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LN

FOBIAS, HISTERIAS Y OBSESIONES


Especificidades de las neurosis en
la niñez y adolescencia
Clase VII:
Las formaciones de la histeria en tiempos
de la primacía de la imagen
Prof. Dra. Marisa Punta Rodulfo Marisa y
Ricardo
Rodulfo
E l pensar en las histerias hoy me hace reflexionar acerca de la “histerización” del
planeta: es el momento de la performance en el cual ser es exhibirse, es ser a partir del otro. Se
trata de un desplazamiento del eje alrededor del cual se edifica lo que uno es: a lo largo de la histo-
ria y para las más distintas sociedades, la subjetividad ha sido siempre concebida como una cons-
trucción desde adentro de sí mismo (intra-dirigida) mientras que hoy en día la misma se construye
desde afuera o desde los otros (alter-dirigida). Son estos los valores que priman en el siglo XXI
aunque los mismos se vienen imponiendo desde el siglo XX a partir del capitalismo y de la sociedad
de consumo.

Uno de los ejemplos que me gustaría citar en esta clase es una escena de Toy Story III. Es
interesante el recorrido que hacen sus realizadores a lo largo de las tres películas: en Toy Story I el
protagonista es un cowboy-sheriff, Woody; en la segunda se incluye a un hombre del espacio, Buzz
Light Year; y en Toy Story III aparecen, por primera vez, Barbie y Ken.

En una de esas escenas Ken le muestra a Barbie su cuarto de vestir, en donde tiene una
importante cantidad de ropa. Los dos se entusiasman mucho al respecto, contando Ken con
una vestimenta para cada ocasión: vestimenta de kung fu, de tenis y baloncesto, traje espacial,
vestimenta de campo y también de “hippie”, entre otros. De pronto Ken se entristece porque dice
que allí donde vive nadie aprecia toda esta ropa, pero Barbie lo consuela pidiéndole que él desfile
para ella. Es entonces cuando Ken hace de modelo, con una música muy divertida, interpretando
con gestos y movimientos cada traje a lucir, estando muy presente allí el armado de escenas y la
teatralización según la cual “yo soy respecto a qué atuendo me pongo” (ser = aparecer), tal como
viéramos en clases anteriores respecto al paciente que se caracterizaba de gaucho, como si ello
fuera suficiente para ser un hombre de campo.

Barbie estaba tendiéndole una trampa a Ken para sacarle información con respecto
a un tema lateral. Entonces, en un momento de distracción de Ken, ella lo ata y lo amenaza con
romperle sus valiosas prendas si él no habla, amenaza a la cual Ken se puede resistir sólo en un
principio, cediendo rápidamente luego de la rotura de dos de sus vestimentas. Es muy interesante
el detalle sutil en que los realizadores de la película colocan la tortura máxima que resultaría para
los protagonistas: romper su guardarropa es literalmente romperlo a él. Tal es la captura especular
que nos habita, que no es ni buena, ni mala, que no debemos demonizar ni tampoco banalizar, pero
sí reconocer y estar alertas en que producen subjetividades distintas.

Por ejemplo, ese pudor que se sentía en otros momentos de la historia por el mostrarse
ahora es necesario para ser. Actualmente los medios han tomado la posta y de la mano de
Twitter, Facebook, Myspace y otros no sólo nos mostramos como protagonistas sino que también
producimos nuestros propios videos de nuestra propia intimidad.

En su libro La intimidad como espectáculo1 Paula Sibilia, antropóloga argentina, hace un


recorrido de las tapas de la revista Times, la cual todos los años publica allí a la figura de dicho
año -figura que no tiene para la revista una connotación positiva o negativa. En 1938 apareció en
su tapa Hitler, en 2004 George Bush y en 2006 un “espejo como la figura del año”. O sea, lo
que nos está planteando Times con esta tapa es que hoy en día somos a partir de ser mirados y
de mirarnos.

1 Sibilia, P. (2008).

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Paula Sibilia también nos comenta acerca de una publicidad de Botox en la cual una mujer
de aproximadamente cincuenta años dice: “Yo no quiero ser distinta a mí misma. Quiero aparecer
como yo misma”. Podemos leer allí que el aparecer está reemplazando al ser y, a la vez, que el ser
es el aparecer frente a otros.

