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1- “Dichoso el que no se sienta defraudado por mí”

Jesús viene. Viene a un mundo distraído por mil cosas, importantes o


triviales, significantes e insignificantes. Viene a un mundo lleno de ilusiones,
a un mundo en el que muchos no lo esperan más. Jesús viene. A corazones
llenos de expectativas, de ilusiones, de presunciones, y viene también a otros
corazones llenos de desesperanzas. Jesús llega con la esperanza de encontrar
un rincón, un pedacito libre.

Viene de una forma que nos sorprende, de una forma que no esperamos.

2.- “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”


¿A quién esperamos? Juan el gran Profeta, nos ayuda otra vez; se hace
intérprete de las dudas de cada corazón humano, de cada corazón a la espera.
¿Eres tú?

¿Es justo mi camino, no me estoy equivocando?

La vida es camino, un camino lleno de incógnitas, un camino hacia al


encuentro con aquél al que hay que aprender a reconocer, a discernir su
presencia día tras día.

El Bautista quiere prepararnos al encuentro, quiere prepararnos a acoger al


que viene. Juan el Bautista es modelo del que espera. Un modelo para el que
espera: espera con sus dudas, con sus preguntas. No tiene la verdad en el
bolsillo.

3.- El hombre que no espera nada más ya está muerto, porque el hombre es
apertura, es espera. El hombre se interroga, y es por eso que puede crecer,
puede encontrar.

Déjate interrogar! No tengas miedo! ¿Qué significa convertirse? Prueba a


preguntarte. Esperas: ¿qué es lo que esperas?

El Bautista mismo se pregunta y repregunta, está confundido: porque se


esperaba a otro Mesías. Ya lo había reconocido e indicado en el Jordán, al
inicio de su ministerio. Pero ahora, después de haber visto la actividad de
Jesús, se da cuenta que no es éste el Mesías que se esperaba. No lo imaginaba
así: un Jesús que perdona, que anuncia misericordia; su juicio es la
misericordia y no la venganza.

4.- A nosotros también se nos revela Dios. Si, hermano, hermana, a ti Dios se
revela también; Dios, que es misterio, que hay que descubrir: elevando la
mirada, haciendo silencio, liberándote de los pecados, caminando,
preguntándote. Preguntarse es cuestionarse sobre las ideas que tenemos de
Dios. Es abrirnos a su realidad, a su misterio, que descubrimos poco a poco
en el camino. No podemos cambiar nuestras ideas sobre Dios con Dios,
proyectar nuestros deseos, nuestra imaginación. Dios es siempre diferente a
como lo imaginábamos. Su misterio es la debilidad del Hijo, es el signo del
niño. La transformación que opera en nosotros es lenta y necesita tiempo,
paciencia , pero se actúa día a día.

5.- Jesús respondió: “vayan a contar lo que están viendo y


oyendo”.
Los ciegos recuperan la vista: es el sentido de todos los milagros, el venir a
luz, la iluminación. Nuestro problema es que no vemos la realidad: somos
hijos y tenemos hermanos. Si entendemos esto es como recuperar la vista. Y
cuando ves, puedes caminar.
Los cojos andan. Toda la vida es un camino hacia el encuentro, es un
camino hacia la casa. Ahora que has visto la casa – el amor del Padre y de
los hermanos- camina en esta dirección, superando los obstáculos, los
miedos, los limites y así curas tu parálisis, tu lepra. La lepra es signo de la
muerte visible en el cuerpo. Ya verás que tu vida sanará, porque sabes
quién eres, cuál es el camino, y andas en aquella dirección.

6.- Los sordos oyen: por fin mi vida ya no es sorda. Escucho y sé bien cuál
es la Palabra que da sentido a mi existencia. Es la Palabra de Jesús. Y esta
Palabra me da la fuerza para pasar de la muerte a la vida.
Los muertos resucitan. Esta Palabra me hace hijo de Dios, me hace
hombre nuevo. Y ésta es la buena noticia, éste es el mensaje
extraordinario que nos llega. Anunciadlo a todos los pobres, a todas las
situaciones de pobreza, de necesidad, de espera. Id hacia las periferias, como
nos invita siempre Papa Francisco, hacia los marginados de todo tipo. Id y
anunciad la buena noticia.
Dichoso el que no se escandaliza, el que no se siente defraudado.

A quién espero? Cómo es Jesús al que espero? Eres tú u otro?

Depende de mí. Acepto que Dios viene así, compartiendo mi fragilidad, mi


debilidad, hasta el límite, hasta la cruz?

Dios viene así. Lo acojo o lo rechazo? Estoy dispuesto a dejarme interrogar, a


salir de mis seguridades, a dejar mi comodidad y salir hacia el encuentro, a
salir hacia los demás?

“Dichoso aquél que no se sienta defraudado por mí”

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