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MANUEL GUARDIA 2 LA LIBERTAD EN LA JUSTICIA < g 3 £ < 6 4 é z Zz & a a & S SSA SES eras “LA LIBERTAD EN LA- JOSTICIA” ONFERENCIA DICTADA EN EL CENTRO CONSERVADOR DE PENONOME, FOR EL SEfiorR Dn. Manuet Guaroia. SENoRES: El Directorio Conservador Municipal me ha encomendado la tarea de distraer vuestra atencién esta tarde, disertando sobre el tema de “La Libertad en la Justicia”. Bien conocéis todos mi falta absoluta de eapacidad para cumplir de modo satisfactorio semejante encargo; pero esa excitacién signifi- ea para mi un mandato que no puedo eludir, y por eso ocupe el lugar que se me designa. La voluntad suplira mi insuficiencia, y vo- sotros sabréis disimular, como os 1o pido, la in- comodidad que os cause. Os anticipo por ello mi mds sincero agra- decimiento. Nada nuevo os diré, ni os daré nada de mi misera cosecha. Lo que os presento es un li- gero manojo de espigas recogidas en el trigal 2 fecundisimo de sabios apologistas y eminentes criticos e historiadores. Una sintesis de los principios que informan la doctrina de nuestro glorioso Partido Conservador. Y, como tam- bién es del caso, procuraré presentaros algo asi como tin esbozo de algunos de los puntos prin- cipales del programa liberal. Veamos: LA SOCIEDAD.- SU ORIGEN. La razén, unida ala experiencia de cerca de 60 siglos quie la humanidad cuenta de existencia, tienen demostrade, come verdad inconeusa, que la libertad en el hombre es restringida; y que no puede, no debe tener elalcance que rtos espiritus ofuscados por ja pasién y el vicio pretenden darle. La libertad absoluta es propia de la verdad y el bien; elerror y el mal no pueden tener Ja misma li- bertad, no deben tener ninguna libertad. La vida de la sociedad serfa imposible sia la vez gue la verdad fuera permitido el error; si el bieny el mal tuvieran los miswos derechos, El hombre no puede vivir en e] aislamiento; la sociedad lees necesaria, absolutamente precisa; fuera de ella no podria alcanzar su fin, Por eso v establecidas, desde e] principio de jos tiempos, las sociedades Jlamadas doméstica, religio- sa y civil, en las cuales vive el hombre congregado con sus semejantes, como unico medio de poder pro~ veer a la perfeccién de la existencia. La historia nos ensefia que la sociedad doméstica primera en el principio fue establecida por Dios enel Paraiso cuando después que, el sexto dia de la crea- cién formé al hombre del limo de la tierra y le inspiré en el rostro un soplo de vida, quiso unirle una compa- fiera, sacada maravillosamente del costado del varén mismo mientras estaba dormido, y formé ala primera mujer. Hntonces se instituyé el matrimonio como principio y fundamento de la sociedad. Pero la mujer, aunque compafiera y sefora del hombre, segiin la delicada expresién de la’ galanteria cristiana, le quedé sometida como parte mas débil, y en atenci6n a la difereacia de actividades a que estaba destinada, Vino entonces la familia, y asi como la mujer quedé sujeta a la voluntad del marido, los hijos, por 4 ley natural, vinieron al mundo subordinados af mati~ dato de la autoridad de los padres, Al mismo tiempo quedé establecida la sociedad religiosa por voluntad de la misma omnipotencia crea- dora, como se compryeba con ef elocuente testimonio de que Cain y Abel practicaban el sacrificio, «pre- sentando uno al Sefer ofrendas de ios frutos de la tierras, y «de los primerizos de su ganado y de lo me~ jor de ello>, elotro’’; y Hnés, nieto de Ad4n, . Multiplicadas las familias, la sociedad civil se impuso como necesidad ineludibie, y con ella la nece- sidad de la autoridad. «Una multitud de hombres reunidos,—dice Santo Tomas de Aquino—en que cada cual atendiese a Io que le conviene, sin ningtn poder que hiciera conver- gir estas acciones hacia el bien comin de la sociedad, darfa necesariamente por resultado la disolucién de ésta; porque la divergencia absoluta en la acciones individuales levarfa consigo, tinalmente, la dispersién completa de los individuos, a la manera yue el cuerpo humano se disuelve y se separan sus elementos des- de el momento en que, faltando el principio vital, falta jafuerza que establecfa y conservaba conveniente subordinacién entre los miembros y daba convergen- cia y unidad a sus acciones> (Fragmento trad. por eb Cardenal Zeferino Gonzalez). Yelinmortal Pontffice Leén XIII, dice: «Como ninguna sociedad puede existir sin un jefe supremo, que imprima a cada uno eficaz y comtn impulso hacia idéntico fin, se