Una cuestión que me llama mucho la atención son esas miradas que parecen atravesar
el espacio, como bañando a todos los objetos, mirada que no parece enfocar a nadie, lo cual se
acentúa en los/as modelos. Estas miradas transforman muchas veces la cara de estas personas;
uno dice “¡Qué cara de tonto/a!, porque parecen reflejar un vacío de pensamiento; están para la
pose, están para seducir. Es notable el esfuerzo que hacen para ponerse en el lugar del objeto
del deseo de todos, no como algo dedicado a la alteridad sino para despertar en el otro un objeto
de fascinación. Sin embargo, no provocan una pasión erótica. Es como si un profesor diera una
clase para mostrar sus oropeles, sus conocimientos, para lucirse, para seducir, en lugar de tratar
de compartir conceptualmente algo con sus alumnos, produciendo así entre todos un efecto de
conocimiento. En realidad lo importante es cuánto uno sepa transmitir su saber y cuánto el otro
pueda aprovechar de eso.

Actualmente podemos observar también una creciente hiper-sexualización tanto de hombres


como de mujeres, lo cual horroriza a unos cuantos autores que la consideran como una característica
negativa en nuestra cultura. Yo creo que desde nuestro campo debemos pensar acerca de ello y
acerca de sus consecuencias sin juzgarlo. Ahora bien, si nos encontramos en una sociedad sumergida
en estas cuestiones, ¿Qué hacemos entonces cuidar una singularidad? ¿Cómo pensamos a partir de ello
la neurosis histérica?

Desde mi punto de vista es necesario hacerlo de un modo distinto al propuesto por Freud y también
al modo en el que la concebíamos hace unos años, lo cual reafirma que no hay verdades establecidas una
vez y para siempre ya que, por un lado, cada subjetividad es diferente, y por otro, también son diferentes
las circunstancias históricas y sociales que condicionan a la misma, tal como nos enseñan la Antropología
y la Sociología.

Tanto es así que, como dijéramos la clase anterior, actualmente no encontraremos con frecuencia
la “gran histeria” de la época de Charcot; tampoco hoy en día hay tantas personas decididas a cuidar a una
persona histérica aquejada por síntomas conversivos como en ese entonces. Al desaparecer el beneficio
secundario, desaparecen una cantidad enorme de “personas enfermas”. La teatralización y el armado
de escenas se transforman y tejen su entramado de acuerdo a categorías epocales: en estos momentos
ocupan su lugar la anorexia, la bulimia, la escarificación, etcétera. (La escarificación es el acto de dejar
marcas sobre la propia piel, también denominado como automutilación  o violencia cutánea. La gran
problemática que éste último tópico nos plantea es la ligada al erotismo y finalmente al masoquismo2).

En los comerciales tanto las mujeres como varones somos tipificados de forma binaria. Los medios
de comunicación proponen imágenes de mujeres “filiformes” (tan delgadas como hilos), imágenes
anoréxicas, imágenes de mujeres luciendo aspectos parciales de su cuerpo como las largas cabelleras
agitadas al viento, imágenes de las mujeres-madres que alimentan o limpian… ninguna publicidad de
shampoo va a mostrar a una mujer estudiando. En contraposición observamos imágenes masculinas de
figuras musculosas o poderosas, manejando coches de alto valor en el mercado, donde el varón aquí
subsume su identidad al automóvil de alto costo. Esto tiene que ver justamente con las categorías de
género que una época impone y vende, sobre todo en un mundo globalizado donde, además, importamos
estas categorías rápidamente.
2 Assoun, P.L., Jurado de la defensa de tesis de C. Rioult: Scarifications et tatouages chez les jeunes dans la société d’au
jourd’hui: une écriture sur le corps; 23 Enero 2009. Laboratoire de psychanalyse et pratiques sociales - CNRS Université
Paris VII – Denis DIDEROT Ecole doctorale Recherches en Psychanalyse.

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Una semióloga argentina hizo su tesis acerca de la publicidad radial en el interior del país, en la
provincia en que reside. Un fragmento analizado decía algo así como “Señora, son las once de la mañana.
Ya ha terminado con la limpieza de su casa. Sus hijos están en la escuela pero pronto han de llegar. Su
esposo está en su trabajo pero también pronto ha de llegar. Tiene que esperar a todos con la comida… ¡Ya
es momento de ponerse a cocinar!”.

En distintos medios de comunicación apareció la noticia acerca de que “La delgadez de las modelos
de Victoria´s Secret generó polémicas en octubre de 2014. La empresa de lencería debió disculparse por
haber lanzado una campaña en la cual se leía el slogan ¨El cuerpo perfecto¨ mientras las chicas flacas se
mostraban en bikini” 3.

