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Como vemos, hay distintas formas de comunicarnos, como el lenguaje visual. Ya los antiguos,
antes de que apareciera la escritura, nos dejaron huellas -como las que pude apreciar en las
Cuevas de Altamira (Santander, España)- de su modo de conocer y representar su mundo, a través
de las pinturas rupestres con sus bisontes en movimiento. ¿Qué entendemos, entonces, por
lenguaje visual? Un sistema de comunicación que emplea las imágenes como medio de expresión
y transmite, por tanto, mensajes visuales.
El estilo realista trata de representar fielmente la realidad, como lo hace una fotografía, una
película cinematográfica, un dibujo científico sobre el cerebro, una obra artística inspirada en
la naturaleza, por ejemplo, pero que reproduce no sólo el paisaje sino las condiciones del duro
trabajo de los campesinos. Se trata de un estilo, cuyas imágenes son fácilmente interpretadas
por todo público, porque se entiende sin esfuerzo el motivo representado. Buenos ejemplos de
este estilo los encontramos en el arte renacentista, con el manejo de la proporción y la
anatomía expresados esencialmente en la representación del paisaje y el retrato, como la
famosísima “Gioconda” de Leonardo da Vinci.
El estilo figurativo, como el realista, representa formas basadas en la realidad, pero con un
modo de expresión más libre. El emisor manipula con cierta libertad la realidad alterando los
espacios, las formas, los colores y las proporciones, pero dejándole al receptor un margen
para reconocer el objeto representado. En la publicidad, son comunes las imágenes alteradas
o exageradas para expresar sus mensajes. En el dibujo, la pintura y la escultura encontramos
este estilo figurativo, como las “figuras gordas” de Botero, muy conocidas por las infladas y
redondas formas pintadas con pinceladas suaves, casi imperceptibles.
El estilo analítico se refiere a las imágenes que describen detalladamente formas y procesos
científico-técnicos, como las representaciones visuales de piezas mecánicas, aspectos de la
anatomía o la fisiología humana, etc. El receptor debe aprender, de previo, el código
empleado en las imágenes para interpretar perfectamente el mensaje visual.
La interpretación de una imagen tiene mucha relación con el emisor, el propósito del mensaje
y el grado de experiencia y formación cultural del receptor. En mi tercer viaje a Europa, visité
nuevamente el Museo de Louvre, en París, y - con mi esposa Carmen y mi hijo Luis
Alfonso- me detuve en una pintura del famoso pintor italiano Caravaggio. El cuadro titulado
“La muerte de la Virgen” representa a una mujer de la calle, modelo inspirado en uno de los
barrios indecorosos de la ciudad. El audio-guía me informaba:
“Este cuadro desató gran escándalo en la época y, como muchas otras pinturas de
Caravaggio, permaneció trescientos años relegado, pero ejerciendo desde la oscuridad, una
gran influencia en la producción artística ulterior, especialmente en Velázquez y Rubens.
Posteriormente, toda su obra fue revalorada y dada a conocer al gran público”. Tan pronto
regresé a mi país consulté, intrigado, una enciclopedia de arte dedicada a Caravaggio. El
pintor, desde su propia individualidad, se rebeló contra la Iglesia de la época de la
Contrarreforma y su riguroso e inflexible control del pensamiento y la moral, y la pintura en
cuestión rompía con los convencionalismos e imponía por sí mismo su manera de pensar
respecto al arte. Y su verdad.