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Fernando Henrique Cardoso La Sociedad y el Estado a Fernando Henrique Cardoso, La Sociedad y el Estado, en Pensammicuto Ibervamerteano, revista de Economia Pe Quisiera empezar traduciendo mi sen- timiento de gratitud por la posibilidad que, una vez ms, nos ha dado el grupo de amigos de Espaiia alrededor de «Pen- samiento Iberoamericano». Desde hace algunos afios nos hemos acostumbrado a redescubrir, si asi puede decirse, la existencia de una Comunidad Iberoame- icana a partir del esfuerzo que se desa- rrolla en Madrid, tanto por fa revista como por el Instituto de Cooperacién Tberoamericana. Incluso nosotros, los brasilefios, hemos redescubierto Portu- gal por medio de esta revista, aunque pueda resultar paradéjico. Porque, pese a todas las tradiciones y orfgenes comu- nes, las distancias culturales son desproporcionadamente grandes. Y fue aqui -hablando castellano- que hemos reencontrado nuestra identidad, no sélo luso-brasileia, sino iberoamericana. Agradezco por tanto estas oportuni- dades y les pido disculpas: primero por mi voz. Tengo todavia un problema como consecuencia, pasajera supongo, de la operacién a que me he sometido hace tres semanas, y no estoy propia- mente en las mejores condiciones para hacer una exposicién oral. Después me disculpo también porque no les he en- ica N'Sa, enero junio 1084, Madrid, pigs. 25-36 tregado ningtin documento escrito. Al- guna vez lei, no sé si es cierto, que Freud no escribfa sus lecciones. Eso me sirvi6 de pretexto y me dejé muy con tento, porque a mi tampoco me gusta escribir nada antes de hablar. Pero hoy me dio tristeza porque, finalmente, Freud era un genio; después, hablaba en ale- mén, su mismo idioma. ¥ yo ni de lejos me puedo comparar con él, y estoy obli- gado a menudo a hablar en otros i mas, que no son el mio y, por conse- cuencia, puede resultar de todo ello un cierto desorden. Sin embargo, ya que las circunstancias me favorecen por el hecho de que no tuve la més minima posibilidad de escribir mi ponencia, les pido perdén y voy a hablar asi un poco con el corazén abierto, sin grandes cate- gorias intelectuales, que a la vez tornan mas Iiicida la exposicién, pero quizé menos capaz de llegar a los puntos cla- ves, que muchas veces no se pueden anticipar con estructuras demasiado or- denadas del pensamiento escrito. 82 Crisis del Estado Crisis de Ia Sociedad Para comenzar diré que, analizando los acontecimientos politicos en Améri- ca Latina en los tiltimos aiios, tengo cier- ta perplejidad para visualizar en pers- pectiva el tema de Ia crisis del Estado, de su reconstruccién y de la redemo- cratizacién. He leido, aunque deprisa, ta ponen cia de Jorge Graciarena para este semi- nario. En ella, Jorge hace, con su habi tual capacidad analitica, una distincién clara: se produce «crisis del estado» cuando existe un fenémeno profundo de transformacién que alcanza a la so- ciedad y no un mero reajuste moments- neo del estado. Tales crisis se dieron en algunos paises de América Latina, en Portugal y en Espaiia. No siempre esta crisis provocé el desmoronamiento de las estructuras del Estado: tal proceso no ocurri6, por ejem- plo, en Espaiia 0 en Brasil, a pesar de la crisis de los regimenes autoritarios. Pero hay situaciones en las que ocurrié ese desmoronamiento. ¥ en estas, el fend- meno no se restringe al Estado, es la propia sociedad quien entra en crisis. En América Latina un proceso de esta envergadura se produjo en Nicaragua, y esté ocurriendo en El Salvador. Se trata de situaciones en las cuales el proceso de lucha de clases y de lucha de libera- cidn de la opresi6n extranjera, provoc una profunda transformacién de la so- ciedad, de aleance revolucionario y cuya consecuencia es el desmoronamiento del estado anterior. Fernando Henrique Cardoso En estos casos se puede decir con propiedad que, posteriormente, se pro- duce una reconstruccién del Estado y también de la sociedad. Entretanto, con excepcién de situaciones de este tipo, lo que est sucediendo en América Latina es més una transformacién del régimen politico que del Estado, La distincién es simple, tal vez formal, pero es necesa- ria. En otras palabras: no se trata propia- mente de una modificacién en el pacto de dominacién, sino de una reorganiza- cin