Como lo mediático exige, a la vez, ser políticamente correctos, hay una nueva tendencia, una
nueva moda, en donde la propaganda más cool es, por ejemplo, dar el mensaje contrario: “No importa
el cuerpo que tengas”. Tal es así que en otra publicidad se ven mujeres de todas las razas y de todos
los cuerpos: mujeres obesas, mujeres delgadas, mujeres anoréxicas. Esto obtiene crítica y cuanto más
aumenta la crítica más empiezan a circular comentarios en Twitter, Facebook y demás redes sociales que
le hacen más propaganda aún a la propaganda. Se trata del mundo actual, en el cual todos tenemos que
estar informados las veinticuatro horas. Informados/ Performados.

Entonces, ¿cómo hacer a la hora de elaborar un diagnóstico diferencial, para poner sobre la balanza
tanto lo que está imperando en el espacio ciber como aquello que le está sucediendo en particular a la
subjetividad que tenemos enfrente? O… ¿podemos seguir intentando separar lo producido por el ciber
espacio de la subjetividad producida? Aún no contamos con respuestas satisfactorias… Tema que planteo
para transmitir mis pensamientos actuales y para estimular curiosidad. Nada mejor para investigar que la
curiosidad creativa.

Espero que puedan compartir conmigo esta curiosidad que despierta lo nuevo.

Prosiguiendo la clase con el desarrollo de materiales, a continuación analizaremos el pequeño


fragmento del breve período en que vi a Victoria, el cual nos permitirá precisar tanto teórica como
clínicamente la temática de las histerias que venimos desarrollando.

Victoria llegó a la consulta por padecer compulsión masturbatoria desde pequeña, caracterizada
por ausencias. Llamaba la atención no sólo su altura sino también el tratamiento de su cuerpo, no estando
su vestimenta acorde a su edad. Al preguntar sobre este tópico los padres argumentaron que, dada la
profesión del padre, la familia tenía acceso a ropa y calzado de marcas no sólo costosas sino, además,
de mujeres adultas, por lo cual la niña utilizaba ese tipo de atuendos. En muchos momentos y durante
bastante tiempo dudé si Victoria había sido abusada sexualmente; como veremos luego su gráfica estaba
plagada de elementos sexuales. Sin embargo el material no presentaba las características traumáticas
que encontramos en materiales de niñas que han sido objeto de abuso, lo cual me llevó a inferir que la
hipersexualización que ella presentaba se debía a una erotización temprana.

Como la niña tenía un desarrollo prematuro, vello pubiano, también en axilas y piernas, su pediatra
le había anunciado que la menarca se le anticiparía, lo cual, como hipótesis, vinculé a la hipersexualización
enunciada anteriormente.

Su padre era dominante y posesivo tanto de su hijo varón como de su hija mujer, pero sobre
todo de esta última, no dando lugar para un reconocimiento de Victoria en tanto alter. Inmediatamente

la transformó en su Victoria; la niña era “todo” para él. La madre era así relegada a un segundo plano,
3 Link: http://ahguapas.infonews.com/nota/169712/polemica-publicidad-de-victoria-s-secret

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denigrada por el padre y su hija y, a pesar de ser una mujer con valores a resaltar, no se la tenía en cuenta
en el ámbito familiar.

Tanto el padre como Victoria se negaron sistemáticamente al proceso analítico, razón por la cual
su tratamiento duró muy poco tiempo, tiempo durante el cual, en el marco de la transferencia, fui objeto
de hostigamiento tanto por parte del padre como por parte de la niña. Victoria le decía a su padre al
salir de las sesiones que yo era una ladrona, una estúpida, que sólo decía tonterías, que además le metía
tonterías en la cabeza y que, como ella venía los miércoles, por mi culpa todos los martes a la noche tenía
pesadillas. Es decir que yo era la culpable de todos los males que la aquejaban y, además, que con ella
jugaba y que por qué me iban a pagar una consulta para que ella jugara, siendo que para eso podía ir con
cualquier amiga.

Todo esto no sólo era escuchado por su padre sino también, por supuesto, ratificado. Él sostenía
que el tratamiento no servía para nada, aunque en el escaso tiempo transcurrido había cedido la
masturbación compulsiva. La madre estaba muy angustiada por toda la situación pero, a pesar de tener
conciencia de la gravedad del problema, no podía hacer nada para cambiar las cosas. Fue ella quien en un
momento inicial solicitó la consulta, oponiéndose luego a terminar el tratamiento. Pero la desigualdad de
fuerzas no inclinaba la balanza a su favor.

