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Lydia | tra pregunta que le daba wueltas sin tomar forma era 1 Javier necesitaba confirmar su amor a través de las Carreras ncias de ella, una detras de Ja otra. {Por qué no podia at-decisiones sin recordar que antes tenia que hablar ‘con su novio?” 1a Se enamord del chico por el que todas suspiraban. Javier atractivo, inteligente, seductor, y solo tenfa ojos para ella, Parecian una pareja perfecta, le daba todo pero él le pedia més, cada ver mas, hasta que nada fue suficlente. vee Ta ae ni IWIN Saecspsace =. Ayia Cameras naci en Rosario y all vive hoy. Es restora de Inglés de su propo institute y vide las horas del ca entve la escritura y la docencia, Durante afos asisté a les talleres de Angélica Gorodscher. Luego de publicar cuentos para adultos, jovenes y nifios durante varios aio, en 2006 recibi ef premio Ala Deta por las novela Las casas pers y en 2007, el Alander por EI Juramento dels Cantenera, ambos White Ravea, Otras obras de su autora son Qué guape tu mace, ‘Sé que estés all, Hive de guena, Si alguien fe ‘espera, Cimplices, Boca sucia, Fiera domi ‘mune, Arapades por el hilo, &) toma, Bestas YY ofres cuentas, etcétera. Por estos cas esté ‘reajando en una nueva novela, Bao waratn depe:RelCnk ‘NADA ES SUFICIENTE Lydia Carreras NADA ES SUFICIENTE NUBE DE TINTA a Nemo A La See est tne i pen pk pe sin esi ping ‘netumathyurinmtccyonin olntiarenga seep ecco ct mn apn ee cape Exch ses amo dani gD tag (Ses | A mis siete nietos por orden de aparicién: Manuel, Pancho, Josefina, Santiago, Amadeo, Alfonsina y Alma. CAPITULO 1 Javier salié de la vieja casa del barsio Pichincha, donde ‘ensayaba el coro Casals. Sus miembros tenfan un descan- s0 de diez minutos antes de encarar la segunda parte, que terminarfaa las nueve, pero su tarea como afinador ya habla terminado. Se subié cl cierre de la campera de cuc- 10, se calzé la mochila en la espalda y monté su Jawa 550, plata yborgona, reluciente, Casi corriendo, sali cambien Juan Carlos el director del coro. Javier, esperd. Otra ver, gracias, Hoy los instrumen- ‘os sonaron como nunca, Para mi, hermano, esto no tiene precio, —Pard, no exageres. A mi me encanta esto, ojald me hhubiera podido dedicat por completo. Asi que, en reali- dad, casi, casi, yo tendrfa que pagarte a vos. Y bueno, ya que insisti, no me vendsfan mal unos esos —cabeced Juan Carlos—. Querido, en serio, sino ‘nos afinabas hoy el drgano, la cantata del stbado peligra- ba as te lo digo, Un laburo de meses, por la canaleta. Y el punto es que si todo sae bien, la Municipalidad puede Hegar a darnos casa propia para el coro, o por lo menos, tun crédito blando, Para nosotros es tocar el cielo, enten- 7 dé? ¥ el tarado que deberfa estar acé, el afinador oficial que srecibe un sueldito todos los meses, en marzo deci- did que necesitaba un cambio y,joh!, eseé pascando por la India, experimentando sonidos con cuencos de cuar- 10... jhay que joderset —igCon qué?! —Javier explocé en una carcajada, Tal como lo ofste —Juan Carlos se uni ala tse ice que va a descubrir otras dimensiones de la musica Y¥ para eso debe iberar su espiritu de toda presign terre- nal. Textual, no te exagero. No le dije nada a los chicos, porque algunos hacen un sacrificio importante para ve- rita los ensayos y no quiero que se desanimen. Gracias, en serio. Ala primera patada, la moto respondié con la suavi- dad de una maquina bien cuidada. 