politica de un modo por el cual esta dominacién se mantendrd. Sin embar- g0, conviene enfatizar, en ciertos casos esta reorganizacion es profunda y per- mite situar las luchas sociales y las chances politicas de los dominados en mejores condiciones. En Argentina, la transformacién po- litica se aproximé a lo que estoy Ila- mando «crisis de la sociedad» y tam- bién en Portugal. En ambos casos se produjo el desmoronamiento de las Fuer- zas Armadas. Estas se quebraron en la guerra colonial de Angola, en el caso Portugués, y en la guerra de las Malvinas, enel caso argentino. Obviamente, cuan- do se quiebran las Fuerzas Armadas, los pilares de sustentacién del Estado, des- aparecen, y con este desmoronamiento a sociedad sufre un terremoto. Pese a todo, ni en Argentina ni en Portugal se deshicieron las fuerzas fun- damentales de dominacién social, la es- tructura de clases. No obstante, hubo una transformacién profunda del régi- ico como consecuencia de la tar-cstatal y simulténcamente se creé un espacio mucho més amplio para la presencia de las clases en la vida politica. Incluso sin que hubiese una Re- volucién Social, los distintos sectores de la sociedad pudieron hablar de sus intereses con mayor nitidez. Llama la atencién en estos casos, que a pesar de Ia crisis existente, el Estado se mantiene. Me refiero ahora al Estado no sélo en su aspecto de pacto de dom naci6n, sino también como organizacién, como méquina burocratica. Osea, como una agencia capaz de producir una serie de politicas que, de una manera o de otra atienden a las demandas sociales existentes. Sobre esto me Hama la atenci6n el hecho de que en este proceso de trans- formacién de la sociedad y del Estado renacen con fuerza f6rmulas y formas que parecian viejas. Véase, por cjem- plo, en el caso argentino, cémo se dio ta reconstrucci6n de los partidos. No me refiero tanto al peronismo como al radi calismo. No se hasta qué punto el radi- calismo de hoy es una continuacién del mis otro aspecto: la forma-partido que parecia casi muerta después de tantos afios de dictadura, de persecucién y de tortura volvié a exist ; Tal vez no se haya vuelto a los parti- dos en Ia acepcién europea. Tal vez sin que los actores tengan conciencia de ello, los partidos renacen un poco a la norte- americana, un poco a lo caudillo, un poco a lo ideolégico, con una mezcla de formas de partido nacidas simulténca- mente en Europa, en Estados Unidos y en América Latina. 83 En Chile el renacimiento de los par- tides se produce con mucha fuerza, a pesar de la inequivoca forma militar de Ja dictadura de Pinochet. La vida de la sociedad, las entidades de la sociedad civil, existen y a través de una especie de porosidad histérica penetran en la estructura politica y manticnen las si- mientes de las organizaciones partida- rias. Tncluso en Brasil, donde Ia forma- partido siempre fue mas débil, me pare- ce sorprendente que a pesar de los mu- cchos aiios de autoritarismo militar y, pa- radéjicamente, en raz6n de los esfuer- zos qut los militares hicieron para difi- cultar el ritual de la organizacién parti- ia, obligando que ésta tuviese bases locales, renacieran los partidos, La le- gislacin sobre partidos es muy minu- josa, obligando a la sociedad a elevar su grado de organizacin para expresar- se politicamente. Atravesando estas ba- rreras se ercaron cinco partidos. Partidos Politicos . Movimientos Sociales y Ia creencia en el Estado dria un significado discutil derdramos Ia acepci6n cliisica del con- cepto: una organizaci6n a la que corres- ponde una filosofia definida y que se enraiza cn intereses sociales nitidos. Se- guramente no es lo que ocurre en Brasil, donde los partidos no tienen Ia nitidez de los partidos socialistas curopeos, 0 de los comunistas, ni incluso del partido Demécrata americano 0 del SPD ale- midn, que estin més préximos a la ma- clisica. Sin embargo, también en Brasil los partidos se reorganizaron, estructurando nydquinas partidarias. Les doy un ejem- plo. Asi como el compafiero Yéfiez pre- side su partido en Andalucia, yo presido el mio en Sao Paulo, que es la regién de Brasil donde los partidos estén mejor ‘organizados, Pues bien, en el caso de mi Partido, el Partido del Movimiento De- mocratico Brasilefio (PMDB) -y que esti lejos de ser un partido en el