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"Psicoanálisis. Arte.

Creación: El Juego, Encuentro Con Una Experiencia


Estética"

(*) Escuela Freudiana De Buenos Aires, 2015.-

Giselda Batlle

¡Inventaba el color de las vocales! - A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde.


Regía la forma, el movimiento de cada consonante, y, con ritmos instintivos,
me jactaba de inventar un verbo poético accesible, un día u otro, a todos los
sentidos. Reservaba la traducción.
Al comienzo fue un estudio. Escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable.
Fijaba vértigos…
Arthur Rimbaud
Una temporada en el infierno. En Alquimia del verbo

Cómo pensar la construcción del juego, del dibujo y de las producciones del niño en la
infancia y la palabra que lo acompaña. Una articulación en la que participan la transmisión de
la cultura, las creaciones artísticas y el psicoanálisis.

En el siglo pasado la cultura se hallaba representada por creadores que pertenecían a las
Bellas Artes: las letras, la pintura, la escultura y la música.
Todo creador se halla de alguna manera incluido en su época, en sus expresiones artísticas
y en sus textos. A veces la anticipa y otras la atraviesa.
El arte, en cualquiera de sus expresiones lleva no sólo la marca de su tiempo, sino que
presenta ese trazo singular del autor, la forma adquiere un estilo propio que lo identifica y que
lo nombra.
Martin Heidegger, escribe cuando se refiere a los zapatos de Van Gogh, pintados en varios
cuadros: “el cuadro habló”. En la obra de arte dice: “está puesta en operación la verdad”.
Ubica el arte como el lugar de la verdad. “La creación no es otra cosa, que la fijación de la
verdad mediante la forma”. (1)
Los creadores no sólo se ocuparon en producir su obra, sino también en escribir manifiestos
sobre su movimiento, buscaron tomar la palabra a través de sus textos. Dice Lourdes Cirlot en
relación a las vanguardias: “El artista… necesitaba expresar sus ideas a través de escritos”.

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(2)
Los artistas contemporáneos a Freud y Lacan se vieron tocados por su enseñanza, que hizo
impacto en sus obras. Las vanguardias del arte se sintieron influenciadas por los aportes del
psicoanálisis a la cultura del siglo XX.
Pensamos que en la creación del psicoanálisis y el descubrimiento del inconsciente por S.
Freud, su apuesta a la palabra estuvo marcada por los interrogantes que su clínica le fue
presentando y por la cultura de su época.
Jacques Lacan realiza una lectura de Freud. Piensa que el sujeto sufre un trauma
constitutivo, que tiene que ver con la existencia misma del lenguaje. El niño desde que habla,
no tiene acceso directo al objeto de su deseo, se halla sujeto a la demanda del Otro.
Lacan avanza en su enseñanza en relación al psicoanálisis sirviéndose de los aportes de
escritores, filósofos, matemáticos y artistas. A partir de ellos, supo pensar los conceptos
fundamentales del psicoanálisis en la teoría y en la clínica.
El encuentro de Lacan con los creadores de la época, el enlace entre el arte y el
psicoanálisis, lo podemos leer en varias publicaciones, como en la revista “Minotauro” de
1933 en donde confluyen textos de Jacques Lacan, Salvador Dalí, André Breton y Pablo
Picasso.
Tanto el psicoanálisis en sus recorridos como las producciones en el arte, participan de la
lógica de la incompletud. Por momentos parecen articularse en relación a la verdad que se
dice a medias.

