murió sin haber logrado dar definitivo remate a
su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de la
muerte de su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El Capital. En
1885 editó el segundo y en 1894 el tercer tomo (el cuarto tomo ya no alcanzó a redactarlo)68. Estos dos tomos le
exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó con razón que, con la edición del segundo
y tercer tomos de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el que,
involuntariamente, había grabado también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de El
Capital son obra de ambos, de Marx y de Engels. Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos
de emocionante amistad. El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y
luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los
hombres. Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. “Al lado de Marx -escribió en una
ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín. Su cariño hacia Marx mientras éste
vivió y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, el luchador austero y pensador
profundo, era hombre de una gran ternura. Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se
dedicaron únicamente a la labor científica. Marx creó en 1864 la “Asociación Internacional de los Trabajadores”, que
dirigió durante todo un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de esta
“Asociación Internacional” que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo
una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta
dicha asociación, en la década del 70, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase obrera no cesó.
Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía
creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar. Después de la
muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en
busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas, a pesar de las persecuciones
gubernamentales, iban constante y rápidamente en aumento, como los representantes de países atrasados, por
ejemplo, españoles, rumanos, rusos, que se veían en el trance de meditar y medir con toda cautela sus primeros
pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del vicio Engels.

Marx y Engels, que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con
simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Ambos
eran ya demócratas antes de hacerse socialistas y tenían profundamente arraigado el sentimiento democrático de
odio a la arbitrariedad política. Este sentimiento político innato, a la par que la profunda comprensión teórica del
nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida,
hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles precisamente en el sentido político. Por lo mismo,
la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el
corazón de estos dos revolucionarios probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era natural que el intento de
volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos -la conquista de la libertad política-
, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechoso e incluso fuese considerado por ellos como
una traición a la gran causa de la revolución social. “La emancipación del proletariado debe ser obra del
proletariado” nos enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado
debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución
política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa Occidental. La
Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional
extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 187o, que sembró por largo tiempo la discordia
entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como
fuerza reaccionaria. Únicamente una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses,
alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania,
daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los
elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels,
teniendo también en cuenta los intereses del movimiento obrero del Occidente, abogó calurosamente por la
implantación de la libertad política en Rusia. Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus
amigos.

¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!

Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar
Émile Durkheim

E. Durkheim fue el fundador de la escuela francesa de sociología, es uno de los pocos clásicos de la Sociología y de
las Ciencias Humanas que no han cesado de ser citados y criticados copiosamente. Su espíritu polivalente se interesa
por las innumerables facetas de la complejidad de los grupos, instituciones y sociedades que obran a lo largo de la
historia. Sus estudios rigurosos sobre los problemas que afectan a los seres humanos, presentan siempre un
esfuerzo teórico aliado a la búsqueda de soluciones prácticas, en un empeño fundamental por integrar dos grandes
objetivo: ¬ Considerar los hechos sociales como cosas, estudiarlos de manera positiva, como se tratan las cuestiones
técnicas, biológicas o médicas. Estudiar la vida social de manera normativa, como se tratan las cuestiones filosóficas,
morales y religiosas. Las ciencias del hombre que trata de desarrollar Durkheim tiene por misión revelar toda la
realidad del ser humano, una realidad constituida por hechos materiales pero que no puede existir sin una relación
constante a un ideal moral y a una fundamentación trascendente. Este empeño por integrar ambas perspectivas,
constituye sin ninguna duda la principal fuerza de la obra durkheniana, así como el principal obstáculo que ha
impedido a sus discípulos continuar su obra y el principal blanco de sus numerosísimos comentadores críticos.

Francés, de Lorena, nacido en 1858, hijo y nieto de rabinos desde ocho generaciones, Durkheim conoció una infancia
movida: laicización y abandono de su dedicación al rabinato; periodo de gran expansión económica e industrial;
pérdida de la guerra franco-alemana y ocupación de su ciudad natal, Epinal, en 1870. Traslado a París, preparó y
obtuvo su admisión en la Escuela Normal Superior (1876-1882). Diplomado en filosofía, fue nombrado profesor de
liceo y pasó luego a enseñar en la Universidad de Burdeos (1887) y en la Sorbona (1902). Habiendo creado y
mantenido con éxito una prestigiosa revista de Ciencias Sociales, L’année sociologique (1898-1913). Durkheim tuvo
la originalidad de rodearse de colaboradores de talento en un plano multidisciplinar. Profundamente decepcionado
e inconsolable por la trágica desaparición de su hijo en el frente, durante la guerra, murió en Fontainebleau el 15
de noviembre de 1917.