estricto sentido europeo- tenemos 400.000 afi- Hiados, 600 directorios municipales, 11.000 dirigentes de partido. Todo esto obliga, quersmoslo © no, a tuna negociacién entre los lideres y las bases, obliga al establecimiento de un didlogo que sobrepasa con mucho el es- tilo prevaleciente en los partidos tipicos de caudillaje 0 en los partidos de nota- bles con sus clientelas. Existe una base objetiva para la forma politica del parti- do moderno. Y si doy el ejemplo del PMDB en Sao Paulo es por comodidad. Una organizacién semejante existe en otros partidos y en otras regiones, aun- que no en todos los partidos y regiones. Retomando el hilo del argumento principal: a pesar de la crisis politica y de la reconstruccién de los partidos, en todas estas dificiles situaciones de tran- sicién el Estado no ha hecho més que fortalecerse, como se ve, mas nitidamen- te que en cualquier otro pais, en Méxi- naginaba lo que ocurrié recientemente con la «apertura» de la politica mexicana y con la posibilidad de organizacién de nuevos partidos a Fernando Henrique Cardoso partir de Echevarria y de Lépez Porti- to? A pesar de los inesperados efectos que la apertura partidaria caus6 en Méxi- co, Io que me impresiona es la persis- tencia del PRI. incluso hoy. cuando cl partido tuvo que apoyar una politica recesionista y antipopular y, a pesar de so, mantiene su capacidad de legitimar sstentar al Estado mexicano. Esta «le- Bitimidad» no incluye, por cierto, una decisién de la ciudadanfa que vota, como en el caso de los partidos europeos. No; Ja votacién en si tiene poca importancia en México y es mis simbstica que efec- tiva. La «legitimidad» deriva de la ca- pacidad de! Estado de organizar los tereses (en el PRI y al margen de él) de dirigir la sociedad, de proponer politi cas sociales que atienden, en parte, las aspiraciones de la masa. En el caso mexicano se da una simbiosis muy peculiar entre Estado y partido. Este brota de las sombras del Estado en el afio anterior a la sucesion presidencial para permitir la movili- zaci6n de la sociedad y la seleccién de nuevos liderazgos. Escogido el candida- to y elegido éste, los liderazgos partida- rios son absorbidos por el Estado y el partido hiberna durante cinco afios, de- jando a la maquina burocritica el cum- plimiento de funciones que, en otras so- lades, corresponden al partido. A pe- sar de esta peculiar dialéctica de naci miento y muerte del partido en el seno del Estado, incluso cuando este tiltimo siguié politicas recesionistas, no ha ¢s- tallado ninguna gran crisis ni en la so- ciedad ni en el partido ni en el Estado... Es como siel Estado generase una creen- cia en su durabilidad y eficacia que so- brepasa los limites de lo razonable. ‘Yo no diria que en el caso brasileiio, donde el régimen no tiene legitimidad, el proceso sea semejante. No sdlo el régimen, sino el Gobierno, hoy en dia significan poco més que la continuidad de grupos solidarios y de intereses encastillados en los aparatos estatales. ‘Sin embargo, a pesar de la desmoraliza- cién del Gobierno, de Ia ilegitimidad del régimen, el Estado se mantiene. Y a pesar de que las masas no estén conven- cidas de que sus problemas puedan solucionarse por la via del Estado, es a 61a quien piden una alternativa. Me ha Hamado 1a atencidn que el enorme renacimiento de la fuerza social en Ios diltimos afios, con los movimien- tos sociales basados en la Iglesia, con las movilizaciones de los trabajadores, con los sindicatos reivindicantes, que toda esta fuerza social, repito, se haya movido no para reivindicar el desmoro- namiento del Estado, sino para pedirle al Estado, por intermedio del funciona- rio piiblico, una accién local que sca capaz de ofrecer a los que nada tienen y mucho desean, algo concreto. Me parece formidable en este proce- so el hecho de que, movido muchas ve- ces por ideologias que son antiestatales, que son casi anarquistas, libertarias de inspiracién, sea de un cierto nuevo juierdismo, sea de un solidarismo cris- no, que estos movimientos, que estén motivados por esas fuerzas, terminen por reivindicar bienes materiales y, en el fon- do, cuando van al nivel politico, rei dican algo que clasicamente no es mas que democracia. Creo que pasa con el catolicismo en América Latina algo similar a to que pasé con el