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Masificación y estilo de vida

En este apartado José Luis Romero aborda como el proceso de masificación de las ciudades
latinoamericanas incide y transforma los estilos de vida tanto de la estructura de la sociedad
normalizada como de la sociedad anómica revelando la diferencia así como la diversidad de los
modos de vida que se desarrollaron entre estos dos conjuntos e incluso dentro de ellos.

Los estilos de vida se convierten en este capítulo en la forma de representar como las
transformaciones en el espacio urbano, en este caso el proceso de masificación incide
profundamente en el desarrollo la cultura y formas de vida de los nuevos grupos sociales que
nacen y se desarrollan en este contexto, para el autor tanto en la sociedad escindida como en
la sociedad normalizada se sufrieron procesos de diferenciación internamente, que se reflejaban
en la construcción de barrios exclusivos diferentes según el nivel de vida y el estilo. Sin embargo
estas diferencias eran aún más marcadas y se contrastaban profundamente entre estas dos
sociedades.

Lo anterior sucedía principalmente por el sistema de creencias, costumbres y concepciones con


los que cada grupo se había conformado, así mientras que la sociedad normalizada tenía un
estilo de vida que marcaba coherencia, había sido heredado y por ende era tradicional, además
de que contaba con un sistema de normas inamovibles, pero al mismo tiempo flexibles en tanto
no afectaran los principios que las definían. Para esta sociedad uno de los cambios que la afecto
directamente fue la incorporación de grupos que vivían en otra forma, la representación que
hacían de ellos era de desprecio y asco.

Por otro lado la sociedad escindida no tenía un sistema coherente de actitudes, estaba
conformada por diversos grupos sociales que se diferenciaban y que por ende no tenían un
conjunto de normas común sino que se mantuvieron muchos de sus estilos de vida dándole el
carácter de sociedad anómica. Incluso en los años 40 aún no se había avanzado en la integración
de las su sociedades: clases populares y migrantes, es decir que lo que se denomina masa aún
no encontraba cierta coherencia.

Fue por medio de la participación, movilización y enfrentamiento con la sociedad normalizada


que la masa pudo hacerse notar y “mordisquear” en la estructura social a la que se le impedía
ingresar. El deseo por ser incorporados se manifestó en la imitación de los modos de vida de las
sociedades normalizadas: costumbres, normas, vestidos, formas de juzgar y pensar, así como el
comportamiento ante la ley, y la exigencia de sus derechos. Esto no significo que hubieran
sufrido un proceso de interiorización, sino era más una repetición de un modelo.

Lo anterior revela que el espacio urbano rápidamente se convirtió en un lugar de tensiones y


yuxtaposiciones en dos mundos que parecían totalmente distintos en un mismo espacio. Lo
único que considera el autor tenían en común estas dos sociedades era el anhelo de superar y
mejorar su condición económica y social, y más adelante el sentimiento de escepticismo y
disconformismo. En relación con esto último, la llegada de nuevas generaciones que nacieron
en el proceso de masificación tanto en la sociedad normalizada como escindida generó nuevos
mecanismos de interacción esta vez más flexibles en los que se cuestionaba la estructura
existente. De este modo se generó un estilo de vida más individual: el hombre se vuelve cada
vez más independiente, sin compromiso a la estructura normalizada, tendientes al control de la
nueva estructura, la cual era solo una metamorfosis de la antigua. Así se da la adopción de
normas, costumbres, comportamientos e idiomas extranjeros, como reflejo de la necesidad de
crear una cultura cosmopolita y un estilo de vida acorde a esta. Para Romero fue este estilo de
vida el que más incidió en la desaparición progresiva de antiguos sistemas de normas en la
sociedad normalizada.

En contraste con lo anterior Romero encuentra que las clases medias se refuerzan con ciertas
modificaciones el estilo de vida burgués en la que el trabajo y el ocio se complementaban,
mientras que también se revalorizaba valores tradicionales: morales, estéticos e intelectuales.
Algo similar sucedió con las clases populares en las que persistió las formas de vida tradicional
anhelando tener los estilo de vida de la clase media. A diferencia de la sociedad normalizada en
la escindida no existió homogeneidad en los estilos de vida, pues cada grupo que allí se
encontraba tenían sus propias sistemas de costumbres y creencias, sin embargo fue la sociedad
escindida constituida por inmigrantes y clases populares la que más sufrió el proceso de
masificación, pues tuvieron que adaptarse a la nuevas condiciones que exigía la urbe, lo que se
tradujo en un estilo de vida de miseria, pues su poca capacidad de responder a un mundo cada
vez más consumidor los convertía en los recicladores de todos aquellos desperdicios de las clases
altas.

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