La obra durkheniana comprende un conjunto de trabajos que cabría resumir en siete puntos básicos:

1. La solidaridad social. El primer trabajo importante, comenzado en 1884 y defendido como tesis doctoral, fue
publicado con el título de La división del trabajo social (1893). Se trata de uno de los libros considerados entre los
más importantes de la historia de la sociología. Su objetivo central es doble: a. Explicar el nacimiento del mundo
moderno por medio de los conceptos de división del trabajo y de derecho represivo o restitutivo, y b. Criticar su
viabilidad estableciendo la relación deseable y necesaria entre conocimiento positivo y juicio normativo.
2. El afincamiento de la sociología. En sus escritos de juventud, Durkheim estudia críticamente los precursores de la
sociología (Montesquieu y Rouseau, Saint-Simon y Comte, Spencer y Espinas) y concentra sus análisis sistemáticos
sobre la sociología de la familia. Junto a la división del trabajo, dos grandes obras lanzan definitivamente la
sociología durkheniana. a. Las reglas del método sociológico (1895), un nuevo discurso del método que define los
principios epistemológicos de una ciencia positiva destinada a sobrepasar los estudios abstractos de los precursores
y a abordar el conocimiento concreto de las sociedades humanas, “sea para exponer hechos, sea para orientar su
curso”. b. El suicidio (1897), un estudio sociológico eminentemente estratégico destinado a probar que un fenómeno
tenido por puramente individual puede explicarse como hecho social profundamente dependiente del grado de
integración de las instituciones sociales (religión, economía, familia).

3. La educación y la pedagogía. Hablando siempre como sociólogo, Durkheim enseñó toda su vida la pedagogía,
“cosa eminentemente social”. Sus cursos sobre la Historia de las teorías de la educación y la educación intelectual
en la escuela primaria han sido conservados solamente en parte. Su artículo “Educación”, publicado en el Nuevo
Diccionario de Pedagogía y de Instrucción Primaria (1911), constituye un resumen de su teoría de la educación. Sus
grandes cursos de Burdeos y de París sobre la educación moral y sobre la Evolución de la pedagogía en Francia (de
los orígenes al renacimiento y de éste a nuestros días), fueron publicados en 1925 y en 1938 respectivamente. El
arte y la ciencia y de la pedagogía tienen para Durkheim unos objetivos muy precisos: “ejercitarse a pensar
distintamente, sentir la infinita riqueza de la realidad, desarrollar un verdadero espíritu humanista”.

4. La economía, la política y el derecho. Dos grandes trabajos concentran la atención de Durkheim sobre estos
importantes elementos de la vida social. El socialismo(1828, póstumo) comprende su curso sobre la historia del
socialismo y del comunismo, que partiendo de la filosofía económica, jurídica y política del s.XVIII y estudiando en
particular la obra saint-simoniana, lleva a una posición eminentemente crítica: “no hay en la historia una crisis tan
grave como la que atraviesan actualmente las sociedades europeas”. Las lecciones de sociología. Física de las
costumbres y del derecho (1950, póstumo) recoge diversos fragmentos de sus cursos divididos en dos partes: la
solidaridades de grupo (la moral profesional y la moral cívica) y las solidaridades universales (El respeto de la vida
y el derecho de propiedad). Estos estudios son una invitación a comprender los mecanismos que rigen la vida social
para poder tratar los problemas humanos de la sociedad contemporánea.

5. La moral. Un tema constante y una evidente frustración. Desde los comienzos, la conclusión de La división del
trabajo social daba el tono claramente: “En una palabra, nuestro primer deber, hoy, es construir una moral”. Aparte
de diversas consideraciones de circunstancia como La ciencia de la moral en Alemania (1887), La determinación del
hecho moral (1906), Juicios de valor y juicios de realidad (1911), Durkheim no pudo producir la gran obra que
preveía su “Introducción a la moral” escrita justo antes de su muerte. Esta última indicaba tres grandes temas, el
concepto de moral, el papel del moralista y, sobretodo, la concepción y el desarrollo del método propio a una
ciencia de la moral para nuestro tiempo.

6. La filosofía. A diferencia de M. Weber, cuya formación de base son la historia y el derecho, y al igual que Marx,
Durkheim comienza su vida intelectual con el estudio de la filosofía (en particular Kant y los clásicos del humanismo
francés). Es más, buena parte de sus artículos serán publicados en revistas especializadas en esta disciplina, como
“Representaciones individuales y colectivas” (Revista de metafísica y moral, 1898). Este trabajo, que preludia
justamente su principal aporte filosófico sobre los fundamentos de una teoría sociológica del conocimiento, será
desarrollado en su obra de madurez Las formas elementales de la vida religiosa (1912) del cual desarrollaré el
Análisis del fenómeno religioso: Origen, vivencia y transformación.