protestantismo en Europa en los origenes del capitalismo, cuando tuna ética del trabajo y de la acumula- cién, en el nombre de Dios, acicateé la acumulacién privada y el gran floreci- miento del sistema. Pero no se trata ya de eso, s otra cosa, En nombre de una ética de solidaridad social y de transformacién se establecen condiciones para la implantacién de instituciones democré- ticas. Me’ parece que hay siempre un malentendido cuando la gente toma el lenguaje como si éste fuera ta expresi6n del movimiento social; y cree que lo que se esté dando en ciertos movimien- tos de base en Latinoamérica es Ia trans- formacién social profunda. De hecho, lo que esté surgiendo es una motive para que haya una cierta permeabilidad por parte del Estado frente a las deman- das sociales; y que de alguna manera, se organice esto, y que de alguna manera se pueda imponer una forma de repre- sentacién que vaya més alld de lo for- mal. La Supervivencia de la Legitima del Estado Me parece, en consecvencia, que la reflexién que nos cabe no es solamente la de la crisis del Estado, no es solamen- te la de la crisis de la sociedad y de sus formas de representacién, sino que, a la par, es la reflexidn de cémo, pese a esta 86 crisis, el Estado se mantiene, y en algu- nas situaciones, no solamente se man- tiene, sino que logra formas de legiti- macién. No quiero con eso negar los planteos modernos sobre la crisis fiscal del Esta- do ni sobre lo que va con ella. Pero el hecho es que, con esta crisis fiscal del Estado, también se da una especie de legitimacién de! Estado. Conozco sufi- cientemente Ia literatura europea para darme cuenta de su importancia, y sé que es cierto; pero quiero decir que, hasta cierto punto, hay algo de engafio- so en ese tipo de planteo, por lo menos en lo que se refiere a los paises de Anx rica Latina, que nunca han estado involucrados en una situacién politico- social que haya dado al Estado tanta |. El Estado nunca ha sido nes, contintia existiendo con cierta fuer- za. No quiero tampoco negar que exis- ten aspectos en la conduccidn del Esta- do, en las ideotogias que motivan a los hombres de Estado, que me parece que se acercan a un punto critico. Ya nadie erce en el antiguo lenguaje del Estado como una especie de mediador del inte- rés general; ni en el lenguaje populista que transformaba al Estado en una es- pecie de benefactor del pueblo. Creo que los partidos y los liderazgos que existen, emergentes en América Latina, tienen frente a ellos una tarea hist6rica complicada que involucra ideotog Fernando Henrique Cardoso He leido, también de prisa, la ponen- cia de Paramio. Hay unaspecto de esta ponencia que tiene valor para Ia situa- cién latinoamericana. EI menciona -como otros mencionan también en sus ponencias- que hay un aspecto racional, burocritico, del Esta do, que hace crisis. Esto es cierto. El aspecto de reconstruccién del Estado wolucra un aspecto de tecnicidad. Pero hay atin otro, el aspecto propiamente ideolégico, el lenguaje del Estado, y si no se llega @ proponer un lenguaje que Se acerque mucho mis a una situacién que ya es vivida por el pueblo con sen- cillez, en el cual la escasez no tiene que ser encubierta, al igual que fa incapaci- dad de realizar, entonces si creo que habré dificultades en la legitimacién del Estado. Se requiere un lenguaje ms ve- raz, donde la dificultad se subraye y donde los limites de la accién del Esta do sean sefialados. Porque es obvio que cl Estado no tendri condi la crisis fiscal, en el caso de los paises europeos, y en el caso de los paises nues- ros frente a una doble cris fiscal de otra forma, pero también exis- tente; y la crisis de la deuda externa, 0 sea, Ia incapacidad de atender los pagos. Si el Estado entra a desarrollar un len- guaje que sea un lenguaje del engafio, de la mistificacién, yo creo que, dada la transparencia de iniencién de Ia demo- cracia, que ya existe en estas socieda- des, entonces habri una dificultad muy grande para capear el temporal. Hay, por consecuencia, aspectos especificos en las situaciones latinoamericanas, como en las situaciones europeas, que atafien a un proceso efectivo de crisis del Estado y que requieren una recons- truccién, y esta reconstruccién, creoque lo he sefialado de un modo indirecto, implica por un lado aumentar