sigue que los hombres constitufdos en sociedad han menester una autoridad que los rija, la cual, del propio modo que la comunidad, procede de la naturaleza, y por lo mismo tiene a Dios por autor.» (Enc. Libertas.) La experiencia también tiene demostrado que toda sociedad esta presidida precisamente por uno de los que la componen, para su gobierno y direccién, y a quien todos los congregados obedecen natural y ex~ pontaéneamente. Asf lo vemos constantemente en todos los érdenes de sociedades, siempre que dos o més hombres se congregan con un tin determinado. De donde se sigue rectamente que la autoridad se impone por la misma naturaleza que congrega a los hombres, y que Dioses, por consiguiente, su autor, 6 puesto que lo es de la naturaleza y de las necesidades que ella impone. Por eso dice San Pablo «que toda autoridad viene de. Dios». El origen de las tres sociedades de que venimos tratando nos lo ensefia el insigne maestro de la Igle- sia Leon XITI, asf: AUTORIDAD DOMESTICA: «El var6n es el principe de la familia, y la cabeza de la mujer; ella sinembargo, como carne de su carne y hueso de sus huesos, sométase al marido y obedéz cale, no como esclava, sino como compafiera; es decir, con obediencia digna y decorosa. En el que manda y en la que al mandato se atempera, por ser él imagen de Cristo, ella de la Iglesia, témplese la regla del de- ber con la caridad cristiana, Porque como dice San Pablo, el hombre es cabeza de la mujer, asi como Cris- to es cabeza de la Iglesia. .. de donde, asf como la Iglesia esté sujeta a Cristo, asf las mujeres lo han de estar asus maridos en todo. Por lo que toca alos hijos deben obedecer a sus padres y estarles someti- dos.> (Enc. Arcanun.) AUTORIDAD RELIGIOSA: . Los que pretenden que la doctrina de Cristo sea perjudicial para la Reptiblica —dice S. Agustfn--que nos presenten un ejército que sea tal como la doctrina de Cristo manda que sean los soldados; que nos pre- senten Gobernadores de Provincias, maridos, esposas, padres, hijos, amos, siervos, Reyes, Jueces, y en fin tales cobradores y pagadores del Fisco como manda que sean la doctrina cristiana; y entonces ése atreve- ran a llamarla opuesta a la Republica? Antes bien, no vacilardn en declarar que es un gran bien para la Reptiblica cuando es practicada.> Las potestades, pues, de la Iglesia y el Estado, constitufdas por Dios para el bien comtin de la socie— dad, estin unidas con vinculos sagrados, que el hom- bre no debe quebrantar. Porque, como lo expone la Santidad de Le6n XIII, «Hay una esfera circunscrita en que cada una de las dos potestades ejerce suacciéa por derecho propio. Mas como entrambas tienen im- perio sobre unos mismos sibditos, puede acontecer que una sélay misma cosa, aunque a titulo diferente, venga aser de la jurisdiccién y dictamen de una y otra potestad, Hs digno de la sabia Providencia de Dios que jas ha establecido, que les tenga determina- do el camino que deben seguir y las relaciones que reinen entre ambas..... Si fuera de otro modo, na- cerian ocasiones de frecuentes disputas y conflictos yamenudo el hombre, como quien se ve a la entrada de dos caminos, quedaria perplejo, no sabiendo qué hacerse ante opuestos mandamientos de dos potesta- des cuyo yugo no puede en conciencia sacudir ..... Necesario es, por lo tanto, que exista entre las dos potestades un bien ordenado sistema de relaciones, 10 comparadas, no sin razén, alas que, en el hombre, ligan ef alma con el cuerpo.» (Hne. Inmortale.) Y en otro lugar nos dice las ventajas de esta cor. dialidad. Oigdmoslo: «Hubo un tiempo en que la filosofia del Evangelio gobernaba los Rstados. Entonces la fuerza y Ja divina virtud de la sabidurfa cristiana habfan penetrado las jeyes, instituciones, costumbres de los pueblos, y en todas las clases y relaciones de la sociedad civil; en- tonces la religién fundada por Jesucristo, firmemente puesta en e) grado de dignidad que le es debido, flo- recia por doquiera, gracias a la proteccién de los principes y a la legitima proteccién de los magistra~ dos; entonces estaban ligados el sacerdocio y el im- perio por dichosa concordia y por el amistosv cambio de buenos oficios. Asf organizada, la sociedad civil dié frutos superiores a toda esperanza, cuya memoria vive y vivird en iInnumerables momentos que no podra ni destruir ni oscurecer el artificio de nuestros ad~- versarios. Si la Europa cristiana domé a los. pueblos barbaros y log hizo pasar de la ferocidad a la manse- dumbre, de la supersticién a Ja