La masturbación de Victoria había empezado tempranamente, alrededor de los cinco o seis años,
pero tanto el pediatra como el papá estaban seguros de que eso iba a pasar solo y que no había motivos
para consultar.

A Victoria le costaba mucho abrirse a la reflexión sobre sí misma y se cerraba ante las críticas
respecto a ella. La mamá planteaba que Victoria era una niña muy inteligente; su papá en cambio no
decía nada respecto de este tópico. Ambos señalaban que a toda costa ella necesitaba ser reconocida, que
todo lo que hacía debía ser muy elogiado, que siempre había que ponderarla puesto que, de lo contrario,
inmediatamente se sentía criticada. A la vez, la niña era extremadamente lúcida e incisiva en relación
a la crítica hacia los demás: se volvía muy dura cuando se trataba de la madre o en la transferencia
conmigo. Yo fui demolida durante todo el tiempo que duró el tratamiento, razón por la cual se me hizo
muy difícil la transferencia con ella y sobre todo con su papá. Respecto al vínculo con su madre, Victoria
tenía una relación de rivalidad, pero no la rivalidad común que uno puede ver en todas las niñas, sino una
particularmente acentuada.

Habitualmente se abroquelaba y aislaba, sobre todo en los momentos en los que se masturbaba
compulsivamente -rasgo que he notado en todos los pacientes con masturbación compulsiva: literalmente
no están allí. En esos momentos, su papá podía alzarla y llevarla al cuarto pero ella no se volvía a conectar,
lo cual marcaba lo severo de su problemática.

Llamó mi atención, en la segunda y tercer entrevista, el relato del padre acerca de un problema
de salud importante que él tenía, problema que lo ponía en riesgo de muerte, por el cual sin embargo no
realizaba consultas ni con un analista, ni con un especialista. Inicialmente la forma abierta en la que se puso
a hablar hizo que yo creyera que él estaba depositando un voto de confianza en la situación transferencial:
se encontraba muy angustiado porque tenía que realizar un viaje de dos días. Lo invité a reflexionar acerca
de la conveniencia de efectuar el mismo puesto que había tenido recientemente un episodio de magnitud
considerable. A las tres entrevistas siguientes el padre no concurrió: estaba fastidiado conmigo ya que,
según su opinión, yo había utilizado esas entrevistas para meterme en su vida privada cuando él, en
realidad, había venido a la consulta estrictamente por Victoria, solamente por “ese tema” que no podía
dominar y que tenía que ver con ese aislamiento de la niña.

En esas dos primeras entrevistas también me enteré de que en muchos aspectos el padre funcionaba

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como un adolescente, realizando proezas propias de otra edad, poniéndose permanentemente en riesgo.

Su actitud para con Victoria era de “quedársela para él”. La mamá planteaba que cuando el padre
pasaba todo el sábado y el domingo con los chicos la niña tenía problemas para conectarse con ella
porque, además de rivalizar, se ponía en el lugar de mujer del padre, intentando desalojarla a ella. Había
tenido gestos como empujarla -lo cual era negado por la niña-, y si bien nunca había llegado a pegarle sí la
había topeteado ante una escena que no era de su agrado. Además, Victoria no aceptaba sus propuestas.
La madre decía que ellos eran compinches pero que le llamaba la atención el hecho de que la dejaran
aislada. El padre decía que ella no ejercía ningún atractivo para con los niños porque era muy intelectual
y se dedicaba demasiado a los libros.

El aspecto físico de la niña era exactamente igual al del padre. Tanto era así que la ropa se la
compraba con él. Si uno la veía con la mamá podía pensar que ella era hija adoptiva: la madre tenía la piel
y el cabello oscuros mientras que Victoria era de piel clara y cabello rubio, como su papá.

La forma en la que habían resuelto enviar los honorarios era a través de la niña, pero en lugar de
hacer como los otros chicos, que no le dan importancia y los entregan, Victoria abría el sobre, reparaba
en su contenido y dedicaba el viaje de vuelta -sobre todo cuando regresaba con su padre- para decir todo
lo que se podía comprar en lugar de pagar los honorarios de esa “estúpida”, que lo único que hacía era
decirle pavadas o proponerle actividades para jugar.

Nos centraremos ahora en el último tramo del trabajo con Victoria, el cual duró alrededor de seis
meses. No pensé en ningún momento, ni tampoco se lo dije a los padres, que la niña se encontrara en
condiciones de terminar el tratamiento. Si bien el síntoma de la masturbación compulsiva había cedido,
la niña aún presentaba una formación histérica muy cerrada, rígida y ácida para su corta edad.

