Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A éste se le ocurrió, que podía sacar partido de la situación, aprovechando que los otros dos ladrones, no
se daban cuenta que sucedía a su alrededor, por estar absortos en la pelea, se apoderó del burro y escapó
del lugar.
Moraleja: Has de saber que los bienes, mal habidos de la misma manera son perdidos.
EL JOVEN Y EL LADRON
Cierta vez 1 joven se encontraba descansando al borde de 1 pozo, cuando en eso vio a lo lejos que se le
acercaba un ladrón, entonces fingió llorar desconsoladamente.
EL ladrón al acercarse le pregunto el motivo de su tristeza, el joven le respondió que había venido a
sacar agua con 1 vajilla de plata. pero que al romperse la soga, la vajilla se fue al fondo, entonces
el ladrón sin pensarlo 2 veces se quito sus prendas y motivado por su poderosa codicia bajo a buscarla.
Estando abajo su búsqueda fue inútil, porque no encontraba nada, mas bien el joven aprovecho y cogió
la ropa del malhechor y se fue raudamente. Con esto el ladrón recibió 1 gran lección: "Ir por lana y
salir trasquilado"
LA PROFECÍA QUE IBA A HACERME RICO
Hace muchísimos años Orimón, un pícaro y rico comerciante, descubrió extraños signos en el cielo.
Uno de sus sirvientes le informó de que seguramente se trataba de la profecía de los judíos, que
anunciaba el nacimiento de su nuevo rey. Así que, pensando que el evento atraería a las personas más
ricas e importantes, preparó una enorme caravana con todas sus mercancías y se dirigió al lugar
Como esperaba, fue el primero en llegar, y reservó todas las habitaciones de la posada para él mismo
y sus sirvientes. Luego instaló un magnífico mercado y esperó a los poderosos clientes que le harían
Pero por allí no apareció nadie en días. Solo una noche se acercó un hombre buscando sitio en la posada
para él y su familia; tenía un aspecto tan pobre que Orimón pensó que su presencia ahuyentaría a gente
importante, así que se las arregló para que lo echaran del pueblo sobornando al posadero para que
La noche siguiente oyó cantar y vio luces a las afueras. Seguro de que sería alguien importante,
preparó un carro con sus más ricos productos y fue a su encuentro. Pero llenó tanto el carro que,
para cuando llegaron, ya solo quedaban unos pocos pastores; la fiesta debió ser magnífica, porque
hasta los pastores estaban borrachos, y hablaban de ángeles, de coros celestiales y de seguir
celebrándolo cerca de allí… Aunque le insistieron para que fuese con ellos, él solo pensaba en
vender sus mercancías, y marchó rápidamente para buscar al señor que había celebrado tan
lujosa fiesta. Pero, tras pasar toda la noche buscando, regresó sin encontrarlo.
Días después, viendo que su plan no había funcionado, decidió irse. Mientras hacía los preparativos,
reconoció a aquel pobre hombre al que había enviado al establo. Llegaba con su mujer y su hijo, y se
acercó a la posada, pidiendo hablar con el rico comerciante que la ocupaba. Pero Orimón, avergonzado
por lo que había hecho, mandó decir que no estaba y, tras insistir un rato, el hombre desapareció con su
familia.
Y así volvió Orimón a su hogar, renegando de aquella estúpida profecía, sin saber que su obsesión por
el dinero y la grandeza le había hecho rechazar con insistencia, nada menos que tres veces, la invitación
a participar en aquella primera Navidad que cambió el mundo. Como muchos seguimos haciendo cada
año, tan preocupados por regalos y banquetes que somos incapaces de ver la verdadera Navidad que
En las lejanas tierras de Moldan, las de los valientes guardianes de dragones, cada vez que nace un niño
se le asigna el dragón que vigilará durante toda su vida. Cada dragón permanece encerrado por un
En Moldan niños y niñas entrenan y preparan sus corazones para luchar contra cualquier mentira, porque
a partir de los 7 años el dragón será lo suficientemente grande como para provocar algún desastre. Eso lo
sabía muy bien Alina, quien se moría de curiosidad por saber qué pasaría al día siguiente de su
séptimo cumpleaños.
