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LOS DOCE PORTALES DEL ALMA

La vida tiene una apariencia y una esencia. Entre la apariencia y la esencia existe
la conciencia que es lo que cualifica la vida, es cualidad que da colorido a la vida.
El alma es lo que aparece entre la esencia y la apariencia, entre el espíritu y la
materia, el alma es cualidad de la vida.

La materia es espíritu, todo es espíritu en diferentes octavas vibracionales, todo son


octavas vibracionales del espíritu. Cuando en el ser humano, el cuerpo toma
conciencia de que es espiritual se inicia el camino de retorno; ese es nuestro
propósito, nuestro destino. Los 12 portales del alma tienen que ver con cómo vivir
espiritualmente en la vida cotidiana, cómo podemos ser partícipes del plan de la
creación, cómo podemos usar esas energías del alma, que es aquello que somos,
para sanar la vida, sanar nuestra vida, sanar nuestras relaciones, sanar el planeta.
Cómo acceder a ese cuerpo de conciencia y ser nosotros mismos, ser lo que somos,
una chispa de Dios en el templo sagrado de nuestro cuerpo.

La vida es energía. Vivimos en un mundo de energías y somos parte de ellas,


nuestro cuerpo es una fusión de energías y fuerzas.

Tenemos siete grandes chakras o ruedas de energía; tres debajo del diafragma,
tres encima del diafragma y un centro integrador (sexto chakra). Primer centro; está
ubicado en la base de la columna vertebral, segundo centro en el sacro; tercer
centro, plexo solar, entre el ombligo y la base del esternón anclado en la parte
posterior en la columna; cuarto centro, a la altura del corazón y quinto centro a la
altura de la garganta también anclados en la parte posterior en la columna; sexto
chakra, único centro anclado por delante a la altura del entrecejo y séptimo centro
en la coronilla.

Los centros de energía debajo del diafragma representan la condensación de la


evolución en el plano físico, en el emocional y en el mental, que ascienden a través
de nuestra humanidad para conformar una personalidad integrada que es el
vehículo del alma.

El estadío de conciencia mineral está representado en nuestro cuerpo físico con


todas sus propiedades energéticas; el estadío de conciencia del reino vegetal está
representado en nuestro interior por todo nuestro campo de conciencia emocional
y en el tercer estadío de conciencia del reino animal empezamos a conquistar la
mente, aparece el cerebro que representa el acceso al campo de conciencia mental
para así humanizarnos en el cuarto reino, en el corazón y ascender al reino del
alma.

El primer chakra corresponde a la glándula suprarrenal. Representa en nosotros el


metabolismo del agua y los minerales, toda la fuerza ancestral de la conciencia del
reino mineral en nosotros.

El agua es la onda portadora de toda nuestra vida, no sólo disuelve nuestros


minerales, si no también es la onda portadora de todos nuestros pensamientos y
nuestras emociones. El patrón de organización del agua cambia con cada
pensamiento, con cada emoción y sentimiento, con todos nuestros hábitos.
Nosotros somos los navegantes de ése océano interior de vida.

El legado del reino mineral es la transparencia, la capacidad de dejar pasar la luz.


De los mismos componentes de una roca oscura está hecha la piedra preciosa que
revela la luz, su transparencia está hecha de coherencia en la organización de sus
componentes.

Ese legado de coherencia que permite la transparencia y que nos muestra esa
evolución que consiste en dejar pasar la luz, está en nosotros cuando somos
coherentes; cuando tenemos un patrón de ordenamiento interior emocional, mental,
relacional que nos permite dejar pasar la luz.

Cuando nuestro pensar sentir y actuar son armónicos, somos coherentes, entonces
revelamos la luz y la ampliamos en nuestras relaciones.
El séptimo centro en la coronilla es relacional, es conectividad, es conciencia de lo
trascendente; corresponde a la glándula epífisis o pineal que sintetiza melatonina,
hormona que responde a la luz. El primer centro, el reino mineral es nuestra raíz
que ha ido ascendiendo a través de nosotros para revelar el espíritu contenido en
la materia. Esa raíz nos da la fuerza vital.

“Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y vuelen las raíces a continuas
metamorfosis” Juan Ramón Jiménez.

El segundo centro es el sacro que representa la zona del sagrario donde se oficia
el ritual sagrado de la unión entre los pares de opuestos.

Es el misterio del reino vegetal que alcanza la posibilidad de reproducirse, de


florecer, de fructificar y que alcanza el misterio de la eternidad porque las células
germinales son células eternas; esas células están en los hijos y en los hijos de los
hijos; a través de esas células lo que realmente se reproduce es un programa de
conciencia.

Cuando los pares de opuestos se unen revelan que son complementarios y surge
la armonía que es el legado de la evolución del reino vegetal. Es allí donde
florecemos por primera vez a la unidad.