Durante todo el primer tramo, el cual se prolongó aproximadamente por cuatro meses, Victoria
venía a la consulta y se quedaba en silencio. Sólo en algunas ocasiones surgía algún tema y yo trataba de
crear un espacio transicional como para poder trabajarlo, después de lo cual ella “se ablandaba” un poco.

Hallándose avanzado el análisis y surgiendo en el material, le hablé acerca de su masturbación,


comentándole que yo sabía que ella “se tocaba”, a lo cual la niña contestó que no, que “se rascaba porque
le picaba”, argumento que dan casi todos los niños frente al tema de la masturbación compulsiva. Le dije
entonces que eso que ella llamaba “picazón” era sentir “unas cosquillitas” y que era algo que casi todos
los niños y las niñas sentían y así también a veces se tocaban, pero que cuando lo hacían, era en privado.
Agregué que a ella le estaba pasando algo porque lo hacía delante de los demás, todo el tiempo; que a
veces no podía parar y que, además, era como si se desmayara en dichos momentos y eso era lo que les
preocupaba a los papás.

En la época final el trabajo se vio interrumpido tres veces: la primera porque se habían ido unos
días de vacaciones y la segunda porque ambos niños se habían ido a la casa de un familiar. Eran cosas que
en general organizaba el padre, combinando estos viajes con viajes de trabajo y donde sutilmente dejaba
sola a la madre. La tercera interrupción se había producido por vacaciones de toda la familia. Ellos no
registraban estas interrupciones, ni tampoco la necesidad de recuperar las sesiones en otras ocasiones en
las que la niña no pudiera concurrir.

También en este último tiempo Victoria trajo algunos sueños que me parecieron significativos,
así como sus gráficos. Antes de iniciar el análisis de los mismos he de recordar que los sueños en forma
de pesadillas surgen en el momento de las fobias universales y tienen esta característica de pesadilla
justamente porque lo que se está atravesando es el reconocimiento de la alteridad, de que el otro no es
igual que yo; que si el otro es distinto, a la vez yo soy distinto de todos, y entonces me reconozco como una

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singularidad que, entre otras cosas, tiene que asumir su desear. Recordemos que cuando no aparecen los
sueños en forma de pesadillas, alrededor de los dos o tres años, debemos alarmarnos ya que esto puede
implicar un fallo en la constitución del extraño, es decir, un fallo en la constitución subjetiva.

Pasemos al relato del primer sueño:

“El miércoles estaba con mi mamá, nos robaban la camioneta y a mí me querían secuestrar… Era
una mujer grande y cuatro personas”. (Su familia se componía de cuatro personas).

Respecto de ello Victoria realizó las siguientes asociaciones:

“Primero yo me desperté y no podía dormir, me desvelé… Mi mamá me dijo que leyera, que
hiciera algo, pero yo no podía, estaba muy asustada. Estaba re transpirada”. “Cuando era chiquita dormía
directamente con ellos o me dormía en su cama y luego me pasaban a mí cuarto. Me despertaba mucho a
la noche”. Al evocar esta escena infantil la niña remarcaba que lo que más le llamaba la atención eran los
palos de la cuna.

Victoria asoció su pesadilla con un elemento desconocido por mí hasta ese momento: la niña
se despertaba, se desvelaba, y su madre le daba toda una serie de recursos para que pudiera seguir
durmiendo, pero finalmente Victoria terminaba durmiendo en la cama de sus padres, del lado de su papá.
Este aspecto del material no había surgido ni en las entrevistas con los padres, ni en las sesiones con la
niña.

Victoria me contó también que ese día (el del sueño) se pasó a la cama de sus padres. Es decir que
todo esto estaba aconteciendo en la vida de una niña que ya concurría a la escuela con toallitas femeninas
por si le venía la menstruación.

La compulsión a la masturbación fue adquiriendo así una significación más delineada a la luz de
esos nuevos elementos: el de la proximidad de los cuerpos -el de la niña y el de su padre- en el calor de la
noche, despertándose ella transpirada, y el de la niña secuestrada, justamente el día miércoles en que
concurría a su análisis.