7. La Religión. Profundamente influido por su educación en la tradición judía y por su fe constante en “la religión
de la humanidad” (Saint-Simon, Comte), el autor De las formas elementales de la vida religiosa presenta un
monumento intelectual destinado a probar la función decisiva del sentimiento religioso. “La religión consiste en
creencias y en prácticas relativas a las cosas sagradas”. Comprender la religión como relación con lo sagrado, sin
relación necesaria con los conceptos de divinidad y de más allá, tiene una importancia extrema para la ciencia del
hombre: saber, en efecto, que la experiencia religiosa no es un fenómeno especializado vivido solamente por
determinados individuos y culturas, sino un fenómeno universal. ¿ Por qué universal? Porque en toda ocasión, en
todo tiempo, en toda civilización y en toda cultura, tradicional o moderna, los seres humanos necesitan una
orientación trascendente, una relación con una realidad absoluta o sagrada que les permita fundar y desarrollar su
búsqueda de identidad personal y colectiva. La religión es en fin de cuentas una experiencia en sí respetable; una
experiencia real y no el fruto de un puro acto imaginativo; una experiencia cuyo objeto de culto no tiene un carácter
hipotético, sino sustantivo, puesto que la causa objetiva, universal y eterna de la religión es la humanidad. Así, una
tarea clave de la ciencia del hombre es descubrir concreta y críticamente cómo los diferentes grupos humanos
sacralizan las dimensiones individuales y colectivas que les constituyen.

Max Weber

Max (Karl Emil Maximilian) Weber nació en Erfurt el 21 de abril de 1864. Era el primero de los ocho hijos de Max
Weber, un abogado y político prusiano que procedía de una familia de industriales textiles. Weber padre había
comenzado su carrera parlamentaría en el Cámara prusiana de Diputados, por el partido liberal-nacional, y la
prosiguió en el Reichstag ( 1872- 1884) por el mismo partido.

Weber hijo estudió derecho, economía e historia en Heidelberg, Berlín y Göttingen. En 1889 hizo el doctorado. Se
casó en 1893 con Marianne Schnitger, una prima suya, que sería posteriormente líder del movimiento feminista en
Alemania. En 1894 la Universidad de Freiburg le ofreció una cátedra de Economía, que Weber ocupo de 1894 a
1894. En este último año pasó a la Universidad de Heidelberg como sucesor de Knies, una de las mentes más
representativas de la escuela histórica de la economía política. En 1897 murió Weber padre, poco tiempo después
de una tormentosa discusión con su hijo Max. A los pocos meses éste caía enfermo, con un agotamiento nervioso
profundo que le impedía trabajar o hablar en publico. Después de varias interrupciones y permanencias en
sanatorios, en octubre de 1903 renunció definitivamente a su puesto de profesor y a toda actividad política. Pero
luego retoma su actividad investigadora y a partir de 1903 comienza a publicar varios trabajos, fundamentales para
sus planteamientos científicos, en la revista archiv für Sozialwissenschft und Sozialpolitik.

Desde agosto a diciembre de 1904 viaja a los Estados Unidos (St. Louis) para participar en un congreso científico
internacional, donde Weber habla sobre “Problemas agrícolas de Alemania. Pasado y presente”. En este viaje, que
realizó acompañado de su mujer y de Ernst Troeltsch, colega y amigo de Heidelberg, Weber quedó muy
impresionado por el papel de las sectas protestantes en la sociedad norteamericana y por el creciente proceso de
burocratización de los Estados Unidos, así como por su organización política.

A comienzos de enero de 1909 fundó en Berlín la Sociedad Alemana de Sociología (Deutsche Gesellschaft für
Soziologie). Formaban parte de la dirección Ferdinand Tönnies, georg Simmel, Werner Sombart y el propio Weber.
Entre 1909 y 1914, tomó parte activa en los debates de la Asociación de Política Social (Verein für Sozialpolitik)
sobre los juicios de valores, en los que defendió sus ideas fundamentandolas con argumentaciones científicas.

En estos años, anteriores a la primera guerra mundial, trabaja intensamente sobre sociología de la religión (China,
Japón, India, el judaísmo y el Islam). En 1913 concluye la parte principal de su colaboración para el libro colectivo
Grundriss der sozialökonomik (Elementos de economía social). El editor Paul Siebeck le había encargado la dirección
de esos Elementos, que debían ser la continuación del Handbuch der Politischen Ökonomie, de Schönberg. La
sección III de los Elementos iba a llevar por titulo Wirtschaft und Gesellschaft (economía y sociedad). La sección que
Weber tenía lista en 1913 comprendía sobre todo la sociología económica y la sociología del derecho. En 1913
publicó también Ubre einige Kategorien der verstebenden Soziologie( Sobre algunas categorías de la sociología
comprensiva) en la revista Logos.

Desde el comienzo de la primera guerra mundial hasta finales de 1915, ocupó un puesto de oficial de reserva en
Heidelberg, estando encargado de la dirección de nueve hospitales militares. En los años siguientes publicó parte
de sus investigaciones sobre sociología de la religión y escribió una serie de artículos para el periódico Frankfurter
Zeitung sobre la situación política interna y externa de Alemania y sobre su futuro tras la guerra.