Pero no pasó nada. La vida siguió igual, y lo mismo pasó al día siguiente y al siguiente. Alina comenzó
- ¿De qué me sirve ser guardiana si no veo a mi dragón y no tengo que hacer nada especial?
El dragón notó sus dudas y su espíritu malvado tomó la forma de un niño travieso que se le acercó
- Vaya, una niña guardiana de dragón que tiene dudas…
- A mi abuela
- No ¡Siete!
- ¿Qué?
- ¡Siete mentiras! - gritó el niño, al tiempo que cambiaban su voz y su aspecto para transformarse en un
inmenso dragón - ¡Por fin soy libre! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué fácil ha sido! Niña mentirosa, ¡eres el peor guardián
entre los guardianes. Todos se preguntaban quién lo habría dejado escapar, pero Alina tuvo miedo y no
dijo nada. El dragón, que aumentaba su poder con cada mentira de la niña, nunca tenía suficiente, y
se transformaba por las noches en el niño travieso para importunaba con sus preguntas a la niña para
conseguir nuevas mentiras. La pobre Alina ya no sabía qué inventar para ocultar que había sido ella
Hasta que un día no pudo más. Atrapada por la vergüenza de mentir constantemente, y por la pena de
provocar tantos desastres, decidió hacer un último acto de valentía, confesar lo ocurrido y enfrentarse
- Fui yo quien dejó escapar al dragón. Desde entonces solo he ido acumulando mentiras para
ocultarlo…
Antes de acabar la frase, sintió un fuego terrible en el pecho, y un rayo surgió de su interior.
Durante unos segundos interminables el rayo barrió los cielos hasta dar con el dragón, reducirlo y
atraparlo, llevándolo a rastras hasta la aldea, como si fuera un corderito. Gracias a aquel rayo
mágico pudo Alina encerrar de nuevo al dragón, y solo entonces el rayo y el dolor desaparecieron
Así fue como los guardianes descubrieron el increíble poder que desataban al confesar una
mentira. Pero, a pesar de eso, siguen prefiriendo decir siempre la verdad porque, como contaba Alina,
Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un
cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor,
arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel
que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió
dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y
chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice
La tribu de los mokokos vivía en el lado malo de la isla de las dos caras. Los dos lados, separados por
un gran acantilado, eran como la noche y el día. El lado bueno estaba regado por ríos y lleno de
árboles, flores, pájaros y comida fácil y abundante, mientras que en el lado malo, sin apenas agua ni
plantas, se agolpaban las bestias feroces. Los mokokos tenían la desgracia de vivir allí desde siempre,
sin que hubiera forma de cruzar. Su vida era dura y difícil: apenas tenían comida y bebida para todos y
vivían siempre aterrorizados por las fieras, que periódicamente devoraban a alguno de los miembros
de la tribu.
La leyenda contaba que algunos de sus antepasados habían podido cruzar con la única ayuda de una
pequeña pértiga, pero hacía tantos años que no crecía un árbol lo suficientemente resistente como para
fabricar una pértiga, que pocos mokokos creían que aquello fuera posible, y se habían acostumbrado a
su difícil y resignada vida, pasando hambre y soñando con no acabar como cena de alguna bestia
hambrienta.
Pero quiso la naturaleza que precisamente junto al borde del acantilado que separaba las dos caras de la
isla, creciera un árbol delgaducho pero fuerte con el que pudieron construir dos pértigas. La expectación
fue enorme y no hubo dudas al elegir a los afortunados que podrían utilizarlas: el gran jefe y el
hechicero.