2A qué hora es ol sibado? —pregunté Javier. —Bsa las cinco, pero bueno, la verdad, no es necesa- rio. Com lo de hoy estamos hechos. —Vengo pata hacer los ikimos ajustes. ¥ te digo més, voy el domingo al auditorio: se desafinan los instrumen- tosde tanto moverlos, —No puedo creer que tenga tanta suerte —actué Juan Carlos, llevindose la mano a a frente e inclinando la cabeza Pero no es gratis. —Amigo, lo que sea —La rubia. Con el celular me alcanza. —¢Cull rubia? el otro arrimé la cabeza, interesado. —Lrcontmalto dela derecha, Ojazasecestes Plo largo... Ahhh, Daniela Britos. El tonto te dicen, No me digas que tiene novio. —Novio me parece que no, pero vas a tener que po- nerteen la cola. os fijate. Javier bajé el visor del casco y arrancé. Juan Carlos se ‘qued6 mirando cémo se alejaba y pens6: «Gran tipor. Esa noche, Daniela salié del ensayo a las nueve y me- dia y camin6 un par de cuadras junto a las compafiras que tomaban el colectivo en la misma esquina. Micntras andaban, comentaban la presencia del nuevo asistente de Juan Carlos. —Veintidés, veiniees, —No —dijo otta que ten‘a hermanos mayores—, veinticin {Qué espaldal, iy esa vemera que fe marca todo! —describié una, con risa descarada. FY cuando se tiraba el pelo para atrés? UA, me smaté —suspieé otra, —Tranguilas todas —interrumpié la més bajita—: «esti con vos, Daniela, —aDazale! No es mi targery no me interes, Ahi viene smi colectivo. Daniela calculé que legara a tiempo para cenar con su mamd, ducharse y darle una lea al capitulo de Eco- ‘nomia Politica para el dia siguiente. Acostarse tarde no cra lo usual, peto los martes y jueves hacfa la excepcién, ’ porque cantar la llenaba de energla. En Estados Unidos, donde habia vivido desde los dos hasta los once, habia in- tegrado dl core de a escuela, que ademis de vsicar hospita- les y residencias de ancianos, partcipaba en competencias incercolegiales. A pesar de que cuando empezé tenia ape- sas nueve,aprendié répido a cantar por fonética en cuatro ‘idiomas, a apoyarse en la mirada del directory a sentirse ‘oimodsa frente al pablico, Por eso, apenas se acomodaron cen la Argentina, sit madre dedieé tiempo a elegir un buen coro, Hoy, con diecisisafios,ysabfa que cantar era una de ss mayores pasiones. ‘Tenfa Lindos recuerdos de Estados Unidos. Habla he- cho buenas amigas y habfa disfrutado de la escuela, Pero ‘cuando estaba por terminar la primaria, su papé recibié ‘una propuesta para regresar al pals. Daniela con el tiempo se enteré de que sus padres analizaron la alternativa por Jargos meses, porque aunque los dos se sentian ventados de volver, aceptarsignficaba que Jorge deberia viajar mucho dentro y fuera dal pais. Ya instalados en Rosario, compraron una casa de dos plantas, jardin y quincho, La propiedad estaba sobre la calle Riobamba y bien podria haber renido la mitad de los ‘metros euadrados, porque los Britos eran tres,y amigos, después de tanta ausencia, casino quedaban; pero Jorge y Angeles estaban entusiasmados. La familia de él -solo tfos Y’primos—viviaen San Martin delas Andes. Clo, hermana ide Angeles y madrina de Daniela, si vivia en Rosatio y resulté de tremenda ayuda en esa época de adaptacién general. Al principio, Daniela creyé que no podria scomodarse runcaala Argentina y pasaba todas las horas que no esta- ba en el colegio recostada en su habitacién con la mirada vaca, fija en cualquier tipo de pancalla, que de esas no faltaban, Durante las clases se acostumbré a poner los ojos en tun punto y dejalos all se mantenfa ausente, aunque la ‘maesta se acercara la llamara por su nombee. Ese no era su Jugar y queria que todos se enteraran de que estaba en contra de su voluntad. Otra estrategia que al principio desconcerté las maestras era Fingir por momentos que ‘no entendia el espatiol y arrancaba con disculpas en in- els, la barbilla emblando y los ojos inundadas de légr- ‘mas. En mitad de cualquiera de los dos aerings, Daniela solfa hacer un guiti a algunos de los compafteros, lo que desataba una rsotada. Pero después de un tiempo, a es- ccucla pidi6 ayuda ala familia, Las cosas no andaban bien y la conducta en general del grado «se estaba tesintiendo seriamentes, djeron, La madre se apresuré a explicar que su hija pasaba por un problema de adapcacin y que esta- ba