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He escrito de lo oscuro, de la desolación de Más allá del sonido de tu nombre

la mirada
que me clava tu ausencia en la memoria,
y del deseo, que se eleva inútil para morir
donde acaba tu cuerpo,
vacío.
donde comienza el mío
He escrito del miedo,
cada mañana, me salva la poesía.
del dolor de una tarde que se pierde sin
rumbo, De morirme, de hundirme, derrumbarme,
del cuerpo que se niega. bajo la negra nube que siempre está en mi
cielo,
De todo esto he escrito, y más si me dejaran
del miedo que encarcha mis pulmones,
cuando hubiera querido simplemente no
escribir, me salva la poesía.
sino quizá vivir y ser amada De las noches terribles,
y encontrar en los cuerpos amados un de las cavernas oscuras,
refugio seguro
del jardín de los muertos,
donde contar que el tiempo acaricia
suavemente. de los criminales, de los olvidados,

Y no querría escribir de nada más, de los cuerpos enterrados en silencio,

sino enroscarme en tus piernas, del olor de tu pelo, de tu ausencia,

descansar en tu vientre me salva la poesía y me levanta.

y morir, puesto que hay que morir,

sabiendo que he vivido,

con un conocimientos exacto del gozo y del


placer

-de la alegría-.

Y sin embargo escribio, a mi pesar, lo


reconozco,

y seguiré escribiendo mientras viva

porque no tengo aliento más audaz ni más


lejano,

ni tengo abierto otro canal hacia la vida.

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