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2 COSIN, Que No Desaparezca La Danza PDF
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Mónica y Ana María son amigas desde hace muchos años (más de treinta). Ana María y Mónica
se conocen tanto, que una habla por la otra, luego discuten por algún detalle histórico o un
recuerdo en el que no coinciden, o a una le gusta lo que la otra piensa que es una porquería.
Mas al rato se miman con palabras dulces y de admiración.
"Uno cuando baila siente algo divino. Eso no lo entienden los que no bailan. Lo sagrado de la
danza está igual en los que tienen o no técnica". Quien afirma esto es Ana María Stekelman, la
gran coreógrafa, maestra de maestros y quien fuera la fundadora del Grupo de Danza
Contemporánea del Teatro Municipal General San Martín (más tarde denominado Ballet
Contemporáneo). Hoy es famosa en el mundo por su Compañía Tangokinesis y por la labor
coreográfica para Julio Bocca, para Carlos Saura ('Tango') o para F. F. Coppola ('Tetro'). Su
amiga, exalumna y exintérprete, Mónica Fracchia, bailarina, coreógrafa y maestra, quien fuera
parte del primer cuerpo estable de aquel ballet contemporáneo; es la directora de la Compañía
Castadiva.
La motivación para reunirlas en un café -con Alternativa, dado que a ellas no les faltan excusas
para juntarse, incluso pasaron sus vacaciones en Córdoba, en casa de otro ex bailarín- fue
hablar de un ciclo de danza que Stekelman está organizando en el Teatro del Pueblo hace
alrededor de un mes. Cuando le propusieron la idea, le pareció importante hacerlo, pero luego
se dio cuenta de que era un verdadero problema: ¿qué programar?, ¿con qué criterio?
"Me está costando muchísimo -se queja Ana María-. Programé primero a quienes conocía,
a Mónica Fracchiay a Jorge Amarante, porque me encantan los movimientos que hacen.
Después seguirá Teresa Duggan, porque se ofreció desde el principio, pero no sé con quién va
a compartir el programa de junio. Creo que fue bueno esto que hicimos hasta ahora, ¿no? -le
pregunta a Mónica-". Ésta asiente contenta, porque al estreno, con la sala completa, habían
llegado también varios críticos especializados."Yo sé que quiero programar danza -prosigue
Stekelman- que pueda jugar con lo teatral como lo hicieron ellos (las piezas de Fracchia y
Amarante, aunque diferentes en líneas estéticas, son de cierta narratividad o expresividad
similares), pero me gustaría que el lenguaje primordial fuera el de la danza. Pienso que la
danza está desapareciendo del mundo. Yo tiemblo cuando de la Ópera de París echan a diez
bailarines del cuerpo estable. Creo que la danza ya no le interesa a nadie. Que no le interesa a
los que hacen las políticas culturales del mundo. Todo se está mediatizando y la danza es
absolutamente un arte vivo. Pero a lo que voy, y que es lo más importante, es a que si yo
tengo que trabajar en el Teatro del Pueblo ad honorem programando un pequeño ciclo,
¡imaginate los chicos jóvenes! ¿Qué hacen? Todo se va reduciendo, desde el Ballet del San
Martín o el cuerpo estable del Colón, hasta las funciones que realizan por año. Además de la
calidad: ¡acá por lo menos atrasamos cien años!".
Mónica no está convencida de los desastres descriptos por Ana María. En todo caso, trata de
ser positiva. Incluso ha formado recientemente una asociación sin fines de lucro que tendrá la
función de crear trabajo para su compañía, al mismo tiempo que volcar los proyectos
coreográficos a la comunidad, a la acción social directa. Su compromiso con lo contingente es
más intuitivo que teórico: "Al día siguiente del 19 y 20 de 2001 yo me puse a
armar Sudakas. Ésa fue mi respuesta a lo que estaba pasando -relata-. No es que piense en
hacer danza desde la política. A mí me importa coreografiar, mostrar las obras, que mis chicos
(se refiere a la compañía, todos jóvenes bailarines muy preparados) bailen, viajen, no se
detengan".
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