La niña secuestrada resultaba un enigma a descifrar. Por un lado, constituía el nudo sintomático
por el cual habían consultado sus padres: la niña que había sido arrebatada de sí misma. Por otro lado,
el análisis, devolviéndole su ser de niña como uno de los objetivos terapéuticos, era al mismo tiempo “el
que la raptaba” de una situación incestuosa, donde el que seducía era el adulto, dejando a la niña en un
papel pasivo, siendo, a la vez, “la niña raptada” en una sexualización precoz que le venía de afuera como
una violencia secundaria.

Después de analizar estos aspectos, a partir del contenido del sueño y de la masa asociativa ligada
al mismo, Victoria salió rápidamente del tema, pero salió sin salir porque me empezó a realizar una larga
lista de los maestros o profesoras que tenía en la escuela, donde dividía entre buenos y malos, haciendo
una jerarquización de los profesores “piolas” y los “plomos”. Digo que salió sin salir pues sus asociaciones
giraban en torno a lo bueno y lo malo, en torno a qué era lo que le hacía bien a una niña y qué no. Preguntas
que la misma Victoria dejaba en suspenso.

Una de las cuestiones destacadas por un autor como Brazelton4 es que la disciplina es un deber de
los padres para con los hijos, una verdadera cesión libidinal. Disciplina no se limita a acatar u obedecer sino
que disciplina implica sobre todo el reconocimiento de los derechos y de los deberes del otro. Justamente

el primer deber del adulto es el de respetar el espacio del cuerpo y de la psique del niño, que sólo le
4 Brazelton, T.; Sparrow, J. (2008).

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pertenecen a él como derecho.

Como decíamos, Victoria manifestaba tener siempre sueños feos la noche antes de venir a sesión,
los cuales, como corresponde a un trabajo analítico, me dediqué a interpretar minuciosamente. Ella
insistía en que esto ocurría porque el tratamiento le estaba haciendo mal y, entonces, ¿para qué hacer
algo que le generaba un mal, siendo que sus padres tenían que traerla desde tan lejos y además pagar por
ello? Como decía anteriormente, esto era escuchado por el padre al igual que cuando la niña criticaba a
sus profesores.

Otra de las pesadillas que “yo le provocaba”, o “el proceso analítico le provocaba”, haciéndole
daño, era la siguiente:

V: “Estábamos en el auto con mi prima y había alguien siguiéndonos, tipo un ladrón. Nos fuimos a
un lugar en una estación. Estacionamos en un parque. En el sueño no se veían los autos y había una negra.
Entramos. Mi prima entró y yo me quedé afuera, estaba el tipo y yo no le dije nada a mi prima”.

Al respecto Victoria asociaba:

“En mi casa en la planta alta me da miedo, al escritorio no voy, hay un pasillo todo oscuro. Una
chica me asustó detrás de la cortina. Hay dos chicas (empleadas domésticas) en casa: una me asustó; yo
no le conté nada a mi mamá”.

Ambas niñas son perseguidas por un hombre adulto, un extraño que asusta pero que a la vez gusta,
un hombre mayor que está siguiendo a las niñas cuando ambas encuentran solas, lo cual nos remite al
profesor “piola” que seduce a las niñas. Recordemos además que el padre se iba de viaje por trabajo
llevando a los niños con él, en lugar de dejarlos con su mamá.

Por otro lado el tema de los secretos para con otras mujeres: la prima en el sueño, la madre en la
casa. Había algo allí que no se podía decir y algo peligroso en relación a “ser grande”, “estar en el piso de
arriba”. Había algo que en el sueño no se veía, pero lo que sí se veía era la negra. Recordemos que hay una
oposición “la negra, la blanca” en lo concerniente a las diferencias físicas entre ella y su madre.

Se trata de un sueño típico en la pubertad, momento en el que vuelven a reaparecer las fobias5 en
tanto el púber encarna el segundo deambulador, la exploración del mundo, el contacto con extraños, todo
ello vinculado a asumir la identidad sexual, el cuerpo púber y, a la vez, al partenaire. De allí el refugio de
los chicos en grupos del mismo sexo, en relación a una protección de lo distinto como un tránsito para que
se posibilite la reescritura del cuerpo y para que se pueda llegar a la elección de objeto que culmina en la
adolescencia tardía y que no siempre corresponde a una elección de objeto heterosexual.