verdad; si rechazd victoriosa Jas invasiones musulmanas; si conservd la supremacta de la civilizacién, y se ostent6 guia y maestra de cuanto es honra del humano linaje; si re- galé alos pueblos con legitima y amplia libertad; si fundé sabiamente multitud de instituciones para el alivio de las miserias humanas, no cabe duda se lo debié a la religién, con cuya inspiracién y ayuda principié y termind tamafias obras.» Establecido el origen y necesidad de la sociedad, y con ésta el de la autoridad, veamos cual es la liber— tad de queel hombre puede disfrutar. LIBERTAD EN GENERAL. Libertad, palabra magica, arrebatadora, que tie- ne, como ninguna otra, el poder de producir los ma- yores entusiasmos, de mover las voluntades, de agitar las naciones, de suscitar héroes, de hacer llegar el valor del soldado basta el desprecio de la muerte. rot Palabra que en lo natural representa el més precioso d6n con que Dios ha dotado al hombre: el que lo dis- tingue de los brutos, le lena de la més sublime dig- nidad, y le hace semejante al Criador. Glorifiquemos la libertad como nos ensefia a esti- marla la Iglesia nuestra madre, Ia libertad en la jus- ticia, como la glorifica y proclama el noble y grande Partido Conservador, que aplica a su politica las en- sefianzas de la Iglesia Oigamos como comienza el inmertal Le6n XT sa luminos{sima encfelica Libertas: Con efecto, del uso de la libertad se realizan las mas sublimes maravillas; e invocando su nombre se han cometide los mds horrendos crimenes; se han anegado en sangre las naciones, se ha pervertido todo orden y se ha dado rienda sucltaa los mas brutales apetitos. Pero tan encontrados y opuestos resultados nacen. de los diversos y contradictorios significados que se dan aesa palabra. La faisa nocion de Ia libertad, ne es sino producto de la confusién que se hace de la i bertad natural, Ja libertad moral y la libertad civil. Para comprobar esto, vamos a estudiar aunque muy brevemente, cada una de las libertades enun- ciadas, LIBERTAD NATURAL. «La libertad natural o libre albedrfo es la facultad que Bios le ha dado al hombre para elegir entre varias cosas, la que le plazca, y es eso lo que le hace ducho de sus actos, es decir, libre.» Veamos lo que sobre esto nos ensefia el Santo Padre Le6n XIII en Ja citada enciclica Libertas: i2 »Conviene que hablemos brevemente de la liber- tad natural, que, aunque enteramente distinta de la libertad moral, es fuente y principio de donde todo linaje de libertad por si mismo y esponténeamente dimana. KE] juicio de todos los hombres y e] comin sentir, que son la voz de la naturaleza, no conceden esta libertad sino a jos seres dotados de inteligencia ode raz6n; y de aqui la causa por qué reputamos con verdad ai hombre responsable de sus propios actos. >Hsta doctrina de la libertad, as{ como la de la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, nadie Ja ha predicado mas alto. nila ha afirmado tan cons- tantemente como la Igiesia catélica, que en todo tiem- po la ensefié y defendié como dogma. Mas atin, de- lante de los ataques de los herejes y de los. fautores de nuevas opiniones, la Igiesia tomé para sila pro teccién de la libertad y salvé de la ruinaeste tan excelente bien del hombre. La libertad es, como ya dijimos, propia de los seres dotados de inteligencia o de razon; y esta libertad, si examinamos su natura- Jeza, no es otra cosa sino la facultad de elegir entre los medios apreciados a un fin determidado, porque quién puede escojer una cosa entre muchas, es duefio de sus actos..... Es imposible para la voluntad el moverse, si no la ilumina el conocimiento intelectual como una antorcha; y siempre el bien deseadu por la voluntad es por necesidad un bien conocido por Ia raz6n .....Mas como estas dos facultades no alcan— zan la absoluta perfecci6n, puede acontecer, y en realidad sucede, aue el entendimiento proponga a la voluntad algun objeto que, en vez de bondad real no tenga sino apariencias de tai, sombra de bien, y que Ja voluntad, sin embargo, lo apetezca, Pero as{ como el poder de engafiarse y elengafic mismo son defec— tos que revelan un entendimiente no del todo perfec- to; del mismo modo, adherirse a un bien falaz y ficti- cio, aunque es indicio de libertad, como la enfermedad es sefial de vida, constituye un vicio en la libertad. Ved aqui por qué Dios, intinitamente perfecto, por s ls inteligencia suma y la bondad por esencia, es so- beranamente libre, y no puede, sin embargo, querer el mal moral... .... {3 oh Angélico Doctor..,. nos ensefia que la facul- tad de pecar no es libertad sino servidumbre....