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Con respecto a su origen se pueden apreciar dos versiones, la primera dice que antes de
llegar los españoles al territorio venezolano, los indígenas ya hacían uso del petróleo,
sólo que era denominado por éstos como MENE,( 1814 cuando se perforó el primer
pozo en Mene Grande (Zulia) llamado Zumaque ) el cual les servía como
impermeabilizante, en la cacería, para alumbrarse e incluso para uso medicinal y la
segunda considera que el petróleo en Venezuela fue "descubierto" por los españoles y
que a raíz de éste se desarrollo el uso del asfalto para calafatear a los barcos para que no
les entrara el agua. (Cfs: Martínez; 1988, 128; Guillermo; 1958, 52).
Este fenómeno traerá consigo las inversiones extranjeras, motor fundamental de ese
conjunto de cambios. Estas empresas inversionistas, al principio van a tener
participación a nivel nacional en la explotación de hidrocarburos, luego en la mineral
de hierro y posteriormente en la industria, el comercio, los transportes y en menor
grado, la agricultura, ya que con la apertura de las vías de comunicación, los productos
agrícolas aumentaron en el mercado interno fomentando el mayor consumo,
constituyendo lo que hasta nuestros días es la economía nacional; si se puede llamar
nacional, pués con el fenómeno de la globalización no sabemos que es nuestro y que no
lo es.
Explotación petrolera y la economía rentista
Sin embargo, al principio, los ingresos que se obtenían de la exportación petrolera sólo
beneficiaba a las empresas petroleras extranjeras, luego con la aplicación de reglas, en
las que la renta petrolera es de todos los venezolanos y se comienzan a aumentar los
sueldos y salarios, importación de productos para el consumo, para "mejorar" las
viviendas y la ampliación de políticas de salud; es decir, mejorar las condiciones de vida
de los venezolanos, así como el crecimiento de la población. Aunque esto no significa
que todo está solucionado, puesto nunca estas propuesta fueron implementadas y cada
día deprimen más y más a la sociedad, ya que en su contorno se sigue reflejando
la inseguridad, la pobreza, la riqueza de una minoría, debido a la ineficiencia
del Estado para controlarlos y en su mayor caso capacitarse para una
mejor administración económica y social al sector privado del país.
La historiografía nacional y los estudios polito lógicos reconocen que el Pacto de Punto
Fijo fue para el momento la expresión más acabada de un acuerdo entre partes, entre
organizaciones, grupos diversos y elites por fraguar lo que serían las bases y cimientos
de la democracia en Venezuela. En este destacan un fiel compromiso a la unidad, el
respeto mutuo, la tolerancia, la amplitud y la cooperación en defensa del régimen
democrático naciente, que tuvo su manifestación de forma categórica en la Declaración
de Principios y Programa Mínimo de Gobierno de 1958.
La trascendencia de dicho acuerdo estuvo en establecer las líneas generales no sólo del
nuevo gobierno, sino de lo que sería posteriormente el funcionamiento de la democracia
en Venezuela durante cuarenta años, al extremo de hablarse de la llamada Cuarta
República como expresión y etiqueta del período de funcionamiento del Pacto de Punto
Fijo desde 1958 hasta 1998, y naturalmente vincular a este último no sólo con el
protagonismo de AD y COPEI, de figuras como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera,
Jovito Villalba y otros corajudos venezolanos, sino además con el proyecto de país y
sociedad expresado en la Constitución de la República de Venezuela de 1961 que es la
Constitución de mayor vigencia. Por lo tanto, el compromiso gestado y manifiesto de la
dirigencia de los partidos AD, COPEI y URD principalmente fue decisivo para la
consolidación del régimen democrático y la estructuración del naciente sistema de
partidos y del propio entramado democrático.
La Democracia Representativa
La democracia representativa en Venezuela (llamada IV República) surge con el Pacto
de Punto Fijo, firmado en 1958 luego de la derrota de la dictadura de Pérez Jiménez. En
este acuerdo, los tres grandes partidos, AD, COPEI y URD concuerdan con la
alternancia en el poder del Estado y comparten la misma visión socio-económica.
