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Altamar
Todos los derechos reservados.
Diseño de portada por: Tania
Gialluca
Primera Edición: Febrero 2016
ISBN #: 997-1-218-34768-7
No se permite la reproducción
total o parcial de este libro, ni su
incorporación a un sistema
informático, ni su transmisión en
cualquier forma o medio, sin permiso
previo de la titular del copyright. La
infracción de las condiciones descritas
puede constituir un delito contra la
propiedad intelectual.
Los personajes, eventos y sucesos
presentados en esta obra son ficticios.
Cualquier semejanza con personas
vivas o desaparecidas es pura
coincidencia.
ÍNDICE
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
NO DEJES DE LEER
EL FINAL DE ESTA HISTORIA
EN…
PLAYLIST
CONTACTA A LA AUTORA.
Para Alessandro y
Samantha, sin ellos esta
historia no hubiera existido y
a todas las personas que
esperaron tanto tiempo para
poder leerla, con todo mi
cariño.
*****
*****
De esa noche habían pasado ya veinte
años y sus peores miedos se habían
hecho realidad. Su familia no se
desintegró de manera literal, sus padres
continuaron casados y viviendo bajo el
mismo techo; pero lo que antes había
sido un hogar dichoso, se convirtió en un
infierno, uno del cual ella formó parte
día tras día.
Fue condenada al igual que su madre
al desprecio, las humillaciones y al odio
del hombre que había sido para ella su
Dios particular, pues de esa manera veía
ella a Dominic Wallis.
Su madre lo destruyó todo en una sola
noche, la confianza, el amor, el respeto.
Todo lo lanzó a un barranco por unos
cuantos minutos de placer, con aquel
desconocido; ella le falló a su esposo y
a su hija. Cientos de veces pidió perdón,
pero su padre nunca olvidó aquella
traición.
Y no solo cambió con su madre,
también lo hizo con ella. Comenzó a
mirarla con desprecio, cuando intentaba
acercársele, le gritaba que no quería
verla y la sacaba casi a empujones de su
estudio. Tantas veces ella se arrodilló a
llorar tras su puerta, pidiéndole que la
dejara entrar, pero él nunca lo hizo, no
se condolió ante su llanto y con el
tiempo, el dolor, la decepción y el odio,
comenzaron a hacer nido dentro de su
corazón.
Deborah se olvidó de lo que era el
amor de un padre y una madre, se olvidó
de cualquier tipo de amor, pues ellos le
hicieron ver que ese sentimiento no
existía, que era una mentira. Quiso
alejarse de ese mundo e intentó escapar
un par de veces, pero Dominic siempre
la descubría y la hacía volver al mismo
infierno. Era como si quisiera lastimarla
y condenarla por algo de lo que ni
siquiera era consciente, no hasta que
Christie murió.
—¡No podrás conmigo Dominic
Wallis, no me vencerás!… No te daré el
gusto de quitarme la vida, como lo hizo
mi madre. Yo no soy una cobarde y te
voy hacer vivir el mismo calvario que
pasaste con ella, conmigo será mucho
peor… ¡Te lo juro! ¡Te lo juro! —
Descargaba toda su rabia, golpeando
con el puño cerrado el suelo bajo ella.
Se llevó una mano al rostro y
comenzó a retirar con rudeza las
lágrimas que seguían mojando sus
mejillas, respiró profundamente para
intentar calmarse y cerró los párpados
trémulos, obligándose a alejar de su
mente la imagen de su padre, cuando le
gritó que solo servía para revolcarse
con hombres que no valían la pena.
Sin embargo, al ser consciente de que
él solo le había estrellado una gran
verdad en su cara, rompió a llorar de
nuevo, temblaba, sintiendo que su
cuerpo no soportaría el peso de lo
absurda y desdichada que era su vida,
de lo vacía que se encontraba.
Ya no podía seguir fingiendo ante los
demás que era fuerte y que las cosas
malas que le ocurrían no la afectaban,
sentía que no tenía fuerzas, pero tenía
que liberarse de todo, o terminaría
aplastándola.
*****
*****
CAPÍTULO 20
I wanna run
Chase the morning sun when I'm
with U
Give it all away
Catching fire as the wind blows
I know that I'm rich enough for
pride,
I see a billion dollars in your eyes
Even if we're strangers til we die…
Guilt is burning
Inside I'm hurting
This ain't a feeling I can't keep
So blame it on the night
Don't blame it on me
Don't blame it on me
Blame it on the night
Don't blame it on me
Don't blame it on me.
*****
*****
CAPÍTULO 39
EL FINAL DE ESTA
HISTORIA EN…
Gonzalo se detuvo al otro lado de la
calle, frente al imponente edificio,
donde funcionaban las oficinas
administrativas de las empresas Wallis.
Miró cerca de cinco minutos la
estructura, de unos veinte pisos de
hormigón, acero y vidrio. Todavía no
tenía muy claro lo que haría, una vez se
encontrase dentro de ese lugar, pero su
instinto le exigía investigar más, sobre
lo que le había contado aquel hombre,
que se le presentó como el abogado
George Stevenson.
No había logrado sacarse a Deborah
Wallis de la cabeza, desde el día en que
la vio. Ciertamente era una mujer que
podía volverse la fijación de cualquier
hombre y que despertaba el deseo, pero
ese no era su caso. Aunque debía
admitir que le resultó atractiva, lo que la
mantenía en su cabeza, dando vueltas,
era el supuesto plan que tenía para
asesinar a su padre, el hombre más
poderoso de Nueva Orleans.
Se decidió a bajar del auto, dejándolo
estacionado en la zona que estaba
permitido y cruzó la calle; lo primero
que atrajo su atención, fue el monolito,
donde resaltaba el apellido más
importante de la ciudad, según le había
dicho Rebecca y sus amigos. Entró a la
elegante recepción y caminó directo al
cubículo de información, para solicitar
una reunión con la famosa heredera.
—Buenos días, señorita. —Se dirigió
a la elegante mujer con lentes, detrás el
mostrador, quien elevó la mirada al
escuchar su voz.
—Buenos días, caballero. Bienvenido
a empresas Wallis, ¿en qué puedo
servirle? —Loren dio su habitual
discurso, mirando al hombre frente a
ella, quien le resultó desconocido.
—He venido a ver a la señorita
Deborah Wallis.
—¿Tiene usted cita con ella? —
preguntó, siguiendo la normativa.
—No —contestó, ya se esperaba eso
y también que tendría que usar su
profesión para obtener lo que quería.
—Lo lamento mucho señor, pero temo
que la señorita Wallis no podrá
atenderlo, solo lo hace mediante citas.
—Loren solo seguía el protocolo,
cuando vio al hombre llevarse una mano
al interior de la chaqueta.
—Tal vez haga una excepción
conmigo, dígale que soy el detective
Gonzalo Dorta y que necesito hacerle
algunas preguntas, que no me tomará
mucho tiempo. —Su voz denotó
autoridad, mientras su mirada estaba fija
en los ojos de la mujer.
—Déjeme ver qué puedo hacer por
usted, detective —mencionó Loren,
tomando el auricular de la central.
Gonzalo asintió en silencio y miró
hacia otro lado, para dejar que la mujer
hiciera su trabajo, esta hablaba tan bajo,
que él apenas podía escuchar lo que
decía, así que se concentró en conseguir
una manera de abordar el tema que lo
había llevado allí. Claro, siempre y
cuando Deborah Wallis accediera a
verlo; de lo contrario, habría perdido su
tiempo, pues no tenía otra manera de
acercarse a ella.
Continuará…
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