‘Todo ser, dice,'es lo que debe ser, conforme a su naturale za. Cuando se mueve por un agente exterior, no obra por si mismo sino por impulso ajeno, lo que es propia ue un esclavo, >Ahora bien: el hombre es racional por naturale- va. Sise mueve conforme a la raz6n, se mueve con movimiento propio y procede por sf mismo, lo que es bropic de la libertad; cuando peca, obra contra la razon, y se mueve por otro y queda sujeto a domina- cin extrafia; y por eso ha dicho Jesucristo; “el que hace el pecado, es esclave del pecado.” (Enefclica Li- bertas.) LIBERTAD MORAL, De aquelia magistral demostracién se desprende que sdlo hay libertad verdadera y propia, cuando et hombre, a imitacién de Dios, que no puede querer sino lo bueno, tiene su voluntad expedita para escoger’ lo que es justo y bueno, Dios nos manda, pero no nos obliga, a elegir el Bien; no nos impide con vio. lencia, escojer e! mal, pero sf nos lo prohibe; ofrece su gloria eterna ala virtud, y conmina con eternos tormentos al pecado y al vicio. Los textos de la Sagrada Hscritura que mas alte proclaman la libertad natural, son los que mas clara- mente recuerdan la limitaci6n de su uso, ¢Keporturé ta gloria eterna, dice e! Eclesidstico, el que pudo pecar y_no pecd, hacer el mal, y no lo hizo;s y en otro lugar: «Crié Dios desde el principio al hombre, y dejéle en manos de su consejo. Didle, ademas, sus mandamien- tos y preceptos, si....cumplieres los mandamientos, Sen tu salvacién.» (Ecle. XXX, 10. - XV, 14, 5, 16.) Esa es la ley que dirige y limita el uso de Ja li- bertad natural, admirablemente definida por Sante ‘Fomas, ordenacién de la vaxdén, promulgada para el bien comin, por el que tiene el cwidado de la comunidad. «Nocién perfectisima de la ley*, ordenacién de la ra- 26n, no del capricho ni del interés; promulgada, sin le cual no Megaria a los subdites ni podria obligar, para 14 4] bien zomin, no el individual; no por ei amo, come en la edad pagana, sino por el gobernante, que segin el espfritu del Evangelio, sélo se establece para cus dar de la comunidad. Dios es e} legislador supremo del universo ente- ro, asf como es su Griador, conservador y duefio; y como tal legisla para cada criatura conforme ala na~ turaleza gue le ha dado; gobierna con leyes necesa~ rias, a los seres destituidos de raz6n; y rige al hom- bre, inteligente y libre, con leyes que 6 debe camplir usando de su libre albedrfo, La libertad moral e; s, +1a facultad de elegir entre varias cosas, sin quebrantar la ley divinas. Asif quedan deslindadas las dos libertades de que hemos hablado: al libre aibedrfo nadie lo violenta; a la libertad moral la limita el precepto de la ley. Veamos ahora Ja maravillosa profundidad y sen- cillez con que el Soberano Pontifice trata esta cues- tién: «La libertad ha menester proteccién y auxilio ca- paces de dirigir sus movimientos al bien y apartarlos del mal, sin focual fuera la libertad dafiina al hombre. Y primeramente le es necesaria una luz, es decir, norma de lo que debe liacer u omitir, Hablando con propiedad, no existe ella en los animales, que proce- den por necesidad, por impulso de la naturaleza, y no pueden adoptar por si mismos otro: modo de accién. Mas los seres que gozan de libertad tienen en si el poder de hacer una cosa de preferencia a otra, porque no eligen el objeto de su querer sino cuando inter. viene el} juicio de la razén, gue antes dijimos.... Es, en efecto, la raz6n quien prescribe a la voluntad lo que debe apetecer y repagrar, para conseguir el fin supremo, para el cual hace el hombre todas sus accio- nes. Esta ordenacién dela vaxdn es lo que se llama Ja ley. >Si, pues, la ley es necesaria al hombre, ha de buscarse, como en su rats, la vazdn de esta necesidad enel mismo libre albedrio, en gue ia voluntad no se aparta de la recta razén. Y nada més absarde y ajene al buen juicio podria decirse o pensarse sine que el dombre, por cuanto es naturalmente libre, deba estar 16 exento de toda ley; porque de ser asi, se seguirfa qt la libertad ha menester pugnar con la razén; enando, al contrario, Ja verdad es que el hombre ha de estar snjeto ala ley precisamente porque es libre.s (ine, Libertas.) LEY HUMANA. Dios, que es la fuente suprema de toda autoridad, delegé a los poderes eclesidstico y civil, el derecho de dictar leyes positivas para el bien comtm, sanciondn- dolas con penas y recompensas, con e! fin de prohibir el delito, y de evitarlo, y