La distribución de la renta es pésima, el país no produce lo que consume y las ciudades
crecen en base a la marginalización. Fuera del sistema político partidista, la protesta
social era criminalizada, y había represión de sobra.
En la democracia representativa, el pueblo delega la soberanía en autoridades elegidas
de forma periódica mediante elecciones libres. Estas autoridades en teoría deben actuar
en representación de los intereses de la ciudadanía que los elige para representarlos.
En este sistema el poder legislativo, encargado de hacer o cambiar las leyes, es ejercido
por una o varias asambleas o cámaras de representantes, los cuales reciben distintos
nombres dependiendo de la tradición de cada país y de la cámara en que desarrollen
su trabajo, ya sea el de parlamentarios, diputados, senadores o congresistas. Los
representantes normalmente están organizados en partidos políticos, y son elegidos por
la ciudadanía de forma directa mediante listas abiertas o bien mediante listas cerradas
preparadas por las direcciones de cada partido, en lo que se conoce como elecciones
legislativas.
Lo primero que hay que destacar del plan de reformas de 1989 es, el llamado Gran
Viraje, es su carácter perentorio: una de las premisas, o quizás el dogma fundamental,
parece haber sido que las condiciones en las que el nuevo gobierno de Carlos Andrés
Pérez se instala eran críticas y exigían una respuesta global y sin transiciones. Se
rechazó todo gradualismo, considerando que el costo de las reformas iba a poder
asimilarse así más rápidamente, entendiendo el liderazgo personal del Presidente y sus
números electorales como el factor político esencial.
En otras palabras, el objetivo político tiene que priorizarse sobre el económico. Por
fortuna (aunque es lamentable), los grandes rasgos del programa económico alternativo
no ofrecen motivo de disputa: la experiencia del estatismo rentista y personalista ha sido
suficientemente dramática, y hay consenso acerca de la necesidad de recuperar el estado
de derecho y las condiciones mínimas de la economía de mercado dentro de un contexto
moderno y globalizado.
LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA A LA DEMOCRACIA
PARTICIPATIVA
Este cambio representa un salto cualitativo para la vida social y política del país. La
Democracia participativa establecida en el (artículo 62 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela) plantea un nuevo paradigma para el ejercicio de la
democracia. Ya no se trata de un momento (el sufragio), sino de una actividad
permanente de construcción social que exige proactividad, formación, planificación,
capacidad de negociación, consulta del pueblo o de la gente, y participación y
seguimiento por parte de todos los ciudadanos. La democracia participativa implica un
cambio de cultura en la conciencia del pueblo, su ejercicio exige centrar la acción en
una ética de continuo crecimiento individual y colectivo.
Por supuesto no se trata de darle vida a un simple cambio operacional sino de instaurar
en la práctica una nueva visión del poder popular en los niveles local, regional, nacional
e, incluso, internacional.
Crisis del modelo económico rentista
La renta petrolera empezó a ser insuficiente. El valor promedio del barril petrolero pasó
de 18,66 dólares en 1979 a 29,60 dólares en 1983, pero la deuda externa del país
ascendió a 11 mil millones de dólares. Este fenómeno fue determinante en el desarrollo
de un proceso aún más nocivo para la economía nacional, pues el país recibió presiones
para la cancelación de los créditos obtenidos durante los gobiernos anteriores. Así,
Herrera Campins, el 18 de febrero de 1983 (denominado Viernes Negro), decidió
devaluar el bolívar con el control de cambio de 4,30 a 7 bolívares por dólar.
Con Jaime Lusinchi en la primera magistratura se conciliaron algunos logros, entre ellos
la creación de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE), cuyo
objetivo era buscar la descentralización política. Aún así, el alto nivel de aceptación del
gobierno inició su declive, por serias acusaciones de corrupción en las cuales se vio
involucrada la secretaria privada y posterior esposa de Lusinchi, Blanca ibáñez. En
1988, por mayoría abrumadora retornó a la presidencia Carlos Andrés Pérez, a quien le
correspondió asumir serios conflictos en el orden político y económico.