En 1918 aceptó, con carácter de prueba, una cátedra de Economía política en la Universidad de Viena, durante el
semestre de verano de 1918. En el otoño de ese mismo año se producía en Alemania una profunda transformación
política. Los acontecimientos revolucionarios de noviembre y el final de la guerra crearon una situación política
nueva que forzó a los antiguos partidos a una reorganización. El sistema de partidos existentes quedó
conmocionado ; sólo los dos partidos socialistas (SPD y los socialistas independientes) constituyeron una excepción.
Los liberales pensaban que los viejos partidos de la época anterior estaban desacreditados para la nueva situación
política. Max Weber pensaba que había que sacar de su letargo a las capas burguesas y propone un programa de
liberalismo progresista que esté dispuesto a colaborar mayoritariamente con la socialdemocracia para crear los
cimientos de un nuevo orden democrático. En ese mismo mes de noviembre, Max Weber ingresa en el nuevo partido
liberal Deutsche Demokratische Partei (DDP). Este partido se fundo el 20 de noviembre de 1918, como sucesor del
partido progresista Fortschrittliche Volkspartei y de la pequeña agrupación Demokratische Vereininung. Pocas
semanas después, el 15 de diciembre, se fundaría el otro partido liberal, el partido popular (Deustsche Volkspartei,
DVP) que venía a ser como una renovación de los antiguos liberal-nacionales. Ninguno de los dos partidos liberales
llegaría a constituirse como un partido rígidamente organizado. La militancia y el electorado del DDP, tras unos
primeros meses de éxito, se reduciría considerablemente.

Su compromiso con el partido liberal DDP llevó a Max Weber a desplegar una intensa actividad a favor de este
partido en las elecciones generales para la Asamblea Nacional constituyente, fijadas para el 19 de enero de 1919.
Weber fue propuesto inicialmente por la dirección del partido para formar parte de una lista del DDP por el distrito
de Frankfurt, de la que fue excluido para pasar a un puesto en la lista de Essen-Nassau, con muy pocas posibilidades
de ser elegido, así como en efecto ocurrió.

Durante la campaña electoral pronuncio varios discursos sobre temas muy diversos. Realizó numerosas criticas al
régimen anterior, especialmente por sus omisiones en la política exterior. Pero también se fue distanciando con
toda claridad de la revolución, cuyos logros consideraba negativos. Si al comienzo había hecho concesiones a la
idea de la socialización de algunos sectores industriales, desde enero de 1919 se opuso a todos los experimentos
socialistas. Creía que, con algunas industrias nacionalizadas en Alemania, les sería mas fácil a los aliados poder echar
mano de ellas para cobrarse las indemnizaciones de guerra. Además creía que la socialización de las empresas
bajaría el prestigio y la credibilidad de Alemania. Para la reconstrucción pensaba que era indispensable la creación
de una república democrática con una dirección fuerte; estaba a favor de una estructura federal, en la que los
estados federados tuvieran una importante participación en los procesos de decisión y en la administración. Había
un cierto tono nacionalista, sobre todo en relación a los territorios del este que Polonia reclamaba.

Weber, como ya se ha dicho, no resulto elegido como diputado para la Asamblea Nacional constituyente, aunque
su partido, el DDP, obtuvo el 18,6% de los votos.

La decepción que le produjo a Weber el incidente electoral dentro del DDP estuvo presente en su discurso ante la
asociación libre de estudiantes (Freistundentischer Bund), en Munich, en enero de 1919, sobre Politik als Beruf (La
política como profesión). En ese discurso puso de manifiesto sus ideas sobre política y sus experiencias políticas
practicas durante los años de la guerra y los meses de la posguerra.

Otros datos de importancia.

Junto a Marx, Pareto y Durkheim, es uno de los fundadores de la sociología contemporánea.

Mientras Pareto y Durkheim siguieron las ideas de Comte, trabajando sobre las ideas del positivismo, Weber trabajó
dentro del idealismo o la tradición hermenéutica. Clave para entender el proceso de análisis de la realidad social es
el concepto que la sociología debe ser una comprensión interpretativa (o Verstehen) de la acción social.

Gran parte del trabajo de las organizaciones procede de su trabajo sobre la burocracia. Ella deriva de la acción
racional es la acción social. Sus ideas sobre la relación del protestantismo y el desarrollo del capitalismo son
extraordinariamente polémicas. Visto por muchos como una suerte de dialogo con Marx sobre el desarrollo de las
sociedades.

Se opuso a la utilización del razonamiento abstracto puro, prefiriendo siempre una investigación empírica y a
menudo histórica. Su metodología modela su investigación y la combinación de ambas fundamenta su orientación
teórica.

Hermano de Alfred Weber, otro sociólogo destacado.

Su obra:

– La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1903)

– Historia de la agricultura romana

– Sociologia de la comunidad

– La ciencia como vocación y La política como vocación – Dos lecciones que se publican en conjunto.