Lo que podemos observar aquí, además, es que los objetos tienden a la endogamia, y si bien
Victoria no estaba identificada como varón porque lucía todos los atributos femeninos, se identificaba con
la madre pero para competir por el padre y descalificarla permanentemente. Una rivalidad tan marcada
tiene que ver con un fallo en el momento donde la niña debía ser investida por el padre en tanto niña,
la niña pequeña, la niña que es capaz de identificaciones sobre-inclusivas. Si este proceso no puede
realizarse en forma positiva, si hay dificultades en dicho tránsito, una de las derivaciones psicopatológicas
puede ser la de una niña que rivalice con la madre para ser la madre, no para ser como la madre, lo cual es
muy distinto. En este caso, la hostilidad era manifiesta.

También podríamos decir que los medios de transporte que se reiteraban en los sueños de Victoria
eran una metonimia del padre, ya que se ligaban a la pasión que tenía este último por los autos de carrera.

5 Rodulfo. R. (2008).

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“Mi prima entró y yo me quedé afuera, estaba el tipo y yo no le dije nada a mi prima”. Pensé en
ese momento qué otras cosas estarían pasando, cosas que Victoria no contaba ni en el ámbito familiar ni
en las sesiones, y lo encadené con un episodio que había ocurrido en las vacaciones, episodio bastante
singular en el cual le había llegado un mensaje de texto anónimo a través del celular. Actualmente los
pedófilos utilizan esta herramienta para mandar mensajes a cualquier número, diciendo “Qué linda mina
que sos” o “Qué buena que estás” con el objetivo de ver si “pescan” a alguna niña que les devuelva el
mensaje. Un mensaje así le había llegado a Victoria, pero ella, en lugar de asustarse, se había sentido entre
elogiada y ansiosa, deduciendo que alguien la conocía y le decía que era linda. Generalmente la gente no
contesta mensajes raros cuya procedencia desconoce, menos aún si se trata de una niña de nueve años
que justamente no es “una mina”, pero ella contestó y entabló un diálogo con un desconocido que terminó
“levantándosela virtualmente”. Al otro día le comentó esto a una amiga, quien sí se asustó, funcionando
así como la señal de alarma que Victoria no tenía, contándole lo sucedido a los padres, motivo por el cual
ellos me llamaron preocupados porque esto aconteciera.

Algo muy interesante que apareció en el trabajo fue una versión particular que realizó la niña del
dibujito “El Rey León”, asociándola con otra película en la que el rey tenía una hija. En su versión del Rey
León, matan al rey y el padre es suplantado en su trono por el leoncito, quien se desposa con la madre
luego de matar al padre. En la otra película el rey no muere sino que tiene una hija y el rey está con la reina
y con la hija que es la princesa.

Acerca de su producción gráfica


Después de un tiempo Victoria empezó a dibujar. Aunque se trataba de una niña que dibujaba muy
bien, en un principio no quería hacerlo en el consultorio.

En determinado momento realizó la gráfica de una careta (Figura I) donde había un osito; osito que
tenía que ver con lo infantil y también con el tema de encubrir aspectos de su persona, de sus afectos, de
sus pensamientos, así como el hecho de ser una niña. La careta es un elemento que nos habla de un ropaje
con el cual se viste alguien para parecer otro. Creo que había allí algo de la máscara que ella no podía
terminar de sacarse en el trabajo terapéutico. Para esa misma época Victoria mantenía una lucha con la
madre porque ella quería depilarse y a la mamá le parecía muy chica para permitírselo.

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Figura I

Victoria: Voy a hacer una careta

Analista: Una careta sirve para disfrazarse

V: Una careta grande

A: Uno puede disfrazarse de grande

V: O ser grande

A: De tanto disfrazarse uno puede creer que es grande

V: Yo soy alta y grande

A: Claro, sos muy alta, pero tenés nueve años

V: Bueno, no hablemos más

A: Parece que cuando pensamos en la careta no te gusta

V: Me molestás porque crees que entendés de todo

A: Tus papás dijeron que cuando te tocás te cambia la cara, ¿como si fuera una careta?

V: Ya no me toco más y hoy hice la careta

En otra gráfica (Figura II) Victoria dibujó en el centro de la escena un corazón, una estrella, una
luna, un sol abajo y un gran manchón rojo, cubriendo la hoja con unos colores pasteles que le permitían
dibujar o escribir sobre lo previamente pintado.

Figura II

El protagonista de esta gráfica es el rojo: su insistencia. El rojo de la menarca, parafraseando a

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Adriana Franco6, el rojo como marca de la menarca próxima, constituiría la “segunda mancha” en la
mujer...

Posteriormente realizó el dibujo de un pájaro (Figura III). Para ese entonces en el consultorio
contábamos con caretas de distintas cosas, algunas de ellas de pájaros. Victoria tomó algunos elementos
como “restos diurnos” para dibujar, tarea a la cual le dedicaba bastante tiempo.