el grado de eficacia, aumentar el grado de previsibilidad y de racionalida Por el otro lado, y me parece més importante este aspecto, implica la posi bilidad de proposiciones de politicas ca- paces de rehacer puentes entre la socie- dad y el Estado, que pasen por lo ideo- T6gico; que pasen por el modo como se pueda dar la relacién entre liderazgos y masa; entre los que tienen que Hevar adelante la conduccién de los negocios piiblicos y los que estén mds directa- mente involucrados en las presiones que la sociedad debe hacer para que se pue- dan obtener resultados sensibles en la mejoria de la situacién de tas masas. El tema no es nuevo, especialmente en la -ratura latinoamericana. El tema rela- 0 a las dificultades de comunicacisn entre sociedad y Estado es un tema anti- guo. Pero tenemos ahora un aspecto nue- vo y se refiere al hecho de que la vieja distincién entre Estado y sociedad civil esté sobrepasada. Quiero decir: el Esta- do de alguna manera se ha vuelto Esta- do productor, penetra en la sociedad, es parte simulténea de lo que antes se Ila- maba sociedad civil, o algunos la Hama- ban asf, porque en la tradicién latina sociedad civil y Estado eran la misma cosa, era la tradicién «iusnaturalistan. Volvemos hoy a la tradicién «iusna- turalista» en que Estado y sociedad se fusionan, no por obra de alguna catego- ria mental, no por una interpretacién de ideslogo, sino por el hecho mismo de que el Estado se ha vuelto productor, no s6lo es regulador de la producci6n, sino que también es parte de la sociedad eco- némica, y ya no hay distincién tan niti- da entre Estado y sociedad, entre la fuer za politica y la fuerza social. Italia es un caso bien apropiado por- que se acerca a la situaci6n de América Latina en ese aspecto de un Estado que interpenetra el conjunto de la sociedad. Asi es que la separacién entre el Estado y la sociedad es més bien te6rica que Prictica, y la gente se da cuenta de esto; atin los idedlogos cuando piden, por ejemplo, una mayor autenticidad en los sindicatos y no quieren que el Estado se meta en la relaci6n sindical. Cuando existe el primer enfrentamiento entre obreros y patrones, son los primeros en Hamar al Estado como instancia media- dora, porque se dan cuenta que lo fun- damental de la politica empresarial ya no esté definida por los patrones, sina que esté definida en un conjunto més amplio que involucra la opcién publi ¥ que, por consecuencia, las ideas del siglo XVIII y XIX, la visidn liberal de la sociedad liberal, no tiene mis asidero, no tiene mds base conereta; no se trata de una critica doctrinaria, no se trata meramente de una critica sociolégica. Vivimos en otro mundo. ;Qué mundo nuevo es éste? Es un mundo que involucra, no solamente una relacién di- recta entre Estado y sociedad, sino, tam- bién, lo que se mencioné tantas veces: Ia internacionalizacién del sistema pro- ductivo, construyendo un meotlo mu- cho més complejo para que se pueda definir cudl va a ser el papel del Estado. {Hasta qué punto ese Estado habla por su pais o por los intereses interna- cionalizados?, y hasta qué punto el Es- tado sera capaz de absorber, en si, tam bién lo popular, o lo popular va a ser rezagado y va a permanecer como una pesadilla, con la que no se sabe muy bien qué hacer? Porque en lo cotidiano Jo que cuenta no es lo popular, ni lo nacional, en el sentido de su vincula- cién a lo popular, sino los intereses de ‘empresa en un sentido muy amplio: de Ia empresa estatal, local, privada, inter- nacional. Esos no son problemas con solucién fécil; hasta qué punto el Esta- do, enesta cambiante circunstancia mun- dial, va a seguir siendo capaz de, a la par, incorporar lo popular, ser la expre- si6n también de las contradicciones que abi estén, y ser, al mismo tiempo, el instrumento del contrario, del interés de la empresa?... {Qué quicro decir con Quiero decir que en las circuns- tancias presentes no solamente se dio esta amalgama entre el Estado y la so- ciedad, sino que se dio también el hecho de que, por eso mismo, la contradiccién de la sociedad, hoy dia, es una contra- diccidn que esté dentro del Estado. Los que piensan en Estado por una parte y sociedad por otra parte, no pien- san, hacen metafisica. Para pensar lo real, para pensar las peleas, para pensar en las politicas efectivas, hay