Cómo pensar la creación en el psicoanálisis

La creación en el psicoanálisis la podemos ubicar en relación a la Sublimación y a las


Formaciones del Inconsciente.
Con Freud y Lacan pensamos a la creación en psicoanálisis partiendo de la falta.
Freud señala en relación al objeto, que este se halla perdido en el origen.
Lacan nos dice que la satisfacción de la pulsión no se halla en relación al objeto, sino en la
vuelta de la pulsión, en su recorrido de retorno. El objeto es contorneado, pero es contingente.
Señala la falta de objeto adecuado para la satisfacción sexual.
En la “Lógica del fantasma”, J. Lacan expresa que la sublimación parte de la falta y con
ella hace obra que es siempre reproducción de la falta. La falta se recorre una y otra vez.
Podemos pensar la creación en la sublimación, como una creación ex nihilo, desde la nada
hace algo. La actividad del sujeto es la que le posibilita una posición en diferencia respecto al
objeto creado, que produce una satisfacción inesperada en su hallazgo, en lo sorpresivo de su
acto. A veces acompañada por la mirada del espectador.
Lacan se sorprende ante la creación de Jacques Prevért: unas cajas de fósforos ubicadas
en la chimenea, que en su recorrido subían por la pared y llegaban a la puerta. Esta
producción del poeta lo lleva a Lacan a pensar en esta elevación súbita de la caja de fósforos

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a una dignidad que antes no tenía.
El objeto, al ser separado de su función de uso por el artista encuentra “la revelación de la
Cosa más allá del objeto”. Lacan piensa entonces en la sublimación como la “Elevación del
objeto a la dignidad de la cosa”. Un objeto valorado y que la sociedad puede estimar. El
objeto producido tiene la marca de la singularidad del sujeto.
A la vasija la ubica como un utensilio primordial en la vida del hombre. Su función
significante es crear un vacío. El primer significante modelado por la mano del hombre. “El
vaso como objeto hecho para representar la existencia del vacío en el centro de lo real que se
llama la Cosa, ese vacío tal como se presenta en la representación, se presenta como nada …,
ex nihilo, a partir del agujero”.
“La cosa es lo que define lo humano, aunque lo humano se nos escape. Lo que llamé
humano puede ser definido como definí la Cosa: aquello de lo real que padece el
significante”. (3)
Dice Mássimo Recalcati, en su libro “Las tres estéticas de Lacan” que el artista anima un
objeto que no obtura el vacío de la Cosa pero la organiza de otra forma ya que sólo en otra
cosa, la Cosa puede aparecer.

Pensamos entonces cómo la sublimación se halla presente en el arte, en el recorrido del


análisis de un sujeto, en el juego y en las producciones del niño.

En las Formaciones del Inconsciente, que incluyen los síntomas, los actos fallidos y el
chiste, encontramos a la creación desde la estructura del significante, en relación a lo
inconsciente, cuando la operación de castración tuvo lugar.
En el síntoma, se trata de la sustitución significante, hay metáfora, es una creación de
sentido. No se produce desde la nada, se realiza desde un significante reprimido sustituido
por otro.
Lacan, al final de su enseñanza diferencia el síntoma del sinthome, que sería el modo en
que cada uno goza. Podríamos pensar no ya en la creación sino en la invención. Se trataría
de cómo el sujeto a partir de sus recursos hace algo con el goce irreductible, que lo nombra
como lo incurable del sujeto.
El sinthome lo trabaja en el inicio del seminario homónimo, en relación a James Joyce,
cuando desarrolla el concepto del 4º nudo, ubicando allí la escritura de Joyce, como una de
las posibilidades de anudamiento y de estabilización de la estructura del sujeto.

Las modalidades de la creación y de la invención que tienen lugar en un análisis apuntan a


la poiesis del sujeto, se presentan en la dirección de la cura del analizante y operan en su
transcurso en relación al goce parasitario, en ocasiones difícil de reducir. Las intervenciones
del analista posibilitan la poiesis.

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El Juego: Encuentro con una Experiencia Estética.