de castigario. Cada uno de esos poderes es supremo en su es~ fera, cada uno tiene sus limites que resultan de su propia raturaleza. Hl uno legisla y gobierna en todo aquello que es sagrado o se refiere a la salvacién de Jas almas; el otro en todo lo que se refiere a los asun- tos civiles y politicos. Pero-las leyes, para que cumplan su fin, que el bien comtin de la sociedad, como hemos dicho, de~ ben ser titiles, honestas, justas, posibles, promulga- das y amoldadas ala comunidad. Esas leyes son las que precisan la aplicacién de la ley natural a cada caso particular, y las que atajan el camino del crimen. LIBERTAD CIVEL. La liberiad civil es la faculiad de elegir entre varias cosas, sin quebvantar la ley dictada por la autoridad hu- muna.> «Es decir, que asf como Dios ba trazado los limi: tes de la libertad moral, es e! legislador, o sea el hom- bre, quien traza los de la libertad civil, Pero desde luego, la ley humana debe dar libertad, toda la liber- tad posible, ala verdad y al bien; y quitar la libertad, toda la libertad, a) error y al mal; porque conceder libertad al vicio y al error, es autorizar lo que Dios prohibe; es usar de la autoridad recibida del Griador, contra el Criador mismo; es hacer de la ley, que es ordenacién, de la razén para el bien comin, un dictade de la pasién para el mal de todos: es hacer traicién a Dios, es convertir el remedio en yeheno. *Conceder igual libertad al bien y al mal,es negar 16 practicamente que haya diferencia entre ei mal y el Dien: o es-afivmar que el hombre no puede distinguir el uno del otro.® «Ademads—nos dice el ilustre doctor Rafael M* Carrasquilla—., dicha libertad es, en la prdctica, una verdadera utopia, una ilusién, una quimera. «Dos principios contradictorios no pueden moverse con absoluta libertad en el mismo espacio, Encerre- mos dos hombres en un mismo aposento y démosie al uno libertad para dormir a oscuras, y al otro para dormir con vela encendida, Concedamos al viajero la libertad de transitar por los caminos, yal salteador la de ejercer oficio en jas encrucijadas; al mercader, de conservar su dinero y al ratero la de bartarselo, No causa risa semejante teorfa? «Pues, si no se puede dejar libertad a entram bos, debe darsele absolutamente toda la libertad a la ver- dad y al bien.» Vedmos lo que nos dice la Santidad de Leén XIII sobre la ley y la libertad: «Lo que se ha dicho sobre la libertad de los ind viduos es S4cil aplicario alos hombres congregado en sociedad civil; porque lo que hacen fa razén y la ley natural para con los individuos, eso mismo alca para la sociedad la ley humana promulgada para el bien comin de los ciudadanos, Mas, entre las leyes humanas, bay algunas que tienen por objeto lo que naturalmente es bueno o malo, para afiadir al precep— to de hacer to uno y evitar lo otro la conveniente san- cién, .... «En cuanto alas demés leyes humanas, no pro- ceden inmediata y préximamente dei derecho natu- ral; son consecuencias indirectas y remotas suyas, y tienen por objeto precisar aquellos puntos sobre jos cuales la ley natural no se pronuncia sino de un mode vago y general, Asi la naturaleza ordena alos ciw dadanos trabajar por la quietud y prosperidad publi- eas; pero en qué medida, en qué condiciones, y en qué objeto deban hacerlo, es cosa que determina, nu Ja naturaleza sino la humana sabiduria. as reglas particulares de conducta, dictadas por la vazén pros dente y propuestas por legftima autoridad, constitu- yen lo gue se !lama con propiedad la ley humana... .? «Se ve que en la ley eterna de Dios 4s en donde Ginicamente debe buscarse la regia de Ja libertad, ne sélo para los individuos,sino también para las socieda- des humanas. Por lo tanto, en una sociedad com~ puesta de hombres, no consiste la verdadera Hbertad en que cada uno haga lo que quiera; porque este serfa extremado desorden que Hevaria 4 la opresién; sing en gue, auxiliado por la ley civil, pueda con mayor facilidad, vivir segtin los mandamientos de le ley ster- na. Para los que gobiernan, la libertad no censiste en mandar temerariamente a su antojo; porque ese seria deszorden no menos grave, y perniciosisime para el Estado; sino que Ja fuerza de las leyes consiste en que se entienda que dimanan de la léy eterna, y en que no haya preseripcién suya no contenidaeo la fuente de todo derecho .... »Sien las discusiones que vulgarmente se thenen sobre la Hbertad, se hablara de la legitima y honesta, tal como la entiende la razdn y la acabamos de expli- car, nadie