recibiendo contencién de a familia. Solo un poco més de paciencia, por favor, rog6. En casa, le dijo con claridad que no regresarfan a Es- tados Unidos y que estaban haciendo lo posible para que ella estuviera contenta, Pero lo que nunca vamos permiti... punca, enten- deme, es que les faltes el respeto a las maestras. Ast que basta con el ueguito de que no entendés castellano. :Oiste? Daniela se levanté ofendida. Oise? st so dur seis meses y fue ta Cielo quién la sacé de allt desu cuarto y del desasosiego-, después de varias charlas ¥ paseos. Para cuando cumpli los doce, Daniela ya no ‘ambiaba este pals por ningyin otro lugar en el mundo. ‘Con Anne, su mejor amiga de Estados Unidos, se ‘mantenfa cn contacto diario, se lamaban por teléfono todos los fines de semana, se hablaban por Skype y hasta se vistaron ees veces. Dos viajé Anne y una, Daniela. El matrimonio Hudson también mantenia el vinculo con los Britos, aunque con més distancia. Anne y Daniela le- gaton a pelearse via Skype, a considerarse ofendidas por tun malentendido, a aburtirse de hablar ya sentirse moles- ‘as por opiniones diferentes. Pero cda conflicto, en lugar de alejarlas, las hizo mas amigas todavia. Eso si, siempre hhablaban en inglés, porque Anne nunca consiguié com- poner una frase decente en espafil. CAP{TULO 2 Yo no tenta chance. Ninguna. ¥la primera razin, o a tini- a, era que estaba convencido de que asi ena y actuaba de ‘acuerdo com eso. Com Daniela thamos a la misma escuela ~ ‘aunque no al mismo curso yo era un af mayor, sallamos a Ua misma bora y tomébamos el colectva juntocenlaexquina, pore viviamos a des cuadras uno del otro; 7 a pesar de to- das esas coincidencias, munca pude superar la idea de que no tenia ninguna posibitidad de tener algo con ella. Con las prestado el celular para hacer una llamada porque se le per- did el suyo, ponele,¢Cudl ese problema? ;Por qué habria que ver alll algo que no estaba? Si le bubiena hecho esas Preguntas aun amigo, me habria contestada que me etaban ‘mavando ls celes, me habria aconsejado que dejar de mi- rarosy que me olvidara de esa chica. Pero no tenia exe amiga 0, mejor dicho, no le bic esas preguntas a nadie. Ast gue se- git enrescindome en mis pensamientos neros. si Daniela a ole estaba prestand su celular sino que él se lo estaba pi- dtiendo para controlar ls lamadas, ls mensajes? La mano de ella ensregando el celular era renuentey la dé, domi- ante, Bor qué habria de ceder ante una cosa ast una chica como Daniela, tan independiente, tan segura, tan batalla, dora? Qué estaba pasando? Entonces, cuando los malas pre- sentimientos etaban a punto de aplastarme, me autorre- prendia. Yo no tenta por qué entrometerme ni sacar ‘conclusiones sobre la base de una mirada o un geso; ella no na para mi ni nunca lo seria, mal que me pesart lo que a ‘mi me molertaba, la verdad sea dicha, ra el sremendo beso que el idiona ese le plantaba cada dia delante de tades noso- sos para hacernes imaginar el resto. Aungue nadie lo confe- sab, pocos de los que ettbamos alls habriamos sido capaces del gesto dominante conquistador con que Javier envolvla a cintura de Daniela con un slo brazo, para darle un beso Intenso que duraba cinco segues. Varios tomamos el tem- ‘po, shy claro, las fantasia se lanzaban al galope como cuan- dole abren la tranguera a un potro salvaje. “ | i i i : i CAPITULO 12 Daniela y Anne se conocieron en el kindergarten. Anne era estadounidense y Daniela ya levaba un afio viviendo cen California, Habfa terminado el perfodo de adapracién yy ese lunes era el primer dia de tiempo completo, aunque ‘sus madres permanecerian atentas junto ala reja, fuera de Ia escuela, Con su mejor osito de peluche aferrado por una pata, Anne searrinconé en una sillta verde y se negé aaparticipar de las actividades. Después de varios intentos, Ja maestra consideré que lo mejor