Este pájaro tiene un doble pico, un pico de arriba y un pico de abajo, como se suele decir
groseramente “la cabeza de arriba y la cabeza de abajo”7.

Figura III

Fue éste unos de los dibujos que más me preocuparon y me hicieron pensar en un posible abuso.
Como dijera anteriormente, las características distintivas entre abuso e hipersexualización tienen que ver
con la actitud del niño en el dibujo o en la narración de algún suceso durante el juego. En general, si se
encuentran jugando y emerge algún elemento del orden de lo traumático, el juego se intercepta y produce
malestar. Cuando los niños no han vivido una situación de abuso sexual efectivo, el juego y el decir del
niño no se interrumpen y son placenteros. Eso fue lo que, en el caso de Victoria, me dio a mí la pauta de
pensar de qué se trataba de una hipersexualización y no de un abuso.

Al respecto realizo las siguientes diferenciaciones: 1) erogenización subjetivante es aquella que


Aulagnier8 denomina violencia primaria, 2) erogenización excesiva, es aquella del orden de la violencia
secundaria, pudiendo tener derivaciones psicopatológicas, pudiendo tener un origen inconsciente, 3) abuso
sexual, el cual implica una conducta consciente de intrusión en el cuerpo del otro/a, un avasallamiento de
las fronteras del cuerpo y del psiquismo del niño/a, quien es sometido/a a ejecutar una acción sexual, no
sólo sin el consentimiento de éste último sino que, por tratarse de menores, se agrega allí la imposibilidad
6 Franco, A. (1995).
7 Aludiéndose a los genitales masculinos.
8 Aulagnier, P. (1975).

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de comprender lo que acaece, trayendo esto consecuencias cuya magnitud es imposible de dimensionar
hasta no haber transcurrido mucho tiempo.

En esta otra gráfica (Figura IV) Victoria realizó un dibujo típico de muchos pacientes en momentos
en que algo del orden de lo reprimido emergió o está por emerger. Puede darse tanto en pacientes
fóbicos como histéricos, pero es un movimiento de obsesivización, por ejemplo, a través de insistentes
dibujos de estas características, en los cuales se reiteran cuadrículas donde lo reprimido quede encerrado
nuevamente, como en el material de Lorena9.

Figura IV

Figura V
9 Punta Rodulfo, M. (1992).

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El anterior (Figura V) es el gráfico con cual Victoria se despidió del tratamiento. Me dijo en ese
momento que la niña estaba bailando con el pájaro, escena cargada de fuerte erotismo para una niña de
su edad. Ambos se encuentran en una “disco” y el pájaro se posa directamente sobre la cabeza de la niña
en actitud penetrante, quien lo recibe con una sonrisa. Tanto el pájaro como la niña están dibujados sobre
una superficie “roja”, otra vez roja, “las tres manchas de la femineidad”.

La problemática histérica puede aparecer tempranamente. En este caso en particular había surgido,
como ya lo dijéramos anteriormente, ante el fracaso de la niña por ser reconocida como tal en el momento
del amor identificatorio, donde ese acercamiento de la niña al padre, en tanto amor homoerótico, era
vivido por el mismo como un amor heterosexual que la colocaba a Victoria en posición de objeto, posición
en la cual la niña había quedado atrapada, como la niña en la “campana de vidrio” a la que nos referíamos
en la Clase V.

Bibliografía Sugerida

Assoun, P.L., Jurado de la defensa de tesis de C. Rioult: Scarifications et tatouages chez les jeunes
dans la société d’aujourd’hui: une écriture sur le corps; 23 Enero 2009. Laboratoire de psychanalyse
et pratiques sociales - CNRS Université Paris VII – Denis DIDEROT Ecole doctorale Recherches en
Psychanalyse.

Aulagnier, P. (1975): La violencia de la interpretación, [1977] Buenos Aires, Amorrortu.

Brazelton, T.; Sparrow, J. (2008): La disciplina, Buenos Aires, Norma, Verticales de Bolsillo

Franco, A. (1995): La niña púber, Borradores de la clínica en el sitio web de Facultad de Psicología,

Licenciatura en Psicoanálisis, Cátedra 043.

Punta Rodulfo, M. (1992): El niño del dibujo, Buenos Aires, Paidós

Rodulfo, R. (2008): El psicoanálisis de nuevo, Buenos Aires, Eudeba.

Sibilia, P. (2008): La intimidad como espectáculo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

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