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UN GRUPO DE PERIODISTAS RECORRIÓ CON UN EQUIPO DE FOTOGRAFÍA, VÍDEO

Y DRONES, CINCO FUENTES HÍDRICAS ESTRATÉGICAS PARA LA SUPERVIVENCIA


DEL PAÍS. DE SU CONSERVACIÓN DEPENDERÁN LAS FUTURAS GENERACIONES,
LA ECONOMÍA Y EL LIDERAZGO DE COLOMBIA EN EL MUNDO. UNA ALIANZA DE
POSTOBÓN Y SEMANA

C olombia nunca había sufrido tanto por agua como en

2016. Puede que no sea para menos. Este ha sido el año más
caliente de la historia reciente en el planeta. El fenómeno El
Niño pegó con fuerza y dejó ver lo que podría ser un
apocalipsis terrenal. Los primeros meses los recursos hídricos,
que muchos colombianos creían tener en exceso, se
evaporaron. La sequía dejó a 200 municipios sin agua y a
varias capitales como Medellín, Cali y Santa Marta al borde de
fuertes racionamientos. Las llamas arrasaron 200.000
hectáreas de bosques y ríos como el Magdalena y el Cauca
llegaron a mínimos históricos. El costo de atender esa
emergencia superó los 1.6 billones de pesos. Más de 60 mil
animales murieron de sed, como se creía que solo pasaba en
las secas planicies africanas.

No han pasado sino un par de meses y ahora al país se le viene


encima una situación exactamente opuesta. La llegada de la
Niña amenaza a muchos pueblos, a todos los sectores
económicos y promete incluso encrispar el ambiente político.
El agua se ha convertido en un factor decisivo pero olvidado,
en un tesoro refundido y subvalorado que puede poner a temblar los cimientos de un país que ha
crecido a sus espaldas.

Por esta razón, SEMANA, con el apoyo de Postobón, recorrió durante varios meses algunos de los
lugares más estructurales para la protección de este valioso recurso. Se trata de puntos
fundamentales: la Sierra Nevada, los Nevados, la estrella fluvial de Inírida, el nacimiento del
Magdalena y el Páramo de Belmira. Un equipo periodístico recorrió esos destinos armados de un dron
y varias cámaras de fotos y vídeos para presentarle al país, en esta serie de reportajes y en un especial
multimedia disponible en semana.com, el más completo especial periodístico que se haya hecho sobre
los nacimientos de agua.

La principal conclusión de este trabajo es que Colombia se mueve entre dos postales distintas y
opuestas, la de “Magia Salvaje” y la de “Mad Max”, la de la selva amazónica y la Guajira, la de la
abundancia y la escasez extrema.

En el país todavía no ha hecho carrera la idea catastrofista de una guerra por el agua, pero puede que
no tarde. Como explica el director del Ideam, Omar Franco, “la idea de ser una potencia hídrica nos
ha hecho un daño enorme”. Para el técnico, que lleva años
dirigiendo el conocimiento científico de los recursos hídricos en el
país, ese panorama está cada vez más cerca. “El agua va a ser el
objeto del principal conflicto social del país”, concluye.

La frase puede
parecer el
eslogan de una protesta de ecologistas, pero
quienes conocen las dinámicas del conflicto, como
el ex ministro de Ambiente Frank Pearl, no lo ven
improbable. Es más, el negociador en los procesos
con las Farc y el ELN explica que en Colombia “la
lucha por la tierra y la lucha por el agua vienen
siendo lo mismo”. El territorio sin ese recurso
valioso pierde todo su valor. Para Pearl, al igual
que en el conflicto armado, los conflictos que hoy
se viven por este recurso tienen origen en un
problema de equidad.

El agua genera conflicto porque, al igual que la


riqueza en el mundo, alcanzaría para todos, pero no está repartida en partes iguales.

A pesar das regiones con mayor pluviosidad


del mundo, el suministro de agua es deficiente. Aquí decenas de personas en Quibdó recogen
agua de una bomba.jaque a los pobladores de la Alta Guajira. En algunos puntos no llueve
hace más de cuatro años.

El fenómeno de El Niño en 2014 produjo la muerte de cientos de animales, entre ell Casanare.
Y hay mucho menos para repartir de lo que
se pensaría. Del total de agua que hay en el
planeta, el 97 por ciento es salada y está en
los mares y solo el 3 por ciento es dulce. De
ese 3 por ciento, dos tercios están
congelados en los glaciares y casi un tercio
es agua subterránea. Eso quiere decir que
menos del 1 por ciento de toda el agua está
disponible en la superficie en forma de
lagos, ríos y quebradas.

