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TEMA 7.

LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE LA POSGUERRA HASTA FINALES DE LOS AÑOS


50.

La Guerra Civil y el inicio de la dictadura cortaron la evolución natural de la literatura


española en especial de las tendencias vanguardistas. La posguerra, caracterizada por el
aislamiento y la censura para los artistas, encaminó a la poesía hacia rutas difíciles. Los poetas
de la época solo tienen dos posibles salidas: aprobar y ensalzar la nueva situación o reflejar la
desesperanza ante el presente y el futuro. Ambas posturas fueron definidas por Dámaso
Alonso como literatura arraigada y literatura desarraigada.

1. La poesía de la inmediata posguerra.

La lírica de los cuarenta presenta dos tendencias poéticas: la poesía arraigada, de carácter
neoclasicista y la poesía desarraigada o existencial, de tono trágico y expresión sencilla.

◦ La poesía arraigada. En 1940 Dionisio Ridruejo funda la revista Escorial y en 1943 José
García Nieto, la revista Garcilaso. Sus propósitos estaban claros: volver a las formas
clásicas desechando la poesía pura y el vanguardismo de la generación del 27, en especial el
Surrealismo. Valoran, por el contrario, las formas clásicas, como el soneto. Junto a los temas
tradicionales (el amor, la naturaleza, la exaltación patriótica, etc.), predominará dominaráá́ el
tema religioso. Además de Ridruejo y García Nieto, siguen esta línea poetas como Luis
Rosales, Leopoldo Panero y Luis Felipe Vivanco.

◦ La poesía desarraigada. En 1944 surge en León la revista Espadaña, cuyos fundadores son
Eugenio de Nora, Victoriano Crémer y González de Lama. En Espadaña se defiende una
poesía menos blanda, menos tópica, de lenguaje más directo y un tono bronco, casi
desesperado.
Por lo que se refiere a los temas, se pretende instaurar una poesía realista,
comprometida con la situación existencial e histórica del hombre, invadida por la
angustia que producía el mundo deshecho y caótico de la España de la posguerra. El
tema religioso adquiere un tono existencial en las abundantes preguntas que el poeta plantea
a Dios sobre el sentido del sufrimiento humano.
En el mismo año de 1944, dos libros con esta orientación aparecen escritos por poetas
del 27: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre.

Al lado de estas dos grandes tendencias existen en la época otras minoritarias: por un
lado, surge el Postismo (abreviatura de Postsurrealismo), que da nombre a una revista, de un
solo número, fundada en 1945 por Carlos Edmundo de Ory, uno de los más curiosos poetas
de la posguerra. El Surrealismo resurge con un tono lúdico, antisocial y antiacadémico en
poetas como J.E. Cirlot y Ángel Crespo.
De otro lado, en Córdoba aparece en 1947 la revista -y el grupo- Cántico, que
propugna una poesía intimista, sensual y neobarroca, tendencia encabezada por poetas como
Pablo García Baena, Juan Bernier y Ricardo Molina.

2. La poesía social.

En la década de los cincuenta, muchos poetas desarraigados llegaron a considerar la


poesía como un instrumento de denuncia social y abandonaron los sentimientos
personales para dar testimonio de la realidad del momento.

Es una literatura de urgencias, y se considera un instrumento para despertar


conciencias y transformar la sociedad mediante la denuncia de la injusticia y la solidaridad con
los oprimidos. Como la novela de la época, la poesía social se constituye en testimonio sobre
las realidades colectivas y de grupo.
Esta poesía nace por unas causas muy concretas: la situación nacional y europea al
término de la Segunda Guerra Mundial, las tensiones internas de la Guerra Fría, y el propósito
de colaborar en la transformación de esta situación social, a lo que debe unirse el ambiente
literario anterior.
Sus presupuestos estéticos son claros: una poesía realista, de orientación narrativa y
vocación eminentemente comunicativa, en la que predomina el tema sobre la forma, con
tendencia a la sencillez y la repetición de estructuras formales, incluso con una
deliberada tendencia hacia el prosaísmo.

Se inscriben en esta tendencia Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro.

-BLAS DE OTERO (1916-1979) escribe poesía, según él mismo, con el propósito de sacudir
las conciencias y de compartir su “tragedia viva”.
A finales de los cuarenta se inclina por la poesía existencial, desarraigada, con Ángel
fieramente humano y Redoble de conciencia, ambos de 1950, fundidos después en un único
libro titulado Ancia (1958). Los versos de esta etapa reflejan la angustia del hombre ante la
muerte y un mundo hostil. El yo poético se siente solo y dirige a un Dios que no responde a
sus preguntas desesperadas.
Con Pido la paz y la palabra (1955) inicia su etapa de poesía social. Le siguen En
castellano (1960), Esto no es un libro (1963) y Que trata de España (1964). En estos libros el
compromiso político y social del poeta se centra en la carencia de libertades. Son esenciales
los conceptos de “palabra”, que permite a todo hombre gritar su protesta, y “paz”, para que el
país pueda vivir sin la presencia de la muerte y la injusticia.

-GABRIEL CELAYA (1911-1991) está considerado uno de los pilares de la poesía social, si
bien su amplia producción abarca distintas orientaciones.
Tras unas experiencias surrealistas antes de la Guerra Civil, se decantó por una poesía
de tono existencial, que revela su inseguridad frente al mundo, en el que el individuo busca su
afirmación. A esta etapa pertenecen Movimientos elementales (1947) y Objetos poéticos
(1948).
Es a partir de Cantos iberos (1955) cuando se define como poeta social, libro en el que
defiende su tesis más famosa: la función de la literatura como arma de lucha social.
-Agotada la vertiente social, Celaya reinicia una etapa vanguardista con Mazorca (1962) o La
linterna sorda (1964).

-JOSÉ HIERRO (1922 -2002) publica sus primeros versos en distintas revistas del frente
republicano. Acabada la contienda, padece cuatro años de cárcel, y esta experiencia lo marca
definitivamente. Reaparece en el panorama lírico de los años cuarenta, con dos libros que
tienen un claro poso autobiográfico: se titula el primero Tierra sin nosotros (1947), un título
que resume buena parte de la producción poética surgida de la guerra: la imagen de la patria,
que un día fue habitable, aparece en ruinas. Esta reflexión continúa en su siguiente libro,
Alegría, del mismo año.
Con Quinta del 42 (1953) comienza la exploración de la vía solidaria y de compromiso.
Sin embargo, la suya no es una poesía social al uso, ya que Hierro se preocupa por las formas
y desdeña el prosaísmo de otros poetas.
Antirrealistas y lejanos de la poesía social serán sus siguientes libros: Cuanto sé de mí
(1957), Libro de las alucinaciones (1964) y otros muchos, hasta concluir con Cuaderno de
Nueva York, a finales de los noventa.

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