Cómo pensar el juego, el dibujo y las producciones en la infancia y la palabra que los
acompaña, en el análisis con niños.
Nos serviremos para interrogarnos de la creación en el arte y en el psicoanálisis. Cómo se
van articulando.
La Estética nace como disciplina recién en el siglo XVIII, identifica al arte con la verdad. Se
piensa a la obra de arte sin la intervención divina y con la participación de la elección subjetiva
del artista.
Hegel, en “Lecciones sobre la Estética” de 1838, mientras circunscribe la estética a lo bello,
impacta a sus contemporáneos cuando anuncia “La muerte del arte”.
Podemos ubicar, cómo se produce posteriormente un momento de ruptura en el arte, dando
lugar a las diversas manifestaciones en la pintura moderna y en la poesía.
En Picasso lo real irrumpe en las expresiones de los rostros y en la forma de los cuerpos
que dibuja. Su obra “rompe” con la estética que lo antecede, transgrede la perspectiva, la
“Divina proporción”. Violenta esta tendencia del arte que resaltaba la armonía de lo bello, de
lo sublime.
Marcel Duchamp transgrede el paradigma estético con la creación del “Ready Made”, con
“el banquito con la rueda de bicicleta”. Hace algo con lo “ya hecho”, lo transforma en su acto
creativo. Duchamp, necesita del espectador que con su mirada la sancione como una obra de
arte, lo hace participar de la experiencia estética.
Los pintores y poetas surrealistas se sirven de la escritura automática, influenciados por el
psicoanálisis.

Freud al comenzar y finalizar el artículo sobre “Lo ominoso” se refiere a la Estética.


Nos recomienda a los analistas que nuestras indagaciones estéticas no se circunscriban a la
ciencia de lo bello, sino al ámbito marginal, descuidado, de lo ominoso. Aquella variedad de lo
terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar que destinado a permanecer
en secreto, oculto, ha salido a la luz.
Nos dice: “Lo ominoso de la ficción, es mucho más rico que lo ominoso del vivenciar.
Muchas cosas que si ocurrieran en la vida serían ominosas, no lo son en la creación literaria”.
(4)

El analista si bien puede servirse de la estética de lo bello, está muy lejos de considerar la
belleza como armonía.
Paul Valéry ya nos decía que la belleza es una especie de muerte. La novedad, la
intensidad y la extrañeza la han suplantado.
El analista en un lugar de espectador, con su presencia, con sus intervenciones, da lugar a
una nueva estética que participa de la sorpresa, del sinsentido, de lo ominoso que se
presenta. El encuentro con lo feo, con la extrañeza, con la vinculación a la muerte. Posibilita la

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operación de castración, apuesta a la poiesis del analizante, dando lugar a una estética que
se sirva de la eficacia simbólica imaginaria de la forma.

Pensamos con Freud, que la ficción en el niño le permite perder ese efecto de real que lo
ominoso le ocasiona, que resuena en su cuerpo sensible. Un saber hacer con lo real, con el
vacío, con el caos terrorífico que el goce provoca, cuando no se halla articulado a lo simbólico.
La ficción hace pantalla a la palabra, a la voz, a la mirada del Otro.
El juego es el artificio que tiene el niño para poner velo a lo real, cuando no cuenta con el
fantasma fundamental.
Intento de poner velo a esa realidad, que podemos homologar a lo inquietante de la cosa,
que posibilite hacer pantalla a lo terrorífico, al vacío, en la espera que el significante haga su
entrada.
Acercamiento y distancia a la realidad habitada, que posibilita a la vez la creación, la
invención, la construcción del trazo singular en el niño.
El niño en la infancia no cuenta con los recursos imaginarios y simbólicos para responder.
Se encuentra enlazado a un goce parasitario que lo fija en relación al goce del Otro primordial.
Se trata de recursos a construir en la vida o en un análisis, cuando se halla en dificultades su
constitución subjetiva, cuando se encuentra tomado por el sufrimiento.

En el juego y el dibujo, acompañado por la palabra, el niño en su singularidad encuentra su


propio trazo, su propia estética: no hay niño que juegue igual que otro niño.
A partir de la producción del propio trazo que va construyendo, el niño encuentra
respuestas a lo fantasmático que le viene del Otro. Crea su estética y realiza su escritura
fantasmática, camino a la construcción del fantasma en la adolescencia.