Pero cuando estos tuvieron la oportunidad de dar el salto, sintieron tanto miedo que no se atrevieron
a hacerlo: pensaron que la pértiga podría quebrarse, o que no sería suficientemente larga, o que algo
saldría mal durante el salto... y dieron tanta vida a aquellos pensamientos que su miedo les llevó a
rendirse. Y cuando se vieron así, pensando que podrían ser objeto de burlas y comentarios, decidieron
inventar viejas historias y leyendas de saltos fallidos e intentos fracasados de llegar al otro lado. Y
tanto las contaron y las extendieron, que no había mokoko que no supiera de la imprudencia e insensatez
que supondría tan siquiera intentar el salto. Y allí se quedaron las pértigas, disponibles para quien
quisiera utilizarlas, pero abandonadas por todos, pues tomar una de aquellas pértigas se había
convertido, a fuerza de repetirlo, en lo más impropio de un mokoko. Era una traición a los valores de
Pero en aquella tribu surgieron Naru y Ariki, un par de corazones jóvenes que deseaban en su
interior una vida diferente y, animados por la fuerza de su amor, decidieron un día utilizar las pértigas.
Nadie se lo impidió, pero todos trataron de desanimarlos, convenciéndolos con mil explicaciones de los
- No hagas caso ¿Por qué hablan tanto de un salto que nunca han hecho? Yo también tengo un poco de
- Puede que el salto nos salga mal, y puede que no. Pero quedarnos para siempre en este lado de la isla
nos saldrá mal seguro ¿Conoces a alguien que no haya muerto devorado por las fieras o por el hambre?
Ese también es un final terrible, aunque parezca que aún nos queda lejos.
- Tienes razón, Ariki. Y, si esperásemos mucho, igual no tendríamos las fuerzas para dar este salto...
Y al día siguiente, Naru y Ariki saltaron a la cara buena de la isla. Mientras recogían las pértigas,
mientras tomaban carrerilla, mientras sentían el impulso, el miedo apenas les dejaba respirar. Cuando
volaban por los aires, indefensos y sin apoyos, sentían que algo había salido mal y les esperaba una
muerte segura. Pero cuando aterrizaron en el otro lado de la isla y se abrazaron felices y
Y, mientras corrían a descubrir su nueva vida, pudieron escuchar a sus espaldas, como en un coro
de voces apagadas:
- Ha sido suerte.
Y comprendieron por qué tan pocos saltaban, porque en la cara mala de la isla sólo se oían las voces
resignadas de aquellas personas sin sueños, llenas de miedo y desesperanza, que no saltarían nunca...
puesto de Paco, su gran amigo carnicero. Paco la trataba con cariño y atención y siempre tenía algún
trocito de carne que darle al final de cada día. Pero un día, Flora no recibió su ración de carne, y al día
Así fue como descubrió que el carnicero no le daba nada de carne porque guardaba grandes
trozos en una gran caja amarilla. Haciéndose la despisatada, Flora llegó a pedirle un poco de aquella
comida guardada en la caja, pero Paco respondió muy severo que no, y añadió:
reservando el charcutero aquellas delicias. Con sus malos pensamientos se fue llenando de rabia y de ira,
y aquella misma noche,cuando no quedaba nadie en la tienda, llegó a la caja, la abrió, y comió carne
A la mañana siguiente, justo cuando llegó Paco para descubrir el robo, Flora comenzó a sentirse
fatal. Su amigo le preguntó varias veces si había sido ella quien había cogido la carne, y aunque
- ¿Pero qué has hecho, imprudente?- estalló Paco- ¡¡Te dije que no la tocaras!! ¡Toda esa carne estaba
envenenada!! Por eso llevo días sin poder darte apenas nada, porque nos enviaron un cargamento
estropeado...
A la carrera, tuvieron que ir a buscar un veterinario con un invernadero-hospital que pudo por
poco salvar la vida de Flora, quien se pasó con grandes dolores de raíces y cambios de colores en
las hojas durante las siguientes dos semanas. El susto fue morrocotudo para todos, pero al menos
la planta aprendió que obedecer las normas puestas por quienes más nos quieren, es mucho más