– La revolución rusa

– La religión de China: Confucianismo y Taoismo

– Economía y sociedad (obra postuma)


Pierre Bourdieu

“El trabajo del sociólogo representa una revolución simbólica; era una nueva manera de ver el mundo social” (de
Louis Pintos, discípulo de Bourdieu, en referencia a su obra).

“Pedir que la sociología sirva para algo, es una forma de pedirle que esté al servicio del poder” (Bourdieu)

Pierre Bourdieu nació un 1º de Agosto en la localidad pirenaica de Denguin, una aldea pobre ubicada al sudoeste
de Francia.

Este hecho no es menor para Pierre ya que luego, en sus años de éxito académico, dirá (con sus propias palabras)
que el haber nacido en un pueblo agrícola, en el interior de Francia, lo convirtió en un académico no-parisino,
relativamente marginal, vislumbrado en sus costumbres y en su marcado acento provinciano, por ejemplo.

Pese a su humilde origen, es el propio padre de Bourdieu (un aparcero devenido en cartero que nunca terminó el
secundario) quien lo impulsa a formar parte de los reductos educativos más exclusivos de Francia, incribiéndolo en
el Lycée de Pau (1941 a 1947) y luego en el Lycée Louis-Le-Grand (1948 a 1951) para culminar su prolífica carrera
estudiantil en la prestigiosa École Normale Supériure (1951 a 1954), una de las grandes escuelas francesas,
considerada en su momento como la más importante y lugar de origen de reconocidos intelectuales como Sartre
o Levy-Strauss, por citar algunos.

Paralelamente a su paso por la Escuela Normal Superior estudia en la Faculté des lettres de París.

Fue el primero de su curso pero nunca se sintió parte de la “élite intelectual” de la época, estableciendo con la
misma una relación de mutuo rechazo que se reflejan en frases como “Mucho de lo que he hecho ha sido una
reacción contra la Escuela Normal. Creo que, de no haber abrazado la Sociología, me habría vuelto muy hostil hacia
los intelectuales. Ese mundo me horrorizó” aunque, amigos, no pensemos aquí acerca de Bourdieu en términos de
personaje resentido: durante toda su vida, personal y académica, su teorización busco desmitificar a los “los dioses
terrenales”, “el papel de los iluminados”, “las ciencias superiores”, “la naturalidad con la que se viven ciertos hechos
sociales” y tantas otras cosas de ese estilo.

Su aire rebelde y crítico se manifestó en toda su prestigiosa carrera académica: su primer trabajo fue como profesor
en Lycée de Moulins (1954-55), luego asistente en la Faculté des Lettres Dé Alges (1958-60) y en la Faculté des
Lettres de París (1960-61), para luego convertirse en Coordinador de Conferencias en la Faculté des Lettres de Lille.
Pero su primer cargo de importancia lo obtuvo en 1964 siendo designado como Director de Estudios en la Ecole
Des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS).

Este es el punto de quiebre a partir del cual comienza a desarrollar varios cargos de forma silmultánea como
Encargado de cursos en la École Normale Supériure (1964-84); Director del Centro de Sociología de la Educación y
Cultura en la EHESS y el centre Nationale du Researches en Sociologie (CNRS) además de participar en innumerables
trabajos editoriales como la dirección de la revista Actes de la Recherche en sciences Sociales o su propia editorial

Su consagración como intelectual de renombre ocurrió en 1982 cuando fue designado miembro del prestigioso
Colegio de Francia a partir del cual comenzó a ser premiado en todo el mundo: Doctor Honoris Causa de la
Universidad Libre de Berlin(1989), Premio Erving Goffman, de la University of California-Berkeley (1996), el Premio
Ernst Bloch de la ciudad de Ludwigshafen, entre otros.

Tratar de sintetizar el legado teórico bourdieuliano no es tarea sencilla ya que, como muchos grandes pensadores
sociales, arribó todos aquellos aspectos de la vida relacionados a la desigualdad social. No está mal, de pronto,
afirmar que el eje temático de su obra sea, ni más ni menos, que el ser humano y sus padecimientos.

Tal vez haya sido el ejercicio de la enseñanza o bien su experiencia de niño humilde que estudia en la ENS, que lo
llevaron a reflexionar sobre el sistema de enseñanza en libros como “La Reproduction”, “Noblese D’Etat” y
principalmente “La Distinction” (incluído por la Asociación Sociológica Internacional como una de las 10 obras de
sociología más importantes del siglo XX)., su primer gran obra donde desmantela la mecánica perversa de un
sistema educativo con un estructural mecanismo de separación y legitimación de las diferencias sociales los distintos
mecanismos culturales de diferenciación social.

