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Definir activos.
Numerar cada máquina o instalación, darle un nombre
para que todo el personal lo llame de la misma forma… En este
paso sería conveniente definir la criticidad del activo, es decir qué
importancia tiene, y qué pasa si queda fuera de servicio. Para ello
es importante tener en cuenta las consecuencias de una parada.
Por ejemplo, un compresor de aire puede parecer poco importante,
pero hay muchas fábricas que quedan completamente paradas si
todas las máquinas funcionan con un único compresor.
Definir procedimientos Lo ideal es empezar con la documentación del
fabricante. La mayoría de acciones están recogidas en el manual de
la máquina. Casi siempre será necesario añadir nuevas acciones,
porque el entorno y uso no son exactamente como ha previsto el
fabricante. Otra herramienta muy útil es el registro de averías de
cada máquina. Con él se puede analizar qué ha fallado en el
pasado, y cómo puede evitarse que la incidencia reaparezca de
forma imprevista.
Definir cadencia. Los fabricantes suelen dar orientaciones sobre cada
cuánto tiempo deben repetirse las acciones. Lo más fácil es aplicar
estas directrices, y modificarlas tras un tiempo, según los
resultados. En determinados ambientes, las máquinas pueden sufrir
un desgaste mayor o menor del previsto por el fabricante, así que
debemos adaptar los períodos para optimizar la relación
coste/beneficio.