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“El maestro debería viajar. E invitar a viajar. Dejar pasar lo que ya sabe.

Atravesar lo que no
sabe. Pasar un signo, una palabra que pueda atravesar a quien lo reciba. Salirse de sí. Irse de
excursión al mundo. Dar un signo de ese mundo. Pasarlo. Pasearlo. Construir la travesía de
educar. Que el tiempo no pase como pasa el tiempo. Educar es el tiempo de la detención, de lo
que se detiene para escuchar, para mirar, para escribir, para leer, para pensar. Donde unos y
otros salen a conocer y a desconocer qué es lo que les pasa.

Más allá de desde donde venimos. Más allá de hacia dónde vamos”.

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