Con originales categorías como “Violencia Simbólica” donde expone y explica la imposición de un arbitrio cultural
determinado, es decir, nos habla de una escuela que reproduce el sentido común de los sectores sociales medios,
enseña y califica a los alumnos desde ese bagaje que opera como un filtro “a priori” de la instrucción y la evaluación,
y “Habitus” que nos permite entender el principio interiorización-exteriorización de los sujetos dentro de
estructuras-estructurantes y estructurables y, que (¡ojo!), el autor toma no como limitante del accionar humano sino
como elemento que permite entender mejor la predisposición a la acción de los actores a partir de su relación con
la sociedad.

“Quiero demostrar que la cultura y la educación no son meros pasatiempos ni su influencia es secundaria. Son
importantísimos para afirmar y reproducir las diferencias entre grupos y clases sociales”.

Ahora bien, el autor encuentra que el “campo educativo” (entendiendo como “campo” al lugar de de luchas
materiales y simbólicas donde se produce un tipo de capital particular (social, cultural, político, científico, etc) y
donde se establece una lógica de funcionamiento acorde al mismo. no es el único escenario de dominación
moderna) no es el único campo de dominación moderna sino que el más sobresaliente es el de la comunicación
que, contrario a su propaganda de transparencia y audacia, desarrolla estrategias, desplegando cierta violencia
simbólica que establece qué se considera normal y que no.

Obviamente dichas concepciones se engloban en una teorización más general que podríamos ubicar dentro del
plano cultural.

En este sentido el planteamiento del autor ha sido eficaz no sólo contra el “culturalismo” (cultura pensada al margen
del poder) sino también como una vertiente importante para cuestionar la teoría misma al concebirla como un
poder nomotético capaz de decretar la unión y la separación de lo legítimo y lo ilegítimo. Lo simbólico, de esta
manera, se levanta como un principio generador de cambio, al desenmascarar el “poder de hacer”, de “imponer”
costumbres, gustos, maneras de ser, pensar, vestir, oír, etc.

Pensar en clave bourdieuliana significa “salir” de los lugares comunes ubicarse en el lugar de la duda pensando en
dos alternativas posibles que el intelectual plantea: la reproducción o el cambio social, implícitamente ubicados
entre estructuras y prácticas.

Pensar la cultura es para Bourdieu, pensar en un ámbito lleno de “tensiones” libradas en los distintos campos, entre
los cuales el lugar privilegiado lo detenta el “campo del poder” (innovador término con el cual decidió llamar al
Estado) ya que el capital que está en disputa es el “estatal” y que funciona a modo de “tasa de cambio” valorizando
o desvalorizando las demás especies de capital.

Como dijimos toda la teoría de Bourdieu no tendrían real sentido sino hubiesen sido acompañadas por un accionar
de lucha y oposición acordes a las denuncias establecidas.

A medida que su carrera académica va madurando el Bourdieu académico se implica más aún en el accionar político,
bajo el presupuesto de desarrollar una sociología práctica.

Para él la tarea intelectual era Pensar y Actuar, no entendiendo el sentido de una sin la otra.

Siempre apoyó movimientos alternativos de izquierda (incluso en 1980 respaldó al humorista Coluche en su
candidatura a la presidencia).

Justamente dentro de su faceta de activista político publicó uno de sus libros más conocidos: “La Miseria del Mundo”
(1993) donde denuncia (una vez más!) un sistema desigual y el sufrimiento humano de los desamparados y
“desheredados”, señalando-sin dudar- como único culpable al modelo neoliberal

En 1998 publicó en “Le Monde” el manifiesto “Por una izquierda a la izquierda de los izquierdistas” donde acusaba
al gobierno de llevar a cabo una política de “derecha”.

Pierre Bourdieu falleció el 23 de Enero de 2002, en ese día, solemne y oscuro para todos aquellos que amamos las
teorías reveladoras y el compromiso de vida, un colega dijo :

“Para él, la vida era un compromiso”.

Recordando…

A lo largo de su carrera su principal búsqueda fue la construcción de una práctica interdisciplinaria a favor del
avance científico de la ciencia y a favor de los sectores sociales dominados.

Algunas de sus obras más conocidas lo ejemplifican:

– Sociología de Argelia (1958), Trabajo y Trabajadores de Argelia (1963), El Desarraigo (1964), Los Herederos (1964),
El Amor del Arte (1966), El Oficio del Sociólogo (1968), Teoría de La Práctica (1972), La Reproducción: elementos
para una teoría del sistema de enseñanza (1979), La Distinción (1979), El Sentido Práctico (1980), Lo que Hablar
significa (1982), Homo Academicus (1984), La Ontología Práctica de Martín Heidegger (1988), La Nobleza del Estado,
Las Reglas del Arte (1992), La Miseria del Mundo (1993), Razones prácticas: Sobre la Teoría de la Acción (1997),
Sobre la Televisión (1997), Meditaciones Pascalianas (1977), La Domincación Masculina (1998), Estructuras Sociales
de la Economía (2000).