era dejarla mirar y con- tinud con la rutina, Pero, entonces, Daniela se aceroé a ‘Anne, le oftecié una galletita y la invieé a ser su amiga para siempre. ~Para siempre no sé —desagradecis la nena. —Bueno, por hoy. —2Por qué hablés mal? —pregunté Anne, por el in- ‘26 un poco trabado que hablaba Daniela jo mi paps que ya voy a aprender. —;Cuindo vas a aprender? Mafiana? no me dijo. Falta poco, dijo mi papa ‘Anne acepté a galletia y nunca ms se separaron, * Y asi empezs nuestra amistad con Anne —conté Daniela, mientras Javier enredaba los dedos en su pelo. Estaban sentados en el césped del parque Urquiza, junto al rfo. Tomaban mate y comian galletas. —ilin serio se hablan todos los dias? —Bueno, a veces mis de una vez por dia. Por mail, pot Skype desde el celular. Mensajes, todo el tiempo, ‘También viajamos. Hace dos aos vino ella para las vaca- ciones de invierno, o sea las de verano alld, y yo viajé el aio pasado. AY este afio de mucvo le toca a ella? —Bueno, no sé; es mucha plata y no creo que haga- ‘mos nada este affo. A veces, fantaseamos con Ia idea del stiltimo verano», una semana o dicz dias en algtin lugar el Caribe, por ejemplo, para que sea verano para ls dos. —Cudndo? —El afio que viene, cuando estemos empezando la tuniversidad. Todo estéen veremos, como te daris cuenta. —No me gustarfa que te fueras vos —murmuré Javier —Ay, no es para quedarse a vivir. Diez dia, nada més. Die das sin aire. Sin verte sin ofr tu vor sin besarte... —No te imaginds eudnto. —Bueno, igual es para el afio que viene, ya te dije. ‘Aunque teaviso que sies ella la que viene, yo desaparezeo por completo. —No serfas capaz de hacerme una cosa asf —dijo 4, cenfurrutado. so Daniela eché la cabeza hacia ards en una risa estruen- ddosa y él la miré feliz y divertido, —Me encanta tu risa. Tiene color, tiene fuerza, perlite ‘me, no sé. Me acuerdo de la primera ver que te relate, te acordés de a pandereta? Bueno, cse dia supe que eras para smi. Prometeme que nunca vasa dejar de quererme. —Nunet —murmuré Daniela. as rsitas de unos nifios que los estaban observando interrumpicron ef momento. —Buch... —sonrié Javier—, volviendo a Anita. Anne. Anne, cierto, ¢De qué hablan tanto? Si saber... —Las mujeres siempre tenemos algo para decirnos. Hablamos de lo que queremos hacer més adelante, por ejemplo de viajar por nuestra cuenta, o sea solas. De li- bros que estamos leyendo, porquenos gusta lee al mismo tiempo el mismo libro. De los viejos amigos. De la escue- Ja también, A clla, el tema de nniversidad la tiene como loca, Loca feliz loca nerviosa, las dos cosas. En Estados Unidos quiere decir que te vas de tu casa y volvés solo para las festa importantes. Es la independencia. —No me cietra —dijoJavier—. Digo, lode separarse dela familia... A veces me gustaria vivir sola en un departamenti- to, pero después pienso en quién me vaallenar Ia helade- rao quién me vaa cocina ya verdad, niloca me voy, al Por ahora. Pero Anne no ve l hora de mudarse. —aNo tiene otras amigas aparte de vos? puede no Miles. Pero nosotras somos como hermanas. Igual, ‘no te creas que somos almas gemelas. Pensamos diferente en un montén de cosas y discutimos un montén, Eso sh, siempre en inglés. Ah, qué cool —se burlé Javier. —No es por hacerme la cool es que Anne nunca, aprendié castellano, zpodés creer? Lo intents varias veces, pero habla horrible as{ que abandonamos. Es muy buena en Matematica pero pésima para los idiomas. ae contaste de nosotros? —Obvio. ;Por? —se sonrojé Daniela. —Nada... me parece que estoy celoso... Daniela le susurré: —Bueno, le conté que viniste a casa y.. Aid. Y que me regalaste un osito. ¥ que. SF —ronrones Javier acercindose més. —Nilo suefies —se rié ella, sonrojada—.Y hablemos de otra cosa, —Esté bien —se resigné ly mird hacia otro lado—. eX qué te hicisteen el pelo, me explicis? ieQueé me hice?! —Bueno —retrocedié él—. ;Queé te pusiste? Parece brillantina, esa de las figuritas, —aNo te gusta mi pelo? —Me encanta, pero gnunca pensaste en apagar un poco... No pongas esa cara... un poco digo, apagar ese resplandor de sol? —Es justo lo que mas me gusta, Mi abuela lo tenia as 2 1 a —Daniela, es hermoso y a mi me encanta. A entonces? —Lo que dijiste antes. A todo el mundo le gusta... Daniela parpades varias veces, cerré a bolsa de las galleticas y rap6 el termo. Guard todo dentro de la mo- chila y se sacudi la ropa sin levantarse, As{ permanecie- ron unos minutos. Después ella dijo con algtin tieubeo: —Bscuchame, Javier. Alo mejor, a vos te caerfa mejor tuna chica con pelo castafio y cortto, bien tranqui. —No, a mé me gustan las rubias de pelo largo. Me gases vos. —St, pero una cosa es lo que te gusta y otra lo que ~ El se incliné hacia adelante y le puso la mano en la rnuca sujetando un mech6n de cabello yatrayéndola hacia sicon delicada fuerea. —Sos més linda enojada. —Cavernicola —bromes ela -Te amo y no te quiero compartir con nadie. Cuando més tarde Javier la acompafié a case, Angeles Je dijo que el stbado iban a almorzar en lacasa de Pueblo Esther. —Va a estar mi ta Cielo, Te vaa encantar Fueun hermoso dia soleado, ya de cara ala primavera. 1Las mujeres se dedicaron a hacer jardineria y Jorge se lu- <6 en la partilla. Ademds, admiré casi en el borde de la ‘nvidia la moto de Javier y confesé que de joven también habia deseado tener una, 3 —Nunca se pudo y después se pasé el tiempo de las ‘motos. Javier era buen conversador. Le gustaban las plantas y acepté llevar un paquetito de semillas de magnolia a una ‘a quetida que tenfa un vivero en el fondo de su casa, Hasta tuvo la amabilidad de escuchar con atencién las. instrucciones de Jorge sobre el cuenco de barro cocido con arena caliente en el que habia que dejar reposar las semillasy ojo, no tan caliente, ch? Hablaron un poco de politica, desde una perspectiva ‘general, Hicieron las debidas criticas furboleras alos juga- ores y al director técnico que les estaban haciendo per- der los puntos para la Copa Libertadores y, sobre el final, Javier to la prudencia de no ofrecerse a levantarla mesa, porque vio que el hombre de la casa no hacta un solo ges- to en ese sentido, En opinin de Cielo, habla pasado la prueba holgadamente. ‘Cuando Daniela volvié de la cocina para rtirar lo que quedaba en fa mesa, soné su celular —Es Anne. Disculpen, caballeros jardin. Los hombres siguicron hablando sin prestarle atencién. Durante la sobremesa, la conversacién entré cn Ja segunda fase. Un poco més cercana, més en confianza los dos, més sueltos. Jorge admitié algunos problemas con su trabajo porque le quitaba demasiado tiempo con la familia, pero también reconocié que en ‘esa empresa habfa llevado adelante su carrera, mantenido ‘4 su gente con comodidad, conocido el mundo y x sealej6 por el oH i i aprendido mucho. No estaba cien por ciento feliz, pero tampoco podia quejarse. En la vida no se puede tener todo, e resigns, Habfa en esa charla, al menos de parte de Jorge, una exhibicién disimulada de esfuerzo y resultado, de prosperidad y falta de reconocimiento y reclamo a la vida. Javier habl6 de sus planes, de sus dificultades, de lo mucho que a veces le costaba seguir adelante con su carrera y de sus firmes propésitos, Puso cuidado en no sobrepasar la Hinea de lo realizable ni mucho menos a altura de quien tenia enfrente, porque 50 s{ que hubiera sido una pésima idea. Pero no ahorré entusiasmo ni decisién. Tanto uno como otro pesaban las palabras y a informacién que daban y recibfan para maneener un equilibrio, La escena no diferia de otras milesen lahistoriadel mundo. Un padee yet pretendiente de la nifia en un mano a mano, en una sobremesa relajada en apariencia, con la copa de tomar. ino a medio ‘Cuando Daniela volvié a la mesa, las mujeres