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Para entender de donde vienen estos mitos debemos partir desde el nacimiento del audio
digital. El audio digital fue inventado gracias a la “Modulación por impulsos codificados” de Alec
Reeves, que consiste en representar una señal de audio eléctrica en muestras de intervalos
regulares almacenados en números binarios, estas representaciones tenían pequeños errores
que generaban “ruidos” que podrían compararse con el hiss que se generaba en la grabación
análoga.
Años después, gracias a la invención y evolución del transistor la creación de los dispositivos de
audio se hizo posible. En 1977 Sony and Phillips desarrollaron los primeros prototipos de
grabación digital donde se podía almacenar y reproducir información de audio, sin embargo, en
este punto las grabaciones de audio análogo aun eran “más agradables” ya que en la época aun
no existían conversores de audio análogo – digital o digital - análogo que fueran capaces de
hacer una conversión de alta calidad, esto sucedía por 3 razones principales; cambios de
voltaje, falta de precisión de los relojes de sincronización, baja resolución del conversor.
Existían varias teorías matemáticas para resolver estos problemas, lastimosamente aún no se
tenía la tecnología necesaria para llevar a cabo estas soluciones.
Por muchos años el audio digital estuvo se dio a la tarea de generar representaciones más
limpias y más fieles a sus señales originales. Afortunadamente, gracias al desarrollo tecnológico
de software y hardware de audio es posible llevar la teoría a la práctica y por fin lograr audio
digital de alta calidad. Desafortunadamente, la tendencia de los consumidores principalmente
en la industria de la música es optar por opciones de menor calidad de audio ya que estas son
más económicas (muchas veces gratis) y cómodas (ocupan menos espacio de almacenamiento),
partiendo de esto es difícil que un consumidor común tenga una idea clara y argumentos
válidos a la hora de decidir que es mejor.