Fuente: http://www.catedras.fsoc.uba.ar

Anthony Giddens

Giddens nació en el Reino Unido el 18 de Enero de 1938 en una familia de clase media baja en el norte de Londres,
y fue el primer miembro de su familia en ir a la Universidad. Actualmente está casado y tiene dos hijos. Sus estudios
de filosofía los realizó en la Universidad de Hull y en la London School of Economics –que dirige desde 1997-,
cuando eran focos de la ultraizquierda en la década del `60. En 1976 fue admitido como profesor en Cambridge,
pero durante sus 15 años allí fue nueve veces rechazado para una promoción. Algunos lo atribuyen a su origen
humilde.

Desde 1997 es director de la London School of Economics and Political Science. Se le ha concedido, entre otros
premios, el Premio Principe de Asturias de Ciencias Sociales 2002.

Es autor de 31 libros y más de 200 artículos publicados en 29 idiomas. Más allá de popularizar la idea de la tercera
vía, Giddens ha desarrollado la teoría de la “estructuración”, que consiste en comprender la relación entre los
individuos y las condiciones que los rodean. “Deberíamos ver a la sociedad como una serie de actividades y prácticas
que la gente lleva a cabo, pero que al mismo tiempo reproducen a grandes instituciones”, señala.

La idea de encontrar una tercera vía en política está siendo ampliamente debatida en Europa, EE.UU. y América
Latina. ¿Pero qué es la Tercera Vía? Los defensores de la teoría no han sido capaces de ponerse de acuerdo, y sus
detractores rechazan del todo la noción. Pero Giddens muestra que desarrollar la tercera vía en la política moderna
no es sólo una posibilidad sino una necesidad, y representa le renovación de la socialdemocracia en un mundo en
que las ideas de la vieja izquierda han quedado obsoletas, mientras las de la nueva derecha son inadecuadas y
contradictorias.

Un nuevo programa socialdemócrata está surgiendo: es sólido, de largo alcance y puede reavivar el idealismo
político. Anthony Giddens se propone responder a este desafío desde el inicio de sus planteamientos teóricos; su
obra se desarrolla según un itinerario que asume una doble estrategia: suprimir el dualismo entre estructura y acción
y revitalizar el pensamiento social crítico en contra de lo que denomina “el consenso ortodoxo”.

Tanto el funcionalismo y el estructuralismo como las teorías accionalistas son fuertemente criticadas por Giddens,
que considera que las primeras dejan poco espacio a la acción transformando a los agentes en meros soportes de
las estructuras, mientras las segundas privilegian al actor pero olvidan los condicionamientos de las propiedades
estructurales de los sistemas sociales. Su teoría de la estructuración está constituida alrededor de la idea del carácter
fundamentalmente repetitivo de la vida social y diseñada para expresar la dependencia mutua de la estructura y el
agente en términos de espacio-tiempo. Ello significa que las prácticas sociales ubicadas en un espacio y tiempo se
hallan en la raíz de la constitución tanto del sujeto como del objeto social.

En medio de su discurso moderado, Giddens define la estructura como la articulación de reglas y recursos
implicados de manera recursiva en la producción de las prácticas sociales. Por lo tanto, la estructura es a la vez un
instrumento utilizado por actores en contextos especificables y el resultado de la reproducción de las prácticas.
Sostiene Giddens que las propiedades estructurales existen sólo en la medida en que la conducta social es
reproducida recurrentemente en el espacio y el tiempo. Las instituciones son los rasgos más duraderos de la vida
social; así, hay formas institucionales que se extienden por inmensos recorridos de espacio y tiempo conformando
sistemas sociales.

Importa entonces subrayar, en consonancia con lo expuesto, la crítica de Giddens a la teoría social: Esta es incapaz
de considerar adecuadamente el papel que desarrollan los actores y su relación con las instituciones en la
transformación y reproducción social; presenta un tratamiento inadecuado del poder y teorización distorsionada
del tiempo y del espacio y, con ello, del cambio social.

El énfasis en la reformulación de la teoría social que Giddens propone resulta esencial dentro de su modelo
interpretativo, ya que considera que la Teoría, en tanto registro reflexivo de la vida social, tiene un impacto práctico
sobre su objeto de estudio; ello significa que la relación entre Teoría y su objeto ha de entenderse en términos de
una doble hermenéutica: el desarrollo de la teoría es dependiente de un mundo preinterpretado en el que los
significados desarrollados por sujetos activos entran en una construcción o producción real de ese mundo;
condición ontológica de la sociedad humana tal como es producida y reproducida por sus miembros. A la vez, el
científico social debe ser capaz de “comprender” penetrando en la forma de vida cuyas características quiere
explicar.