volverfaa hacerle alalgiesiala sutma injuria de acusarla de enemiga de !a libertad y seguridad de los Estados. »Pero hay muchos hombres que, siguiendo el ejem- plo de Lucifer, cuya es aquelia frase: NO SERVIRA, entienden por libertad una mera y absurda licencia. Tales son los que pertenecen a cierta escuela, hoy difondida y poderosa, y que, derivado su nombre de la, palabra libertad, quieren ser Hamados diberates>. De las cuestiones, tan someramente expuestas, resulta demostrado: que la libertad bien ordenada es aguellague emana de la omnipotencia divina, la que bos hace semejantes a Dios, Ia que se dirije ai bien y a la verdad, la que nos separa del mal ydelerror, ¥ es as{como la entiende y practica el Partido Con- servador, cuyos principios nacev. de la doctrina catdlica. Veamos ahora como entienden y practican ta libertad Jos que pertenecen a aquella secta de que nos 18 habia cl insigne maestro de la Iglesia; los bijos de ia rebelion, es decir, los de la escuela liberal: il liberalismo prociama la «moral independiente pretende que el hombre debe vivir sin sujgtarse a ja ley de Dios en Ja vida privada, en la familia, en et gobierno politico, y sostiene que cada uno tiene dere- cho de pensar, ensefiar y pablicar lo que quiere. {L fiberalismo, negando a Dios los derechos que tiene sobre sus criaturas, quiere establecer un dere- cho nuevo, segén el cual, todo ha de ser ateo, es decir, sin Dios, a saber: gobierno ateo o sin Dios; conciencia bre o sin Dies; Libertad de cultos 0 religién; Ense- wianza oescuela sin Dios. Tinprenta sin Dios 0 libertad de imprepta; Matrimonio civil etc. etc. <1 liberalismo no es régimen politico, no es republica ni monarquia. No es parlainento ni poder absoluto: es pura y sencillamente independencia del hombre respecto de Dios, el NON SERVIAN de Luci- fer como oportanamente dijo el Augusto Pontftice Leda XEEL.» (Valentin Gomez), «Ui! liberalismo no es régimen politico: se vale de la politica para el trianfo de una idea filoséfica: eso es todo» (Rafael M, asquitla). Entre todos los cnadros que presenta la historia del género humane en los siglos de sa existencia, nin guno es de més terrible elocuencia que la Revolu- cidn Wrancesa de 1789; ninguna ensefianza bistérica es més instractiva coando se trata de conocer los resultados practicos de lo que Hamamos «Doctrina o Sistema Liberal.» Veamos cémo en aquella revolucién, un pueblo seducido por las promesas de libertad sienta por base de su futura vida social jos Hamados «derechos del howbre®, prociama sa propia soberanta, se separa de Dios, degiielln a su Rey, prohibe toda religién y culto. Y en seguida se empefia frenético en destrozarse a si mismo; inventa guillotinas, fasilamientos, y ahoga- mientos en, masa para exterminar mas pronto. En un hasta entonces tipo de nobleza y de generosidad se repiten escenas que nose explican ya por la depra- yacioo humana sino por wna influencia satdnica. Se les ve devorar carne humana, y beber la san- is pies a quede gre caliente de sus vietimas, se les ve inse! sedo sentimiente de conmiseracién mientra ulguna victima por degollar. Al fin, los directores y jefes de Ja revoluciOn, ha. biendo acabado con sus opositores, se exterminan unos a otros: A esto llegé aquel pueblo por haberse separado de Dios. Mas, esto es precisamente lo que desea el Nberalismo, para esto habla, escribe y trabaja; quiere separar la sociedad humana de Aquél que sdéle puede conservarla en la érbita de la justicia y de la paz. Para patentizar esta pretensidn de} liberalismo y sacarle la mascara, para probar a dénde va con sus gobiernos ateos, con su ensefanza irreligiosa y liber- tad de imprenta, serfa en gran manera Util que la historia de aquella revolucién francesa fuese pro- puesta en escritos populares a la lectura y meditacién del pueblo, Ei liberalismo, en manos y al servicio de ja maso- nerfa, hive aquelia revelucién; el fiberalismo tuvo completa likertad para aplicar sus principios, y dcual fué el resultado? équé produjo la secta? Asesinatos, salvajismo, exterminio de tres a cuatro millones de ciudadanos, hasta que Hegé el soldado que restablecié ja autoridad justamente con Ja religién catélica: Ni poleén I reconocié la necesidad de sentar otra vez el editicio social sobre la sélida base de la religién caté- lica, y asi lo hizo celebrande con e! Papa Pio VIL an Concordato ecles' 2, ¥ restableciendo el culto ca+ télico en teda la Nacién. Iguales resultados se han obtenide en todos ios paises donde el liberalisino ha