Ese escaso 1 por ciento no está distribuido


de forma igualitaria. Según un informe de
la Revista Economist “apenas nueve países
concentran el 60 por ciento de los recursos
de agua dulce del mundo y, entre estos,
solo Brasil, Canadá, Colombia, Congo,
Indonesia y Rusia los tienen en
abundancia”. Como afirma Aldo Palacios,
presidente de la Asociación Mundial para el Agua (GWP) -Chile, “América Latina es la reserva
mundial en agua” y, específicamente, Suramérica, pues cuenta con el 26% de la disponibilidad de
agua en el planeta. En el caso colombiano, la oferta hídrica es seis veces superior a la oferta mundial y
tres veces mayor que la de Latinoamérica.

Víctor Pochat, Consultor Internacional en Planeamiento y Gestión de los Recursos Hídricos y


miembro del Comité Directivo de GWP, manifiesta que “Colombia es un país con una magnitud muy
importante en cuanto a recursos hídricos”. En ese sentido, según publicación del CAF, Colombia
cuenta con 2.360 Km³/año de recursos hídricos renovables, lo que la posiciona por encima de Perú
(1.894 Km³/año) y Venezuela (1.325 km3/año). Con esa posición privilegiada, nadie entendería por
qué el país puede sufrir por agua.

La verdad es que Colombia también es como un


pequeño mundo y el agua tampoco se reparte de
forma equitativa. En el centro del país y en la costa
Caribe, que es donde habita el 80 por ciento de la
población y se produce el 80 por ciento del PIB,
apenas está el 21 por ciento de la oferta hídrica. Los
cántaros de agua que se imaginan los colombianos
cuando hablan de una “potencia hídrica” sí existen,
pero en la inmensidad de la selva amazónica, en el
Pacífico y en la Orinoquía.

A eso se suma que a medida que crece la población,


crece también la falta de agua. Hace 60 años, cuando
el planeta contaba con 2000 millones de personas,
las preocupaciones por este recurso apenas si
existían. Ahora con más de siete mil millones de personas el tema es de supervivencia. Un informe de
World WildLife Fund (WWF) aseguró que el pasado 8 de agosto la humanidad entró en “sobregiro”
pues usó más recursos de lo que el planeta está en capacidad de regenerar. Es decir, emitió “más
dióxido de carbono a la atmósfera de lo que los océanos y bosques pueden absorber, y agotó
pesquerías y taló bosques más rápidamente de lo que pueden reproducirse y volver a crecer”.Por
eso, los conflictos por el agua cada vez más pone en jaque la estabilidad del planeta. El Banco Mundial
acaba de alertar que su escasez es la mayor amenaza al crecimiento económico mundial y puede
además empujar una crisis de migrantes sin precedentes. El Pentágono aseguró en un informe que la
falta de recursos hídricos pone en peligro la seguridad de Estados Unidos. No es una exageración. El
agua explica en parte la tragedia que vive Siria, un país en el que antes de la guerra, la sequía ya había
desplazado a 250 mil personas. También la de Darfur, que el mismo secretario de la ONU, Ban Ki
Moon, catalogó como una “catástrofe ecológica”. Y ha sido uno de los principales ejes del conflicto
irresuelto entre Israel y Palestina. Por eso, John F. Kennedy decía que “quien fuera capaz de resolver
los problemas del agua, merecería de dos premios Nóbel: uno por la Paz y otro por la Ciencia”.

Resolver esos problemas no es una tarea


ambiental, sino una apuesta política y
económica del más alto nivel. Según explica
el codirector del Banco de la República,
Carlos Gustavo Cano, el agua hoy es el
principal elemento determinador de las
finanzas nacionales. La explicación es
sencilla: la oferta y la demanda. Cuando la
demanda supera la oferta, como sucedió en
el primer semestre con el fenómeno El Niño,
el agua se convierte en un bien escaso. Y el
valor de los bienes y servicios que dependen
de esta –que son todos- aumentan de precio.
Esto explica por qué durante el último año la
inflación aumentó a 8.97 cuando la meta era
no superar el 4 por ciento.

Cano sostiene que en el Banco de la República, por ejemplo, los instrumentos de política monetaria
pueden intentar medidas de choque para otras externalidades, pero nunca para una sequía. Por eso
cree que Colombia está en mora de crear una política ambiental fiscal que, por ejemplo, grave las
conductas contaminantes y obligue a devolver a la naturaleza lo que se le ha quitado. “Ahora que se
habla tanto de una reforma tributaria estructural, esta sería imposible sin incluir el componente
ambiental”, concluye. Si a eso se suma que el agua no tiene valor económico, pues lo que cobran los
acueductos es su distribución y no el valor que tiene en el medio ambiente, la situación se agudiza.