El niño arma en sus producciones su propia experiencia estética, en relación a una


modalidad singular, que da cuenta de una verdad en juego, como el artista realiza la suya.
En esa experiencia estética que el niño da a ver en un análisis, el analista está presente
para mirarla, escucharla, e intervenir en el sentido de propiciarla. Posibilitando alojar el plus de
goce con la que se presenta. Intervenir en el análisis en el sentido de la operación de
castración en el niño y en el Otro.
El analista conducirá la cura en relación a intervenciones en lo real y en lo imaginario dando
posibilidad a que la intervención en lo simbólico tenga lugar. Las mismas no se dirigirán sólo al
niño. Será crucial en el armado transferencial hacer participar y operar en relación a los
padres, en el momento adecuado.

Lacan en el Seminario XI nos dice: “El verdadero secreto de lo Lúdico, está en la diversidad
más radical que constituye la repetición en sí misma. Una significación que siempre se
escapa, por esto se repite”. (5)
El variar la significancia, en principio lo inquieta al niño. Le posibilita luego en esa variación,

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el encuentro con lo nuevo que le ocasiona placer.
El juego nace en el vacío del objeto, en el límite de la representación.
El niño con pequeños objetos, restos de objetos, gestos, susurros y palabras, arma su
propia creación: una composición en donde el vacío de la cosa puede aparecer.
Vacío renovable que le permite en la repetición del juego, encontrar su diferencia.
De allí las variaciones que se producen en el juego en un niño y el encuentro con lo no
esperado.
El niño renueva su objeto, lo transforma, le cambia su destino, lo saca del sentido utilitario
que le da la cultura.

El niño como el artista renueva la dignidad del objeto y la suya.

Recordamos lo que nos dice Lacan en relación a la sublimación: elevar el objeto a la


dignidad de la cosa, vacío de la cosa. La sublimación parte de la falta y con la falta construye
su obra, posibilita el juego en el niño.
En el juego de un niño, podemos leer las vicisitudes de la pulsión que nos nombra Freud: la
transformación en lo contrario, vuelta contra sí mismo, la represión y la sublimación.
Vicisitudes de la pulsión que dan forma a lo lúdico.
Estos movimientos que el niño realiza en el juego, nos hablan de la flexibilidad, del recorrido
y de la intrincación de las pulsiones, de su armado pulsional; acompañado con los cambios del
objeto.
Para Lacan, el juego del Fort- da “es la respuesta del sujeto a lo que la ausencia de la
madre vino a crear, en el lindero de su dominio, en el borde de la cuna, un foso” (6). Nos
permite pensar cómo en el juego el niño hace su entrada como sujeto, la importancia de la
construcción de un espacio propio, del que participa el objeto “a” con sus vestiduras
imaginarias y los significantes bordeando el vacío original.
Los aportes de Lacan y de Freud en relación a este juego nos permitirían pensar, cómo en
el análisis con niños se crea y a la vez se realiza, un espacio que llamaremos analítico, donde
se hallan presente su juego y su palabra, por “fuera” del Otro primordial. El analista participa
con su presencia, y con su ausencia, efecto de sus intervenciones.

Cómo pensar la posición del analista en relación al juego del niño

La posición del analista se halla en relación al encuentro con lo enigmático de esta estética
singular, con la que el niño se presenta en el análisis. Interrogarse acerca de su ubicación,
dará lugar a la posibilidad de descubrirla, de propiciarla, en su hacer y en su decir.
Las presentaciones de los niños son variables. En ellas confluyen: balbuceos, palabras,
frases sueltas, dibujos, restos, objetos, entradas y salidas del consultorio. Diversidades donde
el sinsentido se halla presente.