ensayado establecer su sistema o doctrina, que puede resumirse asi: ante la dey, el error tiene los misinos derechos que la verdad. De ahf procede : Todo lo que tengo derecho de decir, tengo derecho de imprimirlo y publicarlo, Oualquier apéstata tiene derecho de escribir que Jesucristo no es Dios, y na~ die absolutamente lo tiene para probibir su libroo su periddico, Esta falsa libertad ataca la autoridad de Dios y aw las verdades de la divina revelacion. Destruye tuda moral por su pretensién de mentir y calumniay libremente. Ks un semillero de revolu- ni om cloves contra la autoridad ptiblica y de enemistades entre las familias y los particulares. Oigamos al sapientisimo Papa Leén XIJT céme expresa los principios que aclaran esta materia: «Volvamos ahora un tanto la atencién hacia la bertad de hablar y de imprimir cuanto place. «Apenas es necesario negar el derecho a seme+ Jante libertad cuando se ejerce, no con alguna tem- planza, sino traspasando toda moderacién y limite. El derecho es una facultad moral que, como hemos dicho y conviene mucho repstirlo, es absurdo el su- poner que haya sido concedido por la naturaleza de igual modo a la verdad y alerror, ala honestidad y a Ja torpeza. Hay derecho para propagar en la socie- dad libre y prudentemente lo verdadero y lo honesto, para que extienda al mayor nimero posible su .bene~ ficio; pero en cuanto a las opiniones falsas, pestilencia ja mds mortffera del entendimiento, y en cuanto a los yicios, que corrompen el alma y las costumbres, es justo que la pablica. autoridad los cohiba con diligen- cia para que no vayan cundiendo insensiblemente en dafio de la misma sociedad. Y las maldades de los ingenios licenciosos, que redundan en opresién de la multitud ignorante, no han de ser menos reprimidas por la autoridad de las leyes que cualquiera injusticia cometida por fuerza contra los débiles, Tanto mas, cuanto que la inmensa mayorfa de los ciudadanos no puede de modo alguno, 0 puede con suma dificultad, precaver esos engafios y artiiicios dialécticos, singu- Jarmente cuando halagan las pasiones. Sia todos es permitida esa licencia ilimitada de hablar y escribir, nada serd ya sagrado e inviolable, y ni atin se perdo nard aaguellos grandes principios naturales tan Ile- nos de verdad, y que forman como el patrimonio co- min y justamente nobilisime del género humano. Oculta asf la verdad en las tinieblas, casi sin sentirse, eomo muchas veces sucede, facilmente se ensefiorea: ra de lag opiniones humanas el error pernicioso y miiltiple, Con Jo cual recibe tanta ventaja la licencia como detrimento la libertad, que sera tanto mayor y mas segura cuanto mayores fueren los desenfrencs de lalicencia. (Wac, Libertas.) 28 DEL MATRIMONIO, i liberalismo, fel en su principio de exciuir a Dios de toda Ja vida humana nos dice: que el matrimo- nio no es un Sacramento; aue es un contrato como cualquiera otre, y que puede disoiverse y romperse cuando los exposes lo quieran; que el matrimonio, una vez que no es sacramento, debe celebrarse ante el Ma- gistrado civil y no en presencia del Ministro de la Iglesia. Y aesta unién puramente profana, es alo que los liberaies Maman , Por tan to, el Seficr Dios hizo caer sobre Addn un profanda suefio,.....y dela costilla que sacé de Addn, formé el Setior Dios una mujer, la cual presento a Adan. Y dijo Addn: , (S. Mat. 19. 8. v. 20.) Entre cristianos es el contrato matrimonial abso- Jutamente inseparable del Sacramento, de tal modo que la validez o nulidad del uno trae consigo Ia legiti- midad o invatidez del otro. Un laalocacié6n consistorial de 27 de Septiembre de 1852, con ocasién de leyes dictadas por los poderes publicos de la Nueva Grana da (hoy Repitblica de Colombia) decia la Santidad de Pio [X: «Como ninguno de los catélices ignora o puede ignorar, es el matrimonio verdadera y propiamente uno de les siete sacramentos de la ley evangélica, instituido por Nuestro Sefior Jesucriste; y por la nto, entre los fieles no puede darse matrimonio que al mismo tiempo no sea sacramento; y asf cualquiera union entre el vardn y la mujer cristianos, fuera del sacramento, ain cuando ae haga en fuerza de las leyes civiles, no es otra cosa que un torpe y vergonzoso concubinato, condenado con energia por la Iglesia. De aquf que el sacramento no pueda separarse del contrato conyugal, y que pertenezea en lo absoluto a la potestad de la Iglesia decretar todo aquello que de cualquier modo pueda concernir al mismo matri- monio, Mas tarde el Pontifice Leén