ya te- fan el café listo, Arde ese celular —bromes Javier. —Si, cuando estas dos se ponen son tertibles—serié Angeles, mientras servla—. Se hablan cien veces por dia. —Doy fe —contesté Javier —No exageren —explioé Daniela—. Me contaba que en estos dias espera recibir la respuesta de un dispensario para ayudar en un centro de salud. Estd muy encusiasma- dda porque para que la acepten en una universidad cuanta ‘més experiencia de campo tenga, mejor. % —Pero le fala un aio todavia, no? —pregunté Cielo. —Si, pero alli la entrada ala univesidad es mucho més ccomplicada, Se neesitan buenas notasen algunas materias clave durante el timo afo. De todos modos, Anne es una ‘méquina y obvio que va entrar donde quiera, Javier micé la hora con disimulo, Cuarenta y cinco ‘minutos habfa durado esa llamada, Se le empezaba a no- tar el hartaago con esa Anne, CAPITULO 13 Javier y Daniela pasaban mucho tiempo juntos, se hableban varias ves al diay no dejaban de hacer planes para el in de semana para las prximas vacaciones y para el resto de sus vidas, Aunque en esto tikimo, Daniela era un poco ms cau- «a. Erala primera vez ques involucraba en una rclcién seria yy comprometida y, aunque estaba muy enamorada, haba ‘momentos en los que se senta arrinconada. Por ejemplo, Jax vier no querfa que se reuniera con sus amigas ala sald de la «escuela, «Que perdicra tiempos, fue la expresién que dl uss. Bila es expio8 alas chicas que su novio tena muy poco tiem ‘po para almorzary que le gustaba que lo acompatiara Eso, Javie la invitaba.a comer ago liviano en algéin bar cercano despues laalcanraba.asu casa No fue sino hasta que ya habia sido presentado a los padres y habla estado en Pueblo Esther, ‘que Daniela oinvits un dia aposar ya tomar un café Angeles ‘no regresaba hasta fs 18.00, Estaban solos. Usualmente, Ja- vier tenfa que marcharserépido, Pero no siempre. En noviembre, ocurrié algo. Angeles volvta del hospital, se daba una ducha y pre- paraba la cena. Por lo general, cenaban alrededor de las 7 ‘ocho y media, Aquel dia, mientras cocinaba, recordé que Daniela le habfa mencionado una blusa manchada que la sefiora dela limpieza habla colgado sin darse cuenta. Baj6 el fuego y fue a buscarla. «Fea mancha», pensé cuando la vio. De paso, recogié tres 0 cuatro cosas tiradas en el sue- fo y alisé un poco el cobertor: Al tacto, noté un objeto centre las sibanas. Bra el portadocumentos de Javier. Le tomé un rato salir del cuarto. Pensé en dejar toclo como lo habia encontrado -blusa incluida-, en llamar a su hija en ese mismo momento, en llamar al padre para preguntarle qué hacer y en varias cosas mas entre las que no fats el autorreproche. No hizo nada de eso. Después de unos minutes, bajé y continué con la ‘cena. No era el fin del mundo, pensé. Era la primera vex ‘que pasaba por una situacién ast, certo, y se trataba de su \inica hija, Pero era mas que esperable. No porque no se hhubiera atrevido a hablar del tema iba a demorarse més. Exe noviazgo llevaba ya varios meses y... En fin. las co- sa5 no eran como veinte, treinta afios atrés. Lo que en realidad estaba molestando a Angeles, y asi seria durante ‘meses, era que no terminaba de decidir oSmo se lo ditia a su marido. O en todo caso, si se lo dirfa. ‘Cuando Hlegé Daniela, desde la cocina la escuché ha blando por telefono: —Si, no te preocupes, amor, yo te lo busco. Si, me fo ya. Angeles fue al encuentro de su hija con el portadocu- ‘mentos en la palma de la mano. Sin palabras, sin sonrsas. Daniela la mind, baj6 los prpados y susurs —Beseden casa, Javier. Despuds te llamo. Sf, mi mam. se CAPITULO 14 Un dia conoci a Cielo, En realidad, venia a casa desde hacia ‘por lo menas un par de aes, pero cuando habla clients yo me csfemabe 0 me enceraba en mi cuarte,Sucede gue mi madre vendia ropa éimica, de Tailandia por ejemplo, ybijouterie de as Islas Fiji. Todo