La armonía es aquello que resuelve el conflicto, la fricción. Todos atravesamos el


conflicto desde que nacemos. El aprendizaje de las lecciones de la vida es doloroso;
cuando vivimos el dolor desde la víctima, es decir desde la perspectiva de quien
sufre y no de quien aprende, seguimos luchando entre los opuestos, pero quien
revela que no hay opuestos que sólo hay complementarios, entonces resuelve el
conflicto entre los opuestos revelando su unidad desde la complementariedad y
revela la armonía. Siempre en el centro del conflicto hay un vórtice de armonía que
representa un punto de emergencia de la conciencia.

La armonía está representada en el reino vegetal como la devoción por la luz, una
planta busca la luz, vive de la luz, sintetiza la luz (fotosíntesis). En general el color
dominante del reino vegetal es el verde que es la síntesis entre los colores fríos del
espectro y los cálidos, es el punto medio, el punto de transición, representa el Fa
natural nota media de la escala. Es un punto de transición entre la luz y la oscuridad.
La armonía entre el cielo y la tierra se expresa en el color verde. Cuando la luz
desciende y fecunda la savia a través de la raíz, esa savia puede ascender y
convertirse en flor. La flor es la conjunción entre la luz y la sombra, de ahí su
colorido; y allí es posible fructificar y dar semilla pero la semilla sólo puede germinar
en la oscuridad de la tierra buscando la luz. Los opuestos son complementarios
porque son armónicos.

El reino vegetal tiene una vibración aún más sutil que es la de la entrega, que
produce la armonía. Tal vez no hay nada más armónico que la entrega. En la
entrega se alcanza la unidad. El reino vegetal se ofrenda: la flor, el fruto, el oxígeno.
El reino vegetal se entrega a todos los reinos del planeta y a esta radiación la
llamamos la radiación del amor, por eso florecemos literalmente al amor cuando
abrimos los pétalos del corazón, por eso el cuarto chakra, el del corazón es verde y
su nota Fa.

Tres claves para la armonía que son el legado del reino vegetal en nosotros:
devoción, sencillez y amor.

La devoción que canaliza las fuerzas de la vida y les da sentido, les da dirección;
en el hombre la devoción se vuelve sagrada se hace consagración, cuando nos
consagramos a una causa la vida se hace sagrada y espiritual. La devoción es de
dos vías, por la luz y por la sombra, es buscar la luz atesorándola en el corazón,
para dar la espalda a la luz e irradiarla en la sombra.

La sencillez es producto de la síntesis, sólo lo sintético puede ser íntegro, sólo lo


íntegro puede ser sencillo, lo complicado está hecho de muchas cosas. La raíz no
es sencilla, la flor no es sencilla, lo sencillo es el árbol. En la sencillez se conquista
la unidad más allá de la dualidad. Ser íntegro, auténtico y sencillo. La sencillez nace
del abandono y el abandono produce fluidez, el momento de cada momento, fluir
sin expectativas, sin programaciones, entrega al presente.
El amor, nosotros somos un campo relacional cuya esencia es el amor, es lo que
hace que todo vibre con todo, que todo resuene con todo, no hay nada
desconectado de nada. El amor me lleva a la genuina humanidad porque lo que
ocurre a otro me ocurre a mí. Es lo que me hace sensible y vulnerable a la vida.
“Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”, “El fruto del amor es el
servicio” Madre Teresa de Calcuta.

Todo aquello que nos lleva con la fuerza del deseo y va ascendiendo a la aspiración
nace en el segundo centro. Es la fuerza de la procreación, de lo que va en pro de la
creación de nuestras palabras, nuestros proyectos de vida, nuestro trabajo. Que
nuestras palabras estén llenas de la fuerza de ese sagrario del que florece y se
multiplica la vida. De eros a logos, del segundo centro al quinto centro en el que
expreso la conciencia de lo que soy a través de la palabra.

El tercer centro representa al reino animal. El plexo solar es el primer gran sol, es
un sol de libertad, nacemos a nuestra primera libertad, allí somos capaces de
conquistar un territorio, tener un sentido de territorialidad que ha nacido con el reino
animal a través de la conquista del movimiento; podemos movernos, quedarnos
quietos, devolvernos; nace la libertad de opción que prepara el ser humano y el
descenso del alma.

El cerebro nace del movimiento y el movimiento es la primera clave de la libertad de


opción. Esa libertad es la finalidad de la evolución; el libre albedrío es el don más
sagrado de la humanidad. El cerebro es un procesador del campo de relaciones en
que nos movemos.

En la medida en que nos liberamos con los otros alcanzamos la autonomía, la


autonomía de la interdependencia que nos hace libres y no la autonomía de la
dependencia del ego que nos hace esclavos.