XIII, en so Mncfcli- ca Arcanum ratiticé asf esa doctrina: «Nadie se deje seducir por aqueila distincién tan alabada por los regalistas, que consiste en separar el contrato nupcial de! sacramento, con el fin de reser- yar el sacramento # ja Iglesia y entregar el gontrato al querer y arbitrio de los poderes civiles. A la ver dad, semejante distincién, o mejor dicho separa ion, es inadmisible; puesto que estd reconocido que en al matrimonio cristiano, no puede apartarse el sacra- mento del contrato; ni puede haber contrate verda- 24 dero ni legitimo sin que sea al mismo tiempo sacra- mento,> Dada esta doctrina de la Iglesia, es facil com- prender por qué el establecer impedimentos dirimen- tes, celebrar el matrimonio y juzgar sobre las causas matrimoniales son cosas de la exclusiva competencia de la autoridad eclesidstica. En efecto, establecido que, entre cristianos, el contrato y el sacramento sen. inseparables, o la autoridad civil celebra el sacra- mento, o la Iglesia autoriza el contrato. Lo primero es a las claras imposible; lo segundo nada tiene de particular, una vez que se trata de una autoridad perfecta con jurisdiccién propia y exterior, como es la de la Iglesia.» Por tal razén dice Leén XIII en la rememorada Encfelica: Tampoco puede decirse que el Estado sea quien hha concedido a la Iglesia su potestad en este particu- lar, porque muy bien lo dice el mismo Pontitic y alos que digan que las causas matrimoniales no 25 pertenecen a los jueces eclesidsticos (sesi6n XVIV, Gan. 4 y 12), por lo cual, quien profese y propague tales doctrinas, a sabiendas, es hereje y queda, ipse facto, fuera de la comunidn de la Iglesia.» Respecto de los efectos puramente civiles del matrimonio, como el dominio de! marido sobre los bienes comunes, la sucesién y todo io demas que con este se relacione, la Iglesia no pretende tener inter- vencién alguna, y lo deja a la antoridad civil, como con toda claridad lo dice Leén XIII. La legislacién panamefia, impulsada ya por unos cuantos corifeos de la secta masénico-liberal, que usurparon el titulo de representantes de un pueblo netamente catélico, nos ha impuesto el degradante matrimonio civil obligatorio, a pesar de las formales y enérgicas protestas de toda la Nacién, y coumina con severas penas al sacerdote catdlico que adini- nistre el sacramento sin que antes se haya efectuado aquel ridfculo sainete. Porque no es otra cosa aquelio de que unos espo- Sos que van a ser unidos por Dios con las solenmnes, issponentes ceremonias del culto catdlico, en la Igle- sia, ante el tabernaculo de Dios vivo, por el Ministro de Cristo, vayan a solicitar otra unién en una des- mantelada oficina en gue oficia de sacerdote del Dios~ Estado on Juez municipal, que tiene por templo una tienda, por ara un ristico bance, por sagrario un ca- j6n atiborrado de papeles y por Evangelio un enreve- sado Cédigo Civil. ¥ Inego viene el divorcio establecido por Ja mis- ma ley, ante los Jueces del Estado, con todo su cor tejo de escdndalos y depredacion ila autoridad bumana disclviendo el yinculo sagrado del matrimo- nio! Desligando el hombre lo aue Dios ha atado! Pretensién inandita!. Hsto, sefiores, no es sino la degradacién, el liber- tinaje, ef colmo de la maldad liberal. Hi divorcio destruye aquel nido del alma que se tiama el hogar del hombre; muda la esposa por jas hembras; e] amor puro por jas pasicnes desberdadas: y degrada la familia, base de la sociedad religiosa y de la civil, ¢ implanta la religion del vic 26 El liberalismo es la verdadera ponzofia que mata; la anarquia no es sino la descomposicién que sigue a ja muerte. Diganlo Colombia y ei Ecuador en todos los tiem- pos de la dominacion liberal; dfgalo Méjico en la época nte, con sus persecuciones, sus asesinatos, sus de los bienes de la iglesia, sus destierros, sus horribles sacrilegios y su torrente de crimenes, que poco tienen de menos que los de la Francia del 89. Pero cortemos yé este trabajo, aun sin acere nos 4 los otres puntos enunciados dei programa im dei liberalismo, porque seria inacabable. Con lo dicho queda ex: to algo de las subli- midades de nuestro credo, y algo de las asechanzas mai lamadas principios liberaies. ‘Trabajemos, pues, pero trabajemos con ahineo, con el mds noble y decidide entusiasmo, por la unifi- eacidn perfecta de nuestro glorioso Partido, para vol- ver con brios por los fueros de la , tan vilmente escarnecidos por nuestros adversarios, He bICHO,

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