muy exético. La madrina de Daniela ~se- gin me enteré tenia wn negocio en el cual este estilo resuliaba ™ uy apropiado, Fue Daniela en la época en que volvlamos juntos en el colectivo, antes de ponerse de noviae~ quien me dijo que su madvina ena clienta de mi vieja. Cielo era una mujer singular, muy elegante, bastante atrevida en su estilo de vestir, tuna sransgresora. Mi relacién com ella se inicid cuando se ter- ‘minarors las clases y dejé de ver a Daniela a diario. Mientras twve la posibilidad ~no ya de viajar con Daniela en coletivo, sino al menos de verla todos los dias-, ni me enteré de la exis- sence de su madrina. Pero despub fue diferente, porgue no ‘habia forma de encontrarme con ella, Yo pasaba por la casa de Daniela en distintos momentos del dia con la imprecsa ilusidn de cruarla justo cuando es- ‘tuviena saliendo, Recuerdo que una vee, por milagro, coin imo, Va habla dado res desanimadas vueltasa la manca- na —y ese era el méximo que me permitha a mi mismo 2 ‘nando al doblar la esquina levi salir de su casa y eamminar hacia mi, Estaba tan hermasa que me ruboricé Los tomidos crénicos sabemos bien cuéndo nas pusimas colonados sin ne- cesidad de tener wn espejo delante. Se me corth el alent, li- teralmente. Bronceada el pelo suelo més rabio por el oh casi blanco en algunas mechas,lewaba puestos shorts de jean, remera ajustada blanca con bretelesfniwes, zapasillasy wn (palo de hockey en una funda azul electric. Cudntos detalles todavia conser, después de tanto tiempo, sno? Es que tengo la imagen ach grabada, Ela se alegrs de verme, ose sorpren- di, nos, pero me sonrid yal pasar junto a mi, afloj el pas, casi dirta que se detuvo un momenta, «Hola, Torcuato, mi compatierito de colectivo, gcémo van sus vacaciones?+ Era una oportunidad rimica para charlar, para deine «Qué her- mosa esse, invitarla a tomar un cafe, para preguntarle «Adinde vase, para pasarle un brazo alrededor de los hom- bros y poner la cana para el beso que nunca nos hablaros dado. Para arremetery encarary avancar, salient lo que sé- lier... Daba para cualauier casa... paracualgiiera con on poco mds de habilidad, con un poco més de calle. Pero a mi a oportunidad se me escurri como pez en eh agua. Aunque sabia que esa chica tenta novio, no fe eso lo que me parali- 26, porgue yo odiaba en secret al motoguero y no me sentia obligado a ningin tipo de lealsad con 6 ue mi torpeca, mi cortedad, lo que me fiend. ¥ entances, sin dejar de caminar, «apenas girando la cabeza ycon una sonrisa desvatda, conte 1d: «Todo bien, zy wis. Ea noche no dorm, claro. Volviendo a la madrina y a cémo se inicié mi relacién com ela, confeo que usb a Cielo durante el verano para sa- cvs tntnascren een berde Daniela, Un dla me prsentéhaciéndome el distnaide pero sonriente y encantador, en el cuarto donde mamé y ella Ahablaban de negocios y tironet de la comversacién basta que amenciont asi abijada. Creo que ella también mi madre eben btbersoxpechado de esa aparicién rola tan repensinas es mds, Cielo ~aliqual que elchofer del colectivo- se debe haber dado cuenta de que yo extaba enamorado de su sobri- na, pero me siguié la charla, Desde esa primera vez, que fue -muay breve ya modo de insroduccién, cade vex que ella ve- nia, yo pasaba para saludar y tenlamos unas palabras que recorrian siempre el mismo camino hacia Daniela sos encuentro breves, para nada casuals y un poco for- zados al principio, tevieran su sentido unas meres después. o CAPITULO 15 En diciembre, los padres de Daniela decidieron que no saldrfan de vacaciones, Jorge tenfa acumulada mucha i= cencia y habra sido la oportunidad para un vije largo, pero consideraron otras cuestiones. Por un lado, la casa de Pucblo Esther necestaba algunos arreglos y, por otro, 1 les parecié que Daniela cuviera ganas de viajar. Acor-

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