6 MAPAS PARA ENTENDER


EL AGUA EN COLOMBIA
¿Por qué se dice que el país es una megapotencia hídrica? ¿Por qué entonces Colombia sufre por este
recurso? ¿Quiénes son los que más lo utilizan? ¿Qué peligros tiene esa riqueza?
FUENTE: ESTUDIO NACIONAL DEL AGUA. IDEAM, 2014.

Esas teorías económicas se traducen en el hecho de que con el agua


que tiene, Colombia podría ser una potencia alimentaria, pero está
lejos de serlo. Según el presidente de la Sociedad de Agricultores de
Colombia (SAC), Rafael Mejía, hace 15 años el país exportaba más de
lo que importaba (5 millones de toneladas contra 4,2 millones
anuales); hoy esa cifra es opuesta (4,2 millones contra 11 millones de
toneladas).

Todos los problemas del país se reflejan en el agua. La falta de


ordenamiento territorial, por ejemplo, es un factor decisivo. Según el
Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac), de los 114 millones de
hectáreas que tiene el país, 26 millones tienen vocación agrícola, pero
solo se produce en 6,3 millones de hectáreas. En cambio, solo 8
millones de hectáreas tienen vocación ganadera, pero se usa para ese
fin 38 millones de hectáreas.

El conflicto con la naturaleza es aún mayor. En más de un millón de


hectáreas de páramos, lugares sagrados para la producción de agua,
existen títulos mineros u otras actividades económicas. La cifra se
duplica a dos millones en otros ecosistemas como humedales,
ciénagas y pantanos. Mientras usted se leyó este artículo, se han
perdido cerca de 16 hectáreas por hora de bosque. “Entre más
bosques, más páramos, más glaciares, más agua va a haber. Es una
lástima que Colombia no entienda eso”, explica el ex director del
Ideam, Ricardo Lozano.

La razón tiene que ver con la falta de Estado y con un problema político estructural. En otros países, la
distribución del agua es uno de los asuntos públicos más importantes. En Colombia, el sistema
nacional ambiental no solo es muy débil sino que le entregó ese manejo a las CAR, unos organismos
manejados por el clientelismo y en el que ha reinado por años la impunidad aguas en

Esas entidades deberían asegurarse de que todos los colombianos en las


regiones tengan acceso a los recursos hídricos, pero como en muchas
ocasiones están coptadas por los caciques regionales, entonces quienes
tienen el poder político, tienen también el poder del agua. Por eso, en
departamentos como los de la costa Caribe es muy normal ver que el
pueblo no tenga el líquido, pero la finca del gamonal sí.

El agua es una de las principales fuentes de corrupción en las regiones del


país. Como señala el fiscal, Néstor Humberto Martínez, “en lugares como la
Guajira no hay agua, no porque no haya plata para construir acueductos
sino porque se la robaron”. Esas investigaciones se volvieron una prioridad
en el ente investigador y se cree que existan resultados rápidos pues según
Martínez la forma en que se ha desfalcado al Estado ha sido “burda y
evidente”. El ex ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao, padeció en carne
propia ese fenómeno. “La infraestructura del agua es muy atractiva para los
políticos para hacer corrupción”, sostiene.
A todo eso se suma que Colombia está lejos de tener reglas claras en materia de quién, cómo, y en
dónde se pueden aprovechar esos recursos hídricos. La mayoría de macroproyectos económicos y de
inversión están hoy frenados o generan enormes conflictos sociales por el temor que existe en las
comunidades de que se acaben los recursos hídricos.

Ese limbo hace que el país sea hoy, según el Atlas Internacional de Justicia Ambiental, el segundo del
mundo con mayores conflictos ambientales. Muchos al menos tienen que ver con actividades legales,
como la minería a cielo abierto en el Tolima, que están ad portas de que toda una ciudad, Ibagué,
salga a votar un referendo para proteger su agua. Pero la gran mayoría están relacionados con
actividades ilegales, como la minería criminal, que está financiando la guerra, corrompiendo a las
instituciones y llenando los ríos colombianos de mercurio.

Por eso, no es de extrañar que cada vez sea más común que Colombia sufra por agua. Como explica
Julio Carrizosa, uno de los mayores conocedores de los recursos naturales del país, “lo que vivimos
hoy es lo nuevo normal y lo anormal será vivir como antes”. El concepto del “Agua Bendita”, que
durante muchos siglos fue solamente religiosos, quizás nunca había tenido tanta relevancia.

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