Giddens ha expresado ciertas frases en su última visita a la Argentina tales como “El neoliberalismo está muerto”,
“El mundo no necesita menos sino más gobierno” y “las naciones siempre serán más poderosas que las
corporaciones”. En conjunto, todas estas ideas componen una teoría que, él asegura, “no es el punto medio entre
el socialismo a la antigua y la filosofía del libre mercado, sino un llamado a reestructurar las doctrinas de la
socialdemocracia para que respondan a la doble revolución de la globalización y de la economía del conocimiento.”
Podemos observar que el autor plantea la necesidad de repensar el fenómeno de los Estados nacionales, del poder
militar y de la violencia; en cuanto al concepto de “explotación” circunscrito a la venta de la fuerza de trabajo, resulta
estrecho en relación con fenómenos como la explotación étnica o sexual.

Entre sus libros más recientes destacan: Consecuencias de la modernidad, Modernidad e identidad del yo, La
transformación de la intimidad, Sociología, Más allá de la izquierda y la derecha, In Defense of Sociology y La tercera
vía: la renovación de la socialdemocracia. La tercera vía ha sido ampliamente debatida por autoridades académicas
y políticas de todo el mundo.

Su último libro “On the Edge” incluye un fuerte debate con Will Hutton, el otro pensador del nuevo Laborismo y
creador del concepto de “Capitalismo de participación”. Podemos afirmar que sus últimas producciones apuntan al
desarrollo de una política de vida interesada en la realización del yo tanto individual como colectivo y que surge a
la sombra de la política emancipatoria.

Una de las cuestiones por lo que más se lo critica es por su acercamiento a las grandes esferas del poder. Jefes de
gobierno y de Estado de todas partes del mundo acaban de reunirse en Berlín llamándose a sí mismos seguidores
de la tercera vía. Según Giddens se podría hablar de una internacionalización de su teoría; “todos los gobiernos de
centroizquierda en Europa están aplicando esencialmente los mismos principios. Yo sé que no todo el mundo quiere
hablar de la tercera vía pero si hablamos de una agenda modernizadora, que rompe con las tradicionales
preocupaciones de la izquierda y al mismo tiempo quiere aplicar valores sociales a un mundo en cambio, entonces
sí podemos decir que la mayoría de los gobiernos socialistas, por lo menos en Europa, comparten el mismo
lenguaje.”

Vemos que esto se refleja en el accionar de los gobiernos de Europa: Todos están flexibilizando el mercado laboral,
pero al mismo tiempo se cuidan de no dañar los recursos humanos, garantizan un salario mínimo, buscan reformar
el Estado de bienestar sin abolirlo y tratan de encontrar un balance entre la participación pública y privada. No
importa si se llama Blair o Schröeder, las políticas son parecidas.

Una de las cuestiones que la tercera vía predica tanto en EE.UU. como en Europa es que no pueden incrementarse
los impuestos sin tener en cuenta antes su impacto, tanto económico como social. Esto significa que, a veces, en “el
interés de la justicia social hace falta bajar los impuestos y no subirlos”.

En cuanto al papel del Estado, Giddens afirma que “debe ser muy activo” -y recalca- “que en su accionar tradicional
ha probado ser poco efectivo”. En América Latina los Estados hiperburocráticos y corruptos han servido poco a los
ciudadanos; por lo que considera necesario hacer una remodelación de los actuales Estados para que vuelvan a ser
poderosos, pero de forma distinta: “tiene que ser más abierto, más transparente, permitir a las mujeres alcanzar
puestos de poder, tratar a los ciudadanos como clientes y no como súbditos”.

Según el autor, su teoría se aleja del neoliberalismo, que considera al mundo como un gran mercado: todo se mide
mediante valores comerciales y la gente vive expuesta a las inseguridades del mercado. Giddens, por su parte, cree
que hace falta una sociedad civil bien constituida y, por otro lado, afirma que la tercera vía aboga por la regulación
del flujo de los capitales y la creación de una Autoridad Financiera Mundial. “Estamos convencidos de que las
finanzas tienen que ser reguladas justamente para proteger la libertad de los mercados y el control de capitales es
esencial para mantener los mercados abiertos tanto para bienes como para servicios. Esto nos aleja muchísimo del
Laissez faire de los neoliberales. Tenemos que tomar la globalización en serio, considerarla una simple fatalidad
frente a la cual hay que actuar.”

Para Giddens no hay un derrumbamiento de un Estado-nación a causa de la globalización; cree que aquellos son
mucho más fuertes que las corporaciones. Las naciones controlan el acceso a la ley, al territorio y a las fuerzas
armadas. En contraposición de las corporaciones que no disponen de ninguno de estos atributos. “Hoy puede
decirse justamente lo contrario: ésta es la primera vez que el Estado-nación tiene un papel importante. Hasta ahora
teníamos imperios, como el soviético, al cual respondían muchas naciones. Pero ahora cada nación quiere ser un
Estado. Es esto lo que está alentando a los nacionalismos. Si el Estado-nación estuviera en vías de extinción, nadie
querría constituirse en uno.

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