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Nos interesa poner el acento en cómo pensar el lugar del analista en relación a la llegada
del niño en el inicio del análisis. Dejarse sorprender por cómo se presenta. Este encuentro
con su experiencia estética es lo que llamaremos el trazo del Niño.
El trazo del niño puede ser un gesto, una voz, un grito, arrojar un objeto, una o varias
escenas, una palabra, una frase, un signo, un significante...
Este trazo se muestra en una repetición singular, a la que daremos el estatuto de juego,
aunque no se trate de un juego simbólico.
Trazo que tendrá su lógica en el transcurrir de un análisis, que irá sufriendo sus
transformaciones en el juego, en el dibujo, en sus construcciones y en la aparición de la
palabra.
Una producción propia con la que el niño se presenta, que el analista mira, escucha, intenta
descubrir, que toma un valor significante en la escena del análisis.
Encuentro del analista con la experiencia estética del niño, quien interviene para que el
juego continúe, en el alojamiento de un pequeño gesto, una palabra, como respuesta al goce
del Otro primordial.

Los ruidos de un niño de 9 años se hicieron escuchar en el inicio de un análisis. Los padres
consultaron porque se portaba muy mal en el colegio. Había concurrido a “otras psicólogas
sin resultados”. Hacía dos años, había nacido una hermanita con síndrome de down, que
estuvo al borde de la muerte. Una situación familiar que se fue complicando llevó a esta pareja
de padres, a separarse posteriormente.
El niño en la primera entrevista no habló en ningún momento, parecía algo molesto, sólo se
expresaba con ruidos realizados con la boca. Surgió la pregunta: ¿Por qué emitía estos
ruidos, de qué se trataba? Una forma de hacerse oír, en este caso sonora. A esta expresión
del niño se le dio el valor de un juego, escuchándolo con una mirada propiciatoria. No empezó
con una palabra, ni con un dibujo. Comenzó a desplegar una variedad de ruidos a medida que
se lo fue escuchando. La analista intervino ante los sonidos emitidos: “uy que bueno este
ruido”, “ uy! ahora es más bajito, Ahh! Cómo lo haces a mi no me sale”...
Después de algunas sesiones, donde se desplegaron juegos simbólicos, comenzó a traer
una flauta y un cuadernito donde se leían con su propia letra escrita, canciones inventadas.
Mientras cantaba en sesión se acompañaba por momentos con la flauta.
Podemos pensar, cómo el ruido, alojado como trazo del niño, tuvo un valor significante para
la analista. Restos de goce del inicio tuvieron su pasaje a una composición musical. La
poiesis del analizante se hizo presente en las canciones que compuso, con su palabra.
El niño, a partir de las intervenciones del analista, realiza su creación, reubica los goces, los
rectifica.
Al final del análisis el niño contó que su nombre era igual al de un músico admirado por sus
padres cuando se conocieron. Podemos preguntarnos qué hubiera pasado si no se alojaban
aquellos ruidos. Modalidad de presentación en el inicio del análisis.
Restos no apropiados por el Otro, guardaban algo que lo representaba.

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El niño como el artista renueva la dignidad del objeto y la suya.
El analista poniendo en juego su deseo no puede ser ajeno a los interrogantes que su clínica
le presenta. Se halla marcado por la época y por los aportes que la cultura le brinda, en el
encuentro con lo enigmático de su práctica con la cual se deja sorprender.

NOTAS
(1) Heidegger, M. “Arte y poesía” Bs.As. Fondo de Cultura Económica, 1992, págs. 21,62, 63
(2) Cirlot, L. “Primeras Vanguardias artísticas”. Bs. As. Ed. Del cifrado, 2006, pág. 7
(3) Lacan, J. “La ética del psicoanálisis”. Seminario VII. Bs. As. Ed. Paidos.1988, págs. 125 -
170.
(4) Freud, S. “Lo Ominoso” en Obras Completas. Bs. As. Ed. Amorrortu. 1986, pág. 217
(5) Lacan, J. “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, Seminario 11. Bs. As.
Paidós. 1995, pág. 69.
(6) Ibid.pág.70

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