que pen- sar que las mismas pugnas que hay en la sociedad estin dentro del Estado, y el Estado no puede ser concebido como si fuera algo ajeno a esta pugna. No da para pensar la politica aparte del Estado. Fernando Henrique Cardoso No da para pensar la clase sin el Estado y tampoco da para pensar el Estado, por supuesto, como si él fuera neutral frente a estas pugnas. No es ni neutral ni tam- poco Ia mera expresién de una parci dad. El contiene dentro de si mismo la pugna politica real de la sociedad, Este es el meollo de la cuestién, En conse- cuencia, cuando tenemos que enfrentar- nos con la temiatica de la crisis del Esta- do y de su reconstitucién, la temaética no es la del Estado: es la de la sociedad; es la reconstitucién de la sociedad, de la cual cl Estado es una parte permanente y central. Tan permanente y.central que ho se puede, obviamente, pensar la eco- nomia sin el Estado. Claro es que en la ideologia, en la concepcisn, en la con ciencia que los actores tienen de todo esto, todo se ve muy distorsionado. Si uno mira las declaraciones de los em- presarios brasilefios, por ejemplo, estén todos en contra del Gobierno, y confun- den su posicisn contra el Gobierno como si fuera contra el Estado, y creen que el gran enemigo es el Estado y que no tienen mas lucro porque el Estado impi- de este lucro. Pero nosotros sabemos que esto son visiones deformadas de la falsa conciencia, no tiene nada que ver ni con su practica ni con sus intereses reales; y la primera cosa que piden es que el Estado abra el paraguas sobre ellos para que puedan lograr més lucro, porque saben que sin el Estado no lo conseguiran y se enervan cuando el Es- tado, que les proporciona los lucros, quiere extraer una parte de ellos para Sus propios fines como enupresario, y quizé para sus otros fines, como un Es- tado que tiene que responder también a la demanda social. Pero esto forma parte de la tematica de la ideologia. Y Io mismo vale para los obreros, que también tienen una conciencia de- formada y también piensan, a menudo, que mejor seria vivir sin el Estado y que el Estado no es mas que cl soporte de la explotacién de clases. Es otro engaiio. Si, es ef soporte de la explotacin de clases, pero a la vez es otra cosa. Es también una barrera para esa explota- cién de clases, es contradictorio. Hay que introducir la dialéctica en el andlisis del Estado y no pensar pura y sencilla- mente como si fuera el comité ejecutivo de las clases dominantes. Que también lo es. Pero a la par deja de serlo, si se tiene una visin mas compleja de! pro- ceso histérico. Creo que esté por ahi la gran cuestién, que son éstos Ios temas que, de una manera u otra, van a reapa- recer en nuestro intento de comprender el fenémeno de la transformacin del Estado y de su reconstitucién, Institucionalizactin y Espontaneidad Una Giltima palabra. No creo que sea posible, de ninguna manera, pensar en redemocratizaci6n si uno la mira pura- mente desde el Angulo de la sociedad. La idea liberal, que ha penetrado tan hondo en la izquierda y que tuvo, por cierto, ventajas en muchos aspectos, en ese aspecto es terriblemente negativa, porque se imagina que no habré demo- cracia sino cuando tengamos partidos capaces de controlar al Estado y se ima- 8m gina que seré posible en el sigho XXI retroceder al siglo XIX. Se imagina que cuando tengamos las clases bien organi- zadas, con expresién politica en el mer- cado politico, como en la visidn liberal, Negaremos a la democracia. No esta ahi la cuesti6n, La cuestién de ta democra- cia no se va a solventar si no se piensa simuliéneamente en la dinémica de la sociedad y la del Estado, si no tenemos alguna forma de controlar la burocracia. Los partidos pueden existir, las unas tambign, el voto también, incluso la le gitimidad del liderazgo partidista frente a la sociedad, pero no tendrd fuerza para tomar decisiones en el momento opor- tuno. ¥ eso acarrea la necesidad de po- ner mucho més énfasis en to publico. Mas en lo piiblico que en lo estatal. Yo diria que la cuestién de la democratiza- cin, en ese aspecto, de reduce a la cues- tidn de como se transforma los estatal en piiblico. O sea, cémo va a ser posible que la decisién del gobierno y de la burocracia sean decisiones transparen- tes y que sufran la presién de sus publi cos