En el plexo solar o tercer centro nace el guerrero que conquista un territorio externo
que prepara la vía al cuarto centro cardíaco. En el tercero conquistamos un yo, en
el cardíaco conquistamos el yo expandido en el nosotros. En el plexo solar
poseemos y en el cardíaco entregamos nuestras posesiones, son complementarios.
En el plexo solar nacemos a nuestra libertad y en el cardíaco nacemos a nuestra
responsabilidad, entonces ya no usamos nuestra palabra para poseer y dominar,
sino para liberar.

La responsabilidad es lo que en términos humanos expande nuestro territorio, el


territorio humano no es el de las posesiones, el territorio humano es el de las
responsabilidades. En el alma la responsabilidad es el derecho más sagrado.
Nuestros deberes son nuestra oportunidad más sagrada para servir y servir es la
oportunidad más bella para vivir desde el alma, entonces podemos disfrutar
nuestros deberes.

La alegría se corresponde con todas las otras emociones y las hace positivas; una
emoción negativa es una emoción retenida, una emoción vivida con alegría es una
emoción liberada. Si podemos vivir el miedo con alegría; la alegría diluye el temor,
si podemos observar nuestro temor y reírnos de nosotros mismos, entonces la
energía asciende arriba del diafragma y se humaniza, se hace una energía creativa.
Responsabilidad sin alegría es seriedad, es perfeccionismo, es la prisión del debería
ser; la obsesión de la perfección vivida con alegría es consagración. Una pizca de
alegría en la tristeza es serenidad. “La paz comienza con una sonrisa” Madre Tersa
de Calcuta.

Un discípulo del alma es un maestro de las emociones, es un maestro de la


canalización de los impulsos de su propia vida. Sin los impulsos sería imposible
vivir, ni siquiera sobrevivir.

Los impulsos se han de volver pulsos y los pulsos ritmos, una vida vivida
rítmicamente es una vida en armonía. Si negamos nuestros impulsos no vamos a
tener pulso ni ritmo. Si dejamos desbordar nuestros impulsos nos ahogamos en
ellos y en cualquier caso no podemos vivir nuestra vida con responsabilidad
entonces nuestros deberes se convierten en una pesada carga, no podemos
disfrutar, nos perdemos el gozo de la vida y gozo es levedad.

La responsabilidad lleva implícita la paz; “El fruto del servicio es la paz” Madre Tersa
de Calcuta. La paz es la pausa, cuando no entramos en pausa somos
irresponsables, perdemos el ritmo, la vida es oscilación rítmica, la enfermedad es
pérdida de ritmo. En la pausa habita el alma, solamente desde el silencio y la pausa,
nace lo que es significativo. El arte sublime del contacto con el alma, es el de
mantener la mente firme en la luz. Cuando tenemos la mente firme en la luz del
entrecejo, en el sexto chakra que es el centro integrador de los centros, del
hemisferio derecho e izquierdo, de lo masculino y lo femenino, de la personalidad y
el alma; estamos sintetizando toda nuestra personalidad; nuestro cuerpo físico,
emocional y mental se unen en una corriente coherente, se integran y forman una
sola unidad. A esa unidad la llamamos la personalidad integrada y en la
personalidad integrada el alma se revela en la vida cotidiana. “Por sus obras los
conoceréis” Mateo 7, 15-20.

Con cada una de nuestras acciones, vamos construyendo con una vibración sutil un
templo y así el alma va encontrando una más amplia expresión. A veces creemos
que todo aquello que hacemos se pierde, pero nada se pierde, todo queda en una
memoria permanente al acceso del alma, a través de la cual madura su experiencia
en la vida, en el seno de una personalidad y un cuerpo físico, para así revelar de
una manera más amplia y brillante su luz. Así que cuando nosotros hacemos una
buena acción, cuando servimos, estamos construyendo en materia más sutil,
estamos aportando una piedra a la construcción del templo del alma. Es la
construcción a través del dar, para que lo vivamos en la vida cotidiana según las
leyes del corazón que es en nuestro cuerpo la traducción de las leyes del alma. El
alma es la cualidad de nuestra vida, es nuestra conciencia, somos nosotros.
Las 4 triplicidades son las bases del templo del alma, los portales, los pilares del
alma:
1) Responsabilidad-Inclusividad-Participatividad
2) Soledad-Serenidad-calma
3) Desapego-Intuición-Sabiduría
4)Impersonalidad-Indiferencia-Libertad
Tomado de: Los Doce Portales del Alma, Jorge Carvajal. Formación Manos, Vía
Vida. Sanación 2012, Sai Medicare ColOMbia. Frases tomadas de cvc.cervantes.es
y www.proverbia.net

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