respectivos. No es suficiente la exis- tencia del Parlamento, y partidos listos para controlar las decisiones de los par- lamentos. Es necesario otro tipo de vin- culacién social que evite la corpora- tivizacién, y evite que la sociedad civil, al organizarse, también reste fuerza a su organizacién por el particularismo de los intereses que se sedimentan en la sociedad de masas modernas, en la so- ciedad industrial moderna. Es necesa- rio, por consecuencia, que exista un pen- samiento democritico que vaya més allé de lo liberal, y que permita, por eso 90 mismo, contrabalancear la fuerza del corporativismo. Porque frente a la situa- ci6n conereta, real, la ideologta liberal es insuficiente para contrarrestar la fuer- ‘za del corporativismo. Si no se tiene un ‘control puiblico de tas decisiones, el cor- porativismo, es decir, el interés de la particularidad dentro del aparato del Es- tado, va a primar y va a impedir que exista esa mediacién necesaria que po- sibilite-el control democritico. Son ne- cesarios érganos piblicos especificos capaces de controlar las politicas que se elaboran en la empresa y el Estado. Nada de esto implica 0 supone la ineficacia de los partidos, ef no apoyo al Parlamento, 0 la no creencia en los ha- Hazgos, en las construcciones de la de- mocracia liberal. Pero implica su trans- formacién, implica unos pasos mis alld, de reconstitucién de las instituciones he- redadas del pasado. Hay que abrir sen- das nuevas, caminos nuevos que permi- tan realmente una visién y una accién que sean capaces de controlar la fuerza ciega de la burocracia. Y en este aspec- to, creo que fue Weber quien realmente vio el enemigo principal. Fue Weber quien se dio cuenta de que el crecimien- to del capitalismo tendria como sub-pro- ducto una cosa mucho més terrible que el patrén, que es la burocracia, que es el burdcrata que se transforma en patrén y que impide, muchas veces, que se puc- da tener como blanco directo a quien ‘manda; pues la burocracia, por defini- cién, manda sin faz, - Y no ha- brd avance democritico real, efectivo, en. una situacién en la cual, como dije, el Estado se afiance, sia la par no se hace Fernando Henrique Cardoso la critica de ese mismo Estado bajo su cara burocratica, si a la par no se de- muestra que hay que tener una fuerza antiburocrética que debe también proyectarse sobre los partidos porque también ellos se burocratizan. De algu- na manera habré que buscar los cami- nos de la constitucién de esta fuerza antiburocritica. Dije que era una palabra final, pero diré otra mas, y serd la ultima realmen- te. Y cs lo siguiente: no creo que en las circunstancias presentes sea suficiente creer en la espontaneidad. También hay que organizar esas fuerzas antiburocré- ticas, pero no creo que los partidos de- ban acometer Ja tarea de controlar lo social. Tengo una visién quizé fragmen- tada, quizi inconsecuente. pero clara. Me parece mejor que haya rupturas, que haya momentos de tensién, que el parti do no sea capaz de controlar lo social y que lo social no sea capaz de englobarlo todo, porque realmente entonces se pro- ducirfa una situacién mas andrquica. Yo diria que se requiere una especie de dialéctica incompleta, donde una vez pri- me Ia fuerza del Partido, otra vez la fuerza de la espontancidad de lo social, tal vez de un modo desordenado (y a mi ‘no me molesta mucho el desorden). Creo que seré la combinaci6n de estas ten- dencias 10 que podré contraponerse al ¢je fundamental del mundo contempo- rineo que son Ja empresa y la burocra- cia, Si nosotros no logramos crear los espacios politicos capaces de dotar a los partidos de la flexibilidad necesaria para que entiendan que no les corresponde a ellos el control del todo, y dotar al mo- vimiento social de la modestia, también necesaria, para que entiendan que sin los partidos no se hace una institu- cionalizaci6n de lo nuevo, fracasaremos. Si logramos este puente entre partidos y movimientos sociales, quiz entonces serd posible un futuro donde la recons- truccién del Estado y de la democracia sea histéricamente posible. Agradezco la paciencia con que me han escuchado, casi sin poder hablar, y espero que yo aprenda, en la continui